Mamá me mima (2)
Mi madre continuaba llorando, encerrada en el cuarto de baño, mientras yo esperaba fuera, esperaba que parara y que saliera para poder hablar...
Mi madre continuaba llorando, encerrada en el cuarto de baño, mientras yo esperaba fuera, esperaba que parara y que saliera para poder hablar. Cuando salió, vi sus preciosos ojos azules enrojecidos por el llanto, me abrazó y me
dijo que estaba muy confusa, y que tenía que pensar sobre lo sucedido. El resto
del día transcurrió con normalidad, ninguno de los dos mencionó nada sobre el
tema.
Al día siguiente, yo estaba durmiendo en la cama, debido a mí estado dormía más de lo normal, y me pegaba mucho tiempo en la cama. Mi madre entró a mi habitación, el resto de la familia ya no estaba en casa, y se sentó en un borde
de mi cama. En ese momento me desperté, pero sin que ella lo notara, seguí haciéndome el dormido. Ella me dio un beso en la mejilla, y luego permaneció un
buen rato sentada allí, agarrándome la mano y acariciándola suavemente, probablemente continuaba pensativa.
Como cualquier hombre, en el momento de despertarse por la mañana, tenía una
erección tremenda, no se si ella la notó o no, porque yo tenía los ojos cerrados
y no sabía donde estaba mirando, pero si hubiera mirado hacia esa zona, seguro
que la habría notado. Estuvo mucho rato allí sentada, o a mí se me hizo eterno,
no sabía que hacer así que decidí no hacer nada. De repente noté que dejaba de
acariciar mi mano, y me la soltaba, yo pensé que en ese momento se iría, o me
intentaría despertar, pero lo que hizo me sorprendió más, levantó la sábana y se
tumbó en mi cama a mi lado y nos tapó a ambos con la sábana. En ese momento debió de ver mi erección, y su mano suavemente se introdujo por debajo de mis
pantalones de pijama y empezó a jugar con ella y acariciarla mientras que sus
labios besaban mi mejilla y mi cuello con una calidez y suavidad que me excitaban aún más. Su masturbación era deliciosa, mi pene se escurría entre sus
dedos, tocaba cada parte con delicadeza, agarraba mis huevos con fuerza, yo estaba en las nubes, lleno de placer y alegre porque mi madre ya no estaba triste.
Siguió con la masturbación un buen rato, cada vez más deprisa y apretándome la polla más con su mano. En ese momento decidí abrir los ojos, y ver como me lo
estaba haciendo, lo que vi me pareció tan erótico y excitante, que estuve apunto
de eyacular en ese mismo momento. Ella lo notó, y dejó de masturbarme para ponerme una mano suya encima de mi glande como un sombrero, y decirme shhhh, indicándome que me aguantara un poquito más. Mientras yo hacía todo lo posible
para no eyacular, ella, de rodillas en mi cama, empezó a agachar l fueron a parar a su cara, que tenía una expresión alegre y morbosa.
Después de recoger con sus dedos el semen que tenía en la cara y chupárselos de una manera deliciosa, se incorporó, y empezó a desnudarse delante de mí, se quitó el camisón corto y de tirantes que llevaba, y se quedó en braguitas, con
sus hermosos pechos al descubierto que tenían movimiento propio. Se bajó las braguitas y se tumbó encima mío, con delicadeza, acercó su boca a mi oreja, y
después de unos besos me dijo: "Hijo, fóllame otra vez como hiciste ayer, hecho
de menos tu polla dentro de mí". Oír aquello supuso que mi aparato empezara a
ponerse firme de nuevo, pero le dije, "Mamá, ahora me toca a mí, quiero disfrutar de tu delicioso coño otra vez, por favor".
Dicho esto ella cambió de
posición, y colocó su cadera sobre mi cara, tenía a disposición de mi lengua toda su raja y su culo, así que empecé a lamerla, de abajo a arriba, una y otra
vez, lamía, jugaba con mi lengua dibujando sobre sus labios, rodeando su clítoris, empapando con saliva todo, introduciendo mi lengua en su vagina todo
lo que podía y moviéndola en el interior, succionando su clítoris, absorbiendo
sus deliciosos jugos. Sus gemidos acompasaban el movimiento de mi lengua, cada
vez más deprisa, el tiempo se paró, estuvimos mucho tiempo así, hasta que ella
empezó a convulsionarse y se vino sobre mi cara, estaba sudorosa y no paraba de
jadear.
Descansó un rato tumbada a mi lado, pero mi polla estaba completamente erecta, así que se sentó encima mío y con una mano dirigió mi verga hacia su vagina, y
empezó a introducírsela despacio, hasta que entró entera, entonces empezó a moverse, se movía hacia arriba y abajo, pero también hacia delante y detrás, mientras sus tetas se movían de una manera increíble. De vez en cuando se tumbaba sobre mí, sin sacarse el pene de su vagina, y me dejaba chuparle sus senos, yo mamaba de sus pezones, mi lengua los rodeaba y lamía la turgente piel
de sus senos. Al rato de aquella placentera penetración, yo eyaculé en su interior, pero como aún seguía teniendo la polla dura, ella seguía con el movimiento, hasta que ella eyaculó también. Notaba mi semen escurrir en su vagina bajando por mi pene, mezclado con sus jugos vaginales abundantes. Nos tumbamos en la cama juntos y descansamos durante mucho rato.
El resto del día transcurría con normalidad, era ya por la tarde, y en la casa volvíamos a estar ella y yo solos. Así que decidí que esta vez iba a tomar la
iniciativa yo, solo la idea de volver a hacerlo con ella me había creado una erección de caballo. Entré a la cocina, donde estaba ella, disimulando mi erección, me puse a su espalda, y me acerqué a ella, hasta que mi pene chocó con
sus nalgas, ella se sorprendió, pero no se dio la vuelta, siguió ahí como si no
pasara nada. Yo me restregaba contra ella como si fuera un animal en celo, me
bajé el pantalón y seguí rozándole, ella respiraba agitada. Me agaché y con mi
boca le bajé el pantaloncito que llevaba, y le lamí toda la zona, desde su coño
hasta su ano, ensalivándolo bien todo, haciendo círculos con mi lengua alrededor
de su apretado ano. Me incorporé y metí mi polla entre sus piernas, y seguí rozándole, esta vez piel contra piel, mi pene sobre sus labios vaginales. Se apoyó sobre la mesa, dejando todo su culo a mi disposición, yo seguía rozándola
a través de su raja y su culo, hasta que me decidí a penetr sus muslos.
Nos quedamos dormidos en mi cama, abrazados, sudando y con nuestros sexos desnudos y completamente mojados, pero aún juntos, deseando una nueva batalla al
despertar.