Mallorca, a fondo!!!

Una chica sola en Mallorca, y mucha tentación, pudieron conmigo. Historia basada en hechos reales, cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia.

Hace unas semanas mi marido me informó, que a primeros de marzo tenía que viajar a Palma de Mallorca, por asuntos profesionales, se iba a celebrar allí la "Asamblea Anual" de la empresa de construcción para la que trabaja. Algo muy masculino, según él, y donde una mujer no sirve más que para decorar. Mi sorpresa, fue, que me preguntó acerca de mi disponibilidad para acompañarlo, teniendo en cuenta que la mayor parte del tiempo tendría que estar en el Hotel, pero que no le importaba que le acompañara. Por supuesto acepté encantada, podría pasea por Palma y disfrutar de tan hermosa ciudad. Me dijo que para evitar incomodidades buscaría un hotel céntrico y así estar alejado de sus compañeros.

Por fin llegó el día del viaje, al hacer la maleta, me indicó que quería que me llevase ropa subidita de tono, minifaldas y ropa ligera, que le ponía caliente pensar que andaba por ahí enseñando muslamen. Como la predicción del tiempo hacía presagiar que no pasaría frío, decidí hacerle caso. Con una sola condición, no iría vestida de putita hasta llegar a Palma. Un -de acuerdo- , por su parte, zanjó la cuestión.

Tomamos el avión en Alicante, según mi marido los horarios del aeropuerto de San Javier no son de su agrado. La frase más cariñosa que oí fue: -no me gustas con pantalones vaqueros, y eso que tienes un culo que dan ganas de morderlo-, me dijo mientras apretaba uno de mis cachetes.

El viaje fue bien, llegamos al Aeropuerto de Palma al mediodía, bajamos con prisa para coger un taxi en la puerta del terminal. Al pasar por la puerta de unos aseos, le dije

  • Cariño, perdona pero tengo que ir al servicio.

  • ¡Vale! Con mujeres ya se sabe.

Cuando salí del servicio no podía creer lo que veían sus ojos. Conforme a sus órdenes, me vestí en el momento que llegamos a Palma, ¡de putita!, más bien parecía una zorra, una tremenda minifalda vaquera y una camiseta a juego, nada de sujetador, esto último era evidente pues los pezones se marcaban en la camiseta con rotundidad.

  • Vamos, ahora si que voy como tu quieres, ¿No querías que me vistiera de puta? Pues eso, de puta voy.

Mientras decía esas palabras, miró a ambos lado, y aprovechando que el servicio está entrando por un pasillo, y en ese momento estaba vacío, levanté mi minifalda por delante y pudo observar que había "olvidado" ponerme tanga, mis coñito mostraba todo su esplendor, mostrándole como me lo había arreglado para él, con una preciosa tirilla de pelos que asciende del mismo por el pubis.

Mi marido, no habló, creo que no se esperaba mi actuación, y estaba pensando si no se había equivocado llevándome de viaje con él.

Al salir, cogimos un taxi, el taxista muy amable nos ayudó a meter las maletas en el capó y ni mi minifalda y ni mi exhibición de piernas no le pasó desapercibida. El taxista cerro el maletero y se introdujo en el vehículo, mi marido me abrió la puerta de atrás del lado derecho y subí al coche, metí la pierna izquierda, abriendo mis piernas para poder sentarme, el taxista había vuelto la cabeza para controlar que la operación se producía sin más novedad, y se vino a topar con todo mi coñito, a menos de cuarenta centímetros suyos, mis piernas bien abiertas, para cuando pude juntar la piernas y cerrarlas, ya había visto todo lo que tenía que ver. Enseguida entró mi marido, pero nada le dije, el taxista pregunto tartamudeando ostensiblemente donde íbamos, mi marido le indicó el hotel (que callaré por discreción), un bonito y elegante hotel en el centro de la ciudad, que por capricho de mi marido estaba lejos del hotel de la Asamblea, probablemente para poder estar a sus anchas.

El hotel es precioso, muy discreto y con clase, nada más llegar nos fuimos a comer, nada ocurrió novedoso narrable. Al terminar me indicó que tenía que ir a la apertura de la Asamblea, que era la reunión como un cónclave, y de allí no podía salir hasta las 21 horas.

  • ¿Y yo que hago? Pregunté.

  • Pues vete a pasear, toma… Me dio 200 euros, y me dijo cómprate algo, y te das una vuelta por el Paseo Marítimo y el Puerto, te tomas alguna cosa, y ves los barcos los yates.

  • ¡Yo solaaaaaaa!

  • Pues claro, ya sabías que el viaje sería así. Yo vendré a la hora de la cena, espérame en el Restaurante "La Bóveda", tomas un taxi, y coges una mesa, llegaré alrededor de las nueve.

Me hervía la sangre de pensar que me iba a dejar sola toda la tarde, creí que se saltaría alguna de las reuniones.

  • Y así vestida de zorra, ¿no te preocupa que ligue por ahí? Yo sola y la ciudad llena de tíos. ¿Si ligo que hago?

  • Si ligas no seas tonta y diviértete, pero ya sabes que a partir de las nueve eres mía.

A pesar de mi cara de estupor me estampó un beso en los labios y me dejo en el hotel sola. Pensando en lo que me gustaría vengarme de él.

Me fui a pasear, recorrí parte del Paseo Marítimo, justo hasta el hotel donde se realizaba la Asamblea, el Hotel Gran Meliá Victoria, en donde seguro hablarían más de mujeres, que de trabajo, y mientras a mí me dejaba sola y desatendida. Los hombres que se cruzaban conmigo, me miraban de reojo ávidos de deseo, me gustó, pero no estaba de humor para rollos.

A la hora indicada me presenté en el Restaurante, bonito, típico, con una bonita terraza con vistas al mar, hacía un día agradable y me senté en una mesa de la terraza a esperarlo, El camarero pasó varias veces a mirar mis piernas de reojo, hasta que se atrevió a decirme si quería cenar, le respondí que mi marido estaba al llegar, que cuando lo hiciese pediríamos.

Sola en la mesa, con todas las piernas a la vista, cruzadas para no enseñar más de la cuenta, y mirando el horizonte, esa era mi posición, cuando me percaté que dos mesas más allá, había un joven que también estaba solo y que miraba inquieto su reloj, y de paso mis piernas.

Los minutos pasaban lentamente, era las nueve y media, y ya estaba un poco harta de estar sola, me acordé del chico y volví la cabeza para mirarlo encontrándome con su mirada. Él también estaba solo, me quedé mirándolo descara y provocadoramente como intentando leer su pensamiento. Él se sintió incómodo, se armo de valor, se levantó, y, bastante tenso, se acercó a mí diciéndome

  • Perdone que la estuviera mirando así, fijamente. ¡Lo siento¡ Estaba pensando que a ambos nos han dado plantón, por lo que veo. Me preguntaba ¿Si podría compartir con usted la espera?, Así ninguno de los estaría sólo y los minutos serían menos tediosos.

El chico tendría unos treinta años, un metro ochenta, bien parecido, moreno, ojos azules, acento italiano, y vestido a la última. Pensé que no me importaría compartir la cena con él, incluso un par de copas.

  • Sí claro, mejor así. Así no se hará tan larga la espera.

  • Muy bien, dijo mientras tomaba asiento. Me llamo Maurizio Stefano, Maurizio con "z", es un placer señorita.

  • Yo me llamo Mayte, y no soy señorita, sino señora.

  • Siento incomodarla, si cree que no es oportuna mi presencia, me levanto y me voy.

El chico estaba empezando a ponerme, esos modales, ese porte, y ese cuerpo, y encima educado y simpático, podría haberlo encontrado a las seis de tarde, en vez de ahora que venía mi marido.

  • No, no, quédate. Estoy esperando a mi marido, pero no le importará que charle con un desconocido. Incluso agradecerá que no esté sola.

  • Me alegro que su marido sea tan caballeroso, pues, me quedo.

El chico me contó que estaba esperando a un amigo portorriqueño que conoció en un viaje al Caribe, y que se encontraba invitado por él pasando unos días en su casa de verano, y que había ido a comprarse unos vaqueros. Que después de cenar irían de fiesta hasta que el cuerpo aguante.

Me dijo que una chica tan bonita no debía andar sola por ahí, y que le perdonara la osadía pero tenía unas piernas preciosas que no le habían podido pasar desapercibidas.

En ese momento apareció su amigo. Se acercó a nosotros. El portorriqueño era un poco más bajo, con el pelo más largo, sujeto detrás con una cola, de piel blanca pero moreno de sol, bastante guapete, se notaba que era otro niño bien, gente de dinero como Maurizio, con una bolsa de una tienda de modas en la mano.

  • Hola, dijo mientras se sentaba alegremente. Vaya Maurizio veo que no pierdes el tiempo. Seguro que es la chica más bonita de todo Palma, no me la vas a presentar.

  • Sí claro, se llama Mayte. No es un ligue, sino que amablemente se ha dignado a permitir que la acompañe mientras te espero, ella espera a su marido, así que no digas ninguna inconveniencia.

  • Vale de acuerdo, sólo he dicho que es bonita. Me llamo Tomas Ponce, y todos me llaman "Tommy". Dijo mientras se alzaba y me estampaba un par de besos en cada mejilla. Pude notar su suave piel, evidentemente no se había afeitado nunca, debía tener unos veinticinco años.

Nos contó sus avatares con la compra de los pantalones vaqueros. En ello vi aparecer a mi marido.

  • ¡Vaya, mi marido! Exclamé. Mi marido no nos vio y se acercó a preguntar al camarero.

Mientras, ambos se levantaron me dieron la mano, nada de besos, y se despidieron, no queriendo molestar. Cuando Maurizio me dio la mano noté algo raro, no reparé en que era, hasta que el pequeño papel con su número de teléfono cayó encima de la mesa. Mi marido ya iba hacia mí, así que cogí y rápidamente lo guardé en el bolso.

La cena transcurrió sin más novedad.

Mi marido estaba cansado, así que después de la cena, nos fuimos al hotel. No perdió la oportunidad de hacer el amor, y cuando se corrió, sus ojos delataban el cansancio, así que decidimos dormir sin más.

Al día siguiente por la mañana, me quedé sola de las nueve a las trece horas, vi la Catedral y otros céntricos monumentos. Comimos juntos otra vez.

Durante la comida le dije para ponerlo celoso

  • ¿Sabes que ayer ligué? Me invitó a ir de fiesta con él por la noche.

  • Ja, ja, no me lo creo.

  • Es verdad, en el restaurante mientras te esperaba.

  • Podías haberlo dicho y haberme dejado dormir anoche, podías haber salido con él, sabes que te lo hubiese permitido.

  • No, no, con él no, con ellos, eran dos. Y bastante guapos, por cierto.

  • Pues con dos.

  • Claro ¿Y si intentan ligar conmigo?, ¿Y si intentan meterme mano?

  • Pues disfruta, no dices que son atractivos.

  • Si, y mucho, están muy buenos.

  • Pues, haberte ido con ellos. Mientras te devuelvan sana y salva, a mí me parece bien.

  • ¿Y si quieren follarme?

  • Ja, ja, nada de follar, eso es para mí, para eso tengo que darte permiso yo, ¡Recuérdalo!

  • Pues a lo mejor quedo esta tarde con ellos. Si me vuelves a dejar sola, igual les llamo.

  • ¿Cómo?

  • Tengo el número de teléfono de uno de ellos.

  • Venga llámalos, ahora delante de mí. Me voy a reír con esto.

Saqué el papelito. Se quedó de piedra al ver que era verdad.

  • ¿Seguro que quieres qué les llame?

  • Seguro, no te he dicho que les llames, prefiero que estés acompañada que sola.

Marqué el número, sonó el tono de llamada unas tres veces, y Maurizio lo cogió.

  • ¡Pronto! Dijo el italiano.

  • Maurizio soy Mayte.

  • Mayte, ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás?

  • Bien, muy bien, algo sola, por eso te llamaba.

  • Sola no debe estar una mujer tan bonita como tú, ya te lo dije. Cuando tú digas voy a por ti. No permitiré que se marchite tan hermosa flor.

  • ¿Esta tarde te viene bien?… Le dije a bocajarro.

  • Sí claro.

  • ¿A las seis?

  • Sí claro.

  • Quedamos en el hall de mi hotel. ¿Sabes cuál es no?

  • Sí, sí, me lo dijiste, lo recuerdo.

  • Pues nada, quedamos en eso.

  • De acuerdo allí estaré, a las seis en punto.

Colgué. La cara de mi marido era de estupefacción, había quedado con un chico delante suyo, sin ningún pudor.

  • Ves como era verdad, que había ligado.

  • Joder. Dijo…. Has quedado con él.

  • Eso querías no, pues si he quedado.

  • ¿Y que piensas hacer?

  • Lo que tú has dicho, dar una vuelta por ahí, tomar una copa, y dejar que piense que puede meterme mano. Si lo hace igual le doy alguna alegría, y para el hotel de nuevo.

  • Vale, espero que sólo sea alguna alegría. No se te ocurra ir más lejos.

  • No, no, sabes que no lo haría. Es sólo un desconocido amigo.

  • Vale.

Ya no hablamos más del tema, mi marido tenía que irse a su reunión a las cinco, pero aguantó hasta las seis bajo la excusa de conocer a mi acompañante y quedarse tranquilo.

Para ir poniéndolo malo, me vestía aún más provocativa que el día anterior, la minifalda era aún más corta, ya casi no hacía falta moverse mucho para que se me vieran los cachetes del culo por detrás. Esta vez me puse tanga. Y una camisa desabrochada más allá de lo permitido, claro está sin sujetador, de forma que estratégicamente situado se me podía ver parte del pecho.

  • ¡Serás puta! Me dijo, cuando me vio como me vestía.

  • No soy puta, cariño. Es para alegrarlo. Póbrecito que pueda disfrutar algo la vista.

  • Pues no decías que debía ser rico, ahora es "póbrecito". Y no decías que es muy guapo, le sobrarán las tías no. A ver si ahora no vale mucho.

  • No, no, está muy bueno ya lo verás. Tengo que ir preparada para que pueda deleitarse conmigo ¿no?

  • Al final te va a meter mano, seguro.

  • No, no, eso no le dejaré. ¿Tú quieres? Si me lo permites, por mi encantada

  • ¡No!

  • Pues entonces nada de sobar.

A las seis me encontraba en el impresionante hall del hotel en compañía de mi marido esperando a Maurizio. Como persona educada, que parecía, llegó a la hora exacta.

Cuando lo vi entrar casi me da un vuelco el corazón. ¡Pero qué bueno que está el tío! ¡La madre que lo parió! Sentí una leve humedad inmediata en la tanga.

Se acercó a mí solicito y me beso la mano, cual caballero medieval. Mi marido lo miraba estudiándolo, valorando el peligro, que era mucho, por cierto.

  • Señor…., Me llamo Maurizio.

  • Y yo Marcelo, dijo mi marido. (No sé por qué dijo eso, no se llama así). Aún no me ha querido explicar por qué dijo ese nombre.

  • ¿Tiene usted algún inconveniente en que acompañe a su mujer esta tarde, mientras espera su vuelta al hotel?

  • No, no, como comprenderá ya le di permiso antes de que le llamará a usted…. Por la cara que ponía, y conociendo a mi marido debía estar pensando algo de este estilo… ¡Joder que refinada estaba siendo la conversación! ¡Maurizio el "Refinado"¡ ¡Este debe ser maricón!

  • Entonces, ¿nos vamos, bella dama?. Con su permiso Sr. Marcelo.

  • Sí, sí, iros, que voy a coger un taxi y me voy a la Asamblea.

Mi marido me dio un pico en la boca, y me dijo adiós, saliendo a la calle a coger su taxi.

  • Bueno ¿dónde vamos?

  • Pues aquí mismo en esta calle hay una cafetería de "ambiente" que está divina y a esta hora estará muy tranquila.

Mientras lo decía entró por la puerta Tommy, ya no me acordaba de él.

  • Hola, me dijo con un nuevo par de besos…. ¿Ese con el que me he cruzado es tu marido?… Me dijo.

  • Sí, sí, es él.

  • Me lo suponía. Me encantan los maridos así tan complacientes.

Nos fuimos al bar de "ambiente" efectivamente era una cafetería preciosa, con muy poca luz, casi vacía, sólo dos parejas de chicos haciéndose arrumacos en una esquina de la barra y nosotros tres, nunca había estado en un bar de este tipo.

Pedimos una copa de champán, mientras hablábamos de tonterías. Luego otra. Maurizio pidió directamente una botella, y comenzó una nueva ronda. Cada vez decía más tonterías y veía a mis anfitriones más borrosos. Otra copa. Y otra botella, esta vez a la pidió Tommy. Había perdido la cuenta de las copas que llevaba, debían de ser las siete y media.

Se me había pasado una hora y media muy rápido. Yo ya me apoyaba en la barra para evitar un mal movimiento y caer. El bar comenzaba a llenarse de chicos gays, y de alguna chica que parecía lesbiana.

Maurizio comenzó a abrazarme de una forma muy cariñosa para acercarme a su oído y que le escuchara, y yo me acurrucaba dentro de sus brazos. El tema de conversación eran sus aventuras sexuales. Me estaba poniendo muy caliente con la conversación y con la bebida. Mientras Maurizio me hablaba noté una mano en mi muslo, rozándome con sus dedos suavemente, intuí que sería Tommy, pensé, que menos mal, empezaba a pensar que iban a ser maricas los dos.

La mano, estuvo durante un minuto acariciando mis muslos, y comenzó a subir, poco a poco, muy lentamente, tan lentamente que me inquietaba y me producía ansiedad el deseo de que alcanzara mi culito de una vez por todas.

Cuando por fin paso el bajo de mi minifalda, comenzó a redondear y darle forma a mi culo, comenzó a sobarme un cachete de forma lenta y pausada, y después a apretar uno u otro indistintamente, luego comenzó a meter sus dedos buscando mi ano, aunque el hilo de la tanga se lo impedía.

Tommy miraba con los ojos muy abiertos a Maurizio, el cual se percató de lo que pasaba, y me acercó a él, tomó mi cara y me intentó besar, le dije que no, no le daría besos se lo había prometido a mi marido, así que optó por rozar con sus dedos mis ya erectos pezones, para arriba para abajo, por encima de la tela, arriba, abajo, arriba abajo. Me estaba poniendo muy muy caliente.

El personal del bar estaba a lo suyo, y no se fijaban, o al menos yo no me enteraba que lo hicieran en mí, Maurizio desabrochó un botón de mi camisa, y otro, y otro, y otro, quedando la camisa sólo sujeta por la cintura, así que no tuvo que meter la mano, sino que corrió la camisa como una cortinilla y sacó todo mi pecho derecho fuera. Lo miró tranquilamente, lo apretó para valorar, y después bajo su cara, lamiendo mi pezón, luego lo chupó y por fin comenzó un sinfín de mordisquitos.

Mientras Tommy se iba envalentonando, se agachó y tiro de mi tanga hacia abajo, lo hizo rápido para que no se percataran los clientes del bar, me ayudó a levantar una pierna, luego la otra, sacándomela y dejándome con el coñito al aire, rápidamente se la metió toda mojada, en el bolsillo del vaquero, luego pasó una de sus manos por delante de mi cuerpo acariciando mi pubis, se entretuvo en los pelos, y bajó hacia el coñito, cuando tocó mi clítoris salté como por un resorte, y gemí, abrí la boca, y Maurizio aprovechó para poner su boca sobre la mía y meter su lengua dentro de mi boca, tapó además el sonido de mi quejido de placer ante tanta caricia, sino creo que cualquiera podría haberlo oído. A estas alturas creo que todos los clientes se daban cuenta de lo que pasaba. Tommy bajo de nuevo los dedos hasta mi coñito los metió y los mojó de mis fluidos, una vez húmedos, los restregó con maestría por toda mi almejita, poniéndola a mil.

Maurizio me dijo al oído

  • Oye por qué no vamos a un sitio más discreto.

  • Vamos a los aseos, propuso Tommy.

  • No, no, por favor a los aseos no. Me da vergüenza y algo de asco. Parecéis chicos educados y de buena familia, no me llevéis allí. ¡Por favor!

  • Entonces donde podemos ir.

  • Podemos quedarnos aquí, ¿no?... Repuse.

  • No, aquí no, queremos follarte, no te vas a ir de Palma sin que te follemos, supongo que en eso pensabas cuando nos has llamado. Así que vamos a complacerte.

  • Me gustaría, pero le prometí a mi marido que no follaría. Así que no follaremos.

La cara de decepción de ambos, era evidente. Tommy además comenzó a mostrar cierto enfado por la negativa a ser penetrada.

  • Yo creo que debemos llevarla al hotel, que se arregle para cuando vuelva su marido, no vaya a tener problemas con él… Al decir esto Tommy, me quedé dudando si quería librarse de mí por no acceder a sus deseos o era de verdad un pensamiento positivo para evitarme problemas. Tanto por una razón como por otra, agregué

  • Sí, yo también creo que será lo mejor. Arreglé mi poca ropa como pude. No le pedí el tanga a Tommy para que lo conservara como trofeo, e hice ademán de dirigirme a la puerta del pub.

Maurizio me siguió mientras Tommy pagaba las consumiciones.

El hotel estaba muy cerca, en la misma calle. Como despedida, me cogieron de la cintura y se pasaban el uno al otro mi cara, comiéndome la boca uno y luego el otro. La gente que paseaba por la calle miraba un tanto escandalizada. Un poco antes de llegar al hotel. Maurizio me empujó suavemente dentro de un portal, y metió su mano debajo de mi falda repasándome el coñito, luego llevó la mano a la nariz y dijo

  • Sólo quería que quedara tu olor en mí. Así podré olerte toda la noche, no me lavaré las manos. Eso me puso bastante caliente, me notaba muy húmeda.

Llegamos al hotel, entraron y me acompañaron hasta el hall. Me acerqué a recepción y pedí la tarjeta magnética diciendo el número de mi habitación al recepcionista. Me la dio, y entonces sin mirarme a los ojos, como despreocupado, pero sabiendo que me interesaba la noticia, me dijo

  • Señora, su marido ha llegado hace un ratito. Está en la habitación.

Evidentemente se había dado cuenta de que mi situación era comprometida y su aviso me era de mucha utilidad. Entré corriendo en el aseo cercano a la recepción, y me arreglé lo mejor que pude ropa y pelo, me pinté un poco, y me eché algo de perfume, salí en dirección al ascensor. No llegué a él, al volver la cabeza para comprobar si estaban aún Maurizio y Tommy en el hall, observé que mi marido estaba con ellos, departían tranquilamente como si nada.

Me acerqué con algo de temor, ¿de qué estarían hablando?

Maurizio contaba que me había portado muy bien con ellos, y que les había dejado un grato recuerdo, el muy cabrón lo decía mientras pasaba de forma descuidada la mano que me había metido en todo el coñito por su nariz, y la olía como quien no quiere la cosa, mientras me miraba fijamente a los ojos.

  • Vaya mi mujercita, por fin… Acababa de decir mi marido.

Le di un besito en los labios. Y le dije que lo había pasado muy bien, que si nos íbamos a ir ya a cenar.

  • No, no, aún no. Están contándome que habéis pasado un rato muy simpático en un bar de "ambiente", ¿te lo has pasado bien?

Me ardía la cara, no sabía que le habían contado a mi marido y me sentía estúpida sin saber que decir para no quedar como una mentirosa.

  • Sí, sí, me lo he pasado bien, son unos buenos chicos y muy simpáticos… Dije comprometida.

  • La verdad es que hemos venido antes por que Mayte estaba algo bebía y… muy caliente, y la cosa se nos estaba yendo de las manos. Añadió Tommy…. Se me heló la sangre de las venas. Mi marido parecía incluso divertido, aunque yo dudaba si había entendido que quería decir, si el calentón era de la bebida o de mi cuerpo, eso de bromear con que le ponga los cuernos es una cosa y que sepa que habíamos tenido fiesta, y que por poco se nos va de las manos, es otra.

  • Y… ¿cómo estaba de caliente, mi mujer? Preguntó curioso.

La respuesta me dejó de piedra.

  • Caliente es poco, ardía, tenía los pezones de punta, el coño caliente, abierto, húmedo como una piscina, aún guardo su olor en mi mano. Mira… ¡huele!... Dijo mientras acerca la mano a la nariz de mi marido, y este sin dudarlo olía el aroma tan conocido de mis flujos vaginales.

Me daban mareos, no esperaba una situación así, y una conversación semejante.

  • ¿Entonces para qué volvíais al hotel? Si la cosa iba tan bien y tanto disfrutabais.

  • Pues ella decidió que no quería ponerle los cuernos a usted, según dice le había dado su palabra. Esa es la razón de volver al hotel. Yo por mi parte, tengo otra razón, quería ver si tenía suerte y le encontraba, a fin de poder pedirle permiso para follárnosla.

¡La madre que lo parió! Casi me muero, me faltaba el aire. ¡Joder con el tío! Y eso que era un "refinado petimetre". Había tenido la osadía, los santos cojones, de decirle a mi marido en sus morros que quería follarme con su permiso en el hotel. Ahora si que mi temperatura era superior a la media, estaba horrorizada, pero también caliente de forma brutal.

  • Si ella quiere por mí no va a haber problema…. Señaló mi marido, con total naturalidad.

  • Pues entonces voy a preguntarle a ella…. Mayte, ¿por qué no subimos juntos a tu habitación y tenemos un rato de sexo mientras tu marido y Tommy se toman algo en el bar del hotel?

Miré a mi marido y su cara era inexpresiva. De pronto me sonrió dulcemente y me dijo

  • Espero que no los veamos más a ninguno de los dos en la vida. Así que por mi parte prometo no enfadarme si subes con ellos, siempre que eso sea lo que quieres. Sabes que siempre me ha atraído la idea de que me hicieras cornudo, aunque estoy seguro que prefiero no verlo. Así que haz lo que quieras, si ese es tu deseo, fóllatelo, y tan feliz. ¡Ah! y una recomendación, si subes deberías subir con los dos, el pobre Tommy, no tiene culpa, y es un poco ofensivo, yo me quedaré tomando algo en el bar, no me da miedo quedarme solo, eso sí debes bajar antes de las nueve que nos vamos a cenar. ¿Vale?.... Sin esperar mi respuesta, me dio un amoroso beso en la boca,… No me respondas, continuó debes estar deseando que te follen estos chicos y lo entiendo. Quiero que sepas que te quiero y me apetece que corras una aventura, que la recuerdes durante muchos años, y cuentas con mi permiso para que no tengas problemas de conciencia….. Dicho esto entregó la tarjeta magnética de la habitación a Maurizio, dio media vuelta, y con total naturalidad se dirigió hacia el bar del hotel, perdiéndose por el pasillo y entrando en la cafetería.

Maurizio dijo….

  • Vamos para arriba, cariño… No fue una pregunta, casi era una suave orden.

Sin darme posibilidad de elegir, me cogieron ambos, cada uno de un brazo, y me acercaron al ascensor, sin yo pronunciar palabra, ante mi desconcierto. Sacando alguna fuerza de voluntad, intenté soltarme de sus brazos. Sólo conseguí que me apretaran más fuerte.

  • No te resistas. Te vamos a follar. No lo dudes. Así que déjate llevar.

Eso hice, me dejé llevar hasta el ascensor.

Si pude fijarme que el recepcionista se había enterado de todo, me miraba con lujuria, sus ojos delataban querer estar en el lugar de cualquiera de mis dos amigos.

Llegamos a la puerta de la habitación, y Maurizio la abrió, yo seguía callada. Deseando estar con los dos pero desconcertada por los acontecimientos.

Nada más entrar, me hicieron de nuevo un sándwich uno por delante y el otro por detrás, estaban desando hacerme suya, sus manos tocaban lo que querían de forma desordenada y sus bocas me llenaban de besos, y de mordisquitos, me comían la boca y me mordían los labios.

  • ¡Desnúdate puta!... Dijo Maurizio. No podía estar más caliente, me extrañó en él la palabrota, pero me encantó que me trataran como una puta. ¿Acaso no lo era?

Aún así seguía inerte y no me desnudaba, así que optaron por tirar de mi camisa llegando a arrancarme un botón, jaló mi minifalda hacia abajo, y quedé desnuda en sus manos, otra tanda de repaso, de sobo, de sus manos, apretando mis pechos, pellizcando mis pezones, repasando mi coño, metiéndome sus dedos, poniendo muy duro mi clítoris, todo ello duro un buen rato.

Maurizio se apartó y me dejó en manos de Tommy necesitaba espacio para desnudarse. Tommy materialmente me tiró sobre la cama, luego se acercó y abrió mis piernas totalmente, mi coñito húmedo, hinchado, caliente, palpitante, se mostraba todo para él, a su merced, acercó su cara, su boca, y metió su lengua en él, sorbió mis fluidos, comenzando a subir y bajar la lengua por todo los labios vaginales, cuando llegaba al clítoris se entretenía lamiendo con la punta de la lengua. Me estremecí de gusto, me volvía loca.

  • ¡Qué coñito tan rico! ¡Qué sabor tan gustoso tiene! ¿A qué tu marido le encanta comértelo?… Me decía. Pensar en mi complaciente marido que estaría tomando su famoso gintonic, sabiendo que a su mujercita la estaban follando dos guapos muchachos, me hacía arder de deseo. Es verdad que a mi marido le encanta mi almejita, comerla y saborearla.

Maurizio ya estaba desnudo. Tocó en el hombro a Tommy y le pidió que le dejara sitio, lo que daba tiempo a que este se desnudara a su vez, lo que hizo a gran velocidad.

Maurizio se sobaba la polla, sin duda pensando en lo bien que se lo iba a pasar follándome, mientras miraba mi cuerpo desnudo con las piernas abiertas, con el coño rezumando y esperando ser penetrado. Desnudo aún estaba más bueno, su polla era normal, yo diría que incluso más pequeña que mi marido, de un tamaño aceptable, no me cabía duda de que me lo iba a pasar de muerte cuando me penetrara.

  • Se colocó encima de mí, estaba claro que iba a lo que iba, apuntó con su polla ya dura hacia mi entrepierna, el coñito se me debió abrir sólo de las ganas que tenía de ser follada. Le dije

  • Por favor, fóllame de una vez, no puedo más, métemela toda, necesito que me folles.

Nunca había dicho eso a nadie que no fuera mi marido.

Puso su polla en la entrada de mi rajita y dejó caer su cuerpo sobre mí, la polla empezó a abrir mis carnes, y penetrar en mi cuevita prohibida para otros hombres hasta hoy, poco a poco, el camino, con tanto calentón estaba hecho y preparado, no tuvo que parar, entró entera dentro de mí, sacándome un quejido de placer. Comenzó entonces un baile de mete y saca llenándome de pollazos. De pronto noté algo que me daba en la boca, era Tommy, desnudo, de rodillas sobre la cama, me ofrecía su polla dándome golpecitos con ella en la boca para que la chupara.

La polla de Tommy era preciosa, vamos hermosa, gorda, larga, con un gordo glande, que estaba diciendo ¡Cómeme!, sin dudarlo empecé a mamarla, restregando mi lengua por todo el pollón, arriba y abajo, y parándome en el glande, aunque como estaba de lado no podía metérmela bien a la boca.

Maurizio seguía a lo suyo, yo ya estaba a punto de correrme, pero él fue más rápido.

  • No puedo más, me corro, no puedo más, me corro, ahhhhhhhhhhhhh…… de pronto sentí su estremecimiento, y como comenzaba a inundar de semen mi coñito, mientras me daba los últimos pollazos, estaba claro que se estaba corriendo dentro mío, a mi me había faltado muy poco para correrme, aunque me había encantado poder follármelo.

Después de un minuto dentro de mí, sacó su polla bastante flácida, y le dijo a Tommy

  • Sigue tú, yo ya no puedo más.

Cambiaron de lugar, y mientras Maurizio me acercó la polla a la boca para que con mi lengua la dejara reluciente, su amigo enfiló mi coñito. Miré para abajo, y me estremecí, pude comprobar aún mejor la tremenda polla que iba a entrar en mí, nunca me habían metido algo tan gordo y me daba miedo, aunque el deseo era más fuerte, tanto que estaba a punto de suplicar que me traspasara con ella cuando...

Por fin, colocó su polla en mis labios vaginales, y apretó con suavidad. A pesar de haber sido ya follada, no entraba así como así debido a su grosor, por lo que comenzó a ir marcha atrás y adelante, mojando la punta para que abriese camino, una y otra vez, con inmensa paciencia, mi coñito se abría muy poco a poco, llegué a pensar que no conseguiría meterla toda, pero con paciencia, al final entró toda dentro. Me sentía llena, no quería ni que se moviese, solo con la presión de su polla en las paredes vaginales tenía bastante, sentía que me venía el orgasmo, me venía, me venía, me iba a correr, ¡Madre mía!... grité,… ¡Me cooooooorrooooooo!, mis gritos debían de oírse por todo el hotel, supongo que hasta mi marido se enteró. Que polvo sensacional, estaba loca de contento. Aunque Tommy seguía dándome pollazos como si nada, lo que acrecentaba mi orgasmo, el roce de su polla por mi clítoris me estaba volviendo loca, quería que parara y que siguiera al mismo tiempo, aunque sabía que iba a hacer lo que quisiera, durante dos minuto siguió follándome, de pronto tuve otro orgasmo más, otro grito de placer inundó la habitación, esta vez Tommy tapó mi boca para que no escandalizara.

Tuvo un estremecimiento y otro, y otro, como si no acabara nunca el orgasmo, al mismo tiempo seguía recibiendo tremendos pollazos, sus testículos rebotaban en mi culito, otra vez, y otra, y otra, notaba como su semen me llenaba, no era una corrida normal, era una inundación que estaba acaeciendo dentro de mí, como si me hubieran puesta una manguera de leche directa a mis entrañas, la lechita se me salía por los lados del coñito y ya mojaba la cama, mis muslos tenían restos de semen y aún no había sacado su polla de mí, durante un buen rato estuvo corriéndose mientras ponía cara de gusto y de vez en cuando mordía mis labios. Acercó su boca a mi oído y me dijo.

  • ¡Qué bien me he corrido! ¡Eres la tía más puta y más golfa que he conocido nunca! ¡Eres un putón, nunca he conocido una tía que sea tan zorra!

Tommy sabía que esas palabras me gustarían y me harían gracia, como así fue, para nada me enfadaron, ya que me follan prefiero quedar como puta que como tonta.

Se hacía la hora de irme con mi marido a cenar. Se levantaron, se vistieron, todo fue muy rápido les despedí con un ¡Hasta siempre!, intentaron quedar en llamarnos por teléfono, pero les dije que nunca más volveríamos a vernos. Les di un piquito a cada uno y les despedí en la puerta de la habitación, completamente desnuda, menos mal que no pasó nadie, me hubiese encantado que alguien me hubiese visto así, para que todos se enteraran que había follado con los dos.

Me vestí, me puse muy guapa, otra vez muy corta con un vestido de cóctel, muy corto, y por supuesto sin tanga, como quiere mi marido y baje a buscarlo.

Seguía en el bar tomando su gintónic, y hablando con el camarero.

  • ¡Hola cariño!..Me dijo… ¿lo has pasado bien?

  • Sí mi amor, ha sido increíble, gracias por ser tan bueno conmigo.

  • No me des detalles que me pongo muy celoso. Me basta con saber que te han tratado bien y has disfrutado.

  • No lo dudes cariño, ambas cosas han sido así.

  • Pues vamos a cenar… Se levantó y me cogió del brazo llevándome hacia la puerta del bar del hotel. Pasamos por la recepción, al llegar a la altura del baño me dijo...

  • Espérame un segundo voy al servicio. Y se fue al aseo, el mismo al que entré antes para arreglarme, cuando llegué al hotel.

El recepcionista me miró con cara que se le podía leer el pensamiento ¡Pero qué puta es esta tía!, A pesar de ello, se había portado bien, advirtiéndome de la presencia de mi marido, pensé en agradecérselo, pero ¿Cómo?… Dejé caer el bolso en medio del hall, enfrente, enfrente del recepcionista, quedándome mirándolo fijamente. El chico salió solicito y disparado a cogerme el bolso.

  • No, no, le dije mientras cogía su mano…Tu no debes cogerme el bolso, se me ha caído a mí, tú debes sentarte aquí, quiero agradecerte el aviso de antes, te has portado muy amable conmigo… Dije mientras le sentaba en uno de los sillones del hall.

Una vez sentado, me puse de espaldas a él, muy cerca de su cara y doblándome por la cintura, cogí mi bolso del suelo, muy despaaaaaacio. Mi vestido se levantó por detrás a medio culito, y mi almejita cobró vida a través de mis piernas. El recepcionista abría los ojos como platos. Mi coñito todo gordito, después de tanta pelea, rosadito, estaba a menos de diez centímetros de su cara, debía de estar sufriendo y reprimiendo sus ganas de lamerlo. Cuando terminé de incorporarme salía mi marido del servicio, puso una cara rara al ver al recepcionista a mi espalda sentado, pero no entendió la situación.

Se acercó a mí, saludo al recepcionista, que estaba tan impactado que ni se levantaba ni hablaba, me cogió del brazo y salimos a pedir un taxi.

  • Cariño ¿me quieres?... Pregunté, después de tanto lio necesitaba oírlo.

  • Te quiero tanto o más que nunca, no tengas dudas te has portado bien, eres una verdadera mujer, y me siento orgulloso de que seas la mía.

  • Gracias cariño.