Maia
A partir de una fantasía, comienza un camino sin retorno para ser una Perfecta esclava.
Maia
Sentarse frente a su PC le producía a Maia, una ya conocida excitación. Saber que él iba a estar ahí, esperándola para fantasear y volar juntos; la hacía sentir como flotando en una nube de voluptuosidad y deseo. El y ella, juntos, a través de una PC, sacaban sus más escondidas y oscuras fantasías. Ella nunca pensó que podía ser capaz de hacer algo así. Tal vez el aburrimiento de una vida sin muchas aventuras, curiosidad o quién sabe qué, la lanzó a semejante búsqueda de placer.
Aquel día no fue diferente, se sentó frente a la PC la encendió y espero a que él apareciera. Ver su nick en la pantalla la hizo arder, se acomodó en la silla y se preparó para una charla muy caliente, como siempre. Con sus cams encendidas fantaseaban y se masturbaban escribiéndose, leyendo y viéndose. Al tiempo sus charlas derivaron en calientes llamadas telefónicas. Ella siempre tuvo fantasías con ser una esclava-sumisa, él era el amo perfecto; le hacía hacer cosas que la estremecían y a su vez la asustaban; pero no pasaban de una fantasía o al menos ella así lo creía.
Un día, después de haber logrado los dos el clímax, llegó, por parte de él la pregunta tan temida por ella; "¿cuándo nos conocemos y hacemos esto realidad?" Durante días esquivaba la respuesta con excusas poco creíbles, hasta que él se puso firme y puso fecha y hora, el encuentro era ineludible.
El día llegó, ella se arregló especialmente, se vistió sencilla, discreta, tratando de dar la impresión totalmente opuesta de la mujer que se dejaba dominar y poseer virtualmente. Ya se habían visto por cam y reconocerse no fue difícil. El era más atractivo, su mirada era segura y dominante. Ella se mostró segura y relajada, como si nada de lo que hablaban y hacían virtualmente existiera. La charla derivo en varios temas personales, algunos intrascendentes y así pasaron un par de horas, hasta que él pago la cuenta, se levanto y sin mediar invitación la sacó del bar, la guió al auto y la llevó a su departamento.
Al fin ocurriría lo que ella había temido, sentía que sus piernas no iban a sostenerla por la excitación y también el miedo. Siempre creyó estar segura de que todas las cosas que fantaseaba, las perversiones a que se entregaba con su "amo virtual" eran eso, precisamente fantasías. Pero, ahora, en el departamento de él, solos, excitada
Ella aguardó paciente en un rincón, callada, las manos cruzadas por delante del cuerpo, a que él terminara de encender las luces y guardar llaves y documentos del auto. Un silencio expectante se creó en el ambiente. Luces bajas, un cuidado living con un sofá y un pasillo al final del cual se veía la cama matrimonial. La visión de la cama la hizo estremecerse pensando en las cosas que sucederían allí. En realidad, preguntándose qué sería lo que iría a suceder. Él pasaba; iba y venía haciendo cosas que ella no lograba ver del todo. Finalmente volvió al living.
- Sentáte.
Su voz sonó firme. Era una orden. Maia tembló un instante. ¿Habría empezado el juego? No supo qué hacer. El sofá parecía invitarla a sentarse. Él se acercó caminando lentamente hasta tomarla de los brazos cerca de los hombros. Mirándola a los ojos, la empujó hacia abajo hasta hacerla sentar. Maia no pudo oponer resistencia. Tenía los sentidos atentos, temblaba por dentro, se hacía muchas preguntas. Su leve temblor fue percibido por los dedos de él. Una sonrisa leve se dibujó en su rostro. Sus dedos se deslizaron por los hombros de Maia mientras se incorporaba frente a ella. Pasaron por su cuello, acariciaron sus cachetes y acabaron en su pelo.
Ahora ella estaba en esa situación que tantas veces había previsto en sus sueños eróticos. Ella, a sus pies. Aún no era una situación sexual, pero era inequívocamente erótica y de sumisión. Lo veía directamente a sus ojos marrones y él no apartaba la mirada, y aunque ella quería ver hacia otro lado, una fuerza la detenía en esas pupilas dilatadas. Verlo desde abajo, levantando la cabeza, era algo que la hacía palpitar. Era como una de esas tantas fotos eróticas que se cruzaban en el chat. Pero ahora era ella allí en esa pose La mano de él aún acariciaba su coronilla; no podía evitar pensar en esas fotos y cómo esa caricia siempre era el preludio de un largo coito oral. Pero su mano abandonó su pelo y fue hacia su mentón. lo tomó y movió suavemente la cabeza de Maia de un lado al otro; ella no desviaba la mirada. Cuando él quitó la mano ella movió inconscientemente la cabeza, queriendo dejar en ella el mentón. Continuaba mirando sus ojos marrones que calmaban su inquietud, al mismo tiempo que aumentaba el latir de su corazón, el ritmo de su respiración, casi jadeante ahora.
- Parate.
Como un resorte ella se paró, y él le dedicó una sonrisa suave. Él la palmeó suavemente en la nalga, como se palmea a un perrito que hace una gracia. Maia advirtió eso, pero un alivio la invadió inmediatamente. Sabía ahora que había comenzado. Y un calor ingénito subió por su cuerpo en el mismo instante en que advirtió que había obedecido su orden casi sin pensarlo. Estaba a un paso, sólo un paso de convertirse en una sumisa real.
Darse cuenta de esto la excitó, rogó que él no lo notara, pero en su cuerpo ya tenía los signos de una incomparable excitación. Trató de pensar en otra cosa. Creía que podía controlar la situación, que con una sola palabra bastaba para frenarlo. No sabía que él, con sólo esas dos palabras, con ese tono suave, profundo, sereno pero seguro y dominante que había empleado la tenía bajo su dominio.
Lo miró, sus ojos delataban el deseo que hacia temblar su cuerpo. Los pezones erguidos se apretaban contra su corpiño y una leve pero creciente e insistente humedad traspasaba ya su tanga.
Él la tomo de la mano, y suavemente recorrieron juntos el pasillo que los llevó al dormitorio, una imponente cama en el centro acaparó la mirada de Maia; ella trato de no mirar pero apartar la vista del lugar era imposible, deseaba estar ahí, desnuda entregada a ese hombre. Un hombre de quien sabía sus mas profundas fantasías y perversiones, y él las de ella Ahora, todas esas fantasías podrían hacerse realidad. La certeza de lo que iba a ocurrir la asustó un poco. Pero cuando él le ordenó "desnudate perra", ella no dudó un minuto en obedecer El ya la poseía .
Lentamente fue quitándose la ropa ante la atenta mirada de él al quedar totalmente desnuda, él se acercó y le susurró al oído "ya no tenes nombre ahora sos MI PUTA, MI ESCLAVA" Algo en su voz le dijo a Maia que no habría vuelta atrás, que nada de lo que dijera o hiciera cambiaria lo que ya estaba sucediendo El continuó.."De ahora en adelante yo voy a ser TU AMO, TU SEÑOR ¿comprendido?... "si" susurró ella Paff una sonora bofetada aterrizó en su mejilla "Si qué!!?? preguntó él". Asustada, confundida y excitada contesto.. "Si amo"!!
Parado a un costado de ella, le respiraba en el oído. Ella, quieta, miraba la pared, esperando, respirando con intensidad. El Amo le puso una mano en el vientre y la otra en la espalda, la acarició, observándola de cerca, y palpándola como quien acaricia el lomo de un caballo, con cierta displicencia y con aire risueño, al ver en los ojos de ella el temor que la hacía temblar ligeramente. Sus manos subieron tanto por la espalda como por su vientre. Le pasó la lengua por el oído mientras le decía: putita sos mi putita, mi perra obediente Ella se estremeció. El Amo tomó uno de sus pechos en su mano y lo masajeó sin delicadeza, oprimiéndolo como si quisiera ordeñar esa teta gorda.
Maia toleraba, en silencio, respirando con fuerza. Sin previo aviso su señor le estampó una cachetada sobre el pecho, al dolor le siguió una fuerte sensación de gozo que le aflojó las piernas y se apoyó en el pecho del amo. El señor se relamía disfrutando de aquél, su juguete. La otra mano la tomó del pelo y llevó su cabeza hacia atrás, hasta forzarla a mirarlo a los ojos. Maia miró, aún con el dolor dibujado en su rostro. Unas líneas húmedas aparecieron en sus ojos. Mirando los oscuros ojos de la persona que se adueñaba de ella, recibió el segundo castigo mamario.
-Mirame, puta!!!
El chirlo le había hecho cerrar los ojos. Una llamarada se encendió en su pezón, y luego derramó su calor por todo el pecho de Maia. Ella era sostenida con fuerza del pelo, que la obligaba a estar en una pose algo incómoda, pero pudo rozar su nalga con el bulto del Amo y notó dureza.
-¿Qué sos? preguntó el amo.
Maia temblaba, ahora de placer. Le costaba sostenerse sobre sus piernas, sentía un charco entre ellas. No pudo articular una palabra antes de recibir otra bofeteada en las tetas.
-¿Qué sos te pregunté, puta?
-Soy soy tu puta tuya
-¿Puta de quién?
-Tuya, toda tuya mi señor
-Así me gusta así
Maia cerró los ojos. Aún estaba inclinada sobre el Amo. Sus brazos tendían a proteger el pecho, así que tuvo que esforzarse en permanecer ofrecida y vulnerable. Le había entregado el control de sus placeres y dolores al hombre que la aferraba por el pelo. Pero pronto esa mano soltó su cabello y volvió a bajar por la espalda. Mientras tanto ella sintió los labios del Amo apretando el pezón, que se movía según la succión aplicada. Exhaló largamente, la saliva le aliviaba el ardor de los cachetazos. Algo pasó en su interior, un cálido sentimiento de gratitud por ese pequeño placer la inundó. Se sintió humedecer aún más. Y entre sus piernas la mano del Amo, hurgándola, sin delicadezas como había hecho hace un momento con sus tetas.
Un momento después se desprendió de ella, dejándola sola, de pie, al lado de la cama. Caminó unos pasos y la examinó a cierta distancia. Maia se abrazaba el estómago con la mirada perdida en los pies del amo. Frotaba y apretaba sus piernas entre sí, tratando de estimular discretamente el clítoris. Sentía que era un objeto en exhibición, una especie de premio en una vitrina. Nunca había sido vista así. Estaba entregada, y sabía que su dueño sabía. Le gustó aunque eso no dejaba de causarle cierta humillación. Descubrió en ese instante que era completamente capaz de gozar ciertos instantes de vergüenza. Su rostro estaba colorado.
El amo avanzó hacia ella, Maia se sintió empequeñecer. Acercó una mano hasta su rostro, lo acarició con suavidad. Maia sintió el impulso de besar su mano, y la buscó con los labios. El Amo introdujo un dedo en su boca, el dedo mayor. Ella lo lamía, intensamente. Tímidamente, como esperando que la retaran por ello, tomó los otros dedos del señor y los fue introduciendo en su boca para lamerlos. Finalmente abrió la boca y el hombre exploró su interior con dedos movedizos, asegurándose de que cada uno quedara debidamente empapado en saliva. Los retiró lentamente y un hilito de baba por un momento quedó tendido entre la mano del Amo y el rostro de Maia. Nuevamente y con la mano llena de saliva le manoseó las tetas, las apretó, retorció sus pezones, se limpió en ellos. Ella permaneció quieta, debatiéndose entre el goce y el sufrimiento, pero absolutamente pasiva.
Finalmente la mano del Amo volvió a su hombro, la otra aterrizó sobre el otro. Ambas empujaron suavemente hacia abajo.
-Arrodillate.
-Sí.
¡Paf!
-Sí, amo!
Lentamente Maia se puso de rodillas. A medida que descendía hacia los pies de su dueño, su piel se erizó. La pose en cuclillas la obligaba a tener las rodillas ligeramente separadas. Sintió como una suave presión interna en el área anal, como un suave y lento palpitar. Sus músculos se contrajeron e inyectaron otra dosis de flujo. De rodillas, al fin, como había soñado estar, y como el Amo pretendía que estuviera. Con la sola pose expresaba que pertenecía por completo a él, y por eso ambos disfrutaban tanto de ella. Por las charlas sabía lo que vendría a continuación, pero no por eso dejó de sentir ansiedad. O tal vez la sentía precisamente por eso.
La mano del Amo se posó sobre su cabeza, entre la coronilla y la nuca. Con la otra mano bajó el cierre relámpago del pantalón. Maia separó los labios, inconscientemente pasó su lengua por ellos. El Amo guió empujando la cabeza de Maia hacia el oscuro agujero de la bragueta abierta. Los pechos de Maia estallaban. Maia introdujo boca y nariz en la bragueta del Amo, hasta toparse con el aroma a hormonas tan típico de los calzoncillos de un hombre que está excitado. Su nariz y boca se apretaban contra el miembro erecto, pero ella sabía que aún no había llegado el momento de mamarlo.
-Oleme, perra puta.
Maia aspiró obedientemente hasta que llenó sus pulmones de ese aire viciado por el olor de la pija del Amo. En ese instante le pareció un perfume delicioso. El Amo insistía, ahora tomándola del pelo con ambas manos y sujetándola para que no pudiera moverse. Maia se tomó de las piernas del hombre y aspiró y exhaló durante un buen rato, como si su rostro estuviera metido en una mascarilla de oxígeno, mientras el Amo, gozando, soltaba palabras groseras al aire, en un provocativo acto de humillación.
Maia se sentía total y absolutamente desconcertada. Mientras gozaba del olor de su amo, escuchando esas palabras humillantes e insultantes, trataba de recordarse a si misma que era una mujer independiente, fuerte, a quien no le gustaba recibir ordenes. No podía comprender cómo podía encontrarse en esta situación, y sobre todo gozar con ella. Siempre penso que era simple fantasía, jamás creyó poder llevarlo a la realidad..
El olor de su amo inundaba sus fosas nasales, llenaba sus pulmones y borraba todos sus pensamientos racionales. Le gustaba encontrarse en esa situación, de rodillas frente a su amo, entre sus piernas; sintiendo cómo la sujetaba con rudeza y autoridad.
De pronto siente que la fuerza con que era sostenida su cabeza se afloja, un aire fresco se interpone entre su amo y ella, pero por poco tiempo. La enorme pija de su Amo apuntó directamente a su cara Ella no se atrevió a mirarlo, temblando sin saber qué se quería de ella espero, con los ojos fijos en el piso.
Su cuerpo sentía el dulce dolor del castigo previo, la delicada y blanca piel de sus tetas estaba roja evidenciando el maltrato, sus pezones le dolían; tenia muchas ganas de tocarse de frotarse para tratar de calmar el ardor que sentía; pero no se atrevía a hacerlo. Estos pensamientos sólo le llevaron segundos, aunque para Maia parecieron horas hasta que escuchó la voz grave, profunda urgente que le ordenaba
-Tragala puta!!
El cuerpo de Maia se tensó, la forma en que fue pronunciada la orden, bastó para que abriera la boca inmediatamente. Lentamente comenzó a introducir la pija de su amo en la boca, a pesar del miedo y la ansiedad trataba de saborearla de disfrutarla ya que tantas veces había fantaseado con ella. Pero la intención de su amo era otra, sintió como las manos fuertes de él la tomaban del cabello y sin darle oportunidad a respirar la empujó hasta que la pija desapareció completamente en la boca de Maia.
Ella luchaba por respirar y contener las arcadas que la presión de la pija en su garganta le producia. Con sorpresa descubrió que gozaba de esa situación, su cara casi se enterraba en los vellos púbicos de su amo, debía abrir su boca y aflojar los músculos mas de lo que había imaginado, pero lo estaba logrando a pesar que él no le daba respiro. Cuando su amo aflojaba la presión y le permitía respirar y toser lo miraba agradecida, pero ese respiro sólo duraba segundos, el tiempo de poder inhalar aire nuevo. Constantemente su boca y su garganta eran invadidas por la enorme pija de su amo.
La falta de oxigeno estaba dejando a Maia, al borde del desmayo, se sentía débil y sabía que estaba mas vulnerable que nunca, sus sentidos estaban anestesiados, como si estuviera volando en una nube de confusión.
Percibe movimientos a su alrededor, hasta que siente unos fuertes brazos alzándola por los aires y arrojándola sobre la cama, en su semiinconsciencia puede sentir cómo son atadas sus muñecas a la cabecera de la cama y unas manos urgentes recorriendo todo su cuerpo. Sus ojos se niegan a abrirse, no puede despertar o tal vez no quiere hacerlo, una marea de sensaciones la invade, cuando siente que sus piernas son separadas y el frío metal de unos grilletes roza sus tobillos. El temor, la ansiedad y la excitación sexual la envuelven, no puede ver a su amo, pero sabe que él está allí.
Un dolor punzante recorre su cuerpo, que la llena de una desconocida y rara calidez. Una risa grave y profunda y llena de satisfacción, llega a sus oídos, como una caricia. La noche era larga y recién comenzaba, así como su nuevo camino a recorrer; el camino de la perfecta esclava. Se entregó y espero .