Madre zorra, hijos cachondos (2)
Después de empezar las relaciones con mi hijito, descubro que otros placeres que jamás imagines gracias a las calenturas de Liz.
Hola soy Rebeca. Espero me recuerden. Esta es la segunda parte de lo que paso con mis hijos en casa. Gracias a todos los que me han escrito. Bueno lo último que les relate fue que tuve una relación sexual con mi hijo, la cual ya no se pudo detener. Mi hijo y yo teníamos relaciones todos los días y a la hora que podíamos. Me penetraba por mi ano y también se había hecho un experto en el uso del consolador; él era sin duda alguna el mejor amante que yo había tenido en toda mi vida.
Yo me sentía confusa, pero en realidad el sentimiento que predominaba en mi interior era de felicidad. Por fin lo años de frustración sexual habían terminado, ya hora podía tener orgasmos todos los días. Pero en mi mente seguí el deseo por mi hija y Elizabeth. Leonardo y yo teníamos por costumbre espiar a mi hija y siempre terminaba dándole una espectacular mamada mientras me metía mis dedos en la vagina, o más bien toda la mano.
Pero bueno, eso paso por un par de semanas, antes de que todo esto se empezara a salir de nuestras manos. La primera oportunidad de acercamiento que tuve con mi hija, me la brindó su amiga Elizabeth, y fue de la siguiente forma:
Un sábado en la noche Elizabeth se quedó a dormir en la casa, eso era bastante común. Yo estaba súper caliente porque todo el día había estado con mi esposo, y mi hijo y yo no habíamos podido estar juntos. Por eso mismo en la madrugada, las ganas de saciar mis instintos me vencieron y fui a buscar a mi hijo.
Sin despertar a Leonardo me metí en sus sábanas y tomé su verga entre mis manos, le bajé el pijama y después empecé a lamerse pene, mientras él empezaba a reaccionar. A los pocos minutos lo tenía sobre mí, yo tenía las piernas dobladas hasta la cara y mi hijo me penetraba como un animal. Esa noche me montó, me nalgueó, se la mame, me cogió por mis dos orificios, y no me bajó de "puta, perra" cosa que a mí me excitaba mucho. Una hora después salí de su cuarto para ir a acostarme.
Eres una zorra.
Del susto pegué un tremendo brinco. Al principio no distinguí la voz y pensé que podía ser mi marido, pero cuando volvió a hablar distinguí la voz de mujer.
Te estás cogiendo a tu hijo.
Elizabeth.
Imaginamos que eras muy cachonda cuando encontramos esto.- Y me mostró mi consolador.- Pero no creí que tanto.
Yo sé lo que hacen ustedes.
No me amenaces, que no te voy a acusar.
¿No?
No para nada. -Se paró del sillón donde estaba sentada. Estaba sólo vestida en bragas y sostén. Sus pechos eran enormes. Me tomó por la cintura y me sonrió maliciosamente.- Te voy a dar una gran oportunidad.
¿A mí?
Sí. Tu hijita esta dormida, pero en unos treinta minutos la voy a despertar, como tu despertaste a tu hijito.
¿Nos viste?
Claro. Como ustedes nos ven a nosotras. En cuarenta minutos vamos estar en el clímax de nuestra relación. Voy a dejar la puerta abierta.- Sonrió y me dijo al oído.- Sería una pena que alguien nos descubriera.- Me beso la mejilla y luego me dio una palmada en mi culito.
Fui a mi cama, pero después de cinco minutos, me di cuenta que no resistía estar ahí. Ahora veía a mi esposo como un ser asexual, deseaba que tuviera una amante, con tal de no pensar en él como un ser privado de deseo. Me levanté y fui al baño, para limpiarme un poco. Aun no decidía si quería ir con mi hija, mis sentimientos se encontraban. Pero si me decidía no quería ir oliendo ya a sexo. Me lavé. Me puse una lencería muy sexy. Tanga negra con un sostén. Pero sobre eso, me puse un camisón largo y claro, para que no se notara que yo iba lista para el sexo. Fue en ese momento cuando supe que lo haría.
Cuando el plazo se cumplió llegué a la puerta del cuarto de Margia. Tras la puerta se escuchaban los gemidos débiles de ambas; por lo visto Elizabeth estaba cumpliendo su palabra. Las piernas me temblaban y mi respiración estaba muy acelerada. Tendría mi primera experiencia lesbica, a más aun, con mi propia hija.
Abrí la puerta de golpe y prendí la luz. Ambas intentaron levantarse, y quedaron de rodillas en la cama. Mi hija estaba en ropa interior y su amiga sólo en bragas, pero con las tetas al aire. Cerré la puerta tras de mí, y trate de fingir mi voz de enojo.
¿Que están haciendo?
Pero al principio no entendí lo que pasó. Elizabeth se acercó a mí. Caminaba lentamente y con una sonrisa burlona en su rostro. Llegó y me tomó por la cintura.
No finjas mamí.- Dijo
Yo sabría que vendrías mamí.- Dijo mi hija levantándose.
Ambas sabíamos lo que tú y Leonardo hacen, pero a nosotras no nos gustan los chicos, pero si las mujeres. Y tú nos gustas mucho Rebeca.
¿Pero ..?
Mamí.- Dijo Margia poniéndose junto a mí.- Queríamos compartir contigo, pero sabía que si te lo proponíamos en una situación normal, tal vez no aceptaría.
Al decir esto las dos empezaron a tocarme lentamente por el cuerpo. Liz empezó a pasar sus manos por mis tetas. Mi hija ponía sus manos en mi culito. Sentía la respiración de las dos en mi cuello, y eso me excitaba mucho.
Sé que me deseas mamí. Yo también te deseo, y no creo que tenga nada de malo. Como no tiene nada de malo lo que haces con Leo.
Déjanos darte placer Rebeca.
No pude hacerme siquiera la mustia, es más no pude ni hablar, sólo asentí con la cabeza. De inmediato, me sacaron el camisón y me sentaron en la cama. Me sacaron el sostén y ambas empezaron a mamar mis tetas. Tarde en reaccionar, pues estaba en el cielo, pero estaba ahí con las dos mujeres que llevaba meses deseando. Una vez más me volví una loca. Tomé las tetas de Liz, y empecé a estrujarlas. Luego tomé la carita de mi hija, e hice lo que desde hace mucho tiempo deseaba, la imagen que tenía siempre en la mente cuando me satisfacía con mi consolador. Murgia y yo nos besamos de una forma apasionada, empecé a sentir su lengua recorrer mi boca, entrelazarse con la mía. Todo mientras sentía una mano que se empezaba a introducir a mi vagina.
Nos recostamos y Liz me saco la tanga, yo le saqué la suya a mi hija. No dude, lo deseaba. Empecé a comerme la rajita de mi hija. ¡Qué sabor! La lamí y empecé a tragar toda su humedad.
-¡Cómeme mamí! Comete mi rajita.
- Sí mi amor. Me encanta tu puchita.
Como estaba en cuatro patas chupando cada parte del cuerpo de mi hija, quedé lista para satisfacer los deseos de Liz. Sentí como reabrió las nalgas y empezó a lamer mi ano. Luego a penetrarlo con un dedo. Me tenían en la gloría. Su lengua era diestra y sabía donde tocarme para volverme loca.
Eres una puta Rebeca.
Sí. Mi mamí es una perra caliente.
Mi hija se levantó y nos besamos. Pero pronto me pusieron en cuatro patas de nuevo. Mi hija empezó a nalguearme sin piedad. Pronto me retacaron el consolador en la vagina. Era mi hijita la que me estaba cogiendo. También me metió los dedos en el culo. Liz me nalgueo, pero eso la aburrió pronto y me brindó su rajita, para que ahora me la comiera a ella.
Fue increíble. Nadie, ni mi hijo me había dado tanto place. Luego me recosté sobre Liz y frotamos nuestras vaginas. Mi hija me empezó a masturbarme y como yo le pedía más, terminó metiéndome la mano entera, cosa que yo le hice a Liz, y liza su vez a mi hija. Las tres tuvimos un gran orgasmo con un fisting increíble. Luego nos besamos. Y en unos minutos comenzamos de nuevo.
Fue la mejor cogida de mi vida. Antes de salir para ir a mi recamara mi hija no me dejaba salir de tanto que nos besábamos en la boca, era como si nos quisiéramos comer las tres. Sobre decir que de ese día en adelante cogía a todas horas. Y afuera con mi hijo, o con mi hija o con liz. Me volví una ninfomanía, pues aun con tanto sexo, me masturbaba. Pronto les contaré como esto se salio de control y empezó a terminar.
Besos. Espero sus mails. Y gracias a todos los que ya han escrito.
Rebeca. Bragasexy69@hotmail.com