Mal Aire

Claro que eres maricón. Que no joder, que nunca me lo he hecho con ningún tío. - le contesté Tu eres un puto maricón aunque todavía no lo sepas. Verás cuando acabe contigo como me das la razón.

Cuando me bajé del autocar me quedé impresionado mirando la majestuosa montaña. En la cúspide brillaba aún la blanca nieve que contrastaba con la verde foresta a sus pies y el cielo de un radiante azul sin mácula alguna.

Embobado como estaba contemplando el paisaje no me percaté que estaba en medio de la calzada cuando el chirriar de los frenos y el potente bocinazo me sacó del ensimismamiento.

A escasos metros de mí se encontraba un destartalado y sucio Pick-up. En su interior un individuo me taladraba con los ojos con su mirada furibunda.

Sacó la medio cuerpo por la ventanilla y mientras agitaba un brazo me gritó:

  • Estas tonto o qué te pasa gilipollas.

Era un tipo tan astroso como su camioneta. En su cara solo se veían unos ojos negros como dos tizones y una prominente nariz. El resto era una mata alborotada de pelo que cubría rostro y cabeza. Además por la porción de su anatomía que pude ver era un pedazo de tío como una casa.

  • ¿Qué te apartas  o te aparto yo? - me volvió a gritar malhumorado
  • Perdón - le dije mientras me subía con prontitud a la acera.

Aceleró entonces y pasó veloz a mi lado mientras me miraba despectivamente.

Me dirigí al bar de la plaza y me tomé un café mientras el camarero me preparaba unos bocadillos para mi excursión hasta la cima.

  • Y donde dices que vas - me preguntó.
  • Voy de marcha hasta el pico del Mal Aire. - le informé.
  • Buena caminata te aguarda.¿Vas solo?
  • Si. He discutido con mi novia y me he largado de casa para que le pase el enfado.
  • Es que las mujeres son muy cojonudas cuando se ponen torcidas. - me dijo el hombre mientras cortaba chorizo afanosamente.
  • Ya. Ya de moy cuenta.
  • ¿Hace mucho que estás con ella? -
  • No. Decidimos ir a vivir juntos al empezar en la Universidad. Aún no llevamos más que unos meses viviendo juntos. - le respondí
  • ¿La primera riña?
  • Si. Quería ir de compras y yo ya tenía planeado hacer esta marcha este fin de semana. Se puso terca como una mula y acabamos discutiendo acaloradamente. Asi que cogi el petate y me largué con viento fresco - le dije.
  • Hiciste bien como no la domes de potrilla luego se te monta encima por la mínima.

Una aguda voz nos hizo girar la cabeza.

  • Eso tú dale consejos al rapaz. Si es que eres más tonto que Pichote que se cayó de espaldas y se rompió el cipote - Le gritó malhumorada una mujer gorda y grande como una ternera desde la puerta de la cocina.
  • Y aligera que tienes faena en la cocina. - Concluyó retirándose de nuevo a su guarida.

Me miró avergonzado mientras continuaba frenético con su labor.

  • Esa arpía es mi mujer. Ya ves porque te digo lo que te digo. Tu hazme caso y no te doblegues porque como agaches una vez la cerviz estas perdido.
  • Ya lo veo ya - le dije divertido por la escena.
  • Así que vas a subir solo al Mal Aire. Ten cuidado, la ruta no es fácil.
  • Ya la conozco y soy montañero experimentado - le contesté ufano.

Al fin acabó con su labor y tras envolverme las vituallas y cobrarlas me tendió la mano para despedirse de mí.

  • Que tengas un buen día chaval. Y ya verás como cuando llegues a casa la moza estará como una malva.

Cuando me disponía a salir del establecimiento me gritó desde la barra.

  • Por cierto muchacho ten cuidado que los osos están en celo y están muy irritables.
  • Ya me he dado cuenta. - le dije con una sonrisa torcida recordando el percance con el oso de la camioneta.

Le dejé con la boca abierta desconcertado por mi respuesta y salí a la plaza.

……………………………

El primer tramo de la subida desde el pueblo era un entorno mágico y maravilloso en medio de un tupido bosque de robles y hayas. La estrecha senda serpenteaba entre helechos que me llegaban a la cintura y el melodioso canto de los pájaros deleitaba mis oídos.

De repente un sonido estruendoso rompió la paz de la montaña.

Un poco más allá me encontré con un claro en el bosque repleto de árboles que yacían por tierra, entre ellos pude ver el origen de la escandalera. Un hombre armado con una motosierra talaba un gran pino. Al fijarme con más detenimiento me di cuenta que se trataba del tipo que estuvo a punto de atropellarme en el pueblo.

Estaba ensimismado mirándole cuando el árbol cedió y empezó a desplomarse justo en la dirección donde me encontraba. Corrí sorteando los troncos derribados y por los pelos conseguí apartarme de su trayectoria. Golpeó con gran estruendo a pocos metros de donde me encontraba. El estruendo de la motosierra se detuvo.

Aún estaba temblando cuando un vozarrón me sobresaltó

  • Pero tú estás gilipollas . ¿Qué cojones te pasa? - me gritó el hombre mientras se dirigía hacia mí a grandes zancadas.

Le miré asustado mientras caminaba hacia donde me hallaba. Tenía el torso desnudo poblado de una abundante pelambrera que casi se unía a su barba. Dos brazos peludos y poderosos que encajaban con un pecho de considerables proporciones en el que sobresalían unos abultados pectorales sobre los que se destacaban unos rosados pezones. Verdaderamente parecía un oso.

  • Pero tu no te das cuenta que te podía haber matado idiota. - me dijo cuando llegó.
  • Perdón pero me pilló por sorpresa. - me disculpé.
  • Ni perdón ni hostias. Estoy hasta los cojones de los niñatos de ciudad que vienen al bosque como si fuera un parque de atracciones.
  • Oiga no se ponga así que el bosque es de todos. ¿ O acaso se cree que es de su propiedad? - le contesté airado.
  • Pues da la casualidad que este si. ¡Te enteras maricón! - me dijo pegando su cara a la mía.

Me quedé mirándole a los ojos retadoramente para luego soltarle furioso.

  • Pues quédate en tu puto bosque de mierda. ¡Y ya te pueden dar mucho por el culo!.

Cuando me volví para largarme me agarró el brazo con su manaza y me volteó como un pelele.

  • A mi no me van a dar mucho por el culo. A quién van a encular hoy va a ser a ti y voy a ser yo.

Acojonado ante aquel oso enfurecido comencé a temblar como un mimbre.

  • Déjeme que me vaya y no se lo diré a nadie.
  • ¿Decir el que? Que te metiste en mi bosque sin permiso.
  • Buenoo….
  • De aquí no te marchas sin pagar el derecho de paso. Entiendes - me dijo mientras en su cara se dibujaba una sádica sonrisa.
  • Oiga yo..
  • Arrodíllate - me ordenó.
  • No me da la gana - le contesté zafándome de su brazo

Me dio tal bofetada que trastabillé y a punto estuve de caer al suelo.

  • Arrodíllate te he dicho. Si no quieres que te parta la cara a hostias - insistió
  • ¿Pero para qué quiere que me arrodillé? - le pregunté asustado.
  • Para hacerme una buena mamada.
  • Eso ni lo sueñe. No se la pienso chupar.
  • Pues claro que me la vas a chupar. Ya se que te gustan las pollas. Huelo a los maricones como tu a la legua.
  • ¡Yo no soy maricón! El que parece que es maricón es Vd. - le dije rabioso

Me volvió a dar una bofetada en la otra mejilla para luego ponerme su zarpa en el hombro y obligarme a hincarme de rodillas.

  • Claro que eres maricón.
  • Que no joder, que nunca me lo he hecho con ningún tío. - le contesté
  • Tu eres un puto maricón aunque todavía no lo sepas. Verás cuando acabe contigo como me das la razón.

Le miré a punto de llorar intentando que se compadeciera de mí. Pero fue inútil. Se bajó la cremallera del pantalón y metiendo la mano sacó la chorra.

¡Menuda polla se gastaba el tio! Colgaba en reposo como una trompa grande y gorda.

  • Cogela. - me ordenó mientras la balanceaba de un lado a otro.
  • ¡Que no ostia! ¡Que no! - me negué.

Cogió la motosierra que estaba en el  suelo, tiró del encendido y  la puso en marcha.

  • Cógela si no quieres que te corte la cabeza aquí mismo. - me gritó.
  • Vale, vale - al fin claudiqué mientras afirmaba con la cabeza.

Apagó la motosierra y la dejó caer de nuevo al suelo.

Le miré  la polla y luego entregado la agarré con la mano. Apenas la podía abarcar. Me sorprendió la calidez y sedosidad de su piel, la verdad que tenía un tacto agradable. Era la primera vez que tocaba una polla que no era la mía y no me resultó tan desagradable como me había imaginado.

Alcé la vista y le miré a los ojos. Arrodillado a sus pies aun era mas impresionante parecía un autentico gigante.

  • Venga menéala un poco. Ya verás como crece. - me dijo con una sonrisa de medio lado.
  • Imposible que esto crezca más - pensé.

Que equivocado estaba. Le descapullé y comencé a masturbarle tapando y destapando el balano con la piel del prepucio. Aquel rabo descomunal empezó a hincharse y a crecer, la mota adquirió un tono purpúreo.

  • Hala, ahora mámamela un poco. Te va a encantar. - me dijo mientras con su manaza me alborotaba el pelo.

Acerqué mis labios a la punta del glande y se lo chupé levemente. El rabo ya empezaba a destilar sus fluidos y su sabor invadió mi paladar. Era un líquido ligeramente azucarado y no me dio tanto asco como pensaba. Además el olor a macho que desprendía su sexo produjo que sus feromonas empezaran de forma sorprendente a despertar mi libido.

Así que cuando me dijo.

  • Abre bien esa boquita y cómemela bien.

No dudé en un segundo y me engullí de un bocado todo el glande. Joder que suave se sentía aquella piel en mi boca. Y de qué forma aquel enorme pedazo de carne caliente la llenaba hasta casi desencajar las mandíbulas. Empecé a chuparle con fruición el capullo del que no paraba de fluir sus mieles.

En una de estas me cogió la cabeza con las dos manos y de un puntazo me la clavó hasta el fondo. Su verga me rozó la campanilla y penetró profundamente en mi garganta. Mi nariz se pegó a los pelos que asomaban por la bragueta y me empezaron a dar arcadas. Cuando estaba a punto de la asfixia me soltó la cabeza y me saque presuroso el rabo de la boca. Intenté recuperar la respiración mientras mis babas se deslizaban por la comisura de los labios.

  • Lo estas haciendo muy bien. Sigue- me dijo sonriente mientras me pellizcaba una mejilla con sus dedazos.

Sin dilación me amorré de nuevo aquel cipote rebosante de mis babas y se la mamé con ansia. De vez en vez me la clavaba a fondo. Mi garganta ya acostumbrada a semejante invasión se abría sin esfuerzo. Otras veces era yo mismo el que me la espetaba hasta el fondo follándomelo con saña.

Gozaba mientras le arrancaba gritos de placer con mi boca y mi pene estaba a punto de explotar en mis pantalones. ¡Dios aquel hijo de puta me estaba poniendo muy que muy caliente!.

No se los minutos que estuve mamándosela pero las rodillas ya me empezaban a doler de la posición. El leñador debió percatarse porque me sacó la verga de la boca y me dijo.

  • Venga ya está bien. Levántate

Un poco frustrado me incorporé con su ayuda. No obstante lo miré despectivamente. No quería que descubriese que me estaba gustando lo que me estaba haciendo.

Pero fue inútil porque cuando me agarró el paquete con la mano, mi verga delató bien a las claras mi estado de excitación.

  • Así que tenía razón. Al mariconcete le gusta mamar pollas.- dijo guasón.

Me sonrojé. Era inútil negarlo aquel macho me tenía tan cachondo que no quería que acabase nuestro escarceo. Le apreté la polla con saña.

  • Así que quieres mas rabo. ¿ No serás maricón , verdad?

Por toda respuesta le estrujé de nuevo el rabo.

  • Vamos a ver lo que tenemos aqui - me dijo mientras me arrancaba literalmente la camiseta.

Luego sus manazas palparon todo mi torso desnudo. Un gemido de placer se escapó de mi boca.

  • No ves como solo necesitabas un buen macho que te supiera tratar para descubrir tu condición.

Me comenzó a morder y chupar los pezones que se empitonaron al contacto con su boca. El roce de su barba me enloquecía y empecé  acariciarle la espalda para animarle a continuar.

Cuando su mano se introdujo por la cinturilla de mi pantalón y me apretó una nalga estuve a punto de correrme. Luego un dedo se deslizó por la raja y me acarició el ojete. Un trallazo de gusto recorrió toda mi espina dorsal

De un tirón me bajó los pantalones cortos y los calzoncillos que cayeron a mis pies. Después se agachó y me los quito arrojándolos sobre el árbol caído. Antes de incorporarse me miró la polla y dijo.

  • Anda mira tú, una nena con una pequeña pichuela.

A continuación me mordió el tronco.

  • Ayy. - grité dolorido

Nada más levantarse se despojó él también de los pantalones. Cuando pude observarle totalmente desnudo delante de mi, solo con las botas de monte en sus pies, me di cuenta del pedazo de hombretón que era. Como treinta centímetros más alto que yo y con una envergadura que doblaba la mía. Su cipote inhiesto brillaba con la luz del mediodía entre una maraña de pelos y dos cojones como dos sacos pendían entre sus piernas. Me sentí tan vulnerable delante de él que empecé a temblar sin poder controlarme.

  • Mira como tiembla el pajarillo. -  me dijo sonriente.

Me atrajo y me estrechó contra su cuerpo. Apoyé la cabeza sobre su pecho peludo, el olor a sudor y macho en celo me pusieron a mil. Sentía su tremenda tranca en mi estómago, mientras mi pequeña verga rezumaba en contacto con sus muslos velludos. Me comencé a frotar contra el traspuesto por el goce que su contacto me producía.

Mientras tanto el magreaba mi culo y de nuevo un dedo busco mi esfínter. Otra vez un gemido surgió de mi boca.

  • Date la vuelta- me dijo.
  • ¿Qué me vas a hacer? - le pregunté imaginado horrorizado lo que pretendía.

Solo con pensar que aquel monstruoso cipote hollase mis entrañas hizo que se me erizara el vello.

  • Vamos a ver ese coñete. Está pidiendo polla a gritos.
  • No por Dios no me des por el culo. Me vas a destrozar con esa tranca que tienes por polla. - le supliqué.
  • ¿Acaso eres virgen? - me preguntó sorprendido.
  • Si joder. Ya te he dicho que no soy maricón.
  • Maricón si que eres que he visto como has disfrutado mamándome la polla . Lo que eres es virgen, pero eso tiene fácil arreglo.
  • No, no no me encules. Te la vuelvo a chupar y ya está.
  • Y perderme un culito sin estrenar. Ni lo sueñes. Además no tengas miedo que no es el primer ojete que desvirgo y nadie se me quejó. Yo sé lo que tengo que hacer.

Y sin dejarme replicar me cogió de los hombros y me volteo.

  • Dobla la espalda - me ordenó.
  • No, no, por el culo no. - le grité desesperado.

Su zarpa se apoyó en mi espalda y me obligó a inclinarme. Torcí la cabeza y pude ver como se agachaba tras de mí. Abrió mis nalgas con las manos y me escupió en todo el agujero. Luego sentí un dedo que empezó a acariciar mi entrada mientras intentaba penetrarme. De repente de un empujón me lo clavó entero. Era como una pequeña picha y su piel rasposa arañaba mi sensible piel. Apreté con fuerza el esfínter y lo aprisioné. Todo mi culo trepidaba.

  • Anda pues, si que eres virgen. Que estrechito estas. Va a dar gusto follarte.

Empezó entonces un mete saca mientras seguía esculpiéndome en el ojete. A la vez lo removía en mi interior. Con la otra mano me acariciaba los huevos y la polla que se había encogido de la impresión. Pero sus manos en mi sexo y su dedo que hurgaba en un punto de mi interior que me mataba de gusto causaron que me volviese a empalmar sin remisión. Debía de ser maricón porque aquel macho me estaba volviendo loco de placer y empecé a desear con anhelo que me follase.

  • ¿A que te gusta lo que te hago, eh maricón?
  • Siiiiiiiiiii - le dije jadeando.
  • Pues veras cuando te clave mi polla en ese culito. Vas a gozar como una perra en celo. Te lo aseguro.

Cuando me metió un segundo dátil chillé. Y cuando un tercero se añadió dos lagrimones se deslizaron por mis mejillas incapaz de soportar el dolor que me causaba. Durante un buen rato estuvo trajinándome el ojete. Escupía y me dilataba abriendo los dedos en mi interior. Sentía como la piel de mi esfínter se estiraba y temía que acabara rasgándome el culo. Al cabo de unos minutos de tormento mi entrada se insensibilizó y se fue calmando el ardor insoportable que me causaba.

  • Ya estás listo. Va siendo hora que sepas lo que es tener a un hombre dentro. Ven.

Me cogió fuertemente de una muñeca y me arrastró tras él. Me llevó a donde se encontraban un montón de árboles apilados y me dijo.

  • Recuéstate sobre los troncos que te voy a encular.

Al ver aquel cipote monstruoso comencé a gimotear mientras le suplicaba.

  • No lo hagas. Es muy gorda y me vas a rasgar la piel.
  • Ese coñete ya esta bien abierto. No te preocupes veras como la gozas
  • ¡Me vas a romper el culo! ¡Cabrón! - le grité furioso
  • Que se le va hacer. Si se rompe se rompió. Y vale mas que te desvirgue un macho en condiciones que te haga gozar, que algún mariconcete picha floja como tu. Porque estoy seguro que tarde o temprano ibas a ponerle el culo a alguien. Ya te dije que a los maricones los detecto enseguida. Y en tu caso me di cuenta nada más verte. Ese zagal necesita una buena polla pensé.

Le miré de arriba abajo y por primera vez, muy a mi pesar, me di cuenta que él estaba en lo cierto. Lo deseaba, lo ansiaba, quería que aquel macho salvaje me montara, me doblegara, me poseyera. Y sumisamente me recosté sobre los maderos.

  • Abre bien las piernas - me ordenó.

Obediente las separé todo lo que pude dejando mi culo expuesto.

Se acercó a mí y comenzó a restregar su polla por la raja de mi culo. Escupía y me embadurnaba con ella. Se detenía en mi ojete y le frotaba con su mota lo que me causaba un cosquilleo que causaba que mi esfínter boqueara como intentando chupar aquella verga prodigiosa que buscaba mi entrada.

  • Hummmmmmmmmmmmmmmm - exclamé.
  • Se ve que gozas julandrón. Pero ahora viene lo bueno.

Y empezó a empujar con saña. Pero aquello no entraba y además me estaba causando tanto dolor que empecé a lloriquear.

  • Para joder. Me haces mucho daño - le decía entre lloriqueos.
  • Al principio duele eso decís todos. Pero luego os morís de gusto y siempre pedís más.

Apretaba y apretaba, cada vez con más fuerza. Sentí como mi piel se estiraba mientras un agudo dolor se apoderaba de mi ano. Era como si me clavaran una ardiente daga. Dio un tremendo puntazo y mi esfínter cedió. El gordo bálano penetró en mi interior. Enloquecido por el suplicio apreté con fuerza el culo intentando detener su avance.

  • Sácalo, sácalo. No lo puedo soportar. - le suplicaba entre sollozos
  • Relájate y afloja el culo. Si te la saco ahora te voy a destripar. Así que aguanta ya verás como acabas cogiéndole gusto.
  • ¿Cogerle gusto a que? A que me violen y me rompan el culo hijo puta.
  • No a que te monte un hombre de verdad como se merece un mariconazo como tu. - me dijo furioso mientras palmeaba con fuerza mis posaderas.

El culo palpitaba desenfrenado y un ardor indescriptible abrasaba mi interior. Empecé a llorar desconsoladamente pero la bestia salvaje que me sodomizaba no se apiado de mi. Una nueva estocada y media polla se clavó mas adentro.

  • No, no ,no, no
  • Pues claro que sí. Te voy a dar por el culo hasta que gimas como una zorra
  • SOCORROOOO. - grité

Me tapó la boca y me susurró furioso al oído

  • No grites, es inútil. Nadie te va a oír y además aunque lo hagan nadie se atreverá a venir todos en el pueblo saben como me las gasto.

Me agarró por los hombros y de un potente caderazo me la clavó hasta la empuñadura. Sentí sus huevos golpeando a los míos y los pelos de su pubis aplastados contra mi piel.

  • Ya la tienes toda dentro - de dijo ufano

No hacia falta que me lo dijese. Estaba empalado como un cerdo en espetón. Y sentía como aquella estaca de carne, dura como el pedernal y caliente como un hierro al rojo palpitaba dentro muy dentro de mi. Pensé que el suplicio llegaba a su fin.

Que equivocado estaba.

De repente la sacó de un tirón hasta dejar solo el glande clavado en mis entrañas, para luego de un puntazo volver a clavármela por completo. Grité. Y seguí gritando cuando me empezó a encular con saña. Al dolor de aquel garrote desgarrando mis entrañas se unía el lacerante tormento que producían las cortezas de los pinos sobre mi piel. Me estaba desollando contra los troncos y con cada arremetida mi flácida verga se aplastaba contra la madera.

Pero fue cuando la sacó de sopetón cuando creí morir. Eché la mano atrás y me palpé el ojete. Lo tenía abierto a más no poder y todo su contorno hinchado y dolorido. Cuando miré mi mano ensangrentada quedé espantado. !¡Aquel cabrón me había roto el culo!

  • !Eres una bestia¡ Me has rasgado el ano cabrón. - le increpé.
  • No es para tanto, todas las hembras sangran cuando pierden el virgo - me dijo riendo.
  • !PERO YO NO SOY UNA HEMBRA¡ - le grité.
  • Como si lo fueras. Se que te gusta. Acaso te has defendido de mis avances. No. Te has entregado me has puesto el culo sin forcejear. ¡So maricón!

Y sin esperar más me la clavó de nuevo con furia. Para mi sorpresa no fue tanto el quebranto. Es más cuando volvió a montarme con ansia no solo noté como mi dolor se atenuaba si no que un pequeño atisbo de placer empezó a nacer en mi culo trajinado.

Ahora el roce se tornaba placentero y el fuego abrasador de su cipote una cálida sensación. A la vez empecé a alcanzar una extraña sensibilidad que me permitía sentir cada pliegue de su piel, cada una de sus colmadas venas frotándome y dándome gusto. Y comencé a gemir, pero esta vez de gozo.

  • Ay, ay, ay. - exclamaba con cada enculada.
  • Ahora si te gusta lo que te hago. Verdad
  • Si, si - confirmé.
  • ¿A que te gusta tener una polla clavada en el culo?.
  • Siiiiiiiiiiiiiiiii
  • Pues pídeme que te siga enculando - me dijo deteniéndose.
  • Si dame por el culo. Fóllame. Móntame como un macho monta a su hembra.

Y vaya si lo hizo aquel macho embravecido. Era como un semental al menos por aquel cacho de rabo que tenía que se parecía más al de un caballo que al de una persona. Me folló y me hizo gozar de una forma que nunca pensé podría experimentar. Sentirme poseído, sometido por aquel oso salvaje que bufaba a mis espaldas mientras me sodomizaba sin tregua, hizo que surgiera en mí un nuevo sentimiento, gozando tanto con su polla taladrándome como por saber el placer que yo le estaba dando.

Y me entregue a él sin reservas. Aquel macho me había hecho suyo.

Me folló hasta el paroxismo. No se fueron horas, minutos o segundos porque el tiempo se detuvo. Estaba desarbolado y tembloroso, jadeando y gimiendo mientras me montaba. Y cuando pensé que ya no podría obtener más placer, como un relámpago se desató mi orgasmo que desde su polla se expandió por todo mi ser hasta estallar como fuegos artificiales en mi cabeza. Mi esfínter empezó a convulsionar y eso produjo que mi macho alcanzase el clímax.

Sentí su verga hincharse e hincharse y con un alarido se clavó profundamente en mi llenando con interminables descargas de leche caliente que como bálsamo inundaron mi interior.

Al fin se desplomó sobre mi espalda.

Poco a poco aquel cipote fue  achicándose y lentamente se salió de mi.

Se incorporó y con mi desgarrada camiseta se limpió la polla mientras me miraba con una sonrisa cáustica. Yo me deleitaba viendo aquel macho que me había desvirgado y descubierto en mi placeres desconocidos. Observaba aquel pendulante rabo sintiendo en mis entrañas la amarga tristeza de la separación y el abandono

  • Ya te dije que eras maricón - me dijo despectivamente viendo mi cara de gozo.
  • Tu me has convertido en maricón, pero no me importa - le contesté sonriente

Mientras se ponía los pantalones me dijo.

  • Aquí te espero el próximo Domingo. Estoy seguro que vendrás a por más. Una vez catada mi polla se que no podrás pasar sin ella.

Le miré mientras caminaba alejándose de mí. A los pocos metros se giró y me dijo

  • Por cierto me llamo Antón

Me incorporé y vi como se marchaba con la motosierra en la mano. Notaba su leche escapando de mi interior y deslizándose por mis piernas y al mirar mi pecho vi las laceraciones que los troncos habían producido en mi piel .

Pero aquella experiencia de dolor y gozo sabía que nunca la podría olvidar.

Mientras penosamente descendía la montaña a causa de mi culo lacerado , por un momento me avergoncé de mi entrega. Pero solo fue un segundo. Sabia que volvería el próximo Domingo en busca de aquel macho montuno que había echo un autentico maricón de mi. Y me sentí ufano por ello.