Mamá, no puedo más (II)

Ángel, accidentado de ambas manos, consigue una paja de su madre pero no se da por satisfecho

Pasaron tres días sin novedades. Ni mi madre ni yo volvimos a sacar el tema de la masturbación, pero algo se me tenía que ocurrir para forzar que mi madre me hiciera una paja. No podía esperar más tiempo. Aunque mis manos no estarían bien todavía durante muchas semanas, si había alguna opción de recibir una paja de manos de mi madre (o la remota posibilidad de más de una, continuando en el tiempo) tenía que provocar esa situación cuanto antes de un modo u otro.

Mucho más adelante, con las manos bien, ya no colaría ninguna excusa, puesto que me la podría hacer yo mismo. Estuve pensando la mejor opción y descarté repetir una situación como la del comedor el otro día. Ella y yo vestidos, pidiéndoselo verbalmente… No, no funcionaría. Acabé concluyendo que la mejor opción sería en la bañera. Cuando volviera a tocar sesión de aseo, ya no contendría los impulsos ni me concentraría en no empalmar delante de mi madre. Todo lo contrario, intentaría excitarme al máximo para ofrecerle delante de sus ojos el máximo esplendor de mi rabo. Si no la convencía hablando, únicamente la podía convencer mostrándole lo bien dotado que estaba su hijo y, además, musculado y atlético desde hace un año. Si le mostraba que ella era capaz de ponerme el rabo como una roca, quizá podría abrir una pequeña puerta a la esperanza. Llegó el día.

  • Ángel cielo, a ducharse! – gritó con naturalidad mi madre, como un día más.

Iniciamos el ritual habitual desde que volví a casa del hospital, pero esta vez fue diferente. Mientras mi madre pasaba la esponja con jabón por los brazos, piernas, espalda… mi polla empezó a reaccionar. Cuando se agachó por delante para pasar la esponja por la ingle, reaccionó pegando un pequeño saltito:

  • Uy madre mía! Esto no me lo esperaba! Po… Por Dios, Ángel – exclamó mi madre con los ojos bien abiertos admirando mi rabo en su máximo grado de virilidad- Yo… Yo no… qué ha pasado? He hecho algo que no debía o …?

  • No mamá, no es eso, joder es que… ya te dije, estoy llegando al límite de la necesidad.

  • Ya veo cielo, ya veo. Madre mía que gorda está! – mi madre dijo eso sin pensar en lo lujuriosa que sonaba la frase saliendo de su boca.

En ese momento mi rabo dio un pequeño brinco de excitación y, a lo suficientemente duro que ya estaba, se le unió que se me empezaron a marcar las venas. Era un pollón descomunal a la vista agachada de mi madre. Ella no salía de su asombro.

  • Por Dios, cielo, mira cómo se te ha puesto!

  • Mamá, no puedo más! – exclamé cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor con la cara para añadir dramatismo al momento, esperando la reacción de mi madre. No reaccionaba.

-Mamá por favor… si es necesario llama a una puta o algo, no puedo más! –dije casi sin pensar. Estaba obsesionado con correrme. Como fuera y con quien fuera en ese momento.

  • Una puta? Cuida ese vocabulario! Pero… pero… como te atreves a decirme eso? Anda pervertido! Ni en broma! Ay cielo, no pongas esa cara tan molesta es que… no se… Ya sabes que no soy ninguna mujer de mentalidad cerrada y estricta, pero si cruzamos una línea tu y yo no sé yo si vamos a generar un problema mayor del que pretendes resolver, mi vida.

  • A qué te refieres, mamá?

  • Seré clara mi amor. Si yo te masturbo quizá liberes la tensión acumulada. Seguro que la liberas, no hay más que ver cómo estás! Pero luego, qué? Tu madre te habrá masturbado, cariño. No se si esa imagen se te podrá ir nunca de la cabeza. No quiero hacerte daño.

Pues claro que no se me iba a ir nunca de la cabeza, pero para bien! Eso es lo que deseaba, tener para siempre en mi recuerdo una paja hecha por mi madre. Ella era inteligente. Me estaba ‘pasando el muerto’ para que decidiera yo dónde estaban mis límites y permisos morales. No quería ser la única responsable de lo que pudiera suceder. Decidí responder con contundencia, sin rodeos éticos.

  • Mamá, hazme una paja por favor… por favor – supliqué claro y directo, mirando a sus ojos.

  • Mi vida, yo.. – exclamó sin terminar la frase, dubitativa.

  • Por favor – añadí- mira cómo tengo el rabo, mamá! –dije añadiendo un lenguaje más sexual a la situación.

  • Ya cielo, ya. Lo veo cariño, ya se que no puedes más. Está muy largo… y muy gordo! Desconocía que estabas tan bien dotado mi vida. Son muchos años ya sin verte desnudo del todo, desde que dejaste de ser pequeño. Y ahora mírate, tan alto y fuerte, nada de ti es pequeño ya –añadió mirando mi abultado miembro.

Vi un camino claro con el uso del lenguaje. Quizá hablando en términos más sexuales, provocando la situación verbalmente, lograría hacer claudicar a mi madre.

  • Tu crees que estoy bien dotado, mamá? – pregunté expresamente aunque la verdad era obvia.

  • Mucho, cielo, mucho! Es la más gorda que he visto nunca – espetó.

Mi polla, ante su respuesta, volvió a dar otro brinco. Mi madre lo notó. Me miró a la cara, se incorporó totalmente, me puso una mano en un brazo y me preguntó:

  • Ángel cariño, de verdad es imposible otra solución? Estás seguro de esto? No quiero luego que te marque negativamente o me eches en cara lo que pueda pasar ahora.

En cara? En la cara lo que te quiero echar es otra cosa, macizorra! -pensé para mis adentros-. Era el momento. No había vuelta atrás.

  • Mamá, por favor. Hazme la paja por favor. De verdad no hay problema –añadí.

  • Ufff… bueno. Está bien –exclamó ella-. A ver, veamos… qué tal si con la esponja envuelvo tu pene y….

  • Ay mamá jajaja, pene? No seas tan formal! –quise decir para quitar tensión en el ambiente.

  • Jajajaja, bueno mi niño, es verdad, ya somos mayorcitos para andar con formalismos. Pues eso, que si quieres que envuelva tu… tu polla con la esponja –dijo guiñando un ojo.

Lógicamente prefería una paja ‘a pelo’, sin jabón y sin nada entre las manos de mi madre y mi rabo, pero no quería que mi madre viera tan pronto que la paja no era una necesidad fruto del accidente, sino un deseo lujurioso. Tuve que aceptar lo que me proponía para no estropear nada. Quizá, solo quizá, y con suerte, habría una segunda o tercera vez. Si sucedía, tiempo tendría para acelerar mis planes.

  • Está bien mamá, si a ti te parece bien.

  • Perfecto cielo. En fin, esto es raro pero vamos allá –dijo volviendo a agacharse. En ese instante puso jabón en la esponja y se dedicó a rodear mi polla.

  • Vaya mi amor, en verdad esto está duro, duro, eh? – expresó en voz alta mi madre con cara de sorpresa- siempre se te pone así?

  • Bueno… se me puede poner todavía un poquito más, mamá.

  • Más? Más duro que esto? Madre mía!... Y mira los huevos! Vaya par de pelotas!

Alucinaba con el lenguaje de mi madre. Supongo que quiso utilizar ese vocabulario para normalizar una situación que no tenía nada de normal. A mí me estaba excitando muchísimo sentir ni que fuera su mano a través de una esponja y oír esos comentarios de boca de la musa de mis pajas.

  • Aaah! – exclamé, sacando a mi madre de la concentración en la vista de mi polla.

  • Te duele mi vida? – me preguntó.

  • No mamá, al contrario, se siente bien.

  • Jajaja… qué susto! Pensé que había hecho algo mal – dijo riendo para tratar de pasar los evidentes nervios que le afloraban.

Puse una mano en su espalda para apoyarme mientras mi madre aumentó el ritmo de la sacudida. Pensé en dejarme llevar y soltar contra el agua acumulada de la bañera todo mi esperma, pero rápidamente me di cuenta que no sabía si habría nunca otra oportunidad para llevar a mi madre un paso adelante. Si no aprovechaba ahora para disparar la bala, quizá nunca más tendría otra en la recámara. Aposté fuerte en mi decisión: necesitaba verla desnuda. Inmediatamente puse mi cerebro a trabajar, contra natura, en otros pensamientos. Distraer la mente para distraer la corrida que se auguraba más que inminente. Aguanté. Aguanté mucho. Necesitaba que mi madre se extrañara de que no me corriera, al tiempo que le demostraba mi varonil resistencia.

  • Ángel, cielo, te falta mucho? – preguntó mi madre.

  • No se mamá, no logro… eso… correrme, vaya – dije haciéndome el extrañado.

  • Ya veo mi vida. Igual haciéndolo así no se logra una buena fricción. Espera… - y tiró la esponja al agua de la bañera, pasando a agarrar mi polla directamente con sus manos – así mejor, si no te importa, cariño….

  • No, no me importa mamá. A ver si así…

Eso ya era una paja. Una paja como debe ser. Pero yo quería más. Seguí aguantando hasta límites que desconocía.

  • No hay manera, eh? – comentó resignada mi madre, con cara de pensar cómo lograr que me corriera. Ahí jugué mi última carta.

  • Bueno mamá es que… claro… yo estoy acostumbrado a lo que hago cuando me toco yo y quizá es por eso que todavía no llego al final.

  • Ah, bueno, sí, claro. Entonces debo agarrarla diferente o algo?

  • No mamá, no es eso, lo haces bien. Me refiero al contexto, a lo que hago además de tener agarrada la polla.

  • Y que haces? – dijo ella.

Perfecto! Ahí estaba el hueco para disparar!

  • Miro imágenes de mujeres desnudas –solté sin más.

  • Ah… entonces… necesitas una revista o algo? – No sé si mamá realmente no pillaba la indirecta o se hacía la tonta para evitar cualquier avance.  Seguí insistiendo.

  • No mamá, no tengo ninguna en casa. Tendremos que buscar otro remedio – insinué.

  • Igual es por la situación, cariño. Debes estar incómodo con que tu madre te esté… Bueno, eso, que te esté haciendo una paja, hablando claro jeje.

  • No, no es eso mamá. Ya conozco cómo funciona mi cuerpo y mi cabeza. Necesito estímulos visuales.

Mi madre se quedó pensativa. Siguió con la paja pero a menos ritmo mientras iba murmurando “no se, no se” en voz baja. Estaba claro que ella no se iba a ofrecer. Tenía que pedirlo yo. Ambos sabíamos que la siguiente propuesta ‘lógica’ era pedirle que se quitara la ropa. Si lo hacía ella por iniciativa propia se arriesgaba a dar demasiados pasos hacia delante cuando todo lo que hacía se suponía que lo hacía por pena hacia su hijo, por compromiso de madre, por ayudar, no por placer. Si lo pedía yo, ponía de manifiesto la necesidad de esa ayuda visual. Tuve que decirlo, aunque me ruborizara tener que soltar esa frase.

  • Mamá y si… bueno, si no te parece mal que… vaya, que te desnudes para poder mirarte y así igual… - no terminé la frase. Me quedé mirando a mi madre, costándome aguantar la vista fija en sus ojos, esperando una respuesta… o un bofetón!

  • Joder Ángel!... uy, perdón por la palabrota, cielo. Esto que me dices no se yo si…

  • Seguro que funcionará, mamá. Es fisiológico, una reacción natural al estímulo visual. No es nada más.

  • Pero me da vergüenza, mi amor. Ya soy mayor y no soy como las que debes mirar tu en revistas o por internet, seguro que no te gustaría verme desnuda.

Que no me gustaría, dice la cabrona! Pajas y pajas que me he cascado a su salud. No se si me lo dice para disuadirme o realmente no se da cuenta que tiene un cuerpazo de escándalo. Para qué va al gimnasio a machacarse entonces? No puede estar ciega, hombre! Hasta ella misma tiene que ver que está maciza de lado a lado!

  • Mamá, no digas tonterías! Tú no eres mayor, tienes una edad estupenda y estás amortizando el dinero que te cuesta el gimnasio. O no? Mírate, más firme que cualquier chavalita! –dije riendo, para intentar transmitir tranquilidad.

  • Jajaja qué cosas… ay… en fin. Estás seguro mi amor?

  • Sí mamá, es solo para calmarme. No quiero verte a ti como madre, sino que quiero ver el cuerpo de una mujer, sin más. Sino nunca me corro. Cuando estoy solo también me pasa. Necesito los estímulos –mentí descaradamente. Ni los necesité nunca en mis pajas ni me apetecía el cuerpo de cualquier mujer. Quería ver el suyo.

  • Ay mi madre… bueno, va, hagamos esto rápido – y mi madre soltó mi polla para incorporarse de pie fuera de la bañera y empezar a quitar-se las prendas superficiales de ropa. En ningún momento me miró, no como yo a ella, que la miraba con los ojos como platos y la polla súper dura. Madre mía (nunca más bien dicho) que pedazo de mujer! Qué buena estaba la condenada!

Mi madre se quitó todo menos la ropa interior y me volvió a agarrar la polla desde afuera de la bañera, medio inclinada y apoyada en el borde del perímetro. Sin mirarme a la cara me preguntó:

  • Así va bien, cielo?

  • Eh… sí, mamá, gracias – respondí sin más. Claro que iba bien, era más de lo que hubiera soñado nunca. Mi madre haciéndome una paja en ropa interior. Pero podía ir mejor, mucho mejor, la quería ver desnuda. Entera. Verle esos inmensos melones y el culazo en todo su esplendor, pero pensé que sería demasiado atrevido pedirlo. Se podría llegar a confundir la necesidad puntual con el deseo morboso. Decidí no arriesgar y dejar que se quedara como estaba, sin pedirle que se quitara ninguna prenda más. Le pedí ver una mujer desnuda y, técnicamente, desnuda no estaba, pero si algún día había más opciones de repetir, ya pensaría otra estrategia para lograrlo.

  • Uf, esto mejora mamá, sí!

  • Ya veo ya Ángel… qué rígida se ha puesto, que dureza!  Menudo tronco! – Madre de Dios como me excitaba ese lenguaje. Ya no sabía si lo decía inconscientemente o adrede. Miraba a mi madre y me imaginaba que esa frase la decía una puta barata, una sucia furcia de carretera. Joder, mierda, no podía aguantar más!

  • Me voy a correr mamá, ya noto que me sube el semen… aaah… me corro mamá! Me corrooo!

Y exploté. Chorros y chorros de semen volando en la bañera para mezclarse con el agua y el jabón.

-Por Dios mi vida, qué cantidad! Qué barbaridad cielo! – Dijo mi madre con los ojos como platos viendo volar el semen.

-Aaah, mamá gracias, uf, gracias, oooh estoy mucho mejor!

  • Me alegro cielo –dijo ella levantándose para dejar la bañera lista y preparando mi toalla. – Anda, ven, que te voy a secar.

  • Mamá, esto… gracias

  • Anda, calla –sonrió. – Ven, que te voy a secar.

Así culminó la primera corrida que me provocó mi madre. Intentaría que no fuera la última.