Maite. Secuestrada en Egipto. Parte XIII

Intrusión anal. Castigo. Susto. Más castigos. Gran follada.

Pasaron un par de semanas sin ninguna novedad. Ashraf ya no estaba enfadado conmigo, y realmente cuanto más sumisa me mostraba con él, más agradecido era él conmigo. Le hacía varias mamadas al día, y me follaba cuando más le apetecía. Cada mañana, cuando entraba en su despacho, me ponía un plug anal, y cada pocos días, el plug era más grueso que el anterior. Eso me dio una idea de lo que tenía planeado hacerme en breve, pero decidí no preocuparme por ello hasta que llegase el momento. Cada noche, al ir a dormir, me ponía el doble consolador por mi coño y por mi culo, y cada noche, sin falta, tuve al menos un orgasmo pensando en las folladas de Ashraf.

El fatídico día llegó, y ni yo misma podía prever lo que ocurriría. Era una tarde como cualquier otra. Ese día llevaba puesto un precioso conjunto de gasa negra y roja semitransparente, con el tanga abierto por el coño y con el aro en la parte de atrás. Me había peinado con dos coletas, como una colegiala. Y iba maquillada exageradamente, como más le gustaba a él, como una chica de vida fácil.

Ashraf me llevó hasta su dormitorio. Esta vez estábamos solos él y yo. Me hizo desnudarle. Luego me tumbó en la cama y se sentó en mi cara, metiéndome su polla hasta los huevos. Se la chupaba tantísimas veces al día que mi boca se había hecho a su medida, y ya no me daban arcadas cuando la punta de su polla se follaba mi garganta. Sus huevos chocaban con mi barbilla cada vez que empujaba con fuerza su rabo dentro de mí.

Yo esperaba que me follase, como siempre, pero esta vez fue distinto. Me ordenó ponerme de pie, a los pies de la cama, con los pies en el suelo y las piernas bien estiradas. La cabeza apoyada en la cama. El culo completamente en pompa.

«Coge las nalgas con tus manos y abretelas todo lo que puedas»

Así lo hice. Me dolía de tanto que las estaba abriendo. Ashraf entonces se acercó y con cuidado sacó el plug que tenía metido en el culo. Hacía tantos días que me torturaba con eso que tener el recto vacío me creo una sensación extraña. Y sin vaselina, ni aviso ni más precaución, apunto su dura polla a la entrada de mi ano y empezó a empujar.

Juro por todos los Dioses que intenté aguantar. Pero me dolía demasiado por lo grande que era su polla. El plug, comparado con su rabo, era un juguetito de nada. Yo clavaba mis uñas en mis nalgas, y mordía la sábana para no gritar, y el muy bestia no paraba, seguía empujando su polla en mi esfínter. Adentro... más adentro... más... en cuanto sus bolas estuvieron pegadas a mi piel me agarró por las muñecas y empezó a embestirme con una fuerza descomunal... no pude aguantar más, y entre lágrimas le supliqué...

«Amo por favor paraaaaaaaaaaa!! No lo aguanto más!!! dejameeeeeeeeee!»

Mis gritos no sirvieron de nada, para variar, estuvo follándome el ano de una manera bárbara tanto tiempo que se me hizo una eternidad. Sentía que me rompía literalmente, que mi piel se estiraba al máximo y se rajaba... sentí mi interior destrozado... y muchísimo dolor... Se corrió clavándome la polla hasta el fondo. Yo empecé a llorar sin control.

Ashraf me llevó a rastras hasta su propio baño, me arrancó la ropa. me tiró de un empujón al suelo, volvió con un látigo fino y largo en las manos y empezó a darme golpes como un poseso.

«¡¡PUTA!! ¿¿¡¡Cuantas veces tengo que explicarte las cosas??!!»

ZAS ZAS ZAS

Ashraf me daba golpe tras golpe, muy enfadado conmigo. Y se marchó, dejándome allí tirada en el suelo, con su leche saliéndome por el culo violado sin compasión por él mismo. Yo lloraba y lloraba. Ya no podía aguantar más eso. Mi vida se había convertido en estar pendiente de Ashraf y de lo que su polla quería. Pretendía que tuviese la boca, el coño y ahora también el culo abiertos siempre a su disposición. Ya no podía más.

Una brisa fresca rozó mi cara. Abrí los ojos, me sequé las lágrimas, y vi gracias a la luz de la luna que la pequeña ventana estaba abierta. Ashraf había olvidado atar mis esposas, por lo que era libre de escapar... no me lo pensé dos veces, salté como pude y salí por el pequeño agujero.

Por unos breves instantes pude saborear la libertad. Corrí por el patio hasta llegar a la verja de la entrada, salí fuera... escondida en las sombras... me sentía feliz, y tan lista por mi brillante idea... en ese mismo momento unas manos me agarraron por detrás, tapándome la boca y agarrándome fuerte la cintura, tiraron de mi hacia atrás y me metieron en una casucha vieja y sucia. Dentro de la caseta, siete de los guardias descansaban de su turno. Los había tumbados en la cama, algunos jugando a cartas, otros bebiendo alcohol... a cada cual más feo y andrajoso que el anterior... todos dejaron lo que tenían entre las manos cuando el que me tenía cogida me metió allí dentro. Y vi como se les salían los ojos de las órbitas al verme desnuda frente a ellos, maquillada como una puta y las coletitas. Se me paró el corazón. Ocho tiparracos asquerosos deseando meterme sus pollas en el primer agujero que pillaran. ¿Qué había hecho? ¿¿Porque había tenido que escapar del palacio? Vale, Ashraf era un cabrón, pero dentro de unos límites. A estos tipos les iba a dar igual si moría en el proceso. Iban a violarme todos ellos, a saber cuantas veces por cabeza, y punto.

Con un acto reflejo, mordí la mano del guardia que me tenia cogida y en cuanto me soltó empecé a gritar como una posesa. No se porqué lo hice, quién esperaba que viniese en mi auxilio, pero la verdad es que funcionó. Ya me habían tumbado en el suelo, y me habían puesto un trapo en la boca para que no gritase más, empecé a notar sus mugrientas manos toqueteandome todo el cuerpo, cuando Ashraf entró en la casa, seguido de Jalil.

En cuanto los hombres que me querían violar vieron quién había entrado, se apartaron de mí, dejándome allí tirada en el suelo, y aproveché para quitarme la mordaza que me habían puesto. El tipo que me había traído a este lugar dijo algo, Ashraf le respondió muy enfadado, el hombre le replicó y entonces Ashraf le dio un puñetazo que lo dejó k.o. Los demás hombres empezaron a balbucear, pero Jalil les hizo callar en seguida. Todos bajaron la vista al suelo, ya nadie dijo nada más.

Ashraf cogió mi cadena con la mano y me hizo seguirle andando a cuatro patas, hasta entrar al palacio.

Entramos al recibidor, y Ashraf le dio una orden a Jalil, que salió de la habitación. Yo estaba en el suelo, tiritando de miedo, y por primera vez desde que estaba allí, sentí un profundo agradecimiento hacia mi Amo, por haberme salvado de mi propia estupidez.

Antes de que él me dijese nada, me lancé a sus pies, besé... lamí... sus zapatos... llorando... le dije, desde el fondo de mi corazón:

«Gracias por haberme salvado Amo, se que he sido una idiota huyendo así. Aguantaré cualquier castigo que crea conveniente sin quejarme, dejaré que me folle por el culo sin decir nada. Amo, por favor, apiadese de esta esclava estúpida que no sabe lo que hace...»

No se si fueron mis palabras, o que él supo que por primera vez lo decía en serio, pero me respondió

«Espero que sea verdad lo que me dices. No voy a preocuparme más por si quieres escapar, porque ya has visto qué te pasará si lo haces. Y te prometo que la próxima vez no iré corriendo a rescatarte. Ahora ven conmigo y demuestrame de una vez por todas qué clase de puta eres. No estarás esposada ni amordazada, por tu propio bien, no hagas ninguna tontería más.»

«No Amo, seré buena»

Como había dicho, me quitó las esposas y el collar. Andé como una perrita a su lado. Y siendo sincera, sentía que me faltaba algo... llevar puesto el collar tanto tiempo hacía que ahora sintiese el cuello más desnudo que no llevar nada de ropa puesta. Ashraf me llevó por la cocina hasta una puerta donde había unas escaleras que descendían. Era una especie de mazmorra excavada en la roca del desierto. Allí estaban Jalil y Salima, preparando algunas cosas. Vi un potro, una especie de cruz de madera... decidí que esta vez tenía que comportarme bien.

«Ponte aquí, coge con las manos el gancho y no te muevas»

«Si Amo, como ordenes» me puse de puntillas, agarrando el gancho que colgaba de la pared.

Ashraf volvió con una pala en las manos. Jalil estaba a mi espalda, con una pala también. Al unisono empezaron a darme golpes por todo el cuerpo. Ni un solo milímetro de mi piel se libró de la tortura. Brazos, torso, espalda, pechos, cadera, culo, mi coño, las piernas... cada parte recibía su azote, a veces en dos sitios a la vez, a veces uno y luego otro...

ZAS ZAS ZAS ZAS

Golpes y más golpes cayendo sobre mí. Extrañamente me sentí bien. Sabía que me lo había merecido, y recibí con gusto el castigo que mi Amo había ideado para mi. Con este castigo, de alguna forma, pagaba por el daño que había provocado. No solté las manos ni emití sonido alguno.

Ashraf entonces dejó la pala a un lado, dijo algo y Salima se arrodilló para meterse su polla en la boca. Jalil se acercó, con el rabo fuera, y Salima fue pasando de uno a otro, dejándolos ambos bien mojados. Ashraf entonces se acercó a mi por delante, cogió una de mis piernas y me metió su rabo por el coño. Me miraba directamente a los ojos, yo no podía apartar la mirada... cuando la tuvo metida bien adentro, Jalil se puso tras de mi y empezó a meterme su monstruosa polla por el culo. Una lágrima asomó a mis ojos, pero no me dejé llevar por la desesperación. Apoyé la cabeza en el hombro de Ashraf y empecé a respirar profundamente, relajando lo más que pude el esfínter, para que  Jalil pudiese penetrarme con más facilidad. Finalmente me la metió también hasta el fondo... ¡qué dolor! Ashraf cogió mis dos piernas, dejándome en el aire y, a la vez, empezaron a follarme, rompiéndome en dos por dentro. La polla de Ashraf llenando mi coño y el pollón de Jalil destrozándome el ano. Me follaron un buen rato así, con mucha fuerza, como dos animales, como dos bestias salidas del infierno. Ashraf me hizo mirarle a los ojos de nuevo y me dijo:

«Córrete perra, como lo haces cada noche pensando en mi rabo»

Eso fue el sumum para mi. Ya estaba totalmente ida. Ya no era yo. Sin dejar de mirar sus profundos ojos negros, empecé a gemir, a relajarme... ¡¡a disfrutar!! Sus sacudidas se intensificaron y mi cuerpo respondió a la doble penetración,disfrutando del dolor, teniendo un orgasmo como jamás lo había tenido... sentí que litros de mis jugos resbalaban por sus pollas hasta caer al suelo, formando un charco a mis pies. Ashraf y Jalil siguieron follándome con fuerza hasta que se corrieron a la vez, cada uno en su agujero, llenándome de dicha y placer.

Una vez terminaron de follarme, mi Amo me ordenó soltar las manos del gancho. Me llevó a un rincón, donde había un agujero en el suelo, y el piso hundido hacia el agujero, como esos lavabos que a veces había visto en las autopistas. Me hizo poner de rodillas en el centro, con las piernas, los brazos y la boca abiertas. Jalil y Ashraf se pusieron frente a mi, cada uno a un lado, y Salima se sitúo detrás, con su coño justo encima de mi cabeza.

«No te muevas ni un milímetro»

«No Amo, estaré quieta»

En cuanto dije esto, los tres a la vez empezaron a mearse encima de mí. Ashraf y Jalil apuntaban con sus pollas a mis pechos, a mi coño, a mis piernas... el chorro de pis de Salima me caía justo en la cabeza, mojándome el pelo, bajando por mi frente, mi nariz, hasta llegar a mi boca, que no cerré... Jalil y Ashraf terminaron de mear ambos también en mi boca. Me daba igual, Ya nada me podía dar asco. Yo solo era una puta. Un objeto con el que mi Amo podía hacer lo que le apeteciera, y cumplir con sus órdenes, y precisamente cuanto más asquerosas o más dolor me causasen éstas, más placer me daba a mí.

Cuando todo terminó, Ashraf y Jalil se fueron a un lado. Salima cogió un cubo de agua y empezó a limpiarme a consciencia. Yo me sentía totalmente satisfecha. Había cumplido con mi palabra. Ashraf estaría contento conmigo.