Malena y Gabriel

Resumen: Les queremos compartir una aventura sexual que tuvimos hace algunos años, muy rica. Yo, Malena, estaba al final de los 30’s y él, Gabriel, estaba apenas llegando a la mayoría de edad. Yo no soy una mujer de esas despampanantes pero…,¡tenía una inmensa ilusión de “tener relaciones” con un jo

Resumen: En este relato les queremos compartir una aventura sexual que tuvimos hace algunos años, muy rica. Yo, Malena, estaba al final de los 30’s y él, Gabriel, estaba apenas llegando a la mayoría de edad. Yo no soy una mujer de esas despampanantes pero…, ¡tenía una inmensa ilusión de “tener relaciones” con un jovencito!.

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Este relato es de como tuve sexo por primera vez con un muchachito de apenas 18 años de edad, recién cumplidos; yo soy de Veracruz, pero vivo en México Distrito Federal.

Lo conocí en un chat; él se llama Javier; estaba en 3º de prepa cuando contactamos por primera vez. Yo soy una mujer ya mayor, al menos para él: yo tenía ya en ese entonces 39 años, ¡le llevaba 21 años! (22 cuando nos conocimos, pero él cumplió años un poco después, cuando finalmente sucedió lo que les vamos a relatar).

Me dio gusto y emoción el saber que un muchachito de esa edad se interesara por mí, sobretodo sabiendo mi edad; tenía algo de temor a que me fuera a ignorar al ser yo mucho mayor que él, pero por algún motivo no lo hizo y pudimos conversar.

Después de unos minutos me preguntó si tenía msn. Le dije que sí, y acepté en dárselo e inmediatamente me agregó y lo agregué, y de ahí en adelante comenzamos a conocernos más.

Diario me conectaba para poder platicar con él. Yo trabajo como mesera en un salon de eventos al sur de la ciudad, cerca del metro barranca del muerto. Le contaba sobre mi vida en el trabajo, mis compañeros, mis labores, así como también un poco de mi vida personal. Yo soy una mujer separada, con dos hijos que viven (vivían) conmigo (en esa época): una mujer de 21 años y un hombre de 19, no muy productivos que digamos, son dos “ninis”,

ni

trabajaban,

ni

estudiaban, no hacen nada, pero su padre los mantiene de vagos.

Conforme nos ibamos conociendo más nos adentrabamos en temas más personales e íntimos; de vez en cuando tocabamos el tema del sexo, sin adentrarnos mucho, sin embargo sí notaba cierto interés o curiosidad de su parte – al igual que yo – ¡me atraía mucho hablar de ese tema!, saber cómo era en otras personas, que pensaban o hacían.

Él me contó que no había estado más que con dos mujeres en su vida: con una prostituta, a los 15 años y después con una novia de la preparatoria, a sus 16 años, con la que había tenido más actividad sexual, pero nada más, nunca más había vuelto a tener relaciones con otras mujeres. ¡De mis hijos yo no sabía nada, ni que hacían, si salían con alguien, si hacían algo, si tenían novio o novia, si tenían relaciones sexuales!.

Me preguntó de mí, si había vuelto a tener relaciones luego de separada de mi marido: le contesté que sí, con algunos compañeros de mi trabajo, pues siempre nos “rotan” cuando tenemos eventos en las noches, y generalmente las noches se prestan para eso, para tener relaciones sexuales.

Le conté también que yo era una mujer muy ardiente y que siempre necesitaba de alguien que me pudiera satisfacer.

Me comentó de su gusto por las mujeres que usan medias y lencería sensual; me preguntó que si yo las usaba y le dije que sí, que sí usaba yo medias, especialmente las terapéuticas, pues pasaba mucho tiempo parada, pero que mi lencería no era muy sensual.

En una ocasión le pedí que me enseñara alguna foto de él. Me enseñó una donde estaba en un gimnasio, en donde aparecía con el torso desnudo. Me sonreí al verlo, ¡se veía muy chavito…, muy jovencito…, muy niño…!, y así se lo dije, de manera espontánea, pero creo que se molestó.

El tiempo pasaba y yo seguía coqueteándole; él también seguía con el juego. El tema del sexo, invariablemente, siempre salía de alguna forma. Sin ser de forma vulgar ni adentrarnos mucho, pero se notaba nuestra mutua apertura hacia ese tipo de pláticas.

Él me preguntaba siempre si había tenido sexo con alguien en esos días, y yo le contestaba de manera franca y honesta: generalmente esto me pasaba los viernes y sábados, que eran los días que había eventos en las noches y le contaba lo que me había pasado y cómo me había pasado. Él se emocionaba mucho cuando se lo contaba y yo, la verdad, me ponía muy caliente, al estarle narrando lo que me había pasado y cómo es que se había pasado.

Después de un tiempo, por cuestiones del destino, él se reencontró con su ex-novia, la de la preparatoria y yo, por mi parte, me enredé, más en serio, con uno de los compañeros, de allá, del salón. Comenzamos a “andar” juntos, a “cogernos” cariño, aunque él también estaba casado y todavía vivía con su esposa, pero según él, ya no se entendían. Los viernes y sábados dormíamos en algún hotel.

Pasaron casi tres meses así, hasta que la cosa, en mi caso, se deterioró y terminamos por dejarnos y entonces nuevamente tuve tiempo de conectarme en el msn. Me conecté nuevamente y ahí estaba ese muchachito, también conectado.

Me preguntó que qué había pasado conmigo, y ya le conté de mis vivencias con ese compañero de trabajo, pero también le dije que ya había terminado. Le pregunté de su vida, que qué había pasado con su ex novia, que si la había vuelto a ver y él me dijo que sí; que ella se había enredado con otro compañero, también de la prepa, y le había hecho una niña, pero que ella seguía viviendo sola, en casa de sus papás.

Me contó también que había salido con ella, que se habían “acostado” algunas veces pero que se dio cuenta de que realmente ya no la queria como antes, y que ella se había convertido en una mujer mentirosa y convenciera, por lo que decidió que ya no volvería nuevamente con ella. Me dijo que le daba gusto que volvieramos a encontrarnos y platicar de nuevo.

Yo tuve que cortarle la plática – muy buena – pues ya era tarde: había evento en la noche y tenía que llegar al salón. Esa noche llegué al salón muy “caliente” y terminando el trabajo me fui con uno de los guardias de seguridad, lo mismo que al día siguiente. ¡La sesión de msn con ese chico me había “alborotado la hormona”!.

El lunes siguiente volvimos a conectarnos. No tardamos en volver a sacar el tema sexual. Yo le pregunté si pensaba volver con su ex-novia, a lo cual me dijo que no, pero también agregó que le gustaría mucho volver a “estar” con alguien y él me dijo que siempre había tenido la curiosidad de estar con alguien mayor que él.

Inmediatamente le pregunté sus motivos y solo me dijo que era una fantasía que queria cumplir, que las mujeres mayores se le hacían mucho más sensuales y atractivas, y que seguro podría aprender mucho más teniendo sexo con alguna.

Sus respuestas me hacían sonreírme, pero me entró la curiosidad y al día siguiente, cuando nos conectamos, yo le pregunté si ya había encontrado alguna madura con quien tener relaciones (esto, ¡por supuesto!, ¡pensando en mí misma!). Él me decía que aún no, pero que conocía a alguien con quien le gustaría hacerlo (y yo, aunque no me lo dijera abiertamente, yo adivinaba que se trataba de mí).

Al día siguiente, un miércoles, me conecté con mucha emoción: ¡sentía que algo iba a pasar ese día!. Estaba en el cibercafé y estaba casi temblando de la emoción: me conecté y ahí estaba él, por lo cual me dio mucho gusto, pero no hice mención ni siquiera del sexo. Platicamos un poco, y entonces él comentó:

= estuve buscando en mi mente y sí hay una mujer con la que quiero acostarme: es mayor, pero no se si ella quiera.

Yo sentía que estaba hablando de mí, pero no quería hacer nada que me delatara y le dije, “dándole un consejo”:

  • tú pregúntale y ya…, ¿qué puede pasar…?.

Se hizo una pausa, que me pareció enorme, y luego me dijo:

= ¡eres tu Malena!, me gustaría acostarme contigo…, ¡quiero hacer el amor contigo!.

¡Estaba emocionadísima!, ¡sentía que me estaba viniendo, así, en seco, sentada en la silla del café internet!. ¡Tuve un orgasmo tremendo, brutal!. ¡Me quedé reposándolo, disfrutándolo!. ¡Creo que hasta los ojos cerré!.

Luego de unos minutos, el chico me preguntó si todavía estaba ahí; le dije que sí:

= es que creí que ya no escribirías más.

Me escribió ese muchacho, y yo comencé a hacerme la “loca”, la “sorprendida”, la que no se lo esperaba nunca (pero que me había sacado un orgasmo, de tan solo pensarlo):

  • ¿porqué…?, ¿porqué yo…?, si no nos conocemos realmente,

le pregunté, fingiendo sorpresa (y demencia), a lo que él me contestó de manera directa, que me dio mucho gusto:

= quiero estar contigo porque siento que nos llevamos bien, porque tienes apertura conmigo para hablar de sexo y porque siento que a ti también te gustaría.

  • pero…, soy muy grande para ti…,

le dije, tal y como era: ¡me sentía muy grande para él!, que era más jovencito que mis dos hijos.

= eres exactamente lo que quiero, alguien mayor, que me enseñe, que disfrute conmigo

  • ¿pero y si ya en persona no te gusto?

= ¿qué vas a hacer manana? ¿tienes trabajo? me gustaria verte

  • no, no tengo trabajo... pero no lo se

= anda, vamos a vernos y platicamos ya en persona, nos decidimos..... ¿qué dices?

  • no lo se, tengo que pensarlo....

= no pierdes nada, si no te gusto o no quieres no te preocupes, ahí dejamos el tema

  • ¿dónde nos veríamos…?

= me dices que trabajas por barranca del muerto... ¿te quedaría plaza loreto?

  • si, si me queda... pero, ¿estás seguro?

= sí, quiero verte, ¿aceptas?

  • está bien…, nos vemos a las 9 de la mañana, afuera de la plaza, ¿está bien…?

= esta perfecto........ oye, ¿puedo pedirte algo…?

  • ¿qué pasa…?

= me gustaría que fueras vestida con una falda, medias y zapatos bonitos...

  • jajajaja, tú y tu atracción por las medias..... Está bien…, veré que tengo.

= gracias, ahí te espero, me voy a dormir ya para estar listo mañana, duerme rico.

  • ok descansa.

Llegué yo a la casa toda emocionada, a buscar en mi ropa qué cosa me pensaba poner, para causarle una buena impresión a ese chico. La seleccioné y la dejé preparada.

Esa noche no dormí, ¡estaba tremendamente excitada!: la idea de estar llevando a cabo un “ligue” por internet me tenía fascinada y…, de pensar que ese ligue era apenas ¡un jovencito!, ¡más joven aún que mis hijos…!. ¡Tuve que darme dedo esa noche, para poder conciliar yo mi sueño.

Al otro día me desperté y ya era tarde, ¡me había quedado dormida!. Me bañé con algo de prisa, me maquillé, me pinté mis labios color de rosa, me perfumé todo mi cuerpo y mi cara, me peiné y me vestí, esperando causarle una buena impresión en persona, que en ocasiones llega a decepcionar.

Salí de la casa a la carrera. Tomé una rosa color de rosa que estaba en la mesa del comedor y me fui a esperar el camión: ¡siempre me han dado suerte las rosas!.

Ya llevaba yo algo de retraso y el condenado camión no pasaba. Pasó el condenado camión pero ¡se fue levantando pasaje!, lento, lento, ¡desesperante!. ¡Se me “quemaban las habas” por que llegara!. Llevaba ya 15 minutos de retraso y le rogaba yo al cielo que me estuviera esperando, ¡tenía muchas ganas de conocerlo!, ¡de conocer a mi “admirador”!, ¡a ese jovencito que estaba prendado de mí…, que se había ilusionado conmigo!.

Me bajé del camión y le eché la carrera: ¡lo vi que me estaba esperando!, y ¡me dio mucho gusto!, mi corazón se puso a latir con más prisa.

A mis 39 años yo era una mujer madura, con dos embarazos. Soy un poco gordita, rechonchita, de pelo al hombro, castaño claro, cara redonda, ojos cafés obscuros, boca grande, nariz chatita, senos medianos, piernas bonitas, nalgona, no muy alta, 1.61 m. Iba como el chico me había pedido: llevaba una blusa blanca, de manga larga, una falda negra, recta, a la rodilla, con una “entrada” en un lateral y llevaba mis piernas enfundadas en unas pantimedias color natural.

Conforme me le acercaba comencé a sentir una gran excitación al ver que todavía me estaba esperando, ¡señal que le interesaba, que no estaba jugando conmigo!.

No pude aguantarme las ganas y, aún unos metros antes de llegar, creo que hasta le grité, para saludarlo:

  • ¡hola Gabriel…, cómo estás…!

= bien gracias Malena,  pensé que ya no venías…

  • perdón, es que se tardó en pasar el camión, pero…, bueno…, ya estoy aqui.

Aun estaba apenada por haber llegado tarde a la cita, nerviosa, con mi rosa en la mano.

= qué bueno que llegaste…, me da gusto verte y por fin conocerte en persona, ¿quieres sentarte?

  • si claro.

= ¿y esa rosa?

  • la tomé de uno de los centros de mesa del trabajo, me gustó y pues me la llevé a  mi casa, y quise traerla hoy conmigo.

= está bien, y que tal…, ¿cómo me ves…?

  • te ves bien, ¿te vestiste así para verme?

= si, quería verme bien

  • pero…, estás muy chiquito…, ¡eres más chico que mis hijos...!, ¡podrías ser mi hijo!.

=¡claro que no…!, me veo así pero no soy tan chico…, ¡acabo de cumplir mis 18…!, ¡ya soy mayor de edad…!, ¡me tienes que festejar…!.

  • bueno…, pero sí eres más chiquito que mis hijos…, hasta me das un poco de ternura.

= pero…, ¿te agrado…?,

  • pues sí…, sí…, eres guapo…, eres un “guapo Kaliente”…, ¡pero aún estas muy chiquito..., muy jovencito…!.

Durante toda esta plática yo jugaba con la rosa que traía y comenzaba a quitarle los petalos

  • bueno, ¿qué hacemos…?

= pues como te dije ayer, me gustaría que hicieramos el amor

  • ¡ay niño....!, ¿y si te invito a desayunar?, ¿ya desayunaste?

= ya, muchas gracias, mejor yo te invito a otro lado, tu y yo solos, ándale, ¿no te gustaría…?

  • pero eres un bebé…, estás muy jovencito…, no lo se....

Se me acercó e intentó besarme; no me moví…, recibí su beso, casi casto, en mi mejilla, cercano a mi boca, pero no respondí.

  • ¡eres un bebé…!, ay mi niño.... ¿estas seguro?

= estoy muy seguro, anda vamos.

Terminé por quitarle todos los pétalos a mi rosa. Me sentía intimidada por lo joven de ese muchacho, ¡andaba nerviosa!; tiré todos los pétalos al suelo, pero me decidí a dar ese paso:

  • ¡está bien…, vamos…!,

le dije al muchacho, que se llenó de alegría: ¡su carita se le iluminó!. ¡Hasta creí mirarle en sus pantalones cómo su pene se comenzaba a endurecer de la excitación que tenía!.

= ¡vamos al estacionamiento…, ahí dejé estacionado mi carro!.

Todo me decía que era un chico hijo de familia, de una familia, si no acomodada, al menos de clase media, que podían proporcionarle un auto, no nuevo, no grande ni lujoso pero un auto al fin. Yo andaba en el autobús y en el metro.

Me abrió la puerta de su auto para que subiera; subí y nos dirigimos a un hotel.

En el camino ibamos platicando de cualquier cosa. En un semáforo el chico aprovechó para acariciarme una rodilla. ¡Sentir su mano sobre mi muslo me excitó muchísimo!.

Me preguntó si me molestaba y con un meneado de cabeza y una sonrisa le dije que no; entonces, en el resto del camino el chico, animado me siguió acariciando la rodilla y mi muslo, sin atreverse a adentrarse más dentro de mi falda.

Llegamos al hotel (un hotel llamado castillo, para los curiosos); pidió la habitación; yo aún me mostraba tímida y apenada, no por andar en hoteles, sino por andar con ese chiquillo, que bien pudiera ser mi hijo, más jovencito que mi hijo, un año más joven que él y tres años más joven que mi hija.

Subimos las escaleras, abrió la puerta del cuarto y entramos. Me abrazó y le correspondí, lo abracé, nos abrazamos a la mitad de ese cuarto. Me besó tímidamente en los labios y esta vez sí le respondí a su beso.

Al sentir mi respuesta positiva, el chico se animó más y me besó más apasionadamente. El estar con ese jovencito era…, ¡muy emocionante!, era…, ¡una experiencia distinta…!, ¡tan jovencito…!.

Me acariciaba los labios con su lengua; yo estaba tratando de analizar el momento, de sopesarlo, de compenetrarme con él, de dar salida a mis emociones, hasta que sentí su lengua en mis labios, y entonces abrí mi boca y nuestras lenguas se acariciaron un rato, hasta que el chico se desprendió de mis brazos, se fue hacia las ventanas del cuarto, cerró las cortinas, prendió una pequeña luz y volvimos a besarnos de nuevo: ¡ahora sí con pasión!.

Me le colgué de su cuello y con una de mis manos lo atraje hacia a mí, con muchísima fuerza, estrellando mi boca a su boca, haciendo casi que rechinaran los dientes, mordiéndole suavemente sus labios, introduciendo mi lengua en su boca, intercambiándole mi saliva, empujando mi vientre contra de su muslo, a la mitad de mis piernas, sintiéndole su virilidad, muy erecta.

Comencé a desvestirlo; comencé desabotonándole su camisa, botón por botón. Luego le quité su camiseta, el cinturón...

En ese punto el chiquillo se separó de mi lado, se quitó él mismo sus zapatos y calcetines, se desabrochó el pantalón y lo dejó caer hasta el piso: quedó en boxers, negros, ajustados, se le veía su verga muy erecta, queriéndose salir de su boxer.

  • ¡Chiquiiito…!,

Le dije, al mirarle su pene, tremendamente parado.

Me le acerqué y le quité su bóxer, se lo bajé hasta debajo de las rodillas, haciendo que saltara su pene, liberándolo de aquella prisión: ¡quedó completamente desnudo ante mí!.

Así en cuclillas, como me encontraba, le tomé su pene y comencé a acariciarlo, y luego, incorporándose nuevamente, sin soltarle su pene, le dije a su oído:

  • "¡mmm…, grandote…, como me gustan…!".

Se lo acariciaba y se lo sacudía, se lo masturbaba, se lo chaqueteaba de arriba hacia abajo; el chico me besaba mi cuello, la oreja, los labios:

= ¡Malena…, Malena…!,

me decía, mientras le chaqueteaba su pene, hasta que, luego de un rato, se colocó por detrás de mí y comenzó a acariciarme mi cuerpo por encima de la ropa; me pegaba su verga en las nalgas, por encima de mi falda y de repente me dijo:

= ahora te toca a ti.

Metió sus dedos entre mi cintura y la falda y me la quitó: me dejó solamente con mis pantaletas, de encaje, blancas, que se transparentaban a través de las pantimedias que llevaba ese día.

  • ¡Chiiiquito…!,

le dije, excitada a más no poder, mientras me restregaba su pene, directo en mi traserito, en mis nalgas, en mi rajadita trasera, cubierta por las medias y mis pantaletas. Me acariciaba las chichis, me las masajeaba con sus dos manos y me desabrochaba la blusa, me besaba en la nuca. Yo solo me dejaba hacer, y disfrutaba de sus caricias juveniles.

Me quité con cuidado mi blusa y me quité también mi brasier. El chico de manera inmediata me tomó de las chichis, con ambas manos y comenzó a acariciarlas y a apretarme mis pezones, que de inmediato respondieron a su caricia: ¡me gusta mucho que me toquen los senos, que me los estimulen!, ¡me excita a morir!.

Mis pezones ya estaban erectos, muy erectos y duros.  El chico se puso a mamarlos, desesperado, como si fuera un bebé. Se alternaba de un seno al otro, de un pezón al otro, me los besaba, me los chupaba, me los mamaba, me succionaba: ¡sentía delicioso todo lo que me hacia!, ¡estaba verdaderamente caliente!.

Me separé de su lado; nos dimos un beso cachondo en la boca; le agarré su camote (pene), se lo apreté con cariño y le dije:

  • ¡ven…!,

parándome muy cerca de la orilla de aquella cama.

El chico me empujó hacia atrás y me cai de espaldas sobre la cama, dejando las piernas colgadas, volviéndolo a llamar nuevamente, con ansias:

  • ¡ven…!,

Le dije, extendiéndole mis brazos, a manera de invitación: ¡estaba ya tremendamente excitada!:

¡estaba ya ansiando que me penetrara, de manera inmediata!.

Estaba tumbada sobre de la cama, con las piernas semi – abiertas, mostrándole mis pantaletas blancas, mis medias y mis zapatillas, aún puestas.

  • ¡ven…!,

volví a musitarle al muchacho, con una voz ya sin fuerzas.

El chico se hincó en el piso, y me jaló un poco hacia afuera de la cama, como para que mis nalgas quedaran en la orilla de la cama, y comenzó a lamerme mis muslos, por encima de las pantimedias. ¡Me puso todavía más caliente!.

Fue subiendo hasta llegar a la zona de mi sexo: me clavó su carita a la mitad de mis piernas, exactamente sobre mi rajadita; me dio un par de besos “ahí” y se quedó como estático, aspirando mi aroma, ¡aroma de mujer en celo, caliente!.

Se puso a lamerme por todos lados, mi sexo, haciéndome que gozara muy rico con aquellas caricias, hasta que me atreví a preguntarle, en tono como de reclamación:

  • "Chiquito…, ¿no que no sabías?. Igual y hasta tú me enseñas algo el día de hoy"

Levantó su vista hacia mí: nuestras miradas se encontraron y nos reímos los dos.

Luego regresó a su labor “besucona”: comenzó a subir hacia mi estómago, besándome por todo el camino. Me besó mucho mi vientre, mi ombligo; me llegó hasta mis senos, me los lamió, me los mamó, me mordió suavemente los pezones: yo gemía suavemente, embelesada por esas caricias:

  • "¡qué rico, mi bebé…, me gusta, aaayyy…, qué rico…!"

Le acariciaba sus cabellos, le acariciaba su cabeza y su espalda, la recorría desde la cintura hasta el cuello, sintiendo cómo rosaba su pene mis piernas, como queriéndome provocar más aún.

Nos besamos de nuevo, con mucha pasión, jalándolo fuertemente de su nuca contra mi boca, que se la ofrecía de manera desesperada; ¡quería devorarme por completo al muchacho!.

No pude aguantar ya mis ansias de pene y lo empujé, para quedara de espaldas y yo por encima de él: ¡quería yo llevar el control de la acción!.

Me levanté de la cama y me retiré yo mis medias, junto con mis pantaletas, que estaban completamente mojadas, batidas de mis secreciones, de la excitación tan tremenda que ya tenía.

Las tiré hacia el piso, quedando completamente desnuda, mostrándole al chico todo mi cuerpo, mis senos, mi sexo, mi intimidad, cubierta de una mata de vello negra.

Ahora fui yo la que me hinqué y le pedí que se acercara a la orilla de la cama, cosa que el muchacho hizo, de manera inmediata: se sentó en la orilla del colchón, le tomé su pene y comencé a mamarlo: ¡se lo hacía con todo la pasión que podía…, me tenía muy caliente!.

Lo recorría desde su glande hasta la base, llegando hasta sus huevos, chupándoselos también; me lo metía todo completo en la boca, lo ensalivaba, le daba lengua por todos lados, sentía su calor y su gran dureza, estaba verdaderamente duro su pene..., como un fierro, como un palo, ¡como una verga!, en la real acepción de la palabra. ¡Estaba fascinada con su dureza!.

Me lo sacaba muy lentamente, lo lamía de arriba a abajo, de abajo a arriba, ¡le lamía sus huevos…!, ¡qué ricura de huevos…!, ¡también estaban muy duros!.

= Malena…, ¡eres la primera mujer que me mama mis huevos…!. ¡Eres una maestra en el arte de la mamada…!, ¡nunca había sentido tal gozo!.

Se los lamía con mucha pasión: me metía uno en la boca, jugaba con él, lo liberaba y tomaba el otro:

= Malena…,

Me dijo ese chico, riéndose:

= me dan cosquillas.

Me detuve un momento, y el chico de inmediato añadió:

= pero también me da…, ¡mucho placer!. ¡Síguele…, no le pares…, no te detengas!.

Volví a lamer su pene: me lo metía en la boca, ¡hasta el fondo!, ¡hasta mi campanilla!, y luego lo sacaba muy lentamente.

¡Así estuve por unos buenos minutos…, muy deliciosos minutos:

= lo mamas muy rico, Malena

  • ¿te gusta…?. ¿Porqué te ríes…?.

= es que…, me gusta mucho, pero…, es que…, también me dan cosquillas…, pero…,  ¡no te detengas…, eres una experta…, eres una linda…!.

  • es que…, me gusta tu pene, está grande y sabe rico..., ¡todo un jovencito...!.

(Bueno, aclaro: no era un pene muy grande, creo lo normal, pero ¡estaba durísimo!, nunca me había tocado un pene que se sintiera tan duro!).

= ¿quieres que te la meta…?.

  • ¡sí…, ya…, ya quiero ver cómo se siente…!.

Dejé de mamarle su pene; me levanté y le di un empujoncito para que quedara recostado de nuevo, boca arriba, en la orilla, con las piernas colgando.

Me monté en el chiquillo y ya iba a meterme su verga cuando me detuvo:

= ¡no…, espera…, sin condón no (muy precavido el chiquillo)!.  ¿Me pasas uno…?, están en la bolsa de mi pantalón.

Me levanté, tomé la caja y se la di. Sacó un condón y se lo puso.

  • ¡ahora sí, mi bebé…!.

Le dije, bromeando, y me volví a montar sobre de él, de rodillas, colocando cada una de mis piernas a cada lado de su cuerpo, ¡bien abierta!.

Agarré su pene, me levanté un poco y lo dirigí hacia mi rajadita; me lo coloqué entre mis labios, completamente batidos de mis secreciones y lo sentí deslizar fácilmente hacia el interior de mi sexo: ¡quéeee ricuuura…!. ¡Lo sentí delicioso…!, ¡muy tieso y muy duro…!.

Me dejé caer lentamente hasta meterlo hasta el fondo:

  • ¡Aaaaggghhh…!,

solté un pujido muy rico: ¡sentía su calor…!.

  • ¡Aaaaggghhh…!,

no pude aguantarlo y me vine…, de manera inmediata, cuando lo sentí en el interior de mi vientre, llegándome a mis entrañas.

Comencé a mojar al muchacho, su pene, su cadera, sus muslos, ¡su pelvis!. ¡Sentí deliciosa aquella venida!. ¡Su dureza era de verdad…, increíble!.

Cuando terminé de venirme, me concentré nuevamente en el pene del chico y comencé yo a moverme, de arriba a abajo, de abajo arriba, muy lentamente, sintiendo deliciosa la penetración, disfrutándola, gozándola plenamente: ¡la se sentía rete rica!.

Poco a poco aceleré el sube y baja; mis tetas se bamboleaban frente a la cara del chico, que me las acariciaba, me las apretaba; ¡también me apretaba mis nalgas!, ¡me daba nalgadas el muy condenado!, pero las sentía yo muy ricas.

Yo seguía con mis movimientos, de sube y baja, girando mis caderas, dándole de caderazos, combinándolos todo, disfrutando esa “tranca”. Mis secreciones no cesaban de fluir, mojando ininterrumpidamente a ese chico.

Sentí que me venía nuevamente y aceleré de inmediato mis movimientos. Era tan rápido el movimiento, que al estar en la orilla el colchón comenzó a deslizarse, a salirse de su base, pero no me detuve, me seguí meneando, rápidamente, para tratar de conseguir un nuevo orgasmo otra vez, hasta que me vine de nuevo: ¡qué rica venida me eché!.

Nos detuvimos para reposar yo mi orgasmo. El chico ese no se venía, me tenía de verdad sorprendida; como jovencito que era, creí que sería “tiro rápido”, pero no: ¡de verdad me tenía sorprendida!.

En cuanto reposé yo mi orgasmo clavé mis ojos en él: ¡estaba sosteniendo el colchón!, recargado de una de las paredes. Nos dio mucha risa…, y me desacoplé del muchacho. ¡El cuarto olía a puro sexo!.

Acomodamos el colchón, nos dimos un beso en la boca y regresamos de nuevo a la cama. Ese chico debía haber tomado viagra, pues seguía todavía con el pene muy tieso.

Me recosté nuevamente en la cama, con mis nalgas apoyadas en la orilla; él estaba  de pié. Me tomó de mis tobillos, de mis piernas, y me las abrió, levantándolas, colocándome su pene en el centro de mi vagina. Se echó mis piernas al hombro y descargó todo su peso sobre de mí:

  • ¡Aaaaggghhh…!.

Me hizo pujar nuevamente, y comenzamos de nuevo a coger.

Me hundía su pene con mucha fuerza y deseo, como si me quisiera hacer daño, pero sólo me provocaba placer, ¡uno grande, muy grande, que se agigantaba con cada embestida!. ¡Me la sacaba toda, hasta afuera y me la volvía de nuevo a clavar, fuertemente…!.

  • ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!

Me hacia gemir escandalosamente, muy fuerte, cada vez más fuerte que antes, hasta llegar a mi orgasmo. ¡Comencé a venirme sin poder ni querer contenerme!, ¡pareciera que me estaba haciendo pipí!. ¡Sentí cómo inundaba mi cueva, su pene del chico, la cama!, ¡estaba mojando todo!.

  • ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!

Sentí como mis muslos se mojaban y ¡mis gemidos y respiración eran más que notorios!.

El muchacho, luego de titubear un instante, volvió a recuperar su ritmo de mete y saca, se puso a bombearme de nuevo, metiéndome su verga hasta el fondo, ¡muy duro…!, ¡cada vez más duro!.

  • ¡Chiquiiito…, aaaggghhh…, qué rico…, agh…, más agh…, dame más…, agh…!.

Alcancé yo a decirle, en medio de los chirridos de aquella cama, desbaratándose por completo; se escuchaban los gemidos de ambos y sus muslos chocando contra mis nalgas:

¡clap, clap, clap…!.

El chico me había propuesto venir a hacer el amor pero…, ¡esto era puro sexo…!, ¡no hacíamos el amor…!, ¡ni me interesaba…!, ¡estábamos cogiendo muy rico!. Éramos un jovencito hambriento de mujer madura, y una madura con muchas ganas de coger, de sentir una verga joven adentro de mí: ¡ahora la tenía…, la tenía muy adentro…, y era la de un jovencito…!, ¡más jovencito que mi hijo!.

Tras otro orgasmo más, ya comenzaba a sentirme cansada: ¡era ya mucho pa’ mí…!. ¡Me había venido mil veces…,  Tuve que pedirle una tregua:

  • mi bebé…, déjame descansar un rato, pequeño…, aaayyy…, ¡ya estoy cansada…!.

= ¿tan pronto te cansaste Malenita…?

  • es que…, tú resistes mucho…, ¡mi esposo y mis parejas nunca me duran tanto!.

El chico me comprendió y bajó la velocidad de sus embestidas, hasta quedarse quieto dentro de mí; se dejó caer sobre de mi cuerpo. Mi respiración seguía agitada; jalaba un poco de aire por la boca y mi pecho subía y bajaba con mis aspiraciones, al ritmo de mi corazón, que latía a la desesperada.

El chico, comprensivo, me sacó su verga y se acostó al lado mío; me acarició y me mamó un poco mis senos, los besó cariñoso y cuando me vio un poco más descansada, volvió a proponerme:

= "¿quieres comértela otra vez…?"

Estaba sorprendida y maravillada con la resistencia y aguante de ese chiquillo, que de verdad, ¡me había sorprendido!, ¡nunca lo imaginé!, ¡haberme encontrado un amante como él!.

Me sonreí y sin decirle ya nada, tan solo me arrodillé entre sus piernas, sobre de la cama; le quité el condón que traía y comencé a mamarle su pene de nuevo: ¡se me hizo morboso y cachondo…!. ¡Quise tragármelo todo…, lo empujaba hasta el fondo de mi garganta…, deseaba que se viniera en mi boca, que terminara ahí adentro, que me llenara de semen!, ¡era todo un placer!.

Tras unos buenos minutos de deliciosa mamada sentí que su pene se “inflaba”, que estaba ya próximo a terminar, a eyacular, y él me quiso prevenir:

= ¡aaayyy…, qué rico lo haces…, sigue mamando…!.

  • ¡estás muy rico, mi bebé…!.

Mientras hablaba, lo masturbaba, para que siguiera gozando.

= ¡así Malenita…, así…, uuuyyy…, me vengo…, ya…, me vengo…!.

  • ¡pues ya vente mi niño…, ya vente…, déjalo salir…!.

Le dije, pero…, en ese pequeño lapso de tiempo en que se lo dije, ya no alcancé a metérmela de nuevo a mi boca; justo me estaba agachando cuando el chico soltó sus chorros de semen, que cayeron en mi cara y en mi cabello, sin embargo, ¡lo disfruté…!, alcancé a chuparle de nuevo su pene, a dejárselo limpio, a quitarle la “crema” que se le había quedado pegada.

Me quité con mis dedos también algo de los chorros que habían quedado en mi cara y me los llevé hasta mi lengua y mi boca, para paladearlos.

Voltee la cara y me encontré con la cara del chico, mirándome, fascinado. Me sonreí y le pregunté con dulzura:

  • ¿te gustó, mi bebito…?

= ¡sí…, mucho…, eres una experta mamando…!, perdón por mancharte.

  • ¡no te preocupes…, ahorita me limpio!.

Me levanté y me fui para el baño, por papel para limpiarme.

  • ¡la próxima vez me los dejas adentro…!

= ¡claro que sí…, te los voy a dar en la boca!.

Nos recostamos y nos quedamos dormidos. Al despertar ya era tiempo de dejar la habitación. Nos bañamos; estaba secándome el cabello cuando el chico me pidió que le regalara mis medias,

= ¡para tener tu recuerdo!.

Se las entregué, pero, de manera viciosa, el chico ese me hizo otra petición:

= ¿te las podía pasar por tu sexo?, ¡para que se impregnen aun más de tu aroma…!.

Me hizo sonreír esa petición: ¡ese chico era verdaderamente morboso!.

Rápidamente lo hice; me las pasé por mi sexo de una manera maliciosa y cachonda y  se las entregué. El chico las olió y las guardó en su chamarra:

= ¡Para recordar a todo instante tu intimidad…!.

Me sonreí y nos salimos de ahí.

Pasó a dejarme donde me había visto esa mañana; quedamos en vernos en el msn para seguir platicando y tal vez repetir lo de ese día.