¡Maldita monja!
...estaba harta de la maldita disciplina de aquel colegio de monjas; ¡y tuviste que llegar tú: maldita monja, te odio!!,...
El año pasado no me interesaba ser buena alumna ni llenar mi libreta del colegio con sobresalientes: solamente aguardaba la hora de largarme de ahí: estaba harta de la maldita disciplina de aquel colegio de monjas; ¡y tuviste que llegar tú: maldita monja, te odio!,
Era el último año de colegio cuando llegaste, ¡con tu maldito hábito hipócrita!, ¡con tus manos blanquísimas, tu rostro blanquísimo y tu entrepierna que seguro jamás ha visto el sol, maldita monja!; Sor Margueritte era tu nombre (¡nombre de puta de mal burdel parece y no de monja!), nadie sabía de dónde venías: unas decían que eras alemana, otras que danesa o inglesa frígida. Sólo por tu maldito acento sabíamos que hablabas francés. Desde que te ví, supe que te odiaría a muerte, ¿y qué fue lo primero que hiciste?, ¡le hiciste caso a la zorra esa, la presidenta de la clase, la puta de Eliana!!, fué ella quien te dijo que yo era "una manzana podrida": la muy perra me odiaba desde que le volteé la boca al cerebro de un bofetón cuando me gritó "¡tortera!" en frente de toda la clase, en un recreo. Desde ahí no me despegaste un ojo, maldita monja, ibas a todos lados tras mío, ni al baño me dejabas ir sola, ¡maldita monja!...
Yo y Ana recién habíamos comenzado nuestro amor: éramos uña y carne desde los 5 años. Al desarrollar nuestros cuerpos, fue ella a la primer mujer que ví desnuda: sus paraditos y pequeños pechitos me encandilaron, así como su larga cabellera rubia dorada y lacia, sus piernas suaves como seda, y su cara de ángel encendieron mi sexo por primera vez. Tardé mucho en acercarme a ella con confianza. Tras jugar a "aprender a besar", simplemente nos amamos con locura, revolcándonos en nuestras camas, desnudas, frotándonos, cada vez que nuestros padres nos permitían dormir juntas (ellos eran grandes amigos). Así, ese verano exploramos nuestros cuerpos mutuamente: no era sexo; era amor puro, intenso. Ana estaba enamorada de mí: le encantaban mis senos grandes y de pezones oscuros, gozaba hasta el orgasmo, a veces solamente con peinarme mi corto cabello negro azabache, moría por introducir su lengua, como explorando, en mi rajita de mata negra y abundante. Ardientes, ya de vuelta al colegio, pronto conocimos todos los recovecos donde podíamos escondernos y besarnos, casi atragantándonos con nuestras lenguas entrelazadas, casi arrancándonos ese estúpido uniforme de colegio de monjas, ¡pero tuviste que llegar tú, maldita monja!, nos descubriste ese malhadado día, nos pescaste semiocultas por la puerta abierta del gimnasio, besándonos, a la vez que ambas nos introducíamos mutuamente las manos en nuestros coños adolescentes y ardientes.
El mojicón que le metiste a Ana casi me partió el alma, ¡maldita monja; debí matarte en aquel instante!, pobre Ana, estaba aterrada al verse descubierta:
- ¡Vaya a la capilla y quédese ahí hasta que regrese, señorita Caviedes -le ordenó, para luego zarandearme del brazo-, ¡y usted, señorita Muñíz, venga para acá!!...
Me encerraste en tu oficina (Sor Margueritte era también la flamante psicóloga del colegio); yo te miraba con odio, con puro y absoluto odio, sin importarme ni que me expulses ni tu metro ochenta y cinco de estatura, ni tus manazas de bruja, ni tus ojos celestes de muerta, ¡maldita monja: le pegaste a Ana, a MI ANNIE!!!
- Usted es la única responsable de este asunto, señorita Muñíz, y será castigada por eso
Te sentaste en tu sofá de cuero y lo arrastraste para atrás, separándolo del escritorio para hacer espacio, ¡maldita monja!, me ordenaste que me eche boca abajo en tu regazo para recibir unas buenas palmadas, ¡maldita, ni mi padre me ha alzado la mano nunca!!!. Nadie sabía que yo estaba ahí. Ya recostada yo en tu regazo, me alzaste de un tirón la falda. Yo estaba roja de vergüenza, mostrándote a ti, ¡maldita monja!, las diminutas bragas rojas que mi Ana me había regalado por mi cumpleaños y que eran solo para que las vea ella.
- .¿¡Qué es esta porquería!?... exclamaste con asco, para luego arrancármelas con tu mano, de un solo golpe, rompiéndolas, haciéndome gritar de dolor al rozar quemando mi rajita, la tela. Derramando mis primeras lágrimas ví como las tirabas al tacho de papeles.
El primer palmetazo lo sentí como lo más doloroso de mi corta vida, ¡maldita monja; tenía la mano muy pesada!, en pausada sucesión, los palmazos cayeron en mi joven culito: uno tras otro, arrancándome, agudos chillidos y gruesos lagrimones que recorrían todo mi rostro. Fue un cuarto de hora de golpes; mis nalgas ardían como el fuego. Casi desmayada del dolor, estaba a tu merced, maldita
- .¡Yaaaaa!, ¡ya nooooo!!!!, .
Poco a poco el dolor cesó; tu mano ahora caía y se quedaba pegada un buen rato a mis nalgas cada vez: ¡la muy maldita Sor Margueritte me estaba acariciando el culo!, su mano casi abarcaba mis dos nalgas, mmm el dolor se pasaba, para dejar paso a una corriente de electricidad que me recorría del culo hasta la columna,..mmm Cada segundo tu mano me acariciaba el culo, separando de cuando en cuando mis nalgas, ¡maldita!, .ohhh, ohhh!; ¡siento tus dedos rozando mi rajita que se me humedece casi al instante!, ohhh, .ahhh. No puedo contenerme, quiero y no quiero: alzo la colita, me quiebro de cintura para permitirte introducirme el dedo: ¡te odio maldita!, ahhh!
Mis piernas cuelgan a ratos, a ratos las alzo y las recojo, desesperándome de placer, mmmm, .noooo!, siento tu dedo largote introduciéndose en mi vagina húmeda, ah!,..ahhh!, ahahhhh!!!. ¡LO SIENTO HASTA EL FONDO!!!, ahhh!, ¡AHHH!!!....La maldita perra mete y saca su dedo de dentro de mí, mientras suspira en silencio. No habla. De rato en rato lo saca y se lo lleva a la boca, succionando con placer mis jugos, para luego humedecerlo y volvérmelo a meter una y otra vez, mmm MMM!!!...
De pronto mis piernas tiemblan sin control: ¡la maldita monja me mete despacio, pero sin detenerse, otro de sus dedos en el ano!!, ..mmmmgggg!!!, .noooo!!!, ahhhhh!, ah!, ah!, .AHHHH!!!; mi pequeño y estrecho agujerito cede ante su largo dedo. ¡NO PARO DE GEMIR, ME ESTÁ PENETRANDO POR MIS DOS AGUJEROS A LA VEZ!!!
Cuando estoy a punto de dar de gritos de placer, me cubre la boca con su otra mano, sin dejar de penetrarme salvajemente. Instintivamente, me meto en la boca uno de sus dedos y los succiono con lujuria: ahí es que la escucho gemir deliciosamente, mientras soltaba cortas frases obscenas en francés. Siento bajo mi vientre cómo sus piernas se frotan la una a la otra, anunciando la corrida que se avecina. Fuera de sí, Sor Margueritte me saca los dedos de golpe, y levantándome de su regazo y echándome sobre un ángulo del inmenso escritorio, boca abajo: apoyada así, no puedo impedir que me quite la falda por completo. La muy maldita se alza el hábito y quitándose las bragas de abuela que usa, me deja apenas ver su sexo de zorra mayor: es abundante su vello color rubio rojizo, y está chorreante de fluidos, Con experticia, me abre las piernas y coloca una de sus blancas y torneadas piernas (¡quién lo hubiese dicho!), en medio, para luego cogerme y comenzar a frotarse contra mí con fuerza:
.AHHHH!!!, AHHH!, AAAAAHHH!, ¡TE ODIO MALDITA! -, grité sin poder contenerme, sintiendo su pierna contra mi clítoris ardiente. Tuve la más brutal corrida al sentir su enorme clítoris, duro y redondo, sobándose contra el mío. Luego me dejó ahí, exhausta y satisfecha. Sin decir nada, se sentó en su sofá de nuevo. Yo no sabía qué hacer, y apenas tenía fuerzas para agacharme a recoger mi falda. De pronto, su rostro cambió: comenzó a mostrar angustia, luego comenzaron a caer sendas lágrimas por sus mejillas. Su rostro dejó de ser el de una "maldita" para mí; tenía ahora una apariencia más humana; sus ojos color cielo me parecieron tiernos. Sin decirme nada, se echó a mis pies llorando, y diciéndome por mi nombre:
- ¡Perdóname, Jessica!, ¡PERDONAMEEÉ!!!, .
Yo no entendía nada del asunto, y malcriada como soy, le negué el perdón por lo que me había hecho, negándoselo con la cabeza. Al ver esto, prosiguió su ruego llorando sin parar, pero ahora comenzaba a besar mis piernas. Mientras continuaba mi negativa, ella iba ascendiendo más y más .sus labios carnosos y húmedos me besan las rodillas,..mmm me separa las piernas mientras me besa, me lame, musitándome muy quedo: "..perdooooónn", .MMMM!, ¡eres una maldita, monja de porquería: me metes tu lengua larga hasta el fondo de mi vagina!, .¡MMMMHH!!!, ¡AHHH!!, ¡ahhhh!!!!....
Siento que las piernas me fallan, siento que me voy a caer!, mi cuerpo tiembla sintiendo tu lengua introduciéndoseme, ¡TU LENGUA ME VIOLA MALDITAAA!!!, .¡malditaa!, Sólo recuerdo que me desvanecí: aquella corrida fue demasiado para mí. Vagamente, como un borrón en mi mente, me veo acostada en el suelo alfombrado de la oficina de Sor Margueritte, hecha un ovillo, durmiendo. A ratos recuerdo a la monja, desnudándome por completo. No sé si fue un sueño, cuando me veía a mí misma, sentada en tu regazo, y tú, maldita monja, chupándome y mordisqueándome los pezones. Solo me acuerdo ya vestida, atontada, caminando hacia mi casa. No fue difícil explicar a mis padres el por qué llegué tan tarde; sólo les dije que me castigaron. Se lo creyeron, como siempre.
Después de eso, ya nada fue igual: te tenía atrás mío en el más mínimo movimiento: la más mínima acción de mi parte en el colegio era una castigada por ti, maldita Sor Margueritte; no era raro ya que me mandaras a quedarme castigada en tu oficia. Sobre ese piso alfombrado, me castigabas, atándome las manos con el corbatín del uniforme, para luego acostarte desnuda en el suelo, sin más que tu toca encima, abriéndote de piernas, enseñándome tu inmenso y mojado sexo rubio, tus labios vaginales carnosos, ordenándome: "¡lámelo!". ¡Gemías como una marrana con mi lenguita, maldita monja!; fue la primera vez que lamí un auténtico sexo de mujer; apetecible, ardiente, con un olor que a mí me parecía, como de Agua de Rosas, mmm Recuerdo aún cómo luego me bañabas el rostro con tus corridas de hembra insaciable, una, dos ,tres, cuatro y más veces: ¡nunca quedabas satisfecha, maldita!; cuando el colegio estaba desierto, te regodeabas frotando tu sexo contra el mío hasta hacerlo irritar, hasta hacerme gritar de gozo, sin temor de que nadie nos escuche!. Al pasar de las semanas, comencé a cometer faltas de disciplina a propósito: Ya no era tú, sino la maldita Hermana Directora, la que me enviaba a tu oficina a ser "disciplinada".
Te aterraste cuando tu superiora te dijo que me expulsarían si no me enderezaba. Recuerdo cómo te pusiste de pie, con las piernas separabas, y me rogabas llorando que no me deje castigar nunca más, mientras yo estaba con mi cabeza bajo tu raja pulsante y excitada, lamiéndola con desesperación, como si fuese a ser la última vez que lo hiciese.
Pero no te quedaste tranquila, nooo: te las ingeniaste para decirle a la Directora que yo necesitaba psicoterapia permanente, y mis padres también te creyeron; ¡maldita, lograste que todas se apartasen de mí en el colegio!; no pasó mucho hasta que Ana rompió conmigo: ya no soportaba que no lograse encenderme como antes, Se volvió rutina que te aparecieses a cualquier hora, a interrumpir las clases de mi salón y, sin explicación, ordenases: "...señorita Muñíz: a mi oficina". Ninguna de las otras monjas chistaba siquiera; salía atrás tuyo hasta tu despacho, a encerrarnos, presta yo a ser "disciplinada"o "a recibir terapia": ahí aprendí contigo todas las formas posibles de lujuria; todas las formas posibles de besar, morder, chupar, sorber y penetrar cada centímetro del cuerpo de una mujer y a la vez, lograr y dar un increíble gozo: ¡maldita monja: pensaba yo en tu sexo mañana, tarde y noche, ME ESTABAS VOLVIENDO LOCA!!!
Pero también tuve mis compensaciones: inexplicablemente, mis notas comenzaron a subir mucho (sé que fuiste tú, maldita monja, ¿no es cierto?), cuando llegaron a cierto nivel, presionaste para que me elijan Presidenta de la clase, "en base a mi maravillosa regeneración". Fué una dicha, ¡la zorra de Eliana quería morirse en ese mismo momento!. Luego, ingresé al equipo de Voleyball (¿gozabas viendo mi culito saltando en pantalonetas ajustadas, ¿verdad maldita?), y mis padres casi explotan de orgullo, cuando en la actuación por el aniversario del colegio, bailé ante todos, con la Vivi, un tango argentino: ¡me imagino tu raja inundándose, cuando la Vivi levantó mi pierna enfundada de media con liguero, hasta su cintura, en el gran final del baile!; ¿qué?, ¿soñabas con verme medio vestida de rojo y negro, con boina y un falso lunar en la mejilla, maldita monja?...
Al llegar las vacaciones por semana santa pasé la peor semana de mi vida: me revolvía inquieta por todos lados, con mi sexo ardiendo de loco deseo. Grité, pataleé, maldije y me peleé con todos y contra todo en la playa donde fui a veranear con mis padres; estaba yo sufriendo de un desespero horrible!, ¿y dónde estabas tú, maldita monja?; ¡EN UN RETIRO, CON ESAS SUCIAS PERRAS Y GOLFAS MONJAS COMO TÚ, GOLPEÁNDOSE EL PECHO, MALDITAS HIPÓCRITAS!!!, me pase varios días encerrada en mi cuarto, hasta que me llegó una postal: era tuya. " Sor Margueritte debe quererte mucho: te envió una foto con dedicatoria"-, dijo mi padre al entregármela. Ahí estabas tú en la foto: con tu hábito y tu carita "para ponerte en un altar", mirándome fijamente a través de la foto, con tus hermosos ojos celestes. Yo esperaba al reverso palabras de amor y pasión, siquiera una referencia a tu sexo y le mío mojados, frotándose con pasión, ¿pero qué me pusiste?,..."Dios te ama". Esa noche no cené; me encerré con llave. La luna llena iluminando las olas me alumbró en mi cama, revolcándome desnuda, apretándome los pechos con una mano, mientras introducía tu foto en mi raja ardiente, frotando tu rostro contra mi duro clítoris, hasta terminar tiñéndome de azul todo mi coño mojado con la tinta de tu estúpido mensaje, ¡maldita monja!
Al regresar a clases, tu fría indiferencia me mataba, hasta que después de cada recreo, encontraba en mi mochila inesperados regalos: primero fueron crucifijos de oro, luego pulseras y aretes de moda. Un día, encontré, dentro de mi mochila, un diminuto hilo dental rojo: estaba dichosa, era señal de que sería "disciplinada" aquel día, y luego, gozaría como demente casi tragándome tu raja jugosa, mientras me pedías "perdón". Así fueron pasando mis últimos días de colegio. Pasé más tiempo en tu oficina, que en clases. Para el Día del Maestro te envié una carta, en secreto, y que realmente quemaba de pasión, ¿y qué hiciste, maldita monja?, ¡me avergonzaste frente a toda la clase, y todo por una estupidez!, sólo por reírme del nombre de un literato francés del que ni me acuerdo. Me llevaste a empellones a tu maldita oficina. Cerraste la puerta con llave; sin ninguna delicadeza me aventaste contra el escritorio, me arrancaste con rabia la falda y las bragas, me reventaste los botones de la blusa al abrirla con tus manos cual garras, ¡maldita, me hacías daño!, ¡casi me ahorcas al tratar de quitarme el corbatín y el sostén a la vez!...
Yo temblaba desnuda, temblaba de miedo y de frío. Mis pechos casi me dolían de frío al estar en contacto con el frío vidrio que cubría tu inmenso escritorio de madera. Titilando de frío, volví mi rostro a verte: te habías desnudado como siempre, por completo, solo con tu toca. Abriste mi mochila y sacaste mi almuerzo: un plátano. Como si lo hubieses hecho miles de veces, te lo insertaste en la concha, quedando el otro extremo simulando un pene erecto. Yo comencé a temblar de miedo, a la vez que mi rajita comenzaba a humedecerse, caliente. Con uno de tus pies me apartaste uno de los míos a un lado: "¡ábrete!"-, me dijiste; me soltaste un salvaje escupitajo contra mi ano y mi raja, apenas pude reaccionar cuando me la introdujiste de un golpe, .¡AUUUUU!!!, ¡DIOSSSS!!!, .¡Ahhh!, Ah!, mi conchita recibía el paquete ese que la ocupaba toda!!,.. ¡siento tu vientre golpeando con fuerza contra mis nalgas!, ¡OOOH!,..¡AHHH!!,..¡SIGUE!,..¡SIGUEEE!!!... ¡La maldita monja se echa encima mío, atenaza mis pechos con sus manos, mientras goza, moviéndose acompasadamente, mordisqueándome la nuca, lamiéndome desesperada el cuello, .¡ahhh!, ¡ahhhh!!!!...
.¡Te amo, Jessica!,, ¡AHHH!!,..Ahaaa!!!... me dice por primera y única vez, loca de deseo.
.¡Me vuelves loca, maldita monja!!,.. ahhh!, AHHH!!!...-, fue lo único que atiné a decirte.
No duró mucho nuestro placer: demasiado ímpetu de ambas terminó con destrozar la fruta dentro de nuestras conchas. Pero fué delicioso lamer luego de tu concha tus jugos y los restos de la fruta.
Al llegar el ansiado viaje de promoción, yo y todas mis compañeras estábamos ilusionadas con el viaje que realizaríamos a Cuzco (Perú); no nos interesaban las ruinas ni los paisajes, sólo la oportunidad de ir a una discoteca y bailar hasta el amanecer; otras soñaban con conocer el amor y el placer con un apuesto extranjero. Yo no sabía qué esperar. Apenas arribamos al hotel, entendí que no iba a compartir esa última experiencia con mis compañeras; ¡maldita Margueritte; decidiste que compartamos tu habitación!, "para tenerme controlada"-, dijiste. Durante ese primer día, sólo disfruté la compañía de mis compañeras durante las visitas a los sitios de interés turístico; pero atrás mío estabas tú, Margueritte, con tu hábito, como cuervo negro acechándome. Al caer la noche, castigaste a toda la clase por un grupo de chicas que casi no llegan a tomar el bus de regreso de las ruinas Saqsayhuamán:
- ¡CASTIGADAS TODAS!- bramaste-, ¡nadie sale a bailar hoy. Es todo!...
Las otras chicas lloraban de rabia en sus cuartos, ¡maldita monja, eso no se hace!.Yo me tumbé en la cama, mirando aburrida la televisión, ya en pijama. Sor Margueritte bajó a cenar, luego entró al cuatro y tomó una larga ducha. Me quedé dormida. A eso de las 12:30, un golpeteo insistente en mi hombro me despertó: ¡Dios Mío!;
- ¿Jessica?, despierta -me susurrabas en medio de la penumbra del cuarto-, vístete: vamos a salir .
No podía dar crédito a mis ojos: Margueritte estaba de pie ante mí, hermosa, realmente bella. Se había quitado sus ropas religiosas y ahora se mostraba frente a mí, totalmente espectacular: calzaba unos zapatos rojos de taco aguja que la hacían ver inmensa, un apretadísimo pantalón de cuero negro y un diminuto top que dejaba a la vista su espalda blanquísima, sus riquísimos hombros y su apetecible ombligo. Su toca había desaparecido, dejándome ver una maravillosa cabellera rubia: Margueritte era la mujer más hermosa del mundo, y era mía. Me vestí apresuradamente y en silencio, y tomadas de la mano salimos felices a la noche.
Fue una noche maravillosa: éramos libres. Bebimos hasta hartarnos, bailamos en una discoteca rodeadas por turistas de todo el mundo: a nadie le importaba que nos besáramos en medio de la pista de baile. Margueritte bailaba como una diosa, todo movimiento era un concierto de lascivia que luego explotaría en mi cama. Al ritmo del más furioso trance te echabas de espaldas sobre mí, bailando; gozabas permitiéndome acariciar tus senos desnudos bajo el top mientras las luces de la disco nos iluminaban. Tu inmenso culo se frotaba contra mi vientre, deseoso, ansioso. Casi me mojé del gusto cuando me alzaste por las nalgas para besarme, apoyada a la pared, junto al baño. Disfrutabas sobándome el coño por encima del pantalón, cuando un gringo idiota se acercaba a nosotras, queriendo invitarte a bailar. ¡Casi te lías a golpes con dos francesas que osaron acercárseme, para invitarme un trago!;
- ¡Ella es MÍA! -, les gritaste con furia, después de insultarlas en francés (¡eres una maldita, Margueritte!)
Casi amaneciendo, me arrinconaste en uno de los portales de la Plaza, besándome con desesperación, quitándome las ropas, dispuesta a amarme ahí en plena calle. Yo ardía de deseo de que me comas la raja en plena calle: lo hubieses logrado, a no ser por el policía que nos descubrió. "¡Métase en sus asuntos!"-, le gritaste. Ya en la habitación, no nos pudimos contener: nos arrancamos a zarpazos las ropas. Ya desnudas, nos metimos a la ducha: el agua caliente nos revivió. En silencio, para que nadie nos escuche, comenzamos a amarnos: me ofreces tus pechos, rogándome que succione tus pezones parados como los de una madre. El agua lubrica mi entrepierna permitiéndote que me metas los dedos por el culo y la raja como la primera vez, ahhhh!, siiii!, . Nuestros cuerpos desnudos, mojados, se entrelazan haciendo que el agua casi hierva, ooooh!!!, ahhhh!!!!, ansiosa me pongo a cuatro manos en la tina y te pido que metas tu lengua en mi raja, Margueritte, .¡OHHH!!!!, ¡AHHHH!!!!,..¡tu lengua se mete en mi vagina y mi culo, alternadamente, sacudiéndome con oleadas de placer!!!!, ¡SIIII!!!...
El amanecer llega, y los rayos del sol nos iluminan en la cama, besándonos y jurándonos amor por siempre. Cuando tocan la puerta, te pones de nuevo tu toca, y respondes con la puerta apenas entreabierta:
- Sor Inés; lleve a las chicas de excursión, la señorita Muñíz está indispuesta: le cayó mal la comida. Yo me quedaré a cuidarla.
Finalmente acabó el colegio para mí y yo me encerré por meses para prepararme para postular a la universidad. Fue un tremendo esfuerzo, pero logré ingresar a mi carrera deseada. Apenas me enteré, salí de casa como loca, llena de dicha. Como una demente fui hasta al colegio. La maldita Hermana Directora me lo dijo, con su cara arrugada y como quien no quiere la cosa: " Sor Margueritte fue trasladada a Mauritania por la congregación; siempre quiso hacer trabajo misionero"
Ahora estoy en mi cama, tirada, hecha una porquería, (¡mis padres piensan que me encerré a llorar por un chico!), miro la foto de la promoción, donde yo estoy sentada sonriendo, y tú estás de pie, apoyada en mis hombros. Mis ojos están inundados, al igual que mi raja abierta, en la cual casi me meto el puño completo, con desesperación, con dolor, como una loca masturbándome, tratando de llegar siquiera a la mitad de la intensidad de los salvajes orgasmos que me hacías tener, ¡las corridas que me hacías tener cuando tu vulva abierta me embarraba con tus jugos, con tu esencia, que a mí me sabía y olía al paraíso!....
- .¡TE ODIO, maldita monja: POR HABERTE IDO!!!,