Malditos ojos 3
Acabo la noche acompañando a mi ama de vuelta a su casa. No estoy muy seguro de querer seguir con este tipo de vida.
Acabamos la noche recorriendo algunos locales más, siempre invitando yo por supuesto, hasta que mi ama se cansó y con cierto puntillo pero siempre manteniendo la dignidad. Yo estaba en un estado medio relajado medio cachondo, aquel orgasmo arruinado me dejó a medias de todo pero no podía hacer nada.
A eso de las 6 de la mañana, acompañé a mi ama a su casa no sin cierto cansancio y con la esperanza de que me liberase de mi encierro, me moría de ganas por irme a mi casa, ducharme y reflexionar sobre todo lo que acaba de pasarme, ¿es esto lo que realmente quiero? La respuesta se iba formando en mi cabeza y era un no. Me lo había pasado muy bien, había disfrutado del morbo y la excitación contenida pero no veía aquello como mi forma de vivir la sexualidad, el sábado o el domingo si Carlota se dignaba a contestarme las llamadas le diría que se acabó.
Una vez delante del piso, Carlota sacó las llaves sin problema alguno, no parecía necesitar de mi ayuda, pues acompañada la dama a su casa yo me vuelvo a la mía, ya ni la llave del cinturón de castidad me importaba en esos momentos, ya cortaría aquel maldito chisme, solo era un trozo de plástico. Carlota me miraba extrañada desde el interior del pasillo, viendo como yo me quedaba fuera en el rellano.
-Vamos perrito, entra. Ayúdame con la ropita… esta vez te dejaré mirar-
Maldita hija de puta, ya me estaba controlando, pero qué coño antes de acabar con todo esto tengo que follármela y con el puntillo que lleva, éste es el momento, entré al piso con ganas de arrancarle el corsé y empotrarla contra la pared.
Me llevó hasta su habitación, que esta vez sí pude ver, tenía una cruz de San Andrés en una de las paredes, de los extremos colgaban cadenas con muñequeras de cuero. Estaba analizando con la mirada aquel invento que tenía frente a los pies de la cama y una vez más mi ama pareció adivinar mis pensamientos.
-Oh perrito, así que quieres probar la cruz… bueno has sido bueno así que te lo has ganado-
Se acercó ronroneando como una gatita, fruncía los labios, me agarró de la camiseta y me empujó contra la pared como si fuese a devorarme, sacó el animal salvaje que llevaba dentro. Empezó a besarme, me metió la lengua hasta la garganta, buscaba la mía y me la enroscaba, hasta para besar llevaba la iniciativa; no me contuve y le eché las manos al culo, le agarré las nalgas con ambas manos, era glorioso por fin poder apretar aquellos glúteos redondos blandos y firmes a la vez. Carlota sin dejar de besarme me agarró de una muñeca y me levantó el brazo hasta tropezar con el tintineo de la cadena, me abrochó la correa y repitió la operación con el otro brazo.
Fue en ese preciso momento que me tuvo inmovilizado cuando dejó de besarme, se separó lo suficiente para asegurarse de que podía verla bien, se llevó las manos a la espalda y empezó a desabrocharse el corsé muy despacio, iba a ver sus pechos completamente desnudos, eran manzanas firmes con los pezones rosaditos firmes y carnosos apuntándome, me lancé a mordérselos pero estaba encadenado de brazos, estiré mi cuello hacia ella quedando a un palmo de la gloria. La muy cabrona disfrutaba teniendo el control, se giró coqueta como una chica mala que la acaban de sorprender, sacó el pecho hacia delante bajando las manos por el torso hasta la cintura, dejó caer al suelo la falda quedando vestida tan sólo por el liguero y un diminuto tanga blanco que contrastaba con el color del liguero y las medias a juego.
Se sentó en la cama frete a mí, estiró los brazos se agacho y me colocó las tobilleras correspondientes de los pies; otra vez estaba a su merced y me estaba volviendo a poner cachondo. Se incorporó, para dejarse caer de espaldas sobre la cama, abrió las piernas ofreciéndome el coño, subió los pies a la cama con las rodillas levantadas, tensó los músculos abdominales como el acero y empujó la cadera hacia arriba, en esa postura tapaba su cuerpo y sólo podía ver el coño.
Llevó una mano a la pierna derecha, acariciándose fue bajando por el muslo hacia la entrepierna, sus dedos finos y largos se deslizaron debajo de la tela y empezó a masturbarse, la muy hija de puta se estaba masturbando conmigo a medio metro de distancia sin poder hacer nada. Mi excitación una vez más quería abrirse paso, pero seguía teniendo el aparato de castidad que me impedía alcanzar la erección… y aquello me excitaba aún más.
-Oh perrito estoy muy cachonda necesito correrme- gemía la muy puta.
Se dejó caer sobre la cama, se giró hacia una mesilla de noche, abrió el cajón sacó un vibrador y lo empezó a lamer como un helado, lo estaba llenando de saliva todo ello sin dejar de mirarme; me estaba poniendo malo de la rabia y la frustración, la polla encerrada sin poder empalmarme, atado a aquella cruz me lancé hacia adelante, toda mi rabia la tensé en los músculos pero quedaba contenida por las cadenas que agarraban a la pared.
Carlota, se levantó de la cama, seguía lamiendo el vibrador viniendo hacia mí. Me pegó una bofetada, me revolví más cabreado y más me tensé queriendo romper aquellas cadenas; Carlota no iba a permitir esa insolencia y me pegó un rodillazo en los huevos que me dejó seco, me dejé caer hasta donde me dio la cadena, el peso de mi cuerpo quedó suspendido por las muñecas, no podía llevarme las manos a mis doloridas pelotas.
-Quieto potro salvaje o va a ser peor-
Mientras aún me retorcía de dolor, mi ama rasgó la camiseta, llevó los labios a mi cuello y empezó a besarme, me mordió las orejas y bajó a dulces besos por mi pecho mientras aún me dolían los testículos, en una mezcla de dolor y placer que me confundían, los besos siguieron hasta mis pezones, sacó la lengua jugando, los acarició con la lengua, hacía pequeños círculos, daba golpecitos con la lengua, se los metía en la boca y succionaba como un bebé.
-Esto es lo que te gustaría hacerme eh potrillo-
Se me estaba pasando el dolor de huevos y empezaba a gemir… y mi ama lo sabía, con una mano empezó a masajearme los huevos y la polla dentro del aparato de castidad, seguía con su boca pegada a mi cuerpo, aquello no podía durar… y cambió los labios por los dientes, agarró un pezón con los dientes y mordió con saña, lo apretó y tiró como si quisiera arrancarlo.
-Ahhhhhhhhhhhhhhh, duele, ¡¡Para!! ¡¡Para!!-
Carlota sin soltar ni aflojar su mordisco, con mi pezón apretado entre sus dientes me miraba desde abajo, se paró quedó quieta, el dolor seguía siendo mucho pero soportable ya no tiraba.
-¿Vas a ser un perro bueno?-
-Sí, por favor, seré bueno, haré lo que quieras-
Ella pegó un tirón que me hizo llegar un latigazo de dolor, me agarraba a las cadenas para soportar el dolor y gritaba.
-¿Sí qué, perro?- y tironeaba de mi pezón
-¡¡Sí mi ama!! Perdón mi ama-
Abrió la boca, me moría de dolor, mi ama llevó su boca al otro pezón, empecé a llorar como un niño imaginando repetir el dolor, la miraba suplicante viendo como abría la boca y sacando los dientes me agarró el otro pezón.
-No, no, no, por favor-
Ella sonreía, me miraba divertida y triunfante, apretó su mordida y tiró de mi pezón hacia fuera. Me estremecí de dolor, pero esta vez no fue tan salvaje y fue soportable.
-Cachorrito, haré lo que me dé la gana, eres mío… y este pobre pezoncito también derecho a sus mordisquitos.
Cuando se cansó de morderlo, apoyó su espalda contra mi pecho, subía y bajaba el cuerpo frotando el culo contra mi encerrada polla, encajó el culo en el duro plástico que encerraba mi pene, se rozaba contra el plástico con fuerza, se llevó el vibrador al coño y se le metió en el coño, se empezó a masturbar gimiendo recostada contra mi cuerpo. Podía ver su mano en movimientos rápidos entrando y saliendo de su entrepierna, sus tetas botando, aquellas manzanitas dando botes, su encajado contra mis muslos, mi polla no podía sentir nada. Sus gemidos iban en aumento, echó atrás la cabeza contra mi cuello, sentía el calor de su respiración, cada vez más fuerte.
-Me voy a correr puta, qué pena que no puedas follarme-
Siguió gimiendo, su mano cada vez más rápido dentro del coño con el vibrador, estaba empapada y chorreaba por los muslos, bajaba por el coño hasta su culo goteando por mis pelotas, incluso cayendo dentro del tubo de mi castidad, notaba el goteo caliente y viscoso por la polla. Grititos, cada vez más rápido, daba saltitos de los espasmos, apretaba el culo contra mi entrepierna, movía mis caderas acompañándola, mi polla se rozaba muy ligeramente dentro del aparato de castidad; me mordió el cuello con fuerza, el orgasmo estaba a punto de llegar y yo casi con ella, más rápido, más fuerte me mordía, se tensó sobre los talones poniéndose de puntillas y se corrió, soltó un grito y temblaba contra mi cuerpo se agarró con ambas manos a mis caderas para no caerse mientras se corría.
Carlota apoyada contra mi cuerpo como una pared, recuperaba el sentido, la respiración agitada, sentir su respiración contra mí… se sacó el vibrador del coño, se separó de mí y mirándome aun jadeando, me lo metió en la boca.
-Chupa, lame el sabor de tu ama. Qué a gusto me he quedado, voy a dormir muy bien- Me lo dejó dentro de la boca, se metió en la cama, apagó la luz y allí me dejó, de pie, encadenado y con el vibrador dentro de la boca saboreando su sabor.
Escupí el vibrador, y me puse a gritar, no pensaba quedarme a dormir y mucho menos colgado como un venado. Carlota encendió la luz con cara muy molesta, recordando mi posición que estaba indefenso y no quería llevarme otro rodillazo me callé; Carlota se levantó sin decir nada, volvió a rebuscar en su mesita de noche y cogió una bola de aspecto plasticoso, llena de agujeros y unida a unas correas.
-Mi ama, por favor... seré bueno, dormiré a los pies de mi ama, pero no me deja aquí colgado- pensaba largarme de allí en cuanto me soltara.
-Calla perro, no quiero oirte, ni quiero oir que te mueves. ¡Abre la boca!-
Pensé que estaba de broma, y no la abrí, lo que enfureció a mi ama; pero no fue un golpe si no que cogió mis testículos y los empezó a apretar cada vez más fuerte, hasta que abrí la boca, no estaba en condiciones de negociar ni de hacer nada. Metió la bola en mi boca y abrochó la correa detrás de mi cabeza.
-Buenas noches perro- me agarraba de la mandíbula y lamió la bola bucal por la que ya empezaba a resbalar la saliva de mi boca.
Allí me quedé, atado, con los hombros doloridos, hilos de saliva colgaban por los agujeros de la bola bucal, caían al suelo y sobre mi pecho; me estaban entrando ganas de mear, no quería enfadar a mi ama que ya parecía plácidamente dormida, traté de aguantarme las ganas, el dolor y la tensión en mi vegija hacían que me olvidase de los casi dislocados hombros o del dolor de las correas en las muñecas... pero llegó un punto que ya no pude contenerme más e hice lo único que podía hacer... mearme.
El líquido caliente y amarillento, condicionado por el caño del cinturón de castidad, caía dirigido hacia mis piernas, el alivio en la vegija me hizo sentir un profundo placer y el sentirlo caliente resbalando por mis piernas me excitaba. Un pequeño charco se formó a los pies, seguramente me haría limpiarlo con la lengua, eso se creería esa zorra, mañana cuando me suelte pienso devolverselas todas... el cansancio me podía, poco a poco el peso de mis párpados me venció y caía en profundo sueño.