Maldito informe

Ven, pasa a la cocina. Quiero preguntarte algo.

Maldito informe

̶̶̶  Entonces… ¿llegarás tarde esta noche?

̶̶̶  Sí   ̶̶̶  respondió su marido desde la oficina   ̶̶  aunque espero no demorarme mucho. Ya sabes que cuando el jefe quiere un informe "para mañana", lo quiere "para ayer".

̶̶̶  Bueno, pero no tardes mucho…

̶̶̶   Intentaré llegar antes de que te vayas a la cama.  ̶̶̶   contesto con picardía, dando a entender que la compensaría al llegar a casa.

̶̶̶  Más te vale, es la quinta vez este mes que me haces lo mismo.

El timbre de la puerta interrumpió la conversación en el preciso instante en que ella iba a reprocharle su comportamiento como marido, enojada como estaba.

̶̶̶  Espera un momento, Joan, llaman a la puerta. Voy a ver quién es. – Joan escuchó los pasos de su esposa en dirección hacia la puerta.  ̶̶̶   Parece que es Javier, el chico de los congelados.  ̶̶̶  Anna tenía una cuenta con Eissman a través de internet donde hacia la compra, cada quince días un repartidor de zona se la traía a casa a eso de las ocho de la tarde. – la voz de su mujer sonó casi como un susurro mientras se la imaginaba abriendo la puerta   ̶̶̶   No cuelgues.  ̶̶̶  dijo Anna guardándose el movil en el bolsillo.

A partir de ese momento el sonido que le llegaba a Joan, sonaba más entrecortado, aunque lo suficientemente claro como para hacerse una idea muy acertada de lo que estaba sucediendo bajo el umbral de la puerta de su domicilio.

̶̶̶  Hola Javier, llegas a punto, me vienes de perlas ¿sabes?

La voz de su mujer sonaba más dulce que instantes atrás, cuando conversaba con su marido, que apenas si entendió la respuesta que el chico le dio a su esposa.

̶̶̶   Ven, pasa a la cocina. Quiero preguntarte algo.

Esta vez a su esposa si la había escuchado con toda nitidez. Parecía como si de nuevo ella hubiese sacado el móvil de su bolsillo.

̶̶̶  Quería saber si podrías hacerme un favor.  ̶̶̶   le oyó decir.

̶̶̶  Joan, cariño… ¿quieres pasar un buen rato?  ̶̶̶  le dijo a su marido retomando la conversación telefónica con él.

Ni siquiera esperó la respuesta de su esposo. Acercó el móvil a la boca del chico y le dijo.

̶̶̶  Estoy hablando con mi esposo. ¿Te importaría mucho decirle que me vas a follar ahora mismo, aquí en su casa como si fuera tu zorra?

La respiración entrecortada del chico inundó la línea. Un ligero balbuceo fue lo único que pudo escuchar Joan antes de oír cómo Anna dejaba el móvil sobre la mesa y  un ruido metálico de hebilla de cinturón y un sonido de cremallera inundaba su mente.

Su corazón comenzó a latir intensamente. De nuevo su mujer le iba a poner los cuernos. De nuevo con un chico joven, mucho más joven que él. Un enorme golpe de calor, mezcla de ira y excitación, comenzó a brotar de su interior.

Hubiera debido colgar, pero sabía que no podía. Tan solo podía quedarse y escuchar. Escuchar e imaginar a su esposa sentada en la silla de la cocina y frente a ella el repartidor de congelados con la polla  fuera. Quería colgar, pero aquella imagen era superior a sus fuerzas.

̶̶̶  ¿sabes dónde estamos verdad? –le oyó decirle a su mujer.

Cerró los ojos. Se hubiera puesto a gritar, incluso llorar de rabia. Hubiera debido de salir corriendo en dirección a su casa. Pero no podía, el hijo puta de su jefe, necesitaba ese informe mañana encima de su mesa. Las imágenes que comenzaron a brotar dentro de su cabeza eran muy superiores a su voluntad. Muy superiores, incluso, a su instinto.

Sin ningún esfuerzo dibujó en su mente la imagen de su mujer con las tetas fuera. Sentada con las piernas abiertas, delante la polla de ese chico con su aparato entre las manos mientras le lamia el capullo. Mientras, ella lo miraba directamente a los ojos, con sus salvajes ojos azules clavados en cada milímetro cuadrado de la joven anatomía que iba descubriendo.

Su pelo moreno y largo, su piel blanca, sus pezones erectos, su coño depilado, toda ella ardiendo, mojada, palpitando. Toda ella persiguiendo únicamente el placer de follar y ser follada mientras sabía que su esposo los estaba escuchando al otro lado del teléfono, desde su trabajo.

̶̶̶  Vaya… tienes un cuerpo muy bonito. Y un buen rabo. Anda, dile a mi maridito lo que te voy a hacer a continuación.

̶̶̶  Eh esto... – Una voz terriblemente nerviosa asomó al móvil   ̶̶̶   Su esposa… su esposa me… me está comiendo la polla. ¿Oiga? Le digo que su mujer se está metiendo mi polla en la boca.

Joan le oía sí. Como también podía oír los chupetones y las succiones de su esposa, cuando ésta le quitó el teléfono al chico y se lo acercó a la boca para que Joan no se perdiese detalle de la mamada que le estaba dando. Casi podía verla. Su esbelto y delgado cuello adelante y atrás tragando otra polla que no era la suya. Se la imaginaba, arrodillada ante al duro miembro del repartidor, que de pie y casi seguro que con las piernas temblorosas, observaba como su mujer se introducía su polla hasta la garganta. Bien sabía él de lo que ella era capaz.

̶̶̶  No te corras aún, que todavía no hemos hecho sino empezar. Si eres bueno luego te dejaré que me llenes la boca de leche, pero aún no. Ven vamos a la cama, estaremos más cómodos.

̶̶̶  ¿no te importa verdad cariño, que Javier me folle en tú cama?  ̶̶̶  dijo Anna volviendo a la conversación telefónica con su esposo.  ̶̶̶   espera que voy a poner el manos libres, para que pueda oírte.

Joan permaneció callado….excitado y cabreado, jodido por su mala suerte.

̶̶̶  Anna , maldita zorra.  ̶̶̶   exclamó, al tiempo que se pudo escuchar un tremendo puñetazo que Joan había propinado sobre la mesa de su despacho.

̶̶̶  Vamos sígueme   ̶̶̶   oyó que decía su mujer.

Y escucho unos pasos avanzando por el pasillo de su casa, unos pasos que sabía se dirigían hacia su dormitorio.

Escuchó el ruido de los muelles de la cama cuando su mujer se tumbó en ella. Y el golpeteo del teléfono cuando Anna lo dejo sobre la mesita de noche, al lado de la fotografía de su esposo.

̶̶̶   Lame todo mi cuerpo,  ̶̶̶  le ordenó Anna desde la distancia.   ̶̶̶  Muérdeme los pezones. Con fuerza. No temas hacerme daño.

Joan no podía resistirse más. Se levantó de su silla, bajó las escaleras, entro en el lavabo y cerró con pestillo la puerta. Levantó la tapa del inodoro y se sentó tras bajarse los pantalones.

Los jadeos de su esposa iban en aumento mientras él comenzó a arañarse suavemente su polla.

̶̶̶   Desnúdate. Quiero que hagamos un sesenta y nueve.

De nuevo imaginó la dura verga de aquel chico penetrando los labios de su esposa y a ésta disfrutando, mientras le devoraban el conejo con fruición.

̶̶̶   Mmmmm, sigue. Eres muy bueno.

̶̶̶   ¿Lo estas escuchando, cornudo? … Este chico sí que sabe cómo hacerme gozar.

Aquellas palabras tan solo sirvieron para espolear la imaginación de su esposo. Cada vez estaba más caliente, en un momento dado le pareció escuchar como su esposa alcanzaba su primer orgasmo, y eso provocó que su cuerpo se tensara y un enorme chorro de esperma saliese disparado. El chorro le llegó hasta más arriba del ombligo. Afortunadamente se había apartado la corbata y la camisa.

Mientras, oía como su esposa seguía jadeando.

̶̶̶   Ahhh….aaahh….Métemela. Así. Bien a dentro…. Hasta el fondo….. Ooooh, sí, sí….

Debía estar gozando como una zorra. Sus jadeos se volvieron chillidos a medida que el joven repartidor de congelados, la horadaba cada vez más violentamente.

El pene de Joan, se resistía a descansar. Los gritos de placer de su esposa le pedían a voces otra paja. De nuevo se llevó las manos a su polla y de nuevo volvió a agitarla con virulencia.

̶̶̶  Sácala, sácala. No quiero que te corras dentro de mí……Así…. Dámela…lléname la boca.

De nuevo el ruido de la succionadora boca de su esposa, llegó a sus oídos. Esta vez no duró mucho. Enseguida escuchó como unos profundos bramidos anunciaban que Javier se había corrido dentro de la pecadora boca de su mujer.

La dulce y carnosa boca que él había besado tantas veces. Solo esa idea le produjo una segunda y abundante corrida.

̶̶̶   Vuelve a metérmela….. Vamos.  ̶̶̶  escuchó decirle a su esposa de nuevo.

̶̶̶  Que portento de polla, todavía sigue dura como un hierro.

Anna apenas sí se había tragado todo como una niña buena y ya estaba pidiendo más. De nuevo le pedía ser penetrada. De nuevo aquella joven polla volvía a entrar dentro del caliente cuerpo de su esposa.

̶̶̶   Así, así. Mmmm como me gusta….que polla más gorda tienes….mmm… Más rápido….más …mas rápido…sí…sí…joder…que polla tienes cariñoooo…ssíiiiii….siiiii…..ahhhhhhhh

Un segundo orgasmo en forma de un largo y sentido jadeo anunció, por fin, el final de la tormenta. Un largo silencio precedió, acompañado de dos respiraciones agitadas, que se escuchaban al otro lado del teléfono. Pasaron apenas unos segundos pero que a Joan le parecieron eternos. Y luego volvió a escuchar la voz de su mujer.

̶̶̶  ¿Joan?

̶̶̶  ¿Sí?– su garganta estaba terriblemente seca, apenas si tenía voz dentro de ella.

̶̶̶  Luego te llamo.  ̶̶̶  Y Anna colgó.

El pitido del teléfono le anunció que aquello era todo. Joan estaba temblando. Tras secarse el abdomen con su pañuelo, se puso en pie y se volvió a subir los pantalones.

Aún tenía que acabar aquel maldito informe.