Magoya (2)

Nuevas experiencias de Carlos Magoya.

Hola de nuevo.

Soy Carlos Magoya. Ya me conocéis de un relato anterior, y sabéis como me convertí en magoya con Jorge, mi rubio amigo.

Hoy os voy a contar otra experiencia que tuve días después.

Trabajo en una empresa de servicios de informática. Tenemos grandes ordenadores que dan servicio a distintas empresas. Aunque habitualmente sólo trabajo por las mañanas (hasta las tres y media) y tengo la tarde libre, cada cinco o seis semanas tengo que hacer guardia con el móvil, por si hay un problema con los ordenadores y se debe solucionar con carácter urgente.

Las llamadas al móvil pueden venir a cualquier hora de la tarde o de la noche, de la gente que por turnos controla el correcto funcionamiento de los sistemas.

Esa noche me llamaron a las tres y pico de la mañana. Estaba durmiendo solo (cosa rara últimamente, pues si no dormía con mi novia, lo hacía con Jorge o con Alvaro o con los dos) El problema no era muy grave, pero no podía resolverlo por teléfono, así que tuve que darme una ducha rápida para despejarme un poco y coger el coche para ir a la oficina. Me puse un chándal, para no perder mucho tiempo en vestirme.

Nuestra oficina, al dar servicios a terceras empresas, tiene muchas medidas de seguridad, debido a la confidencialidad de los datos, entre otras uno o dos vigilantes de seguridad permanentemente.

Por la noche sólo hay uno que controla el centro de pantallas del circuito cerrado de TV. Cuando llegué me abrió el garaje para acceder, yo no sabía cuál de ellos era.

En la empresa hay varios vigilantes de seguridad que se turnan, siempre son los mismos. Con alguno de ellos, por su seriedad apenas sólo nos intercambiamos el saludo de rigor, pero hay uno muy simpático con el que todo el mundo hace bromas. Una de ellas especialmente se refiere a la porra. Que si tiene la porra muy gorda, que si qué larga tiene la porra, etc...

Esa noche estaba él.

Me acompañó en el ascensor al lugar desde donde debía resolver el problema y en aquél momento me fijé en que realmente tenía la “porra” muy gorda (o estaba algo empalmado o era realmente grande) y yo, que hasta unos días antes nunca me había fijado en esa realidad,  debí de quedarme mirando con bastante descaro, y él evidentemente se dio cuenta.

Hice mi trabajo y para salir le tuve que avisar. Vino a por mí para acompañarme al garaje, aunque tardó bastante, llegó con el paquete a reventar. , eso me excitó y yo también empecé a empalmarme. Creo que estuvo preparándolo.

Una vez en el ascensor se me quedó mirando y me dijo

-         ¿No me dices nada de mi porra ahora?.

-         Claro que sí. Me parece que te ha crecido un poco. ¿No?

-         A ti también parece que te gustan las “porras” – Dijo sacando la porra de verdad de su cinturón y apoyándomela sobre mi paquete, que había pasado de estar morcillón a tener una protuberante erección, imposible de disimular al ir vestido solamente con un chándal.

-         A nadie le amarga un dulce.

-         Pues vamos a probarla.

Llegamos al garaje bastante calientes los dos, y en lugar de darse la vuelta para ir a su puesto de control y abrirme la puerta me acompañó hasta el coche. Allí me bajó el pantalón del chándal, debajo del chándal nunca me pongo nada, y se abalanzó sobre mi polla a chuparla con fruición. Se la metió toda en la boca hasta más allá de la campanilla, la notaba cómo rozaba con mi capullo cuando entraba y salía. Se la sacaba y me la mordisqueaba todo a lo largo. Se metía alternativamente un huevo u otro, me estaba poniendo a mil.

De repente se puso de pié y me tumbó de frente sobre el maletero del coche dejando mi culo a su disposición.

-         Ahora vas a probar la porra

-         Adelante –le dije.

Empezó a lamerme el ano, me metía la lengua abriéndolo, luego empezó a dilatármelo con un dedo, pero como ya se estaba acostumbrando a recibir visitantes, cedió pronto.

Yo pensaba que me iba a meter la polla, pero de repente lo que me metió era la porra que había dejado a un lado mientras me chupaba.

La porra no era muy gorda, pero sí muy larga. Gracias a que tuvo compasión y no me la metió entera, sino me la saca por la boca.  Estuvo un rato jugando con su porra en mi culo, produciéndome un gran placer, mientras con la otra mano se masturbaba, cuando estuvo con una erección considerable (Tenía una polla no tan larga como la porra, pero sí bastante más gorda, con un capullo morado de tanta sangre como había acudido a ella para producirle tan tremenda erección) me la apoyó en el culo y empezó a empujar.

Como tenía el culo bastante abierto después del jueguecito con la porra entró fácilmente. Empezó el mete-saca con una fuerza brutal, casi salvaje. Yo tenía mi polla atrapada entre mi vientre y el maletero del coche a punto de explotar. Estuvo empujando más de cinco minutos y al final se corrió dentro de mi culo. Era la primera vez que me lo hacían a pelo, pues con mis niños siempre lo hacíamos con condón, pero allí en el garaje de la oficina no teníamos, ni él ni yo, ninguno a mano. Desde ese día siempre llevo una caja en un compartimiento del maletero. No los llevo en la guantera, por si mi novia los ve no vaya a pensar algo raro.

Con el culo chorreante de su semen me liberó. En ese momento fui yo el que me abalancé sobre él y me puse a limpiarle la herramienta con mi lengua, disfrutando de su semen. Rápidamente empezó a empalmarse otra vez, disfruté chupándosela  saboreándola, me encantaba jugar con la punta de mi lengua sobre el pequeño agujerito, darle pequeños mordiscos a lo largo del tronco. Yo me la metía en la boca, pero todavía no había aprendido a pasar la campanilla, me daba arcadas. Aprendí con él. Me cogió la cabeza con las dos manos y de un empujón me la metió. Me dieron arcadas, pero con todo ese pedazo de carne dentro de mi garganta, no pudo salir nada y poco a poco me acostumbré. La sacó y repitió la jugada, a la tercera ya fui capaz de hacerlo yo solo.

Dejé de mamársela y le di la vuelta para empezar a trabajarle el culo con la lengua y los dedos.

-         Anda suavemente, que soy virgen.

-         No te preocupes, que aunque al principio duele un poco, luego lo vas a disfrutar.

Le estuve chupando el agujero encharcándoselo, empecé con un dedo a dilatarlo, luego con dos y finalmente con tres. Cuando consideré que estaba suficientemente abierto le metí mi verga. Apoyé la cabeza sobre la entrada y empujando muy despacio se fue abriendo camino lentamente. Cuando estaba a mitad de camino la saqué y la mojé con saliva de nuevo. Esta vez entró ya toda. La cara, algo contraída por el dolor al principio, se tornó ahora en el retrato de un hombre descubriendo el mayor placer de su vida. Mi mete-saca, lento al principio, fue ganando velocidad, él de vez en cuando contraía los músculos del esfínter no sé si como acto reflejo o para darme más placer, pero el efecto era indescriptible. En pocos minutos empecé a correrme dentro de él, inundándole el culo de mi semen.  Me quedé exhausto tumbado sobre su espalda. Eran más de las cuatro y media de la mañana.

Nos limpiamos con pañuelos de papel que siempre llevo en el coche y nos vestimos.

-         Nunca había estado con otro hombre – me confesó.

-         ¿Y qué te ha impulsado a hacerlo hoy? – le pregunté.

-         Hacía mucho tiempo que con la broma de la porra me había empezado a fijar en los paquetes de los tíos que me lo decían, pero nunca había notado nada raro en ninguno. Tu sabes que estoy casado y que tengo dos niños. Nunca me había planteado una relación con otro tío. Pero con tanto cachondeo había empezado a pensar que realmente alguno de los que hacían la broma, realmente no bromeaba, sino que estaban deseando probar mi “porra”. Esta noche cuando te he visto mirarme con tanto descaro el paquete y he visto el tuyo reaccionar he pensado que era la ocasión que estaba esperando.

-         Pues yo hasta hace poco sólo lo decía en broma, pero hoy me ha llamado poderosamente la atención y como venía medio dormido mi polla ha reaccionado de forma instintiva al verlo. De todos modos ha sido una experiencia genial probar tu “porra”. - Se la acaricié por encima del pantalón.

El me la agarró de nuevo por dentro del chándal y le dio un apretoncito:

-         Encantado de haberte conocido “amiga”. Volveremos a vernos.

-         Sin duda, procura estar de noche más a menudo. Cuando tengo guardia suelto tener que venir con frecuencia.

Yo me monté  para ir a casa  descansar un rato antes de volver por la mañana a la oficina y él volvió a su puesto de control para abrirme la puerta de salida.

Cuando llegué a casa desconecté el despertador. Cuando estaba de guardia y tenía que ir por la noche el horario se convertía en flexible y podíamos permitirnos el lujo de llegar tarde. Así que esa noche tomé la precaución de hacerlo, me tiré desnudo encima de la cama y me quedé dormido al instante, agotado.

Al día siguiente era miércoles, el día que venía la señora de la limpieza, mejor que señora de la limpieza, la chica de la limpieza, pues era la hija de la señora que atendía en casa de mis padres. Tenía unos veintipocos años.

Yo no la veía casi nunca, pues a la hora en que ella venía yo ya llevaba un buen rato en el trabajo, nos comunicábamos por mensajes que nos dejábamos en una pizarra que tenía en la cocina.

Ese día, como había parado el despertador y la noche había sido agotadora, cuando ella llegó yo todavía estaba dormido sobre la cama como mi madre me trajo al mundo.

Ella entró en la casa, y se cambió de ropa en el cuarto de la plancha. Se ponía una bata fina sobre la ropa interior que llevaba. Empezó haciendo la cocina y al cabo de un buen rato de estar en casa, yo dormía todavía plácidamente, entró en mi cuarto para hacer la cama.

Se llevó una buena sorpresa de verme desnudo tirado de cualquier forma encima de la cama y de resultas de algún sueño con la bandera a media asta, o sea con una incipiente o decadente erección.

Se acercó a mí y entre asustada y excitada me empezó a zarandear por el hombro

-         Señorito! Señorito! ¿Le pasa algo?

-         Eh! Eh! ¿Qué pasa? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

Mi desconcierto al despertar de semejante manera era evidente, pues no me di cuenta al principio de quién era, ni de mi especial aspecto frente a ella.

-         Señorito, que soy yo, la María

-         Ah María!, estaba tan profundamente dormido que no sabía ni quién era, ni dónde estaba.

-         Ay señorito, que me ha dado un susto tremendo. Verlo así todo desnudo, tirado encima de la cama. He pensado que le había pasado algo.

En ese momento fui consciente de que estaba completamente desnudo, y de que ella miraba indisimuladamente mi herramienta. Esta reaccionó de inmediato. Y yo no hice ningún esfuerzo por taparme viendo cómo la miraba.

-         Perdona, pero anoche llegué muy tarde del trabajo y tan cansado que no tuve fuerzas ni para ponerme el pijama. -La miré y vi lujuria en sus ojos. Pude darme cuenta además de que por el escote de la bata, que llevaba bastante abierto se veían sus pechos desnudos y se notaban sus pezones erectos. Se estaba excitando.

-         Bueno señorito, por mí no se preocupe. Si está bien y no necesita nada le dejo.

-         No María, no me dejes que sí necesito algo -La agarré de la mano y la atraje hacia mí.

-         Ay! Señorito!, pero qué hace?

-         Nada María, déjame hacer. –La besé en la boca. Al principio no abría los labios, pero le llevé su mano a mi miembro y poco a poco fue cediendo paso a mi lengua que se puso a jugar con la suya y a acariciar toda su boca por dentro.

Intentó quitar su mano de mi polla, pero se la retuve y la forcé a que la abarcara con su mano mientras la seguía besando. Finalmente ella cedió y me devolvió el beso, cuando no hizo falta de que siguiera forzando su mano sobre mi verga, ya que ella había empezado el movimiento arriba y abajo masturbándome, le desabroché los botones de la bata. Como había podido descubrir al principio, no llevaba sujetador, pero la sorpresa mayúscula me la llevé cuando vi el tanga azul que llevaba. La conocía desde niña y siempre me había parecido una mosquita muerta, pero los ojos de lujuria cuando me miraba el rabo y lo del tanga me estaba descubriendo a una mujer con ganas de sexo, y en abundancia.

La desnudé, primero quitándole la bata y luego, para quitarle el tanga la tumbé sobre mi cama y empecé a recorrerle el cuerpo con la lengua.

Tenía las tetas no muy grandes y sus pezones eran de un color rosa claro, muy puntiagudos. Me detuve un buen rato en ellos, ella se retorcía de placer y gemía.

Fui bajando con mi lengua por su vientre hasta encontrarme con el tanga. Lo agarré con los dientes y estiré con fuerza hasta romperlo y poder quitárselo.

Me decidí a atacar su vulva, abriéndole las piernas, luego encontré su clítoris con mi lengua y mis labios, chupándolo e introduciendo la lengua en su vagina. Cuando toqué su clítoris por primera vez pegó un grito de placer. Nunca le habían hecho nada parecido. Empezó a segregar jugos. Yo estaba a cien, así que decidí montármela. Me puse sobre ella y se la empecé a introducir. Pero las sorpresas no habían hecho más que empezar.

-         Señorito que soy virgen!

-         María qué me dices, con más de veinte años?

-         Sí señorito y a mucha honra. Pero por detrás lo que quiera.

-         No María, yo quiero ser el primero. Te conozco desde niña. No te gustaría que te estrenara yo?

-         Es que si se entera mi madre me mata.

-         Y porqué habría de enterarse?

-         No sé señorito, pero me da miedo.

-         No tengas miedo, pequeña.

Seguí empujando, ella empezó a llorar.

-         No llores niña. Te hago daño?

-         No señorito, es de la emoción. Usted y su familia han sido tan buenos con nosotros siempre, que qué más podía desear que me estrenara usted.

Continué empujando hasta que noté cómo se rompía su virginidad, entonces empecé el baile adentro y afuera, al principio lentamente, hasta que su virginal cuevecita se fue acostumbrando al tamaño del visitante. Poco a poco fui elevando el ritmo, ella se desgañitaba gritando de placer y se retorcía. Yo para aumentarle el placer le acariciaba el clítoris con un dedo mientras la penetraba ahora ya sin contemplaciones. Creo que tuvo tres o cuatro orgasmos mientras yo exprimido hacía solo unas horas por el vigilante no acababa de correrme.

Finalmente, cuando ella alcanzaba otro orgasmo entre gritos de placer me corrí en su interior ( y sin condón, fue todo tan rápido)

Ella seguía llorando. Cuando me salí de ella, se tiró encima de mí y mientras me abrazaba dándome las gracias y diciéndome que había sido precioso me llenaba de besos por todo el cuerpo.

-         María, ha sido maravilloso también para mí. Me gustaría quedarme aquí en la cama contigo toda la mañana abrazados y volver a hacer el amor, pero tengo que ir a trabajar.

-         Señorito, qué cosas más bonitas me dice. “Hacer el amor”...

-         Hombre María, contigo es hacer el amor. Con otras mujeres que no ponen ternura ni pasión como tú has puesto lo llamo “follar” a secas y sin más matices.

-         Gracias señorito. Me ha hecho una mujer muy feliz.

-         Por cierto María, me has dicho que por detrás lo que quisiera?

-         Sí señorito, por detrás me lo han hecho varias veces, no me gusta mucho, pero como quería elegir quién fuera el primero por delante, me dejaba por detrás.

-         Te agradezco de verdad que me hayas dado el tesoro que con tanto celo guardabas.

-         No podía haber encontrado a nadie mejor que a usted señorito.

-         Por cierto María, deja de llamarme señorito y llámame Carlos. Desde ahora, para ti soy Carlos, no tu señorito.

-         Gracias señori.. . perdón Carlos.

-         Bueno me voy a la ducha. Vienes?

Nos duchamos juntos, le enjaboné todo el cuerpo, especialmente su coñito, del que salían unos finos hilos de sangre, señal inequívoca de lo ocurrido y ella me enjabonó a mí. Al enjabonarme se me puso otra vez tiesa, así que aproveché para enseñarle algo nuevo, a chuparla, pero eso lo hacía de maravilla. Así que me dio un buen repaso de nuevo en la ducha y cuando eyaculé en su boca se lo tragó todo.

Me vestí y agotado después de tanto sexo en tan pocas horas me fui al trabajo.

Ella se quedó en casa acabando de limpiar y cambiando las sábanas, tuve la precaución de decírselo, pues aunque era miércoles y no tenía piscina, había tenido una propuesta de unos vecinos para darle clases particulares a los hijos de unos vecinos y esa tarde era su primera visita.  Pero esto os lo cuento otro día.

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cmagoya@hotmail.com