MALDITA RUTINA. Parte III

El cambio es imparable, mientras mas pruebo más necesidad tengo de seguir. En mi mujer noto las mismas ganas que yo por transformar nuestras vidas y nuestros limites.

Pasaron días en los que no hablamos del tema. Sin alcohol no hacíamos nada y ninguno se atrevía a sacar el tema. Era un poco frustrante. Lo que había pasado me demostraba que ambos queríamos más de nuestras vidas sexuales pero no nos atrevíamos y no sacábamos fuera lo que guardábamos dentro.

Pasaron semanas y manteníamos relaciones rutinarias, incluso avergonzados. Estábamos peor, la situación se estaba enfriando y se estaba volviendo muy incómoda.

Pasó un mes y veo a Paula que viene a casa del trabajo y que la acompaña Inma en su coche, se baja le da dos besos de despedida y entra en casa.

La estoy esperando, celoso, sí tengo celos, pienso que se han estado liando a mis espaldas o que ha podido surgir algo entre ellas, no lo se, necesito que me lo aclare.

Cuando le pregunto me dice que su coche no arrancaba y ha tenido que llamar a la grúa, Inma la ha acercado a casa por ese motivo.

Tras esto se genera una discusión porque le insisto bastante en que pasa con Inma, porqué la ha tenido que traer ella, me pongo muy pesado con las preguntas y Paula se da cuenta de que estoy celoso. La conversación se vuelve muy tensa y Paula acaba sacando el tema de las noches anteriores, dice que lo que pasó lo provoqué yo, que si no estaba preparado o no quería que estas cosas pasaran no tenía que haberlas provocado, que no se puede incitar a alguien a hacer algo y luego, si lo hace darse por dolido. Si no estabas preparado no haberlo hecho.

Nos fuimos relajando, incluso me dio la sensación de que Paula había provocado un poco la situación para sacar el tema. Al final, acabamos echando un polvo, uno más intenso, con más sensibilidad y mucho más erotismo. Tras esto ya más relajado estuvimos hablando, de porque habíamos hecho estos días atrás lo que habíamos hecho.

Paula me preguntó si me excitaba verla con otras personas, y le respondí que sí. Que me excitaban las historias de mujeres que son infieles, que se acuestan con otros hombres delante de sus maridos, pero que no estaba preparado para verla a ella con otros hombres. Sin embargo con otras mujeres era distinto, incluso pensaba que no me importaba que se liara con otras mujeres. Lo pensaba hasta hoy, que al verla con Inma había sentido muchos celos, incluso había pensado que me estaba ocultando algo. Paula me tranquilizó y me dijo que para ella yo era lo primero. Que le había gustado jugar pero no pondría en riesgo nuestro matrimonio. Eso me tranquilizó mucho. Seguimos hablando durante más de una hora y finalmente quedamos en que seguiríamos experimentando, con cuidado, pero no había motivo para que no lo hiciéramos.

Los próximos meses sirvieron para conocernos, cuando manteníamos relaciones nos preguntábamos cosas, y nos hablábamos. Fantaseábamos con que habían otras personas, incluso compramos juguetes, primero un consolador con ventosa que Paula se metía mientras me la chupaba, y que a veces imaginábamos que era otra persona, lencería que pasaba de lo erótico a lo pornográfico hasta un plug anal con forma de joya que le hice ponerse antes de salir a cenar.

En esos meses fantaseamos mucho, nos fuimos conociendo, introdujimos un lenguaje agresivo, me encantaba llamarla PUTA, ZORRA, incluso darle un guantazo. Me excitaba muchísimo verla cachonda, y que me escupiera en la cara cuando se volvía loca.

Todo eso estaba muy bien, pero solo hacía aumentar el hambre  de dos animales salvajes. Mientras más fantasías teníamos, más ganas de hacerla realidad nos entraba.

Era viernes y mi cumpleaños era mañana. Caía en sábado así que era perfecto para dejar al peque con los abuelos y salir con la mujer a cenar y a dar una vuelta. Después de cenar Paula me dijo que no me había comprado nada, y me lo tomé a broma, no me lo creí.

A la mañana siguiente, me felicitó el cumpleaños nada más levantarnos, desayunamos y me dijo que el regalo era ella. Puedes hacer conmigo lo que quieras.

Terminó de decirme esto y ya estaba más duro que una piedra. Se fue a trabajar que ese día le tocaba hasta las 2 de la tarde y cuando volvió comimos algo y se echó un rato. Yo aproveché la mañana para comprar un vestido que me pareció super erótico.  Negro, con vuelo en la falda, dos tiras anchas y transparentes atrás desde el vestido al cuello, que se abrochaba en forma de collar de tela y que a su vez de ahí salían las dos tiras delanteras, anchas, sin transparencias pero que dejaban una línea interior abierta desde al cuello hasta la cintura, que le subía por encima del ombligo.

Despertó, estuvimos hablando de cosas triviales, y finalmente le pregunté si estaba segura de su regalo. SI, -respondió- me apetece pasar a la acción, te repito que lo más importante eres tú y por eso quiero dejarte a ti la iniciativa. Hoy te pertenezco así que haz conmigo lo que quieras.

Mi mente estaba en shock, no sabía lo que decir ni lo que hacer, así que fue todo improvisado. Le dije que saldríamos a cenar, le enseñe el vestido y le dije esta será tu ropa para hoy. Le enseñé el plug y le dije, y esta será tu ropa interior. Puedes ir arreglándote PUTA. Píntate como una niña buena.

Después de arreglarme bajó Paula, como una reina, un maquillaje leve y con el vestido que aunque tenía demasiado morbo porque sabía lo que había debajo, le daba un aspecto infantil.

La besé, le sobé las tetas que se encontraban libres, le di la vuelta y la empujé contra la mesa para una vez semiagachada levantarle la falda. Todo estaba libre. Abrí sus nalgas para comprobar que tenía el plug y le dí varias cachetadas fuertes.

Camino al restaurante le fui recordando que era una puta, y que haría lo que yo le dijera.

Durante la cena se me iban ocurriendo cosas, aunque poco imaginativas, lo mas interesante que hice fue beber, pedí 2 botellas de vino y no tuve mucha imaginación mas alla que hablar cerdadas y preguntarle que si le gustaría ser follada por varios hombres a la vez, bajo el apercibimiento de que era mi puta y tenía que decirme la verdad.

SI, contestó.

Ahora te estoy imaginando a 4 patas, tal y como vas vestida en una habitación, conmigo en un lateral, casi no se me porque donde estoy apenas da la luz. Entra un muchacho, de poco mas de 20, te levanta la falda, y sin decir nada te folla, te embiste con la intensidad que él quiere hasta que se corre. Ha usado condón así que se limpia y se va, ni si quiera le has visto la cara. Aparecen ahora 2 hombres de 30 años, guapos y con cuerpos de gimnasio. Uno se saca la poya en tu cara para que se la comas y el otro te folla desde atrás. Te la mete hasta la garganta mientras el otro te embiste con fuerza. Ambos se corren. Te acaban de llenar la garganta de lefa y el que te embiste se quita el condón y se limpia. Entra ahora un hombre delgado de 40 años, con una poya muy grande y gruesa. Se acerca y te escupe en la cara, te trata como una puta. Te mete e poya en la boca hasta la garganta, sin compasión, te folla la boca. Se pone un condón y te la mete en el coño hasta el fondo. Sientes dolor pero no para. Te quita el plug, te come el culo y te le mete, le cuesta y lo hace muy despacio, pero finalmente te la mete entera y se corre. Te ha dejado el culo muy dilatado.

Mientras le estoy contando esto puedo notar que se excita, noto su respiración agitada y me transmite erotismo. Está cachonda. La cena termina, pago y nos vamos, sin saber muy bien a donde. Miré el reloj y eran las 12:30 de la noche. No quería que el tiempo pasara y dejar pasar la oportunidad de hacer con Paula lo que me apeteciera, así que tenía que buscar una solución rápida.

Entramos en un PUB de ambiente más selecto, que estaba cerca del restaurante, así evitaba desplazamientos. Entramos, pedimos 2 copas y nos dimos un baile, despacio, la iba sobando con descaro y nos morreábamos sin que las miradas nos intimidaran.

Entró un grupo de mujeres de entre 35 y 40 años, esa era la media de edad aproximadamente que había. No había aglomeraciones, se estaba bastante bien, aunque eso no me ayudaba. Pasó mas de media hora y aquello, aunque había mas gente no se encaminaba hacia donde me gustaría y se me acababan las ideas. Paula me dijo que le estaba molestando un poco el plug y le dije que si se lo quería quitar tenía que buscar a alguien que lo hiciera. Hicimos el intento de entrar en contacto con algún grupo, pero no salía nada, así que le dije a Paula que nos íbamos. Tenía un sentimiento de frustración mientras fuimos caminando hacia el coche, iba pensando donde podíamos ir, a un local de intercambio de parejas, a un puticlub, no se, no se me venía nada claro a la cabeza.

Al llegar al aparcamiento, justo antes de entrar al coche llegó un grupo de 4 jóvenes. A Paula le dije que ahí tenía su oportunidad para quitarse el plug, y me metí en el coche. Ella se quedó fuera, y cuando pasaron por su lado los miró con descaro y con cara de cerda, así que se quedaron a su lado sin saber muy bien que hacer.

El mas espabilado se presentó y le preguntó si estaba sola, ella dijo que no, que estaba con su marido, pero que necesitaba ayuda y él no la quería ayudar.

¿Que ayuda necesitas? le dijo.

Bueno, es algo un poco íntimo, no se si contarlo.

Claro que puedes -respondió-

Pues ven y te digo, pero a ti solo.

Paula se puso delante del coche, para que pudiera ve bien lo que hacía, y le susurró al oído que quería quitarse algo que tenía puesto, y le pidió que la ayudara en eso. El chico asentó con la cabeza y Paula se levantó el vestido mostrándole su coño desnudo, para después darse la vuelta muy lentamente y mostrar su culo. Se inclinó, se abrió las nalgas y le mostró lo que quería quitarse. La cara de desconcierto del chaval era total, y tímidamente le fue quitando el plug. Paula le pedía que lo hiciera despacio, le dijo que le dolía, y el chaval lo fue haciendo muy poco a poco, aprovechando para acariciar el culo y el coño de mi mujer.

Cuando lo tuvo fuera, el chico siguió acariciando a mi mujer un rato, sin que ella se opusiera y finalmente, se dio la vuelta y le dio las gracias al chico, que le entregó el plug.

Muchas gracias ¿puedo hacer algo por ti? Dijo Paula.

Hombre, puedes hacer lo que quieras dijo el chico.

JAJAJA, lo ¿que quiera? Bésame los pies, dijo entre risas.

El chico ni se lo pensó, se agachó y le besó los pies. Este gesto atrajo al resto, que no podían aguantar la curiosidad y se acercaron a ver qué estaba pasando.

Cuando Paula estaba rodeada por 4 jóvenes me buscó con la mirada y lo que encontró fue mi aprobación. Así que se presentó a todos, intentando pegarse al dar los dos besos a la vez que ellos bajaban la mano mas de la cintura para con disimulo poder tocar el culo de ella.

¿Quieres un cigarro? Le ofrecieron y ella aceptó. Mientras fumaban había un coqueteo en que ellos, que se habían envalentonado al estar juntos, aprovechaban la mínima para rozar el culo o las tetas de mi mujer.

Finalmente las conversaciones se volvieron rápidamente pornográficas, en las que ya estaban manoseando a Paula y proponiéndole guarradas.

Paula se dejaba hacer, e intentaba controlar ella la situación.

Cuando le preguntaron si a mi no me importaba que estuvieran con ella les respondió que la relación era abierta, que no había problema, pero que no pasarían de tocamientos.

¿Entonces podemos tocar?

Depende, tenéis que darme algo a cambio.

¿Eres puta?

Un poco.

Yo te puedo dar 10 euros dijo el mas feo, a lo que Paula respondió, bueno, por 10 euros puedes tocarme las tetas.

El chaval le dio los 10 euros y empezó a tocar las tetas con una cara de descompuesto increíble, parece que era la primera vez que lo hacía. Se pegó a ella y la sobó por todos lados, incluso el coño, y Paula tuvo que quitarle las manos. Se dejó tocar un poco hasta que la quiso besar. Entonces lo apartó y le dijo que era el turno de otro.

Yo te doy 20 euros si me la chupas, dijo otro. No -contestó Paula- solo tocar.

Se quedaron un poco sin saber qué hacer y Paula agarró el paquete del que tenía al lado para calentarlo. Inmediatamente sacó 10 euros y Paula se levantó la falda. Tú tocaras el culo.

Este empezó tocando el culo, las piernas el coño, para, en cuanto ella se descuidó, agarrarla por detrás, sobar las tetas y empezar a embestirla como si la estuviera follando.

Paula se quedó quieta, con las manos apoyadas en el capó, moviéndose por las embestidas y mirándome. Buscaba mi aprobación y se la dí.

Los otros no se pudieron contener, y de repente estaba siendo sobada por 8 manos y embestida por turnos, le desabrocharon el vestido y dejaron los pechos al aire que no dejaban de manosear, hasta que Paula puso calma. Ellos obedecieron.

Vosotros dos me tenéis que dar 10 euros cada uno. Uno se lo dio y el otro dijo que solo tenía un billete de 20 euros. Al enseñarlo Paula se lo quitó y le dijo que a el le haría una paja, al tiempo que le agarraba el paquete. Cuando el chaval dijo que le daba vergüenza mandó al resto detrás del coche y se quedó sola con éste. Parece mentira pero obedecieron. Con las tetas al aire empezó a hacerle una paja, mirándome de reojo de forma sucia. El chico le tocaba el culo y las tetas y ella fue aumentando los movimientos. La quiso besar pero se apartó, dejando claro que mandaba ella. De vez en cuando se agachaba para escupir en la poya y seguía pajeando hasta que el chico se corrió, tirando la lefa en el suelo y en la mano de mi mujer.

Antes de irse fueron como locos a darle el teléfono a mi mujer. Se despidieron y montó en el coche conmigo. Cuando vi que se fueron me la saqué, estaba a punto de reventar y Paula comenzó a chupármela. Yo no paraba de decirle cerdadas, BIEN HECHO PUTA, ahora comete mi poya, y dime que te habría gustado que te follaran entre los 4 pedazo de PUTA. Así estuvimos hasta que me fui a correr. La agarré de la cabeza la levanté y le dije que no me iba a correr aún, que todavía quedaba fiesta.

Arranqué y nos fuimos, con el calentón que llevaba puse rumbo a un club de intercambios de pareja. Paula estaba callada, pero muy excitada. Le acaricio el coño y está empapada.

Nada más entrar nos muestran las instalaciones y después de hacer un recorrido nos vamos a la barra. Se nos presentaron un par de parejas pero no me interesaron. Finalmente se nos acercó una pareja que me gustó. De unos 40 años pero de buen ver. María y Alberto. María era un mujeron, y tras presentarnos  le comentamos que es la primera vez que vamos y que tenemos claro que buscamos. Le comento que no estoy preparado para ver a mi mujer con otro hombre. Chico . relájate- me dice- aquí se viene a eso. ¿Porqué no vamos a aquella sala? Allí se está cómodo y tranquilo. Hay gente follando pero nadie se mete con nadie, el ambiente en todo el local es muy sano, solo hace falta un gesto para follar y otro para que no se te acerque nadie. Si queréis vamos y así veis de qué va el tema, no hace falta que hagáis nada.

Me habló bien, y entramos, habían unas 6 parejas en 3 grupos, y estaban metiéndose mano. Entramos y nos sentamos los 4 en un sofá rinconera. Pronto noté que María tampoco llevaba ropa interior y yo no disimulé nada en dejarme ver. Allí pudimos hablar y ver como follaban otras parejas, parecía increíble el libertinaje que había.

Después de hablar un rato y haber trasmitido mis limites María nos convenció de que acabaríamos yendo a más pero al mismo tiempo nos dijo que no tuviéramos prisa, que hoy llegáramos a donde quisiéramos.

María se levanta para ir al baño y le dice a Paula si la acompaña, me pide aprobación y se la doy, ya sabe lo que tiene que hacer.

Tardan demasiado y a la vuelta me dice que María le ha enseñado un poco las instalaciones. Me da a entender de que se han liado en el baño –eso ya me lo esperaba- y me cuenta que han estado en una habitación donde salían poyas de unos agujeros, pero que ella no hizo nada.

María empieza a piropear el cuerpo de Paula y con una maestría perfecta acaba acercándose y desabrochando el vestido de Paula, dejando sus pechos al aire. Estás guapísima así –le dice-  Acaricia sus pechos y la besa. Se acopla a horcajadas encima, se desabrocha también su vestido y comienzan a besarse muy despacio pero con pasión. Se me pone  muy dura, al mismo tiempo estoy viendo a las otras parejas follando y gimiendo. María extiende su mano y me agarra el paquete. Quita su atención de Paula y se centra en mi, me desabrocha, saca mi poya, me pajea, y sin dar mucho margen de maniobra se la mete en la boca.

Alberto mira a Paula, y le hace un gesto para que se ponga a su lado. Se saca la poya y empieza a pajearse, la verdad es que tenía una poya enorme, y noté que Paula no podía dejar de mirar. Le hice un gesto de aprobación y se puso al lado de Alberto, quien guió la mano de mi mujer hasta su poya. Paula tenia los pechos al aire y la falda muy movida, casi dejaba ver todo y cuando Alberto la empezó a sobar se le acabó de subir.

María era una maestra, me estaba haciendo una mamada de campeonato, y con el calentón que llevaba me iba a correr y se lo dije. Paró un momento y me puso el condón para después metérsela de un solo golpe en el coño. Se quedó quieta, sabía que así de caliente haría conmigo lo que quisiera. Tenía que aguantar mi corrida.

Paula me miraba mientras pajeaba aquella poya enorme, y Alberto acabó de desnudarla, le quitó el vestido. Paula no podía ocultar su excitación, tenía fuego en la mirada. Alberto la puso de espaldas, con las rodillas en el sofá y mirando al resto de gente, para que los viera follar y empezó a comerle el coño y el culo arrancando gemidos de placer de una gata sumisa y entregada. María hacía movimientos muy leves, mientras me metía la lengua hasta la garganta.

Alberto le metió la lengua en el culo por completo mientras acariciaba el coño de mi mujer, que no tardó en correrse con unos espasmos y gemidos completamente pornográficos mientras me miraba de reojo con cara desencajada por el vicio.

Alberto se sentó y María se quitó de mí para sentarse encima de su marido introduciéndose de un solo golpe todo el rabo.

Tras unos segundos se escupió en la mano y se lubricó el culo para invitarme a metérsela. Me incorporé y se la metí en el culo hasta el fondo, todo lo profundo que pude, quedándome quieto mientras Alberto la follaba. Solo con el movimiento de leve de María por las embestidas de Alberto provocó mi corrida, una de las más intensas que he tenido.

Me quedé sentado frente a mi mujer, ambos desnudos, contemplándonos, excitados y conocedores del cambio que estábamos dando a nuestras vidas.

Nos interrumpió Alberto que se levantó, con María arrodillada a sus pies, esperando recibir una corrida en su cara.

Ayúdame con esto, ordenó a Paula, que se acercó a Alberto por detrás, agarró su poya y la empezó a pajear con intensidad hasta que se corrió en la cara, boca y pechos de María. Agitó hasta sacar la última gota.

Nos recompusimos, nos vestimos y entablamos una conversación trivial. Pedimos otra ronda de copas y permanecimos hablando tranquilamente mientras habían entrado alguna pareja nueva y otros follaban a nuestro alrededor. Fui al baño a mear, y a la vuelta fueron las mujeres de nuevo. En ese momento entró en la sala una pareja de unos 30 años. Ella era rubia, delgada, muy guapa y con una figura muy moldeada. El era un negro, más bien marrón oscuro, alto, ciclado y se sentaron en la mesa de al lado mientras tomaban algo.

Al volver las mujeres ya se quedaron mirando al negro. Me dio la sensación de que el hijo de puta triunfaba en estos sitios.

Continuamos con la conversación y noté a María inquieta, se lo quería follar estaba claro. Por un momento me imaginé a Paula siendo follada por Alberto y el negro a la vez, con dos poyas enormes una en su culo y otra en su coño. Tuve un sentimiento enfrentado entre el placer y los celos y empecé a agobiarme un poco. Me excitaba mucho la idea de verla así, pero al mismo tiempo empecé a dudar seriamente por los temores que estaba sintiendo. No esperé mucho más y dije que teníamos que irnos, que no nos podíamos quedar más tiempo. Muy educadamente María se despidió e intercambió su teléfono con Paula. Sin más nos despedimos y salimos fuera.

Al llegar al aparcamiento ya estaba excitado de nuevo, tenía calor acumulado para un rato y me empalmé de nuevo observando a mi mujer caminar. A la altura del coche la abracé, la besé, y se liberó de nuevo una bestia salvaje. Le metí la lengua hasta la garganta, con rabia le tiré del pelo y le abrí el vestido dejando al aire los pechos. Cuando aparté mi boca de la suya pude observar un brillo especial de lujuria en sus ojos y solo acerté a decirle ERES MI PUTA, escupiéndole después en la cara. Recibió la saliva como agua para un sediento, y me trasmitió complicidad para seguir con mi juego.

Voy a follarte como la puta que eres, le dije, para después girarla, levantarle el vestido y metérsela de un solo golpe en su coño empapado. Le di varias embestidas todo lo fuerte que pude y después paré. Me separé un metro y le ordené que se desnudara aceptando sin hacer el más mínimo gesto de repulsa. Arrodíllate y chúpamela como la puta que eres, hazlo como una puta. Se arrodilló, desnuda, en medio del aparcamiento, me escupió en la poya y se la metió todo lo profundo que pudo hasta provocar sus arcadas. Continuó escupiendo, relamiendo mis huevos y comportándose cual película porno hasta que la agarré, le subí y la follé de frente con las piernas semi abiertas. Le escupía en la cara y la abofeteaba, le dí varios guantazos mientras le recordaba lo puta que era.

¿Quieres correrte puta? SI- contestó-

Pues pídeme que te folle el culo, FOLLAME EL CULO –dijo-

La apoyé contra el capó de espaldas a mi, le abrí las piernas y le dije que se tocara el coño. Pídeme que te folle el culo   -ordené- y ella, mientras se tocaba el coño, empezó a enloquecer y me dijo, follame el culo cabrón, haz que me corra hijo de puta.

Al oir esto, a punto de metérsela me entretuve. Quería seguir escuchando lo que decía.

Vamos mierda, follame el culo de una vez, o va a tener que venir el negro a hacerlo.

Azoté su culo con violencia, ¿quieres que el negro te folle el culo?

NO – contestó con ciertas dudas.

Seguro que una puta como tú le habría gustado meterse la poya del negro en el culo, vamos confiésalo.

NO – volvió a decir-

Vamos puta, te dije que tenías que decir la verdad, y harás lo que yo te diga.

Apunté mi poya hacia su culo y fui metiendo la cabeza, muy despacio.

Vamos zorra, cuéntame que harías con el negro si estuvieras con el ahora, y dí  la verdad.

Con muchas duda dijo, pues…. Le haría una paja, me habría gustado tocar su poya.

Tras esto empujé un poco metiendo todo el glande y arrancando un suspiro en ella.

¿Qué más?

Bueno, a lo mejor la chupaba, a ver como es el sabor de una poya negra.

Tras esto volví a empujar, metiéndola hasta la mitad y diciendo, si quieres que te la meta entera tendrás que contarme lo que harías con el negro sin avergonzarte, recuerda que eres una puta.

Esto la enloqueció, no se pudo controlar más y me dijo que le gustaría haberle comido bien la poya al negro, y que le habría gustado que el negro la hubiese follado, que se había imaginado una poya grande y gorda follándola fuerte.

El ataque de celos que me dio lo pagué con unas embestidas brutales en su culo mientras ella se tocaba y me relataba como le habría gustado cabalgar encima de la poya negra, comérsela hasta atragantarse, que la follase bien a cuatro patas y hasta dejarla exhausta.

¿Quieres que el negro te folle el culo?

NO- respondió, no quiero la poya gorda que me he imaginado en mi culo, la prefiero en mi coño, hasta el fondo, mi culo por ahora solo te lo quiero entregar a ti, hijo de puta. El negro que me folle el coño y se corra en mi cara.

PUTA DE MIERDA…. Acerté a decir mientras me corría en su culo.

Al mismo tiempo noté sus espasmos, se contraía, se estaba retorciendo de placer. Fue muy placentero meterle una buena follada en el culo.

Nos recompusimos y me sentí un poco avergonzado. Me limpié la poya con unas toallitas que habían en el coche, estaba algo marrón.

La besé y nos montamos en el coche. Apenas hablamos de camino a casa, yo solo estaba  recordando lo que había ocurrido.