Malvada y Dominante...
No quiero dar una mala impresión, pero, no hay mejor forma de pasarla bien, que portandoce mal... Continuación de ¿Malvada yo?... por ahora, tampoco hay rosas...
Para que mentir, si soy malvada. En mi naturaleza no está mantener por mucho tiempo ese sentimiento de culpa que queda luego de ser infiel, luego de quitar mis lagrimas y abrir la puerta del cubículo del baño, mi sonrisa no podía ser mas sinvergüenza, la Señorita de la barra me estaba esperando fuera, con los ojos en llamas.
Se veía incluso más bella ahora que la tenia frente a frente, la Señorita es una mujer hermosa, no tenía el erotismo salvaje y crudo de la Chica de los Tatuajes, sino algo más delicado, un instinto carnal menos primitivo primitivo, como cuando ves a alguien que necesita ser llevado al extremo para conocerse a sí misma, y es tu deber ayudarla.
Tenía unos ojos preciosos, incluso más verdes que los míos, su cabello castaño brillaba, y su piel blanca invitaban a pasar la lengua por cada centímetro de su extensión, aunque lo que mas despertó en mi un instinto desenfrenado, fueron las dulces pecas que no había podido observar en su rostro, son sencillamente sublimes.
Duramos unos segundos mirándonos mutuamente, ella intentaba mantener mi mirada, pero estaba hipnotizada con mis labios, ambas sabíamos lo que queríamos, y no tarde mucho en tomarla de su muñeca y meterla conmigo en el cubículo.
Cuando la tuve pegada a mi cuerpo me detuve en seco cuando nuestros labios estaban rozándose, tome su otra muñeca y la pegue con fuerza contra la pared, subí sus brazos hasta encima de su cabeza y tomándolos en un solo movimiento para tenerla a mi disposición.
La Señorita intento luchar, eso me gustaba, nada más dulce que el castigo que es ganado, metí mi cabeza en su cuello y lo devore con todas mis ganas, podía sentir la respiración entrecortada que salía de ella, sus gemidos ahogados por mis besos, ella buscaba mis labios, pero yo no se lo permitía.
Me acercaba a sus labios y los mordía, los rozaba, quería que rogara por mis besos, mantuve sus manos agarradas con una de las mías y con la otra recorrí su cuerpo, no era una mujer voluptuosa, pero sabia llevar su delgadez con estilo, agarre uno de sus glúteos fuertemente, tanto que incluso chillo un poco.
Seguí devorando mientras subía mi mano hasta sus senos, abrí su camisa y saque uno de sus senos del brasier, no eran muy grandes, pero sus pezones rosados completamente erectos me encantaban, me separe un poco para verlos con más detenimiento, quería castigarla, necesitaba castigarla.
Así que lleve mi boca hasta sus senos y luego de lamer la punta de su pezón para hacerla sacar un largo suspiro, lo mordí como castigo por su lucha, pensé que gritaría, pero lo que escuche casi hizo que me corriera, no fue un gemido cualquiera, fue una liberación a toda regla. –Siiiiii, asiiii.
Tengo que decir que la Señorita me estaba sorprendiendo, sus pantalones de cuero negro pegados no me dejaban mucha libertad de movimiento, pero como pude los abri y baje hasta la mitad de sus muslos.
En ese momento la volteo rápidamente para ver que llevaba puesto un diminuto hilo blanco hermoso, quería probar sus límites, pero sentía que un simple azote no sería suficiente, baje mi mano hasta su entrepierna y pude sentir su humedad.
Moví su hilo para poder tener acceso a su vagina empapada y acaricie su clítoris un rato mientras besaba su cuello, cuando estuvo por llegar, saque mi mano de su entrepierna, y con toda la naturalidad del mundo acomode mi vestido y dije mi nombre, mi número de teléfono y Salí del cubículo.
No tenía idea si se le grabaría mi número, esperaba que sí, pero quería darle el único castigo que sabía que de verdad iba a tener el efecto de reprimenda en ella, la forma en que disfruto de mis dientes en su pezón, me dieran a entender que era una masoquista por naturaleza.
Alguien que disfrutaba del dolor propiamente dicho, no de ser autómata y entregar solo su voluntad como la Chica de los Tatuajes, o que disfrutara de ese juego de roles como mi Ella, la Señorita era alguien que estaría dispuesta a rebelarse con tal de recibir ese dolor que necesita.
Había leído sobre sumisas así, pero la verdad nunca había creído encontrar una, pocas personas sienten ese placer del dolor como tal, y despertó en mi una necesidad de llevar su dolor al extremo para ver hasta donde era capaz de llegar.
Cuando me acerque a la barra en ella estaba mi Chica, la de los Tatuajes, bella como siempre tomando su trago de ron, con su hermosa cara de “te voy a rajar la cara”, me acerque a ella, y le di un beso largo, fuerte, como sabia que a ella le gustaba, deje de besarla y me dirigí a su oído.
-Tu casa o la mía?. No tardo ni dos segundo en responder. –La mía, no hay nadie, y no permitiré que nada nos interrumpa. Cuando salimos y nos montamos en el taxi, revise rápidamente mi teléfono para ver un mensaje de un número desconocido.
“Si eres Aleida, por favor, necesito verte, necesito… necesito de ti, me llamo Sofía”. Me saco una sonrisa su manera de escribir, le conteste. “Si, es Aleida, un placer Señorita… Pronto…” fue lo único que le escribí antes de apagar mi teléfono.
Continuara…