Madurita con grandes atributos

MADURITA CON GRANDES SENOS Su sexo era realmente divino, uno de los más hermosos que he visto en mi existencia. Sus labios estaban bien delineados, eran gruesos y rozados, su clítoris era realmente un pedacito de bombón y su pubis estaba parcialmente depilado, solamente dejaba un caminito de vellitos que terminaba en su hendidura.

MADURITA COMO UNA FRUTA

Su sexo era realmente divino, uno de los más hermosos que he visto en mi existencia. Sus labios estaban bien delineados, eran gruesos y rozados, su clítoris era realmente un pedacito de bombón y su pubis estaba parcialmente depilado, solamente dejaba un caminito de vellitos que terminaba en su hendidura.

¡Hola a todos! Debido a sus alentadores comentarios, una vez más voy a relatarles una de mis experiencias, espero que les guste mucho, o por lo menos que os permita pasar un rato agradable. Mi nombre es Daniel, y como ya había dicho en algún otro relato, soy de México. En esta ocasión os narraré un seceso que me ocurrió hace un año aproximadamente como a estas fechas. Sucedió que un día mis padres salieron a visitar a unos de mis tíos, y regresarían hasta la noche. Me dejaron un poco de dinero para que comprara comida en algún lado, ya que no había nada hecho en mi casa. Como a las dos de la tarde el hambre me ganó, así que salí a buscar un lugar donde comer. Decidí ir a la plaza de la ciudad en la que vivía (ahora vivo en otro ciudad) a comprar algo de comida. Al llegar al área de restaurantes quedé paralizado al ver una mujer que se encontraba sentada en una de las mesas. Era realmente hermosa, de piel blanca, una larga y espesa cabellera pintada de rubio, unos pechos realmente inmensos y firmes, unas caderas anchas y piernas gruesas que aparentaba tener no más de 25 años. Al verla quedé fascinado con aquella dama, y no se por qué me acerqué a ella. Sobre la mesa tenía un libro bastante grueso, un libro que yo jamás había visto en mi vida y que a la verdad no me interesaba en lo mínimo, pero fue el único pretexto que encontré para acercarme. Me acerqué y le dije que ese libro se veía muy interesante, que si sabía de qué se trataba. Ella me dijo que no lo había leído, que se lo habían prestado y que apenas empezaría a leerlo. Para hacer conversación le dije que a mi me gustaba mucho leer (y eso es en parte cierto, pues leo mucho los relatos de esta página y que su libro me había llamado la atención. Ella me dijo que a ella no le gustaba mucho leer, que solo leía revistas y novelas, pero como no tenía otra cosa que hacer había decidido empezar a leer algo de literatura. Entonces me invitó a sentarme, y yo le dije que mejor no, que podía venir su novio y me metería en un lío. Simplemente sonrió y me dijo que no tenía novio, sino que estaba casada. Entonces le respondí que sería peor la cosa, pues llegaría su marido y no me daría tiempo ni de correr. Soltó una carcajada y me dijo que no me preocupara, que estaba sola, que no había ningún problema. Entonces tomé asiento junto a ella y continuamos platicando. Al cabo de un rato de plática me dijo que me invitaba a comer, cosa a la que yo me rehusé, le dije que me daba mucha pena. Entonces me dijo que tenía muchísima hambre, pero que se sentiría muy mal de comer enfrente de mí, que por favor aceptara. Pues no me quedó de otra: le dije que aceptaría con la condición que ella comprara para mí lo que quisiera. Total que compró unos platillos y comimos mientras continuábamos con la amena plática. Terminamos de comer y seguimos platicando. Entonces me dijo que su marido era un empresario y que tenía muchísimo dinero, pero que nunca estaba con ella. Que siempre estaba de viaje por todos lados y que ella siempre estaba sola, como ese día. Le dije que era una pena que una mujer tan bella como ella tuviera que pasar por eso, que ella merecía ser tratada como una reina. Me sonrió muy tiernamente y me dijo que era muy lindo. Me preguntó cuántos años tenía, y le dije que adivinara. Me dijo muchos más de los que tenía, pero es que siempre he aparentado más edad por que desde temprano me empezó a salir bigote y barba, pero en ese entonces tenia 18, cosa que ella no creyó. Luego le pregunté yo la suya, y me dijo que adivinara. Entonces le dije que le calculaba unos 23, a lo más 25. Me sonrió y me dijo que era muy lindo, que se sentía muy halagada porque en realidad tenía 35. Quedé atónico al escuchar su edad, en realidad no la aparentaba. Entonces le empecé a decir un montón de cosas, que era muy linda y que su marido debería de ser muy tonto, que ella se merecía mucho más, etc. Me dijo que la hacía sentir muy bien, que nunca la había hecho sentir así de maravilla. Me dijo que si tenía algo que hacer, a lo cual le dije que no, que el resto de la tarde me iba a dedicar a vagar un poco. Me dijo que si me gustaría acompañarla a su casa, para que no estuviera sola, que había planeado salir con sus amigas, pero que ese día estaban ocupadas por lo que ella pasaría sola el resto de la tarde. Accedí a su oferta, sin pensar que la cosa podría llegar mucho más lejos de lo que me esperaba. Llegamos a su casa, estacionó el auto y entramos. Realmente era una casa muy grande y cómoda, una casa de ricos. Me invitó a tomar asiento en la sala, y me ofreció un café. Acepté por no quedar mal con ella, a pesar que no me gusta mucho el café. Me trajo el café, me dijo que la esperara y se fue hacia una habitación. Quedé sentado en la sala, cuando regresó de nuevo. Me dijo que había ido a cambiarse para sentirse más cómoda, y si que lo estaba. Regresó con una playera muy juvenil y una falda de mezclilla, minifalda diría yo, y con el cabello suelto. Ahora se veía mucho más buena, sus muslos eran realmente perfectos y lucían firmes y fuertes; y que decir de sus pechos, santo Dios, eran realmente inmensos. Tomó asiento a mi lado y se puso cómoda, mientras que yo me ponía un tanto nervioso. No tomé casi nada del café y lo asenté en una mesita. Entonces ella en la plática me dijo muchas cosas que me dejaron un tanto asombrado, como que a su marido no le gustaba mucho hacer el amor y que en varios años de casados lo habían hecho muy pocas veces. Me asombré por el atrevimiento a confesarme aquello, así como por la confesión en si. Entonces pensé: "este tipo o tiene otra vieja más buena o es puto". Sonreí al tener aquél pensamiento, y ella me cuestionó por el motivo de mi risa. Le dije que me daba mucha pena que su marido fuese así con ella, y en ese momento me acerqué y como por instinto empecé a jugar con sus cabellos al lado de su cuello. No podía dejar de mirar sus pechos mientras con mi mano le acariciaba el cabello. Me dijo que todavía no creía mi edad, que aparentaba más, pero yo le juré que era cierto. Entonces me preguntó si alguna vez había estado con alguna mujer, y casi de inmediato contesté que no (cosa que no era cierta) fingiendo ingenuidad. Me dijo que si era virgen del todo y yo respondí que si. Sonrió y me dijo que era un chico muy lindo y que no entendí como es que nunca había estado con ninguna chica. Yo solo atiné a responderle que así es la vida, que ella también era muy linda y que de todas formas su marido era un estúpido. Me abrazó me dio un beso en la mejilla. Al estar más cerca de ella me excité aún más, ya casi no podía contenerme. Entonces ella notó la erección que había dentro de mis pantalones y me pregunté si era por ella. Tuve que confesarle que sí, que me excitaba su sola presencia. Entonces me dijo que se sentía muy halagada de saber que era capaz de excitar a alguien, ya que a su marido parecía no importarle mucho su apariencia. Entonces bajó una de sus manos y la colocó sobre mi pene y comenzó a frotarlo sobre el pantalón. Me dijo si le gustaría que ella fuera mi maestra en la materia del sexo, y yo fingiendo no saber nada del tema le dije que sí, pero que nunca lo había hecho y que me daba mucha pena. ¡Benditas mentiras! Muchas veces facilitan las cosas que una simple y estúpida verdad. Entonces me besó en la boca muy tiernamente y me dijo que me calmara, que ella no haría nada que yo no quisiera. Me pidió que me pusiera de pie frente a ella, y así lo hice mientras ella permanecía sentada en el sillón. Cuando estuve en pie, utilizó sus dos manos y en cuestión de segundos ya no tenía puesto el pantalón. Tomó mi bóxer con sus dientes y lentamente lo fue bajando, hasta que mi verga erecta salió como un resorte de su interior. Entonces sin decir nada más la sujetó por la base y se la metió todita a la boca. Esa es la ventaja de no tener un miembro tan grande como muchos desean uno normal está bien. Sentía su lengua recorriendo mi capullo, sus labios chocaban con mi cuerpo y con una de sus manos jugaba con mis bolas. Era inevitable gemir de placer con esa boca experta recorriendo cada centímetro, en realidad era una maravilla. En ese momento pensé que su marido realmente debería ser homosexual, ya que si ella fuera mi mujer le estaría dando sexo hasta que se hartara. Con mis manos sujeté su cabeza y comencé a embestirla sintiendo que la punta le llegaba hasta la garganta. Estuvo chupando hasta que estuve a punto de estallar, creo que lo notó y se apartó diciéndome que aún no era tiempo, que mi lección apenas estaba por empezar, que eso era solo la introducción, y vaya introducción que había sido. Se puso en pie y me despojó de la playera, dejándome prácticamente desnudo. Me dijo que fuésemos a su habitación para estar más cómodos, y se puso a caminar. Yo la seguí sin perder de vista ese trasero que se movía como velero en tormenta. Llegamos a la habitación y pasamos. Me preguntó si alguna vez había visto el cuerpo de una mujer, y yo respondí que no. ¡Otra mentira de nuevo! Parecía que el hecho que yo fuese virgen y que ella fuese la primera en tenerme la excitaba mucho. Entonces me dijo que la desvistiera, que quería que yo lo hiciera. Me paré frente a ella, y lentamente subí su playera hasta quitársela por completo. Que espectáculo, sus pechos eran más grandes de lo que yo me había imaginado. Ella me ayudó desabrochándose el sostén, y me pidió que se lo quitase. Lo tomé por los tirantes y lentamente lo deslicé por sus brazos hasta hacerlo caer al suelo. Inmediatamente un par de tetas enormes saltaron hacia a mí agradeciéndome por su libertad. Ella tomó mis manos y se las colocó en los pechos y comenzó a frotarlos con ellas. Yo acariciaba aquellas masas de carne, realmente estaban deliciosas, aparte de grandes estaban firmes y duras, pero al mismo tiempo cubiertas por una suave piel... en fin, eran un manjar que por su calidad deducía que muy pocos habían probado. Jugué con aquél par de melones hasta que ella tomó mi cabeza con sus manos y acercándola a sus pechos me dijo "Pruébalos" no faltaba decir más. Empecé a recorrer con mi lengua el canal que los dividía. Mi cabeza quedaba prácticamente atrapada entre esas dos montañas de carne. Poco a poco fui recorriéndolos con la lengua, chupando, lamiendo, mordisqueando suavemente hasta llegar a sus enormes pezones que coronaban aquél altar. Sus pezones estaban erectos y durísimos, y apuntaban hacia a mí como un arma amenazante; sus aureolas eran realmente enormes, más grandes que mis mejillas diría yo. Me metí a la boca lo más que pude uno de sus pezones y estando dentro de mi boca lo recorría con mi lengua. Para esto mi cuerpo ya estaba pegado totalmente al de ella y mi verga chocaba contra su falda mientras ella con los ojos cerrados gemía y me acariciaba la cabeza. Soltó mi cabeza y sin decir nada desabotonó su falda y la dejó caer por sus piernas hasta llegar al suelo. Ahora sentía mi verga chocando contra su braguita intentando colarse por algún lado. Me apartó de sus pechos y limpió mi rostro con sus manos, ya que ese par de tetas me habían mojado toda la cara. Me besó en los labios y se dirigió a la cama. Se recostó boca arriba y abrió sus piernas. Yo no podía dejar de ver su calzoncito húmedo por sus fluidos. Se notaba que lo que había debajo debía ser un verdadero manjar. Se percató de que no apartaba mi vista de su entrepierna cubierta y sonriendo maliciosamente me dijo: "¿te gustaría ver que hay debajo?" Yo simplemente asentí con la cabeza. Con un dedo me hizo señal de que me acercara. Me subí a la cama y me arrodillé en medio de sus piernas abiertas. "Deshazte de eso" me dijo ordenando. Tomé su calzoncito por ambos lados y lentamente comencé a deslizarlo por sus piernas. Por cierto, sus piernas también eran realmente hermosas: gruesas, firmes, duras y perfectamente depiladas. Me deshice de la última prenda que cubría ese altar de virtudes y desde mi posición tenía un panorama que casi me hacía eyacular de solo verlo. Su sexo era realmente divino, uno de los más hermosos que he visto en mi existencia. Sus labios estaban bien delineados, eran gruesos y rozados, su clítoris era realmente un pedacito de bombón y su pubis estaba parcialmente depilado, solamente dejaba un caminito de vellitos que terminaba en su hendidura. Esta vez no tuvo que pedirme nada, yo solito me acerqué a su entrepierna. El olor que producían sus fluidos era embriagante, podría hacerle perder el control a cualquiera. Saqué mi lengua y me comencé a acercar a ella. Un gemido salió de sus labios cuando mi lengua hizo contacto con su palpitante sexo. Mi lengua recorrió lentamente todos sus labios de abajo a arriba saboreando todo lo que se encontrara a su paso. Al final llegué a su apreciado botón. Lo lamí con fogosidad, lo metí en mi boca y lo chupé. Esa fue la gota que derramó el vaso. Apretó sus piernas contra mi cabeza para no permitir que me escapara y estalló en un orgasmo realmente sorprendente. Su cuerpo se arqueaba y gemía mientras era víctima de aquellas contracciones que tanto placer proporcionan. De su interior salía una cantidad de fluidos tales que no me daba tiempo de tragarlos por completo. Mi cara quedó bañada por sus jugos, aunque me apresuré a tomar lo más que pude. Lentamente su orgasmo cesó y quedó tendida en la cama con los ojos cerrados y la respiración agitada. Me recosté junto a ella a descansar un poco. Un rato después se recuperó, y volteándome a ver me dijo que me felicitaba, que había sido el orgasmo más intenso que hubiera experimentado en su existencia. Me besó muy profundamente; su lengua recorría toda mi boca mientras saboreaba de sus propios fluidos. Luego me besó toda la cara para limpiarme de la cantidad de fluidos que tenía. Mientras lo hacía posó su mano sobre mi falo y lentamente lo comenzó a acariciar de arriba a abajo. Se apartó de mí y con una sonrisa pícara me dijo: "es mi turno", y sin más preámbulo bajó su rostro hasta mi entrepierna. Sabía lo que me esperaba, y así sucedió. De repente sentí un calor muy intenso y observé como introducía en su boca todo mi miembro hasta que éste desaparecía de mi vista. La sensación me recorría todo el cuerpo. Al parecer se excitaba cada vez más, a que su respiración iba en aumento y cada vez chupaba más frenéticamente. Se apartó a tiempo porque estaba a punto de llenarle la boca de leche. Se recostó de nuevo y me dijo que no aguantaba más, que quería ser penetrada de inmediato. Nuevamente me arrodillé entre sus piernas abiertas, tomé mi verga con una mano y comencé a frotarla contra su húmeda vagina. Me dijo que ya no aguantaba más, que la penetrara de una vez ya que no era virgen para que le anduviera con rodeos, y tomando mi miembro lo dirigió hacia su cuevita y me dijo: "¡¡empújala hasta el fondo!!". Entonces sin piedad arremetí contra su orificio y de una sola embestida la penetré por completo. Un nuevo gemido de placer salió de su garganta. Empecé a bombearla lentamente y poco a poco fui subiendo el ritmo, mientras ella jadeaba y acariciaba sus pechos y jugaba con sus pezones. Aquella hembra parecía ser virgen, su cálida vagina apretaba con violencia mi pene ocasionándome un placer que no se puede definir con palabras. Cada vez la penetraba con más violencia, y cada vez gemía y jadeaba con mayor intensidad hasta que estalló de nuevo. Sus uñas se clavaron en mis hombros mientras un intenso orgasmo la estremecía. Las contracciones producidas en su interior ocasionaron una sensación maravillosa en mí, y sin poder hacer nada para impedirlo comencé a derramarme mi leche en su interior. Al parecer la sensación de mi leche cálida en su interior prolongó su placer y su orgasmo no cesaba, parecía que nunca acabaría; su cuerpo continuaba arqueándose de placer y de su interior no dejaban de salir sus jugos. Parecía como si hubiese tenido varios años acumulando un orgasmo que se había desatado en ese momento. De la misma manera ese fue uno de los mejores orgasmos de mi vida, no pude verlo, pero creo haber expelido una cantidad sorprendente de semen. Caí sobre ella y coloqué mi cabeza sobre sus pechos. Al parecer ambos nos quedamos dormidos en ese momento. Desperté un par de horas después de aquella intensa sesión de sexo. Mi pene aún se encontraba en su interior, todavía empapados por los flujos de ambos. Ella continuaba durmiendo con una cara de satisfacción que se le notaría a kilómetros. Me aparté de ella y noté que la sábana estaba tan mojada como si un vaso de agua se hubiese derramado ahí. Me dirigía hacia el baño de la habitación y me duché. En el baño encontré una esponja y un pequeño trastecito, el cual llené de agua y me dirigí hacia ella, que aún estaba durmiendo. Con la esponja empecé a enjuagar muy suavemente su sexo, hasta que quedó limpio. Regresé al baño a devolver lo que había tomado y salí de nuevo. Me vestí y la observé por un momento, no podía creer ni la mitad de lo que había pasado en esa tarde. Fui hacia la cocina en busca de algo para comer, y me encontré con una botella de chocolate. En ese momento, una idea cruzó por mi mente. Cogí la botella y regresé a la habitación, la destapé y comencé a verter el chocolate por sus pechos, bajando por su vientre hasta llegar a su coñito, el cual bañé por completo hasta que quedó café. Me puse a un lado de ella y empecé a chupar el chocolate de todo su cuerpo, si su cuerpo desnudo era delicioso, con aquél líquido lo era aún más. Lentamente fui saboreando sus pezones, sus aureolas, el canal que dividía sus pechos y fui bajando lentamente siguiendo el camino que me había trazado. Su respiración se había agitado de nuevo, por lo que supuse que ya había despertado, pero aún no abría los ojos. Seguí bajando hasta llegar a su ombligo, en el cual me detuve un momento hasta dejarlo limpio. Continué descendiendo hasta llegar a su apreciada joya. Pasé mi lengua sobre su clítoris y un pequeño gemido llegó hasta mis oídos. Sus manos se colocaron sobre mi cabeza, como para no impedir que me apartara ni un solo instante. Chupé aquél dulce líquido que poco a poco se fue mezclando con los fluidos que aquella mujer emanaba a chorros. Terminé de chupar todo lo que había derramado sobre su cuerpo, me arrojé sobre ella y la besé compartiendo con ella lo que aún quedaba en mi boca. Ella me recostó a un lado suyo. Tomó la botella de chocolate que había yo dejado a un lado de la cama, y vertió un poco sobre mi miembro. Apenas y pude ver como éste se perdía en su cavidad bucal, mientras ella retiraba con su cálida lengua lo que había vertido sobre él. Cuando terminó de deleitase, se montó sobre mi y sin más preámbulo se metió todo mi pene de un solo golpe, arrancándonos un gemido a ambos. Quedó en esa posición disfrutando del momento por un instante, y luego procedió a moverse de arriba abajo. Mi verga salía casi por completo de su interior, para luego volver a desaparecer en él. Yo jugaba con sus pechos que subía y bajaban al ritmo de sus embestidas. Poco tiempo pasó para que aquella hembra estallara en un intenso orgasmo. Cayó sobre mí y sus pechos se apretaron contra el mío. Yo todavía tenía suficiente cuerda, así que con mis manos alcancé sus nalgas y comencé a sobarlas en círculo hasta que deslicé mi mano lo suficiente para llegar a su apretado culito. Estaba lo suficientemente lubricado por sus jugos que no me fue difícil introducir un dedito en él, arrancándole un suspiro. Jugué con mi dedo en su interior hasta que logré colar otro. El tacto de aquél orificio era tal que en verdad demostraba que nunca había sido utilizado. Ella se encontraba completamente inmóvil sobre mí, simplemente jadeando y tratando de recuperarse. Saqué mi verga de su interior pues no quería venirme todavía, quería disfrutar un poco más. Me concentré en seguir dilatando su virginal culito y mientras tanto metía de vez en cuando uno que otro dedo en su conchita. Cuando se hubo recuperado se encontraba de nuevo en un nivel de excitación tal que con sus manos apretaba sus pechos contra mi rostro casi impidiéndome respirar. Me dijo al oído que nunca nada había penetrado su trasero, pero que en verdad se sentía muy rico, que continuara hasta que quisiera. Mi verga aún estaba erecta y quería batalla, así que la introduje de nuevo en su ardiente vagina. Ni siquiera tuve que moverme, ya que inmediatamente ella tomó el control y comenzó a mover sus caderas, mientras dos de mis dedos hacían lo que quería en el interior de su más pequeño orificio. La situación me excitaba sobremanera, así que estuve a punto de correrme, pero logré sacar mi verga antes de hacerlo. Cuando me salí de ella me dijo que sentía mucho calor, y me pidió que si me parecía podíamos darnos una ducha y continuar con el juego. Acepté de inmediato y ella se incorporó para luego dirigirse al baño. Yo la seguí sin perder de vista el orificio que tenía que ser mío en ese mismo momento. Entramos y dejamos la puerta abierta, al fin y al cabo nadie podría entrar en ese momento. Abrió la ducha y nos metimos en ella, sintiendo el agua fresca recorriendo nuestros cuerpos desnudos. Comencé a acariciarla por todas partes, mis manos recorrieron cada rincón de su ser y hasta lo más profundo del mismo. Me arrodillé entre sus piernas y comencé a lamer su pubis. Ella cooperó conmigo separando sus piernas lo suficiente para dejar su sexo expuesto a mi inquieta lengua. Recorría su ardiente vulva disfrutando de la mezcla de sus jugos con el agua de la regadera, más mi mente no se desviaba de mi objetivo final, su apreciada joya que tenía a pocos centímetros de mi lengua y que nunca había sido usado. La idea de desvirgar una mujer madura, aunque sea de su trasero me ponía loco. Una de mis manos volvió a colarse en medio de sus piernas y comencé a acariciar su agujerito sin dejar de chupar sus labios. El agua facilitó el proceso, permitiendo que un par de dedos se colaran con facilidad por su recto. Sus gemidos iban en aumento, hasta que no aguantó más; me separó de su entrepiernas, se dio la vuelta y se inclinó apoyándose contra la pared, dejando justo frente a mi cara sus nalgas y su levemente dilatado ojete, al cual introduje lo más que pude de mi lengua. "Penétrame, soy tuya, métemela hasta el fondo, métemela por el culo, es todo tuyo, es tu premio por ser buen chico, rómpeme el culito, hazme lo que quieras, pero ¡¡¡penétrame ya por favor!!!", fueron las palabras que pronunció entre jadeos mientras se masturbaba violentamente. Me puse en pie y dirigí mi verga que aún se encontraba en todo su esplendor (¡¡bendita juventud!!) hacia su pequeño orificio. Con un movimiento firme comencé a avanzar. Lo que yo lo había dilatado con mis dedos y el agua facilitaron bastante las cosas. Cuando mi glande se enterró por completo gimió como no lo había hecho hasta ese momento. Ese gemido debió de escucharse a dos cuadras de ahí. Me detuve al pensar en el dolor que le ocasionaba, pero al sentir que me había detenido arremetió su cuerpo contra mí y se clavó por completo. Otro gemido de la misma magnitud que el anterior salió de sus labios, y por que no decirlo, de los míos también. Aquello apretaba más que cualquier cosa que pueda yo imaginar al redactarlo y ocasionaba un placer que solo lo que lo han experimentado atinan a imaginar. Comencé a embestirla rítmicamente mientras golpeaba sus nalgas y apretaba sus pechos de vez en cuando. El placer que ambos estábamos presenciando era casi infinito, era algo tan maravilloso que no creía aguantar demasiado tiempo dentro de ella. Ella se sujetaba con una mano mientras la otra se perdía en el interior de su sexo. Incrementé el ritmo de mis embestidas lo más que pude, hasta que ella no aguantó el exceso de placer y colapsó en un intenso orgasmo, acompañado de gemidos y jadeos que hacían que vibrara la casa entera. La cima de su placer fue tan alta esta vez que aún metido en su ano podía sentir las contracciones que se producían en el interior de su vagina, lo cual mezclado con lo apretado de su orificio y la sensación producida por el agua recorriendo mi cuerpo me condujeron rápidamente a la cumbre más alta del placer y tras una sensación maravillosa que recorrió mi ser entero mi verga comenzó a lanzar chorros y chorros en su interior. Ella, al sentir que me estaba derramando en su interior, apretó mis bolas con la mano que tenía en su vulva y apretó su esfínter, lo cual prolongó y multiplicó la intensidad de mi orgasmo. Las piernas me temblaban y estaba a punto de caer mientras sentía que continuaba expeliendo líquido y depositándolo en el fondo de su intestino, que parecía estar exprimiéndome. A lo largo de mi corta existencia he experimentado muy pocos orgasmos de esa magnitud. Cuando todo culminó, quedé tan agotado que podría haberme dormido en pie. Dejé mi verga en su interior por un momento, hasta que luego lentamente lo extraje y el agua ayudó a limpiarlo. Cuando lo saqué de su interior, una gran cantidad de líquido seminal salió de su anillito y se mezcló rápidamente con el agua hasta llegar al suelo y perderse por la coladera. Realmente estaba exhausto, ella volteó a verme y me besó como una adolescente. Luego tomó el jabón y me bañó como a un niño. Yo la ayudé a jabonarse, pero sin muchas fuerzas. Nos enjuagamos, con una toalla nos secamos a como pudimos y salimos desnudos del baño. Lo primero que hice tirarme sobre la cama y cerrar los ojos. No supe que más pasó ni cuanto tiempo estuve fuera de contacto con el mundo. Solo sé que cuando me desperté y abrí los ojos ahí estaba ella junto a mí, observándome y acariciándome suavemente con sus delicadas manos. "Buenos días mi rey, ¿no vas a desayunar?", me dijo con una sonrisa dulce. "¿A desayunar?" exclamé. Una carcajada salió de sus garganta, "jajajaja, no te asustes, todavía no amanece, solo bromeaba, no creas que dormiste tanto. ¿Vas a cenar? Preparé algo especial para ti" me respondía mientras no paraba de reír. Me vestí (o más bien me vistió) y salimos a cenar. Además de ser una gran mujer cocinaba de maravilla, que si tuviese más edad me quedaba con ella. Cenamos muy rico, mientras de vez en cuando una mano recorría el cuerpo del otro. Fue una cena excitante. Terminamos de cenar, se despidió de mí con una mamada y me llevó a mi humilde casa. Desde ese día la visitaba lo más frecuente posible, mientras su marido estaba de viaje,sin embargo, siempre que voy a verla y tenemos sesiones de sexo intensas. Espero que les haya gustado mi relato. Si alguien quisiera conocerme o darme su opinión, no duden en escribirme a mi correo que son bienvenidos todos sin importar sus preferencias sexuales.

NOTA : ALGUNA CHAVA , SEÑORA , CASADA , DIVORCIADA , SOLTERA NO IMPORTA!!! LE GUSTARIA CONOCERME Y PASAR UN RATO AGRADABLE YA SEA POR MSN O EN PERSONA NO DUDE EN ESCRIBIRME Y AGREGARME AL MSN . SALUDOS

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