Mal dadas 3

La historia sigue

Mal dadas 3

Erika y yo estuvimos besándonos por un buen reto, pero nos separamos mutuamente.

• Lo siento Pablo yo…

• No te preocupes Erika, yo tan bien quiero estar seguro de que esto que estoy sintiendo es real y no despecho.

Erika sonrió y me mostró la sonrisa más hermosa del mundo. Como pude ser tan cobarde, si hubiera saltado al vacío me habría perdido esa sonrisa, esa mujer que hace que tiemblen todos mis cimientos.

Entonces Ingrid desierto y llamo nuestra atención mientras abrazaba con sumo cariño el osito de Isabel.

• ¡Dejar de besaros, par de degenerados que estoy muy triste!

Erika le dio un abrazo a su hermana y se dirigió hacer el desayuno. Me pidió que hablara con ella, me metí en la cama junto a ella y pasando un brazo por detrás de ella la atraje a mí. Ingrid lloraba amargamente, tapándose el rostro con el peluche.

• ¡Estoy poniendo el peluche de Isabel perdido!

• No te preocupes, a ella no le hubiera importado.

• ¿Cómo eres tan fuerte Pablo?

• ¿Fuerte yo?, te recuerdo que estuve a punto de lanzarme al vacío.

• La misma noche murió tu hermana y te fueron infiel. Eso volvería loco a cualquiera.

• Lo que me volvió loco fue lo de Silvia, Laura hacia mucho tiempo que me decepciono.

• ¡Cuéntamelo pablo!

Yo estaba muy enamorado de Laura, siempre lo estuve. Ella lo sabía y se aprovechaba de eso, en la última revisión a Silvia los resultados fueron nefastos. Los medicamentos cada vez le hacían menos efecto y si hubieran aumentado la dosis hubieran destrozado su hígado y los riñones.

Entonces los médicos decidieron que cuando tendría que tomar la medicación se le ingresaría para poder observar la evolución. De esa forma estaría cubierta contra cualquier contratiempo.

Silvia estaba cagada de miedo, pero si algo tenía era valor. Cogía mi mano y me decía, a por todas hermanito, es verdad que yo descuide mi relación. Pero yo no me iba con mis amigos de juerga y la dejaba sola.

Pasaba odas las horas que podía al lado de la única persona que había estado a mi lado desde siempre. Laura no lo entendía y quedamos en el bar de Anselmo para hablarlo.

• ¡Pablo cada vez pasas más tiempo con tu hermana y menos conmigo!

• ¿Estás loca?, Silvia tiene una enfermedad terminal. ¡Me estás haciendo elegir entre ella y tú!

• Solo te digo que hay otros hombres dispuestos a que yo sea su prioridad.

La miré con desprecio y me marcha de allí dejándola con la palabra en la boca, antes de conseguir salir del bar me dijo.

• ¡Piensa bien lo que vas a hacer, si sales por esa puerta te arrepentirás!

• ¡No Laura, si no salgo por esta puerta es cuando me voy a arrepentir!

Desde ese día, Laura me miraba con desprecio y no subió ni una sola vez a ver a mi hermana, sé que Isabel se sentía mal, pensaba que por ella estaba sacrificando a la persona que amaba. Si de verdad Laura me hubiera amado jamás tendría que haber sacrificado mi relación porque hubiera estado a mi lado.

Ingrid escuchaba mi relato con sumo interés y con lágrimas en sus ojos. No era la única, Erika estaba apoyada en el quicio de la puerta y lloraba a mares.

• Se que hemos venido aquí para que olvidaras, pero todo el tiempo que hemos estado en tu país lo pasamos genial, exceptuando la muerte de Silvia, claro esta.

• Sabemos que estas roto queríamos que pudieras desconectar, pero todo a salido mal.

• Yo seguiré roto aquí o allí, además Ingrid necesita alejarse de su ex.

Desayunamos, después sacamos el primer pasaje hacia mi país. Alemania me había parecido precioso, por lo menos el viaje desde el aeropuerto a casa de Erika e Ingrid. En la vuelta en el avión Ingrid estaba muy nerviosa.

• ¿Qué te ocurre Ingrid?

• Le gusta la pelirroja (Isabel).

Erika empezó a reírse y su hermana se puso roja como un tomate. Acto seguido le soltó un codazo que la dejo sin respiración, Isabel era una mujer muy hermosa. Sé que estuvo muy colada por Silvia, mi hermana sabiendo lo de su enfermedad, no quiso comprometerse con nadie. Sabía el daño que eso provocaría a la otra persona, decidió que el único que sufriría ese dolor serio yo y simplemente por ser su hermano.

Mire a las gemelas y les conté.

• ¿Queréis saber la historia de la pulsera que Silvia regalo a Isabel?

Las dos asintieron muy intrigadas, como todavía nos quedaba más de la mitad del vuelo, se lo conté. Solo hicimos un viaje en nuestra vida, fue al principio del tratamiento cuando este funcionaba bien. Paseando por las calles de Atenas, Silvia se paró delante de una joyería. Entro y salió con un estuche que guardo en su bolso con sumo misterio. No quiso decirme nada hasta llegar al hotel.

Cuando entramos en la habitación y abrió el estuche apareció una pulsera de plata bellísima. Tenía una parte central para poner un nombre, pero este estaba vació. Le pregunté él ¿por qué? Y ella me dijo que esa pulsera seria para Isabel, la mujer que más quería, pero no podía amar.

Después me dijo que no puso ningún nombre porque su intención era que algún día Isabel pudiera poner el nombre de la mujer que la amara y la hiciera feliz. Cosa que ella jamás podría hacer.

Ingrid y Erika se emocionaron, Erika cogió mi mano con su mano derecha y la de su hermana con la izquierda. Aterrizamos en el aeropuerto de Barajas al mediodía, cogimos un taxi y nos plantamos en mi casa, no le dio tiempo ni a posarse el polvo.

Comimos algo que pedimos a un chino y echamos la siesta, yo termine con mi espalda hecha un guiñapo. De esa tarde no pasaba, me compraría una cama nueva. Esa estaba mancillada y pensaba deshacerme de ella. Erika decidió acompañarme a comprar el colchón y el jergón.

Ingrid decidió hacer una visita a cierta pelirroja, no lo quería admitir, pero le gusto desde el primer momento que la vio. Llego a la entrada del local, estaba tan nerviosa que le entraron dudas de entrar. Julia que había salido a un recado le dijo.

• ¿Chiquilla entras o no?

• Si- muy nerviosa.

Cuando entro dentro del bar, Ingrid empezó a mirar para todos los sitios. Entonces Julia le pregunto si buscaba a alguien, ella contestó que a Isabel. Julia que era más bruta que una arado, grito el nombre de Isabel. Está salió del almacén, al ver allí a Ingrid se le iluminó el rostro. Después se sonrojó un poco.

Ingrid se encontraba igual, Isabel salió de la barra y se dieron dos besos pero terminaros abrazándose efusivamente.

• ¿No estabais en Alemania?

• ¡Hemos vuelto, pille a mi novia con otra en la cama!

• ¿En serio?, vaya racha.

Las dos chicas se sentaron en una mesa, Julia miraba desde la barra y sonreía. No veía esa conexión de Isabel con otra mujer desde Silvia. Se alegraba mucho por Isabel, la quería como a una hija y quería que fuera feliz.

Erika y yo volvimos pronto, nos traerían el colchón nuevo y el jergón por la tarde. Cuando llegamos a casa, sonó el móvil de Erika. Ingrid le decía que pusiéramos un plato más que Isabel se apuntaba a la velada. Erika se alegró y yo sonreí.

• ¿Por qué sonríes?

• Isabel lo paso muy mal cuando Silvia le rechazo, tu hermana la ilusiona aunque se haga la fuerte y me alegro.

Fue una cena muy divertida, todos contamos anécdotas bonitas sobre nuestra vida, anécdotas pasadas con Silvia y lo que esperábamos del futuro. Pusimos música lenta y empezamos a bailar, poco a poco nos fuimos dejando llevar. Entre lo pagados que bailáramos y el ron que nos habíamos tomado, paso lo que tenía que pasar.

La primera pareja en besarse fueron Ingrid e Isabel, menudo beso que se dieron. Erika y yo al principio nos quedamos con la boca abierta, pero enseguida cogimos carrerilla. Ingrid me pidió permiso para dormir en la habitación de Silvia. Le dije que estaba en su casa.

Erika y yo nos quedamos un rato más bailando, pronto empezamos a escuchar a dos mujeres jadeando de puro placer. Erika sonrió y me cogió de la mano para que las espiáramos, al principio me negué, si nos pillaban menudo corte.

No habían cerrado la puerta, Ingrid e Isabel tenían unos cuerpos de diosas al igual que Erika, allí en único que desentonaba un poco era yo. Desde que deje las peleas clandestinas había descuidado un poco mi cuerpo, más me valía ponerme las pilas otra vez.

Las dos mujeres tenían el sexo peludo, una rubio y brillante como un rayo de sol y la otra de un color cobrizo muy bonito. Isabel tenía a Ingrid contra la pared, metía dos dedos en su coño mientas la besaba. Ingrid no hacia más que jadear. Erika y yo estábamos agachados para que no nos vieran, Erika metió su mano y agarro mi erecta polla, yo hice lo propio con cu encharcado coño. Metí dos dedos en él, se mordió la mano para que no nos pillaran.

Erika y yo empezamos a besarnos, podía sentir las ganas que me tenía, la mías hacia ella no eran menos. Cuando volvimos a mirar, las dos estaban sobre la cama haciendo un 69. Nunca había visto a dos mujeres hacer el amor y me pareció una de las experiencias más hermosas que había visto jamás. Erika me levanto, me pego contra la pared y me empezó a besar con un ardor lleno de pasión.

Decidimos que ya era hora de estrenar el colchón, cuando fuimos a cerrar la puerta para darles intimidad, estaban haciendo una tijera la mar de excitante. Nos fuimos a nuestra habitación y empezamos a desnudarnos. Erika tenía un cuerpo perfecto, yo en cambio tenía el cuerpo con bastantes cicatrices. Los combates clandestinos no fueron moco de pavo.

Pensé que las cicatrices le echarían para atrás a Erika, pero no fue así. Poso su caliente mano sobre mi pecho, acariciando cada cicatriz con sus dedos mientras que con la otra mano acercaba la mía a su coño. Cogí a Erica y la tumbe en la cama con las piernas abiertas. Metí mi cara entre ellas y empecé a comerle el coño, era mi primera vez. A Laura no le gustaba, a mí me estaba encantando y por los gemidos de Erika no lo estaba haciendo nada mal.

Se corrió entre alaridos y pequeños espasmos, cuando se recuperó se metió mi polla en la boca y que forma de succionar, el placer que me estaba dando no lo podría explicar con palabras, (Laura tampoco me comía la polla decía que eso era de putas).

Separe a Erika que ya me tenía a punto, me puse un condón y se la empecé a introducir en la postura del misionero, quedamos mirarnos a los ojos en cada momento, sentir nuestros cuerpos. Cuando nos corrimos a la vez ya no tenía ninguna duda, Erika era la mujer de mi vida. Laura jamás consiguió que sintiera nada parecido.

Nos quedamos dormidos, a la mañana siguiente nos fuimos levantando uno a uno. Después de pasar por la ducha, aparecíamos en la cocina. La verdad que yo tenía un hambre de lobos, fui el último. Todas estaban muy contentas, Ingrid e Isabel estaban cogidas de la mano y se daban picos entre frase y frase.

Yo por mi parte me acerque a Erika y le di un beso en toda regla, las cabronas de Isabel e Ingrid silbaban. Se podría decir que allí empezó nuestras relaciones. A las dos semanas Isabel se mudó al piso. Erika e Ingrid eran médicas por si no lo había dicho antes, trabajaban en una clínica que tenía una sucursal en Madrid.

Pidieron el traslado, con el currículo que tenían fueron contratadas al instante, en detrimento de la clínica de Berlín que no les hizo mucha gracia tener que desprenderse de dos médicas tan buenas. Yo por mi parte volví a retomar mis estudios de ingeniería en obras públicas, con todas la obras que se hacían en Madrid tendría trabajo seguro.

Por las tardes trabajaba en el bar de Anselmo, tenía dinero de cuando pelee, pero quita y no pon se acaba el montón, de esa forma pagaba mi parte de los gastos. Una de las tardes que estaba limpiando la barra, no había casi clientes, los cuatro degenerados de siempre echando la partida a cartas. Lo más gracioso era que eran dos policías retirados y dos ladrones.

Se habían pasado la vida persiguiéndose y ahora se jugaban las bebidas al mus. Erika vino hacerme una visita. Aproveche para presentársela a Anselmo, se quedó impresionado con su belleza. Todos la miraron de forma descarada hasta que quedo claro que éramos novios, en ese momento cada uno volvió a lo que estaba haciendo y reino el respeto. Pero como no todo puede salir a pedir de boca entro Sebas con sus gorilas, Laura y dos amigas de esta.

Laura miró a Erika con cara de asco, después comento algo a Sebas.

• ¿Pablo, porque me mira esa chica así de mal?

• ¡Es Laura mi ex, todavía se cree con el derecho de opinar!

Entonces uno de los gorilas de Sebas se acercó a Erika, le empezó a decir lo buena que estaba y le invito a sentarse con hombres de verdad, la verdad que me estaba poniendo de una mala ostia. De repente ese sujeto puso su mano sobre el culo de Erika, no me dio tiempo a reaccionar. Erika le soltó tal ostión con la mano abierta que el maromo termino entre las mesas y sillas del fondo del local.

• ¡No quiero líos dentro del local!

• Tranquilo Anselmo que no los abra, ¿vedad chicos?

• ¡Eso díselo a la zorra!

El Sebas se levantó con la intención de darle un tortazo a Erika. En ese momento me interpuse entre Erika y la mano de ese energúmeno parándosela. Empecé a apretar con tanta fuerza que el cubito y radio del brazo derecho de Sebas empezaron a crujir.

Los cuatro que estaban jugando a las cartas se levantaron, se acercaron a mí y me dijeron.

• ¿Necesitas que saquemos la basura Pablo?

• ¿Cómo dices viejo? - dijo uno de los gorilas

El viejo como le llamo el gorila saco un cuchillo y se lo puso en la garganta al imbécil. La mirada que le echo congelo hasta mi sangre. Anselmo estaba temblando, entonces el viejo le dijo.

• ¿Tienes que sonreír más, te hago una sonrisa nueva?

Cogí del brazo al viejo y le hice una señal negando con la cabeza, este bajo el cuchillo y se acercó a donde estaba Erika.

• ¿Se encuentra usted bien señorita?

• Si gracias.

Otro de los viejos que había sido policía se acercó al gorila y le dijo.

• Ahí tenéis la puerta y que no os volvamos a ver más en este local, ¿me habéis entendido?

Todos asintieron y se marcharon, no me gusto la mirada que le echo Sebas a Erika, pero mientras estaría en el bar estaba a salvo y después iríamos juntos a casa.

Los cuatro viejecitos nos ayudaron a Anselmo y a mí a recoger todo, los cuatro eran muy amigos de Hiro. Cuando las facturas nos ahogaban fueron algunos que nos prestaron dinero para salir adelante. Nos querían mucho a Silvia y a mí.

Cuando terminaron de recoger todo se sentaron y siguieron con la partida, entonces uno de ellos me dijo.

• Pablo majo nos puedes traer unos cafés nuevos, estos se han quedado fríos.

• Marchando cuatro irlandeses para los señores.

El buen ambiente volvió al bar, como había poca gente Anselmo decidió que cerraría y nos prepararía algo para cenar, le dijimos que nos lo preparara para llevar. Seguro que Ingrid e Isabel apreciarían la comida de Anselmo, en su juventud fue cocinero muchos años y eso se notaba.

Las semanas fueron pasando sin demasiados sobresaltos, las mañanas la facultad, las tardes el bar y los días que libara Erika venía a recogerme. Esa semana era el cumpleaños de Isabel. Lo celebramos en el bar de Julia, montamos una fiesta que vino la policía porque un vecino se había quejado del ruido que estábamos haciendo.

La verdad que lo pasamos muy bien, Ingrid le regalo un vestido de noche con unos zapatos y pendientes a juego, Erika y yo le regalamos un fin de semana en la suite principal del mejor hotel de Madrid, con todo los lujos que podía ofrecer ese hotel.

La verdad que como ese fin de semana librábamos los dos, decidimos alquilar una casa rural para los dos en la montaña. En plan salida romántica, Ingrid e Isabel nos habían dado cierta envidia. Cuando llegamos la casa era mejor que lo que parecía en las fotografías, no le hacían justicia.

Aprovechamos para salir hacer la compra, dejamos los móviles en la casa rural. Allí en pocos lugares tendríamos cobertura así que para que llevar más peso. Cuando terminamos de hacer la compra, volvimos a la cabaña y mientras Erika recogía la caída que habíamos comprado yo subí a darme una ducha.

En ello estaba cuando escuche un grito de Erika, me asuste y baje las escaleras solo con una toalla enrollada en la cintura y todo mojado. Casi me mato bajando las escaleras, al llegar a la cocina vi a Erika blanca. Me paso el móvil, lo que vi me heló la sangre. Salía una foto de Ingrid e Isabel con un cuchillo en el cuello, cogí mi móvil y empecé a llamarlas. Estaban apagadas y fuera de cobertura. Llame al hotel y me dijeron no tenían noticia de su llegada.

Mire a Erika y estaba llorando se abrazó a mí, esto tenía que ser cosa de Rubén y Sebas. Se habían acabado las contemplaciones.

Continuará.