Mamá, el Mirón y Yo 01
Ese fin de semana en la playa, al lado de mi insaciable madre, me trajo una experiencia que no esperaba tener: un mirón. Nueva versión de la serie original (amor filial madre e hijo y exhibicionismo).
Mamá, el Mirón y Yo
Introducción…
Buenos días, soy Garganta de Cuero y quiero darles la bienvenida a otra serie mía además de darles las gracias por toda la atención que me han dado. El día de hoy no les traigo una historia nueva que a la vez es vieja, pues se trata de la nueva versión de mi serie titulada “Mamá, el Mirón y Yo” y “Mamá repite con el Mirón” .
La razón de esto es que no estoy satisfecha con esa historia ni con la forma que le di al argumento, así que he decidido rescribirlos en una serie única, introduciéndole varios cambios pero siempre basándome en la anterior. Como siempre los invito a enviarme sus opiniones y comentarios a mi correo. Besos y abrazos para todos
Garganta de Cuero.
I
Buenos días, nuevamente los saluda Ricardo Centeno, el autor de las series tituladas “Mi Amigo el Ko” y “Consolando a Mi Madre” . El día de hoy quiero iniciar mi nueva historia que involucra a mi caliente e insaciable mamá. Como bien sabrán, ella y yo somos amantes desde hace algunos años, es una señora de 35 años, muy hermosa que recuerda a la modelo checa Verónica Zemanova.
Ya conocen más o menos los pormenores de mi vida en aquellos días: estaba metido en un morboso juego al lado de mi mejor amigo, el Ko, haciendo de observador voyerista mientras él cogía con alguna mujer. Por el otro lado, en mi casa también estaba metido en un caliente juego: mamá esperaba ansiosa que le contara con lujo de detalles esas aventuras para luego “obligarme” a hacerle lo mismo, je, je, a veces hasta me daba el gusto de inventar pasajes nuevos. Pasamos así una buena temporada, eso propició, obviamente, que nuestra relación incestuosa pasara a otros niveles.
– Nene… ¿puedo preguntarte una cosa? – su pregunta terminó de despertarme por completo, en realidad estaba medio dormido entre sus brazos, ambos desnudos en mi cama. Era jueves por la tarde y seguíamos descansando luego de la tremenda cogida que tuvimos hacía unas horas. Levanté la cara y dije si con un seco cabezazo – ¿a ti te gusta el juego que tenés con el Ko? – no sabía bien qué contestar, era una pregunta puramente retórica – o sea… si te… bueno… ¿te gusta mucho?
– Pues si… si no ya hubiera acabado con eso…
– Te gusta mucho ver…
– Pues… bueno, tiene mucho morbo pero no es que sea mi pasión… pero si, me gusta…
– Mmmm… – dijo, quedándose callada un momento como pensando en lo que diría a continuación – ¿Y… te seguiría gustando igual si en lugar de ser la tal Hilda o esa patojita de Sasha fuera… yo? – ahí si me dejó descolocado, empecé a preguntarme hacia dónde se dirigía.
– No te entiendo… ¿quisieras ser tú la mujer cogiendo con el Ko y que yo los espiara?
– ¡No, no es eso!… yo sé que a ti te gusta ver, ya lo aceptaste… y pensaba que talvez también te gustaría conmigo… – quedé igual, con un enorme signo de interrogación en mi rostro – mirá, ¿te acordás cuando tu papá llegaba de viaje y me cogía? Te escondiste en el walk-in closet muchas veces y nos viste desde allí. – mi habitación (y la de Majo, mi hermana en el otro extremo) está comunicada con la de mis padres por medio de un enorme walk-in closet cuyas puertas son de persiana, desde donde se puede ver lo que ocurre dentro del cuarto – Luego, cuando me cogías tú, sentía que me lo hacías con más ganas, más duro… por eso creí que te gustaría verme mientras otro me coge. – quedé en silencio, no sabía que responder. Finalizó diciéndome – tú sabés que soy tuya y que hago lo que me pidas… soy tu esclava Ricky, aunque no te guste que te lo diga, así que si algún día querés algo más de mi, solo pedímelo que yo lo hago o te lo doy.
Mamá me dio un beso de piquito y se levantó, ya casi era hora de salir y no queríamos que la noche nos atrapara a medio camino. Además Julita, nuestra ama de llaves, estaba a punto de volver. No me gustó nada su sugerencia, ella dejándose coger por otro como una ramera… ¡ja! Y me molestaba mucho su actitud sumisa, nunca terminará de gustarme. Es muy excitante cuando estamos cogiendo, pero fuera de eso me choca mucho. Por otro lado me molestó también que me recordara de cuando la espiaba mientras papá estaba sobre ella, mi viejo no era exactamente un tipo delicado, no era algo bonito de ver.
Ellos ya no están juntos, se divorciaron haría unos 2 años tras más de 15 de abusos por parte de él. No es que fuera malo, de hecho siempre nos tuvo bien económicamente, pero muy bueno tampoco era. Era un macho fanfarrón, mujeriego empedernido, descarado y sinvergüenza, que ni vivía con nosotros, trabajaba en el extranjero en una multinacional y cuando venía a vernos aprovechaba para irse de farra. Papá la humillaba mucho, por lo que un día ya no lo soporté y me le enfrenté… y me propinó una paliza, pero fue suficiente para que mamá tomara una decisión sin precedentes en su vida: lo mandó a la mierda. No perderé el tiempo contándoles del proceso de divorcio, no viene al caso, pero la cosa es que en ese momento estaba recordando esas escenas. Ella tenía razón, llegó un momento en el que me hice aficionado a verlos, supongo que mis inclinaciones voyeristas vienen de allí.
. . . . .
Pues bien, esta nueva historia inicia un cálido fin de semana, el día siguiente. Estábamos en pleno verano y el ambiente estaba muy caliente, el sol alumbraba con todo y las tardes eran sofocantes. El mejor remedio para ello, obviamente, era el mar y nosotros podíamos darnos el lujo de tener una casa de playa. Después de levantarnos y adecentarnos un poco, Julita volvió y nos ayudó a empacar. Ella no iría con nosotros esa vez porque tenía cosas que hacer en su pueblo. A eso de las 6 de la tarde nos subimos al carro y pasamos por mi hermana menor y sus 3 inseparables amigas y a las 2 horas ya estábamos en el chalet. Cenamos algo y nos fuimos a la cama temprano, creo que no tengo que aclarar que esa noche mi madre y yo no hicimos nada, era demasiado arriesgado
La mañana siguiente no pudo ser mejor, el sol brillaba fuerte y el cielo era de un celeste intenso. Habíamos planeado aprovechar al máximo aquella escapada, así que pasamos la mañana entre el mar y en compañía de una agradable pareja de vecinos, con quienes incluso compartimos el almuerzo (no, no cogimos como conejos al nomás llegar). Finalmente mamá y yo nos quedamos solos como a las 4 PM.
– Nene… ¿querés ir a caminar por la playa un rato?
– Mmmm… bueno… yo tenía pensado otra cosa… – le respondí con una mirada muy elocuente.
– Vamos a caminar… le aseguro, Don Ricardo, que no se va a arrepentir… – me respondió con una mirada aun más elocuente… además me dijo “Don Ricardo”.
Salimos, la tarde era perfecta para una caminata, el sol ya bajaba y se sentía fresco. Ella iba delante de mi, contoneando esas rotundas caderas que me volvían loco. Llevaba un bikini negro a rayas, nada demasiado revelador pero si muy sexy, sobre todo con una mujer como ella. Caminamos un buen trecho en silencio, había una gran tensión sexual entre los 2 y ella seguía contoneándose con mucha coquetería. Podía sentir su calor, casi podía sentir el aroma de su vulva rebosante de jugos como un perro siente las feromonas de una perra. Llegamos hasta una playa solitaria rodeada de árboles, no parecía haber ni un alma en ese paradisíaco sitio. Se detuvo allí, se dio la vuelta encarándome y me dijo:
– Ricardo, nene, tengo dolor de espalda… ¿me das un masaje? – su melosa voz de niña consentida me decía que no era eso exactamente lo que quería, pero yo le seguí el juego.
– Cómo no mamá, con gusto te doy un masaje…
– No me digás mamá… hoy soy María José para ti…
Mamá tendió una larga toalla sobre la arena y se acostó boca arriba, inmediatamente me puse sobre ella y comencé a frotar su espalda y su cuello. No me precipité ni le empecé a meter mano desde el inició, había tiempo de sobre, no tenía porqué correr. Simplemente principié con un masaje relajante, lento y agradable, que poco a poco iban dando lugar a roces más íntimos. Mamá… perdón, María José, los estaba disfrutando mucho, la sentía revolverse suavemente debajo de mi, gemir casi en silencio, suspirar y hasta jadear un poco, estaba esperando que ella misma me pidiera ser cogida.
De pronto vi a lo lejos lo que parecía ser un mirón escondido entre los árboles. ¡Mierda, ahora iba a tener que interrumpirlo e todo irnos de allí! Pero entonces una idea se me vino a la mente al mismo tiempo que notaba mi pene crecer ipso facto bajo mis shorts, ¿qué pasaría si dejaba que el tipo nos viera cogiendo? Mierda, ¿cuándo me volví tan pervertido? Tan solo con pensarlo me calenté como un burro.
De inmediato las caricias pasaron a mayores y empecé a meterle mano con total descaro, me puse a besarle la espalda y a meterle mano entre las piernas, rozando y acariciando su vulva, caliente y mojada, debajo de su bikini. Reaccionó tal y como esperaba, instantáneamente comenzó a gemir y a menearse con movimientos serpenteantes, gesticulando con la boca frases y palabras que no lograba escuchar. Le desaté el brasier y le bajé poco a poco el bikini, finalmente quedó desnuda y caliente como un horno.
– Amor, te la quiero chupar… – me dijo, lo suficientemente alto como para que nuestro mirón oyera.
María José se puso en 4 sobre la arena, yo me quité la calzoneta y me arrodillé frente a ella con la paloma empinada y apuntándole a la cara. De un bocado se la tragó y comenzó a mamármela como solo ella sabe. Se la iba tragando de a poco, bocado a bocado, metiéndosela y sacándosela, engullendo un poco más cada vez hasta que sentí su húmeda lengua juguetear con mis testículos. Y todo esto lo hacía sin usar las manos, únicamente su boca, labios y lengua, era una experta.
Bajé la vista y me la encontré atorada de verga, con los ojos y la cara enrojecidos, el esfuerzo que hacía era considerable pero lo estaba gozando. Ya empezaba a llenarse de sudor y eso hacía que el sol le diera un brillo muy sensual a su piel morena. Desde mi posición veía su espalda con forma de guitarra, que se estrechaba en la cintura y se ensanchaba en las caderas, para rematar con ese par de nalgas espectaculares. Finalmente se la sacó y tosió un poco, pero sin perder su lúbrica sonrisa.
– ¿Te gusta papito, como está perra te la come?
– Sos lo máximo María José, lo máximo… la perra más sucia y depravada que he conocido. – los de “sucia y depravada” lo dijo en alto para que nuestro mirón escuchara. De solo imaginar la paja que se estaría haciendo me daban ganas de acabar.
Mamá volvió a la carga, nuevamente en 4 pero ahora con el culo bien paradito y moviéndolo como si fuese una perrita, regalándole, sin querer, una visión privilegiada al mirón de sus perfectas sentaderas. Empezó a hacerme una especie de paja con la boca, metiéndose mi gran palo todo lo que podía y sacándoselo completo, luego volvía a comenzar. Yo solo la veía desde mi posición, empezando a sudar y con la calentura tan elevada que tenía que hacer esfuerzos por no terminar allí mismo.
Al mismo tiempo pasó una de sus manos por debajo de mis testículos, acariciándomelos suavemente. Pero yo sabía que ese no era su objetivo, la mano de mi madre comenzó a avanzar más adentro y llegó a mi periné, acariciándomelo apenas unos segundos antes de llegar a su verdadera meta: mi ano. Ya les dije que a su lado me convertí en un tipo totalmente bisexual, ella me enseñó a disfrutar de las caricias sobre ese delicado esfínter y hasta gozar siendo perforado por un dildo muy viril. Pronto sentí uno de sus dedos colarse a dentro de mi estrecha abertura trasera y empezar a dilatármela como solo ella sabe, como a mi me gusta. Pero obviamente eso iba a precipitar mi orgasmo, así que tuve que pararla.
– ¡Alto… alto! – la tuve que detener levantándola violentamente jalándola del pelo.
– ¡Dominame Ricky, humillame, convertirme en una perra como a mi me gusta!
– ¿Querés que te maltrate perra?
– ¡Si, fuerte, como a una sucia…! – entonces la tomé bruscamente del cabello.
– Te voy a convertir en mi perra, María José… – en cuanto la solté del pelo, mamá se dio la vuelta dándome el culo, mostrándomelo abierto y mojado. Clavó la cara en la arena y me dijo:
– Cogeme como me gusta… duro y salvaje… – y yo, obviamente obedecí, estaba dispuesto a pegarle una cogida bárbara para que el mirón quedara satisfecho.
Arrodillado detrás de ella, apunté la cabeza de mi falo a su chorreante abertura y la penetré hasta el fondo de una sola estocada. Mi madre lanzó un agudo grito y tuvo un fuerte estremecimiento, señales de su gran excitación. No pude evitar esbozar una sonrisa de triunfo, no sabía realmente si el mirón seguía en su lugar, pero si lo estaba iba a darse un festín con los ojos. Aferré a María José firmemente de las caderas y comencé a embestirla con fuerza, sacándosela despacio y dejándosela ir rápido y con fuerza, asegurándome de llenarle por completo hasta el más recóndito rincón de su ser.
– ¡¡¡OOOOOHHHH, AAAAHHHHH!!! – ella gemía y jadeaba con la frente pegada al suelo y los puños cerrados con fuerza, como tratando de arañar la arena, mamá estaba gozando como loca – ¡¡¡MAS, DAME MAAASSS… OOOOHHHHH, DIOS MÍOOOOOHHHH!!!
La tomé de los brazos y la jalé, levanté su tórax y continué dándole duro usando sus extremidades como manubrios. Ahora el mirón podría ver el magnífico espectáculo de sus enormes tetas zarandeándose bajo ella y rozando los pezones en la arena. Yo trataba que no se diera cuenta que ya sabía de su presencia, pero necesitaba ver si aun se encontraba allí, así que hice como que se me cerraban los ojos de tanto gozar y lo vi discretamente… se estaba haciendo una paja, ¡qué morbo! Era una excitación tan grande que empecé a embestir a mamá como un toro desbocado, totalmente enloquecido… con tan mala suerte que perdí el equilibrio y caí hacia un lado con ella de corbata. Solo me volteó a ver con gesto divertido y encendido.
– ¡Me encanta cuando te ponés como loco Ricky, es cuando me agarrás más duro y rico!
María José se enderezó, no me permitió ponerme de pié, fue ella la que se me montó encima, se ensartó y comenzó a cabalgar sobre mi gran macana dándole la espalda al mirón. Comenzó a bajar y a subir con ese ritmo frenético que ella adopta cuando está en pleno hervor, moviendo sus tremendas caderas en círculo, sintiéndome invadirla adentro, hasta el fondo y estirando las paredes de su vagina. Desde mi posición debajo de esa diosa no podía ver a nuestro mirón, pero me imaginaba la enorme cara de calentura que debía tener, observando las maravillosas y firmes nalgas de mi progenitora, la cual se acercaba rápidamente a su primer clímax de la tarde.
– ¡¡¡RICKY, RICKY… DIOS MIO MI AMOOOORRRGGGGHHHHH!!! – María José empezó a retorcerse encima de mi, tenía los pezones a punto de explotar y su piel ya brillaba cubierta de sudor – ¡¡¡¡AAAGGGHHH, RICAAAARRRRDOOOUUUGGGHHHHH, AAAGGGHHHH!!!! – era increíble la cantidad de líquidos con los que bañaba mi vientre y la intensidad de los espasmos que ese violento orgasmo le producían, tanto así acabó perdiendo el equilibrio y cayendo a mi lado.
Nos quedamos así un rato, respirando acelerada y profundamente, empapados en sudor y en medio de una calentura que no menguaba. Lastimosamente nuestras fuerzas si lo hicieron y si no normalizábamos nuestro ritmo cardíaco no podríamos seguir. A mi lado ella me veía con los ojos medio cerrados y con un gesto de gran agotamiento, pero igualmente de gran placer y enorme excitación sexual, aun no quería terminar, la perra de mi madre quería más.
– Sos… ha, ha, ha, ha… sos… sos un semental, ha, ha, ha… cielo… – me dijo en un susurro tartamudeado y entre jadeos. Yo solo atiné a sonreírle como toda respuesta – Me… me… ha, ha, ha… me encanta… me encanta que me, ha, ha, ha… que me cojás… así… – estiró una mano y me agarró la verga, luego esperó un poco a recuperarse antes de seguir hablando – Todavía estás duro nene… no te puedo dejar así…
Embrocándose, acercó la cara a mi falo tieso y se lo devoró con ansias, primero lo lamió por todo lo largo, saboreando sus propios jugos, y luego se lo metió a la boca. Me regaló 2 o 3 mamadas profundas como las que solo ella puede y luego se levantó. Nuevamente María José se puso en 4, meneando el culo y exhibiéndolo para mi. En su rostro tenía un gesto de vicio que me calentó más aun.
– Dale Ricky, rompele el culo a esta puta… – me dijo con un fuerte tono de orden, afortunadamente pues así seguro que nuestro mirón la oyó.
Me arrodillé detrás de ella y escupí sobre su ano, me chupé 2 dedos, ensalivándolos abundantemente, y se los metí para dilatarla y lubricarla. En realidad solo tenía que esmerarme en lo último, pues ese culito estaba ya muy fogueado y abierto. Coloqué el glande sobre esa entrada y empujé, mi barra de carne entró como cuchillo en mantequilla sacándole un largo e intenso lamento.
– ¡¡¡OOOOOUUUUUHHHHHHH!!!
– ¿Duele perra? – mordiéndose los labios sensualmente asintió con la cabeza.
– ¡Así me gusta…Me encanta! ¡Cogeme duro papito, partime por la mitad! – empecé a sodomizarla tomándola de las caderas firmemente, azotándola, diciéndole cosas obscenas suficientemente alto como para que el mirón las escuchara.
– ¡¡Perra, puta… sos una ramera, una perra sucia a la que le gusta que la humillen y maltraten!!
– ¡¡¡SSSIIIIIIHHHHH, SIIII PAPITO, ASÍ SOY… AAAHHH, AAAHHH!!! ¡¡¡DAME MÁS, COGEME MÁS DUROOOUUUGGGHHHH!!!
María José comenzó a berrear enloquecida, sentirse sometida y un poco violentada la calienta increíblemente. Yo la tomé del pelo y me di gusto con ella, empecé a cabalgarla velozmente, penetrándola hasta el fondo, sintiendo la estreches de su abertura trasera. Realmente fui muy bruto y tuve que lastimarla, pero como siempre ocurre cuando la llevo hasta ese nivel de calentura ella ni se inmutó, si le dolía no se dio cuenta, al contrario, creo que hasta aumentaba su placer. Lamentablemente yo también estaba muy caliente, demasiado, tanto que no puede aguantar por más tiempo.
– ¡¡¡María José… Mariajo… voy a acabar… VOY A ACABAAAARRRRGGGHHHHH!!!
– ¡¡En mi boca, en mi boca amor… echámelo en la boca!! – le saqué la verga y ella se dio vuelta rápida y ágilmente, de rodillas y con la boca y cara frete a la tranca de su hijo. Casi al instante, y tras 2 o 3 sacudidas, estallé a chorros sobre su cara.
– ¡¡¡¡AAAAAAGGGGGHHHHH, OOOOOUUUUHHHHHHH!!!! ¡¡¡¡MARIAJOSEEEEHHHHH, AAAAOOOOOOGGGGGHHHHHH!!!! – estaba tan caliente que le lancé encima un raudal de mi blanca y espesa leche, solo los 2 primeros chorros dieron dentro de su boca, otros 2 cayeron sobre su frente y un último en su cuello, la dejé totalmente cubierta de semen.
Quedamos tirados en la arena, uno al lado del otro, descansando plácidamente, hasta que los 2, al mismo tiempo y unos 10 minutos después, nos enderezamos súbitamente. Mamá, ya con pleno control sobre si misma, me pidió alarmada que volviéramos al chalet. En el camino estuve atento a ver si encontraba a nuestro voyerista metiche, pero no, ya se había ido. Y aunque no esperaba volver a verlo, algo me decía que no sería la última vez que supiera de él.
CONTINUARÁ…
Garganta de Cuero
Envíenme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.