Maestro 5 (final)

Hasta aqui el principio de una relación entre maestro de musica, de morbo, de trasgresion, de exhibicionismo, y su aventajada alumna

Me he masturbado desde muy joven, siempre busque esas sensaciones que en ocasiones me proporcionaba yo misma con mis manos pero en otras la casualidad hacia que llegara el placer de alguna forma inesperada, rozándome contra algún objeto que se ponía a mi alcance, bien buscado o casualmente. Recuerdo especialmente mis sesiones de equitación, en donde en numerosas ocasiones los vaivenes del caballo al paso y el trote, me trasmitían sensaciones muy excitantes y agradables, pero no supe lo que era un orgasmo hasta mucho más tarde.

En el momento que ocurrieron los acontecimientos que relato,  estaba desbocada al descubrir que podía darme placer yo misma hasta el orgasmo, me masturbaba a diario, muchos días más de una vez, cuando las sabanas de mi cama me envolvían al acostarme para dormir, como si de un ritual se tratara, me bajaba las braguitas hasta las rodillas y me tocaba hasta explotar en un orgasmo, del mismo modo con el timbre del despertador por la mañana nuevamente mis manos acariciaban mis pechos y mi sexo hasta conseguir nuevamente el orgasmo.

….

Me tocaba volver a mi clase de piano después del instituto, eso hizo imposible que me vistiera para mi Maestro, de modo que acudí a su casa con el uniforme. Miles de mariposas revoloteaban en mi estómago por el camino, estaba acalorada, entre el buen tiempo primaveral y mis nervios mi cuerpo estaba lleno de sensaciones extrañas y excitantes, al llegar a su puerta las piernas me temblaban, no sabía que iba a ocurrir, estaba un poco asustada, de mi mano temblorosa un dedo acertó a tocar en el botón…

-Riinnnngggg!!-

-buenos días Maestro-

-Buenos días Eva-

Pocas veces me llamaba Eva, siempre me decía niña, parecía que su mirada hacia mí cambiaba y eso me hacía sentir más mujer, más adulta, me miró fijamente sonriendo y dijo:

-como te encuentras?-

-bien, gracias- respondí poniéndome colorada como un tomate.

Me despoje de la chaqueta, se la di y él la colgó de la percha, me dirigí al salón echa un manojo de nervios y me senté en el taburete frente al piano.

-antes de ponernos a trabajar, quiero hablar contigo- me dijo

Agache la cabeza temiendo lo peor y dije:

-como quiera maestro-

-el ultimo día pasaron cosas entre nosotros que no estoy seguro de que sean adecuadas- empezó a decir, -soy un hombre mayor, podría ser tu padre y tú eres muy joven, eso me ha hecho pensar mucho y creo que lo ocurrido el otro día no está bien, tengo la impresión que traiciono mi amistad con tus padres y podría causarte a ti un daño irreparable-

Yo no sabía dónde meterme, la verdad es que hablaba con un tono y un cariño que me tranquilizaba bastante.

-quiero que me digas que has pensado tú de todo esto- repuso.

-yo… yo…- unos lagrimones empezaron a rodar por mi cara y mi boca se torcía en un puchero imposible de controlar, estalle en un sollozo y agache la cabeza…

-niña, mi niña, no te estoy reprendiendo, solo quiero que reflexionemos sobre lo que nos pasa- y al decir esto se acercó y sentándose a mi lado me abrazo tiernamente.

Escondí mi cara contra su pecho y lloré en silencio sin poder articular palabra.

-solo quiero saber que no te hago daño, que eres lo suficientemente madura como para controlar esto, necesito saber que lo deseas realmente y que no te hará daño- dijo en un todo muy dulce y calmado.

-maestro- acerté a decir, -ya soy una mujer, me gustó lo que pasó pero si usted no quiere que vuelva a ocurrir no volverá a pasar, lo prometo- dije.

Alzó con su mano mi cara y me miro a los ojos sonriendo, me dio un suave beso en los labios y dijo:

-nada deseo más que a ti, nada me importa más que tú, me vuelve loco contemplar tu maravilloso y joven cuerpo, ya has visto el efecto que causas en mi- se rio al decirlo, yo me reí también y le devolví el beso.

-entonces hagamos un trato- dijo, -yo cuidaré de ti, prometo pedirte solo cosas que te proporcionen placer y te enseñaré todo lo que yo sé y tú prométeme que solo harás aquello que tú quieras hacer y que será nuestro más profundo secreto-

-se lo prometo maestro-

Me sentí feliz, aquellas palabras fueron balsámicas para mí, se me quitaron los nervios y adopte una actitud de alumna obediente y le dije:

-que quiere que haga ahora?- le dije

-mira lo que hay en el sofá-

Frente al piano había un sofá grande, al mirar vi un pequeño paquete hecho con papel de regalo, le miré a los ojos y dije:

-es para mí?-

-sí, es para ti-

Fui corriendo al sofá, me senté, agarré el paquetito y lo abrí precipitadamente, aparte un pequeño lazo negro de adorno, desgarré el papel gris y una cajita roja quedó ante mi vista, antes de abrirla mire al maestro, el me observaba atentamente y sonreía, al abrir la caja, envueltas en un finísimo papel de seda blanca, unas diminutas tangas negras semi transparentes asomaron, las extraje de la caja y al extenderlas ante mis ojos me parecieron la prenda más sexy y bonita que jamás hubiera imaginado para mí, en la cintura del triángulo delantero un ramillete de flores rojas bordadas y el diminuto triangulo trasero una pequeña flor roja en la que convergían las tres cintas.

Abrí mucho los ojos y exclame emocionada:

-son preciosas!... Pero… maestro! no puedo llevar esto a mi casa mis padres me matarían!- exclame.

-pues no las lleves- dijo

-entonces?-

Me miró con una picara complicidad y dijo –pues entonces si quieres ponértelas deberás hacerlo aquí, no crees?-

Le devolví la sonrisa adornada con el rojo carmesí de mis mejillas avergonzadas, aquella prenda era realmente bonita y me volvía loca por estrenarla pero sentía pudor y vergüenza, entonces él dijo:

-tengo que darme la vuelta, o me dejaras ver cómo te las pones?

Con las mejillas aún más incendiadas y temblorosa como un flan las extendí delicadamente a mi lado en el sofá, el maestro estaba sentado ante el piano en su taburete y comenzó a tocar “Somewhere over the rainbow” metí mis manos debajo de mi falda por ambos lados cuidando de no levantarla y me baje las braguitas de algodón blanco, las liberé de mis pies y las puse junto a las tangas negras en el sofá, entonces me levante y tome las tangas con mis manos y me las puse despacio, las fui subiendo hasta que quedaron ajustadas a mi cuerpo…

-no vamos a ver cómo te quedan?-

Estaba nerviosa, la excitación empezaba a vencer a la vergüenza y mi sexo empezaba a arder e inundarse…

-cómo?- Acerté a decir

Dejó de tocar, se levantó y vino hacia mí, me tomo de las manos para que me levantara y me acompaño hasta un gran espejo que había en el salón, se puso tras de mí y me dijo:

-mírate-

Primero lo miré a él, vi su sonrisa y su mirada de aprobación y cariño, pero también pude ver su abultado pantalón nuevamente, aquello termino de incendiarme, sin más recato subí mi falda ante el espejo para verme… dios!! Me quedaban divinas!! Que sexy me veía, que adulta, que mayor!!!

-mírate por detrás- me dijo

Me giré y levante mi falda por detrás y cielos santo!! Me encantaba!!, al volver la mirada hacia él, me abrazó y nos dimos un apasionado beso, sus labios abrazaron los míos y su lengua penetro en mi apasionada boca haciéndome vibrar de placer y deseo.

Aun unidos por aquel beso, sentí como desabotonaba mi falda y se caía al suelo deslizándose por mis piernas, entonces se apartó de mí y como si de su pareja de baile se tratara me hizo girar ante su mirada, yo me veía ante el espejo y le veía a él, no podía evitar que mi mirada se dirigiera a abultado pantalón.

Mi camisa era un pequeño estorbo para el espectáculo que le ofrecía mi cuerpo, pegado a mi espalda acaricio mis pechos por encima de la tela y empezó a desabotonarla… uno… dos… con la camisa totalmente desabotonada me dijo:

-quítatela-

Me la quite, el espejo mostraba una escena que me resultaba maravillosamente excitante, en tangas y sujetador, mis curvas enmarcadas por aquella diminuta prenda, mis pechos apenas contenidos por la tela blanca, no pude resistirme a el deseo de exhibirme para mi maestro, empecé a moverme, a hacer posturas atrevidas, sexys, insinuantes, ponía mi culo en pompa, tiraba de las cintas del tanga hacia arriba para clavarlo en mi cuerpo, apretaba uno contra otro mis pechos...

-déjame contemplarte, eres tan hermosa!- y mientras decía esto se apartó de mí y fue a sentarse en el sofá junto a mis braguitas de algodón

Yo me miraba al espejo y lo miraba a él, su erección me hipnotizaba, vi como cogía mis braguitas con una mano y se las llevaba a la cara para olerme y con la otra se acariciaba su abultado miembro por encima del pantalón.

Moviéndome como una gatita en celo me fui acercando despacio hacia él, se recostó hacia atrás para mostrarse, tenía las piernas muy abiertas y me situé entre ellas.

-mira como me tienes- me dijo

Bajé mi mano hasta acariciar su miembro por encima del pantalón.

-quiero verlo- le dije

Se desabrocho el cinturón, el pantalón y después se bajó la cremallera y dijo:

-todo tuyo-

Levante el bóxer metí mi pequeña mano bajo la tela y lo extraje… me encantaba!, estaba tan duro! Mi mano empezó a jugar con él, apenas podía rodearlo, subía y bajaba la piel, sentía como palpitaba y la rugosidad de sus hinchadas venas, me fascinaba ver salir de la piel el pene brillando, acerque mis labios y deposite un suave beso en la puntita, él se estremeció con aquello, susurro: -siii!.

Me puse de rodillas entre sus piernas, él estiro sus manos hasta alcanzar mis pechos, los libero del sujetador y quede expuesta, yo jugaba con su sexo, lo acariciaba y exploraba con las dos manos y mis dedos juguetones no dejaban ningún rincón sin recorrer, entonces tome la iniciativa, le desabotone la camisa y se la quite, le baje pantalones y bóxer hasta los tobillos y yo me quite el sujetador.

Le indique que se tumbara en el sofá, entonces yo de rodillas en el suelo tuve su cuerpo a mi merced, era un hombre maduro, pero muy bien parecido, entonces mi falta de experiencia me impedía valorarlo, pero hoy sé que además de guapo estaba muy bien dotado.

Empecé a acariciar todo su cuerpo, su pecho con una pequeña mata de vello en el centro, bese sus pezones mientras mi mano volvió a su sexo, acaricie sus testículos y jugué con su pene tirando de él hacia abajo y soltándolo para verlo ponerse erecto, se pegaba a su vientre hasta la altura de su ombligo, lo bese, olía a hombre, me gustaba, lamí su contorno.

-introdúcelo en tu boca y chúpalo- me dijo

-lo puso muy derecho con una mano y apunto directamente a mi boca, tiro de la piel hasta dejarlo al descubierto y levanto la cintura para acercarlo a mi boca, me incline abriéndola y lo recibí en ella, oh!! Que sensación, me encantó, me gustaba su calor, su sabor, mis labios y mi boca jugaban con él y el Maestro se convulsionaba en el sofá con la mirada perdida y una de sus manos tirando y pellizcando mis pezones, haciéndome sentir un extraño y enloquecedor placer, aquello me volvía loca, quería más!!

Lo saque de mi boca y me subí al sofá, puse una de mis rodillas a cada lado de sus caderas y me dispuse a cabalgar sobre él, acomode su abultado miembro que reposaba largo sobre su vientre en mi entrepierna, mi sexo se abrió sus labios para recibirlo, estaban inundados por mis jugos y empecé a frotarme contra él.

Lo sentía tropezar contra mi clítoris y con cada movimiento una oleada de placer crecía dentro de mí hasta que estalle en un brutal orgasmo entre gritos y gemidos que no pude reprimir.

Me deje caer sobre él besándolo apasionadamente y en esa posición quede abierta y expuesta, sentí la cabeza de su miembro en la entrada de mi sexo, entonces hizo un movimiento y sentí como me algo me abría, note su pene a la entrada de mi sexo, lo miré a los ojos

-va a hacerlo?- le dije.

-seria tu primera vez? – respondió.

-si-

….

A la salida de la adolescencia, es fácil para una chica joven como yo era entonces, confundir sentimientos con otras cosas, lo cierto es que me sentía muy unida sentimentalmente a mi maestro, pero no puedo decir que estuviera enamorada, él era para mí más un mentor que un amante, lo quería, lo quería mucho, hubiera dado mi vida por él, pero aquella relación era muy especial, nunca más volví a sentir aquello por otro hombre, aceptaba su autoridad sin discutir nada, me entregue a él sin condiciones, sin límites, sentía que era como una geisha para él y lo hice porque su actitud hacia mí siempre fue muy correcta, educada, considerada y cariñosa, nunca me pidió nada que excediera mis limites, pero sí que me llevo mis limites muy lejos, más de lo que yo misma hubiera imaginado jamás. Gracias a él y su aprendizaje, me considero una mujer satisfecha y llena de experiencias que por la discreción que él mismo me enseño y mis circunstancias exigen, nadie se imaginaria.

Al año siguiente empecé en la universidad, los encuentros con el maestro siguieron produciéndose mucho tiempo, incluso después de casada y hasta su muerte que lloré desconsoladamente pocos años más tarde.