Malencarado

Alfonso un vecino maduro y malencarado había dado miedo siempre a Ana pero ahora ya en la veintena la excita y una noche de verano surge la opción de follárselo y se deja llevar pero lo que no se espera es que el hombre encula a Ana y su novio a la vez

MALENCARADO

Ana se había criado, literalmente, en el monte. Sus padres vivían en una granja en las montañas. No se tardaba mucho en bajar en coche. Incluso andando era un trayecto no muy largo, pero cuando llovía, nevaba, granizaba o simplemente estaba oscuro no le gustaba nada bajar al pueblo más cercano o subir, pero claro, no podía vivir como una ermitaña.

Cuando hizo los dieciocho años y tenía que ir a la Universidad se fue a estudiar fuera y apenas volvía para el verano, navidad, Semana Santa y algún puente o fin de semana suelto.

Ahora con veinte años había vuelto por el verano a casa. Estaba en la cocina con su madre cuando sonó el timbre de la puerta. Fue a abrir y allí estaba él. Ese vecino que tenía otra granja un poco más abajo que la de sus padres siempre le daba mucho miedo. Moreno de cabello, ojos negros muy profundos de mirada dura, cicatriz en una de sus mejillas. Alto sobre 1,90 y muy fuerte. Nunca le había visto esbozar siquiera una sonrisa. Era de aquellas personas que si se lo encontrase en el camino de vuelta a casa se moriría de miedo.

Pero, por otro lado, esa sensación de indefensión cuando le veía o estaba cerca suyo la excitaba mucho. Le pasaba desde el verano pasado, pero como le excitaban otras personas. Ese hombre era soltero, vivía solo en su granja.

Lo hizo pasar a la cocina donde estaba su madre, traía unos huevos de sus gallinas. Quería que su padre le ayudase a reparar el cercado, pero su padre todavía no había llegado del pueblo. Ella fue a su cuarto a terminar de hacerlo. No vio como él la miró de arriba abajo admirando su belleza.

Al de un par de semanas de noche ella bajaba del bar había subiendo una pequeña pista desde su casa y que daba servicio a los cazadores que solían acudir a la zona en otoño y durante el verano a los excursionistas. Ella tenía amistad con la hija de los dueños y solía acudir a veces a estar con ella y a veces era la otra chica la que bajaba a su casa.

Alfonso que era ese vecino que le daba tanto miedo estaba jugando a las cartas y cuando la vio que iba a salir por la puerta para ir a casa se levantó y acercándose a la puerta la dijo:

Dame dos minutos, termino la partida y te acompaño que está de noche cerrada y no debes andar sola por ahí. ----- dijo con autoridad Alfonso.

Ana sintió una punzada de miedo, pero de excitación máxima. Quiso rechazar la oferta, pero había algo en la situación que se lo impedía. Acabó la partida y el hombretón cogió la chaqueta y abrió la puerta para que saliera Ana. Fuera en el aparcamiento uno de los parroquianos arrancaba el coche encendiendo las luces y eso hizo que el vestido veraniego se transparentase y se vieran las formas de Ana. A Alfonso eso le provocó una gran erección que pudo disimular llevando la chaqueta en la mano. Caminaban hablando tranquilamente hasta que un incómodo silencio se estableció entre ellos. Ella que caminaba un paso delante estaba absorta en sus pensamientos cuando el hombre puso su recia mano en su culo y apretó cariñosamente. Ana se dio la vuelta inmediatamente, iba a darle un tortazo o recriminárselo, incluso separarse para que no volviera a repetir el apretón, pero no tuvo fuerzas o más bien le había excitado muchísimo.

Se giró, pero su boca no emitió sonido alguno y se quedó con la boca entreabierta. Entonces él la cogió y la besó, apasionadamente. Con las manos amasó sus nalgas y la susurró al oído:

Pequeña, no puedo esperar a llegar a tu casa, te quiero follar aquí mismo.

La cogió y la apartó del camino llegando a un lado del cercado. Se seguían besando. Bajó los tirantes del vestido empezando a besar el cuello de la chica. La dio la vuelta apoyándose la chica en la estaca, con una mano bajó el tanga de la chica y levantando la falda la penetró por sorpresa. La chica suspiró por la sorpresa, pero luego empezó a gemir con fuerza.

A veces, eran silbidos para luego ser gemidos y jadeos más profundos. Con las manos se sujetaba Alfonso de las caderas de la chica para luego sobar sus pechos. Con su gran mano también la masturbaba hasta que la chica no se pudo contener y con un silbido se corrió quedándose como un muñeco entre los brazos del hombre. El aceleró hasta que sintió que le quedaba poco, entonces se la sacó y cogiéndola del pelo la puso de rodillas y se masturbó hasta eyacular sobre su cara.

Ana se levantó, se limpió la cara con un pañuelo que el hombre le alcanzó. Ella se puso la ropa bien mientras él se terminaba de vestir. Luego él la cogió del cuello y volvió a besarla y la dijo al oído:

Esto no ha terminado, va a terminar en el pajar de tu granja. Si no quieres dímelo ahora y me marcho y no volverá a pasar nada.

Haré lo que me digas. Respondió Ana.

Caminaron los escasos cien metros hasta la granja de Ana. Ana estaba, por una parte, excitada, pero por otra curiosa por qué quería terminar en su pajar. En la granja lo podía entender por si quería hacerlo en su cama, pero en el pajar, pero bueno….

Cuando llegaron Ana no pudo reaccionar cuando Alfonso la empujó dentro del pajar. Ana se dejaba hacer, esa rudeza le excitaba sobremanera, siempre lo había hecho, pero no quería darlo a entender para que no hubiera malos entendidos. Cuando se quiso dar cuenta ella estaba apoyada con el torso en una mesa del pajar. Alfonso cogió unos trozos de cuerda que había en la mesa. La inmovilizó de manos y pies. Sacó una navaja que solía llevar encima y cortó la ropa de la chica hasta dejarla desnuda. Luego se retiró unos metros mientras se desnudaba y admiró su belleza a la luz de luna. Luego se acercó a la puerta y Ana preguntó el por qué. Entonces él se acercó y sin avisar le metió la polla en la boca hasta la garganta. La polla se le puso muy dura rápidamente, pero se la sacó y se escondió tras la puerta del pajar.

Ana, a la que había amordazado, siempre con su consentimiento. Este trato degradante la excitaba y antes de amordazarla la chica se lo había reconocido. Pero lo que estaba a punto de ocurrir no se lo esperaba. Entre las sombras y a la luz de las velas que Alfonso había colocado en el pajar apareció Aitor, el novio de Ana. Aitor la vio amordazada y atada y se fue donde ella sorprendido porque no se podía explicar cómo se había atado ella misma. Él había recibido un mensaje desde el teléfono de la chica. Lo había hecho Alfonso que había cogido el teléfono de la chica. Alfonso había follado la boca de Aitor varias veces y hoy lo iba desvirgar delante de su novia. Alfonso sabía por Aitor que a la chica los tríos le excitaban.

Alfonso, por sorpresa, cogió y tapó la boca de Aitor y lo ató igual que a Ana, pero enfrentados los dos, de tal forma, que, si Alfonso se follaba a uno de los dos, el otro lo podía ver. Alfonso igual que con Ana lo desnudó cortando su ropa hasta dejarlo desnudo. Los dos novios estaban atados separados por un metro. Alfonso buscó entre los útiles del padre de Ana y encontró algo de vaselina. Con ella untó el ano de Aitor, para que no pudiera verlo Ana la tapó los ojos. Luego cuando el culo de Aitor estaba lubricado y su polla. Se colocó detrás del chico. Se cogió de sus caderas y se la metió poco a poco, pero de un solo golpe.

Ana en lugar de escandalizarse, se puso a mil. Pero no podía tocarse, para ello Alfonso había introducido una bala con mando a distancia. Ana veía como su novio lo estaban follando y eso le estaba poniendo cada vez más, reforzado por la bala vibradora que llevaba dentro que estaba a punto de llevarla al orgasmo. Alfonso lo follaba al chico a la vez que le masturbaba. Luego Alfonso se la sacó y colocó un anillo vibrador en la polla de Aitor que también se manejaba con un mando.

Ahora intentó follar el culo de Ana que le pedía que lo hiciera con suavidad y él obedecía haciéndolo con delicadeza, pero con firmeza hasta que cogiéndola de las dos caderas la sodomizó de un solo golpe. Ahora el que se excitaba era Aitor que con el anillo no se pudo contener y eyaculó. Vertió bastante cantidad por la excitación del momento. Ana fue conducida por el mando al orgasmo. Luego Alfonso se la sacó a Ana y los desató haciendo que se arrodillasen y eyaculando sobre las dos caras mientras se besaban.

A partir de ese día Alfonso los follaba cuando le apetecía y había disponibilidad.

Este es un relato imaginario. Me encantaría escuchar vuestras opiniones. Escribirme a:

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