Magoya (4)

Un poco de historia de mi vida.

Hola de nuevo, amigos de Todorelatos.

Aquí estoy, Carlos magoya, para contaros mis experiencias.

Nos habíamos quedado en mi primer día de clase "particular" con los hijos de mis vecinos, Eva y Luis.

La verdad es que debo hacer algunas reflexiones en voz alta.

Yo soy hijo de una familia tradicional. Soy el segundo de cuatro hermanos.

Mi familia se compone de mis padres, Carlos como yo y Pepi (María José) mi madre.

Mi padre trabaja en un banco, es director de oficina desde hace muchos años. Ha pasado por oficinas de barrio al principio y ahora, con 58 años está de director de la oficina central de su banco en Madrid. Mi madre es maestra, da clases en un colegio privado. Mis hermanos y yo hemos estudiado en su colegio. El colegio es religioso y mis padres siempre nos han dado una formación religiosa, apoyada además en una clara coherencia de vida. Cumpliendo y dando trigo, no solo predicando, dando ejemplo de sus convicciones.

Mi hermana mayor, Elena, se casó hace dos años, poco más o menos cuando yo decidí independizarme. El tercero Miguel de veinticinco años ha acabado ahora su carrera de Economía y ha entrado de becario en el banco donde trabaja mi padre. La pequeña, Ana, todavía está en el colegio, acabando el último año de bachiller. Como yo le digo a mis padres en broma es el "despiste" pues se lleva ocho años con el tercero, así que tiene diecisiete..

Cuando acabé la carrera de informática tuve la suerte de entrar a trabajar en una gran empresa de telecomunicaciones donde aprendí mucho en las tecnologías más punteras. Después de dos años me ofrecieron mi actual puesto de trabajo en la empresa en la que ahora trabajo. Me doblaban el sueldo y me mantenían el horario, eso sí, estaba el tema de las guardias con el móvil cada cinco o seis semanas y a eso no pude negarme. Claro que, en función de las visitas nocturnas, recibimos un plus, o más días de vacaciones.

Con el sueldo que estaba cobrando y con lo que tenía ahorrado decidí invertir en una casa. Empezaba entonces a salir con mi novia, Mamen. Así que me pareció lo más lógico independizarme.

A pesar de la educación recibida, yo estaba en medio del mundo, con lo cual tenía ideas propias sobre la castidad y la virginidad.

De hecho cuando compré la casa, el estreno de la misma fue con Mamen. La llevé para que la viera y sobre la encimera de la cocina lo hicimos por primera vez. No había todavía más muebles que los de la cocina, y no íbamos a hacerlo en el suelo....

Estábamos estrenando no sólo nuestra relación sino también la que será nuestra casa cuando nos casemos.

Respecto a los escarceos homosexuales que os comenté en el primer relato, no pasaron de eso, escarceos.

La familia veraneaba siempre en un apartamento de una ciudad costera de Tarragona, en el piso superior veraneaba la familia de un empleado del banco, presidente del sindicato profesional del banco, más que un sindicato un grupo de amigos que se juntaron para defenderse tanto de la patronal del banco como de los llamados sindicatos de clase a los que no tenían ninguna simpatía. Esta familia tenía tres hijos, los dos mayores a los que llamábamos los comanches pues eran salvajes de cuidado, y la pequeña otro despiste que se llevaba diez años con el mediano.

Los comanches eran un año y dos más pequeños que yo, pero estábamos todo el día juntos. Desde después de desayunar bajábamos a la playa y después de la siesta (obligatoria en las dos casas) íbamos a un pinar próximo a los apartamentos, donde jugábamos y hacíamos batallas de piñas, o recogíamos piñones, hasta la hora de cenar.

Como os comenté, algunos de los mayores, mi padre incluido, cogían la barca hinchable (creo que era una zodiac) y se iban mar adentro a bañarse con el traje de baño blanco (o sea en pelotas) a nosotros no nos dejaban participar de las excursione pues éramos niños y no podíamos verles desnudos a los mayores. Yo jamás he visto desnudos a mis padres. Sí a mi hermano, pues compartíamos cuarto y cuarto de baño, así que era lo normal entre hermanos.

De vez en cuando, nosotros les imitábamos y hacíamos lo mismo. Nos íbamos remando bastante lejos, nos quitábamos el traje de baño que dejábamos cuidadosamente en la barca para no correr el riesgo de perderlo en las profundidades, pues aunque nadábamos muy bien y buceábamos, nos daba miedo no llegar hasta el fondo si se nos caía al agua y tener que volver desnudos hasta la playa y enfrentarnos a nuestros padres. La bronca podía haber sido monumental (aunque ellos hicieran lo mismo).

Así pues, a considerable distancia de la playa, nos quitábamos el traje de baño y nos tirábamos a bañarnos en pelota picada. Yo creo que tenía alrededor de doce años y los comanches uno y dos menos. Mi hermano no participaba, pues con él me llevo cinco años y era muy pequeño y mi madre no le dejaba venir. Además nosotros no queríamos que viniera con nosotros, pues como íbamos a hacer "cochinadas", podía escapársele la lengua en cualquier momento con algún mayor.

Al bañarnos desnudos uno de los juegos preferidos era bucear entre las piernas de los otros y por supuesto al pasar por debajo, levantar la mano y agarrar el pene de los otros y pegarle un pequeño tironcito o una sobada bien dada.

En esos juegos empezábamos a tener erecciones que luego subíamos a la barca y contemplábamos, haciendo medidas de tamaño (yo siempre ganaba y no porque fuera el mayor, sino porque realmente era la más grande con diferencia) y haciéndonos pajas unos a otros.

Cuando la barca no estaba disponible, íbamos a un pinar detrás de la playa donde habíamos preparado una especie de cercado con ramas de pino y matorrales, de tal forma que parecía un matorral cerrado por completo, donde nos encerrábamos y hacíamos cosas parecidas. Además nos servía de lugar privilegiado de espionaje de extranjeros desinhibidos. En aquel pinar dormían muchos extranjeros de turismo de mochila que en aquellos años aún venían a España a dormir en la playa y a comer latas de fabada sin calentar que compraban en los supermercados de la zona.

En aquel pinar vimos desnudarse y vestirse a muchas y muchos turistas que se ocultaban detrás de unos setos de las miradas indiscretas (de todas menos de las nuestras) y vimos por primera vez follar a una pareja (aquellos creo recordar que eran ingleses). También vimos hacer sus necesidades a más de una y de uno. Incluso una vez vimos a una pareja de chicos mayores que hacían lo mismo que nosotros, y además se besaban, pero a nosotros eso de besarse dos chicos nos parecían mariconeces, algo muy distinto a pajearse unos a otros. A nosotros nunca nos descubrieron.

Estas aventuras duraron un par de veranos. Al siguiente los comanches se quedaron en Madrid en un colegio internos, pues su padre estaba desesperado con su rendimiento académico.

Al año siguiente mi familia cambió de sitio de veraneo y no he vuelto a verlos nunca más. Su padre se jubiló del banco y perdimos totalmente el contacto.

Ahora recuerdo otra ocasión en la que me sorprendió el sexo homosexual.

Mi abuela, la madre de mi madre, se quedó viuda muy joven (mi madre es hija única) y tuvo que trabajar en una oficina haciendo labores de auxiliar administrativa para sacar a su hija adelante. Cuando ya llevaba muchos años jubilada, su oficina la invitó a una comida en homenaje a los jubilados (ella nunca había ido antes que yo supiera, o si lo había hecho había ido ella sola). El caso es que en aquella ocasión le daba pereza ir sola y me pidió que la acompañara, tenía dos invitaciones a la comida. Yo ya tenía mis buenos dieciocho años. En realidad a mí no me apetecía mucho ir, pero como yo era el nieto favorito de mi abuela y nunca me negaba un capricho, decidí acompañarla.

La comida fue un rollo. Mi abuela se lo pasó de maravilla con todos sus antiguos compañeros. Como comimos y bebimos en abundancia yo tuve que ir al cuarto de baño. Cuando me saqué la verga para mear se puso a mi lado un señor al que no había visto hasta ese momento. Supongo que sería alguien de la oficina de mi abuela. Se sacó un rabo larguísimo de la bragueta (mediría más de veinticinco cm.), empezó a meneárselo delante de mí y a mirarme mi rabo. Como os he dicho yo siempre ganaba a los comanches, no tengo el rabo de los actores porno, pero tengo un rabito de dieciocho centímetros que no está nada mal y con mis dieciocho años entonces ya lo tenía plenamente desarrollado.

La verdad es que no sé qué me pasó por la cabeza, pero me quedé mirando el pedazo de trabuco de aquel hombre alucinado y empecé a meneármela yo también y a enseñársela sin disimulo.

Aquel hombre, animado por mi comportamiento me echó la mano al rabo y me hizo una paja. Menos mal que no entró nadie en el baño en aquel rato. Yo la verdad es que no duré mucho. Entre la excitación del momento y el peligro de ser descubierto, en cuanto me dio un par de meneos me corrí salpicando abundantemente. Me limpié con el pañuelo de bolsillo y salí corriendo del baño, colorado como un tomate. En cuanto pude arrancar a mi abuela de sus amigos salimos de allí y nunca volvía ver a ese hombre, ni a encontrarme en situación parecida.

Como os decía siempre me he sentido plenamente heterosexual. Antes de Mamen, tuve relaciones con otras dos chicas: Angela y Marta.

Marta fue una compañera de carrera que era de Pamplona y vivía en un piso de estudiantes. Estaba muy buena, algo delgada para mi gusto, a mí me gustan con las tetas tirando a grandes y Marta las tenía casi planas. Nos llevábamos bien, pero no salíamos juntos, alguna vez con otros compañeros. Ya se sabe que el ritmo de vida en la universidad es muy diferente cuando se vive en casa de los padres a cuando se vive en un colegio mayor y no digamos en un piso de estudiantes.

Le quedaron algunas para septiembre en primero. Como tenía que examinarse, se vino a Madrid a primeros de mes de septiembre y estaba sola en su piso. Como yo había aprobado todo en junio me llamó para que le echara una mano en la preparación de las matemáticas. Y vaya si le eché una mano. Mejor dicho, ella me echó las dos, primero al cuello y luego al resto del cuerpo, dedicándole especial atención a mi polla. Pasamos dos semanas, las que estuvo preparando y haciendo exámenes, sin parar de follar. Me encantaba porque le gustaba ser ella la que marcaba el ritmo. Siempre encima de mí. Con la fuerza de la juventud llegamos a hacerlo hasta seis veces un sábado por la tarde hasta la madrugada. Y no creáis que yo me corría al segundo meneo, no, que aguantaba un buen cuarto de hora por lo menos cada vez. Seguramente era mérito suyo, pues al controlar ella el ritmo me exprimía extraordinariamente cada vez que lo hacíamos.

En fin, que no aprobó y la echaron de la carrera y se quedó en su Navarra natal y desapareció de mi vida. Cuántas veces me he acordado de ella.

Con Angela fue algo distinto. Era compañera de trabajo, en mi primera empresa. Vivía cerca de casa de mis padres, así que íbamos y volvíamos juntos en mi coche al trabajo.

Angela era muy pequeñita, con unos ojos que te enamoraban desde la primera vez que se los veías, que no solía coincidir con el momento de conocerla, pues tenía unas tetas grandes y muy bien colocadas, que hacían que la primera vez no te fijaras en sus ojos, sino en sus preciosas tetas. De hecho una amigo mío los descubrió tres meses después de haber cortado yo con ella, un día que se la encontró y él estaba en el coche y le quedaban los ojos a su altura. Qué cabrón, cuando lo ví un par de días después me dijo:

Cómo has cortado con Angela con los ojos tan bonitos que tiene?

Ahora te has dado cuenta?

Sí, la vi ayer que yo iba en el coche y ella andando y como me quedaban los ojos a mi altura se los he visto. Hasta hoy sólo le había visto las tetas. Por cierto, cómo has podido cortar con ella con las tetas que tiene?

Después del trabajo quedábamos por los bares del barrio. Empezamos a salir y a la tercera vez que la acompañé a su casa de madrugada (un viernes que empalmamos desde la hora de salir del trabajo), después de habernos bebido el agua de los floreros (habíamos acabado con el whisky) me invitó a subir a su casa a tomar la última. Ella vivía sola en un piso alquilado, pues era de fuera de Madrid.

Empecé a desnudarla en el ascensor, aprovechando que era de madrugada, cuando salimos del mismo no le dejé encender la luz de la escalera para que ningún vecino fisgón la pudiera ver medio desnuda y tardamos casi cinco minutos en atinar con la cerradura de su puerta.

Obviamente no tomamos ninguna copa. Entramos y nos fuimos directamente a la cama y como no podía ser de otra forma no hubo manera de que mi verga se pusiera tiesa. Ni chupándola, ni besándola, ni meneándomela. Así que nos quedamos dormidos sin poder hacer nada. Mi primer y único gatillazo hasta el momento.

Por la mañana fue otra cosa. Cuando nos despertamos me invitó a ducharme con ella. Primero dejamos caer el agua fría para quitarnos un poco la resaca que teníamos y después abrió el agua caliente y empezamos a frotarnos con jabón. Yo le froté su coño y el clítoris y empezó a babear jugos, ella me empezó a pajear y entonces sí reaccionó al estímulo.

Mojados y chorreando jabón nos fuimos a su cama y follamos de forma salvaje durante toda la mañana. La forma que más me gustó, que era la primera vez que la probaba, fue a cuatro patas. De esta forma la polla entra hasta el fondo de la vagina y si ésta es pequeña, como lo era todo en Angela, notas el tope en la punta del capullo. Si además eres un poco bruto, puedes llegar a hacerle daño, así que hay que tener cuidado con las pequeñitas (y con las pollas largas).

Con Angela follamos sin condón y creo que los dos meses que duró nuestra relación lo que ella buscaba era quedarse preñada para pillarme, así que rompí con ella por ese motivo. Me gustaba mucho, follaba de miedo, pero casarme con alguien sólo por eso no acababa de convencerme. Tenía que tener algo más.

La persona con la que me casara tenía que tener algo especial.

Estos son mis antecedentes en materia sexual.

Ahora llegamos al momento de conocer a Mamen. Bueno realmente a Mamen la conocía de toda la vida, es hija de un conocido de mi padre que tiene un negocio en el que mi padre suele ir a comprar. No diré el tipo de negocio para que nadie se sienta reconocido en esta historia. Aunque realmente no ha pasado en Madrid.

Como decía, la conozco desde niños, nunca habíamos tenido mucha relación,. Pero siempre había sido mi amor platónico.

Ella tenía un noviete con el que llevaba varios años. Unas Navidades que iba con un grupo de amigos me la encontré dando una vuelta con su prima, cinco años más joven que ella y me llamó la atención que no estuviera su novio cerca, pues era un poco "moro".

Le pregunté por su familia, que como he dicho eran conocidos de mi padre, y sin más preámbulos me dijo que había cortado con el novio. Yo vi el cielo abierto, pues como he dicho era mi amor platónico. Le dije que si no le importaba la llamaría algún día para ir al cine o salir a dar una vuelta. Me dijo que encantada.

Así que al día siguiente la llamé para ir al cine, al siguiente la invité a cenar y al tercer día erramos novios formales, con gran alegría de las dos familias.

La acompañaba a su casa y como los novios de antes nos dábamos un pequeño lote en el portal a oscuras, sin pasar a mayores. Algún vecino que llegaba tarde se dio un buen susto al pillarnos en actitud muy cariñosa.

A los tres meses de salir fue cuando me compré la casa y cuando fuimos a verla, como ya he contado, fue cuando nos estrenamos en la cocina de la casa.

Desde entonces, casi todas las semanas viene a mi casa dormir un par de veces. Y no follamos, hacemos el amor. Con mucho cariño y una gran pasión y por supuesto con condón. Mamen no es como Angela que me quería pillar quedándose preñada (o esa era al menos mi sensación), nos queremos y sabemos lo que queremos, que es mirar juntos hacia el futuro.

Después de este relato, que aunque no es de contenido erótico, sirve para contaros un poco mi vida, sobre todo en sus aspectos sexuales, estáis en condiciones de entender en qué situación mental me encuentro.

Educado de una forma muy tradicional, con una novia formal de la que estoy muy enamorado y con la que mantengo una estupenda relación.

Y, de repente, me encuentro convertido en un auténtico obseso sexual, con relaciones de todo tipo, homosexuales y heterosexuales.

Con Jorge, que fue el que despertó en mí este dormido y hasta ahora desconocido instinto, y su amigo Alvaro. Con Eva y Luis, mis vecinitos que pasan a casa dos veces por semana para dar nuestras "clases particulares". Con María, la chica que viene a casa a limpiar. Con el vigilante de seguridad de la oficina.

Estoy llevando una doble vida que, por supuesto, mi novia ni sospecha, pero que algún día tendré que confesar o romper radicalmente si quiero mantener esta relación.

Como podéis ver me debato en una tormenta de proporciones inimaginables hasta hace unos días. Y todo por un apretón en el metro.

Hoy es jueves y estoy en la oficina escribiendo esto y no sé si quedar con mi novia, como suelo hacer para pasar una noche de amor, o ir a la piscina a buscar a Jorge (y a Alvaro si se tercia) para pasar una noche de lujuria y sexo desenfrenado.

Continuará.

Agréguenme y háganme sus cometarios.

cmagoya@hotmail.com