Madrid 1936 conocí a Adela en la guerra civil I

De regreso a mi casa en Madrid despues del 18 de Julio de 1936, una vecina, esposa de un militar unido al alzamiento nacional, me contrata para proteger a su hija en el Madrid sindicalista y republicano de la guerra.

Corría el año 1936, yo tenía 21 años recién cumplidos, muchos pájaros en la cabeza y poco dinero en el bolsillo. Madrid era una ciudad inconsciente de todo lo que se le venia encima y la agitación y nerviosismo en las calles era constante desde el 18 de Julio.

Recuerdo con ilusión como mi madre, portera del edificio de viviendas sito en la calle Carretas 36, me pidió que me presentara en el 3º izq de nuestro edificio, a requerimiento de Doña Eulalia.

Dña Eulalia era la mujer de un militar de muy alto grado, que afecto al golpe militar, había tenido que salir corriendo a unirse en Burgos al incipiente gobierno del general Franco y por tanto había quedado su familia en precario y observada como rebelde por las autoridades Republicanas.

Serian pasadas las 8 de la tarde cuando con la humildad de un hijo de portera en un barrio de ricos, estaba llamando un poco nervioso al timbre del 3º izquierda..

Realmente poco sabía de esa familia.. Solo que el, era militar de alto rango, que tenía una hija de buen ver y lo que se comentaba en la escalera de su adhesión a los golpistas.

Yo por mi parte, había pasado con gran esfuerzo de mi familia, los últimos años en casa de mi tia en Salamanca donde había iniciado mi formación en derecho hasta el golpe de estado.

No tuve que esperar mucho, sin abrir la mirilla de la puerta y de forma decidida, fui recibido por Doña Eulalia, que de forma muy amable me invitó a pasar al recibidor de su casa. No se extendió mucho en explicaciones, para resumir la breve conversación de aquella tarde, me pidió que a partir de ese momento me convirtiera en una especie de guardaespaldas de su hija por lo peligroso que podía ser para ella el circular por Madrid siendo hija de un golpista. Mi compromiso consistía en acompañarla siempre que abandonara su domicilio y protegerla hasta su retorno a casa. Por ese empleo cobraría la increíble cantidad de 100 pesetas semanales y en voz baja me aseguró las recomendaciones necesarias una vez ganaran la guerra los nacionales, para un futuro mejor para mi y mi familia.

Sorprendido y confuso no pude mas que aceptar el empleo con el compromiso de empezar al día siguiente a las 08,00 de la mañana.

Nervioso y peinado con raya a la izquierda, estaba tocando el timbre de Doña Eulalia a las 8 en punto de la mañana del día siguiente. Tres larguísimos segundos después, Adela me invitaba a pasar al mismo recibidor que su madre me había invitado a pasar el día anterior.

Morena, pelo largo pero recogido, alta pero no tanto como yo y guapa….muy guapa, tanto que su presencia me dejó admirado y un poco inseguro.

Como terminaba el Verano y en Madrid todavía hacía mucho calor , Adela vestía ligera, con una camisa blanca y falda por las rodillas, en sus brazos una pequeña rebeca de lana y unos libros de texto. Los botones de la camisa abrochados hasta el cuello, adivinando unos grandes pechos juveniles, detrás de un sujetador que se marcaba en la camisa de forma que a mi me pareció muy sugerente.

Su trato fue amable, yo diría que mas amable de lo que yo esperaba, me preguntó si estaba listo y con risas me aseguró que ponía todo su ser en mis manos, que yo sería su Angel de la guarda y al ver mi constitución mas bien delgada, me preguntó que quien protegería a quien ..con este buen inicio salimos de casa y nos dirigimos directos a la Puerta del Sol.

Madrid era una ciudad recorrida día y noche por jóvenes republicanos, sindicalistas e indiferentes en un ambiente de anarquía, que podían, eventualmente crear problemas a una chica guapa y mas si era reconocida como hija de un militar golpista.

Yo para ser sinceros, a esas alturas ya estaba bastante prendado de Adela, de su pelo, de sus piernas y de lo que adivinaba como unos pechos preciosos, pero que no me atrevía a mirar de forma descarada.

Pasada la puerta del Sol y enfilando la carrera de San Jerónimo, el sordo ruido de unos motores de aviación , unido a las sirenas de aviso de bombardeo, nos hicieron correr al refugio mas próximo, que era la estación de metro de Sevilla. De la mano y sin parar metí a trompicones a Adela por los pasillos del metro hasta que encontramos en el anden, un hueco entre otras muchas personas, para sentarnos recuperar el aliento y descansar la carrera.

A Adela le faltaba el resuello y su pecho se movía de forma compulsiva al tiempo que jadeaba presa del miedo y la tensión del bombardeo, mientras buscábamos un sitio donde refugiarnos.

Entre tanta gente y sentados en el suelo el tiempo pasaba y yo abrazaba a Adela para animarla y consolarla, la luz del anden era muy tenue hasta que de pronto se apagó, dejándonos a todos en completa oscuridad, entre gritos de pánico y suspiros de miedo de la gente que nos rodeaba.

Yo que tenía abrazada a Adela no pude mas que acercar su cabeza en la oscuridad a mi hombro al tiempo que traté susurrar unas palabras de ánimo y optimismo en su oído. Ella me abrazó agradeciendo mis palabras y se pegó a mi ,al tiempo que con su mano agarraba la mía y la deslizaba por su mejilla de forma suave y repetidas veces.

Sobra decir que pese a la tensión del momento, el sonido grave de las bombas y amparado en la mas estricta oscuridad, me sentí invitado por ella y sin pensarlo dos veces y como si hubiera estado enamorado toda la vida de esta desconocida, la besé en los labios con mucha suavidad y pasión al tiempo que de forma descarada mi mano se deslizaba poco a poco en sus pechos. Al principio de forma gradual pero constante, luego al no percibir rechazo alguno, de forma mas insistente, buscando los botones de su camisa y detrás de ellos, uno a uno, buscando dentro del sujetador , una vez alcanzado este, sus redondos y moldeados pechos, que en la oscuridad, notaba muy duros y exaltados, cada vez que mi mano conseguía pasar através de los aros de su sujetador. Ella no objetaba nada, jadeaba y colaboraba en cada uno de mis movimientos, inspirando para que fuera mas fácil el deslizamiento de mis dedos dentro de su sujetador y respirando de forma evidente cuando llegaba al pezón que acariciaba yo de forma circular y con mucha suavidad, para empezar de nuevo de forma rítmica una y otra vez..

Así estuvimos un rato jadeando íntimamente, suave, casi imperceptible a los que teníamos sentados a derecha e izquierda, su camisa abierta casi hasta el último botón y yo explorando un sujetador y unos pechos que solo podía adivinar al tacto de mis manos.

Pronto noté como su mano derecha se deslizaba desde mi mejilla suavemente mojada de saliva a mi pecho y poco a poco entre sollozos y lamentos de la gente que nos rodeaba, llegaba a mi bragueta y empezaba a buscar los botones que daban paso a lo que yo en ese momento tenia muy erecto y duro.

Se entretuvo un rato en acariciarme por fuera, con suaves movimientos armoniosos y bajando cada dos movimientos hasta mis testículos, acariciándolos por fuera de forma suave, con la punta de sus dedos y retomando el movimiento acompasado sobre el gran bulto que se adivinaba en mi pantalón.

La oscuridad nos protegía y su mano no tardó en desabrochar los botones de mi bragueta y poco a poco y con la ayuda de mis sutiles cambios de postura para evitar que nuestros vecinos de anden se dieran cuenta, consiguió alcanzar mi pene erecto, al tiempo que las bombas machacaban Madrid en el exterior,. Su mano al principio y dentro del pantalón, alcanzó mi glande y desde la corona y poco a poco fue bajando haciendo fuerza, hasta que consiguió sacarla entera del Pantalón y dejarme expuesto con la ayuda de la otra mano a la oscuridad y el frio reinante. Yo mientras ella rodeaba entre sus dedos mi pene y mis testículos , acariciaba sus muslos y poco a poco, al tiempo que ella bajaba la piel de mi lubricado glande de forma rítmica, llegue a alcanzar sus no depilados labios mayores y poco tardé en estirar y ampliar los menores, introduciendo mi dedo índice en su muy lubricada vagina y entre suspiros y besos íntimos pero no camuflados..

La excitación de Adela no se podía disimular, mojada y jadeante, apretaba mi dedo índice cada vez mas a dentro y nuestra necesidad de cambiar de brazos, dedos y posturas gestuales hicieron que la persona que estaba a la izquierda de Adela y suavemente apretada a ella, quisiera participar de la explosión de amor que vivíamos en ese túnel del metro madrileño bajo el bombardeo de las fuerzas nacionales y el sufrimiento de una ciudad que vivía bajo el grito de “No Pasaran“.

Yo fui consciente de esta situación cuando algo cortó de forma súbita el jadeo mi pareja por unos instantes, creando en mi una inseguridad por el rítmico vaivén de mi dedo índice en su vagina. Susurrando y sin aliento, en voz muy baja pero gravemente intensa, Adela me dijo que alguien a su izquierda la estaba acariciando desde hacia unos momentos de forma intensa ,sus pechos a través de su camisa abierta y su sujetador pero que por favor callara y lo compartiera con ella.

Hoy puede sonar extraño, pero bajo el estallido de las bombas y sin saber si vas a morir o vivir ese día, hay cosas que no se cuestionan, solo se aceptan, aunque en mi caso todo era nuevo y sexualmente extraño.

Pasados los primeros segundos de desconcierto y viendo que Adela me buscaba la boca para besarme de forma intensa y apasionada, dediqué un momento, mientras sentía su lengua en la mía, para de forma casual, saber donde estaba la mano de mi anónimo compañero de bombas, refugio y hembra, encontrándola y retirando la mía casi de forma espasmódica entre sus pechos.

La mano de Adela me masturbaba de forma implacable al tiempo que yo adivinaba que su otra mano buscaba y acariciaba el pene de mi desconocido compañero de refugio, cosa que intuí por su arritmia en mi pene y por los jadeos de mi compañero que crecían de forma gradual.

Al cabo de unos momentos y mientras yo separaba con cuidado los labios menores de Adela, para una vez mas penetrarla vaginalmente, noté el dedo de mi anónimo vecino que poco a poco pero de forma insistente, buscaba el culito de Adela y al poco pude sentir como este hombre lo había encontrando al sentir en mi mejilla un pequeño pero intenso gemido de dolor y placer. Pude adivinar que nuestro compañero la estaba penetrando analmente, cuando mi dedo a través de la pared vaginal notó un dedo al otro lado y Adela me mordía entre gemidos la lengua sin piedad.

Durante unos minutos ambos estuvimos penetrando a Adela rítmicamente, de forma suave pero firme, Adela gemía, mi compañero introduciendo primero un dedo, luego dos, pero el ano de Adela no admitía mas , hubo un momento que Adela, dirigiéndose a mi, me pidió que nuestro anónimo compañero parara, que la penetración la dolía mucho y yo, lo confieso, la tapé de forma suave los labios con mis dedos, como pidiendo un último y extremo sufrimiento e incrementando mi ritmo de penetración vaginal con los dedos de la otra mano, asegurando una tensión que hasta ese momento desconocía me produjera tanto placer.

Adiviné que mi compañero se había corrido al notar con gran disgusto por mi parte, su viscoso semen bajando por el pecho y acumulándose en el ombligo de Adela y su respiración muy entrecortada, al tiempo que su cadencia de penetración anal con sus dos dedos, bajaba hasta reducirse a cero con mucho alivio y suspiros muy entrecortados de Adela, que pese a todo, empujaba de forma continua mis dedos contra su clítoris y dentro de su vagina cada vez con mas presión hasta que quitándome de golpe la mano, explotó temblando en un gran orgasmo, dejando la oscuridad reinante y el barullo del túnel, apagados y conscientes su felicidad extrema.

De forma inmediata y mientras mi compañero retiraba sin piedad sus dedos del agujero del culo de mi protegida, Adela se agachó e introdujo mi inflamado pene en su boca y con unos pocos pero muy suaves movimientos de su húmeda lengua y acariciando con su mano muy levemente mis testículos, consiguió en mi, un tremendo orgasmo y una gran eyaculación, que enseguida llenó su boca, su lengua e incapaz de tragar mas ,en la tercera explosión, llenó su pelo de mi cálido y espeso semen, al mismo tiempo que en el exterior, una bomba explosionaba en Madrid y destrozaba en parte la carrera de San Jerónimo sobre nuestras cabezas.

Jadeantes y muy agotados, Adela me besó en los labios, aun con lo que pude adivinar era cierto sabor a semen en su boca y nos abrochamos las camisas falda y pantalones que pasionalmente habían dejado nuestros cuerpos al descubierto en la oscuridad, esperando pacientemente en un intimo abrazo el fin de ese aviso, hasta que de pronto el túnel, poco a poco, se volvió a iluminar inundándonos de tenue luz amarilla y de una realidad que pretendíamos no había pasado en nuestras miradas, aunque difícilmente podía yo evitar el recuerdo de mis sensaciones dado que mis ojos no habían visto nada y nunca recordarían nada mas que esas sensaciones.

Con el paso del tiempo y recordando este episodio solo veo oscuridad, nunca llegué a verla desnuda ni la oscuridad me permitió ver su mano recorriendo mi cuerpo, ni la mía en su pecho, ni la suya en mi cuerpo, pero hoy siento el recuerdo de sus besos y agradezco no haber visto nunca lo que pasó ese día

Nuestro anónimo compañero de refugio ya no estaba, nunca supimos, ni nos preguntamos quien podía haber sido y Adela y yo salimos nerviosamente del metro casi sin tocarnos y caminando de regreso a su casa… no hicimos comentario alguno cruzamos algunas furtivas miradas y como buen empleado de su madre, la dejé en la puerta de su casa con la intención de un saludo y un hasta mañana, pero no pude evitar mientras bajaba las escaleras imaginar esos perfectos redondos pechos y sus duros pezones en mis manos y luego cubiertos del semen de un anónimo resistente republicano refugiado en el metro de Madrid.

Lo que pasó al día siguiente y los posteriores años de la guerra civil , es tema para otra historia que prometo contaros muy pronto como terminó y como la vida nos trató a Adela y a todos durante los difíciles años de la guerra.