Madura buscando morbo 2

Si pensabais que el morbo era en cómo mi cita controlaba la situación en público, os falta leer qué pasó en privado...

Tal como expliqué en mi primer relato, me encontraba en un restaurante, con un casi desconocido, excitada, mi sexo empapado y con mi mente aún más excitada que mi cuerpo.

Además éramos tres en ese juego, mi cita, yo y el camarero que había presenciado de alguna manera silenciosa nuestros juegos de masturbación y excitación previos a poder degustar de una fabulosa comida.

La comida fue agradable, charlamos, nos conocimos un poquito más, bebimos una fantástica botella de vino… pero en el ambiente flotaban nuestros pensamientos. Ambos estábamos preguntándonos qué iba a pasar a continuación, cómo íbamos a disfrutar las horas siguientes en la intimidad de una habitación.

Esperamos la cuenta. El camarero nos la trajo mientras me miraba con una expresión de deseo o quizás de envidia por no haber sido él el que había provocado que mi falda en ese momento estuviera aún húmeda y mi sexo estuviera palpitante, deseoso de lo que iba a ocurrir tan solo unos minutos después.

Llamamos al ascensor y mi “cita” intenta cogerme de la cintura para besarme en los labios.

-No, le dije yo, tú me has dicho gozar y a la vez sufrir durante la comida y ahora soy yo la que voy a hacerte gozar pero también sufrir.

Entramos en la habitación, le cogí de la mano y le acompañé empujándole suavemente para que se sentara en un cómodo sillón qué había en ángulo con la cama.

Abrí mi bolso, saqué mi teléfono móvil y también un pequeño objeto que él no supo identificar en ese momento. Seleccioné una lista de reproducción que tenía preparada y empezó a sonar la primera canción. Con esa canción empecé a mover mis caderas de forma muy lenta mientras me quitaba los anillos, las pulseras, el reloj y le miraba.

Empecé a caminar hacia él sin dejar de mover mi cuerpo al ritmo de la música hasta estar muy muy cerca de él. Intentó acercar sus manos a mi cuerpo, cogerme de la cadera y acercarme, deslizar mi falda hasta mi cintura para poder tocar mi cuerpo., pero yo retiré sus manos, y sujetando sus muñecas me incliné hacia su oido para susurrarle, mientras el escote de mi jersey dejaba ver mis pechos dentro del sujetador de encaje negro:

-Vas a estarte quieto o vas a hacer que te ate?

Seguí contoneándome al ritmo de la música rodeando el sillón donde estaba sentado, poniendo mis manos en sus hombros, acariciando suavemente su cara, pasando los dedos por sus labios, respirando en su cuello mientras estaba por detrás de él hasta que completé la vuelta y volví a mi posición alejada de él al lado de la cama.

Siguiendo ese ritmo sensual que sonaba desde mi teléfono móvil me quité el jersey muy lentamente, alborotando mi pelo y dejando entrever y el lado más salvaje de lo que podía pasar a continuación. En ese momento agarré mis pechos con mis manos, los saqué por encima del sujetador mostrando mis pezones duros, mis pechos generosos y desafiantes, pellizcándolos suavemente, masajeándolos, llevando un dedo a mi boca para mojarlo y humedecer un pezón con él. Le miré y le dije:

-Sé que te gustaría tocarlas, chuparlas... pero ahora me toca jugar mí.

Se levantó y vino hacia mí pero suavemente lo volví a empujar al sillón y le recordé que estaba muy muy muy cerca de tener que ser atado.

Bajé la cremallera de mi falda y la deje caer al suelo quedando con mi lencería negra, mis medias negras, mis tacones, mi liguero y unas ganas de continuar ese juego que estaba haciendo que volviera a mojarme solo viendo en sus ojos el deseo encendido y las ganas que tenía de por fin poder hacerme suya.

Otra de mis escogidas canciones estaba ya sonando. Otra tremendamente sensual canción qué hacía que yo cerrara los ojos, tirara mi cabeza atrás y me meciera al ritmo de esa música mientras desabrochaba mi sujetador, me desprendía de él y bajaba mi braguita, la cogía y se la lanzaba, quedándome sólo con el liguero, las medias y los tacones. Se podían casi ver los flujos deslizándose por el interior de mis muslos de lo excitada que estaba en ese momento.

Vi como él abría su pantalón, bajaba su boxer, sacaba su polla y empezaba a masturbarse o quizás no, quizás sólo a acariciarse lentamente. Pero esta vez no lo impedí, simplemente no iba a dejar que se levantara de ese sillón. No iba a permitir que me tocara.

Me tumbé en la cama y alargué la mano para coger ese pequeño objeto que había sacado antes de mi bolso. Le miré mientras lo empecé a lamer, para mojarlo, rodeándolo con mi lengua, con mis labios, mirándole a los ojos, viendo cómo sus caricias en su polla eran cada vez más intensas. Me volví a recostar, abrí mis piernas y lo coloque entre ellas, justo con mi clítoris en un pequeño orificio del que dispone. Lo accioné y el aparato comienzó a vibrar, a succionar, a proporcionarme un placer enorme. Yo le miraba, él me miraba, la música sonaba de fondo y me entregué al placer de masturbarme sintiéndome observada por ese casi desconocido al que había conocido en la red.

Pronto llegué al orgasmo y mis gemidos inundaron la habitación, mis jugos mojaban la cama deslizándose por mis muslos, por mis nalgas , mis piernas temblaban y una tremenda ola de placer me inundaba, mientras su masturbación era cada vez más rápida, sus gemidos se unían a los míos, la alfombra quedaba manchada por su leche, abundante, espesa, caliente... deliciosa...y llenamos la habitación de lujuria, de olor a sexo, de fluidos, de placer…mientras la música seguía sonando.

Por supuesto nuestro encuentro no iba a acabar así. Sólo acababa de empezar. Pero la continuación me la reservo para explicárosla otro día, en otro momento, mientras la música sigue sonando y la amenaza de atarle cada vez más latente…