Maestra poseída XXVII

Nos acercamos al final inconcluso del autor

Capítulo 27

Puri se despertó sobresaltada cuando los aspersores de alta presión del riego del jardín dejaron caer una lluvia de agua helada dirigida contra su indefenso y desnudo cuerpo, controlados por su sonriente dueña desde el pórtico.

"¡Es hora de levantarse, mascota!. Tenemos un día muy ocupado"

No había sido una noche de descanso para Puri. Aparte de sus intestinos que la martirizaban continuamente y que la forzaban a ensuciarse a sí misma y su área de descanso, su mente estaba tan confundida que ella apenas había conseguido dormir mucho. Había recordado cómo era su vida hasta hacía un par de semanas comparado a su situación actual y no tenía ningún sentido. Pero ella gozaba con la mayoría de las cosas que le hacía Yolanda y se excitaba sexualmente con ellas. A pesar de sus actuales circunstancias asquerosas, su vagina siempre estaba mojada y ella se encontraba a sí misma a menudo con sus dedos enterrados en su entrepierna, jugando con su clítoris.  Todo lo que ella podía pensar era sobre más sexo. A cada hombre con el que se cruzaba su primer mirada era entre sus muslos y con las mujeres su mirada volaba sobre sus pechos. Ella había perdido el control sobre su pequeña Eugenia y ahora su hija miraba a Yolanda para buscar consejo. Ella intentó encontrar una manera de liberarse a sí misma y a su hija, pero no podía pensar en nada excepto en obedecer a Yolanda. ¿Dónde estaba su marido?... ¿Por qué no la llamaba?...

Mientras su mente seguía trabajando, Puri se puso en pie de un salto, abandonando el área llena de su propia mierda en que había dormido y dio una vuelta sobre sí misma mientras Yolanda la dirigía de forma que se asegurase de quedar bien limpia con el agua helada. La obligó a inclinarse y a abrirse las nalgas y a abrir las piernas de par en par de frente para que así el agua pudiera alcanzar todos los ocultos recovecos de su cuerpo.

Una vez que ella estuvo limpia, su Ama le permitió ir hasta el cuarto de baño y tomar una larga ducha caliente. “Puede sacarse el consolador de la boca y asegúrese de cepillarse los dientes”.

Sin decir ni una palabra, y apenas capaz de moverse, Puri se apresuró a obedecer.

Mientras que Puri se daba la ducha caliente y comenzaba a sentirse casi humana otra vez, Eugenia se despertó con un dolor de cabeza que le hacía sentirse como si se le fuera a romper. Se sorprendió al encontrarse desnuda e intentó recordar qué había hecho ayer por la noche con Verónica… Recordaba el concierto y fumarse un par de porros. Luego habían parado en un videoclub porque Verónica propuso que alquilaran un par de películas. Entonces el grupo se fue a casa de Verónica donde bebió un poco de vino. Eugenia no podía recordar mucho de los videos, salvo que eran diferentes…

Eugenia tiró de las sábanas para taparse la cabeza a ver si así mitigaba el dolor. Verónica todavía estaba dormida al lado de ella y las otras dos amigas estaban dormidas en el suelo. Eugenia se sintió muy incómoda al mirar alrededor del cuarto y percatarse de que todas las muchachas estaban tan desnudas como ella. “¿Qué es lo que no puedo recordar?”

Después de permanecer bajo la ducha durante un tiempo extraordinariamente largo, Puri estaba de nuevo limpia y caliente. Ella se había enjabonado hasta en tres ocasiones y se había lavado el pelo cuatro veces.  Cuando estaba secándose con la toalla Yolanda entró en el cuarto de baño.

"Su mascota le agradece la ducha caliente, señorita García."

"Usted realmente olía como una sucia mascota. Debe aprender a controlarse mejor."

"Su mascota lo lamenta, señorita García, y trabajará para mejorar su control."

"Dígame, mascota, ¿qué aprendió ayer por la noche?", le preguntó Yolanda.

"Señorita García, su mascota ha aprendido a no preguntar nunca y a no cuestionar sus decisiones. Su mascota también ha aprendido a obedecer y no discrepar nunca", contestó Puri.

"Bien, mascota. Ahora tenemos mucho que hacer para conseguir que esté lista para esta noche. Primero necesitamos limpiar el interior de su cuerpo tan bien como se ha limpiado el exterior. Quiero que se incline sobre el bidé y que se separe las piernas tanto como usted pueda"

"Sí, señorita García", respondió Puri mientras se apresuraba a adoptar la posición que le ordenaba. Ella se sentía incómoda sin sus tacones altos que Yolanda no le había mandado volver a ponerse después de la ducha.

"Este ejercicio servirá para dos propósitos, mascota. Limpiará sus intestinos y permitirá que practique su autocontrol"… Entonces Yolanda introdujo profundamente un inyector de enemas en el ano de Puri.  El tubo unido al inyector llegaba hasta una bolsa que contenía unos 2 litros de agua jabonosa caliente.

Puri echó un vistazo hacia atrás sobre su hombro a la hinchada bolsa que colgaba de la barra de la ducha y esperó ser capaz de recibirla toda para complacer a su dueña.

Yolanda abrió la abrazadera y el agua jabonosa y caliente comenzó a fluir hacia los intestinos de Puri desde su expuesto ano. Yolanda fijó el flujo para que se deslizara lentamente y ordenó a Puri que se acariciara los pezones mientras que el agua llenaba su cuerpo, pero le advirtió a su mascota que no debía correrse.

Puri comenzó a retorcer y a tirar de sus hinchados pezones según le había ordenado su Ama, sintiendo unas entusiásticas sacudidas eléctricas que hicieron que su coño se empapara una vez más. Ella se miró en el espejo de cuerpo entero colocado detrás de la puerta y se ruborizó intensamente al ver el tubo que salía de su ano, entre sus nalgas ofrecidas, y a sí misma mientras se retorcía y tiraba de sus pezones en tanto que sus intestinos se llenaban con la mezcla jabonosa y caliente.

Mientras que los intestinos de su madre se llenaban de agua caliente y ella retorcía y tiraba de sus pezones, la necesidad de Eugenia de utilizar el cuarto de baño llegó a ser inevitable.  Ella necesitaba hacer pis y deseaba encontrar una aspirina para su intenso dolor de cabeza.

Sólo había una sábana en la cama y Verónica tenía firmemente agarrada su mitad, así que ella no tenía ninguna otra opción sino salir de la cama desnuda y correr por el pasillo hacia el cuarto de baño. Sólo esperaba que la mamá de Verónica no se hubiera levantado todavía. Primero anduvo de puntillas hasta la puerta y luego Eugenia echó una carrera hasta llegar al cuarto de baño. Allí se sintió segura y mientras cerraba se vio en el espejo de la parte posterior de la puerta.  Ella estaba hecha un desastre y sólo deseaba poder encontrar su ropa y vestirse.

Puri sentía cómo su estómago se estiraba a medida que el agua continuaba fluyendo desde su ano. Ella ralentizó los movimientos de sus dedos mientras manipulaba sus duros y tiesos pezones pues podía sentir cómo su cuerpo se acercaba al orgasmo y ella deseaba ser obediente. Mirando hacia atrás, ella pudo ver que la bolsa sólo estaba vacía a medias.

"Masajee su estómago, mascota… Así podremos estar seguros de que realmente todo queda limpio"

La una vez respetada profesora utilizó ambas manos para darse masajes en el estómago, sintiendo los movimientos de la jabonosa agua caliente con cada apretón de sus manos. Puri comenzó a sentirse muy hinchada a medida que la bolso continuaba vaciando su contenido muy profundamente en sus intestinos.

Finalmente, la bolso terminó de vaciarse. Yolanda se incorporó y se colocó delante de Puri. El estómago normalmente plano de su mascota estaba tremendamente hinchado hacia fuera mientras su mascota hacía ímprobos esfuerzos para soportar los dolores que le producían los movimientos del líquido dentro de ella.

"Ahora voy a quitarte el inyector, y quiero que mantengas dentro hasta la última gota hasta que te dé permiso para expulsarla, ¿está claro?"

"Sí, señorita García, su mascota lo entiende"

"Bien".

Metiendo las manos entre las piernas de su profesora, Yolanda sacó lentamente el inyector de su culo, y Puri apretó su ano firmemente para prevenir cualquier fuga del líquido… Estaba determinada a obedecer a su dueña

"Vaya a la habitación por sus zapaTos de tacón y vuelva aquí. Sea rápida"

Puri se esforzó en contener el líquido que se batía en su estómago mientras se movía tan rápidamente como podía para encontrar un par zapatos de tacón limpios y volver a toda prisa. Ella sabía que podía conseguirlo y hacer que Yolanda se sintiera feliz. Cuando regresó al cuarto de baño llevando los zapatos de tacón de 12 cms., ya luchaba contra los calambres que sentía en sus intestinos mientras el agua pugnaba por salir, y su mente se paralizó de nuevo al plantearse que podía sentirse excitada con aquel tratamiento y el dolor que sentía. Quizás aquello era lo que ella merecía.

Cuando consiguió llegar al cuarto de baño y se plantó delante de su dueña se sentía confundida y extremadamente excitada.

"Buena mascota, muy buena", le dijo Yolanda mientras acariciaba la cabeza de su profesora como si fuera una buena perrita. "Súbete en la taza y deja ir el agua, mascota"

Incluso después de todas las cosas humillantes que Yolanda le había forzado a hacer con anterioridad, ser forzada a ponerse en cuclillas sobre el inodoro y evacuar por completo toda la mierda acuosa que acumulaban sus intestinos delante de su estudiante llevó a Puri al borde de las lágrimas. Aunque ella no estaba segura de si se trataba de lágrimas de verguenza o lágrimas por la repugnancia que sentía por sí misma por haber llegado a aquella situación y, encima, sentirse excitada por ello.

Mientras la mezcla de heces y agua alcanzaba una gran altura de forma rápida y súbita, Puri sintió cómo el líquido salpicaba sus nalgas mientras intentaba en vano reprimir las lágrimas que no cesaban de fluir y su coño continuaba enviando ondas del placer a través de todo su cuerpo. Entonces Yolanda le mandó que llenara la bolsa otra vez para hacerse un aclarado con agua fría. Después de aplicarse el enema frío, Puri debía aguantar el agua durante 15 minutos sin dejarla escapar, y luego expelerlo como antes, utilizar el grifo del bidé para limpiarse bien, ducharse y regresar al dormitorio. Tenía 30 minutos. Puri se dio cuenta de que si tenía que aguantar el enema durante 15 minutos, tendría que introducirse el agua mucho más rápidamente que la vez anterior, así que miró el reloj y se apresuró para obedecer a su dueña.

Después de aliviarse la vejiga, Eugenia rebuscó en el armarito de las medicinas hasta que encontró un bote de aspirinas. Se tomó rápidamente dos y salió al pasillo para volver a la habitación de Verónica. Cuando abrió la puerta se encontró a las otras tres muchachas sentadas alrededor de la cama charlando totalmente desnuda como si estuvieran en la cafetería de la escuela.

"¡Eh, Eugenia!. ¿Donde habías ido?"

"Necesitaba utilizar el cuarto de baño", contestó Eugenia, un poco desconcertada ante la imagen de sus cuerpos desnudos, incluyendo el suyo propio. Ella miró alrededor del cuarto para buscar sus ropas, pero no las vio por ningún lado. Ella siempre había deseado ser aceptada por las chicas mayores y no ser considerada un bebé, así que se forzó en actuar de forma natural y se sentó en la cama para participar en la conversación.

Puri sentía cómo el agua fría se iba introduciendo en su ano, enfriando su cuerpo de forma inmediata. El agua fría era más duro de soportar…, quizá porque estaba llenándola más rápidamente. Puri comenzó a darse masajes en el estómago para aliviar el malestar que sentía. Cuando la bolsa estuvo vacía, Puri controló el tiempo.  Ella había utilizado 7 minutos de su tiempo, pero ahora no tenía nada más que hacer salvo estarse quieta con las manos alrededor de su vientre hinchado y luchar contra el impulso de dejar salir toda aquella agua.

Entonces, ella se vio en el espejo. ¡Qué vista tan patética!. Su pelo revuelto, ningún maquillaje, el estómago exageradamente hinchado y temblando por el agua fría que llenaba sus intestinos. Su cuerpo se veía magro y musculado y sus pechos firmes y coronados por unos pezones hinchados y duros. Su coño estaba afeitado y ella podía ver la humedad en sus labios vaginales y en sus muslos. Su pelo tan corto y las mechas rubias la hacían parecer más joven de lo que ella era.

Se sintió desconcertada ante su propia imagen reflejada y pensó… “Apuesto a que Eugenia también se sentirá desconcertada cuando me vea así”.

Finalmente, el momento llegó y ella expelió de su cuerpo el líquido asqueroso mientras los temblores provocados por el frío hacían que se salpicara de heces y agua como la ocasión anterior. Ella cogió rápidamente el grifo del bidé y se limpió a conciencia su entrepierna. Luego saltó a la ducha, graduando el agua tan caliente como podía soportar para volver a recuperar el calor de su helado cuerpo. Un lavado rápido, incluyendo su pelo, y Puri salió secándose mientras se calzaba los zapatos de tacón y corría hacia el dormitorio con un minuto de adelanto.

Cuando ella entró en el dormitorio vio a Yolanda sentada en la cama usando el teléfono. Ella se detuvo y se quedó de pie delante de la adolescente, totalmente desnuda, y esperó instrucciones. Por alguna razón que desconocía, no podía conseguir que su coño permaneciera seco, y Puri pudo sentir cómo sus fluidos vaginales comenzaban a inundar su vagina.

Las muchachas se quedaron sentadas desnudas alrededor de la cama sin hablar de nada específico. Eugenia no podía evitar mirar cada uno de los cuerpos de las otras muchachas y compararlos con el suyo propio. Todas tenían los pechos más grandes que ella. La muchacha que se llamaba Susi tenía las tetas bastante más grandes que las de las demás chicas Eugenia pensó que sus pezones eran muy rosados comparados con los suyos. Además, Verónica tenía una rosa tatuada en su pecho derecho. Las chicas parecían sentirse totalmente cómodas estando desnudas juntas. Todas salvo ella, claro.

Puri sentía que no podía haber nada más embarazoso que su propia situación en aquellos momentos, desnuda en su propia casa, esperando instrucciones de una chica a la que le doblaba la edad, pero… “¿Por qué a pesar de eso me tiemblan las rodillas y se me ponen tan duros los pezones?”.

Finalmente Yolanda dejó el teléfono. Miró a Puri y, entregándola un suéter largo, le dijo, “Vámonos, tenemos mucho que hacer".

Puri se puso el suéter por la cabeza. Apenas le cubría las nalgas y su entrepierna afeitada. “Señorita García, su mascota está lista para salir".

Yolanda la miró y simplemente dijo, "Sí, lo está". Y salió por la puerta.

Puri no tenía ninguna opción sino la de seguir a su dueña. Ella tiró hacia abajo del dobladillo de su suéter, se pasó los dedos por su revuelto pelo y siguió a Yolanda hasta el coche.

"Mascota, recuerde que debe levantarse el suéter para no sentarse encima”, le recordó Yolanda."

"Sí, señorita García", contestó Puri mientras abría la puerta del coche, tirando de su suéter hacia arriba de la parte posterior para apoyar sus nalgas desnudas en el asiento de frío cuero.

Puri no tenía ninguna idea de adonde iban y Yolanda no le dio ninguna indicación mientras que ella conducía en silencio.  Finalmente alcanzaron su destino, la tienda de la belleza donde se habían cortado y teñido el pelo a Puri y ella había aguantado la humillación de depilarle la entrepierna. Ella se preguntaba qué le tendrían reservado esta vez. Pronto lo descubriría.

El nuevo corte de pelo de Puri era incluso más corto que el anterior y luego se lo tiñeron totalmente de rubio. La transformación asombraba. Entonces la sumisa profesora fue llevada al cuarto trasero y se le ordenó que se quitara su suéter y se subiera a la camilla para otra depilación a la cera de su vello púbico. En esta ocasión era otra esteticien, así que otra vez Puri tuvo que sufrir la humillación de desnudarse completamente delante de una completa extraña. Esta era algo más delicada que la anterior, y en absoluto pareció desconcertada por la obediencia de Puri ni por su absoluta desnudez bajo el sueter ni por su empapada entrepierna. Puri simplemente se subió a la camilla con sus piernas muy separadas mientras que Yolanda y la esteticien charlaban como si ella no estuviera allí. La cera caliente aplicada a sus partes íntimas la hicieron excitare aún más y para el momento en que ella se volvía a poner el suéter sus muslos estaban empapados con sus fluidos vaginales.

A medida que la charla de las chicas continuaba, ninguna se movía para vestirse. Eugenia se sintió un poco más incómoda cuando la charla comenzó a versar sobre sexo. Al parecer, Eugenia no era la única que miraba los cuerpos desnudos en aquel cuarto, porque la conversación giró a una discusión sobre sus propios cuerpos. A Susie le gustaban sus pechos grandes pero ella se quejaba de que era lo único que atraía a muchos chicos, mientras que Verónica pensaba que su cuerpo tenía unas medidas justas y que su cara era aceptable. Ella levantaba pesas para desarrollarse de la manera en que ella deseaba esculpir su cuerpo. Wendy era magnífica…, a excepción de unos pechos un poco pequeños, su cuerpo era perfecto. Tenía unos preciosos dientes blancos, un hermoso pelo largo y rubio, (natural, como se percató Eugenia), y unas piernas firmes y largas. Cada muchacha se subió a la cama por turno y se exhibió sin pudor, describiendo lo que le gustaba de sí misma y lo que no le gustaba tanto. Eugenia se iba sintiendo muy inquieta conforme se acercaba su turno.

Una vez que dejaron a Puri que se vistiera, se volvió a poner el suéter, ajustándoselo para que la cubriera lo mejor posible y ella pagó la cuenta con su tarjeta de crédito y, bajo la dirección de Yolanda, agregó una importante propina para la muchacha que la había depilado.

"Gracias y vuelva pronto", dijo la muchacha.

"Oh, por supuesto… O, al menos, te enviaré a mi mascota. Seguro que ella puede hacer algo especial para una muchacha tan agradable como tú"

Puri se ruborizó intensamente mientras seguía a Yolanda de regreso al coche. Ella se levantó automáticamente el suéter y apoyó sus nalgas desnudas en el frío asiento mientras se preguntaba dónde la llevaría entonces, porque sabía que Yolanda no había terminado con ella todavía.

Entonces llegó el turno de Eugenia. Ella no quería que las otras chicas supieran que estaba nerviosa, así que se levantó y comentó cuánto deseaba tener unos pechos más grandes y más vello en su entrepierna. No pudo evitar ruborizarse mientras decía aquellas cosas. "Todas vosotras tenéis un bonito vello púbico y yo apenas tengo un poco que acaba de comenzar a crecer”.

Las otras muchachas juntaron sus cabezas y, tras unos segundos de comentarios en voz baja, se separaron y Verónica dijo, "Eugenia, puesto que tú eres nuestra nueva amiga y queremos que te sientas cómoda con nosotras, hemos decidido que, puesto que tú no puedes hacer crecer más rápidamente tu vello púbico, nosotras sí podemos depilarnos los nuestros para que así todas seamos iguales... Vamos a buscar crema de afeitar y maquinillas y a depilarnos todas”. Aquellas palabras atontaron a Eugenia. Eso no era lo que ella quería decir. Ella deseó mantener el escaso vello que ella tenía… ahí. Pero ahora no podría decir que no, si ellas hacían aquello por ella, para hacerla sentirse cómoda... Sin esperar ni un segundo, Verónica corrió al cuarto de baño para conseguir el material que necesitaban.

Yolanda condujo hasta la alameda y aparcó el vehículo. Al salir del coche Puri tiró inmediatamente de su suéter hacia abajo para asegurarse de que su entrepierna quedaba completamente cubierta. Si se movía cuidadosamente podría evitar ser la protagonista de una exhibición carnal para cualquiera que pasara. Se apresuró a seguir a Yolanda por la alameda mientras ésta se dirigió hacia una tienda especializada en prendas de cuero. Puri siguió silenciosamente detrás de su dueña cuando entró en la tienda. El vendedor saludó a Yolanda como si él la conociera y caminaron juntos hasta la parte posterior del almacén.

Yolanda le indicó a Puri que se apresurase y les siguiese. Entraron en un cuarto privado en la zona trasera y Yolanda le ordenó a Puri que se quitara su suéter. Con la cara roja, Puri exhibió de nuevo su cuerpo desnudo ante otro extraño. El vendedor procedió a tomar las medidas de Puri.

"Mmmm…, una 90 y alrededor de una copa C…, unos 60 cm de cintura y unos 85 cm de caderas…”, dijo el vendedor mientras sus manos se deslizaban sobre su cuerpo.

"Bien, mascota, parece que la dieta y el ejercicio están funcionando", dijo Yolanda.

El vendedor salió del cuarto y volvió en un momento con una prenda de cuero negra que Puri pronto descubrió que era un corsé. Él lo acomodó bajo sus pechos y lo envolvió alrededor de su cuerpo.

El primer pensamiento de Puri fue que el hombre les había traído la talla equivocada, dado que los dos extremos ni de cerca rodeaban todo su cuerpo, pero entonces le ordenaron inclinarse hacia delante y agarrarse al soporte que había delante de ella. Entonces el hombre comenzó a tirar y a tirar de los cordones, exprimiendo el cuerpo de Puri mientras que los extremos de la prenda comenzaban a unirse. Él continuó tirando y tirando hasta que, finalmente, ambos extremos de la prenda se juntaron a su espalda.

Puri apenas podía respirar mientras que el aire era expulsado de sus pulmones.

"Señorita García, su mascota no puede respirar. Está demasiado apretado"

"No sea absurda, mascota. Podemos intentarlo con una talla más pequeña si usted continúa quejándose"

Puri se quedó callada inmediatamente y continuó luchando para poder respirar a medida que el vendedor continuaba apretando los cordones hasta que el corsé quedó atado y completamente ajustado a su cuerpo. Una vez que él acabó tomó la cinta métrica y midió a Puri otra vez. Detectando su situación de sumisa él permitió que sus manos vagaran libremente por su cuerpo mientras que tomaba las medidas de su última víctima.

"88-50-82", anunció orgulloso.

"Perfecto por ahora", dijo Yolanda. "Vuelva a ponerse el sueter y pague al caballero".

Puri hizo según lo ordenado preguntándose cómo podría pagar todos estos gastos sin que su cuenta se quedara en descubierto.

"Mascota, le dije al caballero que a usted le encantaría pasar algunas horas con él en privado para agradecerle por gastar su valioso tiempo en ayudarla"

Una apenada Puri se giró hacia el vendedor y le dijo, "Señor, a la mascota de la señorita García le encantaría pasar algunas horas con usted, cuando usted tenga tiempo para agradecerle por su asesoramiento especializado"

Puri encontraba difícil hablar a medida que el corsé continuaba cortando su respiración.

"Bien, termino a las 9:00", contestó él, mirando a Yolanda.

"La mascota estará ocupada este fin de semana. ¿Qué tal el martes a las 9:00?. Ella puede ocuparse de usted aquí mismo"

"Perfecto y gracias".

"No hay de qué. Esta mascota no tendrá ningún problema en agradecerle su atención de cualquier manera tenga a bien… Vámonos ya, mascota, se nos hace tarde…”

Yolanda se encaminó de vuelta al coche mientras Puri luchaba por seguirla sintiendo el golpetear de las ligas que colgaban debajo del suéter contra sus muslos desnudos. La respiración era un poco más fácil cuando aprendió que era mejor tomar inspiraciones más cortas.

Eugenia contemplaba fascinada cómo Wendy recortaba el vello púbico de Susi lo máximo posible. Luego vio cómo extendía la crema de afeitar por toda la expuesta entrepierna de la chica. Susi se rió y se quejó de que la crema de afeitar estaba fría. Entonces Susi se reclinó hacia atrás y separó ampliamente sus muslos y Wendy comenzó el cuidadoso proceso de quitar todo el vello restante hasta que el área pubica de Susi quedó totalmente depilada. Todas las muchachas hicieron bromas y se reían mientras Susi se convertía en la primera del grupo con una entrepierna totalmente depilada.

Una vez que Susi estuvo limpia de los restos de espuma se cambió de lugar con Wendy e hizo lo mismo con ella, poniendo mucho cuidado de no cortar a su amigo en esa área tan sensible. Eugenia sabía que ella tendría que someterse a la misma operación tan pronto como Wendy quedara depilada y luchaba por controlar su pánico. ¿Esto no era lo que ella esperaba pero sí lo que ella realmente deseaba?... Estas chicas mayores estaban haciendo aquello por ella… ¿Cómo no iba ella a hacer lo mismo?. Realmente debían querer que ella se sintiera integrada en el grupo para llegar a aquellos extremos por ella.  Ella también deseaba ser parte del grupo. Miró mientras Susi quitaba los últimos restos de la espuma de entre las piernas de Wendy...

Cuando llegaron de nuevo al coche Puri descubrió rápidamente que, al sentarse, el corsé hacía que respirar fuera mucho más difícil. Con sus nalgas desnudas sobre el frío asiento, ella luchaba para conseguir que el aire le llegara a los pulmones. Ya había aprendido que no debía quejarse o Yolanda podía empeñarse en apretarle aún más su ya ajustado corsé.

"Mascota, quiero que se toque su coño para mí. Dígame lo agradable y mojada que se siente".

Puri bajó las manos para agarrar el dobladillo de su suéter y sintió una sacudida eléctrica cuando, horrorizada, se encontró con que su entrepierna estaba empapada con sus propios flujos vaginales.

"Señorita García, su mascota está muy mojada", contestó Puri mientras sentía un profundo calor en su cara y el rubor inundaba sus mejillas. ¿Cómo podía sentirse tan excitada por aquel comportamiento forzado?, pensó, sintiéndose desconcertada por la reacción de su cuerpo. Ella estaba más allá de la confusión, así que decidió obedecer y no pensar en lo que, de todos modos, no llegaba a entender.

Yolanda paró en la zona de pedidos de un McDonald. Puri sabía que no debía parar sin que se lo dijeran, así que ella continuó deslizando el dedo por su mojada entrepierna mientras su cara adquiría una tonalidad aun más roja en tanto que Yolanda bajaba la ventanilla para hacer el pedido. Yolanda pidió un zumo de naranja grande. Puri sintió un espasmo en su coño y una ola de calor a través de su cuerpo mientras era exhibida ante el muchacho de la ventanilla.

"Deje de jugar con su coñito, mascota, antes de que tenga un accidente y se corra manchando todo el asiento", le dijo Yolanda en voz lo bastante alta como para que el muchacho la oyera.

"Son $1,34 por la bebida".

Puri sacó de sus dedos de su vagina y buscó en su monedero hasta encontrar el dinero, mientras, todo ese tiempo, el joven tuvo una vista clara de su entrepierna depilada. Finalmente ella encontró el dinero y se lo dio a Yolanda.

"No me lo dé a mí, mascota. Pague al muchacho".

Puri se inclinó hacia delante por encima del asiento y le dio al muchacho el dinero. Su cara estaba tan roja como una remolacha. Cogió el vaso con la bebida y se echó hacia atrás en su asiento levantando su suéter primero, lo que le dio al muchacho una perfecta panorámica de sus nalgas desnudas.

"Bébaselo, mascota, necesitamos que se mantenga fuerte. No comerá nada con valor alimenticio durante un buen tiempo"

Eugenia ya no tenía ahora ninguna opción… "Como yo tengo más vello que tú, Eugenia, ¿por qué no te lo hago a ti primero?”, le preguntó Verónica.

Intentando no parecer antipática ni demostrar su malestar, Eugenia sólo respondió… "Claro", y se sentó, con sus piernas separadas de par en par para que Verónica pudiera frotarle la fría crema de afeitar por encima del corto vello púbico de su entrepierna. Su vello era tan corto que ni siquiera fue necesario que Verónica usara la tijera primero. Mientras la mano de Verónica deslizaba la maquinilla de afeitar sobre la entrepierna de Eugenia, ella experimentó una sensación interior que nunca se había sentido antes. Verónica utilizó su mano libre para tirar y estirar el área a afeitar para ser cuidadosa y utilizó los mismos inocentes dedos para tocar los lugares de la joven adolescente que la provocaban oleadas de excitación. Eugenia ni siquiera se había masturbado nunca, así que esas sensaciones eran todas nuevas para ella, pero sabía que no debía sentir esas cosas con otra muchacha. Pero todas se habían afeitado antes que ella y debían de haber sentido las mismas cosas y a ellas no parecía importarlas. Quizá era aceptable. Realmente se sentía bien.

Cuando Yolanda y Puri llegaron a casa, Puri se acabó el zumo rápidamente y le ordenaron que subiera a su dormitorio, ahora el de Yolanda.

"Es hora de prepararse para esta tarde, mascota. No cuento con que me ocasione ningún problema", le dijo Yolanda mientras su mascota la seguía escalera arriba admirando los muslos y las firmes nalgas de Yolanda.

"Quítese el suéter, utilice el cuarto de baño si es necesario porque no  creo que tenga otra ocasión para hacerlo en bastante tiempo, y después lávese a fondo y todo el cuerpo. Luego péinese y maquíllese y vaya al cuarto en 30 minutos".

"Sí, Señorita García".

Mientras Puri se apresuraba en ir al cuarto de baño para obedecer a su dueña, Yolanda comenzó sus preparativos para las actividades de la tarde. Recogió la muy escasa ropa que su mascota necesitaría y todo el equipo de bondage que necesitaría para la tarde. Ella apenas podía contener su entusiasmo al pensar que esa misma noche ella estaría presentando a su primera esclava al grupo para su uso y disfrute...

Mientras tanto, totalmente ignorante de lo que se le avecinaba, Puri se estaba aseando, poniendo mucho cuidado en mantener el corsé seco mientras su mente comenzaba a divagar otra vez. “¿Cómo he llegado a esto?. ¿Cómo podría ocultar los gastos que había realizado sin descubrir todo que ella ha hecho?. ¿Qué estaría haciendo Eugenia?”… Entonces Puri intentó centrar su mente en las que ahora debían ser sus tareas más importantes, que ran proteger a su familia de la vergüenza por lo que ella estaba haciendo y hacer que Yolanda estuviera orgullosa de su mascota.

Con cinco minutos de adelanto, una completamente desnuda, salvo por el corsé, profesora bajaba las escaleras de su propio hogar y se presentaba ante la adolescente que era su dueña, muy orgullosa por haber obedecido.

Ahora era el turno de Eugenia de afeitar el vello púbico de Verónica. Ella se colocó junto a la chica, entre sus muslos separados de par en par y comenzó a recortar cuidadosamente el poblado vello púbico de Verónica. Ella nunca había estado tan cerca de la entrepierna de otra chica y se sentía incómoda y excitada a la vez. Después de los primeros recortes con la tijera perdió sus miedos y comenzó a cortar con más seguridad. A la par que el vello púbico de la chica iba desapareciendo, Eugenia descubrió que la vagina de Verónica era diferente que la suya. Sus labios vaginales eran más llenos y más gruesos, y mientas le extendía la crema de afeitar pudo sentir su humedad y un olor peculiar que hizo que su propia vagina se humedeciera. Manipulando cuidadosamente la maquinilla de afeitar, Eugenia dejó la entrepierna de Verónica tan limpia y lisa como la suya, o las de Wendy y Susie. Cuando Verónica se limpió, las chicas compararon sus zonas íntimas recién afeitadas otra vez y Eugenia encontró las diferencias fascinadoras y emocionantes. Nunca antes se lo hubiera creido, pero era divertido. Entonces, Wendy sugirió que se ducharan para ir a la alameda, y Eugenia se sintió sorprendida y excitada cuando todas las muchachas se dirigieron hacia la ducha juntas. Todas entraron el ducha, que era lo bastante grande, y saltaron y rieron todo el rato, bromeando mientras se lavaban, y Eugenia encontró que su desnudes y la de las otras chicas le era menos incómoda y que llegaba a ser casi natural.

Yolanda le ordenó a Puri que se pusiera las medias negras que había dejado en el sofá y que las sujetara a las ligas del corsé, y le advirtió de que se asegurara de que las costuras estaban perfectamente rectas. Puri pronto descubrió que lo que normalmente sería una tarea simple era mucho más difícil debido al corsé tan apretado que oprimía su cintura. Aunque ya había aprendido a respirar con cierta normalidad tomando inspiraciones más pequeñas, al doblarse o inclinarse, hasta esas breves inspiraciones eran todo un desafío. Sin embargo, y aunque con un gran esfuerzo, Puri pudo conseguir ponerse las medias y sujetarlas a las ligas con las costuras perfectas, sin ningún doblez ni ninguna arruga, y ella se incorporó para la inspección de su dueña con un sentimiento de satisfacción.

Entonces Yolanda le entregó a Puri un nuevo par de zapatos de tacón de cuero negro con correas para el tobillo y un tacón de unos 15 cms. Puri tuvo que volver a doblarse e inclinarse luchando con el apretado corsé para poder ponerse los zapatos y cerciorarse de que sus medias seguían estando perfectamente colocadas. Una vez que Puri se incorporó, Yolanda se inclinó y comprobó las hebillas de cada uno de los zapatos a los pies de su mascota. Entonces le colocó en torno a los delgados tobillos de la mujer unas gruesas correas de cuero antes de levantarse para examinar su mascota.

Unas correas de cuero idénticas fueron trabados en torno a las muñecas de Puri. "Ponga los brazos a la espalda, mascota", le ordenó Yolanda, y ató entre sí las muñequeras de cuero, de forma que las manos de Puri quedaron inmovilizadas a su espalda.

"Quiero que se quede aquí de pie y que no haga ningun movimiento sin mi permiso", dijo Yolanda mientras se daba la vuelta y cogía una mordaza de anillo.

"¿Me ha entendido?... Ni un solo movimiento”

"Sí, señorita García, su mascota no se moverá sin su permiso"

"Abra bien la boca"

Puri abrió su boca tanto como podía y Yolanda colocó la mordaza de de duro cuero en su boca. Después de hacer los ajustes necesarios, la mordaza separaba los labios de Puri, mostrando los dientes, y su mandíbula comenzó a dolerle inmediatamente. Puri vio entonces cómo Yolanda le colocaba unos tapones en cada uno de sus oídos y todo se volvió silencio. Ella no podía oír nada. Entonces su dueña le colocó un suave antifaz en los ojos, dejándola en una completa oscuridad.

La pérdida de los sentidos de la vista y del oído desorientaron a Puri, que tuvo que luchar con el pánico que crecía en su interior. Ella pudo sentir cómo Yolanda le colocaba algo que taponó su nariz, obligándola a respirar a través de su boca abierta.

Mientras que el pánico de Puri crecía, Yolanda le sujetó un ancho collar de grueso cuero alrededor del delgado cuello. Esto la forzó a mantener la cabeza levantada y redujo sus movimientos a casi nada. Para concluir, Puri pudo sentir la adición final a su bondage cuando Yolanda le colocó una capucha que cubría totalmente su cara a excepción de una abertura grande sobre su boca. La capucha se unió a su collar para mantenerla en su lugar.

Entonces Yolanda se retiró y admiró su obra. Puri estaba de pie delante de ella con todos sus complementos de color negro, desde sus zapatos de tacón hasta la capucha de su cabeza. Los tacones y las medias acentuaban sus largas piernas excitantemente. Las ligas contorneaban su depilada entrepierna y enmarcaban sus nalgas por la parte posterior. El corsé que ceñía su cintura le daba una figura perfecta de reloj de arena con sus desnudos pechos coronados por unos duros pezones. El collar era una obra de arte, de unos 12 cms de anchura y hecho de un duro cuero brillante con anillas por tod todo alrededor. Y la capucha negra que aislaba totalmente a la profesora de la realidad de su alrededor. Ella no podía ver, oír, oler o decir cualquier cosa. La anilla en la parte superior de la capucha ya tendría uso más adelante. La mordaza era perfecta porque su boca quedaba totalmente disponible.

Yolanda sonrió cuando las babas comenzaron a escaparse de la boca abierta de su mascota. Sus pezones estaban duros y tiesos y el rocío entre los muslos de la profesora ya era visible. Puri estaba totalmente aislada del mundo exterior.  Ella estaba de pie, inmóvil, porque así se le había ordenado y tenía miedo de moverse, pero casi saltó al sentir que algo le envolvía alrededor de su cuerpo y era unido a su collar. Ella no tenía ni idea de qué podía ser con la excepción de que lo sentía fresco donde tocaba su piel.

Yolanda había cubierto a su mascota con una larga capa negra que ocultó totalmente su cuerpo desde el cuello a los talones. La capa y la capucha eran lo único visible.

Las cuatro adolescentes acabaron de ducharse y se secaron juguetonamente. Por aquel entonces Eugenia ya no se sentía incómoda estando desnuda con sus amigas. Entonces Verónica dijo: “Voy abajo a recoger nuestra ropa”, y Eugenia se preguntó por qué la ropa de cada una estaba abajo… Verónica se encaminó a las escaleras mientras que Eugenia y las otras muchachas volvían a su cuarto.

Al poco regresó Verónica con sus brazos llenos de ropa sucia y dos bolsas pequeños.

"Eugenia, tu bolsa todavía está en mi coche. Encontraremos algo para que puedas ponerte y ya la recogeremos más adelante, ¿te parece?"

"Sí, claro, pero..."

"No te preocupes… Soy un poco más grande que tú, pero seguro que encontramos algo que te valga", le cortó Verónica

"De acuerdo", dijo Eugenia. ¿Qué más podía decir?... No deseaba montar una escena. Las otras muchachas se vistieron y Eugenia se encontró sentada desnuda en la cama mientras esperaba que Verónica le buscara la ropa. Cuando todas las otras chicas estuvieron vestidas y ella seguía desnuda, la sensación de incomodidad regresó.

”¡Vuelvo en un momento!”, dijo Verónica mientras salía para buscar algo de ropa para Eugenia. Ella volvió rápidamente con un brazo lleno de ropa. "Encontré la ropa perfecta para solucionar el otro problema de Eugenia”, dijo Verónica, mostrando un precioso sujetador Wonderbra. “Déjame que te ayudle a ponerte esto”. Verónica deslizó rápidamente las correas por los brazos de Eugenia y enganchó el sujetador a su espalda. "Solo hay que ajustarlo un poco", dijo Verónica mientras colocaba los pequeños pechos de Eugenia dentro del sujetador. "¡Perfecto!”

Eugenia se miró en el espejo y sintió como una sacudida eléctrica al ver la diferencia de cómo se veían ahora sus pechos… ¡Por fin parecían los pechos de una muchacha mayor!. Ella se sintió muy feliz con lo que ella vio y por instinto le dio un abrazo a Verónica.

"Pero las únicas bragas que tengo que te servirán con tus caderas delgadas son éstas”, anunció Verónica, mostrando unas braguitas tanga de seda roja. Eugenia solo había visto fotos de mujeres usando tangas en catálogos. Parecían tan sexys que ella no lo dudó y enseguida deslizó las braguitas por sus piernas. Se sentía un poco extraña con la tira del tanga colándose entre sus nalgas y el frente apenas cubría su entrepierna recién depilada.

"¡Estás para comerte!”, dijo Susi alegremente. Eugenia se ruborizó y se apresuró a coger los pantalones vaqueros que Verónica le había dado. Cuando tiró de los pantalones vaqueros hacia arriba descubrió que apenas le cabían. Eran como una segunda piel, pero ella podía soportarlo. Verónica también le había dado un suéter que le quedaba bastante ajustado, pero cuando se miró en el espejo se vio bien incluso a pesar de sentirse un poco incómoda con el tanga y las ropas tan ajustadas. Verónica le dijo que, ya que ella iba a salir con chicas mayores que ella, necesitaría aprender más sobre maquillaje para no parecer el bebé del grupo, así que las tres muchachas se dedicaron a arreglar el pelo de Eugenia y maquillarla, y cuando acabaron ella parecía una chica de 18 años.

Y había una cosa más. Susie mencionó que las chicas mayores solían lucirse con sus pantalones vaqueros para mostrar sus encantos usando zapatos de tacón. Eugenia sólo tenía las gastadas zapatillas de deporte que llevaba la noche anterior, así que Verónica buscó en su armario y encontró un par de zapatos con un tacón de 8 cms. Eugenia nunca había usado nada con más tacón que unos 4 cms., pero las otras muchachas la ayudaron a aprender a caminar con ellos y a hacer pivotar sus caderas como las otras chicas del grupo.

Cuando salieron hacia la alameda, Eugenia estaba totalmente integrada en el grupo. Solo eran cuatro chicas de 18 años que salían a buscar algo de diversión.

Yolanda tomó el brazo de Puri y condujo a la profesora hasta el coche y la ayudó a sentarse en el asiento delantero. Ella Puri sintió cómo se ponían en marcha en dirección a su destino, pero aunque Puri podía sentir la vibración del motor del coche y sentir de vez en cuando la inercia de un giro, no tenía absolutamente ninguna idea de hacia donde se dirigían. Después de lo que le pareció un rato largo, ya que completamente aislada, su sentido del tiempo era casi nulo, pero finalmente la vibración del motor se paró y Puri pensó que el coche había parado.

Algunos momentos después, una mano en su brazo que la sacaba suavemente del coche le hizo sentir una sacudida eléctrica. Ni siquiera se había dado cuenta de que habían abierto la puerta. Yolanda condujo lentamente a la profesora hasta una casa enorme y llamó a la puerta.

Todo lo que Puri supo fue que había andado una corta distancia y se habían parado. La puerta fue abierta por una mujer algo mayor que Puri vestida con un cortísimo uniforme de criada y unos zapatos de tacón de unos 18 cms. Yolanda condujo a Puri al interior de la casa y Puri sintió de alguna manera que habían entrado en algún lugar.

Entonces sintió un segundo par de manos en su otro brazo. “¿Quién será?”, se preguntó.

Se dejó guiar por los dos pares de manos que la condujeron al centro de un cuarto muy grande con un gran bastidor de madera en el centro del cuarto y sillas y divanes por todo alrededor.

Entonces Puri sintió cómo le quitaban la capa y después que sus muñecas eran liberadas brevemente antes de ser sujetadas a las esquinas superiores del bastidor, quedándose con los brazos estirados hacia arriba y separados de par en par. Entonces sintió que sus tobillos eran separados y sujetados a las esquinas inferiores del bastidor, y ella se encontró incapaz de moverse e incómodamente estirada en X. La anilla en la parte superior de la capucha fue sujetado con una cadena a un anillo en el centro superior del bastidor. Ella estaba totalmente desamparada ahora. El pánico comenzó a crecer mientras que ella analizaba su posición… Prácticamente desnuda e incapaz de oír, ver, hablar o moverse. ¡Ni siquiera podía oler!.

Yolanda y la otra mujer salieron del cuarto, dejándola sola, pero Puri no lo sabía.