Maestro de un matrimonio sumiso
Un Maestro educa en el BDSM a un matrimonio que va descubriendo el placer de la sumisión.
Maestro de un matrimonio sumiso
Ana abrió la puerta y en su cara se reflejaba la ilusión por los momentos venideros. Llevaba un ligero vestido de algodón. Sus grandes pechos amenazaban con desbordar su escote en cualquier momento. No llevaba ropa interior, sus tetas no necesitaban sujetadores para lucir levantadas y sus pezones apuntaban hacia adelante, completamente erectos ya.
La tela de su falda se metía entre los cachetes de su bonito y prominente culo marcando sus redondeadas formas
Su marido, Jesús, esperaba de pie al fondo del recibidor vestido con una camisa y un pantalón sobrios y elegantes.
Los dos practicaban deporte y se mantenían en forma y lucían unos 40 años de una apariencia magnifica y cuidada. Eran extremadamente limpios y depilaban sus cuerpos completamente por higiene y por sensualidad.
En el quicio de la puerta, un hombre corpulento de unos cincuenta años bien cuidados se mantenía firme y observaba serenamente. Llevaba un traje negro y una camisa blanca sin corbata. Desprendía seguridad.
Era un hombre fuerte, masculino.
- Mi señor, adelante, le estábamos esperando – dijo Ana
- Gracias, ¿Perra, ¿cómo estás? – dijo él
- Encantada de verle de nuevo, Mi señor – dijo Ana mientras él entraba en la casa y ella cerraba la puerta
Avanzó por el recibidor hasta donde estaba Jesús y se acercó a él
- ¿Y tú, perro?
- magníficamente, Mi señor, es un placer tenerle en casa de nuevo – dijo Jesús haciendo una ligera inclinación e indicándole que entrara con un gesto de la mano
Cuando asomó al salón el hombre quedo gratamente sorprendido. La pareja había despejado el salón y solo lo ocupaban un sillón y una mesita a auxiliar con una copa de vino blanco muy frio, a juzgar por lo empañada que estaba, y una gran alfombra mullida delante del sillón. En un rincón de la alfombra se disponían diversos complementos de BDSM .
El hombre avanzó unos pasos y esperó. La pareja se arrodilló delante de él y le besaron las manos.
Avanzó hasta el sillón y se sentó. Sorbió un poco de vino deleitándose en el mientras observaba a la pareja de rodillas. Saboreaba el momento de dominio, el olor a sumisión.
- Desnudaos – dijo depositando la copa en la mesita y sin levantar la voz
Ambos procedieron a quitarse la ropa inmediatamente, Ana solo tuvo que sacar su vestido por encima de la cabeza y sus grandes y bonitas tetas quedaron a la vista. Jesus se quitó el pantalón y la camisa y ambos recuperaron su postura estática arrodillados delante de aquel hombre.
- Bien, voy a inspeccionaros. De espaldas a mí, cabeza en el suelo , culo arriba rodillas en el cuelo
- Si mi señor – contestaron los dos a coro
Sin levantarse observó si los dos habían seguido sus instrucciones, estaban completamente depilados, sus cuerpos estaban limpios y en el ano de ambos se podía observar un plug adornado con una joya.
Jesús presentaba una erección ya y en los labios vaginales de Ana se podía observar el brillo que delataba su excitación.
- Suficiente - dijo el hombre y los dos como un resorte se dieron la vuelta
- Id a por vuestros collares y traérmelos en la boca a cuatro patas
La reacción de la pareja de sumisos fue inmediata, andando a cuatro patas fueron hasta donde se disponían los collares y cogiéndolos entre los dientes se volvieron a colocar delante de él.
Primero cogió el collar de entre los dientes de Ana y la miró a los ojos mientras esta se situaba delante de él.
- Sabes que una vez que te ponga el collar no habrá marcha atrás y tendrás que obedecer punto por punto mis ordenes, es la última oportunidad de echarte atrás
- Mi señor, acepto este collar que me somete a ti de forma voluntaria y con gusto. Deseo ser tu perra sumisa y obedecer todas tus ordenes y darte todo el placer que sea capaz de proporcionarte.
Ella inclinó su cabeza y ofreció el cuello. Él colocó el collar de perra y dejó su cadena reposando en el brazo del sillón
Jesús esperaba con el collar entre los dientes. Solo tuvo que mirarlo para que se acercara.
- Repito el mensaje para ti, esta es la línea de no retorno
- Igual que Ana, mi señor, acepto este collar que me somete a ti de forma voluntaria y con gusto. Deseo ser tu perra sumisa y obedecer todas tus órdenes y darte todo el placer que sea capaz de proporcionarte.
EL hombre repitió el procedimiento y colocó el collar alrededor del cuello de Jesús. dejo descansar la cadena en el otro reposabrazos y miró sus dos sumisos, sorbió de nuevo su copa de vino deleitándose en su obra.
No hacia tantas semanas que habían quedado en aquel discreto bar de copas. Jesús y Ana eran dos ejecutivos acostumbrados a dar órdenes, en los hombros de los cuales descasaba una responsabilidad que les provocaba una ansiedad descomunal. Habían leído un comentario que había escrito el que ahora era su Amo en una pagina de BDSM donde explicaba la liberación que siente el sumiso al abandonarse en los brazos de su amo. La sensación de ausencia total de responsabilidad y la certeza de que si obedecían a su amo lo estaban haciendo bien los liberaba de la tensión de la responsabilidad, ya que esta descansaba entera en las manos del dominante.
Ana y Jesús, como tantos otros, habían atisbado un mundo que desconocían gracias a que algunos libros y películas de éxito habían enseñado la visión “vainilla” del BDSM
Pronto entendieron que el verdadero BDSM era otra cosa y su curiosidad les llevó a explorar webs dedicadas al tema y dieron con la página de un local de Barcelona donde se cruzaban artículos, comentarios fotos y contactos sobre el tema.
El comentario del que ahora era su amo les había llamado la atención y habían decidido contactar con el para que les explicase más sobre el tema.
Cuando entraron en el local quedaron gratamente sorprendidos, era un discreto local con rincones para hablar, con la música a un volumen que permitía mantener una conversación discreta. El los estaba esperando al fondo del local, sentado elegantemente. Cuando se acercaron reconociéndolo por la descripción que el les había dado, él se levantó e hizo gala de unos modales exquisitos, retirando la silla para que Ana se sentara e indicándole cortésmente a Jesús que se sentase en la silla que tenía enfrente.
Él se quedó sentado en un sillón de espaldas a la pared y ellos dos en sendas sillas de espaldas al local.
El hombre se dio cuenta de que los dos se habían arreglado casi para una cita. Ana llevaba una blusa de tirantes escotada y una falda de vuelo a medio muslo con unas botas de tacón que le llegaban a la rodilla. Jesús llevaba unos pantalones tejanos con una camisa blanca con un dibujo de una orquídea grande en azul y unos zapatos impecables. Ambos iban muy arreglados, pero sin recargar.
Una vez que les sirvieron las bebidas comenzaron una agradable charla sobre BDSM
- Mira, me alegra muchísimo que hayáis decidido a averiguar de verdad de que va realmente este tema. La mayoría de gente confunde BDSM con castigo físico y muchos con maltrato directamente. Eso no es BDSM. El castigo físico es solo una parte. La esencia esta en la cesión de la voluntad propia en el amo
Ambos escuchaban embelesados las explicaciones de aquel hombre con voz profunda y grave, adquiriendo una nueva visión del tema. La imaginación de la pareja empezaba a volar y él se dio cuenta.
- ¿No habéis experimentado nunca nada por el estilo? - les preguntó
- No, la verdad es que no, en casa algún azote , nos hemos atado alguna vez…- dijo Jesús
- Sí , pero ella te ha follado el culo con un estrap on no?
Ambos dieron un respingo y se pusieron colorados. Dada su reacción no pudieron negarlo , ambos agacharon la cabeza.
- ¿Cómo lo has sabido? – preguntó Jesús
El hombre sonrió misteriosamente y se mantuvo en silencio.
Volvió lentamente la cabeza hacia Ana
- Mírame a los ojos , Ana.
Ella quedó como hipnotizada mirando a los ojos mientras sentía un cosquilleo entre los labios de su vagina.
- ¿ Y a ti , Anita , te encanta comerle el culo a Jesús cuando lo preparas para el strap on y te vuelve loca cuando te ata las manos a la espalda para que le comas la polla, no es así?
Asintió lentamente con la cabeza
- No debéis avergonzaros , sois dueños de vuestro sexo y de vuestros cuerpos . Mientras disfrutéis , todo está bien
Ambos soltaron aire aliviados.
- La verdad es que nos gustaría saber más de este mundo - dijo Jesús
- Y nos gustaría que nos enseñaras tú – dijo Ana de forma inconsciente, mirando asustada a Jesús, del que solo encontró una mirada de aprobación
- Bien - dijo el hombre – empezaremos hoy.
Ambos abrieron los ojos con sorpresa, pero asintieron inmediatamente sin decir nada
- Bien, ahora Jesús ira al lavabo y se quitará la ropa interior. Antes de venir hacia aquí me pedirás un Gin tónic en la barra.
Jesús obedeció inmediatamente y mientras estaba en la barra y paseaba por medio del bar apenas podía disimular una tremenda erección.
Mientras esto transcurría, el hombre se dedicó a mirar a Ana a los ojos sin decir nada sin que ella fuera capaz de hacer ningún movimiento.
Cuando Jesús volvió con el gin tónic fue cuando el hombre se dirigió a Ana
- Y tú quítate las bragas aquí – le dijo
Ella obedeció de inmediato como movida por un resorte , metió sus manos bajo su falda y con los pulgares tiro del tanga hasta los tobillos y se lo sacó
- Déjalo encima de la mesa – dijo el hombre
Ana lo dejo allí encima a la vista de todo el mundo
- Quiero que masturbes a Jesús por encima del pantalón mientras abres las piernas y te tocas para mi
Ana obedeció inmediatamente y abriendo sus piernas comenzó a masajear el miembro de su pareja y puso cara de asombro cuando fue consciente de la erección que el tenía, pocas veces lo había visto así de excitado. Ella estaba encharcada metiéndose dos dedos de forma que el hombre que los estaba dominando podía disfrutar de la visión completa de su sexo depilado.
- Sube un pie encima de la mesa, Ana
Ella obedeció de inmediato abriendo más sus piernas, importándole poco si el resto de clientes se daba cuenta.
Jesús se corrió abundantemente dentro de su pantalón, provocando una mancha en la tela difícil de disimular mientras los dos dedos de Ana entraban en su vagina provocando una corrida que salpicó el suelo y los zapatos de aquel hombre que los miraba a los dos complacido.
Cuando ambos recuperaron el aliento recompusieron sus ropas y esperaron en silencio.
El hombre sonreía mirándolos fijamente
- Bueno, ha sido un placer, os llamaré para continuar vuestra formación
Y diciendo esto se levantó y los dejo allí a los dos
Se miraron el uno al otro y se sonrieron, era el comienzo de un largo camino de placer.
Continurá