Mala fe Emily
La historia de Emily.
Mala fe Emily
Juan se montó en el ascensor y desapareció, no podía evitar pensar que había tomado la decisión más entupida de mi vida y que me iba a arrepentir durante mucho tiempo. El comentario de Juan sembró una duda en mí, ¿y si lo del contrato era una mentira que usaron para liarme y hacer daño a Juan?, marque el número que Marta me dio, sí, supe su nombre gracias a Juan.
Se izó de rogar, pero al final contesto.
• Marta, soy Emily la exnovia de Juan – dije algo enfadada.
• Lo siento Emily, fue cosa de Roberto, para cuando me entere ya le había mandado el video – dijo Marta.
• Bueno, eso ya no tiene solución, yo te llamaba para saber si lo del contrato seguía en pie – dije-
• Claro, si sigues interesada, te mandaré el contrato en dos semanas – me dijo Marta.
• Sí, sigo interesada – dije.
• Muy bien, estoy deseando trabajar contigo – se despidió Marta.
Esa llamada me dejo más tranquila, cuando conocí a Juan intérprete el papel de periodista intrépida. Lo exageré tanto que Juan empezó a llamarme Lois Lane, pero la realidad era que cada vez que tenía que ir a hacer una entrevista para la revista, me cagaba de miedo. En Islandia además tuve la mala idea de fardar con la escalada, había escalado pero en un rocódromo de un gimnasio.
Si Juan no me hubiera agarrado, me hubiera caído al vacío. Ese punto fue clave para acercarnos más el uno al otro, Juan me contó que venía de un desengaño amoroso, no entro en detalles. La verdad es que el primer día que nos vimos, me llamo la atención el fuego que tenía en los ojos, de verdad estaba contento con su nuevo trabajo, pero también se le notaba tristeza.
Disimulaba bastante bien esa tristeza, pero no lo suficiente. Todo ello fue suficiente para que despertara interés en mí, la primera vez que hicimos el amor fue tan atento y cariñoso, yo estaba acostumbrada a hombres que solo buscaban su placer. Eso no quitaba que yo disfrutaba de follar con ellos, justamente fue lo que me paso con Roberto.
Para serme sincera a mi misma, según lo vi tuve ganas de fallármelo, se le veía tan seguro de sí mismo y de haber estado con muchas mujeres. Moje mis bragas en ese mismo instante, algo dentro de mí me decía que no merecía la pena. Tenía mucho más que perder que el placer que me podía proporcionar ese hombre. Cuando me propusieron lo del puesto de trabajo, fue mi escusa perfecta.
Me dije a misma que lo hacía por un trabajo mejor, pero a quien quería engañar, la antigua Emily había brotado otra vez y no tuvo en cuenta el daño que le iba a hacer a Juan. Es verdad que Roberto follaba mejor que Juan, pero tampoco fue para echar cohetes, esperaba mucho más de Roberto. Había estado con hombres que le daban mil vueltas, Juan en conjunto sacaba mejor nota, pues sus carencias las suplía con cariño y atención. La mañana que llegue a mi despacho y vi el sobre me sobresalte, sabía que lo que contenía ese sobre no era nada bueno. Cuando puse el DVD en mi portátil, sentí vergüenza de mi misma. Me había dejado dar por culo, por un hombre que no se lo merecía, además que no lo disfrute en absoluto. Fue brusco y no dejo que mi culo se acostumbrara, solo al final conseguí sentir algo de placer y fue poco pues él se corrió y la saco sin tener ninguna consideración.
Vi pasar a Juan por delante del despacho, su tristeza ahora era evidente. En un intento desesperado quise explicarme, lo único que conseguí fue dejarme más en evidencia. Sabía con mirarle a los ojos que había perdido a un gran hombre, pasaron las dos semanas y una tercera también. Volví a llamar al número que me dio Marta, esta vez estaba apagado o fuera de cobertura.
Lo intenté durante toda la mañana sin éxito, me había coronado como la mujer más entupida del mundo. Llore, llore de rabia, me sentía engañada, pero yo me deje engañar solita. Nadie más tenía la culpa menos yo, mira que Juan me aviso y yo no le hice caso. Durante el siguiente año vi a Juan en solo dos ocasiones, no me atreví a acercarme. Yo seguí en el trabajo que tanto miedo me daba, hable con los jefes y estos por suerte no se habían enterado de la oferta.
Juan leal hasta el final, mira que ahí tenía una forma de vengarse. No dijo nada y no me perjudico, un despido de National Geografic, me hubiera cerrado prácticamente todas las puertas. No volví a ver a Juan, pero en la oficina se escuchaban rumores, uno de ellos era que la hermana de Juan se había separado de su novio y otro de los rumores fue que su hija nació muerta.
Esperaba que fueran rumores, yo no era madre, pero únicamente de pensarlo me entraban ganas de llorar. El despido pactado de Juan se izó efectivo, entonces lo vi, vino a recoger sus cosas. Estaba desmejorado, se metió en su despacho y empezó a recoger sus cosas. Miraba sus fotos y una triste sonrisa se dibujaba en su rostro, yo como buena cobarde, no me atreví a entrar en su despacho.
Se veía que necesitaba un abrazo como el comer, pero me preguntaba si yo era la persona idónea para dárselo. Cuando vi que ya había terminado de recoger sus cosas, salí corriendo hacia mi despacho. Volví a verlo pasar y desaparecer en el ascensor, entonces empezó mi caída libre. Los remordimientos no me dejaban dormir, entonces salía e intentaba acallarlos con sexo y alcohol. Cuantas mañanas aparecí en la oficina sin haber dormido después de haber pasado la noche de juerga o follando con cualquier desconocido.
Inconscientemente, yo buscaba a Juan en esos hombres, al no encontrarlo me frustraba y me seguía sumergiendo más en mi infierno particular. Llegue al punto de que un hombre me confundió con una prostituta y yo en vez de decirle que no lo era, me fui con él a un hotel y después de dejarme follar por todos mis orificios acepte el dinero. Cuando ese hombre se fue, yo todavía tenía el dinero en la mano.
Llore, en que me estaba convirtiendo, a donde me estaban llevando esas malas decisiones que llevaba tomando de un tiempo atrás. Esas salidas nocturnas empezaron a afectarme en mi trabajo, cometía errores de novata y en muchas entrevistas solía ser cortante y desagradable. Muchos entrevistados se empezaron a quejar de mi actitud, uno de los jefes me llamo a su despacho y me dijo.
• Emily, no se que te está pasando, pero tienes que ponerle solución, la junta quiere despedirte, si no lo ha hecho aún, es por el gran trabajo realizado durante estos últimos años – dijo el jefe.
• Lo siento jefe, no estoy pasando por mi mejor momento, pero le prometo que le pondré solución – dije.
Salí de su despacho abatido, ahora mismo no podía permitirme perder el trabajo. Decidí dejar de salir por las noches y ponerme en manos de un psicólogo/a. Nunca había creído en la psicología, pero ahora la necesitaba como el comer. Me recomendaron a una muy buena y me puse en sus manos, gracias a su ayuda empecé a volver a ser la Emily que solía ser.
Aunque ahora tenía claro lo que no quería en mi vida, me centraría en el trabajo. Lo único buenos que saque de esto es que durante mucho tiempo me tuvieron en el despacho. No tuve que enfrentarme a catástrofes naturales, animales mortales, ni nada parecido. El tiempo fue pasando y una mañana que había ido antes que los demás al despacho, escuche como se abría el ascensor y de él salió Juan, su semblante había cambiado, se le veía más curtido, pero sobre todo se le veía feliz.
No se que le abría pasado durante estos años, pero parecía que había arreglado todos sus problemas. Venía con una caja entro en su despacho y mientras silbaba una canción pegadiza fue poniendo todas las fotos en los mismos sitios de antaño. Esta vez cambio algo y era que una de esas fotos yo no la conocía y en ella salía una mujer pelirroja espectacular.
Pensé que sería alguna modelo a la que hubiera sacado una foto, o alguna amiga nueva que pudiera haber conocido durante estos dos años. Lo que nunca se me paso por la cabeza fue que pudiera ser su pareja, me arme de valor y toque la puerta.
• ¿Puedo pasar Juan? – pregunté.
• Claro Emily, ¿qué tal estas? – pregunto Juan.
• Bien, ¿y tú? – pregunté.
• Mejor, han sido dos años malos, pero ya a pasado – dijo Juan.
Me despedí de él con una sonrisa, le dejé que colocara todas sus cosas, parecía que no me guardaba rencor. Algo dentro de mí se despertó al verle, coincidíamos en la sala de descanso muchas mañanas. Al principio fue un hola y adiós, pero con el tiempo volvimos a retomar esa sintonía que teníamos antaño.
Yo sentía mucha curiosidad y le pregunté a Juan.
• ¿Qué te ha sucedido estos dos años? – Pregunte.
• ¿De verdad quieres saberlo? – pregunto.
• Si – dije.
Juan me empezó a contar toda la historia, desde la supuesta infidelidad del novio de su hermana, la muerte de la niña de esta, su intento de suicidio y también el intento de suicidio de Juan. Yo no daba crédito a lo que estaba escuchando, menos aún cuando me dijo que la artífice de todo lo que les había ocurrido había sido Marta. Temblé de miedo, si al final llego a terminar trabajando para esa mujer. A saber que cosas me hubiera obligado a hacer.
Sentía que Juan se guardaba algo, pero para mí esta charla había sido un paso adelante muy grande. Esta vez estaría a su lado y no volvería a cometer los mismos errores, todo mi castillo de naipes se derrumbó una mañana que una mujer pelirroja de bandera y banda de música salió del ascensor y pregunto por el despacho de Juan.
Paso por delante de mí y no me avergüenza reconocer que era la mujer más hermosa que hubiera visto en mi vida. Juraría que había mojado hasta las bragas, salí de mi despacho con cuidado de no ser descubierta y vi como esa mujer tocaba la puerta del despacho de Juan con los nudillos. Juan abrió la puerta con una sonrisa y se besaron, eso me dio un golpe contra la realidad terrible.
Me entraron ganas de llorar, no quería que nadie me viera y me fui a la sala de descanso, me saque una menta poleo y me senté en una de las esquinas donde estaría resguardada de miradas indeseadas. Me había hecho ilusiones de poder recuperar a Juan, pero a quien quería engañar, hombres como Juan quedan pocos en el mundo y una mujer inteligente no lo dejaría escapar.
Yo no fui inteligente y por eso estoy aquí lamentándome de lo que podría haber sido y no fue. De repente escuche a personas que se acercaban, me seque las lágrimas y puse mi mejor cara. Eran Juan y esa mujer pelirroja, venían riendo y al verme se acercaron.
• Hola Emily, quiero presentarte a mi novia Sharon – dijo Juan.
• Encantada – dijo Sharon.
• Encantada – dije yo con menos entusiasmo.
• Sharon está aquí porque empezará a trabajar con nosotros la próxima semana – dijo Juan.
Lo que me faltaba, trabajar con la mujer que me había roto mis ilusiones en mil pedazos. Que remedio el karma es el karma, por lo que me contó Juan. La semana siguiente teníamos que ir a Islandia, había entrado en erupción un volcán de nombre impronunciable.
• De verdad que tengo que ir yo, pensé que me había librado de esos peligros – dije resignada.
• El jefe quiere que vayas tú, necesitamos tu experiencia, además nadie más quería ir – dijo Juan.
• Normal, vamos de cara al peligro, cualquier día no volvemos – dije.
• Venga mujer, mírale el lado positivo, será toda una experiencia – reía Juan.
Una experiencia decía, era la única persona que le hacía ilusión acercarse al único lugar de la tierra que desprendía suficiente calor como para incinerar a una persona. La novia de Juan lo miraba y parecía que ella tampoco las tenía todas consigo. El viaje a Islandia fue muy duro, como el volcán había entrado en erupción, todos los vuelos se habían cancelado. Tuvimos que ir por mar y después en unos vehículos especiales para la nieve, por fin estábamos cerca del volcán.
Juan y Sharon se acercaron al volcán para tomar fotos de las lenguas de lava que descendían de la ladera. Yo mientras tanto entrevistaba a una vulcanóloga y a un geólogo, yo me encontraría a unos veinte quilómetros del cono del volcán. Juan y Sharon vinieron corriendo, de repente vi como de la ladera del volcán bajaba una especie de nube espesa que se tragaba todo a su paso. Las piernas empezaron a temblarme, empecé a llorar y me era imposible dar un paso.
Entre en pánico y estaba segura de que ese día moriría en la ladera de ese volcán de nombre impronunciable, escuchaba las voces de Juan y Sharon que me llamaban. Las escuchaba como lejanas, sentí como dos personas me sujetaban y tiraban de mí. Entramos en el vehículo y nos dirigimos a un refugio que habían construido para protegerse de lo que llamaban nube piroclástica.
Yo no podía dejar de temblar y sobre todo de llorar, Sharon y Juan me abrazaron y me dijeron que todo iría bien. Por suerte conseguimos llegar a ese refugio y estuvimos allí hasta que el peligro paso, cuando volvimos a la oficina Juan tuvo una charla conmigo.
• Emily, tú ya no puedes ir a hacer esos reportajes – me dijo Juan.
• Que puedo hacer, si no los hago, me despiden – dije desesperada-
Juan puso una tarjeta con un número de teléfono sobre la mesa, me dijo que preguntara por una mujer llanada Esther y que le dijera que él me recomendaba.
• En una amiga y la mujer que se ha hecho cargo de la revista de Marta – dijo Juan.
No se que le abría pasado a Marta, pero decidí no preguntar.
• Si es tu amiga, sabrá lo que paso entre nosotros y no querrá contratarme – dije.
• Esther no te va a juzgar por eso, sino por tu desempeño en el trabajo, eres muy buena y será eso lo único que le importe a Esther - dijo Juan.
• Gracias – dije.
• No me des las gracias, yo te he conseguido la entrevista, pasar la entrevista depende de ti – dijo Juan.
Pedí unos días libres y fui a hacer la entrevista con Esther, quedo encantada con mis respuestas en la entrevista y yo quede encantada con la revista, cuando Marta me propuso formar parte de ella. No tenía el estatus de ahora ni por asomo, ahora era una revista conocida mundialmente. Esther me contrato y llevo trabajando para ella tres meses ya.
Me vino bien cambiar de ciudad para olvidarme de Juan, cuando creía que no volvería a conocer un hombre como él. Fui como todas las mañanas a la sala de descanso a tomarme mi café, lo que me gustaba de esa sala de espera era que tenía cafetera y no una máquina de café, cuando entre allí estaba él, el hombre que se encargaba del mantenimiento de las máquinas de la oficina.
Se estaba peleando con la máquina de los refrescos.
• Te puedes creer que trabajo arreglando máquinas y lo mal que me llevo con esta, ya es la tercera vez en esta semana que me roba – dijo él.
Yo me quede sin habla al principio y después tuve que aguantarme las ganas de reírme.
• Perdona mi falta de decoro, me llamo Antonio – dijo.
• Encantada, yo me llamo Emily – dije sonrojada.
Nos estrechamos la mano y yo noté algo dentro de mí, Antonio era bastante guapo y la verdad me había caído muy bien. Las semanas fueron pasando, nos veíamos todos los días en la sala de espera, yo solía llegar antes y le esperaba. Parecía una colegiala que se había enamorado por primera vez, al final se armó de valor y me invito a cenar.
Yo acepté, quedamos para el viernes de esa semana. Me llevo a un restaurante muy bonito, la cena fue estupenda, después me llevo a un local de esos de moda. Por mucho que hubiera cambiado de ciudad y de país. Esos locales eran iguales en todos los sitios, estábamos bailando en la pista de baile y me lo estaba pasando genial. Entonces llego un machito y se puso a bailar conmigo ignorando a Antonio, mi anterior yo se abría sentido atraído por ese hombre, pero tenía la lección bien aprendida y lo ignoré centrándome en Antonio.
Aquel hombre no se daba por vencido y me cogió del brazo para que le hiciera caso a él. No se lo esperaba, mi mano choco contra su rostro. El golpe se escuchó en todo el local y eso que la música estaba a tope. Antonio se puso en guardia, aunque no era muy alto, si estaba fuerte por su trabajo.
• Tú que te has creído, primero me calientas y luego pasa de mí calienta pollas – dijo aquel hombre.
• Yo no te he visto en mi vida, te has calentado solo, vete al baño y preséntale a tu polla tu mano – le dije cabreada.
El hombre se lo tomo a mal, se encaró a mí y Antonio tuvo que meterse por medio, la cosa no fue a más porque los de seguridad intervinieron, por lo que parecía ese hombre ya era bastante conocido por liarla en los locales. Antonio me cogió de la mano y me llevo a un bonito hotel que quedaba cerca del local.
Me dijo que fue el hotel que uso cuando tuvo que hacer reformas en su casa y que quedo muy contento con el trato recibido. Pasada media hora estaba cabalgando sobre Antonio como una amazona desbocada. Hacía tiempo que no sentía esta sensación, no estaba follando, estaba haciendo el amor. Sonreí, la vida me estaba dando una segunda oportunidad y esta vez no pensaba desaprovecharla.
FIN.