Magia, recuerdos y amor (1)

Hace algún tiempo, como tantas otras veces me encontraba en casa, solo y sin saber qué hacer.

Hace algún tiempo, como tantas otras veces me encontraba en casa, solo y sin saber qué hacer.

Sabía por unos amigos que ella estaba en la ciudad, no me atrevía a llamarla, pero necesitaba estar a su lado, verla, oír su voz. Llevábamos dos años separados, pero el recuerdo de la última pelea, lo mismo que muchos otros instantes buenos y malos, retumbaban dentro de mi cabeza y no me había sido posible olvidarla. Dicen que nunca te enamoras dos veces, porque la segunda tan solo te enamoras del recuerdo, en mi caso así era.

Sonó el teléfono, me proponían salir. Era la excusa perfecta, unos amigos comunes que ella llevaba incluso más tiempo que yo sin ver. Tomé aire, marqué y escuché su voz:

Hola

Al escucharla me dio un vuelco el corazón, me quedé unos segundos sin palabras

¿Qué tal estás?

Bien, he venido para ver a mis padres

¿Qué tal con David?

Bien

¿qué tal la universidad? ¿qué tal el trabajo?

Muchas preguntas, pero una conversación banal, fui al grano:

Me han llamado Estela y Juan Carlos para salir a tomar algo y bailar ¿te animas?

Vale, no tengo nada que hacer y llevo tiempo sin verlos

He quedado con ellos a las 21:30, ¿te viene bien si te paso a buscar a las 20:45?

¿No puede ser más tarde?

Luego vamos a tener problemas para aparcar

A esa hora estaré lista

Un beso

Un beso

Estaba nervioso, no sabía qué ponerme, quería estar perfecto. Me afeité, me duché y me vestí. Elegí un polo granate y unos pantalones blancos, me calcé con unos zapatos negros y me quedé mirando en el espejo, seguía muy nervioso. Me lavé nuevamente los dientes por si hubiera restos de comida que pudieran estropear el momento y volví al servicio para echarme colonia. Todo tenía que ser especial, ardía en deseos de volver a verla y deseaba que ella estuviera igual de emocionada por nuestro reencuentro, y no hubiera quedado solo por ver a nuestros amigos.

Miré el reloj: 20:30, busqué las llaves de casa y las del coche, apagué las luces, cerré la puerta y baje al garaje. Me venia bien haber pasado la mañana con la aspiradora, el limpia cristales y la cera, lo había hecho por puro aburrimiento y sin intención de salir, pero ahora las cosas habían cambiado y tenía la recompensa por un trabajo bien hecho: el coche estaba reluciente y me permitía causar una buena impresión. ¿Pasaría la prueba de fuego?, ¿estaría yo a la altura de las circunstancias? En pocos minutos sabría si el esfuerzo en arreglarme y limpiar el coche estaba justificado, con ver su sonrisa me bastaba.

Conducía por inercia, no era la primera vez que hacía ese trayecto y en cada curva, por cada portal, los recuerdos asaltaban mi mente. Llegué a la hora acordada, aparqué el coche frente a la puerta del chalet, me bajé y llamé al telefonillo. Después de tanto tiempo ahí estaba, de nuevo ante su puerta esperando que salieran para abrirme, salió ella y pude verla, por fin de nuevo la tenía ante mis ojos. Una sonrisa se dibujó en mi cara, estaba radiante. Apareció dando pequeños saltos, dejando a la voluntad del viento su pelo rizado y suelto que le caía por debajo de los hombros. Llevaba un vestido largo de seda, en un color azul oscuro salpicado por pequeñas motas en negro. En su cuello lucía un pañuelo color crema, también de seda, y un sus pies unos zapatos negros, abiertos de medio tacón. Como única joya, aparte de su propia presencia, llevaba una pequeña cadena de oro en su tobillo derecho.

Me acerqué, y al rozar sus mejillas para darle dos besos me inundó un olor afrutado que salía de su pelo. De nuevo los recuerdos, ahora de las veces que había deslizado mis manos entre sus cabellos, sedosos con eso olor que me perdía y que me incitaba a besarla, acariciarla, recorrer su cuerpo empezando con besos en los lóbulos de las orejas, seguir por su cuello y… Volví a la realidad:

Hola.

Hola, estás preciosa.

Gracias, tu también.

¿Qué tal el día?

Muy bien, he ido a visitar a mis abuelos y he comido con ellos.

¿Tu qué has hecho?

Por la mañana estuve limpiando el coche, y luego en casa viendo una peli y escuchando algo de música.

No te quedes en la puerta, pasa.

Me había quedado hipnotizado y por un momento perdí la noción espacio – tiempo

Vale, ¿te queda mucho?

No, solo unos minutos hasta que termine de grabar un disco y pueda apagar el ordenador. ¿Quieres tomar algo mientras?

¿Tienes agua fresca?

Siéntate donde quieras, ahora te la traigo.

Gracias.

De nada. Ahora vuelvo, creo que ha terminado.

De acuerdo.

Ya esta. Voy a coger el bolso y un abrigo, seguramente luego refresque y sabes que soy muy friolera. ¿Dónde has aparcado?

Ahí enfrente

Cerró la puerta con llave, nos montamos en el coche y nos dirigimos a la ciudad donde había quedado con Estela y David, seguramente se llevarían una grata sorpresa al ver aparecer a Eva, con la emoción del momento había olvidado avisarles y no sabían que vendría. Por el camino fuimos escuchando un disco variado de salsa, bachata y merengue, música que nos gustaba bailar, si ella seguía teniendo los mismos gustos. Se la veía feliz y no paraba de hacerme preguntas sobre mis actividades en los últimos dos años. Luego se interesó por nuestros amigos y por último en dónde íbamos a ir y cómo íbamos a pasar la noche.

Yo seguía viviendo solo, a diferencia de ella todavía no había encontrado pareja y dedicaba el tiempo al trabajo, a conocer gente, a pegarme fiestas hasta altas horas de la madrugada y a viajar. Esto último, más que ninguna otra cosa, me permitía conocer lugares en los que nunca antes había estado, y temporalmente dejar su recuerdo en un segundo plano. Pero el dinero se agotaba rápidamente y no hallaba la forma de tapar el gran vacío que sentía en mi interior

Con el paso de los meses y sin darme cuenta, volví a sonreír Ya no aparecía su recuerdo insistentemente en mi cabeza, y pude aceptar que ella ya no estaría más a mi lado. Había encontrado un nuevo amor lejos de mí, y ahora debía continuar mi camino sin su compañía.

Con todo lo que había pasado y ahora la tenía de nuevo a mi lado, estaba junto a mí en el coche, la herida volvía a sangrar, pero no me importaba que lo hiciera. Sabía que su amor era imposible y aún así la mirarla de reojo para ver sus largas y doradas piernas a través de la abertura de su vestido de noche.

Llegamos al punto de encuentro algo más tarde de la hora acordada, porque como imaginaba no fue fácil aparcar. Por todas partes había coches estacionados incluso en doble fila y nadie parecía tener intención de cedernos un sitio para dejar el coche. Al final, cuando me estaba empezando a plantear dejarlo en un parking de pago, salió uno y tras muchas maniobras encajé el coche y caminando fuimos en busca de nuestros amigos.

Los planes para esa noche era pasar un buen rato en compañía de los amigos, cenar, y para terminar la velada ir de bares, escuchar algo de música y bailar un poco.