Malika de Torremolinos II

Sigue la historia

Soy otra vez Malika, de Torremolinos, y antes de nada quiero recordar un relato anterior donde relaté como Alvaro, mi marido, me convirtió en una puerca de lo más exhibicionista y como consiguió emputecerme ofreciéndome a su hijo Alberto, de 18 años, el día de su cumpleaños para que me montase y se estrenase como macho. Como recordaréis, soy marroquí, acabo de cumplir 37 y hace diez que me casé con Alvaro, del que tengo un hijo de año y medio. Desde que mi hijastro se estrenó conmigo, tengo dos machos sementales en casa y ni una sola vez me falta la dosis diaria de caña muy dura.

Mi marido tiene 45 años y debido a su trabajo de agente comercial, está un par de semanas al mes fuera de casa y cada vez que tiene que viajar no se olvida nunca de decirme que me deje cubrir por su hijo para que pueda descargar todos los días y no se le acumule demasiada cuajada en los cojones.

Los días que mi trabajo de secretaria me lo permite, voy a recoger a Alberto a la salida del instituto, ya que me ha dicho que le encanta presumir de madrastra putonga delante de sus amigos. Hace un par de semanas salí de marcha con ellos y terminé dejándome cubrir por todos, aunque lo que pasó fue tan fuerte que prefiero contarlo en unapróxima ocasión.

Siempre voy vestida tal y como me tiene ordenado mi marido, casi siempre con minis extremadamente cortas, aunque a veces me pongo mallas o shorts de los que se usan en el gimnasio. Pero eso sí, nunca llevo bragas ni sujetador. Suelo esperar a Alberto en la acera de enfrente, apoyada en el coche, mientras me fumo un cigarrillo y con la vestimenta que llevo, soy el centro de atención y de las miradas de los chicos que van saliendo del instituto.

El último viernes Alberto, al salir, tiró la mochila en el asiento trasero, arranqué el coche y mi hijastro, tocándose el paquetón, me dijo:

  • ¡Llevo aguantando toda la mañana con los cojones a reventar y necesito que me saques una buena carga de leche!

Le pregunté si quería que fuésemos al pinar cercano, como solemos hacer, pero me contestó:

  • ¡Tengo unas ganas locas de montarte, así que es mejor que me hagas una paja rápida de camino a casa!

Nada más abandonar los alrededores del instituto, Alberto aprovechó una pequeña caravana de coches para pegarme un morreo con lengua que me limpió toda la boca. A continuación le saqué la polla y los cojones por la bragueta, comprobando que la tenía absolutamente dura, soltando baba. Como pude comencé a machacársela con la mano derecha mientras conducía con la izquierda, soltándole la verga solo para cambiar de marcha. En vez de atravesar el centro de Torremolinos, cogí la circunvalación para poder cascársela bien, sin interrupciones. Se la pajeé como yo sé, con mucha fuerza y frotándole el capullo con el dedo pulgar durante un buen rato, lo que hizo que gritase:

  • ¡Para puta, que me voy a correr y quiero que te lo tragues todo... pélamela despacio y en el próximo semáforo me la machacas con las dos manos a lo bestia hasta que me la arranques!

En el semáforo de entrada a nuestra urbanización, le cogí el pollón, de 22cm que tiene, con las dos manos, una arriba y otra abajo, a lo largo de la caña y le pegué unos arreos fortísimos, a punto de arrancarle el pellejo.

Alberto pegó un grito y sin yo esperarlo, me agarró de los pelos agachándome la cabeza para que se la chupara. Cuando noté la primera descarga le estrujé fuertemente los cojones para que lo echase todo y no tardó nada en llenarme la boca de semen.

De pronto comenzaron a pitarnos los coches que nos seguían, ya que el semáforo estaba en verde, y tuve que arrancar rápido diciéndome Alberto que no me lo tragase todavía.

No estoy segura pero creo que los ocupantes del coche que teníamos detrás se dieron cuenta de todo y eso me produjo un gran morbo.

Nada más aparcar frente al chalet, Alberto me besó aprovechando que no había nadie cerca y entre los dos nos fuimos tragando toda la cuajada que yo guardaba en la boca. Entramos en casa y Alberto me arrastró del brazo a mi habitación, ya que su padre le ha dado permiso para que me cubra cuando le apetezca en la cama de matrimonio. A estas horas, por suerte, mi hijo está en la guardería y no tengo el problema de despertarle con mis gritos y berreos ya que, cuando me meten caña, formo una escandalera increíble. Desde que Alberto se estrenó conmigo, tomo pastillas para que no me dejen preñada ya que mi marido quiere que los machos me jodan si condón porque así les da más gusto.

Nos desnudamos con rapidez y mi hijastro me hizo arrodillar comenzando a follarme la boca mientras me sujetaba la cabeza por los pelos. A cada pollazo me la metía hasta los huevos, llegándome la punta a la garganta y, conforme se le iba hinchando, me era más difícil chupársela. Cuando la tuvo toda tiesa, me tiró tanto de los pelos que me saltaron las lágrimas corriéndoseme todo el rimel y provocándome varias arcadas. Me tiró en la cama, boca arriba, y me montó a lo bestia pegándome unos bombazos durísimos, lo que hizo que yo cruzara las piernas en su espalda. Los muelles de la cama parecían romperse y a cada pollazo se oía el sonido seco de sus cojones al golpear en mi culo.

Me estuvo montando casi media hora, durante lo cual me corrí dos veces antes que terminara vaciándose dentro de mi coño. Alberto demostró lo semental que es echándome tres polvos en total, pero me dijo que no me lavase por lo que, como de costumbre, volví al trabajo por la tarde con el coño rezumando semen y pasé el tiempo recogiéndome con los dedos y tragándome la lefa que me iba corriendo por los muslos. Así es como dejo que mi hijastro me monte y se vacíe casi todos los días al salir del instituto, para que no se le acumule demasiada cuajada en mis cojones. La siguiente experiencia que quiero relatar, ocurrió hace un par de semanas. Como digo, yo trabajo de secretaria en una agencia inmobiliaria cuyo jefe, Carlos de 41 años, es amigo de mi marido. Alvaro, mi marido, que es un voyeur y un cabrón, fue el que me convirtió en una exhibicionista ya que le encanta que su mujer vaya de calientapollas a la oficina.

El sábado por la tarde, mi esposo me dijo que había quedado con Carlos y con Chema, un joven de 30 años, que es el abogado de la inmobiliaria, para salir de copas por Málaga.

  • Quiero que nos acompañes para putearte un poco - me dijo y luego me ordenó - Y ponte muy guarra, como siempre.

Me puse un minivestido celeste, por supuesto sin bragas ni sujetador, que ni siquiera me tapaba el culo, unos pantis transparentes, abiertos por el coño, y sandalias altísimas de tacón. Para no formar el escándalo por la calle, me puse una chaqueta azul oscuro, una cuarta más larga que el vestido. Al salir, Alvaro me abrió la chaqueta y le preguntó a su hijo, sonriendo:

  • ¿Qué te parece como va esta noche?

  • ¡Menuda puta está hecha! - le respondió Alberto - ¡Con lo tímida que era cuando la conociste y lo que le va la marcha ahora!

Alberto se quedó en casa, cuidando a mi hijo, y mi marido me llevó a un disco-pub bastante tranquilo cerca de La Alcazaba. En un reservado del fondo esperaban Carlos y Chema. Alberto debió de haberles hablado de mí antes ya que les dijo:

  • ¡Aquí tenéis a la guarra de mi mujer como os prometí, podéis hacer con ella lo que queráis!

Mi marido y yo nos sentamos frente a ellos y me abrí la chaqueta.

Como estaba de espaldas a la barra y el camarero atendía otras mesas, Alvaro me dijo:

  • ¡Descálzate rápido y pon los pies en la mesa, abriendo las piernas, para que puedan verte bien el coño!

Lo obedecí y los dos machos se quedaron embobados mirándome el coño que tengo, con tanto pelo que me sube por la raja del culo.

  • ¡Qué higo tiene la muy guarra! - exclamó Carlos - ¡Enhorabuena Alvaro, que suerte tienes! ¿De donde la has sacado, cabrón? ¡Si mi mujer fuese la mitad de puta que la tuya me conformaba!

Tuve que bajar los pies con rapidez ya que se acercó el camarero y aprovechando que estaba tomando nota de nuestras copas, Carlos me sacó a la pista a bailar lento. En la penumbra había varias parejas y mi jefe me abrazó como si fuésemos dos enamorados. Con disimulo, me metió la mano por dentro de la chaqueta con lo que podía sobarme sin que se notara mucho. Me magreó fuerte las cachas del culo y me comió la boca con lengua diciéndome al oído:

  • ¡No sabes Malika, las ganas que te tenía desde hace tiempo, eres la secretaria más puta que he tenido y ya me ha contado Alvaro que vas a la oficina a calentar pollas con la mini y sin bragas por orden suya!

Yo me limitaba a sonreír, dejándome sobar hasta que Carlos comenzó a frotarme con los dedos en la pipa. Aquello me encantaba y comencé a suspirar cada vez más fuerte junto a su oído, hasta que me vino el gusto y tuve que morderme fuerte el labio para no gritar. Se me nubló ligeramente la vista y se me aflojaron las piernas, con lo que Carlos tuvo que sujetarme para que no me cayera al suelo. Al terminar el tema musical, volvimos al reservado y Carlos le dijo a mi marido:

  • ¡Que putísima es tu mujer, Alvaro, la he hecho venirse y se ha meado de gusto... mira como me ha dejado la mano... chorreando, la muy guarra!

Mi jefe se chupó los dedos y Chema cogió el relevo, sacándome a la pista. Se pegó el lote también y al igual que su amigo, consiguió que me corriese.

De vuelta a la mesa, dijo:

  • ¡Vámonos a mi apartamento y allí tranquilos, nos tiramos a esta puta, que me duelen los huevos de lo hinchados que los tengo!

Nos acabamos las copas y subimos al coche, dirigiéndonos al picadero de soltero de Chema. Mi marido se puso al volante y yo me situé detrás con Carlos y Chema que se pasaron todo el trayecto besándome y metiéndome mano. Nada más entrar en el apartamento, me desnudé y Chema le cedió a Carlos el honor de montarme primero.

  • Podéis joderla sin condón y correros dentro de ella ya que toma pastillas - les dijo mi marido.

Mi jefe me llevó a la habitación y me hizo chupársela hasta ponérsela dura. Entonces me tumbó en la cama y me la metió en el coño, iniciando una lenta follada. La verdad es que Carlos no aguantó nada y se corrió a los cinco minutos. Con Chema, sin embargo, fue distinto. Se portó como un cabrón, follándome muy duro y aguantó más de media hora. Yo no tardé nada en comenzar a berrear como una cerda y pude oír las risas de Carlos y Alvaro desde el salón. Cuando Chema me avisó que se venía y noté los cañonazos de semen golpear en las paredes de mi coño, me corrí de nuevo, casi al mismo tiempo. Mientras que ellos brindaban por la noche de juerga, yo me vestí de nuevo y al aparecer en el salón, mi marido me subió la mini y vio los churretones de semen que me resbalaban por los muslos.

  • ¡Así me gusta, guarra, que sientas el semen de mis amigos en tu puto coño! - exclamó.

Al despedirnos, Chema y Carlos felicitaron a mi marido por tener una mujer tan putísima y guarra.

De vuelta en el coche, Alvaro se entretuvo en recogerme con el dedo los goterones de semen que me salían del coño y me los daba para que me los tragase. Nada más llegar a casa, mi marido le dijo a Alberto:

  • ¡La muy puta viene con el coño chorreando semen, primero me la tiro yo y después lo rematas tú!

Los dos me montaron duramente una hora, mas o menos, y se vaciaron dentro de mí, no dejando que me lavara hasta el día siguiente para que notase durante toda la noche aquella mezcla de cuajada de diferentes machos.