Mamá, los chicos se quedan a dormir (1)

Una madre necesitada aprovecha que su hijo adolescente y sus amiguitos se quedan a dormir en su casa, para mostrarles más de lo que se imaginan...

"Por Dios, Gabriel..., ver así a tu mamá hizo que me parara!!!!".

Recostada sobre la alfombra del piso superior, con el oído pegado a la rejilla de la ventilación para poder escuchar la conversación que el grupo de adolescentes mantenía en la sala de la planta baja, el corazón de Jimena Rossi experimentó un sobresalto cuando oyó las palabras de Lucas.

"Estará hablando de mí?...", se preguntaba.

Ella esperaba oír a uno o más de los chicos hablar "sucio", pero realmente no se imaginaba una charla tan franca y que encima la tuviera a ella de protagonista.

Entonces, su mano se movió bajo su pequeño camisón hasta encontrar su bombacha, y comenzó a acariciar su entrepierna mientras continuaba oyendo...

"Si..., apostaría que no estaba usando corpiño...", exclamó Diego.

"Ese camisón era tan corto..., estaría usando bombacha debajo...?", preguntó Lucas, buscando una rápida respuesta...

"Sí..., pude ver las marcas de la bombacha bajo el camisón...", aseguró Pablo.

"Ella siempre usa eso cuando se va a acostar", dijo Gabriel. "Es simplemente una camiseta más larga que lo habitual, pero me encanta ver como se mueven sus tetas tras ella. La otra noche lo estaba usando mientras me ayudaba con la tarea del colegio, y en varias ocasiones me rozó el hombro con sus tetas..."

Cuando Jimena Rossi comenzó a experimentar lo que ella consideró "inocentes fantasías" respecto de su hijo Gabriel y sus amigos del colegio secundario, sintió un leve sentimiento de culpa que sucedía a sus repetidos orgasmos.

Pero con el tiempo, esos sentimientos de culpabilidad fueron desapareciendo, a medida que las fantasías se hacían más frecuentes y las escenas que ella imaginaba en su mente se volvían más interesantes.

Últimamente, el pensar en los chicos prácticamente le ocupaba todo el tiempo que le dejara libre su trabajo, su matrimonio, las tareas del hogar, y cualquier otra ocupación.

Quizás, si sus compañeros de trabajo fuesen más atractivos, si su esposo pasara más tiempo en casa, si tuviera algún hobbie interesante para matar el tiempo, jamás sus pensamientos se hubieran detenido en un grupo de colegiales...

Pero así fue, y ahora la fantasía de verse involucrada con su hijo, e incluso con sus amigos, se transformó en la esperada vía de escape de una vida aburrida...

Jimena había estado muy ansiosa esperando lo que los chicos dieron en llamar "el viernes de pizza y videos". Lógicamente, no esperaba que nada extraño sucediera, pero tenía la pequeña esperanza de que el más mínimo detalle le sirviese para echar más leña a esas fantasías: un leve flirteo de su parte, quizás el que alguno de los chicos le dedique alguna mirada más allá de lo normal a su cuerpo, la lógica curiosidad sexual de ellos a esa edad, el poder llegar a ver a alguno de ellos en su ropa de dormir o incluso en ropa interior...

Pequeñas pruebas, inocentes juegos..., como los que Jimena venía desarrollando con Gabriel.

Cuando ella comenzó a sentirse sexualmente interesada en su hijo, se dedicó a darle unos maternales abrazos, que duraban más de la cuenta. Esto, de a poco, fue avanzando hacia besitos en la mejilla y, muy recientemente, en un pequeño piquito en los labios.

Al mismo tiempo, la habitualmente tímida y conservadora mamá empezó a mostrarle más de ella a su hijo. Dejarlo ver más de lo normal, poniéndose un corto camisón, por ejemplo.

Cuando la alta y morena Jimena logró captar la atención de Gabriel, que no dejaba de admirar los pechos de su madre moviéndose libremente bajo el camisón, entonces llevó las cosas un poco más lejos, permitiendo que él entrara en su cuarto cuando ella estaba en ropa interior, o elogiando el cuerpo de su hijo que estaba en pleno desarrollo, y también, por que no, presionando sus pechos contra la espalda de él cuando lo abrazaba.

Nada grave, en un principio, pero la tensión sexual entre ellos había llegado a un punto muy álgido...

Y las cosas parecían ir por buen carril con los amigos de Gabriel, también. Jimena notó a un par de ellos dedicándole algunas miradas más largas que lo habitual a sus pechos en éste último tiempo, tanto como admiraban sus largas y torneadas piernas cada vez que usaba shorts.

Ella siempre recordaba la ocasión en la que Pablo llamó a su casa mientras Gabriel no se encontraba, y se quedaron hablando un buen rato sobre la vida personal de Pablo.

O aquella otra en su casa, en la que llegó a comentarle a Rafa que se había convertido en un chico muy atractivo, lo que provocó un suspiro mezcla de halago y vergüenza en él...

En realidad, ninguno de los chicos podría ser considerado como muy atractivo. Eran más bien del tipo normal, más cercano al tipo "estudioso" que al galán del colegio.

Y más allá de todo lo que se dice hoy en día sobre el prematuro despertar sexual de la juventud, Jimena estaba prácticamente segura que ninguno de ellos había estado íntimamente con alguna chica.

Pero aún a sus 37 años, Jimena no se cortaría un pelo en poder acostarse con cualquiera de ellos...

Además de su hijo Gabriel, estaba el rubio Pablo, quien era el mejor amigo de su hijo y el más extrovertido del grupo. Jimena lo conoce casi desde bebé...

Diego, con ese rostro tan perfecto, casi femenino, que vivía a dos casas de la suya desde hacía un par de años...

Lucas, el moreno de ojos claros, que había sido alumno de Jimena cuando ella daba clases de inglés en la Parroquia los sábados por la mañana.

Y Rafa era más bien gordito, con gafas, aunque muy educado...

El "viernes de pizza y videos" estaba siendo un éxito en varios aspectos. Su marido estaba fuera de la ciudad por negocios hasta dentro de un par de días, y su hijo más pequeño se había marchado de campamento con su compañía de boy scouts...

Estaba comenzando a llover de manera casi torrencial, lo que hacía prácticamente improbable que cualquier visita indeseada llegara hasta allí...

Todo esto le quitó de la cabeza a Jimena cualquier preocupación, por lo cual procedió a ducharse y a vestirse con su pequeño camisón negro a un horario más temprano que el usual.

Ella ya había pensado de antemano en que debía quedarse un rato en la cocina con esa vestimenta, para que cuando alguno de los chicos fuera en busca de refrescos, pudiera verla así, lo cual salió como había planeado, ya que todos ellos le dedicaron unas miradas muy fuertes. Y también ella pudo darse un pequeño regalo, viendo a Pablo y a Diego en shorts, y con camisetas ajustadas.

Y ahora esos comentarios sobre sus pechos...

"Sus piernas son interminables...", dijo Diego. Escuchando por el ducto de ventilación, Jimena introdujo su mano bajo su bombacha...

"Diego..., trajiste el video porno de tu hermano?", preguntó Gabriel...

"Sí..., quieren verlo ahora?".

"Esperemos un rato, hasta asegurarnos que mi mamá esté dormida. También podemos navegar por Internet y buscar algunos sitios porno más tarde".

"Qué chicos tan calientes...", pensó Jimena, cuando su costado maternal le insinuaba que le pusiera un punto final al espectáculo porno que pensaban montar. Pero prefirió no meterse...

Tras esto, se levantó del piso y se dejó caer sobre su cama.

Se dio cuenta que no tenía ninguna otra excusa para bajar nuevamente, por lo cual se dio por vencida..., y se puso a imaginar una nueva fantasía, que pudiese llevarla hasta ese ansiado orgasmo.

Bajo las sábanas, Jimena se bajó la bombachita casi hasta sus tobillos, y comenzó a dibujar círculos con uno de sus dedos alrededor de su clítoris. "Veamos..., con cuál de los chicos quiero fantasear hoy...?"

De repente, la luz de la pequeña lámpara de su habitación se apagó, y sólo se percibía un silencio alarmante. Los voces de desconcierto de los chicos dieron la pauta a Jimena de que se había cortado el suministro de corriente.

Jimena encontró como pudo su bombacha, y volvió a calzársela en la oscuridad. Con pasos temerosos, se las ingenió para llegar al corredor, y bajar las escaleras hasta la cocina, donde guardaba la linterna. Una vez que la encontró, fue hacia donde estaban los chicos, que miraban por la ventana el maravilloso espectáculo de la lluvia sobre el jardín.

"Miren que belleza", dijo Lucas, a lo que Jimena se acercó por detrás para observar, quedando rápidamente sus rostros muy cerca, tanto que ella podía sentir la respiración del chico.

Se sintió bien, tanto que no dudó en presionar disimuladamente uno de sus pechos sobre el hombro de Lucas, que no hizo movimiento alguno por separarse...

De otro sector de la casa, alguien gritó que la luz se había cortado en todo el vecindario, cosa que Jimena comprobó de inmediato.

Pero lo que comprobó mejor, fue que Lucas parecía estar rozando intencionadamente su pecho con la espalda, lo que hizo que la adrenalina fluyera a mares en el cuerpo de la atractiva y madura madre...

Cuando notó que el resto de los chicos entraban a la sala, Jimena se separó de Lucas y fue a buscar otra linterna y una lámpara a batería, de esas que se usan en los campamentos.

Afortunadamente, su marido era muy previsor, y la batería funcionaba perfectamente, lo que les permitiría tener suficiente luz como para pasar el rato.

Los chicos estaban nuevamente en la sala de estar, y Jimena no dejaba de preguntarse cuanto podrían verle a través de su camisón, con una luz tan tenue...

De lo que sí estaba segura, era que podía ver perfectamente a Pablo y Diego enfundados en sus shorts deportivos.

"Chicos..., creo que ya es muy tarde como para que se vayan, y la calle además está completamente a oscuras, lo que no hace para nada aconsejable que intenten manejar de regreso. Por qué no nos sentamos y esperamos a que vuelva la electricidad...?", explicó Jimena, asumiendo nuevamente el rol maternal y protector.

Más tarde, encontró una vieja y desusada radio a batería que apenas si funcionaba..., pero al menos gracias a ella pudieron enterarse que el corte duraría toda la noche.

Estaba empezando a sentirse el frío, y Jimena supuso acertadamente que sus pezones se estarían poniendo como un iceberg..., frente a los chicos. Y las miradas que ella recibía de ellos los ponía todavía más duros...

"Vamos a poner algo de leña en la salamandra..." dijo..., y Gabriel comenzó a ayudarla a hacerlo. Mientras Jimena se movía buscando leña y periódicos viejos, se dio cuenta que sus tetas, al estar sin sujetador, bailaban juguetonamente, y no tenía dudas de que los adolescentes estarían mirando desprejuiciadamente.

Tan pronto se agachó para acomodar la leña, notó como su corto camisón se levantó, lo suficiente como para que tomase noción de que su blanca bombacha estaba quedando a la vista de los chicos. Excitada de solo pensarlo, se agachó aún más, provocando que se viera una buena parte de su bombacha clavada en su culito...

Pronto el fuego estaba encendido, y quedaban aún dos problemitas: uno era que, sin electricidad, no había TV, ni radio, ni PC..., los chicos se aburrirían pronto. Y la segunda, era que hacía bastante frío como para que ella volviera a su habitación...

"Chicos..., adivinen qué?. Esta es la única habitación con calefacción en toda la casa, por lo cual tendrán que aguantarme esta noche con ustedes..."

Jimena estaba de pie en medio de los chicos, y rogaba porque la silueta de sus tetas pudiera verse a través del fino camisón.

Los chicos no le quitaban la vista de encima...

A pesar de que no lo dijeran, ella esta segura, después de haber oído aquella conversación, de que a ellos no les importaba en lo más mínimo tenerla cerca, y menos vestida con ese camisón...

Mientras los chicos discutían sobre que hacer, Jimena se sentó a un costado del fuego, disfrutando de su buena suerte por tener a "sus" chicos esa noche...

Todo se estaba dando en forma perfecta para ella...

La lujuria de Jimena se incrementaba cada vez más, hasta llegar al punto en que decidió tirar al viento sus miedos, y disfrutar de la situación...

Mientras los chicos se quedaban sin ideas, Jimena intentaba recordar algún juego de los de su época.

"Alguna vez jugaron a Pasar la Fruta...?"...

La mayoría de los chicos miró con cara de no entender, pero Pablo asintió: "Sí..., es ese juego en el que tenés que ponerte una fruta entre la quijada, y tenés que pasársela a otro sin usar las manos..., cierto?"....

"Exacto", dijo Jimena. "Se supone que es un juego de Chico/Chica, cada uno de ustedes jugará conmigo".

Jimena se puso de pie, se colocó la pelota de tenis en su quijada y se acercó a Pablo, quedando a unos centímetros de él. Pablo se inclinó, y presionó su cuerpo contra el de la madre de su amigo. Mientras Pablo y Jimena intentaban pasarse la pelota, sus cuerpos se rozaban completamente..., lo que daba al resto de los chicos una idea clara de los beneficios extras de este juego.

Observaban encantados como Jimena rozaba sus pechos contra el torso de Pablo, como sus mejillas se tocaban...

Cuando Pablo logró finalmente colocarse la pelota en su quijada, repitió al proceso, sólo que a la inversa...

Jimena se dirigió entonces a Lucas, quien ansiosamente esperaba ser el próximo. Como la mayoría de los chicos a su edad, Lucas era más bajo que Jimena, por lo cual ella debió inclinarse para encontrarlo.

Los chicos miraban mientras los torsos de Jimena y Lucas se tocaban...

Jimena sentía sus pechos hundirse en el de Lucas..., y no dejó pasar la oportunidad de rozar uno de sus muslos en la entrepierna del chico.

Cuando lograron su propósito, Jimena no pudo dejar de sorprenderse por la forma en que Lucas pasó su erecto pene disimuladamente sobre los muslos de ella, y como "grande finale", abrazó al chico fuertemente...

Tras Lucas, cada uno de los chicos que faltaban tuvieron su oportunidad de apoyar sus miembros sobre la madre de su amigo, tanto como ella de rozar sus pechos sobre los de los chicos...

De pronto, el juego casi había perdido su esencia, transformándose en una excusa para abrazarse y rozarse abiertamente...

Gabriel fue el último de los chicos en tener su turno. Jimena no quería parecer excesivamente ansiosa por tener un contacto directo con su propio hijo, especialmente delante de sus amiguitos. Ella percibió su erección, y lo atrajo hacia ella, quedando su miembro casi a la altura del monte de venus de su madre. Gabriel era el más alto de los chicos...

Jimena no pude evitar soltar un casi inaudible suspiro, y recorrió con sus manos la espalda de su hijo..., que respondió repitiendo la acción...

Cuando cada uno de los chicos había tenido dos turnos, una Jimena entusiasmada cortó el juego contra su voluntad, sentándose nuevamente al costado del fuego, sobre un almohadón gigante. Los chicos se sentaron en el sofá y en algunas sillas...

"Qué hacemos ahora...?", preguntó Jimena...

Continuará...