Maldito destino

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Maldito destino" de ZESNA. ¿Quién iba a imaginar que el atraco a un banco terminaría así?

Mi nombre es Juan y soy el cabecilla de la banda.

Apenas descendí del vehículo esperé a mis colegas, miramos hacia ambos lados de la calle y nos internamos en el banco.

-Esto es un asalto- dije en voz alta y enseñé la escopeta que llevaba cubierta con mi abrigo al tiempo que Agustín, el más joven de la banda, le ponía el caño de su revólver en la sien al más robusto de los dos guardias de seguridad, que no atinó a reaccionar por la rapidez de nuestra acción conjunta.

-No disparen... no disparen- gritaban enloquecidas algunas clientas que aguardaban en la fila para retirar dinero.

-Todos al suelo y boca abajo- gritó Esteban, el más musculoso de nuestro equipo.

El gerente del banco no se hizo esperar apenas pregunté por él. Acto seguido, y sin dudarlo siquiera un segundo, tomé de los cabellos a una cajera y la obligué a que nos acompañara hasta la caja fuerte. Tan sólo amenazar con el arma a la desafortunada empleada, hacer sentir que no vacilaría ni un segundo en descerrajarle un tiro entre los ojos, obtuvo el mismo resultado que haber pronunciado el "Ábrete Sésamo". El gerente hizo que la pesada puerta se abriera de par en par.

Dinero... mucho dinero.

Cargué un bolso hasta casi desbordarlo, luego el otro y a continuación hice lo mismo con las dos mochilas gigantes que yo y uno de mis compañeros llevábamos a cuestas; metí dentro de la caja fuerte al gerente y a la cajera, cerré la puerta con mucho esfuerzo y nos dispusimos a salir del banco.

Los acontecimientos se precipitaron vertiginosamente.

Un empleado accionó la alarma y Agustín que tenía en jaque al guardia robusto, tuvo un segundo de distracción. El fornido custodia lo empujó y se apoderó de su revólver, vio que yo estaba decido a dispararle, levantamos las armas al unísono, pero él apretó el gatillo primero.

Fallecí.


Mi nombre es Victoria y soy una de las integrantes de la banda que aguardaba encubierta en el banco, esperando no tener que participar.

En el preciso momento en que nuestro jefe cayó muerto, me hallaba tirada boca abajo en el piso junto al resto de los clientes.

Me horroricé cuando vi caer a Juan, pero mucho más al darme cuenta de la posibilidad de que nuestro plan, que parecía perfecto, estaba a punto de fracasar.

Esperé el momento oportuno y como soy mujer de armas tomar, actué lo más rápido que pude. Saqué mi pistola del bolso y tomé del brazo a la primera persona que estaba a mi lado.

-Suelte el arma o él muere ahora mismo- le avisé al hombre de uniforme, poniéndome en pie.

El guardia dudó unos segundos, pero hizo prevalecer su sentido común. Se percató de que nosotros estábamos dispuestos a todo. Puso el revólver sobre el piso y Agustín se volvió a apoderar de su propia arma.

-Vámonos!-Gritó temeroso- Ya tenemos el dinero.

-Mátalo!- le ordenó Esteban- Mátalo ahora mismo. Ahórranos tiempo.

-No... aquí no- dije- Ahora no... ya habrá tiempo más tarde... sigamos con el plan. Huyamos antes de que llegue la policía.

Mis compañeros se apoderaron del botín y yo me encargué del guardia que había matado a mi compañero. Lo golpeé con la culata de mi revólver lo más fuerte que pude, logrando dejarlo inconsciente.

-Llevémoslo con nosotros-dije.

-Pero... para qué?- preguntó Esteban sorprendido.

-Él mató a Juan- le susurré.

Sin hacer demorar más nuestra huída, me ayudó sosteniéndolo por los sobacos; juntos lo levantamos y arrastrándolo, logramos salir del banco.

Metimos al guardia en el baúl del vehículo y desaparecimos de allí en menos de un minuto.

Llegamos a nuestro escondite provisorio. Aún habían algunos cabos sueltos por atar.

Trasladamos al guardia a una de las habitaciones y lo dejamos, aún inconsciente, sobre una de las camas. Lo encerramos pasándole cerrojo a la puerta.

-El trabajo aún no termina- dijo Agustín- debemos seguir según lo planeado.

Asentí.

Hicimos tiempo hasta la hora adecuada.

Esteban entró al cuarto donde se encontraba el gordo y lo volvió a golpear hasta dejarlo nuevamente inconsciente. Luego de unos momentos él y Agustín me dejaron sola. Salieron a finiquitar el problema del único cabo suelto que había quedado en este plan que parecía perfecto. Claro... perfecto si no hubiera sido por el maldito gordo.

"Maldito... maldito entrometido" pensé y me dirigí a la habitación contigua.

El gordo seguía desmayado.

Un hilito de sangre le caía por la frente. Agustín lo había golpeado con saña... se lo merecía.

Observé su tremenda humanidad. Su uniforme... su uniforme me excitó... en realidad el gordito se veía apetecible... muy apetecible.

Eso era lo que me había decidido a traerlo con nosotros... sabía que tendría la oportunidad de estar a solas con él en algún momento. Luego habría oportunidad de matarlo. Lo merecía.

–Pero qué tal si me divierto unos momentos? Qué tenía para perder?- me dije dándome ánimos- Sí... una pequeña diversión no me vendría mal mientras esperaba a que regresaran mis colegas.

Llevé la palma de mi mano hacia uno de sus gruesos muslos. Lo acaricié en círculos.

-Gordo Maldito!- dije en voz alta, y eso, inexplicablemente me excitó aún más.

Ascendí con mis dedos hasta reconocer sus mullidos testículos. Los sopesé... los apreté.

-Gordo Maldito!- repetí mientras intentaba hacerlos explotar dentro de mi puño.

Una reacción del obeso; apenas un movimiento espasmódico.

Tomé una de sus manos inertes, me la llevé a la boca y chupé su pulgar. Dedos gordos... mmmmm... me los llevé a la vagina y me acaricié con ellos. Dejé su mano y sin esperar un segundo más, abrí su bragueta, metí la mano dentro y extraje su minúsculo pene fláccido. Acerqué mi boca hacia él y lo exploré con la punta de la lengua.

Latió!

Lo volví a lamer... sabía delicioso. Me lo metí en la boca y noté cómo comenzó a adquirir mayor dimensión.

Por Dios!

Era tremendo! Y vaya si sabía rico... muy rico...

Levanté la vista... el gordo me estaba mirando. Sonreí... seguro que le gustaba...

De pronto sentí sus dos poderosas manos asirme de la garganta y presionar como si fueran dos tenazas. Arghhhh!

Qué estupidez la mía!

Arghhhh!

Hizo rápidamente un movimiento brusco con sus manos hacia uno de los costados. Escuché un "crack".

Fallecí.


Mi nombre es Sebastián y soy uno de los dos guardias del banco.

Solté la cabeza de la mujer que acababa de chupar mi verga.

-Puta de mierda!- dije en un exabrupto totalmente instintivo.

Me Levanté de la cama. Guardé mi pene erecto y subí el cierre de mi bragueta.

Desconocía lo que había fuera de esa habitación, por lo que tomé el arma que llevaba la mujer en la cintura de sus pantalones, me tiré al piso y sigilosamente me arrastré hacia fuera. Respiré aliviado al descubrí que no había nadie más en el lugar.

Apenas una mesa y algunas sillas, era todo el mobiliario que se podía ver por allí. Ni siquiera un teléfono. Esto era tan sólo un lugar de reunión. Posiblemente no habría ninguna pista dentro de ese sitio para poder localizar a ninguno de los que intervinieron en el atraco al banco.

Conozco estos casos. Se juntan varios desconocidos en un lugar neutro y si tienen éxito con el asalto, desaparecen para siempre sin dejar rastro alguno con el abultado botín.

El botín!

Dónde está el botín?

No creo que ellos estuvieran trasladándose de un lado a otro por la ciudad con tanto dinero.

Fui a la tercera habitación y también estaba vacía excepto por una cama con sólo un colchón y una almohada sobre ella.

Miré por debajo.

Nada.

El baño era chico, por lo que tampoco encontré nada por allí. Aún tenía el pene semierecto y aproveché a orinar.

Acto seguido, volví al cuarto donde hasta unos momentos antes había estado inconsciente. Tomé las piernas de la mujer que yacía inerte sobre la cama y las acomodé sobre el colchón para que no me estorbaran. Me arrodillé y...

BINGO!

Encontré los dos grandes bolsos y las dos mochilas gigantes de color negro. Las quité de allí. Comprobé que el dinero permanecía dentro y...

En ese momento escuché sonidos de llaves y volví a poner todo en su sitio.

Alguien ingresó a la vivienda. Me escondí detrás de la puerta de la habitación, la entorné y le adosé la oreja para poder escuchar mejor.

-Lo dije... lo dije... deberíamos haberlo matado en el banco. Ahora todo se ha complicado, dónde mierda se ha metido?- escuché decir a uno de ellos- Oye... y dónde está Victoria?

-Tal vez haya ido a tomar una siesta- contestó el otro.

-No lo creo... ve a confirmar- ordenó el que parecía tener más autoridad.

En ese momento el individuo notó que la puerta de la habitación en donde yo me encontraba estaba abierta.

-Aquí hay algo que no anda bien- dijo, y fue como una catapulta para mí.

Salí despedido del lugar y sin darle posibilidad de reacción alguna, le fulminé de un tiro entre los ojos.

El otro delincuente intentó apoderarse rápidamente de su pistola, pero se lo impedí con otro disparo certero en medio del pecho. Confirmé que ambos cuerpos ya eran cadáveres antes de continuar con otra acción.

Volví a la habitación en donde aguardaban los bolsos y mochilas y los cargué hacia la sala principal.

En el preciso momento en que me disponía a salir, alguien hizo sonar el timbre.

Realmente me sorprendí.

Quién sería?

Con el arma en mano, abría la puerta.

-Francisco!- Dije con sorpresa- Qué haces aquí?

El hombre alzó un revólver que traía en su mano, me apuntó a los ojos.

-Pero... qué haces?- pregunté atónito y con la guardia totalmente baja- no me reconoces? Soy yo...

Escuché la detonación... diría que hasta vi venir el proyectil.

Fallecí.


Mi nombre es Francisco y soy el otro guardia del banco.

Luego de ver caer a Sebastián, entré a la vivienda con sumo cuidado. Apenas me percaté de que todos estaban muertos, me tranquilicé. Agustín, Esteban, Victoria... todos hijos de puta.

Realmente lo siento por mi amigo Sebastián, pero si no hubiera alterado el plan matando a Juan en un acto propio de un estúpido superhéroe, él nunca hubiera estado en peligro. Claro, si él no sabía nada...

Una vez que la banda huyó del banco, habíamos quedado en que uno de ellos me iría a buscar para repartir el botín.

Cuando vi llegar a dos en lugar de uno solo, me percaté de que algo andaba mal. Me escondí, pudiendo escuchar lo que tramaban los idiotas y al no poder encontrarme, decidieron regresar aquí, al escondite que no conocía, permitiéndome seguirlos.

En ese momento recordé una frase que Esteban había dicho en el banco: "Mátalo! Mátalo ahora mismo. Ahórranos tiempo." Y también lo que recibió como respuesta de parte de Victoria: "No... aquí no. Ahora no... ya habrá tiempo más tarde... sigamos con el plan. Huyamos antes de que llegue la policía."

Claro... no hablaban de Sebastián, el gordo... estaban hablando de mí. Ellos no estaban dispuestos a arriesgarse a dejar ningún cabo suelto que los pudiera incriminar.

Claro... tenían el plan perfecto.

Sólo me necesitaron para entregarles el banco en bandeja. Necesitaban a alguien de adentro para que les avisara el día y la hora más oportuna para realizar el atraco. Era obvio que luego ya no les serviría para nada. En realidad nunca me hubiera imaginado que yo iba a ser ejecutado luego de que perpetraran el asalto.

Sinceramente lo lamento, porque yo me conformaba tan sólo con mi parte del botín... pero bueno. Ellos no pensaban lo mismo. Ahora tengo todo el dinero para mí y tan sólo me resta desaparecer para siempre de esta maldita ciudad. Será el maldito destino?

Sobreviví.