Mamá, el Mirón y Yo 02
Y Danilo, nuestro mirón, pasó de ser espectador a protagonista de la obra... (voyerismo, sexo con un maduro).
Mamá, el Mirón y Yo
II
Al día siguiente nos levantamos tarde y tomamos un desayuno ligero, parecía que las cosas iban a ir como siempre. Por otro lado no lograba sacarme de la cabeza lo que hicimos el día anterior, coger en un lugar tan público y encima con un mirón, suerte que mamá no se dio cuenta… aparte me dolía un poco el culo. Viendo que el día se perfilaba tan bueno como el anterior, decidimos salir y caminar por la playa antes que el sol alumbrara más fuerte.
– Majito, cielo, ¿no quieren ir a la playa con tu hermano y conmigo? – preguntó mamá.
– Mmmm… no gracias mami, nosotras nos vamos a quedar…
– ¿Qué… muchos chismes para contar? – le pregunté yo, con una risita tonta.
– No… es que no vamos a desperdiciar una mañana completa solas y sin ti. – me contestó sonriendo y sacándome la lengua, las otras rieron detrás de ella. – las dejamos nadando alegremente en la piscina, cuchicheando sus cosas. Por nuestra parte, mamá y yo nos preparamos para salir. Yo la esperé en la puerta trasera, del otro lado de donde estaban las niñas.
– Ya estoy lista cielo, vámonos… – me dijo y me dejó con los ojos a cuadros, llevaba una mini corta de verdad y una blusa escotada, blanca y holgada, sin sujetador debajo, y un pequeño maletín.
– ¿Mama, no llevás nada debajo? – pregunté al ver sus enormes senos balaceándose bajo la tela.
– No cielo… – me dijo con una gran sonrisa pícara – ¿por qué, se me transparentan los pezones? – con una gran cara de tonto asentí – ¿Te ofende que la puta de tu mujer ande así por la calle?
– Pues que me ofenda no pero… – entonces callé y caí en un detalle, dijo “la puta de tu mujer”.
– Ricky… no me digás mamá, todavía sigo siendo María José para ti… – automáticamente mi pene reaccionó y se puso en posición de guardia, mamá aun quería jugar.
– Pero… ¿y si te miran ellas? – le respondí con lo poco que me quedaba de sentido común.
– Para eso llevó el maletín, aquí traigo me traje de baño y ropa más… pudorosa…
La calentura pudo más que la prudencia (en la urbanización todo el mundo nos conocía) y salimos, aunque tuvimos la precaución de caminar por un área poco transitada. Verán, nuestra colonia queda en un municipio algo alejado, en un área llena de hoteles y complejos como el nuestro, pero colindante con una reserva natural, uno de nuestros sitios favoritos. Esa mañana tomamos por un sendero por el que íbamos poco, para no encontrarnos con nadie conocido y, quien sabe, poder fornicar a gusto.
Sin embargo yo si encontré con alguien conocido… ¡era el mirón del día anterior, caminando con una cámara en mano, un sombrero tipo Fedora (como de Indiana Jones) y ropa de campo! Disimulé lo más que pude y vi que sus ojos veían acaloradamente a mi madre. De inmediato pensé que de seguro nos seguiría y al instante un fuerte morbo se apoderó de mi, tuve una idea a la que no me pude resistir mientras mi calentura crecía exponencialmente.
Atravesamos varios senderos de selva exuberante y llegamos a la desembocadura de un río, rodeada por tupidos manglares y con un mar azul al frente. En esa playita tendimos nuestras toallas y ella volvió a sorprenderme, se quitó la mini y la blusa, quedando topless y con la parte de debajo de un diminuto bikini. Podía ver en sus ojos que estaba ardiendo.
– Mamá… perdón… María José, ¿te cuento un secreto? – le dije acercándome a su oído – Fijate que ayer había un tipo escondido espiándonos mientras estábamos haciendo el amor …
– ¡¿Cómo, que qué?! – dijo escandalizada.
– Así es, estaba detrás de unos arbustos, bajo unas palmeras…
– ¡Ricardo David Centeno, ¿te das cuenta que pudo ser un conocido nuestro?!
– Si, pero no lo era, no lo conozco… y no levantés la voz que puede estar escondido allá detrás… – inmediatamente mamá se quedó rígida y se encogió junto a mi sobre su toalla. Vi alarma en sus ojos y por un momento temí que se levantara y pidiera irnos, pero hizo exactamente lo que yo deseaba y mucho más todavía: se quedó quieta y rígida por unos cortos segundos y luego se echó en la arena boca abajo y con lentes oscuros puestos, aparentando estar como si nada.
– ¿Cómo era el tipo mijo?
– Mmmm… pues la verdad no lo vi bien, solo la cara… era moreno y tenía el pelo ya gris creo yo… ya no era joven, tal vez entre los 40´s o 50´s.
– Y… ¿qué querés que haga cielo? – ¡lotería! El tono de su voz no dejaba lugar a dudas: cauteloso y con algo de miedo, pero rebosante de una chispa de picardía y morbo que le conocía muy bien.
– Mmmm… bueno… hacé lo que vos querrás María José… todo lo que querrás…
Tomé mi celular e hice como que contestaba una llamada. Dije en voz alta que inmediatamente volvía al chalet y le daba “el dato”, luego me puse de pié y regresé por donde habíamos venido. Dejé a mamá sola e inquieta, pero no por mucho, pues a los pocos metros me crucé con nuestro mirón, que en ese momento fingía estar fotografiando unas mariposas de vivos colores, pero en cuanto me alejé un poco se dio la vuelta en dirección a la playita en donde la dejé haciendo topless.
Caminé rápido unos 200 o 250 metros y me desvié, di un rodeo pronunciado (gracias a Dios tengo un muy buen sentido de la orientación), atravesé el río a nado (no sé cómo hice para que no se me mojara la cámara) y llegué a la playita desde atrás, oculto tras los tupidos manglares. Majo estaba en el mismo sitio, boca arriba y mostrando las tetas. No había nadie más, pero vi una toalla tendida a unos 10 metros de ella con una mochila encima… el corazón me comenzó a latir aceleradamente. Exploré el horizonte y vi chapoteos y brazadas a lo lejos, ¿sería el mirón?
Usé el zoom de mi cámara para ver mejor, era un hombre nadando no muy lejos de la orilla, enfoqué la toalla y la mochila y nuevamente sentí un largo escalofrío mezclado con excitación mórbida, allí estaba el sombrero Fedora. Lo vi salir del agua entonces, era un tipo maduro que rondaría los 45 años, tenía una gran calva en toda la parte superior de la cabeza y el único cabello que le quedaba era gris. Aun así se conservaba muy bien, pues mediría como 1.75 y era delgado, con el pecho bastante peludo y las piernas y brazos fuertes con una incipiente panza, se notaba que alguna vez había sido muy musculoso.
Un nuevo escalofrío recorrió mi espalda, ¡venía totalmente desnudo, hijo de puta! De nuevo la enfoqué a ella y, aunque intentaba disimularlo, era muy obvio que estaba viendo su desnudez muy impresionada. Y es que el hombre estaba bien dotado… muy bien. Tenía una verga larga y gruesa pese a que aun estaba en semi erección y cubierta por su prepucio, rodeada de una tupida mata de vellos y por encima de unas bolas que se veían gordas. Imaginé esa verga completamente dura y dentro de mamá, con el hombre montándola y gozándola como un salvaje. Confieso que me asusté un poco.
María José usaba unos lentes para sol bastante grandes por lo que casi la mitad de su rostro quedaba oculto, lamentablemente el disimulo no era uno de sus talentos y el hombre se dio cuenta que lo estaba mirando. Se tendió en su toalla, desnudo como estaba, y desde allí le pegó un repaso de arriba abajo con muy poca discreción, ella solo se dio la vuelta y quedó boca abajo. Entonces el hombre le habló (a partir de este momento también narraré las cosas que ella me contó posteriormente):
– Señora, ¿le molesta que haga nudismo en esta playa? – María José solo se encogió de hombros – Le pregunto porque no quiero molestarla…
– No se preocupe, igual yo ando topless… y si no es en una playa solitaria, ¿dónde? – el tipo sonrió.
– Mi nombre es Danilo Rodríguez, es un placer conocerla…
– María José Ovalle, mucho gusto…
– El gusto es todo mío… – “…es tooooodo mmmiiiiooooo” – y… ¿su hijo? – mamá pescó al instante la doble intención de esa pregunta… y respondió con algo que no esperaba.
– ¿Mi hijo?… ¡ah, se refiere a Ricardo! – ¡no podía creer que de verdad lo hubiera hecho!, tácitamente negó cualquier parentesco conmigo… lo cual me dejaba en un claro papel – No, Ricky es… bueno, mi amigo especial… – el hombre esbozó una sonrisa cautivadora más grande que la anterior.
– …y la dejó sola… – nuevamente ella me dejó sin saber qué pensar, no le respondió, solo sonrió con infinita picardía. El hombre, ahora si, sonreía malévolamente. En eso mamá hizo algo que, según ella, no llevaba doble intención, pero que fue muy conveniente para el tal Danilo… demasiado conveniente: sacó su bronceador – ¿no quiere que la ayude con eso? – mamá pareció sorprendida por el ofrecimiento – ¿no quiere que la ayude a echarle bronceador?
María José seguía sorprendida y descolocada, sabía cuales eran sus verdaderas intenciones y no supo qué responder. Y él, sin esperar respuesta (y haciendo gala de mucha seguridad y descaro) se puso de pié y se le acercó. Majo, entre sorprendida y caliente, no atinó a reaccionar ni siquiera cuando él se arrodilló sobre su trasero. ¡Les juro que tenía la verga más tiesa que una piedra!… claro, yo, y solo de ver eso… porque Danilo, como hombre experimentado que era, apenas se le veía morcillona.
Prácticamente le quitó el bronceador de las manos (aunque con delicadeza) y comenzó a aplicárselo en el cuello, al mismo tiempo que le daba un relajante masaje (era bueno el tipo, debí reconocerlo). No sé si eso terminó por derrumbar las pocas defensas que mi madre había puesto (o pudo poner) o si ella misma decidió dejarse llevar, pero clavó la cara en la toalla y se dejó hacer. Fue bajando poco a poco, ni muy rápido como para asustarla, pero tampoco despacio como para dejarla recapacitar, se entretuvo un buen rato en su espalda donde, frotando y amasando, rápidamente tomó un rítmico movimiento con su cuerpo de atrás hacia delante. Luego se pasó a sus costados, cada vez más cerca de sus senos hasta que logró tocárselos. Primero con roces casi accidentales, pero en cuanto vio que ella no protestaba fueron descaradamente francos. Y lejos de protestar, ella separó más los brazos y arqueó un poco la espalda.
– No sabia que así era como se debe aplicar el bronceador… – le dijo ella.
– No… pero es así como yo lo hago… y no solo esto. – le respondió.
– ¿Y qué otras cosas hace a su manera?
– Muchas otras cosas…
– Quiero conocerlas todas… – contestó ella finalmente con voz trémula pero decidida.
El hombre se inclinó sobre ella y comenzó a besarle el cuello al mismo tiempo que pasaba sus manos por debajo de su pecho, atrapando y masajeando sus enormes tetas, grandes y perfectas. También lo veía mover su cuerpo de forma ondulante, como si estuviera penetrándola, repasándole la verga sobre el culo y entre sus piernas, seguramente en total erección. Mamá giró la cara y atrapó los labios de ese desconocido, trenzándose en un beso largo y apasionado. ¡Dios mío, no lo podía creer, nunca me imaginé a mi mamá en esa situación, a punto de coger con otro hombre!… bueno, si lo imaginé un montón de veces, pero nunca creí que pasaría. Me invadía una excitación cada vez más fuerte, azuzada un morbo tremendo e intenso que nacía de ver a mi madre actuando como una perra en manos de otro.
El tipo se separó de sus labios y empezó a bajar, le lamió el cuello y la espalda, y al llegar a sus nalgas se levantó y le quitó el bikini, dejándola completamente desnuda. En ese momento pude ver por primera vez la tremenda verga que en breve haría berrear a mi mamá, era larga y gruesa, con un glande colorado y ancho que se salía de su capuchón, colgaba rígidamente en medio de sus piernas, bamboleándose amenazadoramente cual garrote a punto de descargar su furia. Sentí miedo por ella, que sin percatarse de tan tremendo monstruo, levantó la cola y se la ofreció totalmente entregada.
Danilo sonrió saboreándose, se tiró al suelo y le metió la lengua hasta el ano. Inició un rico sexo oral que hizo olvidar a Majo creo que hasta de su nombre, lamía y chupaba mientras acariciaba y amasaba sus nalgas con las manos, separándoselas y metiéndole la boca hasta lo mas profundo de su ser. Ella cerraba los ojos y abría la boca llena de placer, el hombre era verdaderamente diestro. Se lo hizo por un rato hasta que la tuvo a punto, entonces paró.
– Ahora me toca chuparte a ti papi… – le dijo ella con voz melosa y voluptuosa a la vez.
Mamá se levantó y se arrodillo ante él que se había parado pie, desde mi escondite pude ver claramente su gran gesto de incredulidad cuando vio semejante garrote apuntándole a la cara. Mil cosas le pasaron por la mente, “¿Me cabrá adentro? ¿Hasta dónde me va a llegar? ¡Me va a romper! ¡Tengo que detener esta locura!”, pero mientras pensaba así, su mano ya iba y venía por todo lo largo de ese gran trozo.
Al final la lascivia venció, tomó una profunda bocanada de aire, elevó los ojos sonriendo para verlo y con la punta de la lengua le acaricio el pene. Lo sujetó con las manos y empezó a lamerlo despacio, como a una paleta, haciendo círculos en el glande, dispuesta a mostrarle todo su arte como mamadora. Le besaba y chupaba la cabeza, le acariciaba el meato con la punta de la lengua y succionaba con fuerza. Poco a poco iba metiéndosela, despacito, con succiones fuertes y sostenidas hasta donde aguantaba, no fue mucho al principio, pero en posteriores intentos se tragó la mitad de ese impresionante escalmo.
Estaba volviendo loco a su improvisado amante, lo veía con una sonrisa radiante y lúbrica, estaba muy excitada, era el primer hombre que tocaba, aparte de mi, en muchísimos años. Y él, a diferencia de lo que podía esperarse, no se puso violento ni posesivo, la dejó hacer acariciándole el cabello, gozando del momento. Eso si, varias veces vi que le empujaba la cabeza para sacarle su miembro de las fauces, evitando así el inminente y prematuro orgasmo, aun había mucho que disfrutar.
– ¡¡AAAAAHHHHHH, me encanta Maria José, me fascina tu boca!! – le dijo.
– Decime Majo papito… (chomp, chomp)… y apenas conocés eso de mi… te falta mucho… – le contestó ella, y yo solo la oí incrédulo cuando me lo contó.
Mamá se volteó y se puso en 4, masturbándose mientras volteaba a verlo con la mirada más caliente que le había visto. Danilo la miraba con calor en los ojos, no podía esperar ni un minuto más, pero aun tuvo el temple como para no dejarse ir como toro de lidia. Rápidamente, pero sin precipitarse, buscó en su mochila, sacó un condón, en cosa de un segundo se lo puso y volvió ponerse detrás de mi madre.
– ¡Siempre listo! – exclamó haciendo el saludo de los Boys Scouts. Supongo que fue por lo estúpido de su chiste y la ridiculez de su aspecto haciendo eso, pero tuve que reprimir una carcajada.
– ¡Ja, ja, ja, ja! – mamá si se rió a sus anchas.
– ¿Qué, tengo la cara pintada de payaso? – protestó el hombre cómicamente – Eso, señora, merece un castigo. – le dijo en el mismo tono.
– Pues venga y castígueme… – le contestó retadora, le agarró la verga y la puso en la puerta de su feminidad, poco a poco fue dejando que la penetrara – ¡¡¡AH, OOHH, me está partiendo!!
– Si le duele podemos detenernos…
– ¡¡¡NOOOO, QUIERO QUE ME PARTA!!! – le dijo finalmente con tono de exigencia que no dejaba lugar a las dudas… finalmente mamá dejaba salir la perra que llevaba dentro. Danilo la vio entre impresionado y excitado, y de un empujón terminó de metérsela completa – ¡¡¡OOOOHHH, DIOS MÍO PAPITOOOHHH… QUE GRANDE EEESSSSSSGGGGHHHHH!!!
Mamá empezó a empujar hacia atrás, ensartándose ella sola hasta el fondo para poder sentirlo al máximo. Yo estaba con la boca abierta y sin palabras, con una erección exagerada bajo mi calzoneta y casi alucinando, aquella era la aventura más pervertida y peligrosa que había tenido con ella y, por fortuna, nos estaba saliendo bastante bien.
– ¡¡¡Así papi… aahhh… así!!! – exclamaba ella mientras era penetraba cada vez con mas fuerza y velocidad. Podía ver sus grandes tetas bambolearse y rozar con la arena caliente del suelo y su piel brillar con el radiante sol de esa hora, mamá ya estaba sudando. Minutos después estalló en su primer orgasmo – ¡¡¡¡AAAAAHHHHH, OOOOOHHHHH, DANILO, DAAAANIIILOOOO!!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAYYYYYYGGGGGGHHHHHHHH!!!! – María José se convulsionó y estremeció, gritando y berreando con los ojos cerrados, pero no se cayó, permaneció firme en 4.
Danilo estaba exultante, jamás había conocido una mujer como mi ella y estaba dándose gusto, casi no lo podía creer. La cabalgaba agarrándola firmemente por la cintura y a base de goles de caderas. De pronto le dio vuelta como si fuese una muñeca, ella se dejó mansamente, estaba en la etapa en donde se deja hacer cualquier cosa por su amante. Le abrió las piernas y la penetró de nuevo, pero esta vez en la pose del misionero, abrazándola y sintiendo su voluptuoso cuerpo pegado al suyo, con esos inmensos y firmes senos que me dieron de comer de pequeño comprimidos contra su pecho velludo.
Sus arremetidas se fueron haciendo cada vez más fuertes y duras, sonaban como aplausos y denotaban la enorme calentura que lo embargaba. Mi madre las encajaba con las piernas abiertas en alto y aferrada a sus anchas espaldas, gemía a gritos y alaridos, gozaba como una loca desatada. Pronto la respiración de Danilo se aceleró considerablemente, cerró los ojos y alcanzó el clímax:
– ¡¡¡¡UUUUAAAAGGGGGHHHHH!!!! – sostenido en sus nervudos brazos y en estado de total tensión, rugió como una fiera herida – ¡¡¡¡OOHHH, AAAAAARRRRGGGGHHHHHH!!!! – echó raudales de semen dentro de mi madre, suerte que tenía puesto el condón (aunque igual casi lo rebalsa), la cual jadeaba tirada en la arena, extasiada de tan deliciosa cogida.
Danilo se derrumbó sobre ella y quedaron tendidos por un buen rato, vi que le susurraba cosas al oído que no pude escuchar (bueno, casi nada de lo que les conté pude oírlo, me lo contó mamá luego, pero igual esto no vale la pena escribirlo) y que ella le dedicaba una profunda y tierna sonrisa… me puse muy celoso, así era como me sonreía a mi cuando terminábamos de hacer el amor.
Aun se quedaron en esa posición por unos 10 minutos más, hasta que ella le pidió que se le quitara. La vi ponerse de pié y dirigirse al mar con la espalda llena de arena. A él lo vi quitarse el condón anudarlo y guardarlo en su mochila, por lo menos era limpio y no dejaba las cosas tirada en cualquier lugar. Mamá se limpió y refrescó, al instante la acompañó el hombre y yo me sentí extraño, era una rara mezcla entre saberme de más en esa escena y sentirme un intruso por ello, y entre celos y rabia de sentirme desplazado. Extrañamente no sentí miedo de que pudiera pasarle algo malo a ella cuando decidí irme de allí, igual el tal Danilo no sabía que yo estaba viéndolos y pudo haber tratado de lastimarla desde antes.
Mi madre regresó al chalet casi 45 minutos después que yo lo hice, como a las 11 de la mañana y escoltada por ese hombre, con quien había dado un paseo antes de plantearse siquiera volver. Estaba molesto, la verdad, pero no le reclamé nada, no tenía derecho, después de todo yo propicié todo aquello. Además se puso a llorar en mis hombros en cuánto me vio.
– Amor, no estás enojado conmigo, ¿verdad?
– No mama, ¿cómo vas a creer?
– Es que me comporté como una perra…
– No mamá, no estoy enojado… además yo permití que todo eso pasara, el único culpable soy yo…
– ¿Entonces de verdad no estás molesto? – negué con la cabeza – Es qué mi amor, no sé qué haría si te llegaras a molestar… – entonces cambió su cara por una llena de picardía – es que, además, le di mi número a Danilo… quiere volverme a ver…
– ¡¿Cómo?!
– Si… hoy… y le dije que si…
– ¡¿Qué?!
– Si… lo invité a venir a la tarde… – supe entonces que esto apenas estaba iniciando…
CONTINUARÁ…
Garganta de Cuero
Envíenme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.