Maldita... No sabes cuanto te quiero...

Era mi último año y todo iva de malas a peor. Pero nadie espera nada mas de la armapleitos verdad? Pero ella no, ella lo aguantó todo.

Mi último año de segundaria y con un estilo muy particular, lo inicie todo mal. Ya el primer día no tenia el uniforme correcto, tenía gafas de sol, estaba corriendo por los salones para conseguir el uniforme correcto, gritando en los pasillos, como de costumbre. Y cuando creí que el día tomaría un rumbo normal, me equivoque de salón. Entre a uno de una profesora nueva. Muy guapa de por si. Un pelo ondulado marrón oscuro con mechones rubios, unos ojazos azules, labios carnosos, un cuerpo espectacular, una sirena no envidiaría ni una curva de su cuerpo. Pechos abundantes sin ser grotescos, cintura fina, y grandes caderas. Su piel parecía traer un tan.

Casi sin palabras me quede buscando en mi cabecita, que demonios decir. Había quedado casi boquiabierta.

-La puedo ayudar señorita…?- Preguntó ella muy amablemente.

-Sí… Este… La profesora… Es que… Hola, me llamo Niina.- Le conteste buscando las palabras adecuadas.

Ella no dijo nada, se río de mi torpeza, y se presentó con el nombre de Tina, Profesora Rodríguez. Luego me señaló la puerta donde se encontraba la otra profesora. Yo sin despegar mi vista seguí andando y sonriéndole. Tropecé con un idiota en el camino y dejo caer sus libros. Yo agité mi cabello, mientras miraba a Juan el torpe, recoger sus bultos y giré la cabeza para continuar mi camino.

De mala pata la profesora no me daba clases, así que casi semanalmente me equivocaba de salón, entrando al de ella. En un momento dado tras equivocarme varias veces, le tome un poco de confianza y en mis momentos libres o en los pasillos le hablaba. Siempre he sido una chava muy alegre y traviesa. Mi cabello ondulado siempre estaba medio revuelto, traía muchas pulseras de colores, todas las semanas cambiaba teñía mis mechones de pelo, traía mi ceja, nariz y labios, bueno labios superiores y labios bajos también perforados. Era la clásica causa problemas de la escuela. Uñas de todos los colores, pero dentro de todo, nadie nunca se toma la molestia de conocerme antes de criticarme. Una tarde en la hora de almuerzo la ví sentada en las mesas almorzando.

Me levanté de mi mesa con el par de amigas con el que comía. Mi abrigo lo envolví en mi cintura y me dirigí a su mesa. Tomé la manzana que tenía en su bandeja. Con planes de causar problemas como siempre me senté afrente de ella.

-Buen provecho, Profe…- comencé muy sarcástica.

-Igual usted señorita Niina.- Me sonrió muy amablemente. Y yo un poco sacada de onda, que no hubiese logrado lo que me propuse.

-No pues sí, verdad… Y a usted que la trae a esta escuela? La despidieron? Robó dinero en la escuela anterior o tuvo un romance con un estudiante, o tal vez con un profesor…- Me detuve cuando ella me interrumpió.

-Niina, no conseguirás lo que quieres… No me sacaras de onda, ni lograras nada por el estilo.- Ella dijo muy tranquila.

-Y que le hace pensar, que eso es lo que quiero con usted…- Con sonrisa sínica en la cara plasmada.

-Eres muy famosa en la sala de maestros. Casi todos te detestan… Todos sabemos que es lo que quieres…- Maldita idiota, pensé. ¿Y quién demonios se cree ella que es?

-No si es que verdaderamente, eres una idiota, puta y mal nacida. Que mas se puede esperar…- La maldita me tomo la muñeca e intentó torcérmela. Sabía muy bien que no le podía pegar frente al resto de los maestros.

-Malditaaa! Eso duele.- Le grité sin ser muy alarmante.

-Lo sé… Pero que te quede claro, que no lograras nada con ese juego de chavita malcriada. No lograrás nada así.- Me dijo tras soltar mi muñeca.

Me levanté de la mesa totalmente enojada. De muy mala onda, quería estrangular a cualquiera. En eso el timbre sonó, y me fui a mi salón. El maestro había faltado esa tarde, todos contentos, de que vendría un maestro buena onda, y tal vez estúpido, y tendríamos el control. Pero no, la puta mal nacida apareció muy radiante en la puerta. Nos indicó que ella nos estaría dando la clase por el resto del semestre.

Ahora si, todo iría patas arribas. La clase de mate, como siempre un maldito desastre tras otro. Los malditos números nunca querían ir bien.

Juan,

No crees que la profe esta riquísima?

Mario había abalanzado la nota para Juan, pero termino en mi escritorio como magia. En eso Tina la tomo, pensó que era mía y decidió citarme en su salón cuando la clase finalizara. Poco después la clase terminó. Y ya era hora de salida, muy molesta con Mario decidí ir al salón de la maestra.

-Ya me tiene aquí. Y que le quede claro, que la nota no era mía. Era de Mario. Yo no tengo nada que ver, ya me puedo ir?- Le dije muy hastiada de la situación y con mi bulto en mano.

-Se que no es tuya. Pero quería disculparme por lo sucedido hoy.- Dijo apenada.

-¿!Qué!? No si ya lo jodió. Ya olvídelo.- Le dije.

-Niina… Solo quiero ayudarte.-

-Pues no lo consiguió. Déjeme ir, y me hará un favor.- Le dije muy agria.

  • ¿Qué puedo hacer para remediarlo…? Permítame darle tutorías de mate.- Ella estaba muy fuerte en ayudarme o al menos recompensar su error. Y no me vendría mal, mi calificación en la clase es pésima.

No dije nada y solté mi mochila y me tiré en una silla. Ella sonrió y se sentó al lado mío. Fue en todo momento muy pero muy amable y dulce. Tuvo mucha paciencia con migo, y mi inútil cabeza algebraica.

-No, pero vamos, no hay por que frustrarse.- Me decía mientras se reía por mi frustración.

-Pero… Si los malditos números son idiotas y me revuelan las tapas.- Y ella volvía a reírse.

Y en caso de que no lo hubiese mencionado antes, tiene una sonrisa maravillosa.

Luego de casi dos semanas, ya iba a su salón por puro relajo. Sin intención de aprender algo. En pocos días ella se había vuelto en esa maestra en la que le tienes confianza y te ríes y bromeas con ella. Me encantaba estar con ella, su aroma, su sonrisa, sus palabras sabias. No era muy mayor, traía unos 21 años. Pero me tría loca. Una tarde ella tenía que irse temprano y me preguntó si había llamado a mis padres para informarle.

-No pues, si mis padres yo ni les importo. Dejémoslos lejos por allá en Europa. Yo llego a mi casa sola.- Le traté de sonreír para que se quedase tranquila. Pero la verdad es que odiaba estar sola en casa. Me fascinaba estar con ella, antes que llegar a estar sola en casa.

-Anda móntate en el automóvil, yo te llevo.- Ella me decía.

Como dije antes, me fascinaba estar con ella, así que no me negué. En eso, ví que ella tenía una cajetilla de cigarillos, yo tome uno y lo encendí con si ‘lighter’.

-Niina… Que haces?- Preguntó no muy preocupada de mis actos.

-¿Yo? Pues nada… Relajándome.- Sonreí y encendí la radio.

No mucho después habíamos llegado a mi casa. Ella se quedó mirando la gran casa, llena de lujos. No dijo nada. Pero era casi oscuro y al carro solo entraba la luz anaranjada del atardecer. Su piel relucía y sus labios parecían los labios de una Diosa. Dejé salir el humo de mis labios cuando me incliné y con mis labios tome los de ella.

Ya me esperaba una bofetada o un grito. Pero a cambio ella tomo mi cara en sus manos y dejó que mi lengua entrará en su boca. Se convirtió todo en un beso apasionado. No lo podía creer, pero me encantaba más esto que las clases. Esta me tría loca, y ahora un beso… Terminaría demente de amor.

La invité a entrar y para llevarme a un éxtasis de felicidad, aceptó.

Una vez adentró, y la puerta cerrada. Me tiró contra ella y se paró justo afrente mío y me pegó contra la puerta y comenzó a besarme apasionadamente. Mis piernas fueron directo a sus caderas. No puede aguantar mis gemidos mientras besaba mi cuello y desabotonaba mi camisa. Tomo en sus manos mis pechos medianos, ya estaban muy erguidos, pero aún así eran de tamaño perfecto para su mano. Los estrujaba y pellizcaba los pezones. Se los metía a la boca y los chupaba. Luego me miraba a los ojos luciendo muy sonriente. No aguantaba de poner mis manos en su cuello y cabeza y besarla para atrás. En sus carnosos labios.

De ahí me llevó hasta el sofá donde me dejo caer y comenzó a desabrochar mi falda. Yo se que ya mi coño estaba empapado. Una vez mi falda afuera, estaba casi desnuda frente a la profe, solo me defendía un pedazo muy mínimo por braga. Ella abrió mis piernas y besó mis muslos mientras estrujaba mi coño por encima de la tela. De vez en cuando tocando mi clítoris.

Yo ahogándome en placer y gemidos, me acerqué donde ella, me arrodille alado de ella en el suelo y saqué su blusa y desabroché su sostén. Sus pechos estaban fuertes y sus pezones ardiéndose y durísimos. Los mordisqueaba y chupaba mientras ella gemía y decía mi nombre. Rozaba los míos con los de ella. Ambas gemíamos, luego ella tomo mi cabello fuertemente casi jalándolo y me beso, su lengua explorando cada rincón de mi boca.

Comencé a frotar mi mano por encima de su pantalón, en el área de su coño. Ella gemía más e inclinaba sus caderas para afrente. Lo tomé como una invitación. Desabotoné su pantalón y me deshice de sus tangas en segundos, ya sentada en el sofá y yo en el suelo. Admiraba su coño muy mojado y afeitado. Su clítoris se resaltaba y quería salir de allí, así que para complacerla un poco, lamí su clítoris un par de veces, movimientos juguetones, y escucharla gemir y halar mi pelo. Luego di grandes lamidas a su coño, limpiando sus deliciosos jugos. Con mis dedos abrí sus labios un poco e introduje mi lengua por su raja un par de veces. Yo estaba ya empapada y quería tanto una jodida a mi coñito. Pero lo ignoré y me enfoqué en mi amante.

Luego lamia si clítoris mientras introducía dos dedos en su vagina. Sus gemidos ahora eran casi gritos, no paraba de mover su cintura y se agarraba los pechos y los jalaba. Su cabeza totalmente echada al espaldar del sofá, su orgasmo estaba en su punto, cuando sus líquidos cayeron en mi mano. Los lamí y chupé los dedos. Ella me miraba muy profundamente mientras hacía esto. Y tomaba mi pelo en sus manos.

Pegamos nuestras frentes y sacó mis dedos de mi boca y me besó mordiendo mis labios. Su mano desprevenidamente atacó mi coño y dio lentos movimientos en mi clítoris. Ella sonrió al ver como casi moría de placer.

-Alguien esta muy mojada, Creo, que me tendré que encargar de eso.- Ella sonrió y me acostó en el piso.

Se acostó frente a mi coño y abrió muy abiertas mis piernas, con las rodillas dobladas, estaba estilo mariposa. Comenzó a abrir los labios y tocar con mis líquidos la ingle. Pero nunca sin acción, y yo muy necesitada.

-Niina, tu coñito es pequeño. ¿Acaso eres virgen?- Me preguntó.

No sabía si el hecho de que era pequeño era malo o no. Pero era cierto lo era.

-Si… ¿Acaso es malo?- Le dije

-No, es perfecto. Me encanta. Pero lo pregunto para ser amable y no lastimarte.- Luego sonrió.

Comenzó a tocar suavemente toda mi vagina, sus dedos resbalaban con facilidad gracias a mis jugos. Con dos dedos, tocaba lentamente y suavemente mi clítoris, daba cortos besos en mus muslos, y se llevaba los dedos a la boca y los chupaba. Con esos lentos movimientos yo iba a estallar. Pero me aguantaba. Luego acercó su lengua, y lamía todo mi coño, con la punta de la lengua jugaba con mi clítoris, y llevaba sus manos a mis pechos donde pellizcaba los pezones. Luego mientras me miraba a mis ojos y mis expresiones; introdujo un dedo, al principio fue incomodo, pero al ratito me encantaba, luego introdujo el otro, Y así hasta que estaba agitando tres dedos dentro de mí. Metiéndomelos muy lentamente pero haciendo movimientos desconocidos y deliciosos una vez adentro.

Ya mi cuerpo no reaccionaba, pero sentía un estremecimiento por todo el cuerpo. Sentía que mi coñito iba a estallar. Y luego dejé salir un grito de placer.

Ella se acostó al lado mío, mientras yo recuperaba el aire. Me beso los labios y nos quedamos dormidas con migo en sus brazos. Antes de dormir, me susurro lo mucho que me quería.

Al otro día

Cuando creí que ella me daría clases al otro día, dijeron que ella había renunciado. Me sentí muy mal, estuve todo el día cabizbaja y en mala onda.

En la hora de salida, vi su carro frente al colegio y ella parada afuera. Me dirigí donde ella estaba y le pregunté que por que había renunciado. Después de todo, es la única persona que me ha dicho que me quiere y yo la he querido de vuelta. No me podía dejar así.

-Shh, tranquila. Recuerda que maestro y estudiantes no pueden estar juntos.- Decía mientras me tomaba en sus brazos.

-Al infierno esas reglas!- Dije y me viré, poco después ella me halo el brazo.

-No… Benditas… Renuncié, para estar contigo. Quiero tenerte en mis brazos todos los días. Hacerte mía todas las noches. Nadie nos separará.- Dijo y me dio un besazo.

FIN