Mal dadas

Otra nueva historia empieza.

Mal dadas

Me llamo pablo y estoy en una habitación de hospital. Me encuentro sujetando la mano de mi hermana pequeña, aquejada de una enfermedad coronaria incurable. Se la diagnosticaron al poco de nacer.

Nuestros padres eran unos yipies de manual, primero me tuvieron a mí y todo pareció ir bien. Cuando nació mi hermana, fue cuando todo se torció. Nuestros padres se dieron cuenta de que dos niños eran incompatibles con la vida que querían llevar. Me colocaron a mi hermana en brazos, nos dejaron frente a la puerta de un orfanato y no volvieron a mirar atrás.

Fui yo quien Eligio mi propio nombre y le puse el suyo a mi hermana, ni de eso se preocuparon. Si tenemos familia no lo sabemos, nunca la hemos conocido. Nuestra familia somos Silvia, el viejo Hiro y yo.

Hiro era un hombre mayor muy amable que nos adoptó cuando nos echaron de la última casa. Nos encontró en la calle, desde ese día se hizo cargo de nosotros. Consiguió devolvernos nuestra sonrisa, pero también pudo ver el odio y rencor que crecían dentro de mí.

Hiro era cinturón negro décimo Dan en Kenpo, eso quería decir que era un maestro. A la temprana edad de cinco años empezó a instruirme en ese arte marcial, a día de hoy soy cinturón negro tercer Dan.

Cuando Silvia tenía tres años se empezó a encontrar muy mal, Hiro cogió en brazos a Silvia, nos metimos en su coche y fuimos al hospital. Después de hacerle diversas pruebas, el diagnóstico fue totalmente devastador. Tenía una enfermedad coronaria extraña que iba degradando la musculatura del corazón.

No tenía cura pero si medicamentos, que alargarían la vida de mi hermana, dándole calidad de vida. Hiro no se lo pensó, se endeudó hasta las orejas, incluso en mismo día de su muerte nos dijo que había dos cosas de las que jamás se arrepentiría. Adoptarnos y haberse endeudado para salvar la vida de su hija.

Encontré una solución para ganar dinero de manera más rápida, pero sabía que a mi padre no le gustaría, y a mi maestro todavía menos.

• ¡Sensei, he entrado en el circuito de peleas clandestinas!

• ¿Te has vuelto loco pablo?

• No, ¡tú te has endeudado y yo estoy dispuesto a arriesgar mi vida por mi hermana!

• ¡Podrías morir!, ¿crees que Silvia querría eso?

Mi padre savia que no había otra manera, él tenía dos trabajos aparte de su negocio. Yo tenía dos trabajos y apenas tenía tiempo de estudiar. Y con todo no cubríamos ni la mitad. Silvia se culpaba de todos los sacrificios que hacíamos por ella.

• Dejar de sacrificaros por mí, no viviré mucho. ¡Os estoy llevando conmigo!

• Silvia, tú eres nuestra vida, siempre con una sonrisa en el rostro, siempre positiva. Eres tú la que nos anima a nosotros en vez de al revés.

• Pero pablo…

•! Silvia la decisión está tomada!

Yo era bueno, lo era, pero me encontré con cada monstruo que hicieron que se me pusieran los huevos de corbata en más de una ocasión. Los primeros combates fueron un fiasco. Poco a poco fui ganando en confianza pero perdiendo humanidad.

Mi hermana fue ingresada otra vez, yo había terminado mi combate. Mi contrincante me cogió de la parte de arriba de mi kimono, yo me eche para atrás, de esta forma conseguí distancia entre él y yo y desestabilizar su pierna de apoyo. Después con un rápido combo que constaba de cuatro golpes lo deje K.O., los golpes fueron el primero a los ojos, el segundo al cuello, el tercero de transición a su cara y el último de martillo.

El kenpo es uno de las artes marciales con movimientos más rápidos, muchos empezaron a temer mi velocidad y precisión. Todo cambio cuando fui a ver a mi hermana al hospital.

• ¡Hermano, estás cambiando y eres incapaz de darte cuenta, si mi vida te va a costar tu alma prefiero morir!.

Esas palabras resonaron en todo mi ser, por primera vez hizo que pondría los pies en el suelo. Pase la noche con ella y al día siguiente fui al lugar donde teníamos que combatir, llegue unas horas antes. Mientras pensaba cuatro personas se sentaron a mi alrededor.

Los cuatro mejores luchadores del circuito, un tailandés, un japonés, un brasileño y por último un coreano. No sabíamos nuestros nombres solo las nacionalidades, les conté mi problema y todo me dijeron lo mismo.

Me dijeron que dejara las peleas, pero ya, mis motivos eran buenos, pero el circuito corrompía hasta al mejor intencionado y a mí me estaba pasando. Me dijeron que si algún día necesitaba dinero o ayuda les avisara sin ningún miedo.

• ¿Por qué, queréis ayudarme?

• Tú luchas por una causa noble, nosotros lo hacemos por avaricia y sed de sangre (el coreano)

• Nos has recordado lo que significa luchar con honor(Japonés)

Todos se despidieron de mí y mi vida de luchador callejero paso a mejor vida. Con el dinero que había ganado, tendríamos para tirar por un tiempo hasta encontrar más trabajos.

Dos semanas después de eso Hiro murió, cuando nos adoptó ya era muy mayor y las preocupaciones agravaron su salud. Murió con una sonrisa, sabía que sus hijos sobrevivirían, pues para eso nos había educado. Fue un golpe duro para Silvia y para mí, pero no había tiempo de llorar, Silvia todavía vivía y teníamos que luchar por ella los dos juntos como un puto equipo de remo.

Yo salía con Laura, la chica más hermosa del barrio. Siempre había estado enamorado de ella, sé que a Silvia no le había caído bien desde el principio. Mi hermana tiene un octavo sentido que no falla y sabía que Laura escondía algo, yo no veía más haya que de lo enamorado que estaba.

• Hermanito ten cuidado con Laura, solo te diré esto.

• Se cuidarme, lo sabes.

• En este mundo del amor no hermanito. Aquí tus artes marciales no sirven para nada, siempre apoyaré tus decisiones aunque no este de acuerdo.

A visitar a Silvia siempre venían tres amigas Isabel, camarera del bar de lesbianas que mi hermana frecuentaba cuando su salud se lo permitía y Erika e Ingrid. Dos gemelas alemanas que eran como dos gotas de agua. Savia que Ingrid era lesbiana con pareja en Alemania, pero Erika no tenía pareja y sabía que ella era hetero. De no haber estado tan enamorado de Laura, me habría enamorado de Erika sin ninguna duda.

Erika e Ingrid eran altas un metro setenta y cinco, rubias y de ojos claros. Eran preciosas las dos, pero eso no fue lo que más me llamo la atención. Ellas venían desde Alemania para pasar los pocos días libres que tenían con mi hermana y mi novia solo había subido una vez a visitarla y de pasada.

La salud de mi hermana empezó a deteriorarse cada vez más rápidamente, los medicamentos cada vez le hacían menor efecto. Una de las veces hablé con el médico.

• ¿No podrían trasplantarle mi corazón?

• ¡No es tan sencillo hombre, además eso no garantizaría que su hermana se curara!

• ¿Qué puedo hacer entonces?

• Pasar el mayor tiempo posible con ella. No le queda mucho, lo siento.

La verdad que perder a mi hermana sería un golpe muy duro, no pude evitar ponerme a llorar en mitad del pasillo. Entonces note como alguien se abrazaba a mí por la espalda, era Erika. Poso sus ojos azul intenso sobre los míos que eran grises y sentí algo, no sabría explicarlo. Me abrazo y me dijo que nunca estaría solo.

Entre en la habitación de Silvia que reía con las ocurrencias de Isabel e Ingrid. Ver a mi hermana sonreír era lo único que me daba fuerzas para seguir.

• Hermanita me voy un rato, quiero hablar con Laura, ¿después vuelvo vale?

• No hace falta – dijo Ingrid- ya pasaremos nosotras la noche tu pasa un rato con tu novia que se va a olvidar de ti.

Sonreí y les di las gracias a todas, de todas formas le dije a Silvia que estaría allí para el desayuno. Salí del hospital y llame a Laura, me daba apagado o fuera de cobertura. Decidí ir al garito donde nos reuníamos siempre.

Al llegar me encontré a los mismos degenerados de siempre, me saludaron. A la única que no encontré por ningún lado fue a Laura y me resulto extraño porque sus amigas si estaban allí. Me acerque donde ellas y les pregunte.

• ¿Chicas, sabéis donde esta Laura?

• ¡Hombre el desaparecido!

• ¡Me ha parecido un comentario del todo inapropiado! – le espete.

• Tienes razón Pablo lo sentimos, ¿cómo está tu hermana?

• No muy bien, los medicamentos cada vez le hacen menos efecto.

• No sabemos donde esta Laura, llevamos algunas semanas sin verla, si le vemos le diremos que te avise.

• Gracias chicas.

Me dirigí a la barra y si algo tenía claro era que me habían mentido como un bellaco. Sabían perfectamente donde estaba mi novia, si no me lo querían decir era porque me estaba engañando.

Se acercó el dueño del bar, gran amigo de mi difunto padre y un psicólogo cojonudo, con todos lo borrachos que tenía que aguantar tenía el doctorado asegurado.

• Me he enterado de que has dejado las peleas clandestinas.

• ¡Así, es!

• Me alegro Pablo, ese mundo es muy peligroso. Si necesitas dinero por lo de tu hermana ya sabes, no tengo mucho, pero en algo podré ayudar.

• Te lo agradezco Anselmo. ¿Has visto a laura?

Anselmo puso cara de circunstancia y agacho la cabeza, mal asunto. Tarde o temprano lo descubriría, pero de lo que estaba seguro era de que no me iba a gustar. Entonces le pregunte.

• Anselmo, ¿qué es lo que pasa y que es lo que sabes?

Anselmo cogió una jarra de medio litro y me la lleno de la cerveza de importación alemana que más me gustaba, segunda señal de que algo no iba bien. Tantas atenciones no traerían nada bueno, sumado a las constantes miradas fugaces de las amigas de Laura.

Empecé a notar como que me picaba la frente como si algo quisiera salir hacia fuera. Volví a llamar a Laura con idéntico resultado. Entonces mire a Anselmo.

• ¿Y bien?

• ¡Dicen que anda quedando con el Sebas!

• ¿El Sebas, el hermano de Rubén?

• El mismo. ¡No hace falta decirte lo peligrosos que son esos dos!

• ¿Me hablas a mí de peligro Anselmo?

• ¿Qué quieres decir?

• He luchado en combates sin reglas contra los mejores luchadores del mundo, ¿crees que Sebas y su hermano me van a dar miedo?

Anselmo me miro con algo de temor, tal vez mi hermana tuviera razón y fue buena idea dejar las peleas a tiempo. No era la primera vez que alguien me miraba con ese gesto asustado.

• Anselmo si he hecho algo que te haya incomodado te pido disculpas.

• No pasa nada, ¿te vas a tomar la jarra?

• Te lo agradezco, pero prefiero subir donde mi hermana, y no quiero que me huela el aliento a alcohol, ella es la única persona de este mundo que si me da miedo – le dije mientras sonreía.

Me acerqué donde las amigas de Laura y les dije que si la veían, que estaría en el hospital. Si no le apetecía subir que me llamara que estaba preocupado.

Si algo había sacado en claro era que seguramente ya sería el líder de todos los ciervos. Ya me preocuparía de eso cuando llegara el momento, ahora mi prioridad era mi hermana.

Antes de subir, me pasé por el restaurante chino que había cerca de casa. Le pedí comida para llevar, seguro que no habían cenado nada. El dueño del restaurante era un hombre muy serio al principio, pero una vez que lo conocías era un hombre muy legal.

Cuando le dije que era para los que íbamos a pasar la noche con Silvia no quiso cobrarme, además de darme recuerdos y muchos ánimos para ella.

Cuando llegue al hospital y toque la puerta de la habitación de mi hermana, paso lo que me imaginaba. Por no bajar a la cafetería no habían comido nada, cuando vieron la cena se les hizo la boca agua. Me dieron muchísimo miedo. La verdad que el tiempo que estuve con las cuatro allí me sentía muy a gusto, Isabel me dijo que tenía que bajar pues le tocaba cierre del local.

Me despedí de todas y le dije a Isabel que era tarde y que la acercaría. Ella encantada, para bajar tenía que coger dos autobuses y de esta forma llegaría antes y así podría cerrar antes. Cuando llegamos al bar, se encontraba la dueña doña Julia.

• Hombre muchacho, como esta mi clienta favorita.

• Pues ahí esta doña Julia, luchando como una espartana.

• Llámame Julia hombre que no soy tan mayor.

• ¡Así lo aré Julia!

• Dile que la quiero de vuelta aquí, se le recibirá con loa brazos abiertos.

• Chiquilla, puedes cerrar tú que estoy molida.

• Tranquila julia que yo le echo una mano.

Limpiamos el bar y mientras lo hacíamos le dije que me había dado cuenta como miraba a Ingrid. Ella me dijo que si y que era una pena que estuviera emparejada, entonces me miro y me comento.

• Yo también me he dado cuenta como miras a Erika, ¿te gusta verdad?

Si, me gusta, pero yo le debo respeto a Laura, ¡ella es mi novia!

• Pablo, Erika es buena chica, ha venido desde Alemania para estar con tu hermana. ¿Dónde está Laura?

• ¿Qué quieres decir?

• Laura no ha ido ni una sola vez a ver a Silvia, no es buena persona Pablo y te va a hacer daño.

• ¿Tú sabes algo?

• ¡Lo único que se es que te juzgan por tus actos y no por tus palabras!

La conversación quedó ahí, no volvimos a sacar el tema. Las semanas fueron pasando y el deterioro de mi hermana era evidente. Una noche que me tocaba pasar la noche a mí, mi hermana me insistió que me bajara a duchar y cambiarme de ropa, pero a mí me sonó como a una despedida. Yo no quería, pero no pude negarme a sus palabras.

• Hazlo por mí anda, quiero ver a mi hermano guapo y no como ahora sin afeitar y con la ropa arrugada.

Le hice caso, pensaba pegarme una ducha rápida y cambiarme de ropa en un santiamén. Llegue en tiempo récord a casa, vi un coche aparcado cerca de mi casa que me era familiar. Como tenía prisa no me dedique a darle más vueltas.

Cuando entre en casa, estaba la luz del salón encendida, me puse en guardia. A esa hora no debería haber nadie en casa, empecé a escuchar ruidos en mi habitación. Cuando me fui acercando, los sonidos eran característicos. Dos personas estaban follando a todo trapo.

Entre en la habitación y allí estaban mi novia Laura y un tío al que veía de espaldas darle durísimo a mi novia, no me lo podía creer. Entonces empecé a aplaudir y dije.

• Muy bonito, Laura, ¡mi hermana muriéndose y tú aquí haciendo deporte!

• Pablo yo…

• ¿Tú sabes quien soy yo tío?

• Si, ¡un tío al que le van a tener que pegar los dientes con loctite si no se calla!

Entonces sonó mi móvil y al descolgar, de él escuche la noticia que jamás de los jamases quería escuchar. Me acababan de comunicar que Silvia acababa de morir. Recuerdo que no conteste, colgué la llamada y apreté con tanta fuerza el móvil que la pantalla se hizo pedazos.

• ¡Tío como vuelvas a amenazarme te vas a enterar!

Me agarro de la camisa, de un rápido movimiento le agarré la muñeca estrujándosela con una mano. Con la otra le estampé la cabeza contra la mesilla y le dije.

• Me acaban de comunicar que mi hermana ha muerto, si quieres salir de aquí de una pieza más te vale que te calles y salgas zumbando, ¡pero ya!

El tío me miro aterrado, mis ojos destilaban, odio, ira, tristeza y decepción.

• Pablo yo…

• ¡Tú lo mejor que puedes hacer es recoger tus cosas y largarte de esta casa, pero ya, no quiero ni tus disculpas, ni tus excusas ni mucho menos que intentes consolarme!

• Pablo…

• ¡Que te largues de una puta vez ostias!

Sabía que yo no estaba en mis cabales, salí de mi casa, vi como el maromo de laura se calló por las escaleras al intentar bajarlas y ponerse los pantalones a la vez. De no ser la peor noche de mi vida incluso me habría parecido gracioso.

Cogí las llaves de casa, cerré la puerta y me dirigí al hospital, Avise a Isabel, Ingrid y Erika. Me dijeron que subirían enseguida, las tres lloraban desconsoladamente. Yo antes de subir pase por el parque donde de pequeños jugaba con mi hermana y me rompí a llorar, como no lo había hecho en mi vida.

Mi hermana sabia que estaba a punto de morir, quería ahorrarme el tener que ver su fallecimiento. Pero no pudo evitar que viera otro suceso que también me destruyo en vida.

Continuará.