Mallorca5ºdia.La crema milagrosa. Adios mirones.
Una crema misteriosa hace caer en mis manos a Diana y después me transportó al país de las maracillas despidiendo a los mirones que acababan sus vacaciones.
Gracias a todos por los correos, ya sabeis que me teneís para lo que querais (vaya con esta forma de expresarme me falta tiempo para poner acentos).
Habián sido cuatro dias de locura continuada. Disfruté como nunca habia imaginado, no solo eso, sino que cada eventura me llevaba otra más excitante todavia.Gori, Gori, repetía en mi cabeza, como dominar a esta bestia, Gori Gori..Diana..Gori...Diana...Diana En mi cabeza ya se estaba preparando un plan para darle a Diana lo quese merecia. Diana habia pedido guerra y yo no la defraudaria, tendria su bestia correspondiente.
Llegamos al hotel sin darme apenas cuenta. Subimos a la habitación y yo le pedí a Juan que al día siguiente no hiciera planes, quería un poco de tranquilidad, había superado todas las expectativas para esas vacaciones. Mientras me preparaba para una ducha Juan me dijo que iba a por comida china, que hoy cenaríamos en la habitación.
Juan tardo aproximadamente veinte minutos. Cuando llegó me comentó que se había encontrado con Alex y Diana, que había estado hablando con ellos. Nos habían propuesto ir juntos el sábado a la disco latina que había por allí al lado, que el sábado estaría mas animada. Bueno, pensé yo, era jueves, tenía todo el viernes para descansar. Cenamos tranquilamente y me dispuse a descansar, disfrutar de una noche tranquila no me vendría nada mal.
Me desperté al día siguiente, abrí los ojos y Juan no estaba, mire el reloj, marcaba las diez de la mañana, encima de la mesita de noche un ramo de flores con una nota "Gracias por ser como eres, tu admirador Ricardo".
Me sorprendí, Ricardo había estado aquí, yo por supuesto estaba desnuda, solo una sabana desordenada tapaba algunas partes de mi cuerpo.
Sin haberme movido apenas en diez minutos, oí como abrían la puerta, eran Ricardo y Juan:
-Hola Merche, te ves esplendida. Dijo Juan dejando un tubo de crema encima de la mesita.
-Esto me lo ha recomendado Ricardo, es para después de lo que tú ya sabes. Continuó explicándome Juan.
-Hola preciosa, gracias por la maravillosa tarde que nos diste ayer. Me dijo Ricardo, portando una bandeja con mi desayuno que dejo encima de mis piernas.
Yo no contesté a ninguno estaba sorprendida, no era lo que yo buscaba, una relación continuada con Ricardo, me parecía peligrosa en aquel momento, pero pronto mi mente empezó a trabajar, con un par de palabras le podía dar la vuelta a la situación. Pensé entonces en Diana, mientras tomaba el desayuno, un plan se desarrollaba en mi cabeza.
Ellos salieron a la terraza y se encendieron un cigarro, yo aproveche para darme la crema en mis partes íntimas, mientras tanto mi cabeza daba vueltas a tres nombres.
Cuando terminé de darme aquella crema llamé a Juan para hablar con él y le dije:
- Tienes que pedirle a Ricardo que el sábado lleve a Gore a la disco latina. El me devolvió una mirada picara y fue a la terraza a comunicárselo.
Me fui al servicio a lavarme un poco y me puse la ropa interior, después una blusa ajustada de flores con un escote bastante pronunciado, con dos tirantes y una falda blanca corta, por encima de las rodillas.
Me apetecía pasear por la playa, así que llamé a Juan y se lo hice saber. Al momento salimos los tres de la habitación, Ricardo parecía tener ganas de acción pero yo no estaba por la labor en ese momento, cuando llegamos abajo Ricardo se despidió con un hasta pronto y nosotros nos dispusimos a pasear por la orilla de la playa mojándonos los pies.
A lo lejos distinguí a Diana y Alex, cuando nos acercamos un poco más enseguida nos vieron y saludaron, ella llevaba su bikini rojo, pero claro sin su parte de arriba, parecía que no le daba ya importancia a enseñar sus pechos, nos acercamos un poco y ella me comentó que quería ir de compras esa tarde porque no tenia ropa adecuada para ir a la disco, me invito a acompañarla de tal manera que no pude negarme, mientras tanto yo veía que Juan se quedaba bizco, la verdad es que tras la aventura en el servicio Juan y Diana ya no disimulaban su atracción sexual.
Continuamos nuestro camino y Juan me propuso tomar algo en el chiringuito, empezaba a hacer calor y accedí gustosamente, pedimos un refresco mientras echábamos un vistazo al mar.
Alguien me dio en la espalda, me volví y eran los cuatro mirones, un saludo cada uno, un beso y un apretujón, estos individuos no escatimaban esfuerzos en provocar el roce, cualquier escusa valía para acariciar mis pechos y mi trasero. Nos contaron que era el último día de su estancia y nos invitaron a unas copas por la noche, en la verbena que hacia la terraza de su hotel, tendríamos que ir, la verdad es que no habíamos pasado ninguna noche en esas fiestas que proponen los hoteles de la playa.
Uno de ellos colocó su mano en mi cintura y en unos instantes ya me estaba tocando el culo, ya no se cortaban un pelo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, al parecer aquella crema que me puse estaba surtiendo efecto, el masaje que éste me estaba proporcionando me estaba poniendo a mil, pero ni era el momento ni el sitio adecuado, no le deje seguir, era capaz de cualquier cosa en ese momento. Le propuse a Juan dar una vuelta a la manzana, no era hora de comer todavía.
Terminamos nuestros refrescos, nos despedimos de ellos hasta la noche y colocándome (más bien descolocándome) la falda, doblándome la cinturilla dos veces, logré dejarla a mi gusto. A la altura de mis muslos, comencé a mover mis caderas y empezamos a caminar. No me di cuenta hasta que lo vi, estábamos prácticamente al lado del palacio de Marivent, cosa curiosa, casi enfrente, una tienda que cerraba a las diez de la noche, tenedores de plástico, etc., y alcohol, de todas las marcas que podíamos imaginar, pillamos dos de crema de orujo, dos de whiski y un paquete de seis vasos de chupito. Si la noche se daba mal, ya teníamos con que alegrarnos el cuerpo.
Cuándo llegamos al hotel subí a la habitación, mientras él se fue a coger mesa al comedor, pensé en darme crema otra vez, dejé la bolsa con la bebida y cogí el tubo. La verdad es que era un tubo raro, sin especificaciones, parecía tener un nombre alemán, lo cierto es que desde que me lo apliqué por la mañana cualquier roce aumentaba notablemente mi calentura, lo metí dentro del bolso y baje para comer.
Cuando pasé al comedor allí estaban los tres, mi novio como de costumbre medio embobado por los encantos de Diana, cualquier movimiento que ella hacia era motivo para desviar su mirada del plato.
Yo pensaba que Diana iba a montar otra escenita, pero no, llevaba puesto el mismo pareo y la parte de abajo del bikini, aparte de las miradas provocativas hacia mi novio durante la comida, entre chistes y comentarios no pasó nada. Terminamos de comer y subimos a la habitación, quería descansar un poco más antes de ir de compras.
Llegó la hora de ir de compras tras un par de horas de siesta, me puse un blusón con aberturas en los lados, el que me compró Ramón, un cinturón unas braguitas y unas sandalias blancas de tacón, no necesitaba más, estaba cómoda y fresquita, cogí en bolso y llame a su puerta, Diana ya estaba preparada y salimos del hotel. Me di cuenta de que practicaba una competencia encubierta, si yo movía las caderas, ella un poquito más, si se movían mis pechos, ella los movía un poquito más, despertó mi curiosidad por saber hasta donde podría llegar.
El destino había dejado en mis manos vestir y preparar a la presa que iba a devorar la bestia, iba gustosa a desarrollar mi trabajo.
La primera tienda, ya me conocían, había ido mas de tres veces en cuatro días, los dos dependientes nos saludaron, de allí era el blusón que llevaba puesto.
-Buenas tardes, que desean. Preguntaron.
-Algo fresquito, para la noche. Respondió Diana.
Sacaron tres vestidos largos.
-¡No, no, cortos para bailar! Aclaró Diana.
Nos enseñaron algunos para elegir. Ella eligió uno azul cortito y otro negro no mucho mas largo, con un poco de vuelo. Yo no los hubiese elegido mejor para mis planes. Fuimos al probador y se desnudo, tenia un cuerpo espectacular y unas curvas de escandalo. Se probó el azul y luego el negro, me pregunto que como le quedaban. Bien le dije yo, el negro un poquito largo. El dependiente, que estaba boquiabierto, pues yo había mantenido abierta la cortina que hacia de puerta en todo momento, al oír mi comentario vino hacia nosotros para ofrecer un arreglo gratuito de la prenda, ella acepto, en una hora estarían las prendas listas. Yo le advertí a Diana que aquellos vestidos eran muy finos y que la ropa interior se le iba a notar, a lo que ella respondió:
-Con usar ropa interior oscura o no usar ninguna se soluciona el problema.
Me lo estaba poniendo en bandeja. Iba ella solita a la boca del lobo. Esperaba que las compras se alargaran un poco más, pero no fue así, en la primera tienda que habíamos visto se acabó todo, se puso el vestido azul dándolo por estrenado y salimos en dirección a un bar que había frente a la tienda. El vestido azul que llevaba si era fresquito, era tan fresquito que se transparentaban sus bragas y su sujetador, cuando pasamos al bar, al trasluz de la puerta era como si no llevara vestido.
Pedimos dos cervezas y fuimos al servicio a retocarnos, yo le comenté que se le transparentaba su ropa interior y ella se la fue quitando, primero el sujetador, ya no se le verían las tiras de los hombros de éste, después sus braguitas deslizándolas por sus piernas hasta el suelo.
Abrí mi bolso sacando un pintalabios y ella vio el tubo de crema misterioso, me pregunto que era, para que era. Yo le conteste que era un relajante, que me dejaba como nueva. Atrevida como era ella, cogió el tubo y se aplicó una cantidad considerable, terminamos de componernos y salimos dispuestas a degustar una cerveza, me senté en la primera mesa a la derecha de la salida del servicio, ella fue a por las dos cervezas a la barra, diez metros de pura exhibición, era imposible no mirarla, el movimiento exagerado de sus caderas provocaban un movimiento acompasado de sus pechos, parecían moverse libremente dentro de ese vestido semitransparente. Era inevitable que atrajera la mirada de alguno de los paisanos que estaban mirando el futbol en el televisor, una vez sentada Diana en frente de mí, solo tardó un minuto en acercarse un paisano a presentarse:
-Hola, soy Alberto, te he escuchado y no pareces de aquí. Preguntó dirigiéndose a mí.
-No, soy del centro de la península. Respondí.
Alberto pidió tres cervezas más y las trajo a la mesa, Diana le hizo un sitio, para que se acomodara, no se si lo hizo a propósito, pero al retirarse subió tanto el vestido que se hizo evidente que no llevaba bragas, acto que envalentonó a nuestro nuevo amigo. Mientras me explicaba a mi, que era de Bolaños de Calatrava, un pueblo de Ciudad Real, que fue allí de vacaciones y se quedo a vivir, estaba metiéndole mano a Diana que no oponía resistencia alguna, yo apreciaba como se iba abriendo de piernas mas y mas debajo de la mesa, su cara se iba transformando poco a poco, sin duda la crema que se había puesto estaba empezando a hacer efecto, estaba saliendo la putita que tenia dentro. Alberto subió su mano hacia los tirantes del vestido y los apartó, dejó los dos pechos al aire, tenía los pezones de punta, Diana estaba a tope y Alberto lo sabía.
-¡Ve al servicio y desnúdate! Le ordenó Alberto.
Me quedé perpleja, Alberto se fue en dirección a la barra y Diana se levantó sin decir palabra. Estaba tan caliente que parecía que no tenía voluntad. Pase a ser una mera espectadora, nadie me dijo nada. Me moví de asiento para ver lo que ocurría en el servicio pues ni la puerta cerró al entrar, vi como deslizo su vestido hasta el suelo, lo recogió y lo dejo encima del lavabo. Al momento apareció Alberto con un amigo y entraron los dos al servicio, la cogió por detrás mostrándole los pechos puntiagudos a su amigo que enseguida saco su polla de las bermudas que llevaba y la empezó a mover. No había palabras, ella sola doblo su cuerpo para saborear esa polla desafiante, no le hicieron falta indicaciones, sabía perfectamente lo que ellos querían y se lo iba a dar.
Alberto inmediatamente comenzó a follarla por detrás, no tardaron en llegar los jadeos de Diana que perecía estar fuera de sí, agarraba esa polla con fuerza como si se le fuera a escapar, yo quede inmóvil, como si no estuviera allí. Termino Alberto sin sacarla, dentro de ella y su amigo ocupo su lugar, siguieron los jadeos mientras Alberto abandonaba los servicios captando mi atención, se dirigió hacia mí y se sentó a mi lado para terminar su cerveza.
La próxima vez que quieras follar, ven sola, no distraerás mi atención. Me dijo al oído mientras me acariciaba los muslos.
Te he reconocido desde que entraste por la puerta, estuve aquella tarde en la discoteca que fuiste con tu pareja y me quede muy caliente. Me aclaro momentos después.
Me dé por invitada si algún día me apetecía volver. Los jadeos pararon y el amigo de Alberto salió del servicio, sin parar Alberto se levantó y junto con su amigo abandonaron el local. Yo me levante y fui al servicio, allí estaba Diana recomponiéndose el vestido, queriéndose disculpar por su comportamiento. Hasta me hizo prometer que no se lo diría a Alex. Comprendí que Diana estaba en mis manos desde entonces y descubrí que también me gustaba ver desde fuera esas situaciones, estaba muy caliente y el modo en que me había hablado Alberto me puso más todavía.
Diana se coloco el vestido como pudo y salimos a la calle a que nos diera un poco el aire, iba temblorosa, como si no se creyera lo que acababa de hacer, me confeso que con dos a la vez no lo había hecho nunca.
Nos dirigimos a la tienda y por suerte el vestido ya estaba arreglado, pasó al probador, el dependiente se quedo sorprendido, debió pensar que la ropa interior había desaparecido. A Diana ya no le importo que mantuviese la cortina abierta mientras se desnudaba, el arreglo era dejarlo un poco mas corto, pero en realidad lo dejaron un poco mas corto de lo que yo pensaba. Diana me pregunto que como le quedaba, le dije que bien, pero sabia que cualquier movimiento brusco dejaría al descubierto el final de sus piernas.
Dimos por finalizadas nuestras compras, por llamarlo de alguna manera y nos asomamos a la playa, intentábamos localizar nuestras respectivas parejas, hicimos unas señas con las manos y enseguida nos vieron.
La gente estaba recogiendo sus cosas, terminaba otro día de playa, comenzaba una noche de diversión. Cuando llegaron a nosotras no dije una palabra de lo sucedido, pro cuando subimos a la habitación a cambiarnos Juan y yo se lo conté todo, todo menos la proposición de Alberto, eso de volver sola me lo tendría que pensar despacio.
Otra vez delante del armario, no sabia que ponerme, si una ropa mas formal u otra mas alegre. Al final me decidí por la falda chaqueta morada que tan buen resultado me dio después de arreglármela. Me fui al baño y me pico la curiosidad, podía probar la crema en mí para experimentar de primera mano la sensación que experimento Diana, lo dejé para más tarde y me pues aquel vestido que tanto deseo desataba en los hombres, por supuesto el sujetador no me hacia falta así que lo dejé sobre la cama, estaba preparada.
Juan me vio y me piropeo un poco, cogió la mochila donde había depositado el alcohol que habíamos comprado esa mañana, nos cogimos de la mano y bajamos a la terraza, la verdad es que yo estaba estupenda.
La música ya había empezado, pero no era esa la terraza sino la del hotel de al lado a la que teníamos que asistir, decidimos entonces dar una vuelta por la playa. Me quite los zapatos de tacón y empezamos a andar por la arena en dirección al mar.
Llegando casi a la orilla Juan saco una toalla pequeña y la puso en la arena para sentarnos, después sacó una botella de orujo y dándome un vaso de chupito, me dijo:
-Hay que brindar, llevamos casi una semana aquí y seguimos vivos.
Nos tomamos un par de chupitos cada uno contemplando la inmensidad que teníamos frente a nosotros, luego me dio un beso largo, profundo de los que no se olvidan, acariciándome los pechos por debajo de aquella chaqueta corta que llevaba puesta.
Entre unas cosas y otras nos metimos media botella de aquel licor y vimos como la terraza a la que nos dirigíamos se empezaba a llenar de gente, era la hora de acercarnos a aquel lugar.
Me acorde de la crema que quería experimentar y sacando el tubo aplique el producto retirando un poco mis braguitas, al igual que mi amiga Diana puse gran cantidad.
Juan se puso de pie, me ayudo a incorporarme y recogiendo después la toalla la metió en la mochila. Empezamos a andar hacia la terraza y se acercó, desabrochándome dos botones de la chaqueta, comenzaba el juego sin haber llegado a la terraza siquiera.
Estaba bien iluminada, una pista central y unas mesas rodeando esta pista, para beber y disfrutar de la velada, pronto divisemos a nuestros amigos, los cuatro estaban compartiendo una mesa con mas gente, al aproximarnos estos se levantaron saludando con un apretón de manos a Juan y el restregón apropiado para mi persona, nos hicieron sitio en la mesa y nos sentamos con ellos.
Andaba ya caliente, entre los chupitos que me había bebido y la crema que me había untado, me estaba empezando a hervir la sangre, Juan me puso la mano encima de mi pierna que salía por la abertura que tenia la falda en el lado derecho, no paraba de acariciarla cada vez subía mas, termine facilitándole el trabajo abriendo las piernas un poco. Esto no paso desapercibido para los que estaban sentados enfrente, esto me excitó más aún, estaba segura de que se me veían las bragas, pero yo necesitaba más. Me levente y me fui al servicio, tenia que quitarme las bragas, necesitaba sentir el contacto directo de la mano de Juan sobre las partes mas intimas de mi ser. Cuando me las quite aproveche para untarme un poco mas de aquella crema que tanta calentura provocaba en mi cuerpo. Volví enseguida a ocupar el mismo asiento y Juan no tardo en repetir las mismas caricias, solo que ahora no se detenía en el borde de mi coño y yo me abría libremente de piernas para facilitar su empeño.
Esto no paso desapercibido para nuestros amigos, que sin querer depositaban sus miradas entre mis piernas. Juan debió darse cuenta de mi estado, decidió sacarme a bailar, no era cuestión de acabar follando allí mismo que era lo que estaba a punto de ocurrir.
No era una música muy lenta, pero a mi me apetecía en ese momento enseñar mis pechos , así que levante mis brazos lentamente para rodear el cuello de Juan y la chaqueta del traje hizo lo demás al alzarse de delante dejo al aire mis pechos que yo arrime fuertemente contra Juan, el espectáculo ya había empezado, nuestros amigos los cuatro mirones de la playa ya nos conocían, solo disfrutaban de el espectáculo, pero los que compartían mesa con ellos se quedaron embobados y quisieron pasar a la acción. Uno de ellos le pidió a Juan el cambio y éste acepto, no cambié de posición ante la mirada de sorpresa del desconocido apreté mis pechos contra él, era evidente mi turbación y la temperatura que iba alcanzando mi cuerpo.
El desconocido comenzó a masajear mi trasero con una mano, bajándola de mi cintura y con la otra acariciaba la parte baja de mis pechos, disimuladamente, pero sin oposición por mi parte. Yo veía a Juan que conversaba con el otro desconocido pero sin quitarme ojo, me conocía muy bien, sabía que estaba a punto de explotar.
De pronto Juan y el segundo desconocido se levantaron y vinieron hacia mí, evitaron así un desenlace escandaloso en medio de la pista de baile, íbamos a tomar algo en la barra, no era lo que yo necesitaba en ese momento, pero me hizo pensar que en el lugar donde estábamos lo único que conseguiría seria la expulsión de dicha terraza.
Otro chupito, el que estaba bailando conmigo sacó la conversación de las habitaciones del hotel, que si eran muy buenas, que tenían frigorífico con bebidas, un baño excepcional, etc., tanto insistió que Juan le propuso ir a verlas. Los desconocidos aceptaron y subimos los cuatro, desde luego la estrella más que tenia el hotel se la merecía, escaleras de mármol, barandillas de madera y ascensores amplios.
Llegamos a la habitación, a mano izquierda el baño, bastante grande por cierto, a continuación dos camas y la terraza al fondo que fue donde nos dirigimos, desde allí se podía ver la terraza con la gente bailando, se oía la música como si estuviera al lado de nosotros.
Decidí entonces probar lo blandita que era la cama, es lo que se suele hacer cuando pasas a la habitación de un hotel:
-¡Mira Juan que blandita es! Exclame pidiendo a Juan que viniera a comprobarlo.
Juan vino y se sentó a mi lado.
-Si, pues si es cómoda. Dijo Juan
Inmediatamente el que había bailado conmigo, me invitó a bailar con la escusa de no haber terminado la pieza anterior, Juan me animo a salir mientras el otro se dirigió al frigorífico para sacar unos vasos y un poco de hielo.
Estaba sola en la terraza con un desconocido que ante la pasividad de Juan no se detenía por nada, comenzó agarrándome por la cintura, pronto su mano izquierda bajo hasta mi culo y fue recogiendo mi falda hasta poder tocarlo sin prenda alguna de promedio, eso me produjo tal placer que no me di cuenta de que estaba desabrochando los pocos botones que le quedaban en mi chaqueta. En unos instantes mis pechos quedaron desnudos, al aire. Comenzó a besarlos sin parar, noté que me estaba desabrochando la falda, pero no hice nada para impedirlo. La falda cayó irremediablemente al suelo y solo tuve que echar los hombros para a tras para que la chaqueta hiciera lo mismo, quede totalmente desnuda subida en los tacones.
La pista de baile estaba lejos pero no lo suficiente, estaba segura que se podía ver mi silueta desnuda ante la luz de la habitación, mi compañero de baile seguía propinándome caricias por todo el cuerpo y yo ya no era dueña de mi misma.
Juan viendo aquello vino entonces en mi ayuda cogiéndome de la mano y llevándome hacia la cama para que me tendiera, se apodero de mi boca dándome un largo beso mientras uno de los desconocidos me abría las piernas para trabajar despacio mi clítoris con su lengua, no había prisas, una calma placentera invadió el ambiente, el placer se instalo en esas cuatro paredes, no había motivo para acelerar ese momento, cuando retiro Juan su boca de la mía ya tenia la polla del otro desconocido dispuesta, totalmente erecta y a mi disposición. Solo tuve que abrir un poco la boca para que el comprendiera que la necesitaba dentro, lo hizo despacio para que acariciara su punta con la lengua cuando iba entrando.
Juan aparto al desconocido que me estaba acariciando el clítoris con su lengua, y me metió su polla de golpe, consiguió romper aquella calma de un flechazo, me corrí a la primera embestida, era tanto el placer que parecía que mi cuerpo flotaba encima de aquella cama. Juan se estaba convirtiendo en un experto, la metía de golpe y la sacaba despacio, me estaba volviendo loca, mientras yo seguía chupando cada vez más deprisa. Yo apreté los músculos de mi vagina intentando retener aquella polla que me estaba dando placer y lo que conseguí fue una pronta eyaculación por su parte, pero enseguida cedió su sitio al que tenía ocupando mi boca, no se lo pensó, en un instante ya la tenia toda dentro. Le indique con el dedo índice al otro desconocido que se acercara, ya sabia lo que quería, se la fue sacando mientras se aproximaba y la introdujo en mi boca sin siquiera pararse. Yo continúe chupando, lamiendo, todo me parecía poco.
El desconocido que me estaba follando no tardó mucho en correrse, entre la chupada que le dé y lo jugoso que tenía el coño se deshizo en un alarido de placer. Pronto el otro quiso ocupar su puesto pero Juan lo paro y diciéndole:
-Espera que queda una sorpresa.
Me dio la vuelta y doblo mis piernas y mi culo quedo indefenso. No lo dudo un instante, el desconocido me penetro por detrás, pero no sentí nada de dolor, esa crema era especial, ni siquiera al principio, consiguió metérmela entera sin esfuerzo aparente, estaba totalmente dilatada, paso su mano por debajo y continuo acariciándome el coño mientras se movía, no se cuantos orgasmos tuve, no los podía contar, no daba tiempo. Exploto dentro de mi, dejando caer su cuerpo contra el mió, sin duda quedo sin fuerza, un instante de flaqueza que muchos hombres tienen después de correrse. Me dio un beso en la espalda y se levanto. Yo quede inmóvil, también necesite un momento para recuperarme de tanto orgasmo incontrolado, el tiempo necesario para que Juan y los dos desconocidos prepararán unos combinados, cosa que yo agradecí, bueno , mas bien mi cuerpo, que estaba sudoroso.
Bebí el primer cubata de dos tragos, lo que tardaron en ponerme otro, salimos los cuatro a la terraza y nos fumamos un cigarro, no había mucho que decir, todos estábamos satisfechos.
Sin más nos despedimos un beso a cada uno y salimos en dirección a nuestro hotel, no nos pasamos por el baile, no teníamos ganas de bailar ya, subimos a nuestra habitación sin pararnos en ningún sitio. Esa vez dormimos abrazados toda la noche.
Un saludo a todos y todas . Ya sabeís continuará (más tarde o más temprano) besos Merche.