Magdalena (2)

Siguen las aventuras de Magdalena. 29 cms. de gruesa polla tienen la culpa.

Magdalena (2)

Al llegar de nuevo al hospital, comprobó que el paciente superdotado ya no estaba en la UCI y que estaba consciente, cosa que la alegró, pero no quiso visitarle por vergüenza a que se le desviara la vista hacia su virilidad.

A los 30 minutos de empezar el turno ya estaba sola otra vez y un instante después sonó el timbre de la habitación 219. Se dirigió allí y su sorpresa fue que era el tremendo macho el que precisaba ayuda. Se estaba orinando y le tenían que acercar un recipiente ya que le prohibieron moverse por nosequé de algún posible coágulo de sangre en el cerebro.

Allí estaba Magdalena otra vez sonrojadísima y con la trompa de aquel hombre entre sus manos, encarándola al recipiente y sin soltarla, porque se caía de su peso, entonces se orinaba fuera y eso no era bueno ya que aquel tío soltaba unos chorros como el grifo de su cocina.

Decidió sobreponerse a su excitación y se puso un rato a hablar con Marcos, que era cómo se llamaba aquel semental. Así descubrió que también era soltero, que nació el mismo día que ella, que era abogado y que estaba muy acomplejado por el tremendo tamaño de su pene, por lo que sus aventuras sexuales se limitaban a fugaces visitas a prostíbulos donde muchas veces lo miraban como un mono de feria, llamándose las unas a las otras. Los turnos de noche dan para mucho.

Como no podía ser de otra forma, entre dos necesitados de amor, se cayeron bien y entablaron una bonita amistad que tuvo su culminación el día que Marcos causó alta del hospital.

Esa noche quedaron para cenar en el restaurante de moda, y allí se fueron descubriendo más y más. Fueron a casa de Magdalena a tomar la última copita y allí se acaramelaron. Los dos tenían miedo de sus respectivos temores, pero la cosa es que se sinceraron, se calentaron y se dispusieron a entregarse el uno al otro.

Se fueron desnudando lentamente sin dejar de besarse ni de alabar sus respectivos atractivos físicos, no había prisa ninguna, todo era mágico.

Magdalena fue la primera en mostrar su total desnudez y Marcos la cubrió de besos haciéndola gemir como nunca antes. La tumbó en la cama y le dedicó una magistral comida de coño que la hizo sacudir dos veces en violentos orgasmos soltando cantidades de flujo proporcionales a su abstinencia sexual.

Sin apenas poder articular palabra alguna, Magdalena procedió a descubrir al monstruito, como ella lo llamaría en adelante. El monstruito pasó a ser monstruo al mostrarse en total erección, paralelo al suelo y de 29 cms de largo. Magdalena lo intentaba cubrir con sus dos manitas y no podía.

Empezó a pajearlo lentamente, desde su peluda base hasta su morado capullo. Marcos gemía y cerraba sus ojos descubriendo un profundo y exquisito placer como nunca le habían brindado. Cuando, de repente, a Magdalena se le ocurrió chupar aquella trompa que ya destilaba jugos por su punta. El placer de Marcos aumentó y abrió los ojos, sorprendido de que a Magdalena le entrararan en la boca la cabezota morada y unos 10 cms más de tranca.

Ella disfrutaba como una loca y casi tuvo otro orgasmo chupándole la polla. Pasado ese instante, se miraron a los ojos y se dijeron al unísono.

Hagamos el amor

Marcos se tumbó sobre la cama y aquello parecía la torre de Pisa, entonces a Magdalena le entró el horror al imaginarse clavada por aquel trabuco, tenía que solucionarlo de alguna forma.

¡Ya está! Le iba a hacer un nudo en la base de la polla con una toalla pequeña y así reducía el tamaño en 10 cms. más o menos.

Hurgaron en el armario, buscaron y buscaron entre risas, hasta que encontraron una que cubría las expectativas.

Entre risas también empezaron a jugar con esa barra de carne, a ponerle la toalla, a vendarla, a secarle la saliva, a volverla a chupar…..

Hasta que Magdalena hizo el nudo definitivo a la toalla y se puso encima de Marcos.

Déjame controlar.

Le dijo mitad atemorizada, mitad lasciva.

En cuanto tuvo la punta en su babeante coño, empezó a pasarla arriba y abajo, desde el ombliguito hasta el ano, le gustaba notar su tamaño, apretando paulatinamente, hasta que la cabeza se sumergió dentro de Magdalena.

Si la cara de Marcos era de auténtico placer, la de Magdalena era de sorpresa, con los ojos y la boca abiertos, como si así pudiera coger el aire que invadía la tremenda polla.

Magdalena empezó a bajar muy lentamente, metiéndose ese pollón poco a poco. El temor la invadía. El temor y un inmenso placer, ya que Magdalena se iba sintiendo cada vez más llena de polla, su coño le ardía de dolor y de placer a la vez. Tenía su sexo dilatado como nunca, se lo notaba tirante.

Tenía una mano en el pecho de Marcos y la otra en la base de la polla por encima del nudo de la toalla. Así fue bajando despacito hasta que llegó al final del limitado recorrido.

Los dos estaban por entonces llenos de sudor y de felicidad, ambos se sentían llenos el uno del otro, sus amplias sonrisas lo demostraban. Una vez logrado su reto, Magdalena empezó a follarse en toda regla ese mástil. Sus jugos iban rebañando la polla de Marcos y resbalaban hasta que eran absorbidos por la toalla, que se iba humedeciendo más y más. Aquella limitación a la extrema longitud del sexo de Marcos, hacía que Magdalena se sintiera segura y se pusiera literalmente a saltar sobre aquel pollón como una loca, como una posesa.

Pero en la embestida final, la furia sexual traicionó a Magdalena aflojando el nudo de la toalla un par de centímetros hacia abajo. Allí, clavada hasta las amígdalas, fue incapaz de moverse más y estalló en un brutal orgasmo, boqueando como un pececillo al que le falta el aire y poniendo sus ojos en blanco. Gritó de sorpresa, de dolor, de felicidad y de placer infinito. Su coño se convulsionó apretujando el miembro de Marcos y provocándole a él también un terrible orgasmo.

Los gritos inundaron de nuevo la alcoba de Magdalena, pero ya no se oía ningún "brrrrrrrrrr"

Magdalena cayó derrotada y cubierta de sudor encima de su poderoso amante, que no paraba de introducirle barbaridades de semen que ella sentía estallar en su interior. Luego él notaba como la toalla iba empapándose de los gruesos cuajarones de semen que no cabían dentro de su amante. Magdalena estaba tan rellena de semen que le pareció notar cierto sabor raro en su garganta reseca.

Fin de la 2ª parte