Madura se folla a un veinteañero

La milf sorprende al jovencito.

Era el año 2016. Yo tenía 27 años y era fotógrafo en un estudio cercano a su casa y ella, bastantes años mayor que yo, había pasado varias veces para hacerse unos retratos que necesitaba para su trabajo. Desde el día que nos conocimos nos caímos bien. Carmen, una mujer casada, cuarenta y tantos, con una vida casi ordenada. Yo veintimuchos y con la cabeza destartalada, con más ganas de fiesta que de orden.

El primer día que tuve que fotografiarla escogimos un parque cercano para la sesión, charlamos animadamente y se interesó por mi trabajo. Fue un rato agradable en el que yo le hice un repaso de arriba a abajo. Un poco más baja que yo, con poco pecho y con un culo que era su mejor arma, bien puesto y proporcionado. Ella lo sabía y lo potenciaba.

Coincidimos un par de veces más, apenas nos paramos a hablar, pero siempre fue muy cordial, incluso intercambiamos los teléfonos y nos agregamos a Facebook por si surgía algún proyecto en el que colaborar.

Pasaron un par de semanas y me surgió un trabajo sobre edificios antiguos de una zona fluvial. No era nada del otro mundo, pero tenía que buscar buenas localizaciones, así que empecé a chequear los lugares que debía fotografiar. Cogí el coche y fui a echar un primer vistazo. Recorrí unos cuantos kilómetros, marcando en el mapa del móvil los sitios ideales para cada toma. Solo me quedaba uno, pero toda la zona estaba llena de casas de fin de semana que me impedían el paso. Estuve dando vueltas un rato, llamando a los timbres para pedir que me dejaran pasar a echar un vistazo, pero era miércoles y allí no había nadie. Cuando ya había desistido y daba marcha atrás para volver a casa, las puertas de una de las fincas se abrió y un monovolumen asomó el morro. Para mi sorpresa era Carmen. Me bajé de mi coche corriendo y le hice una seña con la mano, ella bajó la ventanilla y empezamos a hablar:

  • Hombre, Martín, ¿Cómo tú por aquí?

  • Hola, Carmen, que alegría verte. Estoy localizando zonas para hacer un trabajo. Necesito sacar fotos del antiguo edificio que hay detrás de las fincas, pero me es imposible acceder.

  • Pues se acabó el problema, desde mi casa se ve perfectamente. Hoy ya me vuelvo a la ciudad, pero escríbeme y te ayudo en lo que pueda.

Nos despedimos, subió la ventanilla y se fue. La verdad es que me acababa de quitar un problema, así que me fui con la tranquilidad de tener el trabajo encarrilado.

Un par de días después fue ella la que me escribió: "Hola, Martín, tengo que ir a la casa mañana por la tarde a recoger unas cosas, si quieres puede ser un buen momento para tus fotos".

Yo contesté al rato: "Vale, pues pon tú la hora y yo estaré ahí como un clavo".

  • Si quieres podemos ir en mi coche, finalmente voy sola. Sobra las seis de la tarde creo que será una buena hora, así los dos tendremos tiempo de sobra para nuestras tareas y, si quieres, nos tomamos una cervecita - Contestó.

Ante esa predisposición, yo quise agradecerle el favor que me hacía y le ofrecí llevar una botella de buen vino que tenía en casa. Ella aceptó y dijo:

  • Me parece bien, pero o cerveza o vino, que cuando mezclo...

Esa respuesta me puso la cabeza a soñar, el corazón me empezó a latir más fuerte.

  • ¿Qué pasa cuando mezclas, Carmen?

  • Pues que digo muchas bobadas.

Quise picarla, quería ver hasta donde llegaba

  • Bueno, todos nos desmelenamos un poco cuando bebemos y la realidad se vuelve un poco más divertida.- dije.

  • Deja, deja, - Contestó ella - que yo hace mucho que no me desmeleno. Ya soy una mujer formal.

No dejé pasar la oportunidad y le dije: "Mujer, hay que darse placeres de vez en cuando, no pasa nada por soltarse la melena de vez en cuando, y esa casa de campo que tienes hay que aprovecharla ".

Ella dejó de escribir durante unos minutos y luego me dijo: "Quizá tengas razón, pero mañana no será ese día, como comprenderás no tenemos tanta confianza y no voy a volver a la ciudad conduciendo el coche después de beber."

La verdad es que ese comentario me dejó fuera de juego, pero yo quería seguir jugando y le dije:

  • A ver, siempre puedes sacar unas mantas y dormir allí.

  • Claro, y luego se lo explicas tú a mi marido. Que el matrimonio no es lo que era, ya casi ni nos miramos, pero si no duermo en casa se daría cuenta. - Respondió.

Ese último comentario me sorprendió. ¿Ese tío tenía ese culazo paseándose por casa y ni lo miraba? Menudo desperdicio. No pude quedarme callado y le repliqué lanzándome a la piscina:

  • ¿En serio? Pues que pena, cualquiera en su posición estaría encantado. - le solté.

Carmen se quedó unos momentos pensando y escribió:

  • No me digas esas mentiras, que no me las creo.

Yo insistí.

  • No son mentiras, a ver si te crees que para mí has pasado desapercibida. Ya quisieran las de mi edad...

Ella echó balones fuera y cerró la conversación.

  • Bueno anda, no seas zalamero, que no te creo. Tendrás a muchas jovencitas. No te entretengo más, mañana te recojo en la puerta de tu estudio a las seis. Hasta mañana.

Al día siguiente llegó puntual a nuestra cita, yo metí el material de trabajo en el maletero del coche y salimos de la ciudad. El viaje duró veinte minutos en los que hablamos de la situación política del momento, nada del otro mundo.

Llegamos, abrió la puerta de la finca con el mando a distancia y entramos. El sitio era agradable, en un lugar apartado, con un bonito jardín y un terreno largo en la parte trasera.

Carmen me invitó a pasar a la casa y me hizo una mini ruta, era bastante espaciosa, con un salón en la parte de abajo y las habitaciones arriba. Desde una de ellas había un balcón desde donde hacer las fotos para mi trabajo. Preparé todo y empecé a disparar fotos, había una luz preciosa. Después de diez minutos trabajando, Carmen apareció con dos cervezas, me dio una y se apoyó en la barandilla del balcón. Ella tenía unas buenas vistas, pero las mías eran mejores y, sin pensarlo, empecé a tomarle fotos. Su culo en primer plano y el paisaje de fondo, eran de lo más elocuentes. De repente se dio la vuelta y, sin darme tiempo a reaccionar, me pilló. Se sonrió y me dijo:

  • ¿Qué haces?

  • Nada, seguía con mis fotos. - contesté balbuceando.

Vino hacia mí, se sentó a mi lado y me dijo: "A ver, enséñamelas". Pegué un trago a la cerveza, le enseñé la pantalla de la cámara e intentando ocultar las de su culo, pasé las fotos lo más rápido que pude, pero ella se dio cuenta y me hizo retroceder.

  • Así que no mentías, mi culo te inspira... Qué descarado, haciendo fotos a una mujer que podría ser tu madre.

  • Que tendrá que ver la edad, Carmen. Sí, me inspira tu culo y me pareces una tía atractiva. Eso no está reñido con la edad. Pero vaya, que si te resulta incómodo recojo las cosas y me voy...

Ella soltó una carcajada malvada y me dijo que no, que ahora le interesaban saber más. Me empezó a mirar de arriba a abajo y me dijo: "Tú también eres bastante inspirador, aunque un niñato aún". Según me dijo eso pensé que el corazón se me salía por la boca, la cabeza me iba a mil por hora y mi polla se empezó a hinchar. Bebió un trago de cerveza, se acercó a mí mirándome el paquete, soltó otra carcajada y volvió a la carga: "Vaya, parece que te inspiro más de la cuenta. Creo que no sabrías que hacer con una mujer como yo, los jóvenes vais de valientes y luego nada de nada." Cada vez estaba más cerca y llegó a rozarme la polla con la pierna, yo estaba que me subía por las paredes, Carmen acercó sus labios a mi mejilla y me dio un beso. Yo ya estaba fuera de mí, busqué su cuello y lo besé, ella soltó un suspiro y me abrazó por la cintura. Nos miramos durante un segundo y empezamos a besarnos apasionadamente, le metí la lengua hasta la campanilla, estaba salido. Ella no se quedaba atrás, me magreaba todo el cuerpo, me sacó la camiseta y empezó a besarme el pecho. Entramos a la habitación, no queríamos que los vecinos de las casas cercanas nos vieran. Me senté en la esquina de la cama y me descalcé, ella se agachó, me desabrochó el cinturón y me desnudó de cintura para abajo de una vez. Mi polla saltó como un resorte y quedó delante de su cara. No tardó ni un segundo en engullirla, en metérsela en la boca una y otra vez hasta el fondo, pocas veces me la habían mamado así, con esa pasión, con esa hambre. Después de un buen rato, se la sacó de la boca y me dijo: "Bueno, a ver que sabes hacer tú, niñato". Me ponía a mil que me llamara así. La levanté, la puse sobre la cama bocarriba y la desnudé por completo. Ya no solo era un culo perfecto, ahora había descubierto unas tetas apetitosas, con pezones gordos y duros que me apuntaban. También un coño arregladito, con muy poco pelo. Me lancé a el, la agarré por las piernas y empecé a comerle el coño, a mancharme la cara con sus fluidos. Ella no dejaba de moverse, me agarraba la cabeza y la apretaba contra sus caderas, yo cada vez se lo comía con más fuerza, lamiendo de abajo a arriba y chupando con la punta de mi lengua su clítoris. Al momento empezó a retorcerse, pasó de gemir a gritar y empezó a correrse llenándome la boca de sus fluidos. Yo estaba en otro mundo, me estaba follando a esa madura, un sueño hecho realidad. Bueno, más bien me follaba ella a mí. Se incorporó, me tiró del brazo y me echó bocarriba en la cama, puso una pierna a cada lado de cuerpo y, de una sola vez, se metió mi polla hasta el fondo. Empezó a cabalgarme como una loca, me besaba y me susurraba: "me encanta follarte". Los dos estábamos locos, me incorporé sobre el cabecero de la cama mientras seguía saltando sobre mí y empecé a comerle esas sorprendentes tetas. Tenía los pezones durísimos. Le comía las tetas y la agarraba por el culo acompañando sus movimientos. Estaba a punto de correrme, pero queríamos disfrutar un poco más. Paramos y ella se puso a cuatro patas. "Vamos, niñato, móntame ahora tú", me dijo. Acerqué mi barra de carne a la entrada de su coño, estaba ardiendo. Primero metí un poco la punta y poco a poco fui entrando hasta tenerla toda dentro. La agarré por las nalgas y empecé a bombear cada vez más fuerte, hasta que se oía el ruido de mis huevos golpeando su culo. Carmen se movía adelante y atrás siguiendo el ritmo pidiéndome más y diciéndome: "Vamos, puto niñato, fóllate a esta puta. Fóllame como me merezco" Yo cada vez le daba más fuerte, le azotaba el culo y ella gritaba a cada golpe. Cuando estaba a punto de correrme y empecé a jadear más fuerte ella gritaba con violencia: "Córrete en mi coño, lléname de tu leche, quiero sentir como llenas de leche a esta madura". Di cuatro o cinco golpes más con mis caderas contras las suyas, me estremecí y empecé a echar borbotones de semen. Ella, al notarlo, empezó a correrse de nuevo, empezó a gemir y gritar de placer. "Bien hecho niñato, bien hecho, saca tu polla, quiero ver como chorreo tu lefa". Saqué mi pene y una mezcla de sus fluidos y mi jugo empezó a salir de su vagina. Ella se quedó acostada un rato, yo fui al baño, no me podía creer lo que acababa de pasar. Me lavé la cara, volví a la habitación y acabamos las cervezas.

Con el trabajo bien hecho nos subimos al coche y volvimos a la ciudad. El viaje fue en silencio, nos despedimos como si nada, parecía que nos daba vergüenza lo que acababa de pasar. Esa misma noche recibí un mensaje de Carmen, me decía que tenía unas fotos antiguas y quería que yo les echase un vistazo, que si podía pasar otro día por su casa para verlas me invitaría a otra cerveza...