¡Maite! No fue un sueño, pero no te lo puedo decir
Una historia más de las consecuencias de la zaga del intercambio de hijos.
¡Maite! No fue un sueño, pero no te lo puedo decir.
Soy Caro, profesora de historia, lista para relatarles una historia más de las consecuencias de la zaga del intercambio de hijos. Como las anteriores, tampoco es una de mis experiencias personales. La idea argumental pertenece a Jordi, mi pareja.
El famoso intercambio sexual de hijos entre Leticia y su socia Paulina resultó de maravillas para las dos. Desde aquel memorable fin de semana ambas lucían espléndidas, felices, satisfechas y realizadas. ¡Y no es para menos!
Dejemos los introitos a un lado y vayamos al grano. Dos meses después, un viernes casi a media noche, vemos a Leticia y Miguelito reposando desnudos sobre la cama matrimonial de ella luego de una de sus habituales sesiones semanales de entrenamiento sexual.
Muñe, ¿seguís frecuentando a Sabrina la mercera?
Bastante menos porque es una insaciable. Parece que los veinte años de abstinencia la transformaron en una obsesiva sexual.
¿Es tan grave?
Quiere coger todos los días y ya no aguanto.
¡Con razón nos compró tantos pares de sandalias! Con clientas así pasamos al frente con las ventas.
Aunque te parezca mentira, la estoy compartiendo con Esteban.
¿Con mi hijo?
¿Conocés a otro Esteban que sea mi amigo y tu hijo al mismo tiempo?
¡No seas sarcástico! Si se porta como con tu vieja la debe estar reventando. Paulina me contó que resultó ser muy vigoroso. ¡Estoy orgullosa de mi bebé! Y de vos también. ¡No te pongas celoso!
Me alegra que mi vieja al fin haya encontrado una válvula de escape para sus energías reprimidas. Según tu hijo, es una fiera cogiendo.
¿No te da un no sé qué que un amigo se acueste con tu mamá?
¿Y acaso yo no me acuesto con vos, que sos su madre? La verdad verdadera es que las dos son unos minones infernales en la cama. ¡Lo mejor que nos podría haber pasado a Esteban y a mi!
Bueno, basta de cháchara, vamos a hacer noni noni que mañana tengo un día fatal. Reunión de amigas en casa y todavía no preparé nada.
¿Quiere decir que mañana quedo colgado de la rama?
Siempre terminamos a las mil y quinientas así que vas a tener la noche libre.
Si te arrepentís, voy a estar en casa, siempre a tu disposición.
La tan mentada reunión era el pretexto para que doce mujeres hablaran, todas al mismo tiempo y superponiéndose, sobre hijos, maridos, novios, amantes, trabajo, política, ropa y otros temas más durante 8 horas continuadas. Además, para ingerir desinhibidamente cantidades industriales de vino blanco, tinto, clarete y de todos los otros colores. Más de una terminaba en total estado de ebriedad y diciendo pavadas, lo que era aprovechado por las otras para sonsacarles confesiones que de otra manera jamás habrían hecho.
Llegaron a las 20, barrieron cual termitas con todos los alimentos sólidos que encontraron a su paso, para después sentarse en semicírculo sobre el piso dispuestas a comenzar el conciliábulo de las confesiones. Como dije antes, varias botellas de vino de todos los colores estimularon la verba de estas féminas. Hubo algunas que se excedieron antes de tiempo, entre ellas Maite.
¿Quién es esta mujer? Divorciada, 52 años, flaca, 1,70 de estatura, narigona, cabello rubio teñido, pajoso y sensualmente desarreglado, mini busto, caderitas angostas, piernas finas y estilizadas. Vestida con blusa, casaca y pantalones negros ajustados. Histérica mil por mil. No hay macho que le venga bien. Sin cultura alcohólica pero, no obstante ello, afecta a las libaciones etílicas que le hacen soltar la lengua.
A las 23 horas, después de haberse pasado tres horas monologando sobre los orgasmos, el sexo anal, la masturbación y lo flojos que vienen los hombres, ya estaba lo suficientemente ebria como para comenzar a su concierto de pavadas ininteligibles. Leticia y Paulina quisieron llevarla a la casa pero, como buena cabeza dura en pedo, insistió en llamar a un radio taxi. Tomó el celular pero no logró embocar ni un solo numero. Alarmadas, decidieron pedirles a Miguelito y a Esteban que simularan ser el taxistas y que la llevasen hasta su casa, que no estaba a más de veinte calles de distancia. Era tal la mona que tenía esta dama que ni siquiera se le pasó por la mente que no existe taxi en el mundo que tenga dos conductores simultáneos. Les costó un Perú introducirla en el asiento trasero del coche y mucho más encontrar dentro de su pequeña cartera las llaves de la casa. Trabajosamente y a los empujones, la introdujeron en el dormitorio y la depositaron sobre su cama. Miguelito se quedó con ella porque su estado era decididamente lastimoso, mientras tanto, Esteban se retiró con el coche dirigiéndose hacia la casa de Sabrina, la mercera.
Sentado junto al lecho y observando a Maite, que roncaba mientras dormía su piramidal borrachera, Miguel se preguntó a si mismo qué correspondía hacer por esta mina invadida por los efluvios etílicos. ¿La dejo así o la desvisto? ¿Y si después se enoja? Es una pena que duerma con la ropa puesta, sobre todo siendo de tan buena calidad. Durante veinte minutos la observó detenidamente. ¡Qué cara de amargura que tiene esta mujer! Pero qué buenas piernas. Ni hablar del culito chiquitito y redondito. ¡Qué sensual el peinado! Desprolijo pero sensual. ¡Ma sí, yo la desvisto y a otra cosa!
Comenzó por lo más fácil, los zapatos. Con el pantalón costó un poco más, pero al fin lo logró. ¡Buenas piernas! Maite se resistió un poco cuando llegó el momento de desabotonar la casaca. Se puso enérgico y la obligó a dejarse despojar la blusa. ¡La hija de puta no tenía corpiño! No pudo disfrutar mucho tiempo del espectáculo de los pechos porque Maite giró sobre sí misma para colocarse boca abajo. ¿Le saco también la bombacha? Mejor no, dejemos las cosas como están. Flaquita pero ¡qué lomo! Los omóplatos se mostraban en todo su esplendor porque ella colocó los brazos debajo de la almohada. Eso fue lo que permitió que resaltaran los pequeños pechos aplastándose sobre la cama. ¡Divina, espectacularmente divina! Y no pudo resistir la tentación de, por lo menos, pasarle las manos por la espalda. Ni bien la tocó, los labios de Maite esbozaron una tenue sonrisa de satisfacción. ¿Esta está durmiendo la mona o pretende enrollarme la víbora? La zarandeó un poco comprobando así que el cuerpo estaba inerte y flojo.
Ashasha, eeemmm, ashasha fue la única e incoherente respuesta de Maite.
¿Te sentís bien?
El silencio indicaba que Baco había hecho un buen trabajo. Animado, volvió a recorrer la espalda con las palmas de las manos, provocando otra sonrisa en la durmiente. Cuando llegó al borde de la bombacha se detuvo. ¿Qué hago? ¿Sigo o me detengo? La tentadora forma de los glúteos decidió el próximo paso. ¡Siguió hasta tener las palmas abarcando los cachetes del culo. Apretó un poco, retiró y repitió la acción.
Mmmmm, ashasha, mmmmm. Shiii. Ashasha. Mmmmm fue la respuesta de una Maite sonriente pero con los ojos cerrados.
Perdoname Maite, pero no puedo desaprovechar la ocasión.
Mmmmm, ashashaaaa.
¡No sé qué carajo querés decir pero voy a seguir!
Mmmmm, mmmmm.
Los dislates de la mina demostraban que estaba totalmente out pero que, inconscientemente, disfrutaba los manoseos. Con extrema delicadeza, le sacó la bombacha para luego tirarla hacia un costado de la cama. ¡Ahora sí que la tenía totalmente en pelotas! Regodeándose con la visión del cuerpo yaciente de Maite, Miguel se fue desnudando parsimoniosamente. ¿Por dónde empiezo? La dio vuelta hasta colocarla boca arriba y se puso a pensar algo bien, pero bien morboso para hacerle. Lo inspiró la tenue sonrisa de la borrachina. Tomado su miembro con la derecha, se acercó a la cara para luego acariciársela con él, comenzando por la nariz. ¡Bien aguileña pero sensual y erótica! La sonrisa aumentó en intensidad.
Dame otro vasito de vino, por favor. Mmmmm balbuceó la mujer.
¡Basta de vino! Vos necesitás otra cosa.
Mmmmm. Shiii, vashito chico.
¡Mejor pijita grande!
Quero vinito, quero vinito. Mmmmm suplicó la ebria haciendo un mohín.
Mientras continuaba las caricias faciales, advirtió que la mano derecha de la mina se dirigía hacia la entre pierna, en dirección a la vagina. ¡Se estaba masturbando dormida! Bien, muy bien. ¿Con qué sigo? ¿Ataco los limones? Probemos a ver qué tal están. Los pezones estaban duritos. ¡No era para menos con la paja que se estaba haciendo la durmiente! Bajó la cabeza, sacó la lengua y los lamió suavemente. ¡Ella se estremeció al mismo tiempo que emitía una sonora carcajada!
¡¡Ajja, ja, ja, ja, jajajaja!! Shiii, quero ma, quero ma. Mmmmm.
¡Ya va, ya va!
¡Shii, lindo, lindo! Mmmmm.
¿Esta estará dormida? Parece que si. Sigamos. ¿Qué gusto tendrá ese cepillito rubio que esta loca tiene loca entre las piernas? ¡Esclarezcamos las dudas! Con cierta dificultad logró que abriera las piernas, introdujo la cabeza entre ellas y se abocó a la exploración del bosquecito rubio. Labios mayores carnosos y mojados que fueron prontamente separados con índice y pulgar de la izquierda. La ardiente lengua fue recibida por una discreta cantidad de jugo vaginal que afluía desde los labios menores. Los probó. ¡Buenos, bastante buenos! Quizá un poco saladitos, pero buenos al fin. Examinemos un poco más el terreno. ¡La turra se sigue pajeando! ¡Buenísimo! Nunca antes había visto el espectáculo como este desde la primera fila. Dormida y todo, se pajeaba. Buen indicio. Sigamos buscando la cavernita del placer. ¿Dedo índice o medio? Mejor los dos. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Seguro que le gusta porque sonríe más y sigue frotándose el clítoris. ¡Carajo, estoy al palo! Mejor me pongo un forro para no hacer macanas. No quiero cagarle la vida a esta mina. ¡Ya está! Ahora sigamos que esto se está poniendo cada vez más interesante.
¡Viniiitoo, quero viniitooo!!
¡Pijita, lo que necesitas es mi pijita!
Mmmmm. Shiii, ashasha. Mmmmm.
Maite, creo que perdiste como en la guerra. ¡Te la voy a meter hasta que llegue a la garganta!
Lubricó la punta con saliva, frotó tres veces abriéndole al mismo tiempo los labios mayores, apoyó suavemente en el centro y metió hasta que los huevos tocaron el culo de la yaciente dama.
¡Ajaa, ajaaa, ajaa! Mmmmm. ¡Ajaaa, ajaa, ajaa! ¡Ja, ja, jajajajajaaa!
¡Uau! ¡Esto está cada vez mejor!
¡Ajaa, ajaaa, ajaaa! Shiii. ¡Jaaa, jajajajajaaaa!
Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa para observar por breves instantes la inmensa, complaciente y placentera sonrisa que se dibujaba en la cara de Maite. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. ¡Qué cachuchita más estrecha que tiene esta yegua! Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. ¡Estoy llegando al clímax!
¡¡¡YYAAAAA!! ¡¡¡AAGGHHHH!!!
¡ASHASHAAA! ¡MMMMMM! ¡ASHASHAAAAA! ¡JAA, JAJAJAJA!
¡Uau, uau, Uauuu! ¡Formidable, realmente formidable! Lástima que estés dormida.
Shiii, mmmmm, shiiii. Mmmmm.
Miguel se dirigió hacia el baño para sacarse el forro lleno de semen porque consideró que no era prudente dejar señales ostensibles del polvo. Volvió portando una toalla en su mano derecha y con ella procedió a secarle la entrepierna a la todavía durmiente amiga de la madre. ¡Cómo sonríe esta hija de puta! Dormida y todo, ¡le gustó! Lo malo de todo esto es que el espectáculo que da una mujer embriagada es evidentemente deplorable. ¿Qué hago ahora? ¿Me quedo o me voy? ¡Decidido, me quedo un rato más!
¡Que culito más tentador que tiene esta guacha! ¿Y si se lo chupeteo un poco? Total, con la mona que tiene ni se va a dar cuenta. La colocó boca abajo, observó con mirada lasciva los glúteos en estado de reposo y los abrió con los pulgares para poner al descubierto un pequeño, hermoso y delicado triangulito en cuyo centro me destacaba un agujerito rodeado de pliegues concéntricos y asimétricos. ¡Qué ojete fenomenal que tiene esta mina! Como lo hizo con Sabrina, mojó con saliva el pulgar de la derecha y frotó de abajo para arriba. Levantó un poco la cabeza, dirigió su mirada hacia la cara de la durmiente y se quedó más tranquilo. ¡La sonrisa le llegaba de oreja a oreja! Esta vez el esfínter se resistía un poco a pesar de que las complacientes sonrisas indicaban que iba por buen camino. ¿Más lubricación? Intentémoslo. Dejó caer un chorro de saliva desde lo alto, la esparció y volvió a probar. Ahora sí cedió un poco. El índice de la derecha entró raudamente hasta la primera falange. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa, lubricación y ahora con índice y medio. ¡Sonrisa y mueca agónica dibujada en la cara de Maite!
¡Aaaagggg, aaaagggg, aaaagggg! Shiiiiiii. ¡Aaaagggg, aaaagggggg! ¡Ja, jajajajajaaa!
Alentado por la reacción, Miguel se colocó rápidamente un preservativo y se dispuso a penetrarla. ¿Culo o concha? Mejor no abusar de la suerte así que, ¡Conchaaaa! ¡Ahí voy mamita! Esta vez sólo usó el pulgar para atacar el ojete mientras el miembro buscaba impetuosamente la entrada de la rezumante vagina. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, ¡¡BIEN ADENTRO!! Pausa sin sacar. Ligerito, ligerito, adentro, afuera, adentro, afuera, ¡¡¡ADENTROOOOOO!!!
¡Ajaaa, ajaaa, ajaaaaa, AJAAAAAA! ¡Ja, jajajaja!
¡¡IIIAAAAAAUUUUUU!! ¡ME VOY, ME VOYYYYY!
La dejó adentro hasta que se retrajo por sí sola para retornar su estado de flaccidez natural. Retiró con suavidad y se dirigió otra vez hacia el baño para limpiarse. Maite continuaba durmiendo la mona pero luciendo una expresión de plácida satisfacción. ¡Mirá la sonrisa que tiene en la cara! ¡Qué manera de reírse! ¿Cuánto tiempo hará que no coge como la gente? ¡Me juego los huevos a que le gustó! La limpió nuevamente, le colocó la bombacha y la blusa a pesar de su resistencia, la besó en la frente y se retiró sigilosamente y en silencio.
Mmmmm, ashasha, mmmmm. Shiii. Ashasha. Mmmmm musitaba Maite la sonriente y profundamente dormida.
Eran más de las cuatro de la madrugada, estaba poniendo un pie en la vereda cuando sonó la chicharra de su teléfono celular.
Hola, ¿quién es?
Soy yo, Leticia. ¿Pasó algo malo que tardás tanto?
Nada, nada.
¿Qué pasó?
¿La verdad?
¡Si, contame la verdad!
¡Me garché a tu amiga, Leti, me garché a tu amiga!
¡Sos un incorregible! ¿Cómo fue que pasó? ¿Le gustó?
Ni se enteró.
¿Cómo?
¡Me la cogí dormida!
¡No te puedo creer!
¡Creeme porque es la pura verdad! Dormida y todo, creo que quedó satisfecha.
Mañana me das más detalles. Andate a dormir que tu vieja está preocupada. Ahora mismo la llamo, le explico y la tranquilizo.
Ok. Besitos.
Leticia no pudo con su curiosidad, a mediodía llamó a Maite pretextando preocupación por ella y su estado de ebriedad de la noche anterior.
¿Sos vos Maite? ¡Qué vocecita!
¡Estoy destruida! ¡Qué pedo que me agarré! ¿Quién me trajo a casa?
Esteban y Miguel.
¿Fueron ellos los que me desvistieron y me metieron en la cama?
Miguel, el hijo de Paulina.
¡Qué vergüenza! ¡Lo que habrá pensado!
Nada, no pensó nada. A lo sumo que estabas con una esbornia de padre y señor mío.
No te imaginás lo sueños que tuve.
Contame rapidito.
Soñé que un pendejo muy parecido a Miguelito me ponía en pelotas y me garchaba hasta cansarse. ¡Divino, divino!
¡No me digas! ¿Qué más?
¡Que la pasaba bomba! Me hacía de todo, hasta me metía los deditos en el ojete. ¡Qué real!
¡Viste a lo que te conduce el alcohol!
A pesar del dolor de cabeza, estoy hecha una seda. Si para tener sueños como este tengo que ponerme en pedo ¡Ya estoy buscando la botella de vino que está en la cocina!
¡No abuses, no abuses! ¡Fue sólo un sueño!
Tengo que invitarlo a Miguelito para agradecerle las atenciones que tuvo conmigo. ¡Todavía no sé como decírselo!
¡Cogételo y listo!
¡Mirá lo que me decís! ¡Es el hijo de una de mis mejores amigas!
¡Pero también es un hombre con huevos y pijota entre las piernas!
Lo voy a meditar porque la idea no es mala. En una de esas no necesito ponerme en pedo para quedar hecha una seda. ¡Buena sugerencia! ¡Muy buena para tener en cuenta!
¡Chau delirante, chau!
Nos hablamos.
¿Qué hará Maite para demostrarle su agradecimiento a Miguelito? Se lo voy a preguntar a Jordi, que es el que lo sabe.
Colorín, colorado, este cuentito se ha acabado.