Maestra exigente

Cuando un alumno me calienta, debo quedar satisfecha.

Maestra exigente.

  • ¡ Qué haces!- mi voz suena dura, con enojo. Es el mayor de la clase, no es un niño, se le nota en los pelos del las piernas, que deja ver su pantalón corto.

  • Nada, maestra.

  • Ponte parado delante mía...Niño ...Eres un cochino...Ven acá.

De pie, firme, los pantalones no pueden evitar que se note el bulto de su pene duro. Me pone caliente la excitación de mi alumno.

  • ¿ Como tienes la poronga tan gorda?

  • Maestra es que usted me gusta mucho y cuando la veo me toco por debajo del pupitre.

Me doy cuenta que pese a intentar ocultar mi cuerpo voluptuoso bajo un vestido camisero atraigo a algunos estudiantes. Ese deseo lujurioso en mis jóvenes alumnos hace que mi naturaleza lasciva salte, porque al ver como mi alumno tiene la polla tan parada, me he mojado la bombacha.

Le dejo de pie ante mí, le miro muy seria, soy la MAESTRA, la jefa, la que manda. Quiero gozar de mi poder: castigarle y disfrutar haciéndolo.

Yo sigo sentada, cruzo las piernas, al hacerlo , se abre falda del vestido y dejo ver parte del muslo, enfundado con medias negras. El muchacho está nervioso.

  • Acercate- le ordeno. Le dejo junto a mi mesa. No para de mirarme las tetas y las piernas.- ¿ Pero qué te pasa?

  • Que me excita mucho y ..

  • ¿ Que?.

  • Que me pone muy cachondo, luego de clase me tengo que hacer una paja, porque la pija se me pone muy dura y se nota cuando ando por la calle.

  • Eres un cochino. Así que te masturbas cuando acaba la clase.

  • Sí, señorita. Todos los días.

  • Eso requiere un castigo. ¡ Bajate los pantalones y el calzoncillo !

El alumno , de pie, ante mí, lo hace. Está en lo que los militares dicen posición de firmes. Y firme tiene la pija, bien dura y bien parada. Me encanta ese pollón que está tan alegre y viril por mi cuerpo sensual de cuarentona.

  • Ven acá. Te voy a tener que dar unos azotes. No se puede mirar así a la maestra. Ponte apoyado con las manos en la silla y con el culo en pompa.

Me obedece. Agarro la regla, es de madera, es de las que mide hasta 30 cm. Me coloco tras él y le doy cuatro reglazos. No muy fuertes, pero si lo suficiente para ponerle las nalgas coloradas.

  • ¡ Mirame! Sos un vicioso, se te ha puesto mas gorda y mas dura.

  • Sí, señorita. Es que me pone usted muy cachondo.

Le agarro la polla con la mano derecha. Está como una piedra. Paso el borde de la regla por el prepucio que he dejado al descubierto tirando hacia atrás de la piel que lo cubre. Meneo un poco la mano adelante y atrás. Sigue rígida.

Me siento en la silla y me abro el vestido hasta la cintura y me bajo las bragas.

  • Arrodillate y lame la concha de la maestra. Solo lamer, no se te ocurra morder, que sos muy bruto y no debes hacerme daño.

Se arrodilla entre mis muslos y se abalanza sobre mi coño abierto y mojado. Empieza a lamerlo. Es una maravilla sentir la lengua que escarba mi sexo, lento y profundo al principio, para saborear todos mis flujos, y luego rápido para volver a hacerlos brotar. Mete la punta de la lengua, buscando entrar en mi intimidad. Luego la usa como si fuera un repasador que recorre mis labios íntimos.

  • Señorita ...¿ debo seguir o paro?- separa su boca de mi coño y me mira con ojos de perrito faldero.

  • Sigue y no pares.- le agarro la cabeza y le aprieto contra mi vientre.

Vuelve a su tarea, incansable , yo contengo mis gemidos. Soy la maestra y lo que le he puesto es un castigo. Delicioso para mí. Creí que cansado para él, pero no se cansa. Ha descubierto mi clítoris endurecido y lame, lame y lame...hasta que noto como me viene la ola. Le agarró de los pelos y lo aprieto con los muslos impidiendo que se mueva, haciendo que sea solo la lengua que me lleva al más allá.

Respiro profundo tras el orgasmo y separo su cabeza de mi entrepierna. Está congestionado, con ojos que llamean lujuria. Parece un perro ansioso de caricias.

  • No he acabado con vos. ¡ Tumbate!

Lo hace , tiene la pija mirando al cielo. Coloco un pie a cada lado de sus caderas y bajo sin titubeos, agarro la verga y la coloco para que entre hasta el fondo de mi vagina lubricada. Me empalo y lo cabalgo salvaje hasta que me vuelvo a ir, al tiempo que noto como corre mi marido.

  • Nena , ha sido salvaje.

  • Es que sabes hacer de alumno muy bien. Ganaste ayer y hoy he pagado.

Me inclino y le beso mimosa. Siento como va saliendo su polla y me tumbo a su lado.

  • Te quiero- me dice pasando su brazo por mi cuello y quedando ambos mirando al techo.

Me giro y vuelvo a besarle.

  • Yo, también.

No sé por qué pero estar encerrada me hace perversa. Miro a mi marido como un juguete, como un macho para satisfacer deseos donde el morbo se impone. Y él a mí.

El tener a mis padres en el mismo edificio, el que nuestros hijos pasen mucho tiempo con ellos, logrando tener un par de noches libre por semana , hace que sin darnos cuenta hayamos entrado en juegos sexuales que nos hacen un poco mas libidinosos.

El de la profe y el alumno se le ha ocurrido a mi esposo, a raíz de verme dar clase a distancia por la compu. Cree que algún alumno se pone cachondo al verme en la pantalla, eso le calienta y me confesó que siempre le ponía una profe del instituto cuando era un “ chaval”. Ayer cuando ganó en la canasta propuso este juego que hemos jugado y que acabo de contar.