Madurita secuestrada (2)
Pili todavía mojaba la braga recordando su "secuestro", cuando recibe una visita a domicilio muy especial...
Pili todavía mojaba la braga cuando recordaba el episodio de la furgoneta, a solas en casa. Desde aquel día, veía bastante frecuentemente a su ex marido y su relación había vuelto a cobrar vida. Ahora lo suyo era podríamos decir, una amistad sexual que llevaban muy bien. En cuanto a su hija, no comentaba nada de lo ocurrido, así que Pili no sabía si su amigo le había contado algo, aunque sospechaba y esperaba que no.
Esa mañana estaba haciendo las cosas de casa, había ido a la compra y estaba atareada colocando la compra en los armarios, cuando sonó el timbre. Vivía en un chalet adosado, así que salió a la calle a ver quién llamaba. A esa hora era frecuente que llamasen comerciales vendiendo algo, así que cuando un chico joven le dijo que era de la compañía de gas, no se extrañó, y le dejó pasar a hacer la lectura. Era bastante educado y Pili no se dió cuenta de que el chico sostuvo la puerta del jardín para que no se cerrase del todo. Entraron a la casa, y el chico se metió debajo del fregadero a buscar el contador. Pili le dijo:
- "la verdad es que está un poco a desmano, pero se ve bien".
El chico se fijó desde su posición en las piernas de Pili, la verdad era que no estaba nada mal, era una perfecta MILF, justo lo que buscaban.
Simuló que le costaba leer el contador y ella amablemente se agachó para ayudarle, movimiento que él aprovechó para mirarle las bragas descaradamente. Ella se sintió intimidada, y pensó casi en alto:
- "¡joder con el niñato, me ha mirado las bragas!".
Y sin cortarse lo más mínimo, le soltó:
- "¿Vas mirando las bragas a todas tus clientas?".
Y tras decir esto, oyó a su espalda una voz joven pero profunda que resonó en la cocina:
- "Sí, le gustan las braguitas de las maduritas como tú, y ahora vamos a ver si las llevas limpias...".
Pili estaba desconcertada, y sintió una sonrisa en la cara del primer chico, mientras se volvía para descubrir con estupor no a uno más, sino a tres chicos más, detrás de ella. Se incorporó, y trató de refugiarse en el rincón de los fogones, con el culo pegado a la encimera y las manos sujetas, en posición de defensa. Los chicos eran jóvenes, de unos 20 años, y no conocía a ninguno. En vez de colocarse en postura de atacarla, digamos que se pusieron cómodos. Uno de ellos empezó a desnudarse sin más, sentado en una silla, y el resto le siguieron. Dos de ellos tenían una erección importante, sobre todo el que había entrado en primer lugar. En pocos segundos, ella seguía en su misma posición y tres de ellos se masajeaban de fondo, mirándola, mientras uno adoptaba el papel de portavoz:
- "No te preocupes, guapa. No queremos hacerte daño, sólo es que nos da mucho morbo compartir a una madurita como tú, con ese cuerpo hecho para el vicio".
A Pili esas palabras le sonaron torpes e inmaduras, pero había un trasfondo de piropo que encontró morboso. Aún así, estaba asustada, temía estar allí con cuatro locos de esa calaña. Recordó el incidente de la furgoneta, y pensó en su marido, lo que le hizo lanzar una advertencia en alto:
- "Cariño, esto no tiene gracia, estábamos recuperando nuestra relación, pero esto ya no tiene gracia...".
El chico se rió y le dijo:
- "¿Con quién hablas?, ¿no te parece suficiente con cuatro pollas para tí sola?".
Y dicho esto, el primer chico se acercó a ella y le susurró al oído:
- "Vamos a comprobar si llevas las bragas limpias".
Y a continuación metió su mano bajo la falda de Pili y se la pasó por la entrepierna con tal suavidad que le provocó un estremecimiento por todo su cuerpo. Trataba de evitar excitarse, pero cuando un dedo entró por un lado de la braga y empezó a masajearla los labios, notó que sus pezones se ponían erectos, señal inequívoca de que iba a empezar a mojarse...
El chico instintivamente llevó la otra mano a sus pechos, y soltó un piropo, asegurando que estaba más buena que muchas de sus compañeras de clase. Pili le miraba con la cara apartada de la suya, y a medida que sentía su entrepierna entrar en calor, veía al chico cerrar los ojos y concentrarse aún más. Entonces el segundo se acercó y dijo en voz alta:
- "Qué poco sabes de tías, no puedes calentarla así, sin darle ni siquiera un besito".
Pilar se resistió, pero inmediatamente la boca del chico se pegó a la suya y sintió la lengua penetrar hasta el fondo de su garganta, mientras sus ojos se abrían de par en par. Ahora los dedos ya estaban resbalando por sus labios vaginales, y se adivinaba la intención de entrar hasta la cocina...
Otras dos manos se unieron a la fiesta, y sujetando sus bragas por la cintura, las bajaron recorriendo sus piernas de arriba a abajo. Pili sintió aire fresco en su entrepierna, y al mirar de frente, uno de los chicos se pajeaba con sus bragas en la boca, aspirando su aroma en un estado como de trance. A partir de ese momento Pili se dejó llevar, sumida en un placer que iba venciendo al miedo y a la incertidumbre. Pocos minutos después, su mente dejó de preocuparse por la situación tan dantesca que estaba viviendo y sumió su cuerpo en el disfrute puro y duro...
De nuevo la voz del líder la despertó:
- "Me apetece vestirla de putita, ¿vamos a ver qué tiene en su cuarto?".
Y como una orden, todos se la llevaron prácticamente en volandas a su habitación, tumbándola sobre la cama. Pili sentía varias lenguas apoderarse de su boca en una secuencia sin final, mientras las pollas de aquellos chicos golpeaban su cuerpo al moverse. Uno de ellos seguía disfrutando del espectáculo, ahora desde una butaca, masturbándose con sus bragas usadas.
Dos de ellos se pusieron a rebuscar en los cajones, mientras el cuarto se colocó en posición sobre ella y se la empezó a follar, ya completamente desnuda, entrando en su vagina sin la menor dificultad. Uno de ellos dió con un liguero y unas medias negras de malla, que Pili se ponía sólo en ocasiones muy especiales, y se acercó con las prendas en las manos:
- "Flipa colega, lo que tiene en su cajón, yo quiero follármela con esto puesto".
A lo que le respondió el que se la estaba follando:
- "Vale, pero busca un tanga y unos pantys, para ponerle debajo. Oye encanto, ¿tienes pantys de brillo?. Ah!, y unos tacones, ¿tienes de aguja?".
Pili respondió, como estimulada por el piropo:
- "En el tercer cajón hay unos pantys rosas. Y en el armario hay una caja roja con unos tacones negros".
El chico se apartó de ella y le dieron las prendas íntimas. Pili se colocó el tanga negro, y sobre él se enfundó los finísimos pantys rosas de brillo, para después colocarse el liguero y las medias negras. Todo ello con la mayor naturalidad, ante el asombro de los chicos, que se masturbaban justo delante de ella. En cuanto terminó, casi hubo pelea por colocarse sobre ella para follársela. El primero hizo un agujero en los pantys y a los pocos segundos follaba con desesperación. Pili estaba cada vez más caliente, parecía que eran inofensivos, después de todo, y por lo que veía, tenía polla para rato, así que trabajó en precipitar lo mas posible la faena.
Inició movimientos de cadera, masajeando el pene del chico, mientras con las manos subía por su cuerpo, lo cual calentó el ambiente:
- "Mira la colega, se está viniendo arriba, vamos, dale duro!".
El primer chico no podía más, y sufría a cada embestida, para contener el orgasmo. Entonces otro le metió el pene en la boca a Pili y los otros dos se dedicaron a acariciarla las piernas y los pechos. Ahora era ella la que empezaba a acercarse al orgasmo, mientras notaba la primera corrida en su vientre, y parte de sus pechos. El chico cayó rendido a su lado, pero otro había cogido el relevo, y la penetraba con fuerza. Su vagina empapada absorbía sin dificultad el miembro de no demasiado grosor, y la sensación de recibir caricias en todo su cuerpo era muy placentera. Se esmeró en comerle la polla al chico que tenía encima de ella, y cuando notó que estaba cerca del orgasmo, aceleró el ritmo, sintiendo cómo le manipulaba fácilmente. En pocos segundos sacó la polla de su boca y varios chorros de esperma inundaron sus pechos, cayendo las últimas gotas en su boca. Uno menos.
Ahora tenía dentro de ella al que se había estado masturbando con sus bragas, y aceleraba las embestidas mientras seguía sacando todo el partido a las bragas, que no dejaba de oler con desesperación. A cada minuto, se las ponía a ella en la boca, y volvía a hacerse con ellas. El otro chico había empezado a juguetear con su culito, pasando los dedos por sus labios vaginales y dibujando una espiral en su agujerito. Pilar se temió lo que le esperaba, aunque poco podía hacer para evitarlo, porque los dos chicos que se habían corrido la sujetaban los brazos mientras jugueteaban con sus pezones, dándola pequeños pellizcos y recorriendo sus piernas con caricias a manos llenas.
Dos manos la sujetaron por los glúteos, mientras el chico que se la estaba follando le ponía las bragas en la cara y a continuación cambiaba de agujero, empujando suavemente su miembro hacia dentro de su culito, hasta que el glande inició la exploración anal muy lentamente. Pili ahogó un gemido muy largo, y cuando abrió los ojos tenía al otro chico sobre ella, abrazándola y dispuesto a tapar su agujerito de nuevo. En un ritmo constante y suave, Pili sentía cómo la doble penetración dilataba sus cavidades en un ritmo sorprendentemente agradable para ella. Ahora gemía sin contener su deseo de disfrutar y dejar entrar a cualquiera de ellos hasta el fondo de su cuerpo, necesitaba que aquella sensación durase mucho tiempo, se sentía plenamente mujer y ahora sí que se sentía halagada por excitar de esa manera a cuatro adolescentes con la líbido en todo su esplendor. No sabía porqué se habían fijado en ella, pero estaba sintiendo una explosión de sensaciones indescriptible. Nunca antes había disfrutado de una doble penetración, y mucho menos con tal intensidad. Ahora sí que no tenía ninguna prisa por que se corriesen esos dos chicos, cosa que desgraciadamente no sólo no estaba en sus manos, sino que estaba en su entrepierna, cada vez más caliente.
Mientras su cuerpo era un vaivén de penetraciones, Pili se dejó llevar con los ojos cerrados y entonces sus dos agujeros se vaciaron de golpe, lo que le hizo volver en sí inmediatamente, abriendo los ojos para encontrarse de cara con las dos pollas que, con gemidos de fondo, descargaron sobre su cara una corrida doble, empapando sus mejillas, su boca y salpicando sus párpados y su melena.
Pili cerró los ojos a tiempo y al tratar de volverlos a abrir, sintió sus párpados medio sellados por el cálido esperma que formaba una cortina que, cómplice, ocultaba la huida de los cuatro chicos, que salieron de la casa como una exhalación. Pili estaba rendida, sentía su cuerpo al límite de la resistencia, y se quedó unos minutos inmóvil, tumbada sobre la cama, con las piernas abiertas, sin hacer nada... (continuará, porque yo también he mojado la braga... :)