Maltrataron a un indigente.
Toda acción, genera una reacción de signo contrario... aunque no siempre sea adecuada.
Los bancos, son un sitio donde la gente va a sacar dinero (a meter van menos), a pedir hipotecas, a ver cómo pueden pagar la tarjeta de crédito... pero también y por desgracia, son sitios que algunas personas usan para poder dormir por las noches y resguardarse del frio o la lluvia. Esa gente que llamamos mendigos o indigentes. Que como todos nosotros, son personan totalmente normales. Y ser persona, es tener sentimientos.
Aunque algunos, lo olvidan con relativa facilidad. Un día, un par de salvajes, dos hermanos, chica y chico, de familia acomodada, relativamente conocidos por su altivez y sus gamberradas, se encontraron con uno de estos mendigos en un banco frente a mi gimnasio, le pegaron una paliza junto al cajero y al caer en el suelo, le patearon los cojones, y antes que la gente llegara para ayudarle, los dos se mearon encima de él. Luego, demostrando lo valientes que eran los dos, se marcharon corriendo.
Yo salía en ese momento, estaba cerrando mi gimnasio con dos de mis monitores para irnos a casa y cuando pude cruzar la avenida, ya estaban los dos valientes perdidos en la distancia. Se presentaron denuncias, pero una vez más quedaron libres. El mendigo se recuperó en el hospital, se le dieron ropas nuevas y poco después volvió a su banco. Yo hablé con él, se llama Lorenzo y no quería saber nada, "solo soy un indigente" me dijo.
Pero, unos días más tarde, fui a recoger unos aparatos del gimnasio que tenía reparando en un taller cercano especializado y con su dueño, entré en un bar a tomarnos una cerveza, justo en el momento en que salían corriendo estos dos hermanos después de haber roto la máquina de tabaco. El dueño estaba terriblemente enfadado porque ya eran varios los destrozos causados y la policía no hacía nada por ser los hijos de quienes eran, a pesar de que ambos eran ya mayores de edad. Y me propuse hacerlo yo.
Hablé con el dueño del bar preguntando sobre ellos, y Raúl, su hijo me entendió y me ayudó. Sabía dónde encontrarles solos. Le prestaron una furgoneta. Fuimos hasta su escondite, en las antiguas oficinas de su abuelo ya cerradas, pero bien acondicionadas por ellos mismos. Íbamos encapuchados y enguantados, les rociamos con gas pimienta los ojos, les golpeamos y pateamos, y con unos algodones con cloroformo les dormimos. Les atamos, les subimos a la furgoneta con las manos enguantadas para que no dejasen huellas y nos los llevamos... descargando de sus móviles las tarjetas y baterías.
Cuando ambos hermanos despertaron, estaban totalmente desnudos, atados de pie con unas cadenas, y tenían unas capuchas puestas de las que se usan en el bdsm que tapan oídos y ojos, pero nosotros en los oídos les hicimos unos pequeños agujeros para que nos oyeran relativamente. Sus pies, lógicamente desnudos, se apoyaban en el suelo... que adrede, nosotros llenábamos de agua para darles sensación de estar en una empresa abandonada. Sus genitales fueron perfectamente rasurados con máquina eléctrica y sin cuidado aslguno.
Pero como comprenderéis, si realmente nosotros queríamos castigarles y demostrarles que también la sociedad puede vengarse de "sus verdugos", necesitábamos de Lorenzo, el indigente. Les fotografiamos a los dos, les enseñamos esas fotografías a Lorenzo para que no tuviese miedo y solo le aconsejamos hablar muy poco y muy bajito... y aceptó ser uno de sus "educadores".
Y claro, lo primero que hizo cuando les vio, fue patearles las entrepiernas muy a gusto. Aunque realmente, lo primero que hizo fue sacar una muy buena y afilada navaja, con el ánimo de cortarles los huevos a él y los pezones a ella. Pero le convencimos que lo mejor era patearles una y otra vez. Les miró, asintió y nos dijo que para patearles debidamente, mejor que les bajásemos hasta que sus rodillas tocasen el suelo.
Y con sus muy estropeadas botas de montaña, unas veces desde atrás y otras por delante. Unas veces a él y otras a ella para intercambiarse los tonos de los gritos, el empeine de las botas y las fuertes punteras, a su gusto, fueron impactando en sus huevos y en todo el coño de la hembra. Pero ninguno de los dos se comportó como hombre ni como hembra adultos ¡simples niños llorones de patio de colegio de infancia! ¿Y estos eran los que humillaban a la gente y destrozaban enseres...?
Gritos. Terribles y dolorosos gritos de un par de gilipollas de casa bien, muy bien acostumbrados a pegar y que a ellos no los tocase nadie, incluyendo policías. Volvió a patearla a ella, y esos preciosos y juveniles labios vaginales y su entorno, dejaron pronto de ser preciosos. Se fueron hinchando aumentando su tamaño, cambiaron de su sonrosado juvenil a un granate-morado con algunas gotitas de sangre. Fue luego al hermano, y a la primera patada que no la mejora ni Ronaldo, pego tal grito que seguro se oyó en Siberia ¡y todo por una sola patada... luego presumen de hombres!
Le golpeó insistentemente, una y otra vez, y viendo que ya no chillaba por haberse desmayado, pasó de nuevo a la hermana, pero esta, a la segunda patada en su dolorida e hinchadísima entrepierna, se desmayó también. Su amado hermano jamás podría presumir de tener unos huevos más grandes, morados y castigados. Les hicimos varias fotos de primeros planos de los dos en el móvil prepago que compramos en un pueblo, y les tumbamos en el suelo para que pudiesen dormir un poco.
Raúl tenía una amiga mayor que era tatuadora aficionada y que odiaba estos tipos de violencia salvaje por razones muy personales. Poco después de ese primer castigo, les fuimos tatuando todo lo que Lorenzo nos indicaba, en la polla, tetas, glúteos, labios vaginales, cuello, muslos, brazos y lo poco del rostro que se veía por la máscara. Después de varias horas, se lo agradecimos invitándola a cenar en los próximos días.
Lorenzo estaba extraordinariamente feliz al ver el trabajo de la tatuadora, en voz baja nos dijo:
- Jamás pensé que un trabajo tan completo como el que les has hecho, me haría tan feliz ¡no me gustaban los tatuajes hasta hoy! -le dijo a la tatuadora- Por mucha ropa que se pongan, será imposible esconderlos.
Y es que no había tatuaje que no valiese la pena ni estuviese mal situado. Posiblemente era la primera vez en que lo importante era la cantidad de tatuajes, no la calidad. En la polla ponía "maricón". En las tetas ponía "que puta soy" y una polla dejando caer semen en los pezones. En los glúteos palabrotas como "soy una/una cobarde", "me gusta pegar a los pobres" "soy gay o puta (según el culo) ¿y qué?". Todas las partes expuestas de sus cuerpos estaban tatuadas. Absolutamente todas.
Como decía nuestra amiga riéndose con fuerza mientras les miraba por última vez antes de irse ¿a qué piscina o playa podrían ir los dos sin que se riesen de ellos? O qué escote podría llevar ella si entre sus propias tetas y el cuello, tenía tatuado un coño abierto... o los tatuajes laterales de sus cuellos... o en sus mejillas "soy un/una mierda capitalista"... O imposible ir con shorts o pantalones cortos con los porno-tatuajes de sus muslos.
Os podéis imaginar como se pasaron esos dos supergamberros todas esas horas llorando ¡hasta querían confesarse y arrepentirse! Además de amenazarnos a nosotros con meternos en la cárcel para mil años al menos. Al final, el cansancio, el dolor y el miedo, pudo con ellos y empezaron a suplicar comida, bebida y que les descolgáramos. Y nosotros, con las voces distorsionadas por las mascarillas y las bolas que nos pusimos en las bocas, les preguntábamos qué nos daban a cambio. Y el pobre chico llegó a ofrecernos su virgen culo. Culo del que Lorenzo hizo varias veces un buen uso con los poderosos gritos del maltratado, mientras el semen goteaba hasta el suelo.
Y le preguntamos a la chica que nos daba a cambio, y llorando a moco tendido nos dio la mayor sorpresa de nuestra vida. Y la mayor alegría para "el indigente" Lorenzo. Su DIU se había roto, no tomaba anticonceptivos, y estaba ovulando, por lo que nos ofreció su culo... o su coño con dos condones por si se rompía uno. Y ahí Lorenzo quiso su postre... y se lo dimos. Se la merecía.
Le ofrecimos a Lorenzo ser el Amo de esos dos mierdas. Y entre los tres, establecimos una forma más de humillarles y tal vez de preñar a esa gamberra despótica. Les descolgamos y atamos boca abajo al chico sobre el capó de un todo terreno ofreciendo bien abierto el culo al mendigo. Lo mismo hicimos con la hermana, pero a esta la pusimos sobre la mesa de reparaciones que lijaba sus tetas cada vez que se movía por su madera desgastada. Y los dos orificios a disposición de Lorenzo.
Y se la folló sin condón ante los enormes gritos de ella que no quería quedarse preñada. Hasta la pobre nos ofreció su tarjeta de crédito y su PIN ¡Como si no supiésemos y sobre todo Lorenzo que vivía junto a ellos, que los cajeros bancarios disponen de cámaras de seguridad que lo graban todo! Y no solo la folló una vez, sino cada vez que se la ponía dura ¡y tenía tanta hambre de un puñetero coño capitalista y joven aunque estuviese casi cerrado por la hinchazón!
Y entre follada y follada, entre el uno y la otra, Lorenzo les pateaba constantemente las entrepiernas y hasta vimos salir sangre por el canal uretral del pateado chico. La chica tenía sus labios vaginales tan inflamados y llenos de cortecitos, que no sabíamos como podía meter Lorenzo su polla para follarla, ya que no la tenía pequeña. La verdad es que comprendíamos sus gritos de dolor. Y Lorenzo les tenía ganas. Cuando ya no pudo más de follarles, masturbarles, cagarse y mearse sobre ellos y gastarles mil putadas más, les desatamos de su posición. Les atamos las manos a su espalda sin quitarles la máscara, dejándoles sobre el asquerosamente sucio suelo.
Metimos las tarjetas y las baterías a sus móviles y llamamos al 112 (emetgencias), y cada uno de los dos dijo, como buenamente pudo, quien era y que estaban secuestrados sin saber dónde. Dejamos los móviles activados para que les localizaran la policía y los sanitarios, y nos fuimos en la furgoneta prestada.
Pocos minutos después vimos pasar dos coches policiales y una ambulancia a toda sirena. Poco después a otra ambulancia medicalizada. Le regalamos a Lorenzo ropa nueva, zapatos nuevos y 500€ de las carteras de los niñatos, y le llevamos hasta una parada de autobuses en zona rural sin cámaras cercanas. Nos llevamos todas sus cosas y las quemamos en una zona de barbacoas. Y no os preocupéis por el semen, defecaciones, meadas y etcs. de Lorenzo. Para el sistema sanitario también era un mierda, y aunque le curaron adecuadamente, no le hicieron análisis de nada, ni ninguna prueba de ADN. Lorenzo no existe en bases de datos.
¿Y donde estuvieron estos dos hermanos secuestrados? Pues en la masía de sus propios abuelos y padres. Una llamada con el móvil pre-pago, dio al guardián cuatro días de vacaciones y estaba acostumbrado a obedecer y callar. Y así lo hizo marchándose. Y su calabozo era el propio garaje, y el todo terreno al que estaba atado el niñato, era el del abuelo, que presumía de disparar a los perros de caza de los vecinos de las otras masías.
¿Se quedó preñada la gamberra? La verdad es que nunca les hemos vuelto a ver por el barrio... con la ilusión que me hacía verles con sus tatuajes ¡A ver si con los siguientes gamberros...!