Maduro motociclista
Con mis piernas en sus hombros, su pene entrando y saliendo de mí con cada vez más fuerza, cada vez llegando más dentro de mí, estaba llegando a mi segundo orgasmo. Me tomó de los hombros y llevándome hacia él, como si así pudiera llegar más dentro mío empezó a bombear con increíble fuerza...
Los mejores encuentros sexuales son cuando menos lo esperas, sin duda. A finales del año pasado estaba ayudándole a un amigo en su agencia, por temporada se llenaron de eventos por organizar y el personal no era el suficiente, así que me propuso ayudarle con una de las fiestas fuera de CDMX.
Mi trabajo consistía en ser un enlace entre el cliente y la agencia, asegurarme de que se cumplía todo lo del contrato y de que los proveedores enviaran lo necesario para la fiesta. El concepto era sumamente desconocido para mí porque el cliente era una tienda que se especializaba en ropa y accesorios para motociclistas.
Si no lo recuerdan, mi estilo dista mucho de ese estereotipo; en ese entonces tenía 28 años y por mi trabajo estaba acostumbrada a vestir muy formal, me gustaba resaltar mis nalgas con faldas tipo lápiz y vestidos entallados de la cintura y rectos; destacaba las pecas de mi espalda y pecho con escotes; oscurecí mi pelo para verme "más grande y formal" aunque no lo lograba con mucho éxito, acentuaba mucho mi maquillaje, pero mis facciones finas rayaban en lo adolescente.
Al cliente le dijeron que estaría una semana antes de la fiesta para cerrar todos los detalles. El día llegó pero se me hizo muy temprano y pasé a una cafetería cercana a sus oficinas para hacer tiempo. Entré a ordenar al mostrador un café del día frío, la mañana era calurosa así que me dirigí a las mesas al aire libre, tenía que cruzar todo el lugar pero sentía una mirada. No presté atención, me senté a revisar algunas notas para la junta pero por no tirar el iPad tiré café sobre el blazer blanco que llevaba, hice todo lo que pude en el baño pero la mancha seguía ahí.
La primera vez que vería al cliente y con una mancha en el blazer… decidí quitármelo, debajo llevaba un jumpsuit negro, ajustado por la parte de arriba y hasta la cintura, lo demás era más bien suelto, sin mangas y con un escote en la espalda; zapatos de aguja rojos y una coleta en el pelo perfectamente lacio. Quizá era una elección muy atrevida para la primera impresión pero al menos llegaría limpia.
Al salir, me dirigí a la oficina. No había notado que el aire fresco sobre mi espalda había hecho reaccionar mis pezones. Caminé bajo el sol para minimizar el efecto y llegar lo más propia a la junta. Al llegar con el cliente me sorprendí, el lugar tenía las paredes oscuras, algunas otras con ladrillo “viejo”, muebles de piel, iluminación tipo industrial; los empleados no eran precisamente los oficinistas típicos con los que acostumbraba a tratar.
Al preguntar por Damian, él se presentó solo, venía entrando justo detrás de mí.
-¿Y tú eres?
-Soy Sofía, Tomás te avisó que vendría a ayudarlos con todos los detalles de la fiesta.
-Vamos a mi oficina, Sofía. Por las escaleras, sigue todo el pasillo y es al fondo.
Mientras caminaba frente a él pensaba en lo frágil que me sentía, Damián es un hombre que podría estar llegando a los 50 años, alto, quizá más de 1.80 cm de alto, cabello effortless, canoso, barba de días también con canas, corpulento; ese día llevaba jeans negros, camisa blanca con las mangas arremangadas, sin abotonarla por completo, se podían ver unos tatuajes en sus brazos. Básicamente un hombre imponente, con el que sabes que no hay medias tintas.
Abrió las puertas de cristal, me cedió el paso y esta vez sentía más fuerte su mirada. Su oficina parecía más un departamento de soltero que un espacio para trabajar, tenía incluso una barra con algunas botellas, un sillón de piel, equipo de sonido y una pantalla.
Siéntate. ¿Te ofrezco algo de tomar?
Un poco de agua, por favor.
Sacó detrás de la barra una botella de agua fría y me la sirvió en un vaso.
-No quiero que lo tomes personal pero estábamos esperando algo… diferente. No estoy seguro de que entiendas claramente nuestro concepto y la fiesta es muy importante, vendrán los clientes más importantes, algunos potenciales, proveedores… no quiero arriesgarme con alguien que…
Tenía que interrumpirlo, mientras decía todo eso caminaba por la oficina y yo seguía sentada. Así que me puse de pie y lo tomé del antebrazo.
-Damián, disculpa que te interrumpa. Te estás adelantando, pensé que serías mucho más abierto, tienes un negocio que rompe muchas reglas de lo socialmente aceptado. Explícame qué es con lo que no te sientes cómodo y lo resolvemos; además el concepto de la fiesta ya está aprobado por ti, yo estoy aquí para cumplir todo lo que quiera.
-Ven acá.
Me tomó del codo y me dirigió al fondo de la oficina, me llevó atrás de su escritorio, quitó su silla, encendió la computadora y me mostró el render de la fiesta. Se pasó detrás de mi, a la altura de mi oído, dijo:
-¿Ves esto? La iluminación, la disposición, el mobiliario… quiero que todo se vea así, perfecto, no aceptaré nada menos que esto. Cualquier cambio, retraso, inconveniente, quiero saberlo.
Me giré pero quedamos muy juntos, delicadamente lo hice hacia atrás poniendo mi mano sobre su pecho.
-Estarás al tanto de todo. Si no te importa, me gustaría saber con quién arreglo todos los detalles para la transportación de las motos que se van a presentar.
-Conmigo, todo lo voy a revisar personalmente.
Los días pasaron y básicamente trabajaba desde su oficina, pasaba por mí al hotel, comíamos juntos; la relación era mucho menos tensa, poco a poco era menos controlador y se podría decir que coqueteábamos de forma inocente, algunos roces, miradas, halagos.
El día de la fiesta desperté más temprano, fui al venue de la fiesta a revisar que todo estuviera en orden, tendría que pasar mucho tiempo parada, de aquí para allá, afortunadamente había hecho algunas compras para estar más ad-hoc: un pantalón de mezclilla muy ajustado, una camisa blanca oversize con un bra negro de encaje abajo y combat boots para hacerlo más cómodo. Todo iba perfecto, eran las 4 pm y no había ni desayunado.
Damian estuvo ausente todo el día, asaltaron una de las tiendas y estaba en el papeleo, creí que sería buena idea llevarle algo de comer. Compré una pizza, la que me dijo era su favorita, con algunas cervezas y pasar por su oficina, al llegar el ambiente estaba alto tenso, los empleados se estaban yendo a cambiarse para la fiesta y un par ayudando a Damian.
-¡Llegó la pizza, si ya comiste traigo cerveza!
-Gracias, un poco de distracción en este caos. ¿Cómo va todo? Dime que al menos la fiesta va a salir bien.
-Todo está perfecto, solo vine a dejarte esto. Voy a cambiarme, tengo que estar a las 7pm de vuelta en el venue para recibir verificar que todo esté listo con las bebidas, la cocina y el DJ. Pero, antes de que digas cualquier cosa, hay un compañero revisando los últimos detalles.
-Primero, no iba a decir nada. Segundo, come conmigo.
En 30 minutos la pizza se había terminado, empezamos a ver las fotos que había tomado del lugar de la fiesta en la pantalla, habrían sido unas 50. Por alguna razón llegó a una selfie mía con un body negro con un escote muy profundo.
-¿En qué parte de la fiesta aparece esta preciosura?
-¡Quítala!
-Te ves hermosa, no tienes que apenarte.
-Gracias pero estamos trabajando, por favor quítala.
Claro que no me hizo caso, solo la hizo más grande y la recorrió.
-Esos ojos, tus labios, tu cuello, la clavícula, las pecas, el escote… te ves perfecta. Y ahora estás nerviosa, respiras más rápido- Me decía mientras se acercaba más a mí, me tomó la cara, bajó sus dedos por mi cuello, más abajo y firmemente me llevó a sus labios tomándome desde atrás del cuello.
Fue un beso lento, abrió mis labios con la punta de su lengua, se apoderó de mi boca suavemente, no quitó su mano del cuello, usó la otra para tomarme de la cintura y llevarme hacia él. Estaba completamente a su disposición, no tenía la intención de separarme de él. Con solo un beso estaba excitándome como a una adolescente.
-Vamos a mi casa.
-No.
-¿A tu hotel?
-No.
-Como quieras.
Besándome con más ansiedad que antes, él recargado en el respaldo del sillón, me puso sobre su cuerpo, con las piernas a su alrededor sentí su paquete, instintivamente me froté contra él, sus manos se aferraban a mis nalgas, subió por mi espalda debajo de mi camisa.
-Si alguien sube será la primera vez que un empleado me vea así- Me dijo, Damian.
-Perdón, ya sé que esto no está bien- Respondí, intentando ponerme de pie. Estando frente él, solo me desabrochó el cinturón. Di un paso hacia atrás pero no me soltó, siguió desabotonando mis jeans.
-Tú no quisiste irte - Trató de bajarme los jeans. - ¿Cómo puedes moverte con esto? Siguió tratando, lo quería hacer delicadamente pero la tela se aferraba a mis piernas. Cambió de táctica y se concentró en acariciar mis piernas, las besaba, se acercó a mi coño, lo olió, pasó sus dedos sobre mi tanga, me giró, acarició mis nalgas, las besó, sus manos iban de adelante hacia atrás, iban y volvían. Me di cuenta que seguía mi foto en la pantalla, me prendí aún más. Con un poco más de fuerza, llevó los jeans hasta abajo de las rodillas.
Me giró nuevamente, sus manos regresaron a mi vientre, bajaron a mi coño, me olía, mordía ligeramente mis muslos, me apretaba, estaba alargando el momento mientras que yo mordía mis labios, estiraba el torso, gemía y claro… me mojaba. Me chupé un dedo y quise llevarlo a mi vagina, Damian lo impidió.
-Hoy no, preciosa. Yo me encargo de esto. - Cuando terminó de decirlo me sentó en el sillón, no tenía mucho marco de movimiento con los jeans en las rodillas, así que solamente me dejé dirigir por él.
Volvió a besarme, con sus manos entre mis piernas, sus labios pasando de mi cuello a mis labios, a mi clavícula. Finalmente uno de sus dedos se clavó en mi vagina, estaba tan mojada que deslizarlo suavemente fue delicioso, me salió un largo y profundo gemido. Nos miramos, lo traje hacia mí para besarlo, metí mi lengua en la suya tan pronto estaban nuestras bocas juntas.
Mi cadera empezaba a moverse por sí misma, él no se había quitado nada de ropa así que empecé a desabotonar su camisa, aún sin verlo, su torso estaba tibio, había algo de vello, algo de definición en sus músculos.
-Quiero desvestirte, es la última vez que te lo pregunto. ¿Vamos a mi casa o te hago el amor aquí?- Me preguntó mientras movía sus dedos dentro de mi coño.
Respondí con un gemido y un beso. Me gustó muchísimo que me hablara así, era contratante su imagen y le ponía mucha emoción la posibilidad de que nos encontraran. En ese preciso momento escuchamos ruido, inmediatamente me tapó la boca.
-¿Señor Damián, sigue ahí? ¿Alguien?
En dos segundos nos paramos, nos arreglamos; tuvimos el tiempo justo para que uno de los empleados entrara a la oficina
-¡Aquí está todo lo del seguro, señor! Discúlpeme por favor, era mi obligación tener todo al día, de verdad sé que es un error y me hago responsable…
-Por favor, Carlos, después hablamos.
-No me gustaría que pensara que no me importa…
-De verdad, Carlos. Hablamos después, ya sabes qué hacer con los papeles, por favor, hazlo ya.
-Señor…
-¡Carlos, por favor!
-Su sillón, tiraron algo. Si quiere ahorita lo limpio.
Ambos dirigimos la mirada al sillón. El tapiz de piel estaba mojado, yo lo había mojado con mi flujo. ¡Genial! Yo estaba de mil colores y Damián solo tenía una sonrisa en su cara.
-No te preocupes Carlos, ve a dejar los papeles.
No podía con la pena, aunque el tal Carlos no supiera de lo que se trataba. Busqué mi bolsa y salí de la oficina sin despedirme, evadiendo miradas.
Llegué al hotel con tremenda calentura, me metí a bañar con el tiempo contado. No tenía tiempo de arreglarme, me puse un vestido lencero negro, unas botas te tacón un tanto toscas para dar el look de motociclismo, una chamarra de piel. Abajo, solo llevaba unas bragas de encaje. Me hice unos rizos ligeros en las puntas del pelo y salí al venue de la fiesta.
Afortunadamente todo iba bien, empezaron a llegar los invitados, Damián estaba feliz. Iba con un look más formal pero en el mismo papel de hombre rebelde, a todos les estaba encantando la fiesta, incluso le tuve que pagar un par de horas extra al DJ.
Cuando por fin se redujo un poco el trabajo, Damian y yo nos lanzamos miradas, al acercarnos pasaba su mano por mi espalda, tocaba discretamente mis nalgas, se ponía atrás de mí y me tomaba de la cintura. En algunas oportunidades solos me robaba besos, metía su mano bajo mi vestido, tocaba mis senos y me calentaba con sus palabras:
- Voy a morder todas tus pecas.
-Ese vestido parece lencería, mi mente vuela, como la de todos los hombres aquí.
-Si te agarro en el baño ahí mismo te hago mía.
-No limpié mi sillón, fantaseo con tomarte ahí.
-Quítate la tanga o lo que traigas.
-Me quedé con ganas de chuparte toda.
Casi al final tuve que ir a la cocina porque aunque estábamos terminando, algunos invitados seguían bebiendo y quedaba poco alcohol, mi bolso estaba en una “oficina” medio escondida. Allá me dirigía, tenía que cruzar un patio interior pero me encontré con Damián y una mujer que tocaba su entrepierna. Ella era todo el prototipo de una mujer escandalosa, estatura media, pelo casi a la cintura, con ondas rubias, tetas y nalgas prominentes, piernas gruesas enfundadas en un pantalón de piel con una playera sin mangas.
-Con permiso.
Damian saltó y sapartó a esa mujer, pero ella le abrazó el brazo desde su hombro y él se volvió a separar de ella.
-Sofía…
-¿No nos vas a presentar, mi vida?- Preguntó la rubia.
-Jennifer, eres gerente de una tienda, solo eso. Déjanos solos.
-No se preocupen, pueden seguir, solo necesito mi bolso, necesitamos algo más de alcohol.
-Yo tengo dinero, no lo tienes que pagar de tu bolsa. Vamos a ¿quién se lo tenemos que dar?- Respondió Damián tomándome del codo.
Me safe de su mano y caminé a la cocina, él iba detrás de mí, me tomó de la cintura, me quité su mano con la mía.
-Román, por favor compra lo que te pedí. Damian te va a dar el dinero, necesito que le entregues el ticket y que lo registres como pagado en la lista de insumos.
Estaba sumamente enojada, no debía porque estrictamente no éramos nada, pero no podía manosearme una tarde y horas después estar con otra mujer. Una mujer que claramente desbordaba sexo por los poros.
No podía irme hasta que se fuera el DJ y el servicio de meseros, los invitados seguían bebiendo, la tal Jennifer bebía con uno de los clientes y llamaron a Damian, yo seguía supervisando que los pocos invitados que quedaban.
-Amiga, ¿me traes un whisky?
No podía creer que se dirigiera a mí pero fui muy cortes. Voltee y sonreí, un mesero enseguida fue a atenderla aclarándole que para eso estaban ellos, que yo no era mesera.
Me quedé platicando con unos proveedores, les interesaba nuestro servicio y estaba platicándoles todo lo que la agencia hacía.
-Disculpen, tengo que robarles a Sofía. Mi asistente les hará llegar el contacto de la agencia, no se preocupen- Y me llevó de ahí tomándome como siempre del codo.
-Por favor, hagamos esto lo más profesional posible. Nuestras horas de servicio ya terminaron, Román se va a encargar de esperar a que tus invitados se vayan para despedir a los meseros y al DJ; sería muy buena idea que los apresuraras a irse.
-Quiero explicarte lo que viste, Jennifer es gerente en otra ciudad, la veo una o dos veces al año, hace mucho tiempo tuvimos algo de una noche, el alcohol le dio valor para acercarse.
-OK, me voy.
-Si quieres irte está bien, mi chofer puede llevarte a mi casa.
-No, gracias. ¡Román, mi bolsa por favor!
-Escúchame, no quiero que pienses lo que no es. Estos días la hemos pasado muy bien, en todo lo que he pensado es en ti.
-Ok, me voy.
Román me dio mi bolsa y salí de prisa de ahí, él ya sabía qué hacer. Damián iba atrás de mí, mucho más disimulado que yo, me alcanzó unos pasos fuera de la vista de todos y me jaló del brazo con mucha fuerza.
-Tú y yo no somos nada para que te pongas así.
-¿Entonces qué haces aquí? ¿Qué haces evitando que me vaya?
-Porque no soy un patán, vamos al auto.- Me llevó prácticamente jalándome.
Estaba buscando su camioneta, estaba hasta el final del estacionamiento. Llegamos pero no estaba su chofer, me recargó en una de las puertas y me dijo
-Necesito que entiendas que no tengo ninguna relación con nadie. Acercando su cuerpo al mío trató de besarme, le quité la cara, pasó su lengua por mi cuello, me retorcí y fue la señal para que se acercara todo su cuerpo al mío, sus manos estrecharon mi cintura y volvió a internar darme un beso.
-Qué asco, hueles a perfume barato- Lo empujé
-Entonces quítame la ropa- Respondió en tono de burla. -Preciosa, créeme cuando te digo que no pasó nada, ella quería que pasara pero no era mutuo. Hay un mundo de diferencia entre ambas, por algo estoy contigo, solo lo seas grosera, has sido toda una dama y eso me encanta.
A lo lejos escuchamos que activaron la alarma, era el chofer.
-Vamos a casa, José.
En el camino fue todo un caballero, plática casual, algunos besos, sus manos siempre por arriba del vestido… Llegamos a una casa muy moderna, nada que ver con la oficina, amplios espacios, techos altos, grandes ventanas.
Al cerrar la puerta principal me besó desesperadamente, desbordando todo lo que había estado guardando desde que dejé mojado su sillón. Me levantó, rodeé su cintura con mis piernas, me aferré a su cuello dejando que hiciera lo que quisiera conmigo, no había parte de mi cuerpo que se escapara de sus caricias.
No noté cuando llegamos a su recámara, simplemente me aventó a una perfecta cama gris, acolchonada y muy grande. Mi vestido estaba prácticamente en la cintura, la chamarra la tenía a media espalda, despeinada, mojadísima. Damián se desabotonó la camisa, mientras me comía con la mirada, yo lo esperaba con las piernas medio abiertas, recargada en mis codos. Al fin veía su torso, algo de vello, pocas canas, algunos tatuajes en los brazos, se veía mucho mejor de lo que imaginaba, ancho, fuerte…
-Me siento violado por tu mirada, Sofía.
-Entonces ven aquí, ya no me hagas esperar.
Aún se dio tiempo para desabrochar su cinturón, abrir el botón y bajar el cierre de su pantalón. Tomó mis tobillos y me arrastró hacia él, en un segundo ya estaba sobre mí, estaba inundada por su lengua en mi boca, fluidos en mi coño, sus manos quitándome la chamarra, subiéndome el vestido y quitándomelo por la cabeza.
-Te ves espectacular, mejor que en esa foto, mejor que como lo imaginaba.
-¿Cuántas veces me imaginaste?
-Muchas. Cuando te vi en la cafetería, cuando te seguí por la calle, siempre que estábamos en la oficina. Te pensé en todas las posiciones, en cada parte de esta casa.
En ese perfecto foreplay, yo solo estaba cubierta con mi braguita negra de encaje y las botas. Me tomó por las muñecas recargándolas sobre el colchón arriba de mi cabeza, él estaba chupándome los senos, intercambiaba de uno otro, con pequeñas mordiditas, su otra mano la tenía dentro de mis bragas, rozaba mi clitoris, apenas si metía un poquito de su dedo, mi respiración iba en aumento, me mojaba sin control, arqueaba mi espalda con cada roce, mordía mis labios.
Damián soltó mis muñecas, se levantó y empezó a bajar mi bragas, lo hacía tan lento que sentía el pasar de sus manos, la suavidad del encaje, las sacó de ambas piernas y las llevó a su nariz.
-Quiero este olor todos los días de mi vida.
-Entonces déjame darte más de eso-. Le dije mientras abría más mi piernas, pasaba mis dedos por mi coño mojándolos y chupándolos después.
Damián se sobó su pene, lo apretó, bajó su bóxer y salió disparado un pene no solo grande, también muy grueso, se le notaban las venas, estaba curveado y muy apetitoso.
-Trae un condón.
-Si lo quieres, ve por él. Están en el cajón del lado derecho.
Como estaba casi al pie de la cama me volteé y empecé a gatear moviendo mis nalguitas, llegué a la altura del cajón y me estiré para abrirlo; había varios por no decir muchos… cuando estaba por voltear de nuevo, sentí su peso sobre mí.
Besaba mi espalda, volvía a manosearme toda, concentraba su boca en mis hombros, en mi cuello, bajó, me acomodó bien en cuatro, inclinó parte de la espalda en la cama, besó mis nalgas y empezó a explorar cada rincón de mi coño. Desde atrás estaba lamiéndome toda. Ya no era dueña de mi cuerpo, él me manejaba a su antojo.
-Ah… ahhhhh, ahhhhhhh.
-Preciosa, sabes mejor de lo que hueles.
-Por favor, sigue, vuelve a hacer eso que hacías-. Le pedí con la voz entrecortada.
Se estiró sobre mi cuerpo, sentía su pene duro en mis nalgas y al oído me dijo:
-Mmmm, nada como una mujer que pide lo que quiere. Pídemelo bien, preciosa.
-Vuelve a chuparme.
-¿Chuparte qué, Sofía?
-Vuelve a chupar mi vagina, Damian.
Sin esperarlo me giró contra el colchón y se adentró entre mis piernas. Después de un lametón por todo mi coño, atrapó mi clitoris entre sus labios, succionó, su lengua jugó ahí adentro. Inmediatamente sentí un orgasmo, mi cuerpo se apretó y empezó a vibrar, terminé completamente estirada sobre su cama sin fuerza.
-Quiero más, Damian.
-Preparate, Sofía. Dame el condón.
Estiré mi mano para dárselo pero entre tanta pasión había maltratado el empaque sin querer.
-¿Si sabes que así de aplastados se rompen? Ve por otro.
Repetí el mismo movimiento, giré, paré mis nalguitas y me estiré al cajón. En ese momento sentí un golpe, me dio una nalgada que sonó en toda la habitación.
-Auch - Grité con una sonrisa sobre mi hombro.
-¿Te gusta?
-A ver, déjame probarlo otra vez.
Lo repitió, esta vez después de darme la nalgada me acarició y me dio un beso en la nalga a la que nalgueó.
-Mmmm, definitivamente me gusta.
Él me giró, nuevamente tomó de las piernas, las besó, las abrió, las puso sobre sus hombros, se puso el condón y simplemente se acomodó en medio de mí.
-Tenía tantas ganas de hacer esto, es la mejor visión.
Me dio un beso y sin esperarlo se abrió paso dentro de mi. En una sola estocada metió su pene, grité del dolor, quise empujarlo, había sido demasiado intenso. Se dio cuenta y me dijo:
-No, no, por favor, déjame quedarme así, no quiero salirme de ti.
Sin decirle nada tomé su mano y la llevé a al clítoris y empecé a masajearlo con su mano. En solo un momento, la sensaciones de excitación llegaron a mi cuerpo, él volvió a moverse lentamente, despacio salió de mi vagina, sacó casi todo su pene y volvió a meterlo despacio. Continuó con esos movimientos un par de veces más, entraba y salía de mí; hasta que lo sacó por completo, metió solo la cabeza y poco a poco introdujo el resto de su venoso pene.
-Mmmmm… qué rico, estoy lista. Dame más fuerte.
Sin decir una sola palabra, Damian clavó el resto hasta el fondo, cuando llegó hasta adentro se escuchó un gruñido
-Estás riquísima, aprietas como nadie.
Con mis piernas en sus hombros, su pene entrando y saliendo de mí con cada vez más fuerza, cada vez llegando más dentro de mí, estaba llegando a mi segundo orgasmo. Me tomó de los hombros y llevándome hacia él, como si así pudiera llegar más dentro mío empezó a bombear con increíble fuerza y velocidad.
Yo había dejado de gemir, estaba prácticamente gritando, no emitía palabras, solamente el placer que me daba era lo que salía. Dobló mis piernas para pegar mis rodillas a mi torso, estaba prácticamente doblada con él sobre mí, penetrándome cada vez más profundo me dijo al oído:
-Quiero atarte, hacerte mía de todas las formas, correrme en ti.
Sus palabras me excitaron mucho más, mi coñito empezó a contraerse, apretaba su pene, perdía el control.
-Ahhhhhh, ahhhhhhhhhh- Gemidos largos salieron de mi garganta.
-Así, preciosa. Grita para mí, córrete en mí.- Al tiempo que decía eso hacia penetraciones profundas, fuertes y pellizcando mis pezones me provocó un orgasmo delicioso.
Me corrí, terminé agotada sobre la cama pero su pero con su pene dentro, duro todavía. Damian inició a salir y entrar nuevamente en mí, me volvía a comer a besos.
-Preciosa, Sofía, déjame correrme en tu cuerpo.
-Me dejaste agotada, puedes terminar donde tú quieras, amor.
Sí, le dije “amor”. Al menos no le dio importancia, se limitó a sacar su pene de mí, quitarse el condón, a bajar mis piernas y acercarse más, se dio dos o tres jalones y su lechita salió disparada en mi vagina, se derramaba sobre los labios, algunos disparos cayeron en mi abdomen. Tuvo tiempo de agarra un poco de su corrida con un dedo y lo llevó a mi boca. Gustosa lo lamí con mi lengua y chupe su dedo pensando en que no había insinuado que le hiciera una mamada.
Inmediatamente lo jalé hacía mi, nos besamos, su leche se embarró en nuestros cuerpos, me tenía nuevamente ansiosa, quería más y sabía como obtenerlo. No me limité al pedirlo:
- No me dejaste probar tu pene, se me antoja mil.
-Te lo vas a comer pero como a mí me gusta… lo de atarte y ser mía de todas las formas no era broma
Continuará.