Maestro de un matrimonio sumiso 2
El matrimonio protagonista experimenta con la exhibición , el sexo en público , el sexo en grupo y muchos otros placeres bajo la tutela de su maestro.
El Slow Barcelona es una coctelería situada en la calle París de Barcelona, casi en la esquina de Enrique Granados. Es discreta y elegante. La pareja esperaba pacientemente a que el hombre llegara (todavía no conocían su nombre). Dada la hora, solo el personal, otra pareja y ellos estaban en el local.
Les había sorprendido la escueta llamada telefónica citándolos un viernes a las ocho de la tarde en ese local. A principios de semana el teléfono de Jesús había sonado mientras estaba trabajando, con número oculto. Con un presentimiento descolgó conteniendo la respiración.
- Hola, perro – la voz grave de aquel hombre lo hizo estremecerse – Este viernes a las ocho os quiero a los dos en el Slow de la calle París. Tenéis que esperarme los dos allí. Tú llevarás un pantalón de Lino y una camisa holgada. Sin ropa interior. La perra de tu mujer llevará un vestido de algodón de verano. Oscuro. Quiero que se ponga unos zapatos de tacón de aguja. Ella tampoco debe llevar ropa interior. Ni bragas ni sostenes. Cuando os sentéis ambos separareis las piernas y me esperareis en silencio. ¿Has entendido, perro?
Jesús se mantuvo en silencio unos segundos, solo la visualización de la escena le estaba provocando una erección.
- Sí – acertó a responder con un hilo de voz
No hubo más comunicación, su interlocutor interrumpió la llamada de manera inmediata.
Siguió trabajando el resto de la jornada. Le costaba concentrarse y su mente acudía una y otra vez a las órdenes que había recibido
Cuando llegó ese día a casa , Ana ya había terminado de trabajar y estaba preparando la cena. Llevaba solo una camiseta vieja y unas gastadas bragas de algodón y ya se había quitado los sostenes para estar cómoda. Ella volvió su cabeza esperando un beso de tramite como siempre y se sorprendió cuando el la cogió de la nuca y le dio un apasionado beso con lengua. Jesús subió las manos por las piernas de Ana hasta que encontró las bragas de algodón. Se las quitó de un tirón, las arrojó lejos y levantándola en vilo la sentó encima de la mesa de la cocina. Le sacó la camiseta por la cabeza, dejando a la vista unos pechos grandes y redondos que desafiaban a la gravedad, mientras ella desabrochaba frenéticamente el pantalón de Jesús buscando su polla. No hubo transición ni preliminares, se fundieron en un coito frenético y salvaje. Jesús entró de golpe en la vagina de Ana, arrancando un gemido de placer que de seguro escucharon los vecinos. Jesús bombeaba el coño de Ana con desesperación, ciego a ninguna otra cosa. Ella lo cogía de la nuca y lo besaba saboreando su saliva como si fuera un manjar.
De pronto Jesús paro y le dio la vuelta a Ana. Esta apoyó sus manos en la mesa y saco hacia fuera su bonito culo, abriendo las piernas para que su sexo quedará completamente abierto al alcance la polla de Jesús. EL volvió a entrar de un golpe y agarrándola de las caderas empezó a entrar y salir de ella enloquecido por la pasión. Estaban tan excitados que Ana no tardó en tener un orgasmo descomunal, gritando agarrada a la mesa, le temblaban las piernas mientras el flujo se derramaba por el interior de sus muslos. Las contracciones vaginales de Ana hicieron que Jesús se corriera abundantemente en la dentro de su mujer. Jesus abrazó por detrás a Ana y besó su nuca, esta se volvió y lo beso en los labios, mirándolo con los ojos brillando de placer.
Desde el fin de semana y su encuentro con aquel hombre en el Bar de copas vivían en un permanente estado de excitación sexual los dos. Habían vuelto a hacerlo varias veces al día y de una manera más intensa que nunca.
Mientras cenaban Jesús le explicó a Ana la llamada que había recibido del hombre que les esta haciendo experimentar cosas que nunca habían sentido. Ella sonrió mirándole a los ojos y asintió con la cabeza.
Así que allí estaban, esperándolo. Habían llegado unos minutos antes y habían pedido bebidas. Él entró por la puerta a las 20:02 minutos.
Cuando lo vieron avanzar por el pasillo ambos sintieron un cosquilleo en el estómago.
El llevaba un elegante traje gris y una camisa negra. Ellos habían seguido sus instrucciones al pie de la letra y Jesús llevaba un pantalón de lino blanco y una camisa de algodón, holgada y cómoda.
Ana estaba espectacular, se había maquillado discretamente, pero muy sexy. Llevaba un vestido azul estampados con pequeños lunares blancos. La falda de vestido era corta y dejaba ver sus trabajados y bonitos muslos casi en su totalidad. El escote era vertiginoso y apenas tapaba los pezones de los grandes y bonitos pechos de Ana. El canal entre sus pechos señalaba el camino que la vista debía seguir.
Cuando llegó a su altura ambos se levantaron instintivamente en señal de respeto.
Él le dio dos besos a ella y le tendió la mano a Jesús. Sin decir palabra les indicó que se sentaran mientras el hacia lo propio frente a ellos. Obedientemente ambos permanecían con las piernas bien abiertas.
El hombre permanecía ante ellos sin decir nada, observándolos con una media sonrisa. Bajaron la vista.
- No sabemos cómo dirigirnos a ti …- acertó a decir Ana, casi balbuceando
- La formula que más me gusta es “Mi señor” – dijo el hombre después de mirarlos unos momentos en silencio
Ninguno de los dos entendía que les pasaba. Jesús estaba ya completamente empalmado y con muchas dificultades para disimular su erección en los finos pantalones de lino sin ropa interior y Ana se notaba el sexo completamente humedecido y palpitante.
- Veo que os gustó el otro día, de lo contrario no habríais venido hoy
Los dos asintieron con la cabeza tímidamente
- No os oigo – dijo el hombre
- Sí, mi señor – dijeron los dos al unísono
- Vaya, veo que aprendéis muy rápido. Ya veo que tú no llevas ropa interior, perro. Pero levanta que te vea
Jesús se levantó de inmediato. Su pene se dibujaba en la tela completamente erecto y él era incapaz de disimularlo.
- ¿Y tú, perra?
Ana se puso de pie y levantó su falda y giró 360º para que aquel hombre pudiera ver que ninguna tela resguardaba ni su culo ni su sexo. Cuando estuvo otra vez mirando frente a él desabotonó su escote sacando sus tetas para que él viera que no llevaba sostenes. Solo después de abotonarse otra vez volvió a sentarse. Aquel hombre sonrió complacido mientras la pareja respiraba aliviada de que hubiera muy poca gente en el local por la hora que era. El camarero lo había visto todo, pero sus años de profesión le aconsejaron que disfrutara del espectáculo e hiciera como si no hubiera visto nada.
El hombre era un cliente habitual y el camarero, haciendo gala de su profesionalidad llevo su bebida favorita la mesa y de paso le dio un repaso con la mirada a las tentadoras tetas de Ana
Jesús se apresuró a pagar.
- Veréis, este es un camino que exige un compromiso, si no estáis absolutamente decididos, no lo emprendáis, no quiero perder el tiempo
- Queremos, mi señor - dijo Ana mientras Jesús la miraba sorprendido de que fuera ella la que tomara la iniciativa – esta semana hemos tenido el mejor sexo desde hace mucho tiempo. Esta situación nos excita muchísimo y estamos disfrutando como no lo hacíamos en años.
- ¿Sois bisexuales?
- Yo sí, mi señor, tuve alguna aventura con compañeras de universidad y me gustaba mucho
- ¿Y tú, perro?
- No lo sé, mi señor
- ¿no lo sabes?
- Nunca he estado con un hombre, pero a veces me masturbo con el consolador de ana en el culo y me he hecho alguna paja mientras lo chupo.
Ana lo miró asombrada de que Jesús lo dijera tan abiertamente, era una cosa que solo sabía ella y por que lo había pillado aquel día.
- Bien, así disfrutarás más.
Quedo un momento en silencio y los miró pensativo
- ¿Habéis traído la tarjeta?
- Sí, mi señor.
- Bien, acompañadme entonces, que os voy a llevar de compras.
Se levantaron todos y la pareja caminó detrás de él por instinto. Cuando llegaron a la altura de la barra el hombre y el camarero cruzaron una media sonrisa cómplice y se despidieron con un gesto de la cabeza.
Ya en la calle, justo enfrente, está el Snow Dreams, un sex shop con sala de cine x y muchísimos artículos. Allí se dirigieron.
El hombre entró primero con paso decidido, se notaba que estaba familiarizado con el sitio.
Ana y Jesús entraron detrás de él. Aunque a primera vista mantenían una actitud natural, cualquiera que los hubiera observado se habría dado cuenta de que ya habían asumido una actitud de sumisión y seguían a su dueño .
Recorrieron las estanterías observando detenidamente los cientos de artículos y juguetes eróticos. Cuando llegaron donde estaban todo lo relacionado con el BDSM el hombre se paró y se volvió a hablarles.
- Perro – dijo sin bajar el volumen de la voz- ves a por una cesta
- Sí, mi señor – Jesús se acerco a por una cesta y la trajo de inmediato hasta donde ellos estaban
Sin dirigirles la palabra cogió dos collares de sumiso, dos joyas para el ano, una pala para spank, dos bocados en forma de bola , unas pinzas para los pezones , un arnés con un consolador de 25 centímetros , varias esposas de diferentes formas para muñecas y tobillos , un floguer y una fusta.
Ana y Jesús tuvieron reacciones diferentes a cada artículo que el hombre introducía en la cesta.
Ana se mojó, literalmente cuando él cogió las pinzas para los pezones. Extrañamente le encantaba sentir aquel dolor cuando le decía a Jesús que le retorciera los pezones, por su parte Jesús no pudo esconder una erección cuando observó el arnés con el consolador incorporado . Aunque no pensaba mucho en ello, sus experiencias con placer anal le habían producido mucho placer y a estas alturas ya no podía negar su bisexualidad.
Le pasó la cesta a Ana
- Paga, perra
- Sí mi señor
Se acercaron a la caja y cuando la dependienta ya había contado todos los artículos el hombre le hizo un gesto con la mano para que esperara.
- Además, danos tres entradas para el cine - dijo el hombre
Sin ninguna expresión, la dependienta les cobró las tres entradas
- ¿Te importaría guardarnos esto un rato mientras vemos una película? - le pidió el hombre
- Por supuesto, ningún problema – contestó la dependienta
- Un momento, esto sí que me lo llevaré a la sala – dijo mientras cogía la fusta recién comprada.
Entraron en el cine detrás de él. Se quedaron un momento esperando justo al entrar para que los ojos se les acostumbraran a las condiciones de luz. Cuando se les dilataron las pupilas pudieron observar una sala pequeña con cinco o seis filas de sillas orientadas hacia una pantalla donde estaban proyectando una película porno. A la izquierda de la sala un panel paralelo a la pared con agujeros a diferentes alturas formaba un pasillo francés donde cualquiera se podía colocar y sacar su miembro para que desde el otro lado le practicaran una felación estilo glory hole
Pudieron distinguir cuatro o cinco hombres sentados de manera dispersa. La mayoría se masturbaba sin esconderse mirando la película
La última fila estaba libre y allí fue donde el les indicó que se sentaran cada uno a un lado suyo.
Algunos hombres se volvieron hacia ellos e hicieron el gesto de levantarse para acercarse.
- Todavía no – dijo el alzando la voz por encima de los gemidos de la película y enseñando la fusta.
Como movidos por un resorte todos frenaron su maniobra y permanecieron en su sitio, aunque los miraban sin disimulo.
Se volvió hacia Ana y le musitó al oído
- Quítate el vestido, perra
Ana miró al hombre con cada de incredulidad, pero la mirada, la seguridad en su profunda voz, la impulsó a obedecer. Sacó su vestido por la parte superior de su cuerpo y se quedó sentada desnuda, con sus preciosas y grandes tetas a la vista de los hombres que estaban en el cine y que masturbaban furiosamente mientras repasaban con la mirada cada centímetro de su piel, iluminada con el resplandor de la pantalla.
- Sóbate las tetas – le indicó entonces
Ella comenzó a tocarse los pechos pellizcando sus pezones, estando ya completamente excitada.
Entonces el hombre volvió su cabeza hacia Jesús.
- Desnúdate y ponte de pie al lado de tu mujer y fóllale la boca de manera que puedan veros todos
Jesús obedeció inmediatamente y, levantándose, metió de un solo golpe la polla en la boca de su mujer y sujetándola del pelo entraba y salía hasta la garganta una y otra vez. Ana intentó bajar sus manos a su sexo, pero él le dio suavemente con la fusta en las manos y le dijo
- Cuando yo diga, perra – le dijo firmemente
Ana, sin dejar de chupar la polla de su marido, le contestó algo que sonaba como:
- Fi, pi fenor
Eso la excitó más todavía.
Dejó que estuvieran así unos minutos más y volvió a darles instrucciones
- Basta, ahora, perra, ponte de pie, con las manos en la pared y las piernas separadas. Tú, perro, acompáñame y haz lo que te diga.
Ana obedeció inmediatamente y él hombre indicó con la fusta a Jesús que se pusiera al lado.
Cuando ya estaban así miró a la sala y les hizo una señal a los hombres que estaban mirándolos desde hacía rato y masturbándose con su espectáculo.
- podéis sobarla, con cuidado o corto la fiesta – les dijo
Jesús sintió una excitación descomunal cuando aquellos hombres comenzaron a sobar a su mujer por todas partes, la cogían de las tetas y la estrujaban, le sobaban el culo, intentaban meter los dedos por todos sus agujeros. Uno de los hombres se dio cuenta de que a ella le excitaba muchísimo que le retorcieran los pezones y se empleó a fondo. Ana tuvo su primer orgasmo en esa posición, mientras uno de los hombres metía dos dedos en su coño, otro acariciaba su clítoris y otro intentaba entrar en su culo con un dedo, fue tan fuerte que le temblaban visiblemente las piernas y estuvo a punto de caerse al suelo. Jesús empezó a masturbarse y él hombre le golpeó las manos con la fusta
- cuando yo te diga – le advirtió
Entonces hizo una seña a los hombres y estos entraron en el pasillo francés, introduciendo sus penes por los agujeros que daban a la sala.
- Ahora quiero que los hagáis correrse a todos, no os costará – le dijo a la pareja
Ana y Jesús, desinhibido ya absolutamente respecto a su bisexualidad, se pusieron en cuclillas y empezaron a lamer y chupar todas las pollas que salían de los agujeros. Iban recibiendo el semen en la cara y en los cuerpos. Cuando acabaron con el último, el resto ya había salido de la sala.
Ana había ido teniendo orgasmos cada vez que una de las pollas eyaculaba sobre ella y Jesús estaba a punto de reventar.
- Ahora fóllale el culo a tu mujer y córrete dentro – les ordenó
Cuando Jesús se acercó a Ana ella ya había apoyado las manos en una silla y tenía su culo ofrecido, deseando ser follada. Jesús entro de un solo golpe en su ano y ella sintió un dolor, que curiosamente la excitó más todavía. Apenas hicieron falta unos cuantos empujones para que Jesús se vaciara en el culo de Ana abundantemente. Gritaban los dos como locos.
Cuando se quitaron el semen de encima y se vistieron de nuevo salieron de nuevo al sex shop detrás de aquel hombre que los estaba haciendo disfrutar como nunca en su vida.
- Hola de nuevo - le dijo el hombre a la dependienta - ¿me das las cosas que han comprado mis dos perros, por favor?
- Claro que sí – le dijo la dependienta alargándole una gran bolsa por encima del mostrador y dedicándole una sonrisa cómplice
Él les alcanzó la bolsa y salieron a la calle. Se volvió hacia ellos y les dijo
- Ahora id a casa y lavaros. Tenéis permiso para follar o cualquier otra practica hasta hoy a las dos de la mañana. A partir de ese momento no os tocareis ni entre vosotros ni vosotros mismos hasta que yo os autorice. ¿Entendido, perros?
- Sí, mi señor, dijeron los dos al unísono
Sin decir nada más dio la vuelta y se alejó por la acera adelante
Ellos se quedaron parados mirándose y, sonriendo, fueron a buscar el coche.
Cuando llegaron a casa, nada más cerrar la puerta, se arrancaron la ropa el uno al otro con desesperación. Se metieron en la ducha y se enjabonaron profundamente el uno al otro, limpiaron todos sus agujeros y en la misma ducha Jesús penetró salvajemente a Ana. Martilleaba su sexo, penetrándola una y otra vez, Ana nunca lo había visto así. Jesús la cogió del pelo y le penetró el sexo desde atrás mientras alternaba palmadas en el culo con pellizcos en los pezones.
Como había eyaculado recientemente, Jesús aguantó un buen rato así, mientras Ana se corría una y otra vez. Entonces ella sintió como las embestidas se aceleraban y se corrió gritando mientras sentía su coño inundarse de la leche de Jesús.
El agua caía sobre ellos mientras recuperaban el aliento.
Salieron con su albornoz, se metieron en la cama desnudos y se durmieron con una sonrisa en la boca.
Los dos estaban deseando que aquel hombre los volviera a llamar. No habían disfrutado tanto del sexo en su vida.
Continuará…
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