Maestra y alumna Químicamente imposible

Sueños húmedos

-Ay cariño, no seas amargada, vamos a bailar. -Dijo Gloria tratando de convencer a su amiga, esa noche no habían compartido grandes chismes, pero por lo menos quería encontrar alguna chica que fuese del interés de su ebria compañera, ella lo merecía, llevaba mucho tiempo sola con la estúpida ilusión de que Rosa, la profesora de química, tuviese aunque sea un poco de interés en sus labios, en su cuerpo, deseaba que su irreal utopía de llamar su atención aunque fuese solo un poco, se volviera realidad, a veces la pelinegra pensaba que la vida de su amiga necesitaba un poco de emoción.

-Si Lil, no te quedes ahí sentada, la noche es para disfrutarse. -Exclamó Fernanda siguiéndole el juego a la alegre pelinegra que moría por bailar.

-Ay Lilith tiene razón, la próxima semana hay examen y en vez de estudiar, terminamos en un bar de mala muerte. –Contradijo María con sarcasmo, casi todas las chicas que se encontraban en esa mesa estaban a décimas de reprobar el semestre, precisamente porque sus tardes de estudios siempre conllevaban beber alcohol barato en cualquier antro elegante que la Ciudad de México podía ofrecer. -Aunque no estaría mal desestresarnos.

-Ay bueno si ustedes no bailan, pues yo sí, que tal que me encuentro al güey que vi en el estacionamiento. -Todas las chicas rieron ante el comentario de Fernanda, aceptando que esa noche, la pelirroja no bailaría al ritmo del acalorado reggaetón que sonaba de fondo en aquel bar.

-Bailen ustedes, a mí con que me dejen la botella estoy feliz, además me estoy mareando. -Aceptó la pelirroja mientras lanzaba una ligera risa, era cierto, recordar que aquel examen estaba próximo había aumentado sus nervios después del mal día al que se había enfrentado, al punto que solo buscaba la excusa perfecta para poder escapar a su casa antes de lo previsto.

-Pero no te la vayas a acabar ¿Eh? -Gloria se retiró en compañía de Fernanda y María, gozando de la alegría que les ofrecía el ambiente.

La de ojos almendrados llevaba un vestido negro corto pegado al cuerpo, se ajustaban deliciosamente a sus anchas caderas acentuando aún más el relieve que poseían, acompañado de unas medias semitransparentes del mismo color con una costura en la parte posterior como las que solían usarse en los años 60´s y unos tacones a juego. La joven  se sentía tranquila, era bueno salir de su casa de vez en cuando, y más con la interminable reprimenda del profesor de educación física, sus comentarios acerca de reprobarla, la desesperación que le causaba sentir las miradas decepcionadas de la tan amada maestra de química, apenas un semestre y únicamente no reprobó porque la mujer con la que tanto soñaba decidió regalarle algunas décimas para alcanzar la nota aprobatoria mínima, todo le había sentado muy mal, o quizás solo había sido el vodka.

Y sí que le había afectado el licor, porque divisó a la licenciada en química que vivía en sus pensamientos y robaba sus noches sentada delicadamente en un taburete junto a la barra, con sus habituales blue jeans y característico aire de alegre relajación, usaba también la misma blusa blanca que había portado esa mañana, la seda se unía a su cuerpo y evitó que se concentrase en la clase. El look se completaba con una chaqueta roja y unos stilettos a juego, las ondas en su largo cabello castaño hacían recordar a la arena quemada por la luz del sol, toda ella era la definición de la sublime perfección que la perturbaba. Joder debería volverse abstemia, ya en una ocasión había imaginado cosas parecidas en una situación similar, ella llegaba, le declaraba su amor, le pedía matrimonio y le plantaba un sublime beso que no hacía más que despertarla de un sueño, ¿Otra vez? sin embargo, algo le decía que no estaba alucinando.

Al parecer, la profesora sintió los ojos de la pelirroja clavados en su espalda, pues giró su cuello en dirección a la antes mencionada, Lilith se paralizó, su cara se volvió de un carmesí intenso e intentó bajar la mirada, sin éxito, esa noche, la ojimarrón se veía especialmente atractiva, casi sensual, la chica de melena carmesí se sonrojó aún más al sentir la misma intensidad en la mirada de su bellísima educadora, a la mujer que en secreto solía llamar “El amor de su vida”.

La de cabello castaño tenía las pupilas dilatadas, dejando ver que se encontraba en el mismo estado que la casi reprobada chica que la observaba como si de una obra de arte se tratase.

El color negro se estrelló con el marrón, y las dos mujeres hicieron contacto visual por algunos segundos, sorprendentemente el semblante de la profesora no era áspero, generalmente podría asemejarse a un vino rudo y astringente portador de la sensación de dureza, pero de igual manera exquisito. Rosa sonrió, y levantó su copa en señal de brindis, invitando a la estudiante a acercarse a ella, no fue capaz de reaccionar al instante, necesitó unos segundos extras para comprobar que el alcohol no le había jugado una mala pasada.

-Ahorita vengo. -Musitó levantándose y yendo en dirección a la barra, a lo lejos percibió un "¿Y ésta loca qué?" por parte de quien parecía ser María, no estaba segura, había entrado en un delirio donde solo le importaba llegar a donde estaba la química que la distraía tanto en los días fríos de otoño, como en las más oscuras madrugadas, mientras más se aproximaba, más corroboraba que no era un espejismo. Al llegar a su lado, las palabras se rehusaban a salir de su boca, pues estaba demasiado ocupada inhalando el perfume de la dama que más temprano llevaba una bata blanca que revelaba su profesión.

-Buenas noches Lilith. -Murmuró cerca de su cuello, que quedaba a la misma altura de su rostro aún sentada. A la de cabello rojo le parecía demasiado extraña la actitud de la profesora, tanto soñar con ella le había vuelto inimaginable que la situación que su mente creaba pudiera cobrar realismo pero ella tampoco estaba en sus cabales, además no podía negar que era extrañamente excitante que su amada Rosa estuviese en el mismo bar que ella susurrándole cosas, así que optó por tomar un asiento a su lado.

-Buenas noches profesora. -Saludó reservadamente, esperaba algún regaño por estar en un bar, pero en vez de tratar de sermonearla como haría una docente sensata, la ojimarrón bebió de su copa eróticamente, tratando de provocar a la pelirroja, quien observaba sus labios carmesí como si su vida dependiera de ello.

-¿Conoce la historia de los besos y el vino? -La maestra tenía la voz entrecortada, parecía que ideas maliciosamente acaloradas invadían su mente, astringentes, amargas que provocaban una contracción de los tejidos como lo hacía el vino.

-N-no - La chica estaba agitada, la cercanía la hacía temblar, su aliento era dulce, como un vino afinado, delicado y aromático que le recordaba el sabor de la uva.

-En el siglo siete antes de cristo, se les prohibió a las mujeres beber vino puro. -La oscuridad que les brindaba la noche volvía la charla más misteriosa, más incitante.

-Sus cónyuges debía rozar sus labios con sus mujeres para cerciorarse de que no habían incumplido la ley. - Murmuró la sensual morena casi lamiendo el cuello de la bella estudiante, quien estaba mojada, jamás había deseado a una mujer tanto como estaba deseando a la profesora.

-Algunos introducían su lengua en la boca de su esposa. -Subió sus labios por la garganta de la pelirroja, parando para morder suavemente su mandíbula, Lilith estaba perdiendo su cordura, puso una mano en la pierna de la ojimarrón, estrujándola, acariciándola de adelante hacia atrás.

-Las parejas se percataron de lo placentero que resultaba, y se convirtió en una demostración de amor, de deseo. -Casi jadeó las palabras exhalando sobre los labios de su candente acompañante, acercándose cada vez más, tratando de despertar su apetito sexual, de volver sensible su piel.

-Muy machista, ¿No lo cree? -La distancia entre sus labios se volvió nula, la lengua le Rosa entró violentamente en la boca de su alumna, estudiando cada hendidura, cada húmedo rincón, enseñándole a encenderse y quemar el deseo de ambas en el proceso. Puso uno de sus muslos en medio de los de la colegiala, provocando que el pequeño vestido revelase aún más de sus muslos, haciendo presión en su sexo, dejándola más sedienta de ella, más ansiosa, llevando su lívido al máximo con la maestra.

Un sonido gutural nació de chica de cabello rojo al sentir el sabor a vino de su boca, que, mezclado con su saliva, se volvía una panacea para su malestar, el gusto a alcohol la estaba matando, con su mano libre, sujetó la cintura de Rosa fuertemente, sintiendo su vientre plano por debajo de la blusa, su sangre ardía por ver lo que había debajo de esa prenda.

-Sí, demasiado. -Contestó la pregunta con un gemido de total excitación, sintió como unos sagaces dedos se colaban por debajo de su camiseta, y después se introducían por su sostén, tocando la desnudez de sus senos, danzando por su carne, leyendo en braile sus cicatrices, sus relieves, la firmeza de sus pezones. Dándole la experiencia más afrodisiaca de su vida.

La falta de oxígeno las obligó a separarse, y un hilo transparente conectando sus labios podía verse a contraluz. Sus posiciones eran las mismas, pero ahora, solo se contemplaban mutuamente, compitiendo por el tiempo que podían pasar sin los besos de la otra, la profesora ganó la batalla, pues la de cabello rojo se abalanzó nuevamente contra ella, ninguna entendía lo que estaba pasando realmente, sus dientes chocando por la brusquedad del beso era la banda sonora de la burbuja que ambas habían creado. La de ojos almendrados continuaba complacida por el vino que sentía en el líquido salival de la sensual mujer de rojo.

El beso duró hasta que respirar se volvió estrictamente necesario, unieron sus frentes con espontaneidad, sonriendo ante el toque de sus pieles calientes, al separarse, compartieron una mirada cómplice, lujuriosa, caliente, las dos sabían como terminaría la velada.

Una copa llena de vino, es una copa llena de pasión en estado líquido, es tan glorioso el primer sorbo como lo es el último, contrayendo los tejidos de la boca, deja un fuerte sabor a uva e historia, en un viaje por los más recónditos lugares de la botella, contando con lujo de detalle cada año que pasó fermentando y haciéndose más sabio. Es un misterio el vino a pesar de saber el proceso de su elaboración, pero si una certeza existe, es que sabe mejor en la boca del ser amado.

Lilith se encontraba sentada a horcajadas sobre Rosa, aprisionando las pecaminosas caderas de la profesora entre sus suaves piernas, mientras sus manos la recorrían una y otra vez de forma ansiosa, la ojimiel besaba su cuello como si de un caramelo macizo se tratase, la saboreaba sin tregua, haciéndola jadear cada vez más fuerte, tenía los brazos alrededor de su cuerpo, acercándola a ella con fuerza, como si fuera a huir en cualquier momento.

Los besos ya no eran suficientes para saciar su hambre por el cuerpo de la otra, en consecuencia, la maestra trató de deshacerse del vestido de su acompañante, chocando con el volante del auto conforme iba sacándolo y dejando la tarea a la mitad para acariciar sus brazos, a la vez que buscaba su boca, mordió su labio inferior salvajemente, provocando un gemido por parte de la pelirroja, quien comenzaba a desabotonar su chaqueta con desespero, esa acción delató la urgencia que la acechaba, y Rosa, dejó de sentirse sola con sus ganas de hacerla suya como única compañía. La profesora encontró nuevamente el vestido, y se vieron forzadas a separarse para que la prenda pudiese dejar de resguardar el camino que sus manos recorrerían aunque aún sin quitarlo por completo, por un momento lamentó la posición, ya que le impedía mirar sus senos sin renunciar a sus besos, en un destello de lucidez dentro de su ebriedad, buscó en sus recuerdos algún hombre que la hiciera sentir tan caliente como lo estaba ahora, nada, las curvas de la estudiante no tenían comparación alguna, como tampoco lo tenía el sabor a vainilla de su pálida garganta. Lilith terminó de abrir su chaqueta e intentó liberarla de ella, apenas lográndolo con la colaboración de la morena, dejando a la vista su blusa, la cual parecía más un sostén por lo arriba que sus caricias la habían arrastrado, la sensual pose le permitía a la alumna contemplar su ropa interior, la mencionada jadeó ante la afrodisiaca imagen y se sintió tentada a degustar su largo y fino cuello, paseó su lengua de arriba hacia abajo, al tiempo que comenzó a frotar su pelvis contra contra la ojimarrón, quien enredaba los dedos en su cabello, proporcionando una suave tortura que sofocaba los instintos de ambas.

Pero no era suficiente.

Lilith dejó de moverse, y sin parar de besarla posó su mano en femineidad de la maestra, acariciando su piel por encima de la mezclilla, gimió intensamente cuando bajó su cremallera con violencia y se abrió paso debajo de sus bragas, llevándola a una dimensión desconocida, repleta de sensaciones nuevas, de las que ni siquiera en sus más ocultas fantasías podría haber imaginado, las yemas de sus dedos mimaban su clítoris, el toque era mucho más placentero debido a que sus piernas apretaban ligeramente los dedos de la más joven en su centro.

Rosa sintió el busto de la estudiante rozar su pecho detrás del sostén, en un acto de desespero, sus manos viajaron por toda la sedosa espalda que tenía bajo su dominio, vacilando en masajear sus hombros o adentrarse en el fascinante mundo que se hallaba debajo del molesto vestido, continuaba derretida bajo su toque, perdiendo la cordura por empaparse con su esencia. En un rápido movimiento desabrochó la hebilla del sujetador y lo retiró por completo, logrando apreciar sus pezones, abandonó su boca para probar el apetitoso tejido rosado que aguardaba rígido, esperando por ser lamido, se aproximó de manera tentadora exhalando sobre ellos, ese aire caliente provocó un leve temblor en la chica, posó su húmeda lengua por sus senos, sintió como el perfume que usaba impregnaba su piel, dándole un exquisito sabor que recordaría por el resto de su vida, los dedos que reposaban en su núcleo comenzaron a moverse de manera circular, lo que le provocó un placer inimaginable a la ojimarrón, mordió levemente a la pelirroja, tratando de calmar su excitación, la miró, sus ojos lagrimeaban debido al placer y sus mejillas no podían verse más rojas. La docente sólo poseía paciencia para revisar exámenes y fórmulas, más no cuando de sexo se trataba y las caricias que daba y recibía la cansaron, bajó el vestido de la estudiante con sutileza, intentando rozar su piel lo más que fuera posible, provocándola, se desplazó por su abdomen, aquel que habitaba sus utopías de esa misma tarde.

Al intentar removerlo, se percató de que sería imposible si no cambiaban de posición, Rosa lanzó a Lilith hacia el asiento del copiloto, con violencia, con ira, perecía que lo que estaba a punto de hacer era una venganza por tantos meses de suplicio junto a ella, tiró del vestido y medias por igual y se deshizo de ellos en un parpadeo, cruzaron miradas, estaban impacientes por complacerse. La ojimarrón arrastró los labios por sus sensitivos muslos, Lilith gimió mientras lamía la cara interna de los mismos. Deseaba llegar a su sexo, pero también pretendía torturarla con el calor de su lengua. Tomó el borde de sus bragas con los dientes y, cuando pasaba por sus rodillas, usó los dedos para bajarlas, arrastrándolas por sus sensuales piernas y proporcionando besos que ardían sobre la piel de la colegiala, hasta que la tela quedó olvidada en alguna parte del vehículo. Cuando volvió a su intimidad, acarició su ingle con la punta de la nariz escuchando un suspiro de su amante. Lamió cada milímetro de su sexo, que esperaba como el cráter de un volcán en erupción: caliente, húmedo, lava en estado puro. Se hizo dueña de sus pliegues, disfrutando de la sensación aterciopelada de sus labios hinchados, siendo alentada por su fragancia erótica a mujer, la de mirada avellana gemía de forma exquisita, tirando del cabello de la mujer de cabello castaño, quien no daba descanso a sus muslos blancos como la leche.

Llegó un momento en el que la tensión en cada parte de su anatomía se notaba gracias a las pequeñas perlas de sudor que adornaban su cuello. Llevó su dedo medio a la entrada de la pelirroja y lo introdujo en ella. Dejó que se acostumbrara al invasor, comenzó a moverlo, buscando alegrar su punto G, su semblante parecía una parábola de ensueño debido a sus gestos de total placer. Sabía estaba a punto de deshacerse en su boca. Succionó su clítoris, hasta que el cuerpo de la chica se puso rígido, atrayéndola a su centro, la ojimarrón sonrió contra su carne mientras ella alcanzaba el orgasmo, sintiendo un cremoso líquido caliente inundar sus papilas gustativas, tenía un sabor salado realmente sugestivo. Apoyó la cabeza en su vientre, volvió a la realidad sintiendo la respiración de su conquista cada vez más tranquila. Contempló su rostro brillante y sus ojos llenos de lujuria, Rosa juraría que estaban más oscuros de lo normal.

-¿Quiere pasar a mi casa? Mi esposo no está. -Preguntó la profesora seducida por sus rizos despeinados, acercándose a sus labios aún presa del alcohol.

-Sí, maestra. -Respondió mientras cerraba el espacio entre sus rostros, probándose a si misma, excitándose nuevamente aún con el estimulante etílico corriendo por sus venas.

La noche se volvió amanecer, mientras profesora y alumna se mataban bajo las sábanas, pues parecía que el sueño pasaba a segundo plano cuando estaban desnudas en la misma cama, disfrutando de la otra sin cesar, teniendo a la luna y después al sol como testigos del sexo salvaje que el alcohol podía propiciar, el mañana era ficticio, como también lo era la diferencia de edad y el rol que cada una desempeñaba dentro de un colegio, eran sólo ellas y el mutuo placer que las secuestraba, ya habría alguna solución para todo lo demás.

7:33 a.m.

Rosa despertó con un dolor infame taladrando su cabeza, el alcohol tomaba venganza, cobrándose la felicidad de anoche, trató de levantarse, pero una carga en su cintura se lo impidió, la miró, era un brazo extrañamente femenino y delicado, siguió mirando de dónde venía, encontrando a una pelirroja profundamente dormida, de pronto recordó lo que había pasado, y todo tuvo sentido. Una pelea con su esposo, la promesa de que sólo bebería un trago en aquel bar, el deseo que la envolvió al ver a su alumna y la fantasía de abrir con alguien más esa botella de costoso vino tinto que reposaba olvidado en la alacena desde hace años cuando su marido se hubiese marchado, fue lo primero que atacó su mente al tomar conciencia.

Y vaya que abrió la botella, pues había dos copas junto a la vacía garrafa, observó nuevamente a la chica que tenía al lado, su rostro parecía tranquilo, bajo la mirada encontrando sus senos, la sábana cubría la parte inferior de su cuerpo, la morena tembló y sus mejillas se tornaron rojas, debía despertarla, si no, se dejaría llevar por sus más bajos instintos.

-Lil. -Susurró en su oído temiendo el como reaccionaría ante esa situación, realmente el sol de la mañana no bastaba para despertar por completo, pero Rosa estaba feliz, sin embargo quizás la chica no lo estaría.

-Lilith. -Susurró un poco más fuerte logrando que abriera los ojos, se notaba que la luz la deslumbró.

-Lil. -Dijo cuando la joven por fin la miró, notó como el rubor teñía su dulce rostro.

-Bu-buenos días profesora. -La pelirroja quiso desaparecer cuando vio el moratón que adornaba el cuello de la ojimarrón, mientras cubría su desnudez con una sábana que había a la mano, la noche le cayó encima como un balde de agua fría, ahora no podría verla a la cara, la vergüenza invadió su ser, ¿Qué pasaría ahora? Estaba claro que debía encontrar la forma de pedir una transferencia a otro colegio, joder era aún peor de lo que imaginaba, si alguien se enteraba, su amada quedaría despedida de inmediato y lo menos que ella quería era causarle daño. Desde ese día dejaría de tomar, pensaba mil cosas mientras miraba los labios de la maestra, estaban resecos, que bien se sentiría lamerlos ahora. Al parecer leyó sus pensamientos, pues se aproximó discretamente a ella.

-Todo está bien, no te preocupes. -Dijo cada vez más cerca de su boca, aspirando el delicioso aroma a vainilla y vino tinto que emanaba su cuerpo. Rosa sólo quería saber que pasaría con esa aventura, si se quedaría en una noche perdida entre las madrugadas, o sería algo recurrente, tal vez hasta serio. Estaba consiente de que esa mujer le encantaba, una noche bastó para quedar atrapada en su piel, más si ella no correspondía, estaba satisfecha con tener esa vivencia entre sus memorias.

La pelirroja esperó por ella pacientemente, hasta que tocó la suavidad de sus labios, fue un beso tímido al principio, la docente estudiaba su cavidad bucal, probando cada surco de ella, disfrutando el prevaleciente sabor del alcohol, la bifurcación de sus rostros, se dio poco a poco, disfrutando hasta el último segundo de cercanía, un filamento de sus salivas combinadas unía sus bocas, así como ambas sintieron que se unían sus almas.

El contacto visual no tardó en presentarse, y el nerviosismo en los ojos avellana era visible. La ojimarrón sonrió, y su amante relajó su expresión devolviéndole el gesto, tal vez no era tan malo como parecía.

-Si quieres ve a bañarte, te prestaré ropa. -Se levantó de la cama algo mareada y se acercó a su closet.

-Muchas gracias maestra. -Dijo apenada cuando la morena regresó a la habitación, era algo necesario, la accionista le indicó donde estaba el sanitario y le entregó una toalla, cuando la pelinegra desaparecía por el pasillo, escuchó una propuesta bastante tentadora.

  • Dime Rosa, se me hace raro que me sigas llamando maestra ¿Te ayudo a lavarte el cabello?

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-Hola neni. -Dijo Gloria mientras tomaba asiento a lado de su amiga mientras la infame profesora de español dictaba la peor clase para tomar teniendo resaca, su expresión denotaba curiosidad.

-¿Hola, Cómo estás? -Lilith imaginaba que le preguntaría a donde se había ido la noche anterior o si la dejaría copiarle las tareas.

-Bien, ¿Y tú? ¿Cómo amaneciste? -La picardía se hizo presente en su tono de voz, haciendo transpirar a la pelirroja.

-¿Por qué preguntas? -La sangre subió a su rostro inmediatamente, por primera vez, reparó en que sus amigas podrían haber visto lo que hacía con la profesora de química.

-Ay Lilith no creas que no te vi ayer con la Rosa. - No, no era una sospecha, ahora tenía la seguridad de que lo habían visto. ¡Por dios la habían visto besarse con la maestra! Un silencio incómodo pudo palparse entre las dos, hasta que la de cabello carmesí decidió preguntar lo que le atormentaba.

-¿Todas vieron? -De nada servía negarlo, la naturaleza de Gloria era curiosa además de que era por demás observadora, sin contar que era su mejor amiga, bodega de lágrimas y secretos, tarde o temprano iba a contarle.

-Obviamente que no, yo te vi porque me preocupaste y te fui a buscar, pero las demás ni en cuenta, yo no les voy a decir nada y claramente tú tampoco, así que aquí no pasó nada. -Aseguró la de cabello azabache mientras le guiñaba el ojo a su amiga, nunca sería capaz de traicionarla de esa manera y tampoco quería perjudicar a la profesora, ya que si Rosa sufría, Lilith también.

-Más te vale güey, que si me corren a mi Rosa te mato. -Las manos de la pelinegra sudaban, confiaba en Gloria, pero el ambiente del colegio y de esa clase en específico era un auténtico campo de guerra.

-No te preocupes, el chisme nomás es para nosotras. -Gloria sonrió, si ella estuviera en el lugar de su amiga, tampoco querría que nadie se enterase.

En la sala de profesores, una ojimarrón sonreía mientras terminaba de preparar sus notas para la próxima clase, recordando la silueta de su amante mientras las gotas de agua resbalaban por la curva de su cintura, perdiéndose por la morfología de sus piernas de azúcar, cuando su paz fue interrumpida por un impulso terrible, una ansiedad incontrolable que tenía nombre “Lilith”. Peinó su cabello mientras la duda se apoderaba de ella, de pronto, no pudo controlar más su deseo de verla, se levantó bruscamente y caminó hacia el salón de español, no podía reprimir más tal deseo.

Tocó la puerta con impaciencia y cuando la profesora de español abrió, se excusó con un simple -Buscan a su alumna Lilith en la oficina de dirección. -Al fondo, dos chicas de cabello rojo y negro respectivamente, charlaban animadamente sobre temas variados, pero, al ver a su amada, la pelirroja frenó la conversación en seco.

-Lilith, la llaman de dirección, salga por favor. –Advirtió con desinterés la profesora de español.

Cuando la licenciada en química y su alumna estuvieron fuera, la situación tomó un rumbo diferente

Rosa. –Ronroneó Lilith con ilusión, la mujer con la que tanto soñaba se veía diferente, se veía feliz

Vamos a la sala de profesores, no hay nadie-Dijo calmándose al ver su lindo rostro.

-Vamos. -Pidió la chica sonrojándose al ver la mirada sugerente que su amada le dedicó.

-¿Qué pasa Rosa? -Preguntó dulcemente cuando estuvieron en la sala de maestros a puerta cerrada, esa mujer tenía ganas de matarla, se acercó lentamente a ella y acarició su cabello castaño, mirándola con ternura.

-No pasa nada. - Susurró contra sus labios antes de probarlos una vez más.