Maestro
Xxx
Sus destinos estaban escritos. Se tenían que conocer, amar. Curiosamente, fue en un partido de baloncesto donde se conocieron como contrincantes. Aquel momento quedó, en un buen partido y en dos corazones ocupados.
Años después, aquellos profundos ojos la observan desde la distancia. Es verano, ella se encuentra con unas amigas en una conocida terraza. Buena música, buena temperatura, y buenas risas. Sus ojos la estudian, analizan su comportamiento, sus movimientos. Recuerdos le vienen a su inmejorable memoria. Sí, es ella. Durante un buen rato, duda si acercarse y preguntarle. Rato después, ve como ella se encamina para cambiar de lugar, a solas, y ahí, se arma de valor y va a por ella.
Perdona, ¿eres Bárbara?- pregunta tímidamente.
Sí, soy yo -responde ella sorprendida. Pero en ese mismo segundo cae. - Y tú, ¿el ruso?
Sí, sí -contesta él riendo porque nunca entendió ese apodo.
Verás, llevo un rato observándote y en realidad, estaba seguro pero lo cierto es que has mejorado, si cabe, con el tiempo -Sonríe encantadoramente. Ella se ruboriza.
Gracias -sus miradas se estudian entre sonrisas tímidas.
He quedado con unos amigos aquí al lado, ¿te apetece venir? -preguntó ella.
No, te lo agradezco, de verdad. Pero me retiro ya. Me ha encantado verte. Estás fenomenal.
Muchas gracias.-Sonrió.
Se besan para despedirse y al cabo de unos diez pasos, y una prudente distancia, él se gira. Grita su nombre. Ella, se da la vuelta y él le pregunta:
¿Puedo llamarte?
¡Sí, claro! Pero...mi número...¡no lo tienes! -dijo con sus brazos abiertos.
No te preocupes -y se marchó
Ella sigue su camino. Sonriendo.
Dos semanas después, estaban cenando. Y tres años después, dieron fin a sus cenas, sus besos, sus caricias, sus confidencias, sus compromisos y a sus vidas en común. Pero no, a su cariño y amor profundo y sincero. Único y especial.
Bárbara se sentía muy unida a él. Había vivido junto a ese hombre, momentos inolvidables. Tristes y alegres. Excitantes y frustrantes. Había descubierto mundos ocultos, desconocidos y excitantes. Él le fue mostrando los colores de la vida. El amargor y dulzor de esta misma. Era su maestro. Maestro de la vida.
Su maestro le mostró un mundo sexual abierto, libre, curioso, generoso, sincero, aventurero, excitante, y natural.
Cierto es que, ella había sido siempre una alumna muy aplicada y colaboradora. Así pues, las clases fluyeron suave y eficazmente. Obtuvo su máster.
Bárbara, tumbada en su chaise-longe, recordaba aquella época y lecciones. Poco a poco, entre sonrisa y sonrisa picarona, deja que sus recuerdos invadan su cuerpo. Sus manos, acarician lentamente la bata japonesa suave que cubre su cuerpo. Cierra sus ojos y los flashes en rojo empiezan a aparecer.
Su alumno más aventajado la espera obediente a cuatro patas en la puerta de entrada. Tal y como ella le había ordenado. Al entrar ella, le ignora. Se dirige al salón. Se sienta en el sofá. Su perro sigue en la entrada, esperando la orden. Ella saca una fusta, larga, negra y flexible.
-Ven - le ordena.
Él, obediente, realiza el camino despacio.
-¡Más rápido! No tengo toda la noche. ¿No querrás que me enfade, verdad?- Le espeta ella. Él, presto y obediente, cumple.
Sus botas negras con tacón de aguja, le esperan apoyadas en la mesa.
-Chúpalas. Quiero que me las limpies a fondo. Empieza por la suela. Hoy no he parado en todo el día.
Su perro saca su lengua y empieza a lamer las suelas. Tímidamente, mira a su ama para ver si lo está haciendo bien. Su ama le da un puntapié en la mejilla para que se centre en lo que se tiene que centrar. Le da la orden de que suba su sucia lengua por toda la bota, hasta su rodilla. La chupa. Le obliga a hacerlo varias veces.
La fusta le levanta la cara. Su ama, quiere que se las quite. Quiere que le chupe los pies y sus dedos.
-Mete tu asquerosa lengua entre mis dedos y quítame toda la mierda.
Él, se equivoca al quitarle la segunda bota y ella sin dudarlo, le atiza con la fusta.
-¡¡Puto cerdo!! ¡No sabes ni quitar una bota!- ella se levanta enfadada y se aleja un poco. Él le pide perdón.
-Perdón ama, perdón. Lo sé hacer. Por favor, déjame que te lo demuestre. Por favor, te lo ruego, te lo ruego.
Ella, lentamente, vuelve a su sitio, no sin antes, abofetearle la cara.
Ya con sus pies al desnudo. Su dócil perro, empieza a meter su suave lengua entre sus dedos. Uno a uno, va lamiéndolo y limpiando. Su ama parece contenta. Lo está haciendo bien. Su lengua se desliza y limpia la planta de los pies. De arriba a abajo. Los lame a gusto. Su pene erecto lo demuestra. Ella gime de placer mientras, su esclavo, su puto esclavo, los lame y separa sus dedos con la lengua. En ese curioso juego de lamer la planta de su pié y sus dedos, comete el “consciente” error de tomar la iniciativa y meterse los cinco dedos en sus boca y jugar con la lengua. El latigazo y bofetada llegaron.
-¿Acaso te he ordenado eso?- Su ama inclinada sobre su cara, sujeta su barbilla. -¿Te he dicho que te los metas en tu sucia boca?
-No mi ama. Lo siento. No volveré a hacerlo. -responde sumiso.
-Eso es. Así es. Sigue -ordenó.
Mientras su ama tumbada en el sofá, disfruta, él siente que va a explotar de placer. Está esperando la orden, como siempre. A ella, le gusta tensar la cuerda y llevarlo al límite. Él está ansioso y deseando que la dé. Ella lo sabe y espera un poco más. Ella le mira.
-Ahora. -Ordena mientras saca su pie de la boca sumisa y obediente.
-Quiero que te la hagas para mí -le dice mirándolo fijamente.
-Sí, ama. Sólo para ti -agarra su firme pene y empieza a masturbarse.
Ella no puede reprimir un gemido de placer, de control, de éxtasis. Le gusta que se masturbe para ella. Mirándola. Implorando perdón, permiso, placer....
-Tu polla está enorme -Su mirada lo decía todo. Mientras, apretaba sus huevos con la mano.
-Quiero que te corras para mí, tu ama. Quiero tu leche en mis pies. Quiero que cuando te corras, lo chupes. Eres mío, mi perra sucia lamepies, eres mi puta y así va a ser siempre.
Mientras le ordenaba todo esto, bajito en el oído, su esclavo no pudo contener por más tiempo tanto placer.
-¡Oohhh sí mi ama!¡Tuyoooo!¡Todo tuyooooo!
Obediente, cumplió las órdenes. Todas.