Magoya (17)

Reencontrando viejas amistades...

De nuevo con vosotros para seguir con mis historias.

Saber por el relato del vigilante de seguridad de las aficiones sexuales de tres de mis compañeros de trabajo me hizo que a partir de ese momento los mirara con otros ojos. Yo sospechaba que Juan era homosexual por su actitud algo extraña cuando había alguna celebración el la oficina. Siempre se excusaba el primero, no quería bailar con las chicas, no sé, pequeños detalles que te hacen sospechar. Pero el relato de Alberto hizo que la sospecha se tornara en certeza, aunque también podría darse el caso de que fuera magoya como yo.

A la semana siguiente teníamos un congreso de una de las empresas suministradoras y, como les habíamos hecho una buena compra ese año por la renovación de varios de los sistemas habían invitado a dos personas de la empresa. Un poco como premio por el buen trabajo realizado y otro poco por favoritismo, los designados por el director fuimos Juan y yo. Creo que también influyó en la decisión, y el motivo primordial de que no fuera Isabel, las restricciones presupuestarias. Al ser dos chicos los que íbamos podíamos compartir habitación en el hotel, algo impensable si íbamos un chico y una chica.

El congreso era en Sevilla y empezaba el lunes por la tarde para poder viajar el lunes por la mañana o el domingo, a elección. Yo, como no conocía Sevilla, le propuse a Juan viajar el domingo por la mañana, así tendríamos el domingo por la tarde y el lunes por la mañana para conocer la ciudad. A Juan le pareció bien la idea, pues aunque conocía Sevilla le apetecía hacer algo de turismo y de paso me servía de guía.

Llegamos en el AVE y nos dirigimos al hotel donde tomamos posesión de nuestra habitación y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad y comer.

Me enseñó el Parque de María Luisa con la plaza de España y pudimos observar el revoloteo de mariposones por los alrededores de los servicios públicos del parque, había desde señores mayores impecablemente vestidos hasta chaperos jovencitos. Paseamos por el barrio de Santa Cruz, comimos de tapas y pasamos un domingo muy agradable.

A la noche le propuse si conocía algún local de copas donde tomarnos una antes de irnos a dormir y me llevó a uno en el que el ambiente era algo extraño. Había chicos y chicas pero no estaban mezclados o tan sólo alguna pareja mixta, casi todos los grupos y parejas eran de un solo sexo. De todos modos no vi nada raro. Tomamos unas copas y nos fuimos al hotel.

Al desnudarnos no pudo disimular una mirada golosa hacia mi polla, yo me percaté del asunto y sin ponerme el pijama me fui desnudo al cuarto de baño para darme una ducha y sacarme el cansancio del cuerpo.

Mientras estaba en la ducha golpeó la puerta y me preguntó si no me importaba que entrara a mear y a lavarse los dientes. Le dije que no tenía ningún inconveniente, que la puerta estaba abierta. La ducha no tenía cortina sino una mampara de cristal transparente, con lo cual pudo observarme cómo me duchaba y yo a él verle lavarse los dientes. Yo estaba enjabonándome entero y como el miraba de reojo aproveché para provocarle un poco. Dejé caer un chorretón de gel sobre mi polla y empecé a frotar el jabón con movimientos masturbatorios que hicieron que poco a poco fuera ganando en tamaño. El acabó de lavarse los dientes sin quitarme ojo de encima y se fue a mear. Al sacársela del pijama pude observar que se le estaba poniendo dura con el espectáculo que yo le proporcionaba. ME abrí de piernas y con la otra mano empecé a meterme un dedo por el culo mientras seguía con mi paja. El pobre Juan no atinaba a decir nada y se sostenía la polla en la mano bastante dura ya.

Le miré a los ojos y le dije.

Con la polla tan dura no vas a poder atinar en el water con tu meada, será mejor que mees en la ducha.

Pe pe pero, estás tú dentro – tartamudeó.

Te hago sitio. Además no te vendría mal una ducha calentita, dormirías mucho mejor.

Medio temblando se quitó el pijama y se acercó a la ducha. "Mea" le ordené arrodillándome y agarrando su verga para poner su capullo enfrente de mi boca. Era la primera vez que me iban a hacer una lluvia dorada y no sabía si me iba a gustar, pero ya había dado el paso y no tenía vuelta atrás. Abrí los labios y esperé. Soltó el chorro y me rebotó en la cara hasta que conseguí dirigirlo dentro de la boca. Era agrio pero venciendo un poco el asco que me daba me tragué todo lo que pude. Cuando acabó de soltar su chorro me la metí en la boca y empecé a chuparla y masturbarle a la vez. Casi sin tocarle se corrió en mi boca. De nuevo tuve que tragar, pero al sabor del semen estaba acostumbrado. Cogí jabón en las manos y empecé a frotarle por todo el cuerpo, prestando especial atención a su culo. El reaccionó y me correspondió sobándome todo el cuerpo y en especial mi polla que estaba superdura. Juan era un tipo delgado pero el culo lo tenía redondito, de formas casi femeninas. Le di la vuelta y le hice agacharse para que dejara su culo a mi disposición, tenía el ano muy dilatado señal inequívoca de que había recibido mucho. Le apoyé la verga en la entrada y al empujar la absorbió sin dificultad. Dio un suspiro y dijo:

Lo he soñado tantas veces y por fin es verdad. Por favor dame duro.

Soñabas conmigo?

Sí, estás tan bueno. Y como el vigilante me dijo que también entendías.

Será cabrito, o sea que se lo ha contado a todo el mundo.

No lo creo. A mí me lo dijo porque me folló una noche que me pilló masturbándome en la oficina mientras miraba una página de tíos en internet. Pero no creo que se lo haya dicho a nadie más.

Y tú a cuánta gente se lo has dicho.

Te juro que a nadie.

No sé si creerte.

Esta conversación había cortado mi erección por completo y había hecho que se saliera de su culo.

Salí de la ducha algo cabreado con el vigilante de seguridad de la empresa, por bocazas. Me sequé y me tiré encima de la cama en pelotas.

Al momento salió Juan del baño, también desnudo, con el pijama en la mano. Lo tiró al suelo a los pies de su cama y vino hacia mí.

Por favor, Carlos, no te enfades con Alberto. Yo le chantajeé para que me lo dijera. En la empresa hay mucha gente que sabe o cree saber que yo soy homosexual. Le dije que con mi fama no me sería difícil pasar el bulo de que me lo hacía con él.

Y qué querías saber.

El me había dicho que era la segunda persona de la empresa que caía en sus garras y yo le pregunté quién había sido la primera. Cuando me lo dijo no me lo podía creer. De hecho estaba muy nervioso con lo de compartir la habitación contigo. Si intentaba algo y era mentira podía jugarme el prestigio en la empresa. Y si era verdad y no lo intentaba, me iba a comer los puños el resto de mi vida.

Pues te voy a contar algo. Alberto ha escrito una historia con las cuatro relaciones que ha tenido en la oficina y..

Cuatro? – preguntó sorprendido.

Sí cuatro, dos chicos y dos chicas.- le repuse. – Y yo la he publicado en internet.

Con nombres y apellidos? – preguntó horrorizado.

Sí, claro, con nombres, pero imaginarios.

Uf. – suspiró aliviado.- Y quienes son las dos chicas, si se puede saber?

Léelo y luego me lo cuentas.

Me levanté y me acerqué al maletín donde llevaba los papeles de trabajo y le lancé los folios que me había dado Alberto con su historia.

Los leyó con avidez y se iba empalmando mientras seguía la historia.

El primero eres tú, claro y el segundo soy yo

Es evidente.

E Isabel y Maite son ...

No me cabe duda de que lo has adivinado.

Qué fuerte, no! Y cómo se le ocurrió escribirlo?

Muy sencillo, descubrió su historia conmigo publicada en una web de relatos eróticos.

La habías publicado tú?

Sí. Ya llevo dieciséis relatos publicados.

Y todos son con tíos de la oficina?

No hombre. Son con tíos y tías de muchos sitios, mi gente.

Ah! Tú eres bisexual. – dijo algo decepcionado.

Tú no?

No lo sé. Siempre he estado con tíos. Nunca he tenido oportunidades con una tía. Como soy tan tímido, las chicas me echan para atrás. Además no soy nada atractivo, como tú lo eres y ellas nunca se fijan en mí.

Seguro que si te lo propones ligas más que yo. Vence tu timidez y las llevarás de calle con esa carita de niño bueno que tienes.

Estaba sentado sobre mi cama con cara compungida y yo me acerqué a él, le alcé la cara y le deposité un dulce beso sobre sus labios. Vi cómo se le alegraban los ojos con mi acción y volví a poner mis labios sobre los suyos. El los abrió y dejó que tímidamente su lengua llamara la puerta de mi boca. La dejé entrar y la recibí con mi lengua. Empezó un forcejeo entre ambas por ganar la boca contraria en el cual no hubo ni vencedores ni vencidos. Nuestros miembros empezaron a crecer con el estímulo. El seguía sentado sobre mi cama y yo de pie frente a él. Dejó mis labios y cogiéndome con dulzura el miembro empezó a llenarlo de besos y a darle lametones, mordisquitos y pequeños chupones. Pronto alcanzó su máxima expresión con el glande rojo de la sangre acumulada. El se lo metió en la boca y lo acariciaba con su lengua mientras entraba hasta el fondo de su garganta. Sabía tragar una verga y lo hacía con mucho cuidado de no hacer daño con los dientes.

La quiero dentro.- me pidió con mirada suplicante.

Es toda tuya.

Se puso a cuatro patas sobre mi cama y con la mano se abrió las nalgas para dejarme ver su dilatado ano que palpitaba por la expectación. Fui a ponerme un condón pero me pidió que no me lo pusiera, que quería sentir mi leche dentro de sus entrañas. Así que se la metí con suavidad otra vez y empecé el movimiento oscilatorio adelante y atrás mientras con la mano le masturbaba. Gemía de placer y movía sus caderas adelante y atrás acompasando su cadencia con el ritmo que yo imprimía a mis movimientos. De vez en cuando apretaba los músculos de su esfínter de forma que al entrar y salir le daba un masaje extra a mi polla que lo disfrutaba de lo lindo. Cuando noté que iba a correrme aceleré el ritmo de la masturbación que le estaba dando para que ambos alcanzáramos el orgasmo a al vez y lo logramos con apenas unos pocos segundos de diferencia. El empezó a expulsar semen y contrajo su ano para exprimir todo el jugo a mi polla. Reventé dentro de él en una gran corrida. Juan casi lloraba de la emoción que sentía, mezclada con el placer. Nos tumbamos ambos sobre mi cama, pero como estaba llena de su leche nos fuimos a duchar y decidimos dormir en la suya que estaba limpia. Desnudos y abrazados nos dormimos yo con su verga entre mis nalgas.

A la mañana siguiente decidimos ver la Catedral y subir a la Giralda y después ir a ver la Torre del oro y pasar a la calle Betis para comer de tapas por los bares de la zona y volver al hotel para cambiarnos de ropa para el inicio del congreso.

Volvimos al hotel bastante cansados por el pateo que habíamos dado por toda la ciudad y nos tiramos cada uno en nuestra cama. Teníamos más de dos horas hasta que empezara el congreso a las seis de la tarde.

El inicio del congreso consistía en la recogida de las acreditaciones y un vino español que permitía conocer gente de otras empresas que hacían tu mismo trabajo, lo cual permitía intercambiar experiencias y aprender un montón de ellas.

Juan y yo entramos juntos, recogimos nuestras acreditaciones y nos tomamos unas cervezas de la amplia variedad de bebidas que ofrecían los camareros. Dando una vuelta por el salón me llevé una grata sorpresa al ver entre los asistentes a una compañera mía de clase con la que me había unido un buen trato. Tenía fama de ser bastante atrevida entre los compañeros, pero yo nunca tuve oportunidad de comprobarlo.

Elena, qué alegría verte después de tanto tiempo.- la saludé con verdadera alegría.

Carlos. Cuánto tiempo sin saber nada de ti.

Diciendo eso se me colgó del cuello y me dio dos besos en las mejillas, pero tan cerca de la boca que me rozó los labios.

Estás guapísima – la piropeé. La verdad es que estaba impresionante.

Pues tú, como los buenos vinos, has ganado con los años. No te recordaba yo tan impresionante.

Vas a conseguir que me ponga colorado. – le dije con una mirada pícara.

Mejor morado. –y me guiñó un ojo.

Elena, te voy a presentar un compañero de trabajo que ha venido conmigo – le dije tomando a Juan de un brazo y acercándolo hacia nosotros, pues se había quedado en un discreto segundo plano.

Elena le echó una mirada de arriba abajo y le dio otros dos besos como los que me había dado a mí. Juan se quedó algo nervioso con el contacto.

Yo también he venido acompañada por otra compañera. Qué casualidad. –dijo haciendo una seña a otra chica que estaba hablando con alguien de la organización.

Mira Berta, estos son Carlos y Juan. Carlos es compañero mío de la facultad y Juan trabaja con él.

Encantada de conoceros - y nos besamos también en las mejillas, pero sin tanto morbo como con Elena.

Qué pasa que en vuestra empresa todas sois chicas, o es que son tan cutres como en la nuestra que para reducir gastos mandan dos chicos y así ahorran en hotel. – les pregunté para encauzar un poco la conversación.

No, no somos todas chicas. Pero algo de ahorro debe de haber, pues nos hacen compartir habitación. – dijo Berta.

Y sigue siendo tan insoportable como en la facultad? - le pregunté a Berta haciendo un guiño a Elena.

Qué va es encantadora. Yo llevo muy poco tiempo en la empresa y estoy aprendiendo muchísimo con ella – dijo y me dirigió una sonrisa cautivadora.

Elena era una mujer de treinta años que tenía un buen cuerpo, lo sabía y sabía sacarle partido. Siempre vestía con un gusto exquisito. En esta ocasión llevaba un traje de chaqueta negro con solapa de smokin sin blusa debajo adornado con un sencillo collar de perlas en el escote. Los movimientos de los brazos no permitían adivinar si llevaba sujetador debajo o no, de tan buen corte era el traje y de lo bien que le sentaba. Me jugaría algo a que era a medida y de algún buen modisto. Berta llevaba un traje cóctel cortito de color champán que realzaba sus escasa curvas, pues era bastante delgada y menudita. Destacaba sobre todo por el color de su piel, que era muy morena, casi agitanada y el conjunto de su pelo negro y sus ojos marrones. Era guapa y con la nariz algo respingona. Tendría unos veintipocos años.

Formamos un grupo cerrado, de vez en cuando nos saludábamos con algunos conocidos de otras empresas o con alguno de los empleados de la empresa organizadora con los que teníamos más contacto.

Al cabo de una hora o más de tomar jamón de pata negra, beber cervezas y finos, el ambiente empezó a decaer.

Qué plan tenéis - les pregunté.

Como Berta conoce muy bien Sevilla, pues su abuela es de aquí y tiene familia, pensábamos darnos un recorrido por los mejores sitios de marcha nocturna, a ver si encontramos un par de sevillanos con los que disfrutar un poquito. – dijo Elena desinhibida.

Y si son dos madrileños los que os acompañan? –pregunté a Berta.

Por mi parte encantada. Hoy es lunes y es difícil que encontremos mucha marcha, pero si vamos acompañadas, mejor.

Nos cambiamos de ropa o salimos de escaparate –les dije señalando nuestras corbatas.

Mejor nos cambiamos. – dijeron al unísono.

Nos dirigimos a los ascensores y resultó que tenían la habitación de al lado de la nuestra, pero ellas habían llegado en avión con el tiempo justo para cambiarse y llegar al congreso, por ese motivo no habíamos coincidido con ellas antes.

Los que primero estén listos que llamen a la otra puerta. – propuso Elena.

De acuerdo.- contestamos nosotros.

Nos cambiamos rápidamente de ropa y nos pusimos de vaqueros y camiseta con cazadoras. No hay que olvidar que las fechas en las que estamos, aunque se trate de Sevilla, por la noche hace fresquito.

Nosotros fuimos los primeros en estar listos y tocamos en la puerta de la chicas. "Pasad, está abierta" se oyó decir desde adentro. Y entramos.

Jo, qué rápidos – dijo Elena saliendo en camiseta del baño – Como seáis igual de rápidos para todo apañadas vamos.

Nosotros nos quedamos un poco descolocados al verla con las piernas desnudas, se notaba además que no llevaba sujetador pues sus pechos oscilaban alegremente dentro de la camiseta. Se sentó en la cama y se puso unos vaqueros. Al instante salió Berta del baño algo más cortada pues iba en sujetador y braguitas. No eran tanga pero eran la mínima expresión. Se puso corriendo una camiseta y algo más relajada buscó en el armario los vaqueros. Se los puso, se calzó una deportivas blancas y estuvimos todos dispuestos para salir. Cogieron sus cazadoras y nos dirigimos a los ascensores.

Cuando llegamos a la calle le cogí de la mano a Berta y le dije:

Tú pilotas, así que marca el rumbo.

Como todavía es pronto y hace bueno vamos a ir dando un paseo hacia Triana, donde conozco un par de sitios, luego seguimos por la calle Betis, que al final también conozco un par de sitios. Y a la vuelta cogemos un taxi.

Estupendo, pues vamos. – dijo Elena y se colgó del brazo de Juan.

Fuimos dando un paseo, yo hablaba con Berta sobre su trabajo y su vida. Me contó que había terminado la carrera el año anterior y llevaba pocos meses trabajando, que había entrado con un contrato temporal de prácticas, pero que Elena se había apoderado de ella y la había tomado bajo su cuidado consiguiendo que al final de las prácticas le hicieran un contrato en mejores condiciones. Que le estaba muy agradecida. Que no tenía novio, acababa de romper con el chico con el que estaba saliendo en los dos últimos años. El era médico y había decidido enrolarse en una ONG para largarse a Sudamérica. Quería que le acompañara, pero ella no estaba por la labor. Que lo llevaba mal a ratos. Le sonsaqué un poco sobre Elena. Qué vida hacía. Si se había casado.

Berta no acababa de lanzarse en las confesiones. Yo le conté que tenía fama de lanzada durante la carrera y le insinué que también se decía que era bisexual, que se lo hacía con chicas y con chicos indistintamente, pero que claro eso sólo eran rumores. Al oír mis comentarios se puso colorada como un tomate.

Perdona si he dicho algo que te ha ofendido, no era mi intención – me disculpé al darme cuenta de su reacción a mis palabras.

No, no me has ofendido, es que..

He tocado alguna fibra sensible, sin querer...

Digamos que sí. – pretendió concluir. Pero yo insistí.

No habrá intentado abusar de ti, no? Porque tienes un aspecto de chica frágil y la creo capaz de cualquier cosa.

Qué burro eres - dijo riéndose - Claro que no ha abusado de mí.

Entonces es que te he despertado algún secreto de la conciencia. –seguí insistiendo.

Pues sí, mira, Elena es una mujer muy atractiva y muy liberal. Por lo que yo sé sí es bisexual, pero todavía no he tenido ocasión de comprobarlo, pero no me importaría lo más mínimo.

Pues yo también lo soy y tú te acabas de confesar, así que si me ayudáis con Juan, que todavía no lo ha probado con una chica, esta noche podríamos pasarlo muy bien los cuatro juntos.

Que Juan es virgen? – me preguntó sorprendida.

Yo no he dicho eso, he dicho que todavía no ha probado con chicas. Con chicos sí y no lo hace nada de mal, por cierto.

Qué cabrito –me dijo riéndose – por mí encantada. Yo me encargo de Juan, si me deja Elena, claro.

Nos volvimos a mirarles, pues iban unos pasos más atrás de nosotros y estaban parados bastante más atrás besándose apasionadamente y Elena le apretaba a Juan del culo haciendo que su verga se frotase contra su pubis, mientras él estaba con las manos colgando sin saber muy bien qué hacer con ellas.

Joder – dije yo – y se quejaba de que éramos muy rápidos. Venga chicos, que a este paso no vamos a llegar – les grité.

Continuamos andando hasta llegar el primero de los locales que conocía Berta. Había muy poca gente y el ambiente era un poco raro, como de trapicheo. Decidimos no quedarnos y probar suerte con el siguiente. Allí, aunque había también muy poca gente, apenas una docena y media, el ambiente era genial. Todo el mundo bailaba y reía al son de música española de cualquier año, desde joyas folclóricas hasta la última de los cantantes de moda.

Pedimos unas copas y nos unimos a la fiesta. Yo me lancé a por Elena y Berta y Juan se pusieron junto a la barra a conversar.

Me vas a pervertir al muchacho –le dije

Según me ha contado, ha habido alguien que le ha pervertido antes.

Ah, sí, y quién ha sido.

Pues según me ha explicado el primero fue un compañero de colegio, después su primo, luego otro compañero de la universidad, el vigilante de seguridad de su empresa y por último tú.

Tiene la lengua muy larga este chico.

Y según parece tú lo que tienes largo es otra cosa –dijo entre carcajadas. – Lo que me sorprende bastante es que tú seas gay. No era esa la fama que tenías en la universidad.

Es que no lo soy. En realidad soy bisexual.

Ya me parecía a mí. Bueno pues nos hemos encontrado dos almas gemelas, por lo que parece.

Eso es lo que se decía de ti, así que es verdad?

Sí. Hace muchos años que descubrí que el placer se podía obtener de muchas formas y que no había que cerrarse sin motivo ninguna puerta. Y tú hace mucho que lo has descubierto?

En realidad hace apenas unos meses, pero no vamos a enrollarnos en contarnos nuestras vidas ahora, que hay dos personas que desean descubrir lo mismo que nosotros ya tenemos claro.

Ah, sí.?

Juan nunca ha probado con una chica y Berta está deseando follar contigo, según me ha confesado, así que tienes mucho trabajo esta noche. Yo me temo que me quedaré de mero espectador.

No te preocupes, que tú también disfrutarás.

Nos acercamos a la pareja que seguía hablando en la barra y les dijimos que teníamos ganas de volver al hotel. Apuramos nuestras copas y fuimos a tomar un taxi para regresar al hotel.

En esta ocasión era una taxista joven y con pinta de heavy. Yo me senté delante y Juan quedó aprisionado entre las dos chicas. Elena le cogió la mano a Berta y entre ambas le bajaron la cremallera del pantalón a Juan y empezaron a masturbarlo. La taxista que se percató por el espejo retrovisor dijo.

Por mí podéis hacer lo que queráis, pero no manchéis el coche de leche, que es de mi padre y luego se piensa que lo uso yo para follar con mis amigos.

Al oír estas palabras me di la vuelta y vi la cara de Juan que tenía el aspecto de estar alcanzando la gloria eterna. Yo me decidí a intentar algo con la taxista y le metí la mano por debajo de la camiseta de Mago de Oz que llevaba y descubrí unos pechos turgentes sin sostén que disfruté bastante durante el camino. Ella que llevaba la mano apoyada en el cambio de marchas me agarró la polla sobre el pantalón y así llegamos al hotel.

Pero eso os lo cuento otro día.

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cmagoya@hotmail.com