Magoya (5)

Descubriendo a mi alma gemela.

Hola amigos.

Soy Carlos y aquí me tenéis de nuevo.

Os dejé en el último relato mientras reflexionaba en voz alta sobre la dicotomía existente en mi vida.

La vida formal de trabajador, hijo y novio ejemplar y la vida de magoya follador.

Al final el jueves me quedé en casa solo. Ni salí con mi novia ni fui a la piscina a buscar a Jorge y Alvaro. Decidí que una noche de relax y meditación me vendría bien para aclarar mis ideas.

Así que después de pasar la tarde navegando, buscando información sobre un tema de trabajo, entré en el correo que os he dado para recibir sugerencias y comentarios a mis relatos y me encontré el siguiente e-mail:

" Carlos:

Soy Sarah y tengo el mismo problema que tú.

Tengo novio formal, un chico trabajador estupendo. Hacemos el amor con mucho cariño, gran pasión y dulzura. Disfrutamos mucho. Pero desde hace unos meses me he convertido en magoya como tú.

En mi caso fue en el gimnasio. Voy al gimnasio dos o tres veces por semana después de salir de trabajar en la tienda. Normalmente llego sobre las 8 y media hago un rato de deporte y salgo antes de las 10.

Pero esa semana no pude ir más que un día y al llegar el sábado me encontraba muy estresada, así que decidí no salir con mi novio y acudir al gimnasio a quemar adrenalina. Fui a las 8 y media como siempre, pero no había ninguno de los habituales, de hecho estábamos sólo dos personas, una chica jovencita, de unos dieciocho años, castaña, con muy buen cuerpo y yo.

Estuve haciendo mis ejercicios mientras ella hacía los suyos. Al cabo de más de media hora de mirarnos mientras nos esforzábamos ella dejó de pedalear en la bici estática, se me acercó y me dijo:

Creo que por hoy nos hemos ganado la sauna.

Nunca he entrado en la sauna –repuse yo- Pero suena bien.

Pues vamos que vas a disfrutar

Por probar...

Así que nos dirigimos al vestuario, nos desnudamos, yo me cubrí con una toalla mientras ella permanecía desnuda.

Quítate la toalla, me dijo. Estamos solas en el gimnasio

Pero puede entrar alguien.

No, yo soy habitual de esta hora los sábados y siempre estoy sola.

Y no te da miedo?

Quiero decir que estoy sola en los vestuarios. En la recepción hay siempre dos personas que controlan la entrada. Tengo buena relación con ellos y si viene alguien me avisan.

Bueno, si es así.

Me quité la toalla, ella me tomó de la mano y me condujo a la sauna. La verdad es que no había entrado nunca en la sauna. Como siempre voy tarde entre semana y antes de acostarme tengo que hacer montones de cosas en casa que mi horario en la tienda no me permite hacer en otras horas, nunca me lo había planteado.

Entramos en la sauna desnudas, de la mano cogidas. Cerró la puerta nos dirigimos a los bancos. Nos sentamos juntas. Al momento se tumbó con su cabeza en mi regazo. Yo por un instinto casi maternal y como era tan bonita le acaricié la cara y el pelo.

Ella en ese momento se alzó, me besó en los labios y se volvió a tumbar sobre mi regazo. Yo al principio me encontré un poco cortada. Pero la situación era morbosa.

Tenía sobre mi pubis la cara de una niña castaña, con ojos color almendra tostada, con una piel suave y limpia de los desagradables efectos del acné. Con unos pechos bien torneados, con los pezones pequeñitos que apuntaban al cielo, algo erectos. Con un cuerpo trabajado en el gimnasio, pero no musculoso. Y yo la había acariciado maternalmente y me había correspondido con un beso en los labios.

En ese momento mi instinto me hizo apoyar mi mano sobre su pecho y acariciarlo dulcemente. Primero el seno derecho y luego el izquierdo, con ternura le presioné los pezones, mientras con la otra mano seguía acariciándole el rostro y el pelo. Ella giró su cara hacia mi cuerpo y empezó a besarme en el vientre y a lamerlo con mucha dulzura.

La situación empezaba a salirse de mi control.

Se levantó de su postura yacente y se sentó a horcajadas sobre mis piernas para abrazarme y besarme nuevamente en la boca mientras apretaba sus pechos contra los míos. Sentir sus pezones rozando los míos hizo que una corriente eléctrica recorriera toda mi espalda y me derretí en su abrazo. Abrí mis labios y nuestras lenguas empezaron un juego de buscarse, encontrarse, chocar y luchar por la posesión de las dos bocas. Ella de la mía y yo de la suya.

Descendió de mí y se arrodilló entre mis piernas forzándome un poco a abrirlas, yo no sabía cómo iba a terminar todo aquello, pero me dejé hacer. Empezó a lamer mi vulva con una ternura extraordinaria. Mi novio lo hacía, pero no con tanta suavidad. Sólo con acercar su lengua hacia mi clítoris empecé a babear jugos, en apenas dos minutos me había llevado al primero de los innumerables orgasmos que alcancé con ella en aquella sauna. A continuación empezó a meterme un dedo en la vagina y otro en el ano haciendo pinza logrando que se tocaran por dentro. Qué placer, qué sensaciones tuve. Ya te digo que tuve cuatro, cinco o más orgasmos en apenas unos minutos. La alcé delante de mí, la abracé y la besé con pasión.

Ahora me toca a mí –le dije-

Sí, pero mejor vamos a otro sitio. Este lo cierran a las diez y ya casi es la hora.

Sin darme cuenta habíamos estado más de media hora dentro de la sauna, pero me habían parecido unos pocos minutos.

Salimos abrazadas, nos dirigimos a las duchas, nos duchamos enjabonándonos una a la otra con una dulzura y cariño increíbles. Nos vestimos sin dejar de besarnos. Y al salir nos fuimos a su casa.

Cuando llegamos, era apenas a cuatro manzanas del gimnasio y a dos de mi casa, nos volvimos a abrazar y besar en el ascensor.

Entramos en el apartamento y me condujo a su habitación. Nos desnudamos y sobre la cama pasamos la mejor noche de amor que recuerdo en mi vida.

Desde ese momento se ha despertado en mi un hambre de sexo que me hace ir desesperada buscando alguien con quien poder practicarlo.

Por favor ponte en contacto conmigo y te contaré más experiencias

Sarah."

Al leer este e-mail, además de ponerme caliente como un mono, me di cuenta de que no era la única persona en el mundo con esa disociación de vida. Me picó la curiosidad de conocer a Sarah y sus otras historias. Así que le contesté el e-mail y seguí leyendo otros de los que me habéis enviado y que os agradezco. Ya os comentaré alguno otro también sin desperdicio.

La intervención de algún ángel o espíritu benefactor hizo que Sarah estuviera también conectada a su correo a esa hora ya avanzada de la tarde (ya eran más de las nueve de la noche) y de que al llegarle mi correo lo respondiese rápidamente. Nos citamos en un chat y empezamos la conversación para conocernos un poco más.

Al cabo de media hora, yo que me había hecho el firme propósito de no salir de casa y dedicarme a meditar sobre el futuro de mi vida me estaba poniendo el chándal (como siempre sin ropa interior) para verme con ella en un parque a mitad de camino de su casa y la mía (que por cierto no están muy lejos).

Me acerqué con el coche, ella lo hizo andando. Eramos las dos únicas personas en la entrada del parque así que no hubo problemas de reconocimiento. Nos dimos dos besos y empezamos a pasear por el parque bastante solitario a esas horas de un jueves de noviembre.

Sarah era una chica de veintisiete años, de pelo negro azabache en media melena y ojos negros profundos y seductores, como diría mi abuela "ojos que hablan". Era un poco más bajita que yo, mediría 1,70 aproximadamente (yo mido 1,77, tampoco soy muy alto) con cuerpo de gimnasio pero no musculoso. Vestía un chándal, como yo y llevaba un chubasquero amplio. Así que en la primera impresión no puedo hablar de sus pechos, lo haré más adelante.

Empezó a contarme su historia a partir de su encuentro con la chiquilla aquella del gimnasio.

La experiencia con Laura –que así se llamaba la niña del gimnasio, me dijo- me ha hecho despertar un ansia irrefrenable de disfrutar de mi cuerpo a cualquier hora y en cualquier momento.

Lo entiendo, es lo mismo que me ha pasado a mí –le dije. Cuéntame alguna otra experiencia que hayas tenido.

Como sabes trabajo en una tienda, es una tienda de ropa, tenemos de señora y de caballero....

Me explicó que dos días después de su primera experiencia entró en la tienda un chico de unos veinte años "guapísimo" y con un cuerpo de escándalo, pero muy tímido. Venía para comprarse un traje, pues se casaba su hermana mayor y no tenía con qué ir a la boda. Yo pensé enseguida que lo iba a devorar. Le saqué tres o cuatro trajes y lo llevé a un probador especial que tenemos para los grandes clientes o señoras de trato privilegiado (por la zona donde está la tienda, viene gente famosa y de los aledaños del poder, así que tenemos una salita más espaciosa donde atenderlos).

Evidentemente, el primero que le di se lo había elegido a conciencia, un traje que le iba mal, con la intención de poder provocarlo un poco. Le dije "pruébatelo" salí un momento para darle confianza y que se fuera desnudando para ponerse el traje. A los pocos momentos abrió la puerta llamándome para que le diera mi opinión. Entré, lo acompañé frente al espejo y empecé resaltarle los defectos que le veía mientras le acariciaba las partes del cuerpo que le iba nombrando. El pecho se abre, los hombros no te asientan bien, en las caderas te tira un poco. Le quité la chaqueta y seguí por el pantalón. Te hace bolsas en el culo –le dije mientras se lo sobaba descaradamente. Donde mejor te sienta es aquí - le toque el paquete - pero te lo resalta demasiado, ibas a llamar mucho la atención con este pantalón.

El chico se puso colorado y no dijo nada, entonces le desabroché el pantalón y me arrodillé a sus piés para quitárselo. Llevaba un calzoncillo Calvin Klein muy bien relleno. Me levanté sin decir nada con el pantalón en la mano y fui a buscar otro traje que evidentemente le iba a quedar mal. Esta vez por grande. Volví a jugar mi papel por todo el cuerpo, el chico empezaba a ponerse nervioso, yo lo notaba. El pantalón le quedaba como un saco. Cuando llegué a la zona de su paquete éste empezaba a mostrar signos de vida. Se lo agarré ahora con más decisión y le dije.

No, decididamente, este pantalón no te hace justicia.

Si tú lo dices, me contestó entre tímido y avergonzado.

Volví a ponerme de rodillas para quitarle el pantalón y ahora el calzoncillo estaba a reventar.

Insisto en que no te hace justicia. Además este calzoncillo va a hacerte daño, te oprime demasiado. – dije sin soltar el paquete, que crecía por momentos.

Son los que siempre suelo llevar - me dijo tímido

No te preocupes que tengo la solución. Vete probándote este otro traje que ahora vengo.

Me fui a buscar un bóxer de su talla a la sección de ropa interior de caballeros y me fui al vestuario de empleadas a quitarme las bragas y guardarlas en el bolso en la taquilla y volví a la salita probador.

El chico ya estaba de nuevo vestido, el traje le quedaba como un guante y mostraba que todavía tenía una erección considerable.

Empecé mi comedia destacando lo bien que le sentaba la chaqueta acariciando sin disimulo su pecho y deteniéndome con esmero en sus pezones. Le acaricié la espalda y las caderas. Cuando acabé con la pantomima de la chaqueta empecé con los pantalones y su culo (¡Qué culo!) después de magreárselo a mi antojo, y viendo que la erección le iba a reventar la bragueta del traje dejándolo inservible, le bajé el pantalón. El capullo de su polla se le salía ya por encima de la cinturilla del calzoncillo, tan empalmado estaba. Así que arrodillada todavía a sus pies, le bajé el calzoncillo y me metí su rabo en la boca (había tenido la precaución de cerrar la puerta con el cerrojo, así que no temía ser interrumpida) el chico protestó tímidamente

Qué hace?

No te preocupes, sólo voy a solucionarte el problema que tienes. No puedes salir de aquí con ese bulto en los pantalones. Relájate y disfruta.

El chico se dejó hacer mientras le mamaba la verga. Al poco rato se animó y agarrándome de la cabeza empezó a marcar el ritmo. A los pocos minutos se corrió en mi boca. Me tragué todo lo que pude y algunas gotas se escaparon por las comisuras de mis labos.

Se había corrido con una corrida genial, pero su polla seguía más tiesa que el palo de la bandera, así que lo empujé hasta un sofá, lo recosté y subiéndome la falda me encaramé en él. Empecé una cabalgada salvaje, como si el general Custer fuera a luchar con los indios. El chico mientras tanto un poco más animado me sacó la blusa y empezó a sobarme las tetas con bastante inexperiencia, por cierto. Se corrió dentro de mí con una potencia descontrolada haciéndome llegar a dos orgasmos en poco rato. Me recosté sobre su pecho todavía con aquel pedazo de carne dentro de mí y le besé en la boca con cariño. Le di las gracias y me contestó:

Es la primera vez que hago el amor, y la primera vez que me violan, pero como me ha gustado creo que volveré a esta tienda a comprarme toda mi ropa, y se la recomendaré a mis amigos.

Te lo agradezco, me has hecho muy feliz, recibiré a todos los que vengan de tu parte y los trataré como si fuera a ti. Por cierto, ¿de parte de quién vendrán?

De parte de Eduardo. Al primero que te voy a enviar es a mi hermano pequeño, tiene dieciocho años y también necesita traje para la boda...

Estupendo, lo espero.

Nos vestimos, él se puso su bóxer nuevo, que le quedaba muy bien, y como yo iba sin bragas y chorreando esperma me puse sus calzoncillos Calvin Klein, que conservo como trofeo de mi primera caza.

Hasta aquí es el relato que me contó Sarah.

Eran ya más de las once de la noche y empezaba a hacer bastante frío. Nos abrazamos y nos besamos largamente.

Dónde vamos? –le pregunté.

Yo vivo con una amiga, y está en casa, no podría justificar tu visita esta noche.

Yo vivo solo, así que si quieres pasar la noche en mi casa...

Mejor me acercas a casa y nos vemos mañana.. Tengo que pensar una excusa para ponerles a mi novio y a mi amiga.

Como prefieras. Nos hemos conocido y nos hemos reconocido como almas gemelas. Me parece que empieza una relación que va a ser sólida y duradera, así que no hay prisa por estrenarla.

Así es, mañana con más calma nos vemos y seguimos con nuestras historias.

La acerqué a su casa en el coche, ella iba recostada sobre mi hombro mientras conducía y me acariciaba el pene por dentro del pantalón del chándal. Nos despedimos con un abrazo y un cálido beso dentro del portal de su casa y yo, bastante caliente por la historia y por el descubrimiento de una persona como Sarah, me fui a mi casa.

Empezaba a tener claro cuál iba a ser mi decisión sobre mi vida, pero eso ya os lo contaré otro día.

Agréguenme y cuénteme sus experiencias.

cmagoya@hotmail.com