Mamá, no puedo más (III)

Ángel se pasa de listo con su madre en plena paja y todo parece estropearse

Esa noche casi no pude dormir. Joder… ¡¡¡que mi madre me había hecho una paja!!! Esa primera paja que veía tan imposible en mis pensamientos pero que había sido por largo tiempo deseada. Todavía quedaba mucho tiempo para la recuperación de mi lesión e imaginé que, a partir de ahora, conseguir más pajas en la ducha sería pan comido. ¡Qué equivocado estaba!

Mi madre se encargó de dejarme claras sus intenciones en la ducha del día siguiente. Se notaba que tenía ganas de imponer su criterio desde un principio.

-¿Qué tal estás mi vida? Supongo que descansado con el relax que tuviste ayer jeje – dijo divertida para quitar hierro al tema- No te preocupes que mamá no te va a mirar diferente a partir de ahora. Entiendo que era una necesidad de primer orden que tenías, pero ahora podrás estar descansado unas cuantas semanas.

¿Unas cuantas semanas?  ¿Pero cada cuando se piensa mi madre que un chico joven tiene los cojones que ya no puede más? ¿Semanas? ¡Si dos o tres días sin otra paja me parecía una eternidad imaginarlo! Dios, aquello no iba bien.

-¿Se… semanas mamá? Bueno, no se otros chicos pero yo… vaya que yo… ¡si hablamos de semanas estaré que me subo por las paredes otra vez! –dije con sinceridad-.

-Madre mía Ángel, ¡no se puede ser tan viciosillo!

¿Cómo que tan viciosillo? ¿Una eyaculación cada ciertas semanas es viciosillo? Por favor,¡ no puede ser que mi madre sea tan antigua! Joder, ¡de aquí no vamos a sacar petróleo! ¡Mierda! Quise intentar dar la vuelta a la situación.

-¿Viciosillo? Mamá por favor… no digo que tenga que desfogarme varias veces mañana y tarde – Ojalá, pensé – pero a mi edad dejar pasar semanas entre… bueno… entre sesiones de alivio, pues se hace muy complicado esté accidentado o no.

A todo esto, ya estaba desnudo en la ducha y, lógicamente y como la última vez, no pensaba controlar mi erección. Más bien todo lo contrario.

-Bueno cariño ya entiendo, pero tampoco estarás así tantas semanas… unas pocas, es cierto, no te diré que no, cielo, pero no será tan dramático, ya verás. Si de aquí unos días no puedes más mamá te volverá a ayudar.

Esa frase, esa esperanza que es lo que quería escuchar, hizo inmediato efecto en mí.

-¿Vaya hijo mío, qué te pasa hoy? ¿Otra vez? –dijo mi madre viendo como la polla se me había puesto dura.

-Mamá es que has dicho que me ayudarías y no he podido controlar la… la erección, vaya

-Madre mía la juventud jajaja –dijo mi madre un poco sonrojada- pero dije que más adelante, hoy no cielo, ¿vale? Eso no está nada bien.

  • No… ya… -dije yo, resignado a no recibir de nuevo sus atenciones.

Esa ducha terminó sin más, como todas las anteriores a la paja. También terminó así la siguiente y la otra… y otra más. Pasaron días, las manos mejoraban lentamente pero evidenciaban que más pronto que tarde se curarían como para poder sostener cualquier cosa con ellas, incluida mi polla para las pajas. Si quería conseguir algo, tenía que provocarlo rápido y no como otra paja aislada. No sabía qué hacer… ¿Suplicarle a mamá? ¿Forzarla? ¿Chantajearla con contárselo a mi hermana? … ¿Chantajear con qué? Bah, ¡si no tenía nada! ¿Forzarla? Quita, quita, mal pensamiento. ¿Suplicar? Eso da mucha pena, no motiva. Pero… ¿qué hago? Joder, ¿qué hago? … ¡BINGO! ¡Ya lo tengo! Se lo haré saber sin decírselo ni pedírselo.

Al día siguiente no me levanté como siempre a la misma hora, cosa que extrañó a mi madre. Me hice el dormido esperando que fuera la hora de despertarse para ella. Mi hermana ya había salido para estudiar media hora antes. Entonces puse en marcha el plan: hablar en sueños. Sí, un plan quizá cutre y arriesgado, pero no se me ocurrió otra alternativa.

  • mmm… la polla… mmm… no puedo más… la polla… -empecé a murmurar entre los dientes con un tono de voz un poco elevado. Con medio ojo abierto, atento a la puerta de mi habitación, vi la sombra de mi madre por el pasillo. Ahí dejé ir todo lo que había preparado para decir, haciéndome el dormido.

-mamá… la polla… necesito descargar mamá… la polla… sacude… sacude –decía mientras veía como mi madre miraba por el hueco de la puerta. Al cabo de unos segundos, se fue a su habitación. Me ‘desperté’ unos minutos después y saludé a mi madre como si nada. Ella tampoco actuó diferente a otras mañanas. Pasó el día sin más novedades hasta que llegó el turno del baño. Una vez ‘metidos en harina’ y, como era habitual, forzando mi erección mientras mi madre me pasaba la esponja con jabón por el cuerpo, fue ella la que reaccionó.

  • Ángel cielo, estuve pensando en lo que me dijiste y… bueno que… si no te importa mamá te puede volver a ayudar con… con esto – dijo señalando mi polla durísima.

Lo logré. Hablar en sueños dio a entender a mi madre mi auténtica desesperación y, como buena madre, no podía dejar así a su hijo. La cosa iba muy lenta, pero por fin repetiría una paja con mamá. Dios, ¡qué duro se me puso el rabo!

  • ¿De verdad mamá? ¿En serio?

  • Sí cielo, entiendo que estás muy desesperado y aunque no esté bien y no vea bien que tengas tantas necesidades cada día… no puedo dejarte así. No hasta que te cures.

  • Uf mamá gracias, ¡gracias!

Mi madre empezó a cascarme una paja. Joder, qué bueno volver a sentir esa sensación. No dejé de mirar a sus ojos por si en algún momento se cruzaba nuestra mirada. Menudo gustazo. No obstante, mi madre no evidenciaba ningún gesto de excitación. Realmente estaba haciendo únicamente un favor a su hijo. Los únicos momentos que me podía poner más cachondo es cuando ella, queriendo o sin querer (creo que sin querer) utilizaba un lenguaje nada habitual en una madre.

-Eso es mi vida, así, relájate mi amor. Madre mía, ¡está como una piedra!

Joder,¡ como me ponía! Llegué a un estado de excitación que, entre sus últimas palabras y ese “no puedo dejarte así. No hasta que te cures”, se me cruzaron los cables. Me sentí tan salido de mí mismo que pensé que tenía en la bañera una puta y no a mi madre. Todavía sin saber cómo le solté inconscientemente…

-Ah joder, ¡¡¡chúpamela!!!

La jodí. Lo estropeé todo.

-¿Perdón? –dijo mi madre hecha una furia- ¿Pero tú qué te has creído maldito niñato? – Se levantó y me propinó un fuerte bofetón en la cara- ¡tu madre no es una fulana barata!

Hizo ademán de irse pero, lógicamente, yo solito no me podía secar y vestir. A mala gana me secó y me vistió. Nadie dijo nada más. Yo estaba rojo como un tomate y ni tan siquiera me salían palabras de disculpa.

Aquello parecía el final. Pasando los días nada se volvió a repetir. Sí que hablamos mi madre y yo como madre e hijo, haciendo los dos como si nos hubiéramos olvidado del accidente, pero mi madre únicamente se limitó a cuidarme y bañarme como al principio y ni yo mismo me atrevía a dejar que mi polla se pusiera dura en la bañera. Tenía miedo de la reacción. Sentí que había fracasado, que ya nada podría lograr que mi madre accediera poco a poco a mis caprichos y, para más colmo, las manos mejoraban progresivamente y el final del ‘cuento’ estaba cerca. Más pronto que tarde yo mismo me podría cascar la polla y ya no habría nada con lo que suplicar a la musa de mis sueños.

En esos días sin cambios en la relación entre mi madre y yo y sin repetición alguna de contacto sexual, estuve meditando mucho. ¿Qué más podría hacer para conseguir sus favores? Ahora le daba igual si me subía por las paredes por la falta de sexo y de no poder tener una eyaculación para descargar mis huevos. Estaba claro que en eso no me ayudaría más. Tenía que pensar algo más elaborado, más complejo, pero… ¿qué podría ser? Después de casi semana y media dándole vueltas me vino una idea muy rebuscada pero la única que se me ocurría para provocar un ‘clic’ en el cerebro de mi madre y cambiarle el chip. Tenía que descubrir algo que no pude descubrir durante la paja y media que me hizo: ¿qué sentía ella? ¿Por recatada que parecería, notó algo en su cuerpo? Bien que elogiaba mi polla, ¿no? ¿Le provocaría una reacción ver algo más de su hijo? ¿Y si no era ella la que me ayudaba? Estaba claro. Tenía que poner en marcha mi plan y eso tuvo lugar tres días después.

Mi madre había salido a primera hora de la tarde con unas amigas pero sabía aproximadamente sobre qué hora volvería. Mi hermana, hasta la hora de cenar, tampoco pasaría por casa. Decidí apostar fuerte llamando a una prostituta a la que, ya por teléfono, le conté parte de mi plan (evidentemente no podía contarlo todo). Le dije que me daba morbo montárnoslo y que alguien entrara en casa y nos pillara follando. Le comenté que, si por lo que fuera se armaba un escándalo y tenía que salir corriendo de casa a medio polvo, que no se preocupara: todo pactado y pagado de ante mano, aunque no me terminara de aliviar. Mi intención era que mi madre viera lo que me tendría que estar haciendo ella pero en otra persona. Provocar una reacción. ¿Rabia? ¿Celos? Da igual, algo que hiciera saltar un resorte dentro de ella para provocar un paso en alguna dirección. Estaba dispuesto a todo, incluso a mostrar un cambio en mi comportamiento. Si por las buenas no podía ser, sería por las malas. Me mentalicé en que, si reaccionaba mal, yo debía responder con el mismo carácter agresivo. Me había obsesionado con mi madre hasta límites enfermizos. Volvería a estar arrodillada ante mi polla… ¡vamos si lo volvería a estar!

Llegó el momento. Oí las llaves en la puerta de casa y unos pasos acercándose al salón.

-¡Ya estoy en casa! –gritó mi madre-.

Entró en el salón y le cayeron las llaves al suelo, abrió la boca e inspiró un soplo de aire sobrecogedor. La escena no era para menos: una mulata de pelo afro y generosas curvas estaba arrodillada ante el sofá, entre mis piernas, metiéndose mi cipote hasta la base dentro de la boca mientras yo, completamente desnudo, le marcaba el ritmo de la mamada con la muñeca en la cabeza, ya que con la mano no podía.

-¿Pero qué cojones es esto Ángel? ¡¡¡Me cago en la puta!!! –nunca en mi vida había oído tal lenguaje saliendo de la boca de mi madre, pero yo venía con el guion bien estudiado. Pensaba responder cada frase suya con una réplica al más puro estilo de película porno.

-¿Mamá qué ostias haces aquí? Aaah… pues estos cojones son los míos y la puta en la que te cagas es la que me está vaciando esos cojones, ¿que no lo ves?

-¿Qué manera es esta de contestarme? Y tú, puta, ¡¡¡levanta y vete de esta casa de una vez!!!

-Mamá joder, que no me ha terminado de…

-¡Que te calles JODER! –se empezó a alterar y a poner muy nerviosa-.

-Tú no deberías haber vuelto tan pron…

-¡CALLA! … PUTA, ¡¡¡VETE!!! –mamá le tiró el bolso encima y la pobre mulata se puso muy nerviosa, recogió sus cosas, se vistió como pudo por la mitad del pasillo y acabó saliendo de casa, como en parte ya estaba previsto.

-Y tu pequeño desgraciado, ¿cómo se te ocurre traer una puta a casa? Pero qué es lo que pasa por tu cabeza para…

-¡BASTA MAMÁ! ¡JODER BASTA YA! –mi madre se sorprendió de mi grito-. ¡Mírame bien!... ¡Que me mires joder! –se asustó de mi tono agresivo-¿ ves como tengo la polla? Pues es por tu culpa por no querer descargarme en la bañera, que no te costaba nada, ¡joder!

-Pe… pero…

-Nada de peros mamá. Has visto lo que he tenido que hacer, ¿eh?

-Pero… Ángel cielo… a ver… ¿todo esto ha sido por que no te he vuelto a tocar tus partes para relajarte?

-¿Tus partes? Tus partes, tus partes… tu siempre con ese lenguaje. Habla con propiedad, mamá. Tocarme la polla. ¿Lo oyes bien? ¡La polla! Te pedí una mamada y me la negaste. Pues ahora esta puta furcia me la estaba haciendo de narices y me lo acabas de joder.

-¡Tendrás cara dura! ¿Como que te lo acabo de joder? Pero bueno hijo…

-Mira mamá, lo único que sigue aquí durísimo es mi polla y tú has jodido una extraordinaria mamada que me estaba haciendo esa puta, así que ya le estás poniendo remedio.

Estaba encendido. Había saltado del precipicio sin paracaídas. Todas las cartas sobre la mesa. Todo o nada. Gana el jugador o gana la banca.

-¿Remedio? ¿Qué narices estás diciendo?¿Estás loco? ¿Qué remedio? Pero, pero…

-¡Que me comas la polla mamá! Venga, ¡de rodillas!

-¡A mi no me hables así, sucio degenerado!

-¡Que me la chupes te digo!

-¿Ni loca, me oyes? ¡Ni loca! ¡Estás enfermo!

Dio un portazo a la puerta del salón y se fue a su habitación con la cara roja y llena de rabia. Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda… El plan había salido horrible y la situación estaba ahora mucho peor que antes. Joder, menudo fracaso. ¿Cómo he podido calcular tan mal? Mierda, mierda… Ya no podré recibir placer de ella, pero es que ahora igual no la recupero ni como madre.

El mundo se me vino encima. Este accidente me tenía loco. La obsesión por mi madre todavía más. Había conseguido una paja y estaba a punto de conseguir dos. Iba todo bien y lo he estropeado todo. La estrategia era la peor de todas, pero eso no me lo parecía ‘a priori’, de hecho me parecía la mejor. Estaba claro que todo estaba perdido y no había vuelta atrás.

Pasaron los días y, pese a que con mi madre volvíamos a hablar en casa pero de asuntos banales (el estado de mis manos, cosas de la casa, comentar las noticias que daban por TV…), el tema del sexo y de mi necesidad no formó parte ni siquiera del más mínimo comentario. Así pasaron muchas semanas y yo finalmente me curé. Con las manos bien ya todo era normal en casa y yo mismo me podía sacudir la polla tantas veces quisiera cada día. Eso era bueno para mí en el sentido de recuperar mi normalidad, pero sabía que era el fin de toda posibilidad con mi madre… hasta que un día, como el del accidente de papá, todo volvió a cambiar para nuestra familia.

Una tarde, mamá llego a casa llorando desconsolada. Y nos reunió a mi hermana y a mí en el sofá del salón para decirnos una cosa importante. No sabía ni cómo empezar.

-Hijos míos yo… yo… lo siento, lo siento, lo siento. Os he arruinado la vida –y se detuvo para seguir llorando desconsolada-.

-Mamá –dije yo- cálmate un poco. ¿Quieres un vaso de agua? ¿Qué ha pasado? ¿Qué dices de arruinar? ¡Si vivimos como reyes!

-Ese es el problema amor –y volvió a llorar- … que ya no viviremos como reyes.

-No entiendo mamá, ¿qué sucede?

  • Me engañaron, me dejé engañar…

  • Pero mamá, dilo, dilo de golpe, que nos tienes nerviosos –apuntó mi hermana-.

-Miguel… ¡Miguel nos ha arruinado! – Miguel era el mejor amigo que tenía papá y el que nos orientó y manejó todas las inversiones de la herencia de mi padre cuando murió.

-¿Qué dices, mamá? –pregunté-.

-Lo que oís… ay madre mía… nos ha engañado como a estúpidos. Ha usado todo el dinero este tiempo para hacerlo crecer en inversiones, activos, acciones, fondos… y ahora se ha llevado todo el dinero sin dejar rastro –y mi madre volvió a explotar en un mar de lágrimas-.

-¿¿¿Qué??? ¿¿¿Que estamos arruinados??? –dijo mi hermana-.

-Sí hijos, sí. Perdón, perdón, perdón… me siento fatal, os he destrozado vuestro futuro. Ya no podremos mantener los lujos que teníamos. De hecho tendremos que vender esta casa para poder ingresar algo en las próximas semanas. Estamos a cero. ¡Cero!

Mi hermana y yo nos quedamos en blanco. Un pinchazo en el pecho me atravesó como si el mundo se precipitara encima de mí. ¿Qué iba a ser de nosotros? ¿Cómo íbamos a salir de tan complicada situación? La respuesta no tardó mucho en llegar y volvió a romper todos los esquemas de nuestra familia.

Dos semanas después, intentando hacer mi vida normal en casa y en la universidad pero con la cabeza puesta en cómo íbamos a salir adelante con el poco dinero en efectivo que quedaba en nuestro piso, una pequeñita explosión en el panel de control eléctrico de la universidad dejó todo el campus sin luz durante horas. Nos dijeron que podíamos irnos a casa puesto que la reparación ocuparía el resto del día, si no eran dos.

A media mañana me vi obligado a volver a casa. Pensativo y cabizbajo pensando en nuestros problemas familiares llegué a la puerta de nuestra casa. Cuando me disponía a poner la llave en la cerradura para entrar en el piso, desde fuera oí a mi madre gritar “¡no puedo más, joder!”. Pensé que estaría hablando con alguna amiga por teléfono de su situación, pero no se por qué motivo un mal presentimiento se cruzó por mi cabeza. Abrí despacio la puerta, haciendo el mínimo ruido posible y entré en casa hasta el salón, sin hacer ruido con mi caminar. Asomé la cabeza por la puerta y lo que vi… ¡lo que vi me dejó absolutamente congelado!