Maleni

Relato sobre disciplina doméstica entre madre e hijos, muy habitulal hace 40 años y para muchos de nosotros muy excitante, además contiene fetichismo de zapatillas y zapatillazos, debería de ponerlos en la seccion de spanking pero al no existir lo pondré en Dominación

MALENI

Maleni era una mujer muy guapa, medía 1,60, pelo moreno liso a media melena, ojos color marrón oscuro muy bellos y expresivos, labios carnosos y apetecibles, culo respingón y dos pechos bien grandes ( 130 cm .); se casó a los 19 años, una edad normal para la época (1976) y tenía dos hijos a los que adoraba.

Nos situamos años más tarde. Su hija Alejandra es una chica muy independiente para su edad, buena estudiante pero muy rebelde, Javier es el peque de la casa, es bueno, cobarde y madrero, aunque Maleni adoraba a sus hijos también es cierto que los llevaba derechos como velas; éstas son un par de historias que ocurrieron:

Cierto día fue la cuñada de Maleni a visitarla a su nueva casa y tras los saludos de rigor apareció Alejandra:

  • Hola guapísima ¿cómo estás? -le dijo su tía.

  • Hola, bien -contestó la niña.

  • Es un encanto de niña, desde luego -le empezó a decir su cuñada a Maleni, mientras que la chica se volvía a su habitación.

  • Cállate, no me hables que me tiene negra!!!

  • Pero chica, no exageres.

  • ¿Que no exagere? Ahora verás ¡ALEJANDRA! -Gritó Maleni. Ésta le contestó con el silencio-, Alejandra ¿vienes o voy? -Insistió su madre.

La chica acudió a regañadientes y cuando llegó hasta donde estaba su madre, ésta le dijo:

  • Enséñale el culo a la tita.

La niña se limitó a fruncir el entrecejo y a hacerse hacia atrás diciendo que no con la cabeza.

  • Déjalo Maleni, si es igual -dijo la tía.

  • ¡Alejandra, ven aquí ahora mismo! -Dijo su madre, que estaba sentada en el borde del sofá, junto a su cuñada.

  • Joooo, mamá…

  • ¿Quieres probarla otra vez? -Dijo Maleni sacándose un poquito su zapatilla que llevaba en chancla.

Entonces la niña se acercó, y su madre, de un tirón, le bajó el pantalón del chándal y las bragas a la vez, dejando a la vista un trasero bien colorado y donde se veía nítidamente la silueta de la zapatilla marcada en 5 ó 6 sitios diferentes, entre el culo y los muslos.

  • Madre mía, Maleni, que culo le has puesto, te has pasao un poco ¿no?!!!

  • ¿Que me he “pasao”? Tú no sabes cómo es la nena. Mira, ayer por la tarde me estaba duchando y de repente oigo unos gritos tremendos, salgo corriendo, me pongo el albornoz y cuando llego a su habitación la nenica estaba pegándole a su hermano en la cabeza con una percha. Mira, me quité la zapatilla y le di una...

Otro día se hicieron las 6:30 de la tarde y Alejandra no subía de jugar. Su madre le tenía dicho que a las 6 en casa y no paraba de asomarse al balcón y llamarla desde allí. Cuando ya no aguantaba más y empezaba a estar enfadada y preocupada a partes iguales, decidió bajar a buscarla.

Llevaba una falda azul marino y una camisa blanca, entonces se puso una rebeca fina de color granate y se metió las zapatillas que llevaba en chancla (era muy coqueta y veía de mal gusto ir con las zapatillas en chancla fuera de casa) con unas medias color carne. En ese momento pensó que al menos una de las zapatillas no tardaría en volver a quitársela, le iba a dar una buena a esa mocosa, ya estaba harta de que siempre llegara 10 ó 15 minutos tarde, pero esta vez ya se había pasado más de media hora y eso no podía pasarlo por alto.

Maleni bajó al portal de casa y empezó a llamar a su hija a viva voz. Se encaminaba hacia un parque cercano donde solía jugar, cuando justo por la otra esquina asomaba Alejandra, que ya venía muy apurada por lo tarde que era y aún más cuando distinguió la figura de su madre con los brazos cruzados como abrigándose del fresco nocturno del otoño.

Ya sabía lo que le esperaba. Más de una vez había subido los tres pisos "ayudada" por la zapatilla de su madre y, la verdad, que no le apetecía nada.

Eso suponía 20 ó 30 zapatillazos, como mínimo, expuesta a la vista y al oído de todo el edificio, además de los que recibía después dentro de casa. Por eso cuando Alejandra vio a su madre alejarse del portal, aceleró el paso para subir sin ser vista, pero justo en ese momento Maleni miró para atrás y vio a su hija corriendo:

  • ¿Dónde vas? ¡Ven aquí! -Dijo a la vez que se daba la vuelta e intentaba atrapar a su niña, pero ésta esprintó y se coló en el portal, sin que su madre pudiera darle caza.

-¡VEN AQUÍ AHORA MISMO, ALEJANDRA! -Resonó en todo el edificio.

Cuando la niña miró, ya desde las escaleras, vio a su madre en el umbral de la puerta con cara de pocos amigos, con su mano izquierda en la cadera y la derecha señalando con el dedo índice un metro más adelante.

  • Joo mamá, vengo de casa de Cristina.

  • ¡Ven aquí ahora mismo, te he dicho! -Dijo Maleni avanzando decididamente hacia su hija.

Ésta, cuando vio que iba a cogerla, subió otro tramo de escalera, llegando al primer piso y se paró.

  • ¡No corras delante de mí, que va a ser peor! -Le advirtió Maleni visiblemente enfadada, desde el descansillo inferior de la escalera.

  • Mamá, por favor, no me pegues. -Imploraba Alejandra subiendo otro tramo de escalera, aunque ella sabía perfectamente que de nada le servían sus súplicas, pero no podía dejar de huir hacia delante y retrasar lo inevitable.

  • Tú corre lo que quieras, que ahora te lo diré yo en la casa. -Sentenció Maleni, sin dejar de subir escalones.

  • Mamá, te juro que nunca más volveré a llegar tarde.

  • Te he dicho que vengas aquí ahora mismo, Alejandra!!!!

Cuando Maleni dijo esto tenía a su hija a menos de dos metros, fue entonces cuando se lanzó a por ella, pero una niña con 8 años y mucho miedo es muy ágil y en el último instante se zafó de las manos de su madre, que casi se cae si no se apoya con una mano en el escalón. Ahora sí que estaba enfurecida a más no poder.

  • ¡Ahora sí que te vas a enterar, te voy a meter una paliza que te voy a moler... ¡Sinvergüenza! ¡Te mato a palos!

Esto lo decía sin parar de subir, decidida a desfogarse, además ya había pasado el 2º piso y vivían en el 3º; el gato iba a cazar al ratón. Mientras, la pobre Alejandra sabía que se le estaban acabando las posibilidades, su madre venía muy enfadada subiendo los escalones de dos en dos.

Cuando pensaba seguir subiendo hasta el 4º piso, vio que la vecina de enfrente estaba hablando con otra vecina, y tenía la puerta entreabierta. Sin pensárselo se metió entre ambas mujeres a la casa de su vecina de enfrente. Su madre, que venía pisándole los talones oyó a una de las mujeres que decía:

  • Pero niña, ten cuidado, que nos vas a tirar.

  • Buenas tardes, perdón, ¿mi Alejandra se ha metido dentro? -Preguntó jadeando Maleni, sabiendo la respuesta de antemano.

  • Sí, ahora mismo, iba como alma que lleva el diablo, pero ¿ha pasado algo?

  • Lo que ha pasado es que esta tarde, la mato a palos. Le voy a dar una paliza que no se va a poder sentar en un mes. Permiso…

Y pasó también entre sus vecinas, que la dejaron pasar a la vez que decían:

  • Es que hoy en día los nenicos son tremendos.

  • Pues yo le he dado a la mía esta mañana una de correa... que yo creo que se va a acordar una buena temporada.

Maleni avanzaba por el pasillo de su vecina, bastante sofocada, primero por la pequeña carrera en las escaleras y después por tener que dar explicaciones a sus vecinas.

Pensarían que malcriaba a sus hijos y que se lo consentía todo, como ya le habían insinuado de su pequeño Javier (sólo llevaban 2 meses viviendo en el edificio y aún no se conocían mucho).

El enfado iba "in crescendo", llegó al salón donde estaban los tres hijos de la vecina viendo la tele y preguntó con voz autoritaria:

  • ¿Dónde está Alejandra?

Las risitas y miradas de los niños a la mesa-camilla delataron el escondite de la pobre chica; rápidamente su madre levantó el mantel que cubría la mesa y la vio allí agazapada y la sacó arrastrando del pelo.

Lo primero que vio Alejandra fue la impecable zapatilla de su madre y pensó que además no tardaría mucho en sentirla. Las zapatillas eran nuevas, azul marino, como de terciopelo, en el empeine del pie tenían como un comido que asemejaba un corazón, siendo la punta del corazón la punta del pie, ligerísima cuña, casi plana y suela de goma amarilla. Ale ya las había "probado" y sus efectos no le gustaban nada.

  • Perdóname mam...

¡PLAF! Un bofetón tiró de nuevo al suelo a la niña que estaba levantándose, entonces su madre la cogió de una oreja y levantándola en peso, la llevaba en volandas. Apenas tocaba con los pies en el suelo.

  • Ahora te voy a enseñar yo a que corras delante de mí.

En ese momento llegó a la puerta donde esperaban las dos vecinas y una de ellas dijo:

  • Alejandra, Alejandra, que no eres buena.

  • Hija, no sé qué vamos a hacer ya con estos críos. -Apostilló la otra.

  • Yo sí sé lo que voy a hacer con ésta ahora mismo. -Dijo Maleni-Hasta mañana. -Fue la escueta despedida de Maleni a sus vecinas.

Se sacó la llave del bolsillo de su chaqueta, abrió la puerta y le dio un fuerte azote con la mano abierta a su hija, que la metió dentro de la casa diciéndole:

  • Aquí vas a correr menos!!

Diciendo esto, cerró la puerta tras de sí y se sacó la zapatilla derecha poniendo el talón delante de la punta de la zapatilla izquierda, así levantó suavemente su pie derecho y la zapatilla se quedó fuera. Alejandra vio el forro interior, que era rojo y también muy suave al tacto y pensó que no le gustaba nada ver el rojo de la zapatilla, porque cada vez que lo veía era para "probarla".

Maleni se agachó a recogerla y rápidamente le dio 5 ó 6 zapatillazos fortísimos a su hija, que resonaron bien fuerte y a buen seguro que oyeron sus vecinas, que seguían en la puerta.

Alejandra, a pesar de que la tenía su madre agarrada por la muñeca, logró zafarse de ella y salió disparada a su cuarto.

  • ¿Es que tienes todavía ganas de correr? -Le dijo con sorna, pero enfadada, su madre, que ahora estaba más tranquila. En su casa no se iba a escapar.

La siguió hasta su habitación y allí la encontró arrinconada en cuclillas, cubriéndose la cabeza. Sin muchos miramientos, la cogió de una mano y la levantó y allí mismo empezó a darle zapatillazos en el culo: ¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas!

La zapatilla se pegaba muy bien al trasero de la pobre Ale, que llevaba un fino pantalón de tergal e intentaba protegerse con la mano que le quedaba libre pero era inútil, le caían en los muslos, en la espalda... Cuando ya llevaba 25 ó 30 zapatillazos se dejó caer al suelo, entonces Maleni la soltó y le dio otros 20 zapatillazos más espaciados, pero más fuertes y le decía:

  • ¿Has visto lo que te pasa por correr delante de mí?

Alejandra berreaba.

¡Plas, plas, plas, plas!

  • ¿Has visto? -Seguía gritando Maleni.

  • ¡AAARGH!

¡Plas, plas, plas! La zapatilla seguía inmisericorde.

  • ¡CONTÉSTAME! ¡Plas, plas, plas, plas, plas!

Alejandra daba vueltas como una lombriz, no sabía cómo ponerse, le llovía la zapatilla por todos sitios, incluso en la cara. Gritaba a cada azote y se llevó muchos.

De pronto, Maleni, por fin paró, pero en vez de calzarse la zapatilla se sentó en la cama de su hija con su zapatilla en mano y dijo:

  • ¡Ven aquí!

La pobre Alejandra no daba crédito, su madre le había dado la mayor paliza de su vida con diferencia y aún quería más, no podía ser, sería para otra cosa, además apenas se podía mover. Como pudo, gateando, llegó hasta donde estaba su madre, que tajantemente le ordenó:

  • ¡Bájate los pantalones!

La desconsolada niña rompió a llorar como una Magdalena, las lágrimas le brotaban como de un manantial...

  • Por favor, mamaaaaaaaaa –Balbuceó.

Su madre la agarró y le desabotonó el pantalón dejando la zapatilla sobre la cama, el pantalón cayó hasta los tobillos, entonces de un tirón se puso a su hija sobre las rodillas con las nalgas sólo cubiertas por unas braguitas rosa y le dijo:

  • Lo de antes ha sido por correr delante de mí y esto, por llegar tarde.

Entonces cogió la zapatilla y empezó otra tunda: ¡Plas, aaargh, plas, plas, plas! Se mezclaba el ruido de los zapatillazos con los gritos de puro dolor. Maleni empezó a darse cuenta de que los muslos de su hija estaban muy rojos, tan enfadada estaba que no se había percatado de la monumental paliza que estaba dando a su niña.

Le vinieron a la memoria las palizas que recibió de su madre en su infancia, además aún no se había fijado en el culo de su pobre Ale.

Cuando llevaba 10 ó 12 zapatillazos en esa posición paró y en ese momento entró en la habitación el peque de la casa, Javier, con cara de muy asustado de oír el escándalo que tenían su madre y su hermana y más aún a su hermana sudando, llorando, medio desnuda y medio amoratada (parecía un ecce homo) y a su madre también sudorosa, jadeante, enfadada, zapatilla en mano. El panorama, para un chaval era muy impactante.

Maleni se asustó al ver cómo le había puesto el culo a su hija y se avergonzó de pensar que sus hijos pudieran verla como a un monstruo, como ella misma y su hermana veían a su madre; por eso se dispuso a reconducir rápidamente la situación y mandó a su hijo a por una crema hidratante que había en el baño, luego dejó caer la zapatilla al suelo y se la metió en el pie, ayudada por su dedo índice, con su hija aún sobre sus rodillas (después de pegar a sus hijos solía dejarse la zapatilla en chancla como amenazando con volver a quitársela en cualquier momento, pero ahora se la metió como queriendo decir que ya no se la iba a quitar, que se había pasado, todo esto fue de manera subsconsciente, pero muy esclarecedor de lo que había ocurrido); empezó a abrazar y a besar a su hija diciéndole:

  • Venga cariño, ya está, no llores más, venga dame un beso...

Alejandra, que no era precisamente tonta, aprovechó la situación y como sabía que su madre se había pasado, empezó a llorar como una desesperada, de forma inconsolable. Su madre la colmaba de besos y caricias, cuando llegó el peque con la crema...

  • Venga cariño, acuéstate bocabajo que te va a echar la mami una crema que te va a curar.

Poco a poco desnudó a la niña, la tumbó sobre la cama y vio la cantidad de zapatillazos que se habían marcado en el cuerpo de Alejandra. Cuando le bajó las bragas la niña aullaba, el culo lo tenía casi morado y ardiendo. Ahí tuvo que gastar toda la crema que le quedaba y estuvo acariciándole el cuerpo durante más de una hora, mientras su hija sollozaba cada vez más espaciadamente...

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