Malditos ojos 2
Mi ama sigue adiestrándome para hacer de mí un buen perro sumiso, contiene sexo transexual
Los dos días siguientes fueron un delicioso infierno, era frustrante lo cachondo que estaba con aquel maldito cinturón de castidad… y a la vez me excitaba, me agarraba la polla, me frotaba en la cama contra el colchón buscando el roce de la polla dentro del cilindro de plástico, era inútil; pero cuanto más me frustraba más cachondo me ponía, no podía dejar de pensar en ella, en Carlota en mi ama.
Me pasé los dos días siguientes llamándola pero no contestaba a las llamadas, empezaba a desesperarme, trataba de distraerme en el gimnasio, al correr sobre la cinta o cualquier movimiento brusco el candado subía y bajaba golpeando contra el plástico en un ruido sordo que me recordaba que lo llevaba puesto y me excitaba pero sin poder llegar a empalmarme, no sé cuánto tiempo más podría aguantar aquella tortura. Ya no podía ducharme en el gimnasio, volvía sudado y en la ropa del gimnasio a casa para ducharme y dedicarle la debida atención a limpiar el aparato de castidad a través de los agujeros del maldito chisme.
Se cumplía el segundo día de encierro y sin noticias, pasaba la tarde de viernes aburrido pensando qué hacer, no podía salir a ligar con aquello puesto, ni tampoco tenía ojos para ninguna otra mujer, todas eran simples niñas ante mi diosa. Me debatía entre mis pensamientos cuando me llegó un mensaje al teléfono, era de Carlota:
“Perro, has de ser paciente y obediente, si no te contesto no insistas ya te hablaré cuando yo considere que necesite tus servicios.”
Lo siguiente que llegó era una de las fotos que me hizo en su piso, donde estaba con el mecanismo de castidad y las braguitas de rejilla.
“Ponte guapa para mí perra, estas noches vamos a salir juntas, a las 21 en mi casa para que te ponga guapa”.
¡Dios! Estaba feliz, mi ama no pasaba de mí, me iba a volver a utilizar, seguro que esta vez me dejaba follarla… daba igual era feliz por poder volver ponerme a sus pies, que hiciese conmigo lo que quisiera. Me pasé el resto de la tarde nervioso, las pelotas mega hinchadas del esperma acumulado en mis pelotas. Me repasé el vello corporal, me afeité, me puse colonia, una camiseta ajustada, chaqueta gastada de cuero, y por debajo de los pantalones sus braguitas de rejilla.
A las 21 estaba delante de la puerta de su casa, me recibió con un vestido claro que favorecía su color bronceado de piel, unas sandalias romanas con su correspondiente tacón. Cerré la puerta y me arrodillé para besar sus pies, alargué los besos sobre los dedos de los pies entre las tiras de las sandalias.
-Vamos perrito, no tengo todo el día, baja la cabeza y no apartes la vista del suelo-
Tal y como estaba a gatas la seguí como un perro pegado a sus talones, iba a entrar en su habitación, tenía curiosidad pero no quería arriesgarme a enfadarla, estaba tan feliz de estar con ella después de dos días que me pegaba y frotaba con sus piernas como un gato. Mi ama se entretenía eligiendo ropa mientras yo seguía pegado a sus pies besándolos cada poco.
-Puedes quitarme las sandalias y lamerme los pies, al ser abiertas seguro que se me han ensuciado los pies-
No necesito decirme más, me lancé a quitárselas y lamer los pies, chupar cada uno de los deditos que olían a su inconfundible aroma a jazmín, las suelas se veían un poco negras y cuando mi ama levantaba un poco un pie me lanzaba a lamerlo con rapidez. No dejé de lamer sus pies ni cuando dejó caer el vestido al suelo, cayendo sobre mí, con la cabeza tapada por el vestido seguí lamiendo sus pies y aspirando su delicioso aroma mientras mi ama se vestía.
En un momento dado se agachó recogió el vestido y me puso el collar que ya conocía, me encantaba sentirlo firme y apretado, me hacía sentir más perro, más suyo, más sumiso. Una vez puesto me llevó a gatas hasta el cuarto de baño, se colocó delante del váter conmigo de frente, yo sin levantar la vista sólo podía ver sus pies y como se bajó las braguitas, rojas de encaje con lacitos negros en los bordes, me excitaba verlas e imaginar cómo le quedarían en su cintura… y cómo me quedarían a mí también.
Se sentó y como era lo esperado empezó a mear, el sonido del chorro del agua cayendo me excitó más aún si fuese posible, sabía que me iba a dejar limpiarle de nuevo su coñito y me sentí agradecido de tener ese privilegio, como agradecimiento mientras seguía meando besé sus pies con fruición. El sonido del chorro se iba haciendo cada vez más débil, estaba terminando, una mano llegó hasta mi collar y tiró de mi cabeza hacia su entrepierna.
-Vamos perro, abre la boca y saca la lengua. Esperas a que yo te dé la orden de empezar a lamerme-
Podía ver como el chorro de líquido amarillo iba perdiendo fuerza, hasta que ya solo fue un deslizar de un hilo líquido que resbalaba sobre su rajita empapándola, mi polla quería estallar dentro del maldito cilindro.
Tiró de mi cabeza más cerca del coño y contrayendo los músculos, soltó un último chorro que cayó dentro de mi boca y sobre mi lengua inundándome con su sabor amargo.
-Traga perro, eso que estás recibiendo es un tesoro-
Metí la lengua en la boca, tragué y volví a sacarla esperando otro chorro, fueron dos más, de cada vez volví a meter la lengua para tragar y sacarla para mi ama. Ya vacía su vejiga me ordenó lamerle el coñito, ya empalagado de sabor de orina lamer su coño era una delicia, sentir su carne blandita como meter la lengua en un pastel, lamí con pasión, lamía arriba y abajo, metía mi lengua dentro de sus labios llegando a los labios interiores rosaditos y tratar de meterle la lengua dentro. Lamía, retorcía la lengua dentro de su coño, la apretaba contra su orificio de entraba como si fuese mi polla intentando penetrarla.
-Ya está perrito, ya está- ordenó con suave voz y medio gemido.
Me fastidió tener que parar, pero oírla excitada me hizo sentir feliz y satisfecho. Se levantó, tiró de la cadena, y me dejó con la cabeza sobre el váter viendo el remolino de agua. Mi ama, volvió hacia mí, me bajó los pantalones, y pudo ver como llevaba puesto su regalo, pareció gustarle me acarició por encima de las braguitas, pasaba la palma de la mano suave por las nalgas, y me sacudió un azote.
-Qué culito más bonito, vamos cuenta perro, tengo que castigarte por haberme molestado con tus llamadas… y que no se te olvide dar las gracias.-
Eran azotes suaves, cachetes que apenas me dolían pero que me ponían excitaban, mi polla empezaba gotear dentro del cilindro de castidad. Fueron diez azotes contados y cantados con sus correspondientes gracias. Pero aquello no pareció satisfacer a mi ama y salió a por la fusta, la hizo silbar en el aire y me cruzó ambas nalgas.
Aquello sí que dolió, fue un latigazo que ardía, fueron cayendo sobre una y otra nalga alternativamente, debía tener el culo cruzado a rayas rojas del calor que sentía, no dejé de contar ni de dar las gracias, mientras me caían las lágrimas en la taza del váter.
-Es por tu bien perro, pero acabarás por ser una buena putita- me acarició la cabeza. -¡Vamos!-
De vuelta al salón, me ordenó levantarme, mi ama se había puesto un corsé de terciopelo que estrechaba su torso, apretaba y abultaba sus tetas que asomaban como globos, allí estaba aquel lunar que me moría por besar. Falda corta, por debajo de la cual asomaban las tiras del liguero que seguían hasta el principio de las medias. Algo de colorete, sombra de ojos negros, y el pelo suelto como la leona que era.
-Vamos, súbete los pantalones, me vas a invitar a unas copas, a mí y a unas amigas-
Fuimos andando por la calle, ella me llevaba de la mano como a un novio, o una amiga… con el collar de perro y el culo ardiendo, nos dirigimos a una zona de ambiente, la conocía de oídas pero no solía pasar por allí, afortunadamente para mí, tampoco ninguno de mis amigos.
Fuimos tomando copas, en diversos locales, todas pagadas por mí, mientras mi ama saludaba a sus conocidos yo permanecía detrás de ella callado como si no existiese. En el último local al que entramos, era frecuentado por travestis, cds, locazas… yo me sentía fuera de lugar en aquel sitio, pero mi ama no paraba de saludar gente, entre ellos a una guapa travesti, se notaba que era un tío operado, pero era de facciones dulces y figura delgadita que bien podría haber engañado a cualquiera, vamos hasta me había follado a tías menos femeninas y más feas que aquella “chica”.
Mi ama pidió para mí, ella decidía que bebería solo vodka y vodka solo, pidió para ella y su “amiga” tenía tetas más grandes que mi ama, o eso aparentaba y me la presentó.
-Mira Débora, este Jorge que nos invita a las copas, es mi nuevo perrito, aún estoy valorando si me lo quedo o no. ¿Tú que crees que debería hacer?-
- Ay Carlota, es muy mono yo me lo quedaría todo la noche… ya me entiendes jajaja-
-Puede que te lo deje algún día, pero todavía no, todavía no lo he estrenado. Aunque si puedes darle su primer biberón, ya toma su lechita-
Todo esto lo hablaban sin ningún tipo de pudor, como si yo no estuviese delante o no pudiese oírlas, pero les daba absolutamente igual, yo estaba para obedecer. Siguieron hablando un rato más entre ellas, bebiendo sus copas, a cada sorbo Débora no dejaba de mirarme, cada vez con más deseo, de forma más intensa. Mi ama miraba divertida la situación, el deseo de Débora y me incomodidad con la situación.
Cuando se cansó nos agarró a ambos y nos empujó hasta un rincón donde había una habitación separada del resto del local por unas largas cortinas, al separarlas se vislumbraba a duras penas unos sofás y una masa informe de cuerpos en las posturas más obscenas, era el cuarto oscuro del local. Bajo el manto de la oscuridad, había una pareja de tíos besándose mientras se masturbaban el uno al otro; otro hombre de edad avanzada y barrigudo con la polla fuera al que le estaba haciendo una mamada otro hombre ridículamente vestido de mujer, parecía vestido más de carnaval que otra cosa, otros follando sin pudor alguno.
Nos sentamos los tres juntos conmigo en medio, me costó sentarme puesto que aún me escocía el culo, mi ama me acariciaba la cabeza las orejas de forma muy sensual.
-Si quieres volver a verme, le vas a chupar la polla a mi amiga Débora y te la vas a tragar toda-
De lo cachondo que estaba me daba ya igual todo, pero aquello aún me planteaba dudas, Débora sentada a mi otro lado me acariciaba el pecho y me metió la lengua en la otra oreja, me mordió el lóbulo de la oreja, me giré hacia ella y empezamos a besarnos, me metió la lengua hasta la garganta, nos besamos apasionadamente, enroscamos nuestras lenguas, eché mis manos a sus pechos, los estrujé, eran grandes y duros. Débora sin dejar de besarme se subió la falda, apartó la braga y se sacó una polla que se adivinaba tremenda aún sin estar empalmada del todo; se la acarició en una suave paja y con la otra mano empujó mi cabeza hacia abajo.
Dudé un segundo, pero mi ama acariciando mi culo y los huevos por debajo del culo me puso a mil y me lancé a comer aquella polla como un helado, me la tragué entera, Débora empujaba mi cabeza hasta que choqué contra sus huevos, me atragantaba y aquel trozo de carne seguía creciendo dentro de mi boca. Me giré quedando a cuatro patas para estar más cómodo, empezaba a salivar de estar relamiendo aquello, me daban arcadas, Débora aflojó la presión sobre mi cabeza y pude sacármela tosiendo de lo atragantado que estaba, me caía la saliva a borbotones, boqueaba como un pez cogiendo aire.
Mi ama seguía acariciando mi culo, me bajó los pantalones, apartó mi braguita dejando la raja de mi culo al descubierto, sentí su aliento sobre la piel, empezó a soplarme sentía la suave caricia del aire caliente sobre el ano; escupió en medio de mi raja, y con un dedo fue extendiendo la saliva, hasta llegar con aquel dedo a mi ano. Sabía lo que venía, de la excitación que tenía notaba como mi polla sin poder empalmarse palpitaba de gusto, me metí la polla de Débora en la boca subiendo y bajando al ritmo que me gustaban a mí las mamadas, Débora empujaba con las caderas para metérmela más hondo, aceleró el ritmo follándome la boca.
-Sí putita, ¡qué bien la chupas zorra! Vas a hacer que me corra, sigue… sigue…-
Escuchar aquello hizo que me pusiera tan cachondo como si fuese a mí el que me estuviesen haciendo la paja, mi ama con el dedo ensalivado me lo metió por el culo y también empezó un mete saca en mi culo, me sentía follado, mi polla ya no aguantaba más y Débora tampoco, se corrió dentro de mi boca, los chorros fueron al fondo de mi garganta tragándomelos, el semen inundaba mi boca y se escapaba por la comisura de mis labios, su sabor dulce me embriagaba, todo aquello fue demasiado y sin poder empalmarme, ni tocarme, me corrí, tuve un orgasmo intenso, pero quedándome a medias, sentí placer y como los chorros de mi semen se estrellaban contra el cilindro y goteaban por el agujero para la orina, era como una paja arruinada, de las que te quedas a medias.
-Mira que puta, se ha corrido el muy perro-
Mi ama soltó una risotada, recogió el semen que goteaba del aparato de castidad y se lo dio a comer a Débora, que se lo comió relamiéndose, acababa de correrme pero me había quedado a medias, medio relajado, medio cachondo, frustrado.
-Qué rica, se ve que llevaba sin correrse que está viscosita como a mí me gusta-
Cuando terminamos de limpiarnos las pollas, recompusimos la ropa para salir de allí, Débora me morreó compartiendo las lefas, pude comprobar lo más viscosa y densa de la mía, por lo más aguada de la de Débora. Nos levantamos y cuando caminábamos hacia la cortina de salida, fue cuando vi a Marcos.
El jodido Marcos era el gay de la oficina, era más que evidente de la pluma que tenía, al pobre se lo habíamos hecho pasar bastante por su homosexualidad; allí estaba sentado mirándome con los ojos como platos, cuando lo vi cambió su expresión a sonrisa maliciosa… mierda aquel maricón había visto todo y aquello me iba a costar muy caro.