Mamá, mi viciosa favorita.

La historia de, como una tarde que parecía normal, cambió por completo la vida de mamá y la mía.

Me llamo Alejandro y tengo 21 años. La historia que contaré ocurrió con 18 años, cuando perdí la virginidad nada más y nada menos que con mi madre.

Mamá, también conocida como Elena, es una mujer de 49 años que se conserva como si tuviese 20 años menos. Pequeña, morenita, unos pechos escandalosos y un culo pequeño y firme que hacen que todos los hombres se fijen en ella. Lleva soltera desde que yo era muy pequeño, cuando se separaró de mi padre, al que veo un par de veces al año. Desde entonces, no ha tenido ningún novio formal, y jamás la he visto con ningún hombre, aunque es evidente que una mujer así tiene que haber tenido contacto con varios hombres.

Nuestra relación siempre había sido cordial, hasta que llegó mi adolescencia y empezamos a abrirnos un poco más, a contarnos algunas cosas, etc. Pese a verla como mi madre, no podía negar que me parecía que estaba tremenda, como también me lo hacían ver mis amigos. Siempre que invitaba a alguno a casa me lo decía, y yo me cabreaba y lo negaba, pese a saber perfectamente lo buena que estaba.

Tras llevar 3 años viendo a mamá como una mujer físicamente perfecta, fue con 18 años cuando empecé a fantasear con ella. Una tarde, cuando estábamos en la piscina de nuestra casa de verano en Valencia, mi madre me sorprendió, pues se puso a hacer topless con la mayor serenidad del mundo delante de su hijo. En un momento de descuido, mi madre cerró los ojos mientras tomaba el sol, y cogí mi móvil para hacer una foto, una foto en la que se veían sus increíbles tetas naturales que no eran propias de una mujer de 46 años (como tenía entonces). No miento si digo que estuve varias semanas masturbándome a diario con esa foto, deseando hacerle el amor a mi madre como si no hubiese un mañana.

El primer "encontronazo" sexual que tuve con mamá fue una tarde de este verano. Era julio, mi madre llevaba un vestido corto con un escote muy pronunciado en el que se le veía prácticamente todo el pecho al descubierto, y me pasé toda la tarde mirando esas tetas con las que me masturbaba a diario más de cerca, totalmente aislado del mundo, hasta que mi madre saltó:

  • Alex, hijo mío, ya vale, ¿no?
  • ¿Qué pasa?
  • Una vez vale, lo puedo entender, dos, pues también... Pero llevas toda la santa tarde mirándome las tetas como un alma en pena. Que soy tu madre, corazón.
  • Lo siento mamá, de verdad, no me estaba dando cuenta, perdón.
  • Además, me las has visto perfectamente el otro día, ¿tanto te gustan?

Mi madre hizo este comentario en tono cómico y relajando el ambiente, pero yo no sabía que responderle.

  • Es que... son perfectas, mamá, pefectas. Sé que eres mi madre, pero no te lo puedo negar.
  • Tú lo has dicho, soy tu madre, por eso pensaba que teníamos la confianza suficiente para no tener que ir en burka.
  • No te enfades, no volverá a pasar. Puedes ir como quieras, ha sido algo puntual.
  • Eso espero, hijo. Pero bueno, tranquilo, en el fondo te entiendo.

Esa pequeña vergüenza apenas duró un par de días, cuando volvimos a recuperar la relación que teníamos normalmente. Sin embargo, algo cambió. Seguíamos tomando el sol juntos, pero ahora hacía topless todos los días, no de manera esporádica, por lo que evidentemente me gustaba mucho más estar en la piscina junto a ella. Además, parecía esforzarse en enseñarme sus dos grandes virtudes todo lo que podía: los escotes cada vez eran más comunes y más abiertos, prácticamente los llevaba todos los días, al igual que cogimos el hábito de estar en la piscina diariamente por las tardes. Lo anterior lo achaqué al calor, como cada día estábamos a mayor temperatura le gustaría estar más ligera de ropa por casa, pero me autoconvencia para intentar sacar de mi cabeza la idea de que mi madre estuviese intentando que diese un paso más.

La semana siguiente, el tonteo entre ambos se intensificó. Una tarde estábamos en la piscina, y ocurrió uno de los sucesos que iniciaría el cambio brusco de nuestra relación.

  • Alex, ¿te vienes al agua?
  • Venga, vamos.
  • ¿Listo?
  • ¿En serio te vas a quitar el bikini para meterte al agua?
  • No solo para eso, amor, se me había olvidado por completo quitármelo antes. Además, no sabes el placer que da sentir el agua en mis chicas, jajajaja.

En ese momento, cogí algo de agua y empecé a salpicar sus tetas a modo de juego.

  • ¿Están más fresquitas ahora las chicas? ¿Qué tal el placer?
  • ¡Serás capullo! Vamos al agua, verás lo que es bueno.

En el agua seguimos jugando a intentar ahogarnos, y en uno de esos juegos ella se abalanzó sobre mí, cogiéndola por el culo y teniendo sus tetas a milímetros de mi cara. Estuvimos así varios segundos, mamá con su risa contagiosa, como si fuésemos una pareja de adolescentes recientemente enamorada. Sin embargo, cuando fui a pegarme más a mamá, mi erección chocó junto a ella. No sabía como reaccionar, pero afortunadamente mi madre salvó la situación sin darle importancia.

  • Parece ser que tu chica está caliente y contenta, ¿no? Jajajaja.
  • Sí, creo que ha sido de tanto estar junto a las tuyas, se habrá puesto nerviosa jajajaja.
  • Tranquilo, hijo, es lo más natural del mundo, que no te dé corte. Va, que voy a por ti.

Tras seguir jugueteando en el agua, salimos a tomar el sol un rato.

  • Mamá, ¿te puedo hacer una pregunta?
  • Claro.
  • Tus chicas...¿son de verdad?
  • ¿De verdad?
  • Sí, ya sabes, que si son naturales...
  • Pues claro, las mismitas que tú no soltabas cuando eras un bebé.
  • Y porque ahora no me dejas, que si no...
  • Oye, tú, no seas guarro.
  • Joder mamá, si es que como las conservas, estás de portada de Interviú.
  • Anda, para, que me vas a hacer ponerme roja y soy tu madre. Hay que ver como le gustan al nene las tetas de mamá. Por cierto, pásame la crema, que tus amigas se van a quemar.
  • ¿Quieres que te la eche yo?
  • Buen intento, guapo.

Vaya espectáculo ver como mi madre se restregaba la crema solar por sus tetas, y que excitado me puse imaginando que eso que estaba bronceando sus tetas era mi semen. Nada más llegar a casa, cogí mi ordenador y me masturbé con la foto que tenía de mamá desnuda, y volví al salón como si nada.

  • Cariño, necesito tu ordenador y la impresora para poder imprimir unas cosillas del trabajo.
  • Claro mami, está en mi habitación.

Se me había olvidado por completo que no había cerrado la imagen de mi madre, y estaba minimizada en la pantalla.

  • Alex, ¿qué se supone que es esto?
  • Esto, mamá...
  • Ni esto ni esta. Alex, ¿de cuándo es esta foto? ¿Qué haces con esto abierto?
  • Vale, mamá, lo siento. Llevo masturbándome con esta foto cada día desde hace semanas. Me encanta tu cuerpo, y tus tetas me vuelven loco, mami. No puedo evitarlo.
  • Ya está bien, vamos a acabar con esto de una vez.

Para mi sorpresa, mi madre empieza a quitarse la camiseta, el sujetador y se queda sin nada arriba.

  • Tócalas, sin miedo. Hazlo. A ver si se te pasa de una vez esta obsesión con esto.

Me quedé mudo, y cuando reaccioné, estaba cumpliendo mi sueño. Estaba tocando las tetas de mi madre, las tetas con las que cualquier hombre soñaría.

  • Mamá, déjame correrme en ellas, por favor.
  • ¿Cómo que correrte? Ni de broma, Alex.
  • Por favor, mamá, te juro que con esto se acaba todo.
  • Alex, que esto no salga de aquí jamás.

Mamá se arrodilló encima de la cama, desnuda, y yo empecé a masturbarme, sin poder parar de pasar mi polla por sus increibles tetas.

  • Mamá, estoy a punto, termínala tú.

Para mi sorpresa, mi madré se llevó mi polla a su boca, donde eché la corrida más grande de mi vida.

  • Cuanto semen sueltas, hijo mío, me has puesto perdida.
  • Es el mejor día de mi vida, mamá, no sabes lo que llevaba soñando con esto.
  • Bueno, tú ya te has pegado un festín, pero ahora es mi turno, ¿no?
  • Estaría genial.

Las bragas de mamá cayeron hacia el suelo, y mis labios besaban y mi lengua lamía lo que me había visto nacer hacía 18 años.

  • Métemela, Alex.
  • ¿En serio?
  • No tenía algo tan claro desde que te tuve.
  • Espera, que me pongo el condón.
  • No, a pelo, igual que hace 18 años.
  • Vaya follada que te voy a dar, viciosa.
  • Fóllame, mi niño.

Mamá empezó a cabalgar encima de su hijito querido, golpeándome con sus tetas mientras gemía como si estuviese echando el polvo de su vida.

  • Dios, como folla mi tetona preferida.
  • Alex, voy ya, joder, voy ya.
  • Córrete mamá, me queda un poco más.
  • Ahhhhhhhhhhhhh...
  • Joder, como me ponen tus gemidos, sigue sigue.
  • Ahhh ahhh, vaya como folla mi nene.
  • Mamá, me corro.
  • Dale, Alex.
  • Diosssss, cabalga un poco más mami...

Y así, con los dos recuperándonos del increíble polvazo que acabábamos de echar, acabó mi primera experiencia sexual con mamá.