Magoya (13)

Más aventuras, ahora con Sofía...

Hola amigos.

Aquí estamos de nuevo Sarah y Carlos para seguiros contando nuestras aventuras magoyas.

A las ocho y media en punto me presenté a la puerta de la tienda donde trabajan Sarah y Sofía dispuesto a seguir la marcha con ambas.

Y pasados apenas cinco minutos de la hora salieron ambas seguidas de cerca por su jefe. Ambas venían riéndose abiertamente y cogidas del brazo.

Qué es eso tan divertido, me lo tenéis que contar para que me ría también – les pregunté.

Luego, luego –me dijo Sarah sin poder parar la risa.

Su jefe se nos quedó mirando cuando las saludé a las dos con sendos besos en las mejillas.

Dónde nos vas a llevar? – Quiso saber Sofía.

A donde más os apetezca. Toda la noche es nuestra así que pedid por esas boquitas.

Vamos a tomar unas cervezas, nos invitas a cenar y luego nos tomamos la copa en tu casa. Os apetece el plan? – propuso Sarah.

Por mí encantado – repuse.

Pues no se hable más. - terminó Sofía – La primera caña la invito yo, que conozco un sitio donde dan unas tapas estupendas cerca de aquí.

Guíanos –dijo Sarah y soltándose del brazo de Sofía me puso en medio y ambas se colgaron de mis brazos.

Caminamos un par de manzanas y nos tomamos unas cañas en un bar gallego que daban como tapa verdaderas raciones enteras de empanada, pinchos de tortilla, platos con jamón, en fin, que con la tercera caña y la tercera tapa yo me encontraba a reventar.

De verdad queréis que os invite a cenar? Yo estoy lleno.

La verdad es que con estas tapas te llenas. – dijo Sarah.

Sí mejor dejamos la cena para otro día. Tu casa está muy lejos? – preguntó Sofía.

Algo más de media hora andando.

Pues como hace tan buena noche podíamos ir dando un paseo y así te contamos lo del jefe esta tarde.

Es de eso de lo que os reíais, claro.

Sí. Ha sido genial.

Empezó Sarah a contar lo sucedido.

No has hecho más que salir por la puerta y me ha cogido por el codo y arrastrándome me ha llevado al probador, pero no ha tenido la precaución de cerrar la puerta con el cerrojo, como yo hago.

Yo me he dado cuenta de la jugada y le he hecho una señal a Sarah que me ha comprendido a la primera.

Señorita Sarah, le exijo que me explique qué ha pasado aquí esta tarde - me ha dicho cuando hemos entrado en la sala. Yo, sin contestarle, me he dirigido hacia tus calzoncillos y me he agachado a recogerlos enseñándole que no llevaba nada debajo de la falda. Al pobre se le ha subido al verme por detrás y no se ha podido resistir, se ha echado sobre mí por la espalda y ha empezado a frotarse contra mi culo y a meterme mano en las tetas, desabrochándome la blusa. Yo le he correspondido agarrándole del culo y frotándolo más fuerte contra mí. Así que se le ha puesto durísima. Me ha llevado hacia el sofá y me ha hecho apoyarme en el respaldo mientras él se bajaba los pantalones para sacarse el rabo que es bastante pequeñito, por cierto. Sin preámbulos me la ha metido por la vagina y ha empezado a empujar, en ese momento ha entrado Sofía y sin dirigirnos la palabra se ha acercado al sofá, donde todavía estaban los pantalones y la chaqueta que no te has llevado, los ha cogido y ha salido sin decir nada. El jefe se ha quedado quieto, con la boca abierta mientras Sofía actuaba como si no viera nada. Yo creo que de la impresión se le ha bajado y no ha reaccionado, así que yo, muy digna le he dicho: "Si ha acabado, mejor salimos a atender a los clientes" y separándome de él me he bajado la falda y he salido con tus calzoncillos en la mano dejándole a él con la picha floja en medio de la sala y con la puerta abierta. Se la ha envainado y ha salido corriendo a atender a una clienta.

Yo la estaba esperando en el vestuario y cuando ha entrado con tus calzoncillos en la mano nos hemos empezado a reír y casi llorábamos de tanto reírnos. Cuando hemos conseguido calmar la risa hemos salido y hemos estado atendiendo a varios clientes sin nada especial durante el resto de la tarde, pero el jefe, de vez en cuando nos echaba unas miradas de extrañeza por nuestra complicidad, que no sé si no nos va a despedir a las dos. – Acabó su relato Sofía.

Pobre hombre, le habéis dejado con las ganas, y encima os habéis reído de él. Yo en su lugar os despedía.

Sí, pero dónde va a encontrar vendedoras tan buenas como nosotras. Con lo que hemos vendido hoy nosotras dos solas hemos cubierto casi el presupuesto de una semana. Y espera, que mañana sábado nos toca trabajar a las dos juntas otra vez. Le estamos haciendo rico.

Con esta conversación y entre las risas que todavía acudían a sus bocas recordando la cara de su jefe, llegamos a mi casa. Nos fuimos al salón y les dije que se pusieran cómodas que iba a buscar hielo para las bebidas. Cuando regresé con el hielo, Sarah estaba medio tumbada sobre el sofá dejando ver que seguía sin el tanga y Sofía cotilleaba entre mis discos con objeto de poner algo de música de fondo.

Recuérdame que te devuelva tu tanga –le dije a Sarah.

Te lo puedes quedar de recuerdo, como se va a quedar tus calzoncillos Sofía.

Sí los guardaré para recordar mi primera vez.

La verdad es que cuántos años tienes Sofía? Veinte, veintidós?

Tengo diecinueve. Aparento más, lo sé.

Y cómo con diecinueve años eras aún virgen? Si se puede preguntar. –apostillé.

Sofía empezó a contarnos entonces su historia, que por la brevedad de su vida era muy corta.

Soy hija única de unos padres bastante mayores, con mi padre me llevo cincuenta años y con mi madre 44. Mi madre tuvo varios abortos antes de tenerme a mí, así que cuando nací, que ya no lo esperaban, fui como un regalo para ellos. Siempre me han mimado y consentido todo, pero me han mantenido apartada del mundo. Casi nunca me he relacionado con gente de mi edad. Los fines de semana íbamos a una casita que tienen en la sierra y allí nos dedicábamos a leer a oír música, a los paseos en familia, pero relación con otra gente la mínima.

Cuando acabé el colegio me dieron a elegir la universidad que prefiriera y la carrera que más me gustara, pero yo no quería seguir estudiando, sobre todo para poder romper el círculo en el que me encontraba encerrada y poder conocer gente de mi edad, así que pensé en ponerme a trabajar. A mi padre casi el da un infarto del disgusto, pero logré convencerle de cuáles eran mis verdaderas necesidades (no lo es el dinero, pues os aseguro que a mi padre le rebosa) sino salir, demostrar que puedo valerme por mí misma en el mundo sin necesitar el paraguas protector de mis padres. Mi padre lo entendió. A mi madre le ha costado un poco más. Los primeros meses estuve trabajando de auxiliar en una oficina, haciendo fotocopias, preparando el café, recibiendo a las visitas, en fin un trabajo poco creativo. La semana pasada salí a comprar algo de ropa, vi el anuncio en la puerta de la tienda y me presenté, y aquí me tenéis.

Y entonces de chicos nada de nada?

El único fue un compañero de la oficina, que me sacó un par de veces a tomar algo por ahí y me llevó a una discoteca. Me dio un beso en la boca e intentó meterme mano, pero lo dejé con un palmo de narices y me fui a mi casa. Tuvo muy poca delicadeza.

Y chicas? –preguntó Sarah, mientras se acariciaba el coño, todos ya medio derrumbados por los sofás.

Mira con chicas sí he tenido relaciones. Las típicas de la adolescencia con una amiga del colegio que estábamos siempre juntas. Pero su familia se mudó de ciudad y no he vuelto a verla desde hace cuatro años.

Cuéntanos – la incité.

Éramos amigas desde pequeñas y nos llevábamos muy bien. Yo iba mucho a su casa, donde jugábamos al principio y después estudiábamos juntas o hacíamos trabajos y ella también venía mucho por mi casa. Cuando fuimos haciéndonos mayores a veces nos quedábamos a dormir una en casa de otra, pero a mis padres no les gustaba mucho que durmiera en su casa, pues tiene dos hermanos mayores y mi madre no se fiaba de ellos, debía pensar que nos iban a violar a su hermana y a mí, así que casi siempre venía a dormir a mi casa. En mi habitación solo tengo una cama así que cuando venía a casa a dormir nos pasábamos al cuarto de invitados que tiene una cama de matrimonio. La verdad es que no sé para qué está esa habitación en casa, pues no recuerdo que nunca nadie más la haya usado. Bueno a lo que estábamos, cuando empezaron a crecernos las tetas y a salirnos los pelitos nos gustaba tocarnos y compararlas mientras nos desnudábamos, mi amiga las tenía más grandes que las mías, pero mis pezones sobresalían más, luego en la cama nos abrazábamos y tocábamos, hasta que un día mi amiga decidió no ponerse el camisón y se metió en la cama desnuda y se abrazó a mí. Yo podía sentir sus tetas en mi espalda y cómo me metía la mano dentro de las bragas para acariciarme, mientras me besaba en el cuello. Empecé a notar un cierto cosquilleo en mis genitales y decidí que me estaba gustando así que me quité también el camisón y las bragas y me entregué a sus caricias. Me masturbó y tuve mi primer orgasmo, aunque entonces no lo supe. Desde aquel día siempre que dormíamos juntas lo hacíamos desnudas y nos masturbábamos mutuamente.

Y no teníais miedo de que os descubrieran tus padres.

No, en ese aspecto siempre han sido muy respetuosos con mi intimidad y jamás habrían entrado en el cuarto estando con la puerta cerrada, así que a la hora de levantarse, no entraba mi madre a despertarnos sino que nosotras poníamos el despertador y salíamos ya vestidas. No creo que jamás hayan sospechado nada de esto. De todos modos esa chica cambió de ciudad y no ha vuelto a suceder con ninguna otra amiga, pues no he vuelto a tener tanta intimidad con otra.

Yo con esta historia de sexo lésbico tenía la polla morcillona y Sarah tenía metidos dos dedos en su vagina, así que me pareció el momento de romper el hielo de ahí que animé a Sarah con un gesto para que procediera a tener su ración con Sofía, la que le había quedado pendiente en la tienda por la tarde. Así que Sarah inició la aproximación. Se acercó hacia ella, que estaba tumbada en el otro sofá y se sentó junto a sus pies descalzos y empezó a acariciárselos. Yo me levanté y me fui a mi cuarto a desnudarme y salí con el pantalón de deporte y me senté en el sillón frente a ellas dispuesto a disfrutar de la escena que ya empezaban a dar. Sarah le había ido acariciando los pies y subiendo las manos por las piernas llegó a la parte interior de los muslos donde se fue haciendo sitio, abriéndole las piernas hasta alcanzar sus braguitas. Estaba metiéndole un dedo por el borde acariciando su coñito con increíble suavidad. Sofía empezó a arquearse por el placer que empezaba a sentir. Yo tomaba sorbos de mi combinado mientras me sobaba el paquete por encima del pantalón todavía no muy duro. Le bajó las bragas y le quitó la falda y siguió con sus caricias. Le acercó la boca a su vulva y empezó a lamerla con la puntita de la lengua. Sofía se retorcía de gusto. Se ensalivó los dedos y empezó el proceso de dilatación, mientras le metía un dedo por el ano le iba metiendo uno, dos y hasta tres dedos por la vagina, mientras con la otra mano le desabrochó la blusa y le sacó los pechos por encima del sujetador y le pellizcaba los pezones, se los retorcía y se los estiraba. Sofía alcanzó su primer orgasmo inundando de jugos la mano de Sarah. La doble estimulación metiendo el dedo gordo por el ano y otros tres dedos por la vagina haciendo que se toquen por dentro del cuerpo es uno de los métodos infalibles para hacer feliz a una mujer y Sarah lo dominaba. Después se dedicó al clítoris de Sofía, con la lengua, con los dientes le hizo las mil perrerías hasta que Sofía tuvo otro segundo orgasmo. Yo estaba ya masturbándome y a punto de correrme cuando se acabaron de desnudar y adoptaron la postura del 69. Sofía se enzarzó en una lucha con la vagina de Sarah y su clítoris y Sarah seguía jugando con su lengua y sus dedos. Sofía, a pesar de su inexperiencia hizo gozar a Sarah que pronto también alcanzó el orgasmo y yo me acabé corriendo con la escena que me habían dado.

Se levantaron ambas y vinieron a limpiarme la herramienta y la mano de mi semen con profusas y profundas chupadas que se alternaban entre ellas y con los besos que se daban y me daban llevando la leche de mi polla a sus bocas y a la mía. Como resultado yo estaba de nuevo con la bandera izada así que me decidí a desvirgar el segundo agujero. Cogí vaselina y se la di a Sarah quien, con el dedo bien untado, empezó la dilatación de culo de Sofía mientras ella seguía con los lametones en mi polla. Cuando Sarah consideró que estaba suficientemente dilatada la hizo levantarse y la ayudó a sentarse sobre mi polla. Como era la primera vez y le iba a doler ella la sujetaba y la hacía sentarse hasta el punto en el que entraba el capullo y salir, de esta forma, poco a poco fue entrando entera. Sofía no puso cara de dolor en ningún momento, lo estaba disfrutando de lo lindo. Cuando ya habíamos hecho varias metidas y sacadas enteras y Sofía se movía por sí misma sin necesidad de ayuda de Sarah, ésta se dedicó a sus pechos con la boca y a estimularle el clítoris con una mano. Sofía tuvo dos orgasmos casi seguidos, en el segundo yo me corrí dentro de ella y dio un grito al notar mi leche caliente que le inundaba sus intestinos.

Se quedó recostada contra mi pecho con la polla todavía clavada mientras recuperaba la respiración. Sarah masajeaba mis huevos, un poco doloridos por las dos corridas casi seguidas.

Pero Sarah quería más, así que hizo bajarse a Sofía de encima mío y aunque mi polla no estaba apenas dura se la metió y empezó con sus contoneos, sus exprimidos vaginales y consiguió que se endureciera rápidamente, controlando ella los ritmos y los tiempos como la primera vez que lo hicimos me llevó al cielo e hizo que tuviera un maravilloso orgasmo mientras Sofía nos miraba extasiada ante la belleza del rostro de Sarah que en esos momentos se transfiguraba y desprendía un aura de belleza y de felicidad indescriptible. Cuando acabamos entre gemidos, nos abrazó y caímos sobre el sofá convertidos en un amasijo de miembros y cuerpos indistinguible.

Yo les dije que ellas a la mañana siguiente tenían que ir a trabajar y yo debía dar mis clases particulares. Si querían las llevaba a sus casa y si no, era hora de ir a dormir.

Yo debería ir a mi casa dormir, pues no tengo ropa para cambiarme mañana –dijo Sofía.

A mi me pasa lo mismo, así que mejor nos damos una ducha rápida y nos llevas.

Así que las llevé a sus casa y les dije que el sábado vinieran preparadas para pasar la noche y para irnos al día siguiente de excursión.

Cuando me eché a la cama eran casi las tres de la madrugada y empezaba a notar el cansancio. Ese viernes había sido pródigo en sexo, había tenido cuatro corridas. Necesitaba un buen descanso. Pensando en eso me dormí.

Me despertó el timbre de la puerta, eran mis chicos que venían a tener su clase particular. Como habían mejorado mucho habíamos decidido que vinieran sólo los sábados por la mañana. Salí en pijama frotándome los ojos para abrir la puerta y me encontré sólo con Luis.

Te he despertado?

Pues sí. Pero no importa, ya era hora de levantarse. Lo que pasa es que me estoy haciendo viejo. Ayer me acosté un poco tarde y después de una juerguecita y ya ves, hoy estoy destrozado.

Si quieres lo dejamos para otro día, además Eva está en la cama con un fuerte resfriado y se ha quedado medio llorando por perderse la clase.

No, no, pasa y se lo cuentas tú esta tarde o cuando se encuentre mejor. –dije cerrando la puerta tras él.

Según nuestra costumbre se desnudó en la misma entrada dejando su chándal sobre una silla y fuimos hacia el estudio, le dije

Voy a darme una ducha.

Te acompaño, que estás tan dormido que no sé si vas a encontrar el cuarto de baño. – Y se vino tras de mí.

Me desnudé tirando el pijama sobre la cama y entré en la ducha donde Luis ya había abierto el grifo del agua fría y me estaba esperando para despejarme. Me dirigió el chorro a la cara y la cabeza y me hizo dar un grito por lo fría, Luis se rió. Fue graduando poco a poco la temperatura del agua abriendo el grifo del agua caliente hasta que alcanzó la temperatura ideal. Colgó la ducha de su soporte y me abrazó para ponerse junto a mí debajo del chorro. Yo tomé el jabón y empecé a enjabonarle la espalda y el culo, deteniéndome en meterle un dedo en el agujerito. El empezó a enjabonarme el pecho y la polla acariciándome son suavidad los huevos. Mi polla se erizó al contacto con su mano y con la temperatura del agua, empecé a masturbarle yo también y él empezó a dilatarme el ano con dos dedos. Me hizo inclinarme hacia a delante y me ensartó con su polla de un golpe certero. Me sentí lleno con su verga en mi interior. Empezó a encularme y a pajearme con una mano, mientras con la otra me sujetaba de las caderas marcando el ritmo de la follada. Se corrió en mi interior con una gran cantidad de leche que desbordaba mi culo, chorreando por la bañera, siguió menándomela pero yo le hice desistir.

Déjalo, que ayer me corrí cuatro veces y esta noche me espera otra sesión maratoniana, te va a costar mucho y se va a desperdiciar.

O sea que hacerlo conmigo es desperdicio?

Perdona, no he querido decir eso le dije besándole los labios, sigue por favor.

El se agachó y se la metió en la boca, estuvo chupándomela durante más diez minutos, mientras me masajeaba los huevos para estimular la producción de leche. Consiguió al final que me corriera en su boca tragándose toda la leche.

Salimos de la ducha y me fui a la cocina a preparar café bien cargado y una vez despejado de los últimos coletazos del sueño, empezamos nuestra clase. Estuvimos repasando algunos temas de matemáticas y haciendo bastantes ejercicios y al terminar Luis intentó que tuviéramos sexo de nuevo, pero yo estaba bastante cansado así que le dije que tenía muchas cosas que hacer y lo despedí hasta el próximo sábado.

La vida de magoya empezaba a pasarme factura. Estaba necesitando un descanso reparador. De momento, y como por la tarde había quedado de nuevo con Sarah y Sofía, me tiré en la cama y me quedé dormido hasta las tres de la tarde.

Me preparé un plato de pasta, comida energética que toman siempre los deportistas que queman muchas calorías, y un buen chuletón y me tiré en el sofá dispuesto a dormir la siesta viendo la tele un rato hasta que fuera la hora de ir a buscar a las chicas.

Pero ésa es otra historia.

Agréguenme y cuéntenme sus experiencias.

cmagoya@hotmail.com